INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

jueves, 1 de agosto de 2024

UN PSICÓPATA, UN COBARDÓN Y UN TRAGALDABAS o LA ESPAÑA (Y CATALUÑA) IMPOSIBLE

Alguien se ha vuelto loco en La Moncloa. Y no hace falta señalar quién. Sánchez, en sus desesperados intentos de mantenerse en el poder unas semanas más, con su tozudez para negarse a reconocer lo inevitable (que él no manda, mandan los que le aportan votos para mantenerlo en la poltrona), con su falta de visión de Estado que siempre le ha caracterizado, firmó unos acuerdos con ERC con la intención de llevar a Illa a la presidencia de la gencat, ACUERDOS IMPOSIBLES DE CUMPLIR. Y todo esto merece algunas reflexiones sobre cómo se ha llegado hasta aquí y cómo podrá evolucionar en el futuro.

LA “ECUACIÓN PERSONAL” DE SÁNCHEZ

Los psicópatas tienen tendencia a jugar a la ruleta rusa (incluso con el cañón apuntando a todo un país). Y, como todos los que practican este “deporte”, antes o después, ocurre lo inevitable: se vuelan la tapa de los sesos (o nos la vuelan a todos, dinamitando la convivencia). Sánchez ha venido dándole al gatillo con frecuencia en el último año. Los rasgos clínicos del “perfecto psicópata”, según los manuales de psicología son cinco: encanto superficial, ego desmesurado y llevado al extremo, falta de empatía y comportamiento manipulador, tendencia sistemática a mentir y carencia de sentimiento de culpa o de remordimiento. No lo digo yo, que lo dice cualquier web de psiquiatría, en una descripción que más parece un retrato goyesco del presidente del gobierno. Y es importante recalcar que la ciencia no ha encontrado remedio alguno a esta malformación psicológica: o se les encierra o siguen haciendo daño hasta que mueren.

Y sus esclavos, esos ministros que ha incorporado a su gobierno, no por su eficiencia, sino por su actitud sumisa a sus designios, incapaces de chistarle ni de advertirle de las consecuencias de sus actos lo saben: saben que, si aplauden tímidamente o no aplauden sus intervenciones en el congreso, Sánchez no se lo perdonará. Saben que, si no salen en tromba en defensa de Begoña, su cargo corre peligro. Saben que, si no aceptan decir hoy justo lo contrario de lo que dijeron ayer, todo por seguir la tortuosa línea de Sánchez, pueden caer en el ostracismo dentro del gobierno. Lo más terrible de estar cerca de Sánchez es que sus ministros y colaboradores conocen como nadie su malformación mental; les paga bien, les deja cometer cualquier abuso (mientras no salga a la superficie) y ellos mismos saben que carecen de futuro más allá del pedrosanchismo.

En cierto sentido el gobierno de Sánchez aplica el “principio de Peter” sobre los distintos niveles de incompetencia, llevándolo a su límite. Un incompetente -Sánchez lo es, además de psicópata- siempre busca crearse un entorno a su servicio, compuesto por personalidades aún más incompetentes para evitar que puedan hacerle sombra. Y esto explica porqué en la actualidad el PSOE tiene un problema: el partido, como tal, ha desaparecido, tiene tantos afiliados como cargos públicos: eso no es un partido, es, más bien un sindicato de barrigas agradecidas, todo lo que no es pedrosanchismo, se sitúa en los márgenes y la sigla ha llegado a un punto en el que ni siquiera se puede plantear quién es el “delfín”, el sucesor, cuando ocurra lo que inevitablemente ocurrirá antes o después.

Lo que llevó a Sánchez a La Moncloa no fue su credibilidad política (había sido el eterno derrotado. Había dimitido como secretario general del PSOE en 2016, en 2003 había sido el candidato número 23 en la lista a las municipales de Madrid, pero solo salieron elegidos 21 socialistas: la dimisión de Elena Arnedo hizo que, finalmente, el derrotado, pudiera entrar como concejal. En 2008 se repitió un escenario parecido: se presentó a las elecciones generales por Madrid sin obtener escaño, pero cuando Pedro Solbes renunció al suyo, Sánchez le sustituyó como diputado. En las generales de 2011 es el candidato undécimo por Madrid… pero su maldición se repite y el PSOE solo obtiene nueve diputados en esa circunscripción. Y nuevamente, una renuncia -ahora la de Cristina Narbona- le lleva al terciopelo parlamentario), sino el “encanto” que destilaba. Ese encanto superficial, propio del buen psicópata tal como lo describen los estudios clínicos, que encandila a abuelas, gays, muchachas casaderas y madres de familia. Un encanto que, pronto se diluye, cuando ya es demasiado tarde.

Tras Rubalcaba, el PSOE se encontraba en una crisis interior: Sánchez consiguió los avales necesarios y se enfrentó a Eduardo Madina (un pobre diablo al que ETA había volado una pierna y que poco después del atentado “perdonó” a los terroristas y les instó a negociar "por la paz y la convivencia" que es como invitar a un chocolate con churros al mena que acaba de expoliarte) y a Pérez Tapia (uno de los últimos catedráticos universitarios que le quedaba al PSOE, un progre convencional, que siempre había coqueteado con la izquierda del partido y que terminó rompiendo el carné del PSOE en 2018). Los delegados socialistas votaron a Sánchez a la vista de que los otros dos candidatos tenían un perfil poco atrayente para el electorado (Pérez Tapia era una marxista “de los de antes” y Madina la fotocopia reducida de ZP). Así que Sánchez se hizo con el control del “aparato”. Jugaría a presentarse como “chico bien”, pulido, dialogante, mediático. Siendo el candidato número 1 en las elecciones generales de 2014, resultó inevitablemente elegido y fue nombrado “jefe de la oposición”. Sin embargo, dos años y tres meses después de ser elegido por los militantes, el 1 de octubre de 2016, perdió una votación para celebrar un congreso extraordinario, por 132 a 107, su ego no lo resistió y presentó su dimisión. En la asamblea hubo gritos, llantos, llamamientos patéticos y no faltaron maniobras de baja estofa. La línea ya entonces adoptada por Sánchez de pactar con nacionalistas, etarras, independentistas y extrema-izquierda, no era querida por más de la mitad del partido. Sánchez, además, había perdido las elecciones que tuvieron lugar ese año y su cuota de diputados era la más baja de su historia: 85.

A pesar de que luego consiguió recuperar el control del "aparato", lo cierto es que, la situación que se dio en aquel momento, es, más o menos, similar al que se da ahora: una oposición a Sánchez (entonces dirigida por Susana Díaz) apoyada por las federaciones de Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía, con apoyos en Aragón y una facción favorable a Sánchez apoyada solamente por Cataluña y Asturias. Si bien en aquella ocasión la victoria fue de Susana Díaz, posteriormente, y dado el escándalo de los ERE, no podría sacar partido. Sánchez intentó integrar a sus partidarios y el 21 de mayo de 2017 Sánchez ganó las primarias del partido (por un apretadísimo 50’2% retomando así la secretaría general del partido.

A partir de ese momento, la sigla “PSOE” desaparece en la práctica de la vida pública como opción colectiva, siendo sustituida por “PS”, “Pedro Sánchez”, una opción personal. Hoy, podemos preguntarnos, si en el post-pedrosanchismo, el PSOE estará en condiciones de superar esos años en los que, prácticamente toda su militancia, ha renunciado a tener una opinión propia a cambio de la posibilidad de verse favorecidos por la varita mágica de Sánchez.

El encanto superficial del psicópata, lo hemos dicho, siempre se diluye pronto. Los que están cerca de él entienden que su “voluntad de poder” no es en beneficio de lo colectivo (la sigla “PSOE”), ni, por supuesto, del país que pretende dirigir, sino de él mismo. Aprenden, así mismo, que su ego desmesurado y llevado al extremo no acepte instantes de duda o de vacilación: si un cargo socialista quiere permanecer en el poder, debe ser el más rápido twiteando el apoyo al líder en redes sociales, retrasarse, manifestar alguna duda puede suponer ser relegado al ostracismo. El “equipo” de Sánchez sabe perfectamente de su falta de empatía y de su comportamiento manipulador, han experimentado ellos mismos el alcance de su tendencia sistemática a mentir y saben que carece por completo de sentimiento de culpa o de remordimiento. No vayamos a olvidar ahora a los afectados por la erupción volcánica de La Palma en 2021. Sánchez se desplazó allí para anunciar a los afectados todo tipo de beneficios para la reconstrucción de sus hogares… tres años después, todo sigue igual, con los afectados en barracones y las promesas sin cumplir (y 7.000 inmigrantes ilegales albergados en hoteles de lujo). Es solo un ejemplo de la personalidad de Sánchez, “nuestro” presidente del gobierno.

EL PSICOPATÓN Y EL COBARDICA

El resultado de las elecciones autonómicas catalanas de 2024 (véanse artículos: Recta final en Cataluña: la banda de los tres en cabeza, El comportamiento electoral de los “nuevos catalanes” y Elecciones catalanas: otra prueba de que el sistema ha encallado), contribuyó a enturbiar aún más la situación política de Pedro Sánchez. El PSC había vencido presentando un candidato pálido y tristón, “el ministro de la pandemia”, con flema como único mérito y cuyo nombre revolotea judicialmente en el entorno de la red del “Caso Koldo”. En realidad, Illa no venció tanto por sus méritos, como por la estrategia de compra del voto de los “nuevos catalanes” (inmigrantes naturalizados) y por los errores y la pérdida de iniciativa del independentismo. La derecha estatalista, por el contrario, subió incontestablemente a pesar de no presentar un frente común. Cataluña se había convertido en ingobernable… pero había un partido que había obtenido más escaños: el PSC. Le correspondía, pues, formar gobierno.

¿Con quién? El comparsa habitual del PSC en Cataluña era, tradicionalmente, ERC. Ambos partidos que se autosituaban a la izquierda del mapa político, ambos aceptando la Agenda 2030 y con la misma política ante la inmigración masiva, ambos odiando a la derecha. Pero, el problema era que el gobierno de Sánchez en Madrid se sostenía durante un año apoyado por los siete votos de Junts. Y el inmenso problema insuperable era que ERC y Junts, simplemente, se odian: allí donde esté uno, allí lo boiteará el otro y viceversa. No es que haya diferencias de programa notables entre ellos, es que se odian desde los tiempos en los que el “procés” quedó como lo que era, una mala broma de unos independentistas que habían confundido fantasías con la realidad. Siempre, en estos casos de iniciativas políticas alocadas que quedan frustradas, sus protagonistas se obstinan en liberarse de haber cometido cualquier error, arrojando las culpas sobre alguno de sus aliados circunstanciales. Y el ridículo que dejó el “procés” fue mayúsculo: desde el absurdo de crear comisión de desenganche aun antes de conocer el resultado del referéndum, hasta la utilización masiva de los medios de comunicación oficiales de la gencat para promover la independencia, redacción de una constitución catalana, hasta las “casas regionales” catalanas convertidas en seudo-embajadas… Por no hablar de la “república catalana” que “queda proclamada”, para 9 segundos después declararla “en suspenso, para negociar”. Cataluña, de nuevo historia se convirtió, gracias al nacionalismo independentista en pura irrisión internacional (hace casi 100 años lo había sido con la ridículo conspiración de Prats de Molló y en 1934 con la asonada de Companys). Aquello modificó el ADN de los “hermanos separados”, Junts (exCDC) y ERC.

Para el PSC había que resucitar aquella coalición tradicional con ERC. Negociar con Junts suponía que Illa no sería “honorable”. Y aquí, hace falta realizar una interpretación de las actitudes de las partes. Sánchez pensaba que Puigdemont se satisfaría con la “ley de amnistía”. Pero, el problema de esa ley, era su redactado, que podía ser recurrida y que, como se ha visto, no englobaba todos los delitos, confirmaba a Junts que Sánchez era un tramposo: firmaba algo que luego se iría diluyendo en el tiempo, a cambio de un apoyo aquí y ahora. De ahí que Puigdemont quisiera volver a Cataluña como “honorable” y rechazara cualquier otra opción. Para Puigdemont, el sacrificio de Illa era justo y necesario: a fin de cuentas, él era el “nostre president” que se había tenido que exiliar y cuya inocencia reconocía la “ley de amnistía”, por tanto, debía de volver a su puesto que traumáticamente le arrancó Rajoy y sus “piolindos” primero y luego la “lawfare”…

El PSC, como hemos dicho, era partidario de negociar desde el principio, sólo con ERC. Se decían que, a fin de cuentas, Puigdemont es un cobarde entre los cobardes y que, a la hora de la verdad, seguiría apoyando a Sánchez en el parlamento de Madrid, a sabiendas de que cualquier cosa que viniera después podría ser peor para él. A pesar de que el PSC abofeteara a Puigdemont en la cara negociando con ERC y formando gobierno con este partido, no piensan que Junts tenga el valor de romper su apoyo a Sánchez en Madrid y forzar nuevas elecciones. El tiempo dirá quién tiene razón. Ésta es, al menos, la opinión de Sánchez y del PSC.

ERC Y LA DIRECCION DE LOS TRAGALDABAS

Las últimas reuniones de la dirección de ERC parecen un anuncio de denuncia de malos vicios alimentarios. Demasiadas barrigas cerveceras, signos de auténticos trastornos alimentarios, sobredosis de colesterol y poca actividad deportiva, nada de vida sana, en lo que se refiere a “ellos”. En cuanto a ellas, todas tienen al aspecto de la “tieta” que existe en toda familia catalana, una especie de matriarca en la sombra que hace y deshace a su antojo para orientar a sus sobrinitos en la dirección que a ella le interesa. Tragones unos, manipuladoras otras. Así está el patio en ERC, partido sumido, además, en una de sus habituales crisis cíclicas, con la diferencia de que esta vez no es la sigla la que baja, sino el ideal que representa, el independentismo, el que muestra su inadecuación creciente a los tiempos modernos. A lo que vamos…

Evidentemente, a Illa le resultaba mucho mas fácil negociar con ERC que con Junts. ERC no le iba a plantear el tema de la inmigración, en la que ambas partes están de acuerdo (Junts tiene, por el contrario, el problema de la fuga masiva de votos en dirección a la Orriols, alcaldesa de Ripoll, contraria a la presencia de inmigrantes en Cataluña). Ni las políticas lingüísticas, dado que el PSC siempre ha tenido la manía desde Maragall, de tratar de adelante a ERC compitiendo con ellos en nacionalismo. Y, además, era más fácil negociar con ERC que no aspiraba a situar a ninguno de los suyos en la poltrona del “honorable”, a diferencia de Puigdemont que quería el puesto por encima de no importa quién.

Y negociaron. La negociación, según las partes, ha sido, “larga y complicada, pero al final han llegado a un acuerdo”… Error: la negociación ha sido muy simple. Se ha retrasado hasta agosto para que la noticia llegara a la opinión pública en período vacacional. La negociación ha consistido en que el PSC ha pregunta a ERC: “¿Qué queréis?” y ERC ha contestado: “Lo queremos todo”. Y el PSC ha respondido: “No hay problema”. A esto se ha reducido en la práctica, por mucho que los “tabloides digitales” que apoyan al pedrosanchismo la hayan revestido de épica y dramatismo.

En la negociación se han juntado, el trilero, Sánchez, y el tragaldabas, Junqueras. El trilero tiene como lógica de comportamiento el engaño y los tragaldabas la ambición de querer saciarse, aunque solo sea mentalmente. Al primero le cuesta poco satisfacer la ansiedad de consumo alimentario de los segundos. Total, una vez más, se trata de aceptar dar a largo plazo algo que no se sabe si se podrá dar, a cambio de apoyar a Illa aquí y ahora.

La cuestión es: todo lo que los “validos” de Sánchez han firmado (el concierto económico, selecciones deportivas propias, las embajadas propias, los puestos en los organismos internacionales, etc, etc, etc.) ¿es constitucional? ¿puede ser aceptada incluso por los barones de su propio partido antes de que todas las regiones pidan lo mismo? ¿y por otros partidos que lo sostienen en Madrid? ¿soportará alguna de estas pretensiones su transformación en leyes orgánicas en el congreso de los diputados?

Algunos “tertulianos de sobre” y diputados socialistas han afirmado que, con estas medidas, España se convierte en un “Estado Federal”, tal como incluía el PSOE en su programa… En realidad, no. En realidad, de aprobarse esta medida, la gencat -que no Cataluña- se situaría en la puerta de salida del Estado a un solo paso de la independencia que excluiría a más de la mitad de los residentes en Cataluña. En otras palabras: lo que fracasó con el malhadado “procés”, lo que se convirtió en una pérdida de votos desde 2017 para el independentismo, tanto en sus distintas siglas como en su conjunto, lo que generó carcajada universal, Pedro Sánchez lo ha concedido solamente para colocar al “ministro de la pandemia” al frente de la gencat durante unas semanas y poder alardear de un "éxito" de su política... Sánchez es hijo putativo (en el sentido del término definido por la RAE y también en el sentido malsonante de la expresión) de ZP. Si éste convirtió la derrota de ETA en victoria gracias a la negociación con un enemigo ya vencido y desmantelado policialmente, derrotado, infiltrado, traicionado por su propia cúpula, Sánchez ha dado al “procés” todo aquello en lo que había fracasado, salvo en la independencia nominal.

Los tragaldabas de ERC, parecen haber picado. Quieren que las próximas horas que se aproximan para su partido y se presumen como bajas-bajísimas, les cojan con algo de patrimonio en los bolsillos. Ya se valora incluso quien estará al frente de la nueva “consellería de promoción del catalán” que promete ser el puesto de trabajo de por vida de muchos afiliados al partido. Hay que alimentar a tanta barriga cervecera. Los que conocemos la historia de ERC sabemos que vivir a costa de la gencat es su aspiración y lo que consideran más normal desde los tiempos de Macià.

EL PSICÓPATA, EL COBARDICA Y LOS TRAGALDABAS: MALA COMBINACIÓN

El problema del “Estado Español” es que cada vez es menos “Estado” (como ya hemos dicho, en otra ocasión la raíz etimológica de “Estado” y de “estabilidad” son la misma y la existencia de un “Estado” presupone la idea de una estabilidad cada vez más alejada de la política española y, por supuesto, de la catalana) y cada vez menos “Español” (los acuerdos PSC-ERC nos dicen que se ha instaurado, sin habernos enterado y sin que nadie nos haya consultado, un “federalismo asimétrico”).

No hay que alarmarse mucho: difícilmente, los acuerdos ERC-PSC superarán los trámites parlamentarios y su conversión en leyes y, mucho más difícilmente aún, superarán la prueba del tribunal constitucional (que, por mucho que Sánchez se lo haya trabajado, todo tiene un límite, incluso para un señor magistrado que tiene que preparar la sentencia imposible) y la sensación de Puigdemont de que, una vez más, alguien le ha tomado el pelo. En lo que a ERC se refiere, veremos como queda ante su parroquia después de haber “arrancado” todo (y a la vez, no haber obtenido nada más que algunos puestos de trabajo para sus afiliados), al gobierno más corrupto y débil de la historia de España, un apoyo puntual a Illa aquí y ahora, a cambio de promesas a cumplir en el futuro que son como realizar brindis al sol…

La sensación que da es que Sánchez ha tomado la medida a los independentistas: aceptan el "vótame hoy y te lo doy todo mañana"… a pesar de intuir que en ese “mañana” surgirán "indecibles problemas" que impedirán cumplir la promesa

El sistema ha dejado de funcionar. Esa es la triste realidad. No nos engañemos: nunca funcionó, desde 1978, la democracia de manera aceptable en España (ahora que Alfonso Guerra se ha vuelto un corderito razonable dentro del socialismo, ¿vamos a olvidar que la corrupción empezó en aquellos años y en su entorno familiar o que RUMASA fue expoliada para repartirla "entre amigos"?). El problema es que, ahora vamos de inestabilidad en inestabilidad y tiro porque me toca: ni siquiera en un futuro sin Pedro Sánchez la política española se clarificaría (en primer lugar porque el PSOE es una especie que, de momento, solamente en Cataluña y Asturias, no está en vías de extinción, en segundo lugar porque no hay nadie con relieve suficiente en este partido para sustituir a Sánchez y, finalmente, porque los partidos del Grupo de Puebla (entre los que se encuentra el PSOE, Sumar y Podemos) van cayendo como moscas allí en donde se celebra una elección. En un par o tres de años no van a gobernar ni una comunidad de vecinos.

Los protagonistas de esta historia, un psicópata, un cobardón y un tragaldabas, no constituyen el único drama en la historia de la España de 2024: además, tenemos a un “líder de la oposición”, hoy operado de desprendimiento de retina, con el mismo carisma de un mejillón de lata, que sigue repitiendo que su opción de coalición es el PSOE; por no hablar de lo que queda de Podemos (un atajo de niñatas loquitas y hombre deconstruidos) y de Sumar (en el que cada parte -el PCE, Izquierda Unida, Equo, Verdes, Mas Madrid, etc, etc, etc- va por su parte y atribuye a las demás los fracasos de la sigla). 

Esta historia, definitivamente, no puede tener buena salida. Después de cuarenta años de selección a la inversa, el sistema, repetimos, ha dejado de funcionar: los más preparados, los más capaces, han abandonado la política y se han orientado hacia el sector privado. La clase política ha ido degenerando más y más en todos los partidos: en el centro-derecha y en el centro-izquierda, en el nacionalismo y en el independentismo, en cualquier partido, se han quedado los que solo tenían la posibilidad de prosperar mediante la astucia, el cinismo, el oportunismo sin principios, hábiles en maniobras rapaces y quiebros circenses, usuarios abonados a la capacidad para mentir y otras cualidades propias del príncipe de Maquiavelo, mientras que los que aspiraban a ser fieles a un proyecto político -sea cual fuere- se han ido a su casa por no estar dispuestos a medirse en el circo de bajeza moral y ausencia de ética en la que se ha convertido la política.

Y cuando ocurren esas cosas, es cuando vuelve a ser necesaria la presencia del “cirujano de hierro", pedido tantas veces en la historia reciente de España, con capacidad, fuerza, convicción y apoyos suficientes como para resetear el sistema político. Porque, no nos engañemos: eso y no otra cosa es el remedio a los males de este país.