Vayamos por
partes: los medios de comunicación, cuando hablan de “extrema-derecha”, desde
hace años, aluden, en primer lugar, a Vox. No es del todo cierto: Vox sería un
partido “populista” como hay en todos los países europeos, disponiendo de una
cuota de votos variable, pero notable. Le cuadraría también el nombre de
“derecha nacional”. Esto puede dar lugar a confusiones interesadas. Siempre,
quienes atacan a Vox procuran situarlo del lado de los distintos grupúsculos de
“extrema-derecha”. Vale la pena, pues, establecer fronteras y, de paso, confirmar
el estado actual de la “extrema-derecha” española tras las movilizaciones ante
la cueva de Ferraz.
“POPULISMO” Y “EXTREMA-DERECHA”
¿En qué se
diferencia la “derecha nacional” y/o el “populismo” de la extrema-derecha
clásica?
1. En primer
lugar en que los “populistas” tienen
vocación parlamentaria. Existen en la medida en que tienen diputados y
representantes electos en las instituciones, mientras que la extrema-derecha clásica tiende a ocupar espacios extraparlamentarios
y, aunque se presente ocasionalmente a las elecciones, el no obtener cargos
electos es algo que no le preocupa excesivamente.
2. En segundo
lugar, los partidos “populistas” tienden
a admitir e incluir en sus filas, incluso en sus puestos dirigentes, a
liberales clásicos. El ataque al liberalismo, en cambio, figura entre los
hábitos de la extrema-derecha. Esto se traduce en la importancia que dan al
Estado en cada uno de sus programas: la extrema-derecha sigue considerando que
la revalorización del Estado es fundamental, mientras que el “populismo” tiende
a creer que es mucho más importante asegurar la libertad de comercio, si bien
no existe una posición unánime en torno al papel del Estado, la planificación,
o los límites de la libertad de comercio.
3. En tercer
lugar, el “militantismo” es mucho más
fuerte y patente en los grupos de extrema-derecha, mientras que entre los
“populistas” resulta mucho más relajado y, frecuentemente, reducido
solamente a espacios electorales.
4. Entre los grupos “populistas”, una derrota
electoral puede suponer su final, mientras que los grupos de extrema-derecha
tienen ciclos: nacen, crecen, llaman la atención unos meses o años y suelen
entrar en crisis, sin llegar a desaparecer del todo, se transforman, se
fusionan siempre en situaciones de crisis (o para enmascararla) o resisten por
tiempo indefinido, incluso tras haber reconocido implícitamente la posibilidad
de prosperar.
5. Existen solamente dos formas de “populismo”
(la primera, aquella en la que los conceptos liberales de derechas están más
presentes y la segunda, aquella que ignora los planteamientos económicos y se
centra en “antiizquierdismo”, “derecho a la vida” y defensa a ultranza de los
valores conservadores). En cambio, la
extrema-derecha, a pesar de que, en la actualidad, tiene tendencia a no
profundizar en las filosofías políticas -fundamentalmente a causa de la falta
de doctrinarios y estrategas- acepta cuatro orientaciones que pueden definirse
así, de mayor a menor importancia: 1) los identitarios (Hacer Nación) que
fundamentalmente traducen en España las orientaciones de grupos que tienen su
origen en Francia, 2) los “históricos”,
fundamentalmente en torno a siglas falangistas que siguen conservando los rasgos
del movimiento originario de los años 30 en todas sus características (FE-JONS,
La Falange y, en cierto sentido, España 2000), 3) Grupos implantados localmente en forma de círculos culturales y
dedicados habitualmente a realizar charlas en sus locales (Alfonso I,
Cruor, Empel, Casal Romeu, etc) y 4) Un
batiburrillo de grupos que oscilan entre la derecha católica, planteamientos
que hace 30 años eran novedosos y hoy ya no lo son (Democracia Nacional) y la búsqueda problemática de una “izquierda
nacional” imaginaria (Movimiento Pueblo). Así pues, como puede verse, los
planteamientos de la extrema-derecha son muchos y muy distintos.
LA AUSENCIA DE
UN “PROGRAMA COMÚN” DE LAS DERECHAS
Estas cinco
diferencias entre “populismo” y “extrema-derecha” marcan dos espacios bien
diferenciados y con fronteras externas (entre Vox y el magma de
extrema-derecha) e internas (entre los distintos grupos de extrema-derecha y en
el interior mismo de Vox). No vamos a
referirnos a Vox (al que le recomendaríamos, simplemente, que se apresurase a
pactar, incluso para las elecciones gallegas y, no digamos para las catalanas
europeas y catalanas de este año, un PROGRAMA COMÚN DE LAS DERECHAS), pero sí a
analizar el estado de ánimo y las posibilidades de los grupos de
extrema-derecha, tal como están actualmente configurados. (ver artículo: LAS CULPAS DE LA DERECHA)
Vale la pena
recordar que si hoy gobierna en España un cabeza hueca como Carles Puigdemont,
no es gracias a Pedro Sánchez (gran perdedor de las elecciones de julio de 2023
y que pudo levantar la cabeza a costa de vender a plazos el Estado Español),
sino a que las derechas (PP y VOX) se
presentaron desunidas a las elecciones pensando el PP que obtendría la mayoría
absoluta y VOX que esa mayoría sería relativa y Feijóo se vería obligado a
contar con ellos.
El resultado
fue: 1) catastrófico para la derecha que el día después de conocer los
resultados electorales se encontró sin estrategia y confundida, con la
iniciativa perdida, a pesar de que el PP había ganado en las urnas, 2) Desde
entonces, PP y VOX han tendido a aumentar sus diferencias y han menudeado los
ataques y reproches mutuos hasta el punto de que hay que descartar el que se presenten en común en las elecciones autonómicas
de la región catalana (a pesar de que la mayoría de los electores de una y otra
formación política desearían que fuera entonces cuando se estrenara un “programa
común de la derecha”.
LOS PROBLEMAS HISTÓRICOS
DE LA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA
no son todos los problemas de la extrema-derecha, pero, en cualquier caso, son los más significativos
1. IGNORAR EL
LENGUAJE POLÍTICO CONVENCIONAL: CONFUNDIR DOCTRINA Y PROGRAMA
Desde mucho
antes de la transición, incluso desde el período histórico, una característica de la extrema-derecha
española ha sido carecer de estrategia (plan general de acción para la
conquista de un objetivo político). A estos se ha añadido que, incluso en los
textos clásicos de Falange Española nunca estaba claro dónde terminaba el
“programa” (una serie de posiciones políticas que pueden cambiar en función
de las necesidades políticas de un país) y empezaba la “doctrina” (los valores
que defiende un movimiento político y que son inamovibles).
Ni en los “27 puntos”, ni en “Los puntos fundamentales de FE” están claras estas
diferenciaciones, ni la importancia que hay que atribuir a cada cosa (el punto
27, por ejemplo, nació del rechazo de FE-JONS a los manejos de Renovación
Española entre agosto de 1934 y la primavera del 35 que habían conducido al
partido a sucesivas crisis tras su negativa a integrarse en el Bloque Nacional;
y, sin embargo, algo que fue puramente puntual, se ha perpetuado en el
imaginario colectivo falangista, a pesar de que el propio José Antonio trató de
pactar con la CEDA para las elecciones de 1936, participó en una candidatura
unitaria de las derechas en la provincia de Cuenca -en la que él mismo se
presentaba- y terminó reconciliándose con Renovación Española en la primavera
del 36). Ni hoy, ni hace 40, ni hace 60
años, tenía sentido aferrarse a ese punto 27 que formaba parte de un “programa
político” y no era, en absoluto, una “cuestión ideológica”.
Pues bien, esta
confusión entre “programa” y “doctrina”, persiste hoy y redunda negativamente
en el reclutamiento de nuevos militantes que no tienen una idea exacta -y, por
tanto, no la pueden transmitir- ni de lo que propone su sigla, ni de cuál es el
pensamiento de su partido.
2. AUSENCIA DE
UNA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA
En cuanto a la estrategia, simplemente se
ha ignorado su importancia. Falange Española solamente tuvo una estrategia
a partir de la unificación con las JONS (Ledesma defendía la idea de que era
necesario “construir un partido amplio”, tal como puede deducirse de su ¿Fascismo
en España? Luego, cuando decidió apearse de FE-JONS le fue imposible
reconstruir una estrategia, mientras que José Antonio, a partir de la reunión
de la Junta Nacional en el Parador de Gredos (verano del 35) optó por la
estrategia insurreccional. Luego, en la
postguerra, ningún grupo falangista disidente del Movimiento estuvo en
condiciones de definir una línea estratégica que fue más allá de “la unidad”.
Los grupos falangistas llegaron muy debilitados a la transición, permanecieron
a la sombra de Fuerza Nueva y, cuando este partido se eclipsó, ellos también
iniciaron la ruta de la irrelevancia creciente. Todos los intentos de elaborar
una línea estratégica en los años 70 se redujeron a “destellos” en momentos muy
escasos y en torno a los dos “Frentes de
la Juventud” y tenían como eje el golpismo, con la contrapartida de que eso
suponía subordinar la actividad política al “buen” (o “mal”) hacer de los
sectores golpistas del ejército. Cuando la hipótesis golpista se hizo
insostenible (a partir de febrero de 1981), ya no hubo ningún sector en
condiciones de reconstruir una estrategia política y todo, tanto antes como
después de esa fecha, se redujo a mero “tacticismo”.
La extrema-derecha multiplicó en la
transición el uso de “tácticas” (cientos de mítines, decenas de
manifestaciones, millones de carteles y de panfletos, etc), pero si estas tácticas no se encuadran al
servicio de una “estrategia” se produce un fenómeno de dispersión de la acción
política: siempre tienden a orientarse en direcciones opuestas y a
contrarrestarse entre sí. Solo la elección de una estrategia garantiza que
todas las tácticas apuntarán a la misma dirección.
Ya durante la
transición fue evidente que cada sector de la extrema-derecha iba a su aire y
que ni siquiera existía un foro de reflexión y de toma de decisiones. Cada
grupo actuaba independientemente de todos los demás, eran frecuentes los
“robos” de militantes. Existía entre
1977 y 1980 una “moral de victoria” y la sensación de que se “estaba
avanzando”. Sin embargo, se trataba de victorias pírricas, tal como se demostró
el 23-F y más tarde en las elecciones que dieron la victoria a los socialistas
en septiembre de 1982. Desde entonces, la extrema-derecha no ha levantado
cabeza.
3. LA FALTA DE
LIDERAZGO SOLIDOS
En la extrema-derecha -como en cualquier
otro sector político-, los liderazgos o son sólidos o el movimiento se estanca.
Hace falta definir lo que se entiende por un “liderazgo sólido”: es aquel que
aúna cinco condiciones:
1) el líder “sabe” dónde ir y el camino que
hay que seguir, esto es: tiene un proyecto político.
2) el líder confirma su liderazgo gracias
al avance del movimiento. Se entiende por “avance” la ganancia de “peso
político”.
3) el líder, sabe dotarse de un grupo de
cuadros dirigentes con capacidad para asumir tareas de responsabilidad en el
movimiento. Estos cuadros están formados a nivel doctrinal, estratégico y
táctico.
4) el líder demuestra su liderazgo, no
solamente rodeándose de militantes “competentes”, sino que, además, sabe
obtener fondos que supongan carburante para la acción militante..
5) el líder, a través de documentos
políticos, demuestra lucidez y capacidad política, conocimiento doctrinal y
sentido de la oportunidad. Entiende además su tiempo y las necesidades del
movimiento político, así como la fisonomía que debe darle.
Esto ha estado
casi completamente ausente en la extrema-derecha española desde la transición
y, por tanto, ha generado una crisis general en este ámbito político. Al
carecer de liderazgos sólidos (en alguna ocasión, el liderazgo de algunos
grupos ha sido casi un chiste) era imposible que estos movimientos políticos
avanzasen. Sus militantes solían atribuir su falta de éxito a la ausencia de
recursos económicos: pero, aunque estos, como por milagro, hubieran existido,
la falta de liderazgo, unido a la falta de línea estratégica, hubiera condenado
a la esterilidad política la acción realizada. De hecho, Fuerza Nueva “quemó”
decenas de millones en actividad política, compra de locales y esfuerzo de
propaganda con los resultados que todos conocemos.
4. LOS PACTOS DE
LA TRANSICIÓN
A los errores y
a las taras que la extrema-derecha española ha tenido siempre, tanto en el
período histórico como en el franquismo y que fueron heredados por los partidos
ultras durante la transición, se añadió, a partir de 1975, otro elemento que
contribuyó a taponar su crecimiento. En efecto, uno de los motores del a transición política fue Manuel Fraga Iribarne
que, desde el principio sostuvo dos postulados: el futuro de Alianza Popular
(hoy PP) dependía de que no tuviera “enemigos a la derecha” y que para que la
transición contribuyera a unir en un proyecto común a todas las fuerzas
políticas de aquel momento, era preciso que existiera un “malo” al que todos se
opusieran. Lo primera era una aplicación práctica de la idea Cánovas a
principios del siglo XX y lo segundo equivalía a criminalizar de partida
cualquier partido o grupo que, de alguna manera, se sintiera solidario con el
“régimen anterior”.
Fue así como desde el principio de la transición, los
distintos grupos de prensa que contribuyeron a promoverla (Grupo PRISA, Cadena
16 y Cadena Z) dedicaron un elevado porcentaje de sus columnas a lanzar
“revelaciones” (en la mayoría de los casos, falsas y calumniosas y siempre
exageradas) que multiplicaban por mil el “peligro fascista”, incluso en los
momentos en los que ETA asesinaba a una persona a la semana como promedio.
El resultado fue
que, a la propia incapacidad de la extrema-derecha para configurarse como
movimiento político capaz de operar en un marco democrático, se unió un
cinturón de seguridad y una oleada de exageraciones y prejuicios que contribuyó
a aislarla hasta que, poco a poco, se fue extinguiendo a lo largo de los años
80.
A pesar de que
hasta los primeros años del nuevo milenio, las distintas siglas de
extrema-derecha trataban de presentar listas electorales en distintas
elecciones (existía la presunción de que si se lograba un éxito en las
elecciones europeas, este redundaría en los distintos procesos electorales), los descalabros electorales fueron cada vez
mayores y en la primera década del siglo XXI, sus resultados -en torno al
0,05%- estaban próximos al “error técnico”, mucho más que al producto de las
campañas electorales.
¿TIENE FUTURO UNA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA? (1 de 3)
¿TIENE FUTURO UNA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA? (2 de 3)
La situación al comienzo de la segunda legislatura de Pedro Sánchez - Otra ocasión perdida
¿TIENE FUTURO UNA EXTREMA-DERECHA EN ESPAÑA? (3 de 3)
Documento al Pueblo Español - ¿Y entonces?