Ahora bien, ¿podemos afirmar que la teoría del “gran reemplazo”
es correcta? ¿Cuál es su punto débil? Es aquí en donde reside la auténtica
polémica: no en el hecho incontrovertible de que
Europa se ha convertido en un caos multicultural al que las proyecciones
demográficas ofrecen un futuro “africanizado” e “islamizado”, sobre el que
podrá discutirse la velocidad mayor o menor del proceso, pero no sobre el hecho
en sí de que el resultado de las políticas migratorias de los últimos 30–50
años va a generar, está generando, un vuelco étnico, religioso y cultural en
Europa Occidental.
El hecho de que se mencione a George Soros en el centro de la
“conspiración” y como su factótum no es asumible. Es cierto que Soros juega
a favor de mantener y aumentar los flujos masivos, es cierto que tiene peso
económico y que, por tanto, tiene influencia política y mediática. Pero Soros
no es hijo de una dinastía económica (a diferencia de los Rothschild, los
Rockefeller o los Vanderbilt). Su padre era un discreto abogado y su madre
tenía un pequeño comercio de ropa. No estamos hablando, por tanto, de
generaciones y generaciones de tiburones de las finanzas, sino de un “self
made man”. En la lista de “hombres más ricos del mundo” no aparece entre
los 10 primeros (la mayoría de los cuales proceden del sector de nuevas
tecnologías). No hay, por tanto, que mitificar a George Soros y a su papel
en la escena mundial. Es cierto que su papel ha sido influyente en la pequeña
República de Georgia y en el desarrollo de los conflictos balcánicos en los
años 80 y 90. También es cierto que sus “fundaciones” han recibido entre 30 y
35.000 millones de dólares para sus tareas “humanitarias” y que buena parte de
este dinero se ha invertido en la integración del pueblo gitano en Europa, en
soporte a ONGs de carácter pro–inmigracionista. Pero el fenómeno de la
inmigración masiva es mucha mayor que la figura de George Soros.
Por otra parte, Soros es un “negociante”, el típico especulador
financiero. ¿Qué beneficios podría extraer George Soros de impulsar un “gran
reemplazo”? Los hechos demuestran que cuanta más inmigración llega a Europa
Occidental, los estados afectados se debilitan más y más, crecen los problemas,
aumenta la inestabilidad, disminuye la seguridad y, en general, se crea el
marco más inadecuado para los negocios. ¿Qué inversor podría estar interesado
en alcanzar una situación en la que Europa Occidental fuera perdiendo más y
valor económico? Por otra parte, a pesar de que se han ofrecido a los
inmigrantes en todos los países de Europa Occidental, medidas de discriminación
positiva, que les favorecían en el acceso a estudios superiores, lo cierto es
que los resultados han sido muy discretos. La educación ofrecida a jóvenes y
adolescentes procedentes del mundo islámico y del África subsahariana no se ha
traducido en una elevación del nivel de vida de sus comunidades que siguen autoguetizadas,
sin mostrar interés por la integración, ni mucho menos por la asimilación. A
esto se une el hecho de que la inseguridad y la inestabilidad creciente de
muchos países, especialmente España, induce a “jóvenes suficientemente
preparados”, recién licenciados de carreras universitarias, a desplazarse a
otros países en busca de mejores ofertas económicas, más estabilidad socio–política
y menores cargas fiscales. Así pues, es cierto que se están produciendo
cambios de migraciones: se van jóvenes autóctonos preparados, pero llegan
jóvenes sin interés por esa misma preparación y atraído por el “efecto llamada”
de los subsidios desde el minuto uno de su desembarco de la patera y, en el
peor de los casos, por la permisividad de las autoridades ante la delincuencia
organizada. En este terreno el panorama es muy desolador y nadie
medianamente inteligente y con una mínima capacidad crítica puede llamarse a
engaño: estamos asistiendo a un empobrecimiento cultural, económico y social
en Europa Occidental (y en la Europa Nórdica) del que todas las partes
implicadas –incluidas las finanzas– terminarán lamentando (un régimen de
subsidios es viable solamente mientras existe un volumen de población a la que
Hacienda puede “muñir” literalmente. Pero esto también tiene un límite, más
allá del cual, resulta inviable. Interrumpir bruscamente el flujo de subsidios
a la inmigración supondría un estallido étnico y social inmediato.
En todo esto hay una confusión. Si el futuro de Europa
Occidental se tambalea a causa de la llegada masiva de inmigrantes y del vuelco
demográfico que esto supone, habría que valorar ¿a quién beneficia el
hundimiento de Europa Occidental? Rusia es consciente de la debilidad de Europa
y de que las propias políticas de los últimos gobiernos de la UE conducen
directamente a una inestabilidad creciente de los distintos países que la
componen. Por lo demás, no ha existido ninguna prueba de responsabilidad
rusa en las riadas de inmigración. Washington y el Pentágono tampoco son
sospechosos de animar tales oleadas migratorias: todo lo contrario, en un
momento en el que, a través de Donald Trump resucita la idea del “decoupling”
(desvinculación de los EEUU de la defensa de Europa), la instigación
norteamericana es todavía más increíble. ¿Marruecos? Efectivamente está
interesada en deshacerse del lastre que supone su crecimiento demográfico y
aliviar la presión que generan los desplazamientos de miles de a subsaharianos
a Europa a través de su territorio. No hay que olvidar tampoco, que Marruecos
lleva a cabo una guerra de “baja cota” contra España y reivindica parte de
nuestro territorio nacional (Ceuta, Melilla, las Islas Adyacentes y Canarias)
para realizar un proyecto geopolítico del Gran Marruecos. Además, este país
juega sus cartas como históricamente ha hecho: chantajeando constantemente a
la UE y a España u obteniendo jugosos beneficios por ello[1]. Pero Marruecos no es la única plataforma utilizada para llegar
a Europa: Argelia, Libia, Turquía, son “corredores” habituales de la
inmigración en dirección a Europa y, por tanto, el papel de Rabat es menor al
que se suele creer en España.
No hay que olvidar,
además, que hay oleadas masivas de inmigración ilegal a Europa porque la propia
UE lo tolera. No hay problema más fácil de resolver que el de la inmigración:
basta desincentivarla mediante repatriaciones masivas o bien, situando a la
Armada de los países mediterráneos (especialmente de España, Francia, Italia,
Malta, Chipre y Grecia) interceptando pateras y remitiéndolas al puerto más
próximo según la ley del mar (esto es, al puerto del que han salido). En apenas
un mes de esta práctica, el flujo se cortaría en saco. La no admisión de “refugiados” sin documentación y las
repatriaciones de ilegales que han llegado, harían el resto.
Y esta es la cuestión: no hay que buscar intervenciones
externas, ni siquiera conspiraciones para establecer porqué se produce un flujo
masivo de inmigración con el riesgo de generar un “gran reemplazo”. Porque si
la conclusión del “gran reemplazo” es inapelable, lo que no lo es tanto es la
explicación. Hay inmigración, porque los gobiernos europeos de centro–izquierda
y de izquierdas, fundamentalmente, lo han permitido por unos motivos y
gobiernos de centro–derecha por otros, relativamente diferentes. No hay que
buscar “fuera” la causa del problema, sino “dentro”. Sobre todo, teniendo en
cuenta que la UE ha estado gobernada por coaliciones de centro y centro–izquierda.
Este es el principal elemento a tener en cuenta.
Nadie ha obligado a los gobiernos de la UE a suscribir la Agenda
2030 (como hizo Rajoy en 2015, sin haber leído bien sus cláusulas y lo que
implicaban, entre otras medidas, aceptación de los flujos migratorios que
quisieran asentarse en España). Nadie obligó a José Luis Rodríguez Zapatero a
suscribir en 2008 el Pacto Europeo sobre Migración y Asilo, otro de los
documentos en los que se asientan las oleadas migratorias. Nadie obligó a Pedro
Sánchez firmar el Pacto de Marrakech en 2018 que impone a los Estados de la UE
“cuotas de inmigrantes”.
En España podemos establecer que el inicio de la inmigración
masiva se produjo a partir de 1996 cuando José María Aznar (centro–derecha)
estableció su modelo económico basado en salarios bajos, acceso fácil al
crédito, la construcción como motor económico e inmigración para abaratar la
mano de obra. Durante su gobierno entraron en España 3.000.000 de
inmigrantes, que luego, durante el zapaterismo se duplicaron. Pero, hay que
recordar que los motivos por los que el gobierno de José Luis Rodríguez
Zapatero realizó una “regularización masiva” fueron simplemente engañosos: se
dijo que era para regularizar a 400.000 en situación de ilegalidad, pero, en
realidad, se aprobaron 600.000 regularización (buena parte de las cuales
avaladas por documentación más que dudosa), generándose un efecto llamada
inmediato de entre 500.000 y 600.000 inmigrantes más desde que se anunció la
regularización hasta que concluyó. Se prometieron medidas para impedir que
se repitieran acumulaciones de ilegales de este tipo y sanciones para las
empresas que los contratasen. En realidad, no se hizo nada más que abrir las
puertas de par en par. Cuando se cumplían diez años desde el inicio de la
inmigración masiva (de 1996 a 2006) ya se habían instalado en España en torno a
6.000.000 de inmigrantes. A partir de aquí, empezaron las “naturalizaciones” y,
aunque hoy el número de inmigrantes residentes en España, se estima entre
7.500.000 y 8.000.000 la cifra es engañosa, porque hay que sumar los
“naturalizados” y los hijos de todos estos contingentes, nacidos en España y,
por tanto, considerados legalmente como españoles[2]. El resultado final es que, hoy, entre en 22 y el 25% de la
población residente en España, o bien es inmigrante, legal o ilegal, hijo de
inmigrantes o bien antiguos inmigrantes “naturalizados”.
En el momento de escribir estas líneas, PP y PSOE han aprobado
en el parlamento la vía abierta para regularizar a otros 500.000 irregulares… Pero
los motivos, también ahora, son distintos. Para el PP es una cuestión “de
humanidad” y “de economía”. La derecha liberal española considera que
mantener la llegada de inmigración es “bueno para la economía”: y, en
efecto, tiende a subir el PIB nacional (cuanta más población, más movimiento
económico…), pero con la contrapartida de que esta cifra “macroeconómica” es
engañosa. Inmigrantes que llegan sin
capacitación profesional, ni especialidades, solamente pueden colocarse en los
niveles salariales más bajos o entre los grupos subsidiados: tal como explicó
el profesor Jesús Fernández–Villaverde, catedrático en Economía de la
Universidad de Pennsylvania, en su estudio La riqueza de las naciones
trabajadoras:
“Vivimos en un estado del bienestar. Los estados del
bienestar se basan en que el 10% de la población de más renta transfiere renta
al 60% de menor (los que están entre el 61% y el 90% se quedan más o menos
igual), bien directamente con transferencias o indirectamente con servicios
públicos. Cada inmigrante que llega a una economía avanzada y se coloca en
el 60% de menor renta (es decir, casi todos excepto los de muy alto nivel
de capital humano) tiene un valor añadido negativo para el estado del
bienestar. Sí, los inmigrantes te generan flujo de caja positivo hoy para la
seguridad social (pagan cotizaciones), pero en el futuro hay que pagarles una
pensión y una sanidad pública. En Dinamarca lo han contabilizado con
detalle y, efectivamente, traer inmigrantes les sale a perder (…) La
inmigración no parece ser la solución de casi nada; países como Canadá o
España, que han traído muchos inmigrantes desde 1990, han crecido menos que
Japón en términos de PIB por adulto en edad de trabajar. Simplemente, hay más
trabajadores en Canadá y España, con lo cual el PIB total crece más, pero el
PIB por adulto en edad de trabajar no crece más (…) Los japoneses, a pesar de
los millones de artículos en la prensa occidental criticándoles por no permitir
inmigrantes, lo han entendido mucho mejor que nosotros”[3].
España y Canadá, han alardeado de aumentos en el PIB, gracias a
haber admitido millones de inmigrantes, sin embargo, no se ha traducido en
generación de riqueza, ni en mejora del estado del bienestar. ¿Cómo podría ser
de otra forma si de los 8.000.000 de inmigrantes que viven en España,
solamente trabajan y cotizan a la seguridad social, casi siempre por las
franjas salariales más bajas, apenas una 2.500.000? Lo peor –y lo que
demuestra que, en España, el gobierno todavía actúa con frivolidad en materia
de inmigración masiva– es que la ministra de Inclusión, Seguridad Social y
Migraciones, Elma Saiz, fue la que ofreció estas cifras, reconociendo luego que
¡ignora a qué se dedican los 5.500.000 que están en España pero que no
trabajan…! Así se entiende perfectamente porque el resto, o bien está
obligado a vivir de subvenciones y subsidios, o bien se vincula a medios de
vida ilegales, o bien además de subsidios genera trabajo negro y así se explica
problemas tan diversos como la subida del precio de los alquileres en el mejor
de los casos y la oleada de “okupaciones”, sin precedentes en la historia
mundial o la oleada de violencia contra la mujer. Como para que luego el ex ministro
José Luis Escrivá, hoy director del Banco de España afirme con una seriedad
pasmosa que todavía España “necesita entre ocho y nueve millones de inmigrantes
hasta el 2050” (¡!)[4].
Así pues, la
pregunta sigue en pie: ¿por qué inmigración? La respuesta es mucho más
sencilla de lo que imaginaba Camus y los teóricos del Gran Reemplazo. Si
nos fijamos en el caso español (que no reproduce sino tardíamente lo que otros
países de Europa Occidental ya había realizado con treinta años de
anticipación), lo habitual es que la izquierda admita inmigración, cuanta más
mejor, y que la derecha, por lo general, tienda a controlarla algo más. Esto da
la respuesta al enigma: desde los años 80, la clase obrera europea –que aportaba
el grueso del voto de izquierdas– o bien ha ido desapareciendo barrida por la
globalización y las deslocalizaciones, o bien ha ido adoptando valores propios
de la derecha, no solo porque su proceso de aburguesamiento y mejora en sus
condiciones de vida era evidente, sino también porque, poco a poco, las
propuestas de la izquierda en materia de “ingeniería social”, especialmente a
partir del inicio del milenio, han ido chirriando cada vez más en sus oídos.
Esto ha generado un retroceso electoral de las izquierdas y un cambio en su
electorado: hoy, la clase obrera apenas vota a opciones de izquierdas; los
huecos que ha dejado se han visto sustituidos por funcionarios de ONGs
subsidiadas, por profesionales de orientación “progresista” y, especialmente,
por “nuevos europeos”, esto es por inmigrantes naturalizados. En otras
palabras: cuantos más inmigrantes lleguen a Europa, más posibilidades tiene la
izquierda de sobrevivir a corto y medio plazo.
Por eso las
izquierdas, mirando a su propio futuro electoral, han intentado encontrar un
“nicho de sustitución” y lo han encontrado en las masas procedentes de África y
del mundo islámico. Así pues, podemos hablar con más propiedad de un “gran
reemplazo de electorado” que de un “gran reemplazo de población”: si este último es la
consecuencia, la búsqueda de un electorado de sustitución ha sido el elemento justificativo
y el desencadenante real. Algo fácil de demostrar sin recurrir a teorías conspirativas.
Hemos dicho que la izquierda ha encontrado una solución para sus
carencias electorales a corto y medio plazo. A largo plazo, cuando, a partir
del 2050, los grupos halógenos sean mayoría en muchos países, el problema habrá
variado radicalmente: los “nuevos españoles” habrán organizado partidos
propios, dispondrán de un programa propio y ya estarán en condiciones de
obtener la mayoría e introducir reformas constitucionales (en el mejor de los
casos) o imponerse mediante la yihad. A los dirigentes de la izquierda
europea les quedará el dudoso orgullo de haberles abierto ese camino.
[1] Cf. León Klein (seudónimo de Ernesto Milá), Marruecos, el enemigo del
Sur (Editorial PYRE, Barcelona, 2003) y León Klein, Marruecos, la
amenaza (Editorial PYRE, Barcelona, 2004), en donde puede encontrarse
suficiente información sobre la “guerra de baja cota” contra España.
[2] Datos extraídos de diversas fuentes, entre ellas: León Klein, El libro
negro de la inmigración en España, PYRE, Barcelona, 2003, diversos artículos
publicados en el blog info–krisis (http://info–krisis. Blogspot.com) y
https://gaceta.es/espana/regularizacion–de–inmigrantes–una–vieja–costumbre–del–psoe–y–del–pp–que–hoy–es–patrocinada–por–la–agenda–2030–20240415–0600/
[3] Idem.
[4] https://www.elmundo.es/economia/macroeconomia/2018/10/04/5bb5f351e2704e030b8b 45f1.html
El “Gran Reemplazo”, la realidad convertida en teoría conspirativa (1 de 4)
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