De mediados de enero a mediados de marzo de 1935 da la sensación
como si la historia del “fascismo español”, bruscamente, se hubiera acelerado:
- 16 de enero: Primo de Rivera formaliza las expulsiones de Ledesma y de su grupo.
- 7 de febrero: aparece el primer número de La Patria Libre, portavoz del grupo de Ledesma.
- 1 de marzo: se crea el Sindicato Español Universitario, organización de los estudiantes falangistas.
- 16 de marzo: las escuadras falangistas demuestran su vitalidad asaltando el SEPU, dirigidos por Agustín Aznar (según unos por ser una “empresa judía”, según otros por haber despedido a falangistas por el mero hecho de serlo).
- 21 de marzo: aparece el primer número de Arriba, portavoz de Falange para contrarrestar los posibles efectos de La Patria Libre.
- 26 de marzo: aparece el primer número de Haz, portavoz del SEU.
- 30 de marzo: se publica el séptimo y último número de La Patria Libre.
- s/d marzo: aparece el Discurso a las Juventudes de España.
Este período, es excepcionalmente tenso entre falangistas y
jonsistas disidentes, especialmente el comprendido entre la escisión y los
últimos números de La Patria Libre. A
cada artículo ofensivo para los falangistas aparecido en esta revista, aparecía
el correspondiente en Arriba
denunciando a Ledesma. En este cruce de ataques mutuos son ellos, Primo de
Rivera y Ledesma, es decir, los “primeros espadas”, quienes utilizan sus más
aguzados recursos literarios para denunciar, escarnecer y ridiculizar a su
adversario. Luego, con el último número de La
Patria Libre todo cesa y da la sensación de que se restablece un status quo
y cada parte deja de preocuparse de la otra (1). Y así transcurren los meses de
Abril a Noviembre, cuando Ledesma publica con el seudónimo de “Roberto Lanzas”
su obra ¿Fascismo en España? Lo que
hace en ese tiempo está envuelto en brumas y ha dado lugar a todo tipo de
leyendas. Sin embargo, la lectura de esta obra sugiere que la tensión entre
ambas fracciones (o mejor, entre ambas personalidades) ya ha descendido de
tono. Sobre sí mismo, Ledesma dice que se ha trasladado a Barcelona y que está
a punto de reiniciar la publicación de La
Patria Libre (2). Parece que, desde allí intentó legalizar un Partido
Español Nacional Sindicalista, cuyos estatutos había presentado uno de los que
fueran jefes de las JONS en aquella ciudad, José María Poblador. También se ha
dicho que tuvo una novia que vivía allí e incluso que fue Primo de Rivera quien
le facilitó el desplazamiento a la capital catalana. Es difícil saber –y hasta
cierto punto resulta ocioso- lo que hizo Ledesma en todo ese tiempo. Si ¿Fascismo en España? Tiene fecha de
edición de noviembre de 1935 hay que pensar que su contenido se realizó dentro
de los meses anteriores. En cuanto al Discurso
a las Juventudes de España, publicado en medio de todo el guirigay y el
clima de acusaciones mutuas que siguieron a la escisión, es lícito suponer que,
si se publicó en marzo de 1935, su contenido debía de haber sido elaborado y
madurado en los meses anteriores, mientras permanecía en Falange Española. Si ¿Fascismo en España? es un libro para
cuya elaboración había que tener frescos los datos, próximos los archivos y
certeros los recuerdos, amén de sereno el ánimo, el Discurso es, en cambio, un
libro de profunda elaboración ideológica que no se improvisa en unas semanas,
sino que requiere largo tiempo de elaboración. Piénsese que estamos ante la
única obra doctrinaria del fascismo español anterior a la guerra, la única en
la que el ideólogo del nacionalsindicalismo, aborda las reflexiones sobre
España y sobre su historia, rematándolas con un par de “digresiones” sobre las
“juventudes de Europa”. Pero ¿y a partir de noviembre? ¿Qué hace Ledesma? ¿Por
dónde está? ¿A qué se dedica? ¿Qué pensamientos arden en su cerebro? Y aquí
está el misterio. El único material del que disponemos entre noviembre de 1935
y el 1 de agosto de 1936 (fecha en la que Ledesma es encarcelado) es muy
fragmentario y permite especular hasta la saciedad, pero sin tener seguridades
absolutas. Esto afecta a nuestro estudio sobre las concepciones estratégicas de
Ledesma como veremos
La falta de datos de ese período hace que la única fuente fiable sea
el ¿Fascismo en España? Y la
enigmática frase con que Ledesma cierra la obra (“Diríamos, para terminar, que
a Ramiro Ledesma y a sus camaradas les viene mejor la camisa roja de Garibaldi
que la camisa negra de Mussolini”) (3) ha dado pie a todo tipo de especulaciones que
han utilizado los sectores más ingenuos de la extrema-derecha de los últimos
años para presentar a un Ledesma “nacional-bolchevique” en la misma línea que
Niekitsch. A fin de cuentas, el rojo remite… a la “revolución social”. Pero
esto no puede tomarse en consideración seriamente porque esa frase sigue a otra
no menos enigmática: “Ledesma
se ha trasladado a Barcelona, donde parece reanudará la publicación de La Patria libre y acentuará esa bandera
que diseñamos. No pretenden ya, tanto él como sus camaradas, organizar, ni
remotamente, el fascismo. Lo que en las viejas J.O.N.S. había de fascismo lo
recoge hoy Primo de Rivera, sobre todo en sus propagandas últimas. Aquéllos
entienden que su misión es otra” (4). La
Patria libre terminó no saliendo desde Barcelona. Ledesma se volvió a
trasladar a Madrid y desde allí publicó Nuestra
Revolución.
¿Qué intentaba con todo
esto? No era Ledesma de los que se conformaban con el mero testimonialismo. Y a
esas alturas es difícil que pensara que fuera optimista respecto a que una
revista política pudiera sostenerse únicamente con las ventas. No olvidemos que
ya había experimentado un primer fracaso con La Conquista y un segundo con La
Patria Libre, es difícil que pensara que por tercera vez repitiera el mismo
error de sacar una revista sin asegurarse antes una financiación que le
permitiera cierta continuidad y holgura en el proyecto. ¿Y de dónde iba a salir
ese dinero? Ni Ledesma ni sus colaboradores aclaran este punto que es decisivo.
Lo que va de La Patria
Libre a Nuestra Revolución es mucho. En primer lugar, no hay ataques, ni
directos ni indirectos hacia ninguna tendencia del “fascismo español”, ni hacia
Primo de Rivera, ni hacia ninguna organización falangista. En segundo lugar,
abundan los temas que implican un “mirar a la izquierda” (5) …
¿se ha hecho “izquierdista” o “nacional-bolchevique” Ledesma quien solamente
hacía siete meses había publicado su alusión a la “camisa roja de Garibaldi”?
No parece probable. Más parece que hubiera conseguido reconstruir una línea
estratégica, no en solitario, sino con… el que entonces era el sector
mayoritario del “fascismo español” y, concretamente, con su jefe, Primo de
Rivera. Los datos que nos llevan a esta conclusión son:
1) La alusión a que Primo de Rivera había leído el Discurso a las Juventudes de España y lo había elogiado y recomendado (6).
2) El “cese de hostilidades” entre Primo de Rivera y Ledesma que se percibe desde el final de la experiencia de La Patria Libre.
3) El cuidado con el que Ledesma redacta ¿Fascismo en España? Procurando que ninguna alusión pueda ser tomada como una ofensa personal a Primo de Rivera (lo que está muy lejos de los ataques, francamente vesánicos, que ambos se habían prodigado en febrero-marzo de 1935 desde las columnas de sus respectivos medios. Es significativo, por ejemplo, que Ledesma no aluda en absoluto a los pactos entre Renovación Española y Primo de Rivera, ni a otros medios de financiación de Falange Española que conocía bien (7).
4) La visita realizada por Ledesma a Primo de Rivera cuando éste se encontraba encarcelado que demuestra a las claras que la tensión de la ruptura, no solamente había quedado atrás, sino que algo había cambiado (8). No se trató solamente de un encuentro personal “de cortesía” cuando Primo de Rivera estaba detenido, sino que también hubo un intercambio epistolar (9).
Después de las páginas de
¿Fascismo en España? (aparecido, repetimos, en noviembre de 1935) y después de
los artículos de Nuestra Revolución, solamente hay dos testimonios sobre lo que
pensaba Ledesma en sus últimos meses de vida: el del padre Villares, su
interlocutor durante los dos meses que pasó en prisión antes de ser asesinado y
el testimonio de Francisco Guillén Salaya, su compañero de redacción en su
última aventura periodística. Estando Salaya en la redacción, sonó el teléfono
y contestó Ramiro, “tras colgar el aparato y permanecer unos instantes inmóvil
y silencioso, dijo: “Puedes dejar de escribir, el número dos no se publicará.
Acaban de comunicarme que el Gobierno ha hecho asesinar a Calvo Sotelo. Hay que
dejar la pluma y tomar las armas, cambiar la teoría por la acción” (10).
En cuanto al testimonio del padre Villares (11) no aporta gran cosa en
términos políticos.
La frase que cita Tomás
Borrás en su obra es significativa por dos motivos:
- La interpretación que da Ledesma al asesinato de Calvo Sotelo coincide en todo con la que dio la extrema-derecha desde las JAP hasta Falange, pasando por Renovación Española: ha sido asesinado por orden del gobierno. Lo que indica cierta identificación con este sector. A fin de cuentas, la izquierda sostuvo simplemente que fue un grupo incontrolado el que asesinó a Calvo Sotelo y que no actuó por orden gubernamental.
- La rapidez con la que determina, a poco de conocer la noticia telefónicamente, que ha pasado el tiempo de los artículos y toca ya, definitivamente, la hora de las armas. También en esto, Ledesma opinaba exactamente igual que la derecha “fascistizada”. Y en ese momento, con la lucidez propia del estratega, determina el cambio de orientación: de la “lucha política” a la “lucha armada” sin más dilación. Lo que implica que está muy claro que Ledesma no va a situarse del lado de la República, ni del lado de los partidos democráticos, ni siquiera se va a inhibir de participar en lo que se avecina. La frase no deja lugar a dudas: “Hoy que dejar la pluma y tomar las armas” y, si tenemos en cuenta que responsabiliza al gobierno de izquierdas de asesinar a Calvo Sotelo, está muy claro qué opción acaba de adoptar al colgar el teléfono. Dicho, de otra manera: él está del lado de Calvo Sotelo… no del lado de sus asesinos.
No hay en esta actitud
nada de “nacional-bolchevique”, sino que una vez más ha vuelto a emerger el
Ramiro Ledesma que, desde los últimos números de La Conquista del Estado (cuando pacta con alguien tan alejado de
sus posiciones como Redondo y sus Juntas Castellanas) trabaja para la creación
de un gran partido fascista, sumando las distintas componentes que en el
panorama político español son “fascistas” o que, habiendo sido “fascistizados”,
van camino del fascismo o campan ya en él.
La cuestión a determinar,
a la vista de todo esto, es si la actitud de Ledesma al enterarse del asesinato
de Calvo Sotelo es una reacción inmediata, visceral e, incluso intempestiva, o
bien, el resultado de una reflexión interior de sus últimos meses.
Tras producirse la
escisión hay cuatro momentos críticos:
1) Cuando Ledesma, no habiendo recuperado todavía la serenidad tras la escisión (y tras percibir que algunos de los que le habían impulsado o acompañado a ella le han traicionado) participa en el banquete-homenaje a Giménez Caballero el 7 de febrero de 1935 (fecha que coincide con la aparición del primer número de La Patria Libre, es decir, cuando todavía conserva la esperanza en arrastrar a un sector importante de Falange o, acaso, como mínimo, a los antiguos jonsistas). Cuando le toca hablar (está presente la plana mayor de la extrema-derecha española de la época: Calvo Sotelo, Ramiro de Maeztu, Víctor Pradera, Pedro Sáinz Rodríguez, Eugenio Montes) realiza una intervención excesivamente radical, violenta e inasumible para alguno de los presentes (al oír como Ledesma define al fascismo como un “movimiento revolucionario de masas”, el tradicionalista Víctor Pradera abandona la reunión (12). No ha sido su mejor actuación, quizás por la tensión de la época y por la violencia reciente de la escisión, ha roto con la práctica estratégica que había asumido desde 1932: favorecer la integración de las distintas corrientes del “fascismo español” en una sola formación. Tendrá tiempo de rectificar el exabrupto y de procurar que, al menos por su parte, se hable poco del mismo (no lo mencionará siquiera en su ¿Fascismo en España?).
2) Cuando reconoce que ha quedado fuera de la organización falangista y que apenas le ha seguido un escuálido núcleo de jóvenes, quedándose Primo de Rivera con el nombre de Falange Española “de las JONS”, quedándose con el monopolio del nacionalsindicalismo y quedándose incluso con el emblema que el mismo Ledesma había publicitado el primero desde las portadas de la revista JONS. Quedar fuera de Falange y quedarse sin organización implica también haber perdido el norte estratégico.
3) Cuando, a la vista del escaso seguimiento que ha podido mantener renuncia al lanzamiento del Partido Español Nacional Sindicalista que Poblador y los jonsistas barceloneses habían intentado lanzar. Es más, el propio Ledesma mediará con Primo de Rivera para que reingresara en Falange el núcleo de jonsistas barceloneses que le habían seguido en la escisión (13).
4) Cuando percibe que las derechas ya no están en condiciones de gobernar, se constituye el Frente Popular y, en breve, gobernarán las izquierdas con todo lo que ello implica. En ese momento percibe, con su lucidez característica, que el país está sufriendo una “fractura vertical”: de un lado los republicanos (partidos democráticos de izquierda y de extrema-izquierda), de otro los partidos de tipo de la derecha y de la extrema-derecha (desde la CEDA a la Falange). En esas circunstancias, con la situación política extremadamente radicalizada, con la guerra civil en los corazones, con dos gigantescos bloques lanzándose uno contra el otro, no hay posibilidades, ni probablemente tiempo, de construir una “tercera fuerza”. Lo único que puede hacerse, visiblemente, es ponerse al lado de uno de los bloques e intentar liderarlo o, al menos, imponer en él una línea política: la “fascista”. Los vientos que corren en Europa soplan a su favor, así pues, esa era la única alternativa estratégica a partir de principios de 1936. Y ese bloque solamente podía ser el de la derecha pues, no en vano, Ledesma estaba identificado como “fascista”, alardeaba en su libro de episodios como el asalto a los Amigos de Rusia, había sido agredido en varias ocasiones en la calle (cerca de su domicilio y en la Gran Vía ante la telefónica) por elementos socialistas y/o comunistas y las bajas que habían tenido las JONS procedían, todas, de balas de la extrema-izquierda. Así pues, estaba claro cuál es el campo por el que estaba obligado a optar.
Entonces, en esa última
fase de su vida, ¿cuál era la estrategia de Ramiro Ledesma? Creemos que, a la
vista de todos los elementos que hemos agrupado en este parágrafo, es posible
construir una hipótesis:
1) Ledesma, desde que se apagan los clamores de la escisión, por iniciativa propia o por iniciativa de los amigos comunes que mantenía con Primo de Rivera (vascos y no sólo vascos, sino también madrileños, vallisoletanos, etc.), reconstruye su relación con éste. Ambos pasan página como si la escisión no hubiera existido (14). No ha sido, desde luego, el momento más glorioso del “fascismo español” y se ha perdido un tiempo y unas energías preciosas en una confrontación interior que ha aportado solamente bochorno y vergüenza. Hacia finales de 1935 o principios de 1936, la relación está reconstruida hasta el punto de que en mayo hay una entrevista entre ambos líderes en la prisión Modelo de Madrid.
2) Si nos fijamos en los contenidos del último número de Nuestra Revolución se percibe inmediatamente la ausencia de simbología y referencias fascistas (no se propone la afiliación a las JONS, ni a organización alguna, no aparecen ni yugos ni flechas, ni referencias al nacionalsindicalismo), pero sí se aportan datos esenciales sobre el sector al que va dirigido el semanario: la militancia de izquierdas, anarcosindicalistas, obreros politizados, campesinado jóvenes inconformistas… es el viejo proyecto de “nacionalizar a las masas obreras” que llevaba ya Ledesma en la sangre desde los tiempos de La Conquista del Estado. Ahora vuelve de nuevo a la carga con él. ¿Por qué? La respuesta a esta pregunta no puede deslindarse del problema de quién financiaba la nueva revista y en quién confiaba Ledesma para garantizar la continuidad de la misma. Un detalle no desdeñable es que algún artículo va firmado por “Roberto Lanzas” en obvio intento de establecer una relación con el libro ¿Fascismo en España? Que concluye con la frase ya citada alusiva a la “camisa roja de Garibaldi”. Así pues, fuera lo que fuera lo que Ledesma tenía en mente, lo tenía ya desde noviembre de 1935 cuando aparece el libro. Y lo que tenía en mente era lanzar un cabo a los mismos sectores a los que había intentado dirigirse en 1931.
3) No olvidemos que, tanto Ramiro Ledesma como Primo de Rivera mantenían contactos con los “amigos vascos” y, a través de ellos, con los sectores de Renovación Española. Ambos se cuidan de no aludir a los contactos que la dirección de este partido había tomado con Primo de Rivera garantizándole una ayuda contante y sonante a cambio de renunciar a atacar a la monarquía alfonsina y a utilizar parte de esa ayuda para crear un movimiento obrero antimarxista. La extrema-derecha era consciente de que el ideal alfonsino no iba a ser exportable a las clases trabajadoras, sin embargo, la experiencia histórica reciente en Europa indicaba que, por el contrario, el fascismo podía seducir –y de hecho seducía- a amplias franjas del movimiento obrero (15).
Así pues, reuniendo todos
estos datos la hipótesis que podemos construir es que en esta última fase
Ledesma había conseguido reinsertar su estrategia dentro del núcleo decisorio
del “fascismo español” (que en esos momentos gravitaba en torno a la cúpula de Falange,
que desde las elecciones de febrero se estaba reforzando cada vez más con
elementos procedentes de las JAP, mientras que Renovación Española, colocando
su alfonsinismo en segundo plano, cada vez hacía más gala de dejar atrás su
proceso de “facistización”, zambulléndose directa y plenamente en el “fascismo”
propiamente dicho). Ledesma había asumido de nuevo la tarea de tratar de
hacerse un hueco en el movimiento obrero, para ello era problemático acudir con
yugos y flechas o enarbolando una ideología. Simplemente se trataba de difundir
ideas (entonces podemos comprender la presencia de artículos sobre las minas de
Almadén, sobre los temas que eran habituales en la izquierda de la época o
sobre los problemas del campesinado, que figuran en las páginas de Nuestra
Revolución. Se trata, pues, de apuntar hacia esos sectores sociales para
intentar desplazarlos o bien neutralizarlos en su apoyo a la izquierda
frentepopulista. Y, poco importa, si esa actividad era pagada por Primo de
Rivera directamente o bien por los “amigos vascos” a través del jefe de la
Falange. No se nos ocurre otra explicación para la intencionalidad y el
financiamiento de Nuestra Revolución.
Ramiro Ledesma sabía que
vender una idea política no es nada diferente a vender una camisa: para poder
venderla hacen falta distintas tallas. La suya, la que estaba auspiciando desde
Nuestra Revolución era la “talla
obrerista”. La que vendía Calvo Sotelo hasta su secuestro y asesinato era la
talla alfonsina. La de Primo de Rivera era la talla juvenil, estudiantil. De lo
que se trataba simplemente era de que todas estas “tallas” estuvieran bien
conjuntadas, que hicieran el “juego de las partes” en donde cada una ocupa un
espacio propio, sin obstaculizarse unas a otras, y juntas engloban un espacio
político excepcionalmente amplio.
Es significativo que el
nombre de Ledesma no aparezca en lugar alguno de la revista y sí en cambio el
de “Roberto Lanzas”. Hoy se sabe, efectivamente que éste era el alter ego del
primero, pero, en la época esto no era conocido y, por lo demás, si algún
izquierdista se preocupaba de leer el libro firmado por “Robert Lanzas” vería
que a Ledesma le cuadraba más “la camisa
roja de Garibaldi”… Así pues, es lícito pensar que el plan de lanzar Nuestra Revolución ya estaba implícito
en noviembre de 1935 (sólo que entonces aludía Lanzas-Ledesma a la reaparición
de La Patria Libre… pero es normal
pensar que Primo de Rivera y/o los “amigos vascos”, se lo desaconsejaran a la
vista de las tensiones y las palabras gruesas que habían sido proferidas en los
siete números de ese medio, lo que explica la creación de una nueva cabecera) y
que éste proyecto había sido el resultado de la recuperación de relaciones
entre Ledesma y Primo de Rivera.
Un artículo llama
particularmente la atención en el único número de Nuestra Revolución: el publicado en la página cinco bajo la rúbrica
de La contienda política y social del
momento. Hombres. Ideas. Grupos. Con el título de Sobre las “fuerzas nacionales”. El artículo va sin firma, pero es
fácil reconocer la pluma y el estilo de Ledesma. En él Ledesma insiste en la
idea subyacente en cualquier forma de fascismo: la unión entre “lo nacional” y
“lo social”. Al parecer, según se deduce de la lectura del artículo, el diario
madrileño Informaciones había lanzado la idea de la “unidad de las fuerzas
nacionales”. Ledesma ataca dicha “unidad” y recuerda que la derecha siempre se
ha escudado en la idea de la Patria para defender sus intereses… pero está
claro que alude a la CEDA, a Gil Robles, a Acción Popular, en absoluto a
Renovación Española, a los monárquicos alfonsinos, a Calvo Sotelo, ni, por
supuesto, a Falange Española, ni siquiera a los tradicionalistas. Ledesma no
menciona a la CEDA, pero es evidente que se refiere a esta formación que ha perdido
el poder y a la que responsabiliza del caos y de la “hecatombe” republicana.
Escribe Ledesma en dicho artículo: “Nuestro
patriotismo, si se quiere de índole social y hasta de carácter subversivo, no
tolera compañías que sólo desprestigio y debilidad pueden aportar a la causa
nacional de España”.
Se ha dicho que en Nuestra Revolución, Ledesma “rompe con el
fascismo”. En absoluto. En primer lugar no es Ledesma quien se responsabiliza
de la revista, sino “Roberto Lanzas” y, en segundo lugar, desde 1931 él ha
tenido claro que el término “fascista” no es el adecuado para lo que quiere
construir (considera al fascismo, stricto sensu, como un fenómeno
exclusivamente italiano, de la misma forma que el nacionalsocialista es
específicamente alemán, si bien por convenciones lingüística podemos hablar –y
el lo hace en ocasiones- del “fascismo italiano” y del “fascimo alemán”), pero
sigue defendiendo a ambos regímenes cuando en el mismo artículo escribe: “Hasta
en el nacionalismo triunfante en algunos países, como Italia y Alemania, tras
los que sin duda se le van los ojos a Informaciones, operan fuerzas y
razones muy de acuerdo con lo que venimos expresando en esta nota. Lo primero
que se vieron obligados a hacer consistió en romper, junto al cerco marxista,
el cerco de los grupos esos que invoca y convoca el diario madrileño. Pues la
idea nacional, si bien se mira, es una idea revolucionaria, rumbo adelante, y
su primera vinculación en la historia universal aparece en los jacobinos
franceses de la gran Revolución”. De lo que se queja Ledesma y lo que siempre
le ha asustado, es que gentes de la derecha se sientan atraídos por los
“fascismos” a causa de su empuje antimarxista pero no perciban en ellos
tendencias sociales. Para Ledesma “el fascismo español”, esto es, el
nacionalsindicalismo es una síntesis, como todos los demás fascismos
internacionales, de lo nacional y lo social. Así pues, ninguna renuncia hay en
Nuestra Revolución, ni al fascismo, ni a la estrategia de construcción de una
gran formación fascista… que no es lo mismo que las “fuerzas nacionales” a las
que alude Informaciones y que incluyen a los sectores más burgueses,
conservadores, católicos y reaccionarios de la España de 1936. Es lo que
siempre le había preocupado: lo que le preocupó en los primeros contactos con
Redondo, lo que le volvió a preocupar en la reunión de San Sebastián con Primo
de Rivera y sus amigos, lo que temía que ocurriera en el interior de Falange, a
saber, que la presencia de elementos reaccionarios, atraídos solamente por el
binomio nacionalismo-antimarxismo, restara la carga social al “fascismo
español”. Si así ocurría el intento de trasplantar este movimiento en España
habría abortado.
En el tercer parágrafo de
la rúbrica aparece un comentario titulado La
red de huelgas. Ledesma ataca el concepto y el uso marxista de huelga (“¿Luchas por la mejora de salarios? ¿Elevación del nivel de vida de
los trabajadores? ¿Maniobras políticas de los agitadores? ¿Rivalidad de
organizaciones? Nadie lo sabe. La realidad es que la vieja teoría de las
huelgas, en virtud de la cual éstas eran los instrumentos coactivos de los
obreros para arrancar a las empresas o a los patronos una parte justa de los
beneficios, es hoy inservible”). Ledesma recuerda de su lectura de Técnicas del Golpe de Estado que
Malaparte expone las críticas de Lenin y Trotsky a la huelga general (16) y que las huelgas generales se han utilizado,
no para golpear a un sistema, sino para defenderlo: hay está la huelga general
a la que llamó el canciller socialdemócrata Bauer para desactivar el pustch de
Kapp (17) o bien la negativa de Lenin a
convocar una huelga general en lugar de una insurrección, o bien la huelga
general convocada por sindicatos de izquierda y partidos cuando Mussolini
culminaba su Marcha sobre Roma (18). Explica
Ledesma que toda huelga era en ese momento una “movilización de carácter
político. Y ello aunque aparezca como origen concreto de las huelgas esta o la
otra reivindicación y aumento de salarios”. Tal como las ha planteado la UGT y
los comunistas, las huelgas que se están produciendo en la España del Frente
Popular generan –sigue Ledesma- “desorientación”… porque la “lucha verdadera,
repetimos, no es hoy por la distribución mejor o peor, más justa o menos, de
unos beneficios, reconocidos por todos como problemáticos. Es por el control
mismo de la economía; está ligada al pleito de si han de conservarse o
sustituirse los actuales organizadores de la economía y los actuales poseedores
de los medios de producción”. La impresión que da la lectura de este texto es
que Ledesma trata de anular las razones por las que la izquierda está lanzando
una oleada huelguística (lo que coincide con los intereses de los “amigos
vascos” que quieren ver alumbrar un movimiento obrero no marxista y
organizaciones sindicales antimarxistas.
Así pues, cuando aparece
el primer número de Nuestra Revolución,
podemos deducir –pues todo induce a pensarlo- que Ledesma está trabajando de
nuevo con José Antonio Primo de Rivera y con los “amigos vascos” de Renovación
Española, especializado en la realización de un discurso político dirigido a
las clases trabajadores y a eventuales contingentes de las grandes formaciones
sindicales que experimentaran atracción hacia los logros sociales que se
estaban consiguiendo en Alemania e Italia en aquellos momentos: es cierto que
el derecho a la huelga había sido abolido, pero también es cierto que las
huelgas habían terminado siendo generadas, no para mejorar las condiciones de
vida de los trabajadores, sino por causas políticas e incluso, Malaparte así lo
había expuesto, para defender a los regímenes en el poder ante los asaltos de
los “catilinarios” de izquierdas y de derechas.
De otra manera ¿íbamos a
pensar que Ledesma era tan ingenuo como para creer que tenía sentido intentar
seducir a grupos obreros, sino esta tarea no formara parte de una operación
política más amplia? La revista, verosímilmente, iba a intentar formar un
estado de opinión entre franjas de trabajadores, tendente a descorazonarlos de
seguir a los dirigentes izquierdistas, desprestigiar a las organizaciones
sindicales de izquierdas, especialmente a la UGT, suponiendo que parte de la
CNT era “recuperable”. Cuando ese estado de ánimo estuviera extendido, se
habría conseguido uno de los objetivos en los que estaban interesados los
prohombres de Renovación Española (que los sindicatos izquierdistas perdieran
peso y que se crearan las condiciones favorables para la emergencia de un
sindicalismo antimarxista) habría que pensar en plantearse el segundo objetivo:
que este intento fuera a converger con las distintas ramas del “fascismo
español”, dando por supuesto que en ese proceso estarían presentes los
falangistas, la mayor parte de las JAP, Renovación Española y los grupos
obreros que Ledesma hubiera podido agrupar en torno a Nuestra Revolución.
Pero llegó el asesinato
de Calvo Sotelo y, a partir de ese momento era evidente que los acontecimientos
iban a precipitarse. Por eso no saldría el segundo número de la revista, tal
como pronosticó Ledesma. El proceso
insurreccional estaba desencadenado y en marcha y nadie podía llamarse a
engaño. La época de las maniobras estratégicas había pasado, la única
estrategia viable en aquellos momentos era la lucha armada. Pero el tránsito de
la estrategia de “construcción del partido” (de la que, en nuestra opinión
formaba parte el proyecto de Nuestra
Revolución) a la estrategia de “lucha armada” no era cuestión de un día.
Ledesma, había quedado apeado de todo diseño estratégico al separarse de
Falange Española. Posteriormente, cuando recuperó la relación con Primo de
Rivera, consiguió recuperar de nueva una estrategia, pero la diferencia con
respecto al período anterior, era que mientras entre 1931 y enero de 1935, él
estaba en el centro de esa planificación estratégica, a partir de principios de
1936, se encuentra en la periferia: la escisión y la misma imposibilidad de
reconstruir las JONS han mostrado a los ojos de los eventuales financiadores de
la operación y de otros dirigentes políticos, que Ledesma no cuenta con otra
cosa tras de sí mas que con un muy escaso grupo de colaboradores, con su
cerebro privilegiado, con su capacidad para asimilar experiencias, realizar
análisis políticos y lanzar ideas perfectamente concatenadas a causa de su
preparación intelectual.
Llegará tarde al
establecimiento de una estrategia de “lucha armada” y no tendrá ni
participación en el complot cívico-militar, ni siquiera parece que estuviera
informado, aunque sin duda no ignoraba lo que se estaba cociendo, como lo sabía
cualquier persona que tuviera una mínima agudeza política. Simplemente se
limitó a cumplir hasta el día del asesinato de Calvo Sotelo con la parte de la
estrategia que le correspondía.
Notas
(1) A pesar de lo cual, años después, será Felipe Ximénez de
Sandoval el que volverá a cargar las tintas reproduciendo en su Biografía
Apasionada (op. cit.) los ataques publicados por Ledesma en su revista y
solamente una selección de aquellos otros que escribió Primo de Rivera (véanse las
págs. 265-267 y, especialmente, 271-281, y todavía se deja algunos en el
tintero. Reproduce, eso sí, el famoso artículo de Ledesma En presencia de la ruindad:
“En
nuestro primer número expusimos el deseo de dar por terminado el tema de la
ruptura con los dirigentes falangistas. No nos es posible. Y lo sentimos.
Tenemos hoy que volver brevemente sobre el tema y denunciar a todos los
camaradas el tipo ruin y miserable de pelea que nos ofrecen tales elementos.
Pretenden, al parecer, no dejarnos un día tranquilos y, desde luego, acabar con
La Patria Libre y con las J. O. N. S. Claro que si no han tenido todavía éxito
en nada, menos lo van a tener en su pugna con nosotros. De eso estamos seguros.
»Pero
no creemos ocioso decir públicamente a los camaradas jonsistas, y hasta a los
elementos sinceros y limpios de F. E., que Primo y su camarilla apelan a todo
para perturbar nuestro camino nacional-sindicalista. Con su habilidad -nunca
negada por nosotros- de rábula, nos han liado en varios procesos, demostrando
una mala fe y una ruindad insuperables.
»Y no
hay día en que alguno de los dirigentes de las J. O. N. S. no sea provocado en
la calle por alguno de los diez o doce rufianes asalariados de que dispone. Eso
es suficiente para juzgarlo. No tiene ni el natural y obligado gesto de
arreglar personalmente sus conflictos, que a él, y sólo a él, le afectan,
puesto que con él, y sólo con él, han declarado públicamente su
incompatibilidad política los jefes de las J.O.N.S.
»Una
vez más, recomendamos a todos los camaradas que tengan calma frente a esas
provocaciones. Que las afronten con serenidad y sólo las contesten cuando
rebasen el límite de la dignidad humana”. (La Patria Libre, nº 5, 2-3-35)
(2) Cfr. ¿Fascismo en España?, op. cit., pág. 93.
(3) Idem, pág. 93
(4) Idem.
(5) Aparece en la página 6 un artículo que remite al periodo de La Conquista del Estado y al interés por
los senderos seguidos por la CNT: Ante la
realidad nacional. Las fuerzas motrices de la transformación española: la
C.N.T. Otro artículo remite a la URSS: El
campesino ruso y la futura constitución soviética (pág. 4). Otro más
continúa con el interés que ya había demostrado Ledesma por Trotsky cuando
reprodujo el capítulo de Técnicas del golpe de Estado alusivo a él: Trotzsky juzga a los frentes populares
(pág. 2). Se ataca, sin embargo, constantemente tanto a la política del PSOE
como a sus gentes (véase Con el marxismo…
de Largo Caballero hemos topado, en pág. 5, el anuncio de un próximo
artículo sobre Araquistain, Vayo y
Babaibar, en pág. 6).
(6) Dice Ximénez de Sandóval: “José Antonio admiraba el talento
clarísimo de Ledesma Ramos, a mí personalmente me dio a leer el Discurso a las
juventudes de España, publicado un año después de su expulsión, encomiando su claridad y
vigor” (op. cit., pág. 163). Ximénez
se equivoca porque el Discurso… fue
publicado apenas dos meses después de la expulsión de Ledesma. En cualquier
caso, el comentario es significativo.
(7) Es
significativo que reconozca en las páginas de esta obra (especialmente en pág.
92-95 del último capítulo) que el gran éxito de Primo de Rivera había
consistido en seguir al pie de la letra la doctrina nacionalsindicalista: “INSISTIO,
CON MÁS VIGOR QUE NUNCA, EN LAS CONSIGNAS PROPIAS DEL JONSISMO, HACIÉNDOSE
INTÉRPRETE DE ELLAS Y SU MEJOR PROPAGADOR. En algunas intervenciones
parlamentarias, y en otros discursos, acentuó su carácter antirreaccionario y
juvenil. De ese modo logró, innegablemente, que sus grupos se moviesen en una
órbita más fecunda que la indicada por él mismo otras veces” (pág. 92).
(8) Biografía apasionada…, op. cit., pág. 285. Escribe Ximénez: “Y
aún tuvo la generosidad de recibir a Ramiro Ledesma en la cárcel”. La alusión
es acompañada por una nota a pie de página (la 179) en donde se amplía la
información y se sitúa la entrevista en el tiempo: “En donde Ledesma -dando al
olvido incidentes pasados- lo visitó en mayo del 36 para ofrecerse a la Falange
incondicionalmente”.
(9) Cfr.
Sánchez Diana, op. cit., pág. 229,
nota 13 a pie de pagina.
(10) Cfr. Ramiro Ledesma, biografía política, op. cit.
Sánchez Diana, pág. 230.
(11) Todo lo que el Padre Villares pudo aportar como testimonio de
los dos últimos meses de Ramiro Ledesma Ramos en la cárcel están contenidos en Ramiro Ledesma, op. cit., T. Borrás,
págs. 713 a 782 y se reducen a afirmar que Ledesma murió como católico tras
recibir la confesión. Por esto mismo escapan a cualquier comentario que podamos
hacer en este artículo en el que nos hemos autolimitado a analizar los
conceptos estratégicos de Ledesma.
(12) F.
Gallego, op. cit., resume el episodio
reuniendo varias fuentes en pág. 335-336. Tiene razón Gallego en escribir que
“la estrategia política había empezado a ser sustituida por los actos
testimoniales”. Por nuestra parte, creemos que, liquidada La Patria Libre quedó
liquidado también el testimonialismo en Ledesma.
(13) Cfr. Historia de la Unificación (Falange y Requeté en 1937),
Maximiano García-Venero, Madrid
1970, pág. 42.
(14) El propio Ximénez de Sandóval, en aquellos momentos joven
militante falangista insiste en varias ocasiones en que Primo de Rivera y los
demás mandos de la Falange ordenaron que no se hablara más del incidente (op. cit., págs. 264-267).
(15) Remitimos
sobre esto el artículo que publicamos en Revista
de Historia del Fascismo, nº XIV, págs. 4-99, Dossier: Los amigos vascos de Ramiro Ledesma.
(16) Cfr. Técnicas…, op. cit., p.ag 140, 149 y
150.
(17) Idem.,
pág. 79.
(18) Idem.,
pág 235.