Los CAUR, como hemos dicho, le interesaban a José Antonio solamente
como puente que facilitaba el contacto con el gobierno italiano. Coselschi
había ejercido esa función de manera impecable. José Antonio estaba en deuda
con él. Es cierto que el CAUR madrileño siguió existiendo con Giménez Caballero
como representante, pero, en lo que se conoce hoy, no realizó tareas culturales
o políticas en España, limitando su presencia a conferencias en el extranjero
en las que participó el propio GeCé como “representante del CAUR de Madrid”. Su
interés por el CAUR decreció en cuanto Juan March, a través de Juan Pujol le
ofreció financiarle el PEPE. La deuda de José Antonio con Coselschi fue pagada
cuando el primero accedió a asistir personalmente al segundo Congreso de
Montreux que tendría lugar los días 11 y 12 de septiembre de 1935 en el Hotel
Palace de la ciudad suiza.
La pertinaz obsesión de los grupos falangistas de los años 60 y 70 en
negar la presencia de José Antonio en el Congreso de Montreux (1) puede ser
debida a una confusión: no existió “un Congreso de Montreux”, sino “dos”: el
que había tenido lugar el 16 y el 17 de diciembre de 1934 a la que José Antonio
no asistió (pero Giménez Caballero sí envío la adhesión en nombre del partido)
y el que tuvo lugar el 11 y 12 de septiembre de 1935 en la misma ciudad y a la
que sí asistió en persona. José Antonio había recibido la invitación en el mes
de agosto. Era una presencia importante para Coselschi quien se había empeñado
en que participaran especialmente dos delegaciones: la inglesa de Sir Oswald
Mosley y la española de José Antonio (a la vista de que se había desestimado la
petición de adhesión de Ledesma y de las JONS). Mosley no asistió por decisión
personal de Mussolini que no quería entorpecer más aún las relaciones con el
Reino Unido. Pero la presencia de José Antonio era, sobre todo, importante para
Coselschi quien quería callar las voces críticas que se habían elevado contra
él desde el Ministerio del Interior por no tener “suficientemente atado” el
“caso español” (2).
Los hagiógrafos de José Antonio no han contribuido, desde luego, a
clarificar la situación. Ximénez Caballero en la sexta edición de su Biografía Apasionada, publicada
tardíamente, reprodujo la alocución que pronunció José Antonio en el segundo
Congreso de Montreux, sin embargo, olvidó corregir lo escrito en ediciones
anteriores según las cuáles José Antonio se negó “a que la Falange participase
en reuniones internacionales de grupos «fascistizantes», principalmente en las
que tenían lugar en Montreux (Suiza)” (3). Y más adelante añade: “José Antonio no juzgaba ni decidía sin una
paciente labor de análisis escrupuloso. Prueba de ello es su obstinada
resistencia a que el Movimiento falangista ingresara en una especie de
«Internacional fascista» que celebró algunas reuniones en Montreux. Nuestro
Jefe sólo asistió a una de ellas –en septiembre de 1935– por cortesía y por
conocer a los jóvenes de Europa que las frecuentaban. Estuvo en ella, como en
el Parlamento, sin fe y sin entusiasmo” (4), tras lo cual incluye una serie de
fragmentos extraídos de las Obras
Completas para justificar su “resistencia” a participar en la
“Internacional fascista”:
«Las
Revoluciones Nacionales no son jamás obras de una Internacional, sea cualquiera
el apelativo que ésta lleve.» «Una Internacional siempre trata de absorber al
individuo por la masa, desfigurando los valores humanos, que es necesario
conservar si se quiere salvar al mundo.» «Toda mi admiración y mi respeto por
el Fascismo italiano y por su creador genial no justificarían mi adhesión a una
Internacional fascista. Ello sería negar al Fascismo y a Mussolini su condición
mejor: la de italiano.» «Además, ya han dicho Mussolini e Hitler que el
fascismo y el nacionalsocialismo no son materiales de exportación.» «La
Revolución Nacional en cada país ha de tener su forma y su contenido
peculiares, hechos de la sustancia propia de sus hombres y las realidades de
sus circunstancias físicas y políticas. Desvirtuar cualquiera de estos
materiales necesarios es traicionar a la Revolución.»
Pero eso supone olvidar algo que en 1934–35 estaba más que claro: que
los CAUR no eran el embrión de una “internacional fascista”, sino un simple
marco de coordinación entre grupos similares de todo el mundo atraídos por lo
que significaba el fascismo italiano. No era una “internacional”, ni nunca
pretendió serlo. De hecho, el problema que encontraba José Antonio a la
iniciativa era precisamente la dificultad en explicarla, especialmente para él
que siempre había sido radicalmente contrario a las “Internacionales”
bolchevique, liberal y masónica. No era una cuestión estratégica lo que
separaba a José Antonio de Coselschi, sino una simple cuestión táctica. Y, por
lo demás, no hubo absolutamente ninguna “resistencia” por parte de José Antonio
a participar en el encuentro, como tampoco la había habido en enviar informes
sobre la situación política española al gobierno italiano o haber acudido a
Roma en busca de apoyos económicos para su partido. E incluso a llegar a
mayores niveles de colaboración con el gobierno italiano.
Sin embargo, en su afán de minuciosidad Ximénez de Sandoval expurga
del olvido el elogio fúnebre del Duce a José Antonio: “En los elogios tributados a la memoria de José Antonio por el Duce se
ha dicho que esta negativa del Jefe de la Falange a ir a Montreux fue la que
causó en él mejor impresión, dándole el convencimiento de las magníficas
condiciones políticas y de conductor de una Revolución Nacional que atesoraba
José Antonio” (5). La explicación que da sobre la presencia del líder falangista tiene
el encanto de la ingenuidad, pero es inadmisible desde el punto de vista
histórico: “Hace acto de presencia, les
saluda y se vuelve después de decirles que nada tienen que hacer reunidos en
Internacional, pues ni el fascismo es mercancía de exportación, según ha dicho
Mussolini, ni una revolución nacional puede salir de una conferencia de jefes
de distintas nacionalidades. La revolución nacional tiene que arrancar de lo
profundo del alma de los pueblos. Él se vuelve a España a trabajar las almas
aletargadas de sus compatriotas que, salvo una alegre y audaz minoría de
héroes, no presienten el cercano amanecer. Se detiene en Ginebra de tren a tren
y no quiere ni salir de la estación. Cuando llega a Madrid me escribe a la
ciudad de Rousseau manifestándome que no ha querido detenerse en ella por
evitar las torcidas interpretaciones que pudieran darse a su presencia y por
temor a ahogarse de asco en el super– Parlamento societario. Es entonces cuando
me ordena mandarle frecuentemente informes de lo que ocurra y del alcance de
las decisiones que tome España. Con mi compañero de profesión José Manuel Aniel–Quiroga
redactamos para él las notas que recogía en casa de mi padre, como ya he
contado más arriba” (6). Esa misma ingenuidad es con la que el “biógrafo apasionado” cuenta
en el punto y aparte siguiente que renglón seguido: “El 2 de octubre, de vuelta al Parlamento, pronuncia su nunca bastante admirado
discurso sobre las sanciones y en general sobre la política internacional de
España”. En esa ocasión José Antonio defendió en sede parlamentaria, está
hablando del tema de las “sanciones a Italia” por la invasión de Abisinia. La
posición de José Antonio en este discurso sobre política exterior sigue tres
objetivos: evitar que España se pronuncie a favor de las sanciones a Italia en
la Sociedad de Naciones por la invasión de Abisinia (7), atacar la
política británica y proponer una política española autónoma independiente de
la francesa. Los dos primeros puntos eran, precisamente, los objetivos por los
que se había convocado el segundo Congreso de Montreux…
Cuenta luego Ximénez de Sandoval que, hablando personalmente con José
Antonio, éste le comentó que inmediatamente después de su retorno de Italia, se
había encontrado con Gil Robles, líder de la derecha y en aquel momento
ministro de la guerra, en el parlamento y le había advertido sobre “los peligros de la política que España
seguía en Ginebra”. Gil Robles, al decir de José Antonio, quedó
“estupefacto”. Sigue José Antonio explicándole al que años después sería su
biógrafo: «José María (8) al principio no quería creer en lo que yo le
decía. Pero luego, cuando el pobre Roch (9) informa en los Consejos de Ministros y resulta verdad lo que le había
señalado, no sale de su asombro. Se le pone la cara más Gil Robles que nunca y
viene a preguntarme: « ¿Cómo te enteras de todo?» y yo le contesto con una
frase que creo es de una de tus Ventanas al mundo: «La Falange tiene ojos y
oídos en todas partes»” (10). Petulancia aparte, José Antonio, tenía un buen “ojo y oído” al menos
en Italia: Mussolini.
NOTAS A PIE DE PÁGINA:
(1)
Tal obstinación se debía a que, especialmente durante la transición existió una
falange, FE-JONS(A), obsesionada en negar cualquier relación y concomitancia
del partido histórico con el régimen fascista y con el fascismo en sí mismo, a
despecho de los documentos históricos y testimonios que ya habían aflorado
entonces. La presencia de José Antonio en Montreux fue negada durante años,
algo que la propia diplomacia española en la época y, por tanto, ningún
historiador posterior podían negar. El Cónsul General de España en Suiza
informó al Ministerio de Asuntos Exteriores español sobre aquel viaje: “El Sr. Primo de Rivera ha estado según me
informan unos días en Montreux, pero se ha abstenido de tomar parte activa en
la reunión” (Juan Teixidor, D. 255, Ginebra 14-9-35. Ministerio de Asuntos
Exteriores R 969. E-18, citado también por Ismael Saz, op. cit., pág. 137 n., J. L. Jerez, op. cit., pág. 149)
(2)
M. Cuzzi, op. cit., pág. 215.
(3)
F. Ximénez de Sandoval, op. cit.,
pág. 164.
(4)
Ídem, pág. 289-290.
(5) Ídem,
pág. 290. Hay una nota a pie de página relacionada con este texto, elaborada
cuando ya habían pasado cuarenta años desde aquella época: “Nota de la sexta edición.-Esta actitud de
José Antonio, totalmente contraria a una pretendida Internacional fascista, que
todos -amigos o enemigos- le conocíamos, sería contradicha por sus acusadores
frentepopulistas en el proceso de Alicante... y mucho tiempo después por
algunos interesados en mantener equívocos respecto a la independencia ética e
ideológica de la Falange. La afirmación más extravagante y peregrina la hizo
León Degrelle en el capítulo 10 de las Memorias de un fascista, publicado en el diario Pueblo, de Madrid (número 9.373, viernes 17 de
octubre de 1969), al decir que «la Falange, de inspiración católica (?), estaba
muy cerca del rexismo política y espiritualmente. En 1934, yo mismo fui
nombrado por José Antonio Primo de Rivera número uno de la Falange del
exterior» (!). Sin embargo, Ximénez de Sandoval parece ignorar mucho –como
se deduce de la lectura de su libro- sobre el “movimiento fascista
internacional” dando por sentado que José Antonio acudió a Montreux “por pura cortesía y curiosidad de conocer
los rostros y actitudes de los Degrelle, Mosley…” (ídem, pág. 360), los cuales ni estuvieron presentes en ninguno de
los dos congresos celebrados por los CAUR en esa ciudad.
(6)
Ídem, pág. 360.
(7) “En tanto España pueda evitar el
pronunciarse sobre esta cuestión vidriosa, me parece que debe evitarlo”
(Sobre la política internacional española, discurso pronunciado en el
Parlamento el 2 de octubre de 1935, José Antonio, op. cit., pág. 536).
(8)
“José María”, referencia familiar a
José María Gil Robles.
(9) Alude a Juan José Rocha García (miembro del Partido Republicano
Radical) en aquel momento Ministro de Estado.
(10) F. Ximénez de Sandoval, op. cit., pág. 361.
José Antonio, Falange y los CAUR - Falangey la “Internacional Fascista” (1 de 7)
José Antonio, y la “InternacionalFascista” - Eugenio Coselschi, perfil de un funcionario oportunista (2 de 7)
José Antonio, Falange y los CAUR - LosCAUR en España: una historia breve pero muy real (1ª parte) (3 de 7)
José Antonio, Falange y los CAUR – Los CAUR en España: una historia breve pero muy real (2ª parte) (4 de 7)
José Antonio, Falange y los CAUR - José Antonio y los congresos de Montreux (1ª parte) (5 de 7)
José Antonio, Falange y los CAUR - José Antonio y los congresos de Montreux (2ª parte) (6 de 7)