LA SITUACIÓN EN
EL COMIENZO DE LA SEGUNDA LEGISLATURA DE PEDRO SANCHEZ
A parte de la
breve aventura de Plataforma per Catalunya que tuvo cierto impacto localizado
en aquella región, pero que supuso un fracaso absoluto y reiterado en su
intento de transferirse a otras zonas del Estado, tan solo España 2000 logró
algunos concejales en la Comunidad Valenciana que nunca estuvieron en
condiciones de asentar un sólido movimiento político. En cualquier caso, estos pequeños éxitos, se debían al aumento
de la inmigración masiva que se había producido a partir de 1997 cuando José
María Aznar entreabrió las puertas a la inmigración.
En el momento en
que estallan las bombas del 11-M en España existían, entre legales e ilegales,
en torno a tres millones de inmigrantes. Solo dos años después, con la
“regularización masiva” de 2004 y la política de “puertas abiertas” de
Rodríguez Zapatero, el número había crecido a 6.000.000 y ya estaban imprimiendo
graves desajustes en la sociedad española. Durante la crisis económica de
2008-2011, a pesar de ser público y notorio que existían 6.000.000 de parados
en todo el Estado, siguieron llegando inmigrantes y lo que era aún más
preocupantes: eran ellos los que aportaban las cifras de crecimiento
demográfico. A pesar de que, tanto los
gobiernos del PP como del PSOE se han preocupado de arrojar un tupido velo
sobre el número de nacidos fuera de España o de hijos de nacidos fuera de
España que están presentes en los distintos campos de la sociedad española, es
seguro que no son menos del 25% del total de la población y, según algunas
estimaciones, están próximos al 30%. Y si bien es cierto que, al menos,
hasta la crisis económica de 2008-2011, la mayoría de inmigrantes venían a
España a trabajar, también era -y sigue siendo cierto- que la mayoría de
delincuentes proceden del extranjero. La sospecha -muy razonable, por otra
parte- es que, después de que los medios de comunicación de todo el mundo
publicaran que España era uno de los países más afectados por la crisis
económica, esto no disminuyó el número de llegadas, sino que las aumentó: el
“efecto llamada” y la idea de que en España, el inmigrante ilegal empezaba a
recibir ayudas, dinero, subsidios, becas, alimentos, roma y subvenciones
prácticamente sin límite -para las mentalidades africanas- se convirtió en la
gran motivación para llegar a España y, por extensión, a Europa Occidental.
A partir de ese momento, la extrema-derecha
tenía un caballo de batalla que había dado buenos resultados en Europa y que,
incluso, en España, parecía prometedor. Pero, para eso era preciso, como ya
hemos visto, que existiera:
1) liderazgo,
2) un movimiento
capaz de definir objetivos y estrategia,
3) que fuera
capaz de dotarse de recursos (que derivaban de que consiguiera, especialmente,
credibilidad y éxitos) y
4) que existiera
una “masa crítica” de cuadros y militantes capaz de impulsar el trabajo
político (a lo que solamente podía llegarse mediante alianzas, fusiones o
integraciones de los grupúsculos, en una estructura unitaria mayor).
Ninguna de estas circunstancias se dio. Y
fue así como, a pesar de que cada semana que pasaba, la situación del país, se
convertía en un caldo de cultivo cada vez más favorable para la irrupción de un
movimiento de extrema-derecha centrado en el anti-inmigracionismo y en la
reconstrucción nacional, en la defensa de la sociedad y en la lucha por la
identidad española, la extrema-derecha seguía recluida en sus locales,
estableciendo fronteras entre grupúsculos y sin posibilidad de ejercer una
función política real. Sin embargo, ese movimiento no irrumpía y, finalmente,
lo hizo VOX en el área “populista”.
Fue así como se
llegó a la segunda legislatura de Pedro Sánchez y a la conmoción que supuso el
conocer que se disponía a gobernar gracias al apoyo de casi una decena de
formaciones políticas inconexas y contradictorias que han sido definidas como
“la No-España”. La ira que generó, no solo el que un partido que había perdido
30 diputados y las elecciones como la totalidad de sus aliados (desde Podemos
hasta Junts y desde el PNV hasta ERC) fueran quienes gobernasen acentuando las
tendencias más deletéreas del anterior gobierno Frankenstein 1.0., cristalizó
en diarias manifestaciones frente a la sede socialista de Ferraz. Por un momento, dio la sensación de que se
estaba produciendo un “movimiento de los indignados” de sentido contrario al
que tuvo lugar en los momentos más duros de la crisis de 2008-2011.
Personalmente,
recuerdo de esos días que era diario el que varios periodistas, amigos o no,
nacionales y extranjeros, incluso licenciados en derecho que estaban elaborando
alguna tesis sobre la extrema-derecha me preguntasen si este movimiento de
protesta iba a desembocar en “algo”. Al acabar la primera semana de protestas,
parecía que el movimiento estaba creciendo y redacté unas líneas que envié a
algunos amigos para sondear la posibilidad de trabajar para que “algo”
cristalizara, en la medida en que, cada día, el movimiento se extendía y estaba
en el punto de mira de todas las cadenas de información.
En mi opinión era necesario que los distintos jefes de
los grupúsculos que allí coincidían se reunieran y acordaran la formación de un
movimiento unitario de regeneración nacional. Por una vez se había roto el
cerco informativo: la prensa mundial estaba pendiente de lo que parecía la
desembocadura lógica de un movimiento de protesta, especialmente, cuando el PP,
incluso, se veía arrastrado y decidía convocar tres manifestaciones masivas.
Además, ante la cueva de Ferraz se habían concentrado grupos y sectores muy
diversos de la sociedad en torno a una opinión unánime: los pactos de Pedro
Sánchez, la política de “poder ante todo” del PSOE, la ausencia de sentido de
Estado, de principios del PSOE y la rapacidad de sus nuevos socios -Puigdemont
se jactaba desde el primer momento de ironizar: “Haremos que Sánchez mee
sangre”, había dicho-, justo en un momento en el que la economía europea tendía
a la ralentización, previa a la paralización y a la regresión, cuando miles de
africanos sin formación profesional, movidos por el aliciente de los subsidios
acababan de llegar a Canarias y eran, clandestinamente, distribuidos a los
hoteles de 4 estrellas de la península y parte del propio electorado socialista
mostraba su repulsión a la política de alianzas del pedrosanchismo, mientras
que la derecha estaba descolocada y sin reaccionar a su victoria pírrica
electoral…
Era el momento óptimo para que los
dirigentes de los grupúsculos de extrema-derecha salieran de sus pequeñas
capillas y, por primera vez en cuarenta años, entendieran que “la hora había
llegado”, que los pactos de la transición ya no estaban en vigor para ninguna
de las partes, que la revuelta contra el sistema era por primera vez en décadas
era posible y que, junto a un bloque de la derecha, podía constituirse una
vanguardia organizada, una punta de lanza contra el pedrosanchismo,
especializada en las acciones de protesta en las calles, en los barrios y en
las escuelas.
Hubiera sido
fácil aquella primera semana de protestas ante la cueva socialista. En
principio, bastaba con que existiera
“voluntad”. Luego, claro está, era preciso que esa voluntad de construcción de
un “movimiento político” estuviera acompañada de lucidez de liderazgo, de
imaginación y de visión de futuro. Y todo esto fue lo que faltó. A fin de
cuentas, las manifestaciones de Ferraz solo indujeron a estos grupos a ver
quién era capaz de llamar más la atención y de llevar la pancarta más grande.
OTRA OPORTUNIDAD
PERDIDA
Tras la primera
semana de protestas ante Ferraz y a la vista de los espacios que dedicaban los
medios de comunicación, me planteé la posibilidad de enviar a las direcciones
de los grupúsculos una circular en forma de manifiesto político, con unas notas
previas indicando que eran dueños de utilizar el documento como quisieran (llevo
más de 10 años alejado de cualquier actividad política y no tengo ni la más
mínima intención de lanzarme de nuevo al ruedo: si puedo ayudar, ayudo; eso es
todo).
¿Por qué un documento político? Es simple
de explicar: un documento político refleja un análisis y unas intenciones. Es
bastante más que una pancarta. Una pancarta, la ocupación de una calle, unas
banderas al viento, siguen siendo mero tacticismo, o si se prefiere,
instrumentos de “agitación”. Un documento político, en cambio, es un
instrumento de “propaganda” que es necesario situar en el arranque de cualquier
iniciativa política.
El gran problema de la extrema-derecha
española es que ha dejado de producir documentos políticos y los pocos que
podrían considerarse así, contienen visiones muy desenfocadas, extremadamente
limitadas e, incluso, “retro” (en esos mismos días, un querido amigo, me
envió un documento político de 50 puntos esquemáticos firmado por un grupúsculo
en el que la idea central era la “liberación nacional”, idea que en los años 60
y 70 hubiera podido ser pertinente, pero no ahora, cuando el problema de la
“liberación nacional” es uno más de los que España tiene acumulados; podría
darse que España fuera “libre” y soberana y, sin embargo, que su sociedad
siguiera siendo tan decadente como lo es hoy…). Y cualquier periodista y/o comunicador, cuando está ante una nueva
realidad política pide un “documento” en el que se le explique el análisis que
ese movimiento hace del momento político y qué propuestas realiza. Si ese
documento político falta, es seguro que el alcance de ese movimiento será
limitado y una vez desaparezca de la primera fila de los informativos, nada
quedará de él, salvo el recuerdo de lo que pudo ser y no fue.
¿TIENE FUTURO UNA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA? (1 de 3)
¿TIENE FUTURO UNA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA? (2 de 3)
La situación al comienzo de la segunda legislatura de Pedro Sánchez - Otra ocasión perdida
¿TIENE FUTURO UNA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA? (3 de 3)
Documento al Pueblo Español - ¿Y entonces?