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jueves, 18 de septiembre de 2025

SANCHEZ - PALESTINA – SIONISMO – INMIGRACIÓN – SOLIDARIDAD 4ª Parte: La inmigración como problema principal


4ª Parte: La inmigración como problema principal

Hemos visto hasta ahora, las claves del drama palestino: no es un problema reciente, sino que lleva arrastrándose más de un siglo. España, en ese tiempo, ha variado sus políticas:

- Entre 1897 y 1936: de ignorar la cuestión o valorar el neosefarditismo (véase la serie publicada en Info-krisis sobre el Antisemitismo español y neosefarditismo) como un fenómeno propio de la cultura española.

- Entre 1939 y 1975: a pesar de los roces con Marruecos a partir de los años 50, la política de Franco en relación a Oriente Medio puede resumirse en la tópica frase de “nuestra tradicional amistad con los árabes” que no se vio afectada por la Guerra de Ifni, ni por los primeros asesinatos de soldados españoles por parte del F.Polisario.

- A partir de 1976 y hasta 1996: los costes cada vez mayores del desencuentro con Marruecos, las políticas internacionales de reconocimiento del Estado de Israel, imprescindible para ingresar en las “Comunidades Europeas”, generaron un equilibrio bastante estable y un eclecticismo político entre las aspiraciones judías y las palestinas.

Pero a partir de 1996, a medida que se iba enrareciendo la situación en Oriente Medio y el establecimiento de la Autoridad Nacional Palestina en virtud de los acuerdos de Oslo y los incidentes en la Explanada de las Mezquitas que dieron lugar a la “segunda intifada”, un nuevo elemento entró en juego en la ecuación: la apertura de puertas en España, provocada por José María Aznar a la inmigración extranjera.

Desde 1996 a 2003 entraron en España tres millones de inmigrantes, de los que, aproximadamente la mitad procedían de países islámicos. Durante ese período, empeoraron las relaciones con Marruecos (crisis de Isla Perejil, en 2002, chantaje permanente a España por el tema migratorio, exportaciones masivas de haschisch y negativa a detener los flujos migratorios). La política exterior de Aznar en relación al mundo árabe y al conflicto de Oriente Medio no varió: eclecticismo y apoyo a las partes para proseguir la vía de la negociación, con cierta tendencia favorable a una mayor colaboración con el Estado de Israel.

El verdadero vuelco en las relaciones internacionales de España se produjo con la llegada de Zapatero al poder, favorecido, precisamente por las bombas islamistas del 11-M y por los errores de comunicación del ministerio del interior de Aznar. A partir de ese momento se produjeron tres fenómenos de gran importancia:

1) Una apertura de fronteras de par en par a la inmigración, iniciada con una primera “regularización masiva” en 2005 que debía legalizar la presencia en España de 500.000 inmigrantes, pero terminó regularizando a 600.000 según cifras oficiales), mientras que, desde el momento en el que se convocaba la regularización hasta el momento en el que terminaba el plazo, se produjo un “efecto llamada” sin precedentes que, en total trajo a España a otros 800.000 inmigrantes entre que se anunció la “regularización” hasta que se cerró. Vale la pena recordar que hoy se reconoce que buena parte de la documentación aportada por los aspirantes a la regularización era manifiestamente falsa y que ni siquiera se cumplieron las exigencias establecidas en el decreto.

2) La promoción de la Alianza de Civilizaciones por parte de Zapatero y avalada por las Naciones Unidas como un programa “buenista” más de cooperación y entendimiento internacional, que, en realidad, no fue -no es, pues todavía existe- una táctica más del proyecto “mundialista” promovido por la ONU. En la práctica este programa reforzaba el “efecto llamada” a la inmigración que era considerada como un “derecho”.

3) Las sucesivas leyes de inmigración que cada gobierno había reformado a su antojo (bajo Felipe González se nacionalizaron españoles 25.000 marroquíes) dejaron de aplicarse: el fenómeno de la inmigración adquirió un carácter masivo, reforzado por los sucesivos “efectos llamadas” cada uno de los cuales hacía imposible que pudieran cumplirse todos los preceptos establecidos leyes que habían sido aprobadas cuando se producía un goteo migratorio.

La entrada masiva de inmigrantes, a partir de ese momento durante los años del zapaterismo (una media de 300.000 al año, con picos de 500.000) hizo que cuando se cerró este período en 2011, el número de inmigrantes hubiera ascendido a algo más de 6.000.000. En los cinco años siguientes, durante el gobierno Rajoy, a pesar de que se mantenía un alto nivel de inmigración ilegal, tampoco se hizo nada para contener el fenómeno para evitar nuevos focos de tensión (eran los tiempos del “Welcome refugies” que habían sustituido a las primeras consignas del progresismo, “ningún ser humano es ilegal” [pero infringir la ley de inmigración si era ilegal] y “no pueden ponerse puertas al campo” [pero sí pueden garantizarse la integridad e invulnerabilidad de las fronteras).

Con todo, la política exterior española en relación al mundo árabe no cambió: se basaba en buenas relaciones con las dos partes en el conflicto de Oriente Medio y con evitar enfrentamientos con Marruecos (F. González había creado un gaseoducto que trasladaba gas argelino a través de Marruecos, soslayando la peligrosa tensión entre ambos países; Aznar creó otra vía directa para que el gas argelino llegara a España evitando el tránsito por Marruecos). Las líneas de la política española eran presentar a nuestro país como puente entre Europa y el mundo árabe, fortalecimiento de la cooperación y estabilidad mediterránea, respeto a los derechos humanos, etc. Se seguía, oficialmente, manteniendo una política de equilibrio y promoción de negociaciones entre árabes y judíos.

La política errática del sanchismo en materia internacional

Pero al subir al poder Pedro Sánchez todo esto saltó, finalmente, por los aires. De manera inexplicable, el nuevo presidente cambió radicalmente la política española en relación al problema del Sáhara: de una postura favorable a la resolución 3458 de la ONU que instala a España, como “potencia administradora” a convocar un referéndum sobre el futuro del territorio, revalidada en resoluciones posteriores, Sánchez pasó a una política favorable a Marruecos considerando el territorio del Sáhara Occidental como exclusivamente marroquí. La actitud era todavía más inexplicable, teniendo en cuenta que eso suponía congelar las relaciones con Argelia, nuestro principal proveedor gasístico.

Al mismo tiempo, el nuevo gobierno hizo la vista gorda ante la inmigración procedente de Marruecos que ya había dado muestras de generar “molestias” en las zonas donde se había asentado por su escasa y demostrada capacidad de integración. Argelia, que hasta ese momento había contenido la inmigración africana hacia España, simplemente, en represalia, dejó de hacerlo. Poco después empezó a producirse un aumento desmesurado en el número de delitos, especialmente de carácter sexual. La prensa tardó poco en advertir que los sucesivos indultos que estaba concediendo Mohamed VI, tenían como consecuencia el facilitar la “exportación” de delincuentes habituales a España. El problema de los MENAs se agudizó.

Todo esto habría sido suficiente como para advertir seriamente a Marruecos que, o cesaba de exportar delincuencia a España o se tomarían medidas ante la UE vetando acuerdos preferenciales. Pero, no solamente no se hizo nada, sino que el gobierno Sánchez siguió tendiendo la mano a Marruecos en todos los terrenos: permiso a que sus camioneros trabajen en empresas españolas sin exámenes previos, nuevos préstamos a fondo perdido a Marruecos, subsidios y ayudas desmesuradas a la inmigración, entrega de vehículos al ministerio del interior marroquí, medidas para el aprendizaje de la lengua árabe en escuelas, disolución de unidades de eficiencia demostrada de la Guardia Civil en la lucha contra el narcotráfico en el Estrecho, permisividad ante la okupación ilegal, falseamiento de cifras sobre la delincuencia, etc, etc, etc, etc.

Lo peor es que el gobierno permanecía sin dar explicaciones sobre un giro tan absoluto en nuestra política exterior. Eso hizo sospechar que Marruecos disponía de información sobre las actividades de Pedro Sánchez y de su entorno que resultaban “sensibles” y que habría utilizado como chantaje. Nada se ha demostrado, pero el giro sigue sin explicación racional.

A esto hay que añadir que, entre los países musulmanes, Marruecos fue el primero que, en 2020, estableció un “Acuerdo de normalización de las relaciones entre Israel y Marruecos”: no en vano, Marruecos se muestra como el primer y gran aliado de EEUU en África, hasta el punto de ser considerado por el Pentágono como el “aeropuerto” que le permitiría realizar un rápido despliegue en el continente negro. Pero esto genera dudas sobre el futuro de las relaciones entre España y EEUU: en caso de conflicto hispano-marroquí, España no podría utilizar el armamento de origen norteamericano

Puestas así las cosas, la lógica de la política internacional, obligaría a Sánchez a mantener la prudencia en la actual fase de conflicto de Gaza: sin embargo, ha tomado partido, descaradamente, por Hamás, dando alas a Podemos y a los bilduetarras para boicotear la vuelta ciclista. Forzado por algunos de sus socios (especialmente Bildu, ERC, Sumar), ha decretado el “boicot a Eurovisión”; con estas decisiones pretende cultivar los votos de los inmigrantes marroquíes nacionalizados y, especialmente, para tapar sus corruptelas. Pero, Sánchez parece haber perdido toda lógica política, y ha convertido sus políticas, en todos los terrenos, en erráticas, excéntricas e incomprensibles. Solamente puede entenderse como un deseo absolutamente irracional de mantenerse en el poder, hasta que se produzca su enjuiciamiento por los tribunales y su presumible exilio en Marruecos (siguiendo la tradición iniciada por Craxi de exiliarse a un país magrebí para huir de la justicia de su país)

El problema de la “solidaridad con Gaza”

Lo “evidente” es que cualquier conflicto que afecta a la población civil, debería solventarse mediante la negociación. El problema es que, para el Estado de Israel, quien controla la franja de Gaza es una organización terrorista, Hamás y la política de cualquier Estado moderno debería ser no negociar con el terrorismo, sino acabar con él. Y esa es la política que está llevando a cabo Netanyahu con sus “ataques selectivos” (que, como ya dijimos, han eliminado a las distintas direcciones de Hamás, mostrando su efectividad). Así pues, desde el punto de vista diplomático, la postura más acertada sería estimular la negociación entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina. Pero, dado que esta es inexistente en Gaza -ha sido barrida y expulsada por Hamás-, la negociación es imposible. De ahí que, fuera de las habituales exhortaciones de evitar daños a la población civil, recomendar negociaciones entre actores “significativos”, el restablecimiento de la Autoridad Nacional Palestina en Gaza… poco más puede hacerse desde Europa.

Es más: el problema de Oriente Medio, no es un problema europeo, ni siquiera un problema en el que la UE pueda extraer algún beneficio. Es un conflicto que compete a dos actores principales, el gobierno del Estado de Israel y los Países Árabes. Son ellos los que tienen que negociar, en lugar de arrastrar más de un siglo de conflicto.

Nosotros europeos, no tenemos la culpa de los errores constantes que han cometido los grupos palestinos desde 1948. No tenemos argumentos suficientes para denunciar a Israel por “genocidio”, cuando, en realidad, ha respondido a ataques previos contra los kibutz fronterizos y contra población civil en el interior del país. No podemos condenar la “eliminación selectiva” de dirigentes de Hamás que han planificado tales ataques. Ni tampoco podemos aprobar la operación de “limpieza étnica” que está realizando Israel en la Franja de Gaza actualmente. Y todo eso porque, Europa y, concretamente, España, no gana ni pierde nada en esta cuestión que, para nosotros, no es más que un conflicto muy alejado de nuestras fronteras.

Hoy, para un ciudadano español, tomar partido por Hamás (Hamás es quien gobierna en la franja de Gaza, y el verdadero responsable de esta fase del conflicto con los ataques de octubre de 2023) es hacer causa común, no con los “derechos humanos” (justificarlo así, sin recordar las vulneraciones a los derechos humanos realizados por Hamás, es una actitud “mentalmente hemipléjica”), sino con una organización terrorista. Supone, para colmo, seguir la política del gobierno-escoria de Pedro Sánchez, el gobierno de la corrupción, de la no-España, del nepotismo y la mentira permanente convertida en “relato”. Supone aceptar el juego del sanchismo para tapar los casos de corrupción. Supone, también, estar al lado de las “chicas loquitas” y de los “hombres deconstruidos” de Podemos, de los bilduetarras y de la progresía más snob (que se ha dado cita en la “flotilla” turística de Tumberg, Colau y el mantero africano… Y, para colmo, hacer causa común con la inmigración musulmana.

Porque hay un elemento más en la ecuación que no puede olvidarse.

 

Aquí y ahora el “gran problema”, no es Gaza sino la inmigración islámica

En el capítulo sobre el sionismo hemos visto cómo un territorio originariamente árabe, empezó a ser colonizado por sionistas. Setenta y cinco años bastaron para que aquellos primeros colonos judíos fueran desplazando sistemáticamente a las grandes comunidades árabes y reemplazándolas. Ese mismo proceso es el que están siguiendo los musulmanes en Europa Occidental y, especialmente en España.

Basta acercarse a la puerta de un colegio en cualquier ciudad del Mediterráneo e incluso del interior, para darse cuenta del vuelco demográfico que está teniendo lugar en nuestro país. Son ya muchos los colegios en los que los alumnos de origen español son minoría. Los responsables de esta situación, vale la pena recordar y maldecir sus siglas, son el PSOE y el PP, tal para cual en casi todo.

El Islam, lo hemos demostrado en esta web en varias ocasiones no puede ser considerada como una religión en plano de igualdad con cualquier otra: es la única religión en nombre de la cual se mata y se muere y que premia a los “mártires” con una recompensa sensualista en el más allá. El “sexto pilar” del islam, mejor no olvidarlo nunca, es la “guerra santa” y la “guerra santa” tal como la definió Mahoma en el Corán; no es una guerra “espiritual” contra el “enemigo interior”, sino una guerra de conquista física para convertir territorios “impíos” en territorios islámicos (para ampliar esta información véase: Importante documento sobre el yihadismo, en Info-krisis).

Hará unos 20 años, un amigo que acababa de asistir a una manifestación de solidaridad con la “segunda intifada” (2000-2005) me comentó el clima: “la mayoría eran inmigrantes magrebíes”. Esa misma persona había estado presente en manifestaciones de solidaridad durante la “primera intifada” (1987-1993): apenas había musulmanes presentes, casi todos los manifestantes eran de origen español. Y este dato es significativo y plantea una disyuntiva a los “solidarios con Gaza”:

- O manifestarse junto a miles de musulmanes (y algunos “progres”) en solidaridad con Gaza,

- O reconocer que, aquí y ahora, existen problemas mucho más graves, como la islamización del país, la inmigración masiva y la sustitución de población.

Porque no se pueden combinar las dos actitudes (solidaridad con Gaza y lucha contra la inmigración masiva y la islamización de España), salvo para Pedro Sánchez y para aquellos bonzos que quieran ser linchados por la "progresía solidaria " o lapidados por los islamistas radicales".

Es más, intuimos cómo puede acabar la actual situación: con un Sánchez a punto de ser procesado, lanzando balones fuera y asumiendo que España admitirá a ¿100.000, 200.000, a la totalidad de la población de Gaza?, acogida en nuestro país (como hizo Angela Merkel en 2015 admitiendo a casi un millón de refugiados sirios, e inaugurando su política de “Willkommenskutur”, “cultura de la bienvenida”). Si un gobierno se muestra tan solidario con una causa, parece lógico que lleve esta solidaridad hasta el final. Fue a partir de 2015 cuando Alemania reaccionó al disparate generado por la Merkel: la reacción tiene un nombre, Acción por Alemania.

La concusión que, cuidado con asumir de manera apresura la solidaridad con unos o con otros, especialmente, si el problema no nos afecta directamente. En donde hay que comprometerse, en donde hay que asumir posiciones de ataque, decididas y firmes, es en la cuestión de la islamización de España. Y esto implica cortar de forma absoluta, total y para siempre los estímulos a la inmigración procedente de países musulmanes. Ni es la inmigración que puede interesar, y hoy nadie puede dudar que es un tipo de inmigración que genera “problemas” y que exige mucho más de lo que aporta.