Hay que decir que Técnica del golpe de Estado ha sido considerado
como un libro “antifascista”… en especial con posterioridad a 1945, cuando su
autor se alineó en la órbita del Partido Comunista y su libro fue reimpreso con
una introducción de su puño y letra en la que contaba su confinamiento en la
isla de Lípari así como las desgracias que le reportó la publicación en París
de esta obra durante el régimen de Mussolini. Hay que relativizar todo esto. El
propio autor en 1948 escribía que el libro “le gustó, pero no le acabó de
gustar” (1). Resalta que Mussolini había subrayado en rojo las “frases
incriminatorias” (2). Mucho más beligerantes son sus opiniones sobre Hitler,
curiosas si tenemos en cuenta que el libro fue escribo “en los últimos meses de
1930” (3) (en el otoño) y el primer gran
éxito de Hitler se había producido dos años antes (4). La hostilidad que le
manifiesta Curzio es, seguramente, inseparable de su origen étnico. Si bien
había participado en la Marcha sobre Roma y había figurado entre los “fascistas
intransigentes” en los años 20, su libro es “ligeramente” antifascista, aunque
extremadamente antinazi. El antifascismo de la obra se superpuso a partir de
1948 cuando fue reeditado con un prefacio del autor escrito en París. Luego,
otras obras de Malaparte fueron escritas en la postguerra haciéndose eco del
antifascismo impuesto por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial (aunque
las “leyes raciales” de Mussolini aumentaron su antifascismo antes de la guerra)
(5). Pero en 1930, Malaparte era considerado como autor “fascista” e incluso
como “intelectual fascista radical”. Y así debió ser considerado por Ledesma
cuando reprodujo fragmentos del libro en La
Conquista del Estado.
La cuestión a plantear es hasta qué punto influyó la obra de
Malaparte en las concepciones estratégicas de Ledesma.
En síntesis, Técnicas del golpe de Estado analiza diferentes golpes,
desde el 18 Brumario de Napoleón Bonaparte, hasta la Marcha sobre Roma, desde
el golpe de Pildsudsky en Polonia hasta el golpe de Kapp en los primeros años
de la Alemania de Weimar, desde la revolución soviética de 1917 hasta la
ocupación de Fiume por D’Annunzio. Las conclusiones a las que llega Malaparte
son:
1) Que desde la antigua Roma existen émulos de Catilina, conspirador contra la República en el año 63 a. JC, a los que Malaparte llama “catilinarios”. Los distingue entre “catilinarios de derecha” y “catilinarios de izquierda” (6). “Catilinario” es, pues, todo aquel que lucha contra el orden establecido y que participa en un proceso revolucionario o subversivo.
2) Que desde la antigua Roma el Estado se ha defendido de los “catilinarios” con medidas policiales y que estas ya no sirven contra los modernos revolucionarios que utilizan otros métodos. Los sistemas policiales lo que intentan es defender al Estado (7), defendiendo las sedes del gobierno, el parlamento, las oficinas públicas, los palacios… pero en los Estados modernos el poder real está en otros lugares que habitualmente los sistemas policiales no están en condiciones de proteger.
3) Que para los “catilinarios” actuales el problema de la conquista del Estado se reduce a un problema técnico y debe ser analizado con la precisión de una ley científica. Un golpe de Estado que triunfa no es una simple “sedición militar”, sino un proceso mucho más completo gestionado por técnicos y profesionales. Así pues, para que los Estados modernos se defiendan de los asaltos de los “catilinarios” deben de utilizar sus mismas tácticas, algo que no están en condiciones de hacer en buena parte de los casos (8).
4) Que no importa si en un Estado existen “condiciones objetivas” para un golpe de Estado. Los “catilinarios”, si son hábiles, utilizar una técnica precisa y una organización inflexible para derribarlo. A fin de cuentas, un golpe de Estado es un “problema técnico” (9), mucho más que un problema político o social.
5) Que el recurso a la “huelga general” no pertenece habitualmente al arsenal de los “catilinarios”, ni siquiera al de los “catilinarios” de izquierdas, sino que con mucha más frecuencia se utiliza para defender al Estado. La huelga general es un recurso habitualmente empleado por los socialistas y socialdemócratas para defenderse de los “catilinarios”, lo que implica combatir en el mismo terreno que estos (10).
6) Que el elemento esencial de la técnica revolucionaria consiste en cómo paralizar al Estado y eso ya no puede hacerse ocupando ministerios e instituciones, sino paralizando toda la vida pública. Y para ello hay que recurrir a ocupar estaciones de ferrocarril, centrales telefónicas y de telégrafos, centrales de aprovisionamiento y todo aquello que contribuye a que una sociedad moderna funcione: si estos engranajes dejan de funcionar, el Estado queda paralizado con mucha más eficacia que si se ocupan los ministerios o el parlamento (11).
7) El arte de la conquista del Estado tiene que ver con el arte de la guerra, pero los militares, en tanto que rutinarios y conservadores, no son los más adecuados para protagonizar solos y por sí mismos experiencias “catilinarias” (12). Lo habitual en los golpe militares es tratar de conservar una apariencia de legalidad (13). Un golpe de Estado no es lo mismo que una sedición militar.
8) Que el personaje central de la revolución bolchevique no fue Lenin sino Trotsky en la medida en que fue éste quien aportó la técnica y la ejecutó desde su “departamento militar” del partido bolchevique. Mientras que la estrategia de Lenin, por sí misma (construcción de un fuerte aparato político capaz de movilizar amplias masas populares) no asegura la conquistad el Estado, la técnica y la decisión de Trotsky y de sus dos mil “guardias rojos” si la garantiza (14).
9) Que las masas no son importantes en los procesos revolucionarios sino que apenas son un acompañamiento coreográfico cuando existen y un peso muerto para el Estado cuando están ausentes (15).
10) Que la violencia no es un hecho esencial en un proceso “catilinario”. Frecuentemente, las revoluciones se hacen con un mínimo de víctimas y es la contrarrevolución lo que aumenta el balance de bajas (16). Pero el catilinario no duda ante la utilización de la violencia cuando las circunstancias lo requieren (17).
11) Que el problema de la monarquía no constituye el problema central del proceso insurreccional. En ocasiones la monarquía queda arrasada por la revolución (revolución bolchevique), en otras se cobija bajo sus bayonetas (revolución fascista), es indiferente. Cuando tiene ocasión de hacerlo, la monarquía sobrevive al lado de los “catilinarios” (18).
Estas debieron ser las conclusiones a las que llegó Ramiro Ledesma
tras la primera lectura de la edición francesa publicada justo en los momentos
en los que aparecía La Conquista. Del interés de Ledesma por esta obra ya hemos
dado cuenta y lo refleja la traducción que hizo de algunos capítulos. Ahora
bien ¿le influyó algo más la obra, especialmente en sus concepciones
estratégicas? Nuestra respuesta no puede ser más que positiva.
En el número 1 de La Conquista
del Estado, Ledesma publica: “Nacemos con cara a la eficacia revolucionaria. Por eso no buscamos
votos, sino minorías audaces y valiosas. Buscamos jóvenes equipos militantes,
sin hipocresías frente al fusil y a la disciplina de guerra. Militares-civiles
que derrumben la armazón burguesa y anacrónica de un militarismo pacifista.
Queremos al político con sentido militar, de responsabilidad y de lucha.
Nuestra organización se estructurará a base de células sindicales y células
políticas. Las primeras se compondrán de diez individuos, pertenecientes, según
su nombre indica, a un mismo gremio o sindicato. Las segundas, por cinco
individuos de profesión diversa. Ambas serán la unidad inferior que tenga voz y
fuerza en el partido”. Estas líneas parece la traslación de las páginas del
libro de Malaparte en el que se insiste en la “eficacia técnica” que deben
hacer gala los “catilinarios” (19). Sobre el tipo de organización
que describe Ledesma, Malaparte había escrito algo demasiado parecido: “
“La unidad de combate de ese
cuerpo especial era el destacamento, el equipo” (20). En “el equipo” es donde deben
concentrarse el equipo de técnicos. A no confundir los “técnicos” con los
“revolucionarios profesionales” de los que hablaba Lenin: los primeros son
especialistas en el golpe de Estado, los segundos son más bien expertos en el
arte de la agitación y la propaganda. Los “técnicos” están adiestrados para la
acción rápida y la operación osada y audaz, los activistas que realizan
agit-prop están formados en la realización de largas campañas políticas cuyo
fin es mejorar progresivamente la posición de su formación política. Los
“técnicos”, en cambio, no aspiran lentos progresos, sino a una operación
rápida, decidida, audaz y contundente que lleve al final, a la conquista del
Estado. A poco que se revisen los textos de Ledesma se percibe que nunca ha
concebido la lucha política como una carrera de larga duración, ni siquiera a
la manera de Hitler a través de una etapa parlamentaria de ascenso al poder (y
en esto, es comprensible que las críticas de Malaparte de Hitler no le parezcan
completamente erróneas). Ledesma concibe “la conquista del Estado a la manera
del autor de Técnicas del golpe de
Estado. Su drama personal consiste en que a principios de julio de 1936,
cuando recibe la noticia del asesinato de Calvo Sotelo, no dispone de ese
equipo de 2.000 “guardias rojos” del que dispuso Trotsky en los días de la
revolución de octubre de 1917.
Ledesma llega a la política
preconizando al “revolución” y considerando que el advenimiento de la II
República aportará ese latigazo a la sociedad que impulsará a los jóvenes a ser
dueños de su destino. Cuando percibe que esto no es precisamente lo que ha
ocurrido, considera que la República ha fracasado. Desde el principio de su
andadura política, de todas formas, no hace ascos ni a relaciones con
monárquicos (tradicionalistas, alfonsinos, carlistas), ni a relaciones con
republicanos: “…el
señuelo de la grandeza patria, los destinos de la raza y el ejemplo de Julio
César, los mejores fundamentos líricos de un buen nacionalismo. Para eso no es
preciso ser monárquico; se puede ser republicano, como Catilina, y hasta
demócrata, como Napoleón, antes de su coronamiento”. Es cierto que estas líneas
de ¿Fascismo en España? parecen
contradecir algo el “no más reyes de estirpe extranjera” del himno de las
viejas JONS y están dictadas por un pragmatismo de alguien que sabe lo que
quiere y cree saber cómo conseguirlo: el himno de las JONS apareció en La Conquista del Estado en octubre de
1931 (21), en uno de los últimos números, pero a fuer de ser sinceros, en
posteriores escritos de Ledesma, ocurre como con Primo de Rivera, que moderan
extraordinariamente sus críticas a la monarquía, indudablemente, por la
relación que mantenían con los alfonsinos.
A Ledesma le
gustaría que la crisis de la República
se resolviese mediante un golpe de fuerza dado por una minoría de expertos y
técnicos, a la manera de Malaparte. Lo que más adelante llamaremos “estrategia
de construcción del partido” de Ledesma es, más bien, la estrategia de
constitución de un movimiento político que como el partido leninista dispusiera
de una organización armada creada para dar el golpe de Estado. Será este golpe
el que permitirá una reordenación de la sociedad y el logro de los objetivos
revolucionarios. Porque en la opinión de Ledesma –y en esto coincide también
con Malaparte- “sin poder no hay revolución”. Es “la conquista del Estado” lo
que permite desencadenar, desde los resortes del poder, el proceso
revolucionario. No existe ni rastro, en Ramiro Ledesma, de una “revolución en
la base” a la manera de la izquierda. En La Conquista del Estado muestra sus
preferencias, y lo hace a través de textos de Malaparte: el sistema trotskista
de ascenso al poder. Y, por supuesto, el sistema insurreccional mussoliniano.
Malaparte ofrece a
Ledesma la idea de que es necesaria una planificación para conquistar el poder
y que la conquista es obra de un equipo de técnicos. Para construirlo hace
falta una estrategia y Ledesma, asimila estas ideas justo cuando ya ha iniciado
la publicación de La Conquista del Estado.
A partir de ese momento, iniciará una reflexión teórica, no desprovista de
altibajos, que durará hasta 1936 y se frustrará con el estallido de la guerra
civil, con su detención y fusilamiento.
NOTAS
(1) Cfr. Técnicas del golpe de Estado…, op. cit.,
pág. 9
(2) Idem, op. cit., pág. 11.
(3) Idem, op. cit., pág. 8.
(4) En las elecciones de 1928, el NSDAP había obtenido apenas el
2,6% de los votos; en 1930 había ascendido hasta el 18,3%.
(5) Ejemplo de esta tendencia fue la obra Muss - Le Grand Imbecile Curzio Malaparte, Editions de La Table Ronde, París 2012. Véase el
nivel de odio personal que Malaparte llegó a albergar contra Mussolini: “Tu no
sabes como te he odiado, Muss. Cuantas veces te he escupido a la cara en mi
celda de Regina Coeli, la nº 461 del 4º sector, entre los chinches y el moho y
la pestilencia del olor a retrete” (pág. 120).
(6) “… hay partidos que plantean el problema del Estado en el
terreno revolucionario: los los partidos de extrema derecha y de extrema
izquierda, los “catilinarios”, es decir, los fascistas y los comunistas” (Técnicas…, pág. 28).
(7) “… la táctica fundamentada en el sistema policial, la táctica
con la que Cicerón desmanteló la conjura de Catilina” (Técnicas…, pág. 34).
(8) “El Estado moderno está más expuesto de lo que se cree al
peligro revolucionario. Los gobiernos no saben defenderlo” (Técnicas…, pág. 33). “para defenderse de
los fascistas y comunistas hay que combatirlos en su mismo terreno” (pág. 32).
“El error de Kerenski consistió en querer defender los puntos vulnerables de
una ciudad moderna –los bancos, las estaciones ferroviarias, las centrales
telefónicas y telegráficas, las imprentas- con los mismos métodos que empleó
Cicerón para defender la Roma de su tiempo, cuyos puntos más delicados eran el
Furo y el barrio de la Subura” (pág. 58).
(9) “... para demostrar que las circunstancias favorables a un golpe
de Estado no dependen de las condiciones generales del país y no son
necesariamente de índole político o social” (Técnicas…, pág. 37), “Todo arte tiene su técnica (pág. 40). “La
novedad introducida por Trotsky en la táctica de insurrección era la absoluta
indiferencia ante la situación general del país: en la concepción y ejecución
del golpe de Estado bolchevique influyeron solamente los errores de Jerenski.
La táctica de Trotsky hubiese sido la misma aunque las condiciones de Rusia
hubiesen sido diferentes” (pág. 71).
(10) Malaparte utiliza para demostrarlo el caso del golpe de Kapp
cuando el canciller Bauer declaró la huelga general para aislar a los
golpistas: “¿Cómo obligar a una masa enorme de obreros a reanudar el trabajo?
No, con las armas, desde luego. Esa misma noche, Kapp, que a medio día se creía
dueño de la situación, se encontraba prisionero de un enemigo imprevisto” (Técnicas…, pág. 75). “A finales de 1920,
el problema que debía resolver el fasimo [era] (…) la lucha contra los
sindicatos de trabajadores, que constituían la única fuerza revolucionaria
capaz de defender el Estado burgués contra el peligro comunista o fascista”
(pág. 213). “La huelga general –decían- he aquí nuestra represalia. Es una
resistencia desarmada la que oponemos a la violencia fascista” (pág. 224). “El
ciudadano Mussolini se había hecho digno de la patria: una vez realizada su
misión, pensaban los burgueses de todas clases, los camisas negras podían irse
a dormir. No tardarían en comprender que el triunfo del fascismo sobre los
trabajadores había destruido también el Estado” (pág. 226).
(11) “El golpe de Estado sólo le había dado a Kapp el control del
Reichstag y de los ministerios” (Técnicas…,
pág. 76).
(12) “El arte de conquistas el poder le parecía un arte
esencialmente militar: la estrategia y la táctica de la guerra aplicadas a la
lucha política: el arte de manejar los ejércitos en el terreno de las
competiciones civiles” (Técnicas…,
pág. 86).
(13) “… cuanto más se esfuerzan por permanecer en la legalidad, por
manifestar un respeto leal por la cosa pública, más ilegales son sus actos, más
profundo se revela su desprecio hacia la cosa pública (…) El Plan de Sieyès se
basa en un error fundamental: el respeto a la legalidad” (Técnicas…, pág. 93). “… proclamándose no enemigos sino servidores
del Estado, lo que más temen es que se les declare fuera de la ley” (pág. 104).
(14) “… no puede haber un Lenin sin un Kerenski, pues Kerenski fue
uno de los principales elementos de la excepcional situación de Rusia en 1917.
Pero un Trotsky no necesita a un Kerenski” (Técnicas..,
pág. 122). “Lo que importa es la táctica insurreccional, la técnica del golpe
de Estado. En la revolución comunista, la estrategia de Lenin no constituye una
preparación indispensable para la aplicación de la táctica insurreccional. No
puede conducir, por sí misma, a la conquista del Estado” (Técnicas…, 123).
(15) “La insurrección no se hace con las masas, sino con un puñado
de hombres dispuestos a todo, adiestrados en la táctica insurreccional,
acostumbrados a golpear, rápida y duramente, los centros vitales de la
organización técnica del Estado” (Técnicas…,
pág. 176).
(16) “Cuando el funcionamiento de la maquinaria insurreccional es
perfecto, como aquí, en la Toscana, los accidentes son muy raros” (Técnicas…,
pág. 206). “La insurrección bolchevique de octubre de 1917 en Petogrado se
había llevado a cabo casi sin bajas, no hubo muertos más que durante la
contrarrevolución” (pág. 205).
(17) “Le diré que los camisas negras no son sólo violentos, sino
despiadados” (Técnicas…, pág. 208).
“… los camisas negras no iban armados de puñales y granadas por pura
filantropía, sino para hacer la guerra civil” (pág. 200).
(18) “Cincuenta mil hombres se concentran en la campiña romana
dispuestos a marchar sobre la capital. Al grito de “¡Viva el rey!” el ejército
de los camisas negras sitia al rey. Aunque la lealtad de Mussolini, apoyado por
doscientos mil fusiles, no ha sido demostrada aún, un rey constitucional debe
preferirla a la lealtad de un gobierno desarmado” (Técnicas…, pág. 238)
(19) Los criterios políticos y organizativos de Ledesma eran hijos
de muchas influencias y sobre él pesaba, no sólo el pensamiento de Malaparte,
sino también el del Marinetti integrado en el Partido Nacional Fascista. Es el
futurismo el que habla en la continuación del mismo artículo publicado en el
primer número de La Conquista del Estado: “Para entrar en una célula se precisará estar
comprendido entre los diez y ocho y cuarenta y cinco años. Los españoles de más
edad no podrán intervenir de un modo activo en nuestras falanges. Inmediatamente
comenzará en toda España la organización de células sindicales y políticas, que
constituirán los elementos primarios para nuestra acción. El nexo de unión es
la dogmática que antes expusimos, la cual debe ser aceptada y comprendida con
integridad para formar parte de nuestra fuerza. Vamos al triunfo y somos la
verdad española”.
(20) Cfr. Técnicas… op. cit., pág. 181.
(21) Cfr. Himno de nuestras falanges de combate, La Conquista del Estado, nº 20, 3 de octubre de 1931, pág. 3. No aparece ninguna referencia sobre el autor y esta seguido por la reproducción del sol naciente con la garra que Ledesma utilizaba como distintivo durante esa época.
ENLACES DE LA SERIE:
LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (1 de 8) – Objetivos y métodos del fascismo español
LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (4 de 8) – La etapa “nuclear”: La Conquista del Estado