INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

miércoles, 2 de julio de 2025

LA COLINA INSPIRADA (5) - EL ABATE BOULLAN, SUCESOR DE VINTRAS.

6. El abate Boullan, sucesor de Vintras

El abate Boullan no fue elegido unánimemente como sucesor de Vintras. De hecho, como veremos, se autoeligió. Joseph–Antoine Boullan era uno de esos sacerdotes que habían creído en las visiones proféticas de Vintras y estaban atraídos por su permisividad ante la concupiscencia. Nació el 18 de febrero del año 1824 en Saint–Porquier –departamento del Tarn–et–Garonne– en la región de Occitania. Fue ordenado sacerdote en Montauban, población relativamente próxima a Toulouse. Se doctoró brillantemente en teología en Roma mientras pertenecía a la Congregación de los Misioneros del Preciosísimo Sangre, donde se doctoró en teología. Leyó a los místicos españoles durante su estancia en Alsacia y La ciudad mística de Santa María de Agreda le inspiró su Vida divina de la Santísima Virgen. De regreso a Francia, Joseph–Antoine Boullan se instaló en el convento alsaciano de Trois–Épis. Profundamente interesado en los estudios místicos y el neo-espiritualismo, el joven era en ese momento un apasionado de los hechos sobrenaturales.

Las apariciones marianas de La Salette, en 1854, operaron un fuerte impacto en sus creencias. Al año siguiente, abandonó su congregación y se instaló en París donde desempeñó funciones como publicista católico en la revista Le Rosier de Marie y en los Annales du Sacerdoce que él mismo fundó.

En 1857 su vida dio un giro inesperado. Se desplazó al santuario de Notre Dame de La Salette, en la región Alpes–Ródano no lejos de Grenoble. Allí conoció a una monja de origen belga, Adèle Chevalier, que había sido curada milagrosamente de su ceguera por la Virgen del lugar. Entre una de las visiones que decía haber recibido Adèle, se le anunciaba la llegada de un clérigo que operaría una profunda reforma en el seno de la Iglesia. A Boullan le faltó tiempo para convencerse que él era el sacerdote providencial y, junto a Adèle comenzó a redactar la regla de una nueva orden, la Orden de la Reparación de las Almas, autorizada por el obispo de Versalles. La Orden se orientaba hacia la teúrgia. Realizaban actos de curación sobre sus feligreses. Como no podía ser de otra manera, pronto las cosas se torcieron.

La proximidad, la debilidad y la tendencia a la concupiscencia, hizo que Boullan y Adèle Chevalier pasaron a ser amantes y los principios de la Obra de la Reparación se sumergieran en el erotismo, primero místico y luego carnal. La fase siguiente, no fue solo erótica si mucho más marcada por prácticas transgresoras y las parafilias. En los ritos “de curación” se utilizaba orina y excrementos. La deriva decadentista siguió adelante y en 1860, Boullan celebró su primera misa negra en la que Adèle apareció desnuda ante los fieles. Practicaban, así mismo, exorcismos bien extraños sobre las religiosas de la orden. A una, simplemente, el mismo Boullan le escupió en la boca, a otras les mezclaron las hostias consagradas con excrementos humanos que debían tragar o bien esos mismos excrementos servía para realizar emplastos. Otras veces empapan las hostias sagradas con la orina de Adèle… Ésta, por su parte, afirmaba continuar estando inspirada por la gracia divina y en comunicación con la Virgen, de quien recibía frecuentemente revelaciones a través de “clariaudiencia”. Tras la fundación de la Obra de la Reparación, ella sería la organizadora de la congregación.

El sacerdote realizaba rituales de amor y gloria, en los que la gente debía frotarse desnuda en grupos: eran “las uniones de amor”. También entregó “hostias sangrientas” que rezumaban sangre. Todo esto, los exorcismos siniestros y las escandalosas sesiones terapéuticas no tardarán en despertar la desazón entre la población y la inquietud de las autoridades de la ciudad. No era para menos. Adèle quedó embarazada, pero el hijo desapareció. Se sospechó, más tarde, que el abad Boullan lo había sacrificado en el mismísimo altar en el transcurso de una misa satánica.

Joanny Bricaud, íntimamente relacionado con los ocultistas que gravitaban en el entorno de Vintras, poseía, en particular, un ejemplar de las “hostias sangrientas”, redactó un opúsculo de brujería titulado Méthode pratique pour l'incubat et le succubat que aumentó el encono entre católicos tradicionalistas y ocultistas partidarios de Boullan.

Pronto, todos estos escándalos llegan a oídos de la autoridad civil, mucho más interesada por las acusaciones de fraude y estafa que por las prácticas consideradas satánicas. La pareja recibió dinero de personas religiosas que querían ganarse el favor de la Santísima Virgen, siendo por ello procesados por fraude y condenados a tres años de prisión. Inicialmente, el Vaticano protestará contra esta condena por parte de la autoridad civil, pero, posteriormente, al conocer las actas del proceso, en las que hay testimonios de todas las aberraciones realizadas con hostias consagradas e inmundicias, quedará, literalmente, horrorizado. Boullan y Adèle saldrán en 1864 de la prisión de Ruán. En los años en los que permaneció encarcelado, Boullan redactó su Confesión, documento que todavía se conserva en los Archivos Vaticanos, conocido como El Cuaderno Rosa, siendo rehabilitado en 1867.

El abad Boullan aprovecha esta absolución para enseñar su doctrina de la "reparación de las almas" que puede sintetizarse así: “por medio del mandato divino algunas almas pueden pecar libremente para salvar a las demás”. En otras palabras: el “amado por Dios”, el jefe de la secta, tiene licencia para practicar todo tipo de actos lujuriosos.

Instalado de nuevo en París, volvió a recorrer el mismo ciclo por el que ya había pasado diez años antes. Fundó una nueva revista, los Annales de la Sainteté au XIXe siècle. A pesar de que, inicialmente se situaba en la ortodoxia romana, la revista tenía una acusada tendencia a exponer hechos sobrenaturales, visiones y profecías extraordinarias, que le llegaban a la redacción; los exorcismos le interesaban particularmente. Se había interesado por la hipnosis y la autohipnosis y enseñaba a las monjas de la congregación a copular en sueños con los santos y con Jesucristo. Explotó la credulidad y se hizo con sumas importantes de dinero, teóricamente, para su congregación. En esta segunda ocasión, el Vaticano optó por la excomunión, la disolución de la Congregación y su suspensión a divinis. Todo esto ocurría en 1875.

Ya fuera de la Iglesia, Boullan, en agosto de ese mismo año, se encontró con Vintras en Bruselas. Habían mantenido correspondencia desde el año anterior: "Mi intención es ir a Lyon, el objetivo principal de este viaje es estudiar cada vez más profundamente la misión de Elías", escribió en una carta dirigida a la congregación lionesa. A partir de ese momento, se convirtió al vintrasismo. El fundador de la secta murió poco después y Boullan se proclamó su sucesor… a pesar de que solo lo había visto en dos ocasiones. Se instaló en Lyon el 20 de febrero de 1876, y empezó a vincularse con Julie Thibault, “la Mujer Apostólica”, vintrasiana de larga trayectoria, presente en todos los ritos del grupo, incluidas las “uniones espirituales” y las “uniones de vida”, así como en actividades teúrgicas. Boullan, justificará estas verdaderas orgías, afirmando con toda seriedad que, si la fornicación pecaminosa de Adán y Eva había sido la causa de su expulsión del Edén, mediante una sexualidad de corte “espiritual” tendría lugar la redención de la humanidad. Su nueva amante sería Julie Thibault, que ha sido descrita como “una campesina de ojos de águila y habla de aldeana, que durante años sólo había comido pan remojado en leche, había hecho a pie las más lejanas peregrinaciones y le bastaba con levantar la vista por encima de las gafas para vislumbrar las legiones de lo invisible”.

Pero no todos los miembros de la secta estaban de acuerdo en que Boullan fuera el sucesor de Vintras. Supo ganarse la confianza de algunos dirigentes de la secta (y el rechazo absoluto de otros). Finalmente, en 1877 se produce la escisión y solo tres de los diecinueve “pontífices” vintrasianos lo consideran como el sucesor del fundador. Unos años después, adoptará el rimbombante nombre de “Elías Juan Bautista” y se proclamará profeta. Con este pequeño grupo volverá a sus obsesiones eróticas, dando a los ritos ideados por Vintras un sesgo sicalíptico, mediante actos de amor “realizados religiosamente”, en los que él mismo participaba gustoso. La misa negra erótica se convertirá en el principal atractivo de la secta.

La enseñanza de Boullan difería poco de la que dio vida a la secta vintrasiana, salvo por el hecho de que insistía más en la sexualidad. Sus fieles habían aprendido de él que “la caída del Edén se produjo por un acto de amor culpable”, y que “es mediante actos de amor realizados religiosamente como puede y debe operarse la Redención de la Humanidad”. Recomendaba al adepto que deseara redimirse a sí mismo que tuviera relaciones con entidades celestiales, mientras que aquel que, por caridad, deseaba ayudar a seres inferiores a redimirse debía tener relaciones sexuales con ellos. El pequeño círculo realizaba ritos grupales a los que llamaba “Sacrificios de gloria de Melquisedec” o “Sacrificios provictimales de María”, siempre celebrados por Boullan. Pero las llamadas “Uniones de Vida”, mucho más importantes, estaban destinadas solamente al círculo más interior de la secta.

En la década de 1890, los círculos ocultistas empezaron a interesarse por el grupo del abate Boullan. Éste había admitido en su círculo al abate Roca, un sacerdote ocultista que publicaba una revista titulada L'Anticlérical. En su tiempo fue considerado como la quintaesencia del sacerdote réprobo que se arroja en brazos de todo lo que debía combatir. Tras declarar que su intención era encajar progresismo, evolucionismo y “cristianismo auténtico”[1], elaboró una tesis sobre el “ocultismo cristiano” lindante con el satanismo. Esta relación no prosperará y Boullan terminará condenando las ideas de Roca, mientras que éste se aleja del Carmelo Elíaco.

En 1886, el abad Boullan recibió la visita del marqués Stanislas de Guaita, junto con el ocultista Joséphin Péladan y su secretario, el también ocultista y masón Oswald Wirth, miembros fundadores de la Orden Cabalística de la Rosa–Cruz. Hasta ellos habían llegado rumores de Ilíaco algo que les remitía a la “magia sexual”. Se entrevistaron con Boullan por pura curiosidad y para saber que había de “ocultista” en sus prácticas. Wirth simuló ingresar en la secta, pero cuando reunió suficiente documentación sobre las prácticas de la secta se las mostró a Guaïta y a Peladan que convocaron un “tribunal iniciático” para juzgar a Boullan en 1887. La polémica se prolongó por espacio de cinco años. Los rosacruces que practicaban “magia ceremonial”, unieron sus esfuerzos, públicos y privados, para denunciar y vencer a Boullan, para ellos “el más grande satanista de Francia”. La principal acusación consistía en “erigir la fornicación en práctica litúrgica”.

Los neo–rosacrucianos le reprocharon traicionar y pervertir los auténticos principios de la Cábala con el objeto de engatusar a su clientela interesada en las ciencias ocultas. En la obra de Guaïta, Le Temple de Satan, describirá a Boullan como «pontífice de la infamia, ídolo vil de la Sodoma mística, mago de la peor calaña, brujo e instigador de una secta inmunda». GuaÏta, Wirth y Peladan, convocaron al ex sacerdote para comparecer ante el “tribunal iniciático” de su Orden Rosa Cruz. Boullan se negó. Sin embargo, el “proceso” tuvo lugar y emitió su sentencia que confirmó las acusaciones de falso profeta y profanador de la Cábala y lo sentenció a “muerte iniciática”. Boullan, consideró que la sentencia era una maldición mágica lanzada contra su vida –su compañera y vidente Julie Thibault le había revelado una visión en la que Guaïta le lanzaba un hechizo mortal– y respondió con fórmulas satánicas para neutralizar a sus enemigos y autoproclamarse “mártir”.

Boullan, con sus nervios progresivamente deshechos tanto por los esfuerzos realizados para protegerse de los reales o supuestos conjuros rosacruces, como debilitado por los contraataques mágicos que lanzó contra Wirth y Guaita, empezó a sufrir ahogos, aparentemente inexplicables. Madame Thibault, en estado de trance la previno de que los rosacruces ponen su retrato en un ataúd mientras ofician una misa negra contra él. Boullan se limita a recodar “ley del contragolpe” y del “efecto retroceso” que, según los ocultistas afecta a quien lanza una maldición, amenazándolo en sentido contrario y con la misma intensidad. Acto seguido, ordena a sus fieles enterrar en el interior de un ataúd la sentencia del tribunal iniciático. Boullan, por su parte, oficiará uno de sus singulares rituales –el Oficio de Melquisedec–, descalzo y completamente afeitado, se cubrirá únicamente con la túnica roja de Vintras, inmóvil con una hostia en cada mano rogando la victoria sobre sus satánicos enemigos. Durante esta ceremonia, Jules Bois en Le satanisme et la magie (1895), dice que fue objeto de ataques “fluídicos” que llegaron a rasgar su túnica y a dejarle arañazos ensangrentados en el pecho.

Estaba a punto de viajar a París para dar un ciclo de conferencias en la Salle des Capucines, cuando, el 4 de enero de 1893, el anciano confió a sus familiares que iba a morir a causa del hechizo lanzado por Guaïta. Falleció, en efecto, pocas horas después, a causa de estas crisis.

La siniestra historia del abate Boullan inspiró al autor Joris–Karl Huysmans, quien realizó un retrato del satanismo parisino en su novela de 1891, Là–bas (Allá abajo).



[1] Curiosamente, algunas de sus tesis fueron recuperadas pocos años después de su muerte por el teólogo jesuita Teilhard du Chardin.