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viernes, 26 de noviembre de 2021

Campos Hobbit 1977-1981 - Signo de los tiempos ¿Renovación o estación término? (4 de 4) - Campo Hobbit III, muerte y resurrección - Nuevas circunstancia políticas en Italia - ¿Qué fue de los impulsores de los Campos Hobbit? - Algunas conclusiones y un juicio crítico

Campo Hobbit III, muerte y resurrección

El experimento de la primera edición se volvió a intentar en 1980, después de un paréntesis de un año. Durante los cinco días que duró, del 16 al 20 de julio, se publicó un fanzine titulado Il libro rosso dei confini occidentali, producido en el mismo campo. Allí Alfio Krancic publicó una tira cómoda en la que podía verse a un tipo con zurrón y casco vikingo que llegaba y preguntaba a uno de los organizadores: “¿Es aquí el Campo Hobbit?”. Éste, desesperado, dirigiéndose al lector, comentada: “Con este tenemos 37 vikingos, 12 aqueos, 4 ostrogodos y 4 celtas… esta manía de buscar las raíces decididamente empieza a ser contraproducente”. Era un chiste, pero también una señal de alerta.

Marco Tarchi tuvo ocasión de hablar con un periodista de Il Manifesto (diario de izquierda radical) invitado al evento, el cual le explicó: “Somos anti-igualitarios y tradicionalistas, estamos por la hegemonía de la sociedad civil sobre la política, somos pluralistas y queremos una revolución que funde un estado orgánico, orgánico con el pueblo, con su cultura y con sus tradiciones. Somos antiburgueses”. El periodista añade: “Cita a Gramsci, Spengler, Cacciari, Mosse y muchos otros. Dice que su motivo de existencia como partido-movimiento se encuentra en la crisis general de los partidos y de la democracia. De ahí el interés por el rock, el ser antinucleares y antiamericanos, ecologistas y, sobre todo, contrarios al enfrentamiento físico con la extrema-izquierda. “Una locura, dice Tarchi, que hasta ahora ha beneficiado sólo a la Democracia Cristiana”.

Precisamente Il Manifesto consagró un artículo a la iniciativa que entraba dentro de lo que sus organizadores pretendías. En páginas interiores, el diario de izquierda tituló el evento: “Evolución de la raza fascista en un pueblecito del Abruzzo”. También la RAI se hizo eco en su primer informativo de la noticia y luego le consagró un programa especial titulado “El Negro es hermoso” en la que se catalogaban las distintas editoriales, revistas, iniciativas culturales, movimientos, círculos, grupos musicales, etc, que componían esta galaxia. Pero sin duda, el titular que mayores entusiasmos suscitó entre los asistentes al Campo fue el que les deparó el semanario L’Europeo: “Como Duce queremos al Señor de los Anillos”.

Sin embargo, todo esto llegaba en el verano de 1980… cuando el “movimiento del 77” estaba prácticamente extinguido y la extrema-izquierda daba muestras de estar muy desgastada. El tiempo no pasaba en vano. Lo que en 1977 estaba en el candelero de la opinión pública y en el debate social, tres años después se encontraba muy atenuado. Los “indios metropolitanos” ya eran solo un recuerdo. La “autonomía obrera” había declinado pero la “lucha armada” seguía existiendo a pesar de una represión que cada vez dejaba más huellas.

Campo Hobbit III, fue también aquel en el que los organizadores se mostraron más maximalistas y “revolucionarios” (o “alternativos” como preferían autotitularse). Si el primero había sido un ensayo general, el segundo un fracaso en el que se habían desvirtuado los ideales originarios, este tercero debería haber sido –y de hecho fue- una superación de los dos primeros. El ensayo verdaderamente consumado que debería haberse prolongado en años sucesivos, pero, a decir verdad, este inicio fue también un final. No hubo continuación. La experiencia murió allí.

El escenario era muy diferente a los dos anteriores: simplemente se había ocupado un pueblo abandonado y se había transformado en una verdadera ciudad decorada según los gustos y afinidades de sus nuevos “habitantes”. Las calles habían sido rebautizadas: “Calle Brasillach”, “callejón sin salida de los camaradas que se equivocan” (en alusión directa a los Nuclei d’Azione Rivoluzionaria, la última organización armada neo-fascista aparecida en Italia, que en ese momento ya habían cometido sus primeros atentados), Palacio del Dragón, Plaza Céline, Avenida Tolkien, etc. Las casas estaban decoradas con murales antinucleares o mitológicos. Se intentaba dar vida a un pueblo, hasta ese momento, muerto. Tanto por el número de participantes (participaron en torno a 10.000 jóvenes) como por los temas tratados, sin duda, este fue el campo que tendría más eco.

Pero también el que resultaría más problemático. Hasta ese momento, todos los militantes que habían dado vida a la iniciativa pertenecían al sector “rautiano” del MSI. Se daba por supuesto que habiendo entrado la componente alternativa en el MSI a través de la Linea Futura de Rauti, esta seguiría estando adscrita a esa tendencia. Y no era así. En el curso de los debates aparecieron las primeras muestras de fractura del sector “rautiano”: a un lado los viejos ordinovistas (Giulio Maceratini, Paolo Andriani, Marcello Perina) a otro los “alternativistas” (Tarchi, Cristiana Peternò, Peppe Nanni, Monica Centanni). Los primeros observaban cómo los segundos se iban escorando progresivamente hacia la derecha olvidando –y frecuentemente, atacando- las bases originarias del MSI (tradicionalismo evoliano, republicanismo de Saló, participación institucional, no como fin sino como medio para alcanzar un fin: la conquista del poder).  Para ellos renovar era bueno, pero escorarse hacia la izquierda era perder la perspectiva de los orígenes. Existía un “centro” que buscaba el equilibrio entre ambas líneas formado por dirigentes juveniles nacionales del Fronte della Giuventù (Marco Valle, Riccardo Andriani, Paola Frassinetti, Flavia Perina, Antonello Ferdinandi, Fabrio Granata) que en todo momento se esforzaron por hacer llegar a los reunidos a síntesis entre ambas corrientes. En el comité organizador el peso recayó sobre Giampiero Rubei, Umberto Croppi y Alessando Di Pietro.

Este Campo Hobbit III demostró que las líneas seguidas por los organizadores y por la Linea Futura de Rauti, ya no eran convergentes, sino paralelas y, lo que era peor, cada vez iban distanciándose más. Rauti, aun manteniendo discrepancias con la dirección del partido era partidario de recomendar un acatamiento de la disciplina, paralelamente a ir mejorando las posiciones de su corriente dentro de las estructuras del partido y asegurarse de que, en un período más o menos breve, lograrían vencer en un Congreso (lo que ocurrió, efectivamente, diez años después)

El grupo organizador había asumido con excesivo entusiasmo las tesis procedentes del grupo francés formado en torno a Alain de Benoist sobre el “gramscismo de derecha” (años después, uno de sus miembros, Guillaume Faye, reconocerá que ninguno de ellos había leído a Gramsci y que apenas lo conocían por comentaristas) y tomaban los textos de Tolkien como propuestas de un “estilo de vida”, cuando en realidad, como máximo, tenían coincidencias con la doctrina propuesta de manera orgánica por Evola: dicho de otra manera, podía aprovecharse positivamente de cara a la construcción de una “alternativa” la lectura de Tolkien como divertimento, solamente si se conocía previamente la obra de Evola o de lo contrario sería solamente un divertimento con tendencia al freakysmo si se convertía en obsesivo.

En cuanto a Gramsci y el “gramscismo de derecha”, no hacía falta recurrir a él para resaltar la importancia de la lucha cultural para transformar las opiniones políticas de un pueblo, el propio fascismo había realizado argumentaciones parecidas que no por conocidas eran menos válidas, especialmente cuando Gramsci insertó su discurso sobre la “hegemonía cultural” en el contexto de su interpretación marxista de la historia, no en el vacío.

Cuando los talleres y los debates, los tenderetes de venta a gadgets y las librerías improvisadas, las charlas fueron desmontados las tarimas y los equipos musicales y de sonido, y las actividades comunitarias del Campo Hobbit III cerraron sus puertas, los organizadores podían estar orgullosos. Por primera vez habían conseguido por primera vez movilizar a miles de jóvenes contra la opinión de la dirección del partido al que pertenecían la mayoría y habían conseguido llamar la atención de la opinión pública en un momento que coincidía precisamente con los primeros golpes policiales contra las Brigadas Rojas y el terrorismo de extrema-izquierda, la presión del antifascismo militante que había sido continua en la calle desde los quince años anteriores, empezaba a disminuir. A estas circunstancias se añadió un hecho que no por esperado, era menos providencial: Marco Tarchi, uno de los mentores de todo este proyecto, era expulsado definitivamente del partido.

Fue en esta tercera edición en la que se puso un deliberado interés en marcar distancias con el pasado nostálgico. El coste total del campo ascendió a 20 millones de libres, más o menos, 10.000 euros actuales aportados por los participantes que se inscribieron en el evento. Croppi recordaba que el campo se convocó con la intención de “alcanzar una calidad que fuera apreciable para todos y buscamos realizarlo todo teniendo fe en las formas más espectaculares de comunicación”. Una vez más, era evidente que había dimensión política en el proyecto, pero éste trascendía con mucho la política hasta el punto de que Croppi reconoció años después que “el proyecto era entusiasmante y la experiencia fue tal que condicionó las iniciativas posteriormente de cada uno de nosotros”.

Los años habían pasado y cuando se cumplían diez de la edición de los primeros números de La Terra degli Avi y sus redactores ya habían alcanzado la madurez política, no volvieron a sentirse interesados por “actividades juveniles” como eran los Campos Hobbit. Querían una forma de trabajo más madura y adaptada a la edad en la que iban entrando. Fue así como, al final de la etapa de los Campos Hobbit (julio de 1980), siguió un período convulso repleto de expulsiones, acritud y enfrentamientos personales y políticos, al que seguiría un período de recomposición que dio vida, ya fuera del MSI y frecuentemente contra él, a la Nuova Destra sobre el modelo de la Nouvelle Droite francesa.

Nuevas circunstancia políticas en Italia

Pocos días después del levantamiento del Campo Hobbit III se produjo un acontecimiento traumático en la sociedad italiana: la explosión en la estación de Bolonia que causó casi un centenar de víctimas e inmediatamente fue atribuido a los neo-fascistas aun cuando nunca han existido pruebas suficientes para demostrarlo. Momentáneamente reapareció una oleada de antifascismo que, a pesar de que se extinguió pronto y que sería la última que se manifestó con toda su virulencia, ocasionó un reajuste de las correlaciones de fuerzas en el interior del MSI. Todas las partes comprendieron la necesidad de superar las divisiones internas y prepararse para una situación en la que tocaba estar a la defensiva. No había lugar para la “metapolítica”, ni para las “aperturas creativas”: simplemente era necesario confiar en la dirección, cerrar filas y prepararse, sino para obtener beneficios de la situación, sí al menos para no ser arrastrado por ella. Era evidente, por lo demás, que el MSI había permanecido al margen de aquella ofensiva de lo que se presentó como “terrorismo negro” y fueron grupos como Terza Posizione y pequeños círculos autónomos surgidos al calor de la desintegración de Ordine Nuovo, los que se llevaron la peor parte de la represión policial, junto, naturalmente, a los NAR que un año después podían considerarse completamente desarticulados.

En esta situación, el grupo que había dado vida a los Campos Hobbits empezó a desintegrarse y cada uno de ellos buscó salidas autónomas y personales. Unos, como dice Croppi, “descubieron la metapolítica”. Poco después tuvo lugar el Primer Congreso de la Nuova Destra titulado Hipótesis y Estrategia, al que siguió, poco después el Segundo Congreso bajo el rótulo “Más allá de la derecha y de la izquierda”. La diferencia entre ambos era notoria: el primero se había realizado todavía en el interior del MSI. El segundo sería ya convocado cuando una parte de los asistentes ya habían abandonado la histórica formación neo-fascista. 

Es evidente que los Campos Hobbit se situaron en un momento de tránsito entre la “vieja derecha” (el MSI) y la “nueva derecha” (Nuova Destra), entre la política y la metapolítica. La aparición de ésta es incomprensible sin el espacio de tiempo y de reflexión que suponen las tres combocatorias de los Campos Hobbits. Lo que nace en el Campo Hobbit III después de una gestación relativamente larga que se produce en el interior del MSI y dentro de él, en el interior de la corriente rautiana, es el “espíritu de la metapolítica” que luego cristalizará de manera autónoma en la Nuova Destra.

De hecho, los Campos Hobbit (especialmente el último) habían sido un psicodrama en el que unos jóvenes intentaban, psicológicamente “matar al padre” representado por la vieja generación de dirigentes del MSI al que atribuían todas sus desgracias. Olvidaban algo fundamental, que la República Italiana había nacido gracias a la ocupación norteamericana y a la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, pero la mitología de la Resistencia había impuesto el “antifascismo” como una de las columnas constitutivas del nuevo régimen. El “antifascismo” estaba implícito en el tuétano de la República y solamente el ejercicio de anticomunismo en tiempos de la Guerra Fría, había hecho que la potencia dominante en Europa Occidental, los EEUU, aceptaran –e incluso ayudaran puntualmente- al MSI como punta de lanza del anticomunismo militante. El MSI era lo que era, porque difícilmente hubiera sido posible que fuera otra cosa.

Por otro lado, la época en la que el MSI se vio obligado a actuar estaba caracterizada por la división de Europa en dos bloques y, al mismo tiempo, en un marco italiano condicionado por la existencia de dos grandes partidos, la DC y el PCI que, respondían a esa división europea en bloques. O se apoyaba a uno o se apoyaba a otro. No pareció haber lugar en ningún momento para una tercera fuerza. En la medida en que su origen y la sociología de sus militantes, su doctrina y su estilo estaban más cerca del Ventennio y de la República Social, el MSI era algo radicalmente diferente al resto de fuerzas políticas italianas. Quería jugar el papel de “ala derecha” del sistema, de “derecha nacional”, pero para poderlo hacer de manera políticamente rentable, era preciso que la Democracia Cristiana lo aceptara y que no hubiera existido en el clima político italiano un antifascismo militante –impuesto por el origen histórico de la República- que condicionaba la participación del MSI en las instituciones.

Pero el MSI era un partido parlamentario y, como tal, se veía aquejado de las mismas taras que cualquier otra fuerza similar: procesos de burocratización, tacticismos que desvirtuaban frecuentemente los principios doctrinales del partido, prácticas antidemocráticas en la convocatoria del os congresos que hacía que no siempre la opinión mayoritaria entre las bases fuera la compartida por la dirección salida de los congresos nacionales, oportunismo, luchas fraccionales interiores, etc.

Era natural que los jóvenes del partido percibieran todo esto con cierta repugnancia y que ese rechazo les llevara a olvidar los orígenes de la República y su antifascismo condicionante. Además, el debate político nunca ha sido una de las prácticas habituales en la derecha, ni siquiera en la derecha neo-fascista italiana de los años 60 y 70. El “creer, obedecer y combatir” seguía siendo, en la práctica, la doctrina habitual. Lo que decía la dirección era “lo que convenía”, se aplaudía en los mítines a los oradores dijeran lo que dijeran y al margen de lo que dijeran. El hecho de que los afiliados, progresivamente, se vieran aislados del resto de la sociedad y hostigados por el antifascismo, hizo que los afiliados al MSI formaran círculos cerrados, con pocas relaciones con al sociedad y solamente en contacto entre ellos y quienes eran de su misma opinión. Solamente los jóvenes, al estar obligados a convivir en las aulas con otros de su misma generación en la que eran inevitables las opiniones diferentes, fueron conscientes de la necesidad de insertarse en los debates reales que se estaban produciendo en aquellos momentos en la sociedad italiana y que, en buena medida, iban mucho más allá del antifascismo oficial proclamado por los partidos mayoritarios.

Fue en esos ambientes juveniles que se identificaron inicialmente con la oposición al oficialismo del MSI que se manifestó en torno a Pino Rauti y dirigido por él, en donde cobró forma una sensibilidad particular: ya no aceptaban ser marginados por sus compañeros, no aceptaban el ser algo extremo en la política italiana y atribuían “al padre” la responsabilidad de situarlos donde estaban, olvidando que esa posición se debía al origen mismo de la República y a no situarse en ninguno de los dos campos: oriente y occidente, democracia o marxismo… No es raro que quisieran “matar al padre” y liberarse de su “tiranía” que les arrojaba al gueto y les enfrentaba con otros jóvenes de su generación. Al complejo de marginados siguió la lucha generacional. Algunos jóvenes del MSI se sintieron, de pronto, durante el “movimiento del 77”, más cerca de otros miembros de su propia generación, que de la propia dirección “oficialista” del MSI.

Solo por una casualidad y un espejismo estos jóvenes, momentáneamente, creerían que la tendencia de Rauti estaba en sus mismas posiciones. En realidad, Rauti anteponía la disciplina de partido a cualquier otra consideración, sabía lo que era estar fuera del partido y situarse “a la intemperie” en un clima predispuesto a ser objeto de cualquier tipo de provocación, situarse inerme ante la represión y el escarnio público. Cuando ingresó en el MSI le dijo confidencialmente a Stefano delle Chiaie: “Cuando llueve hay que situarse bajo el paraguas”. Era su forma de “estar en pie entre las ruinas” y de “cabalgar el tigre”. Pero, una vez dentro, el hecho de que se enfrentara al “oficialismo” aspirando a la secretaría general del partido, dio la impresión de que Rauti intentaba construir una “alternativa” similar a aquella otra “alternativa” de la que hablaban los jóvenes sensibilizados por los últimos efectos del movimiento del 68 que se habían reproducido en el movimiento del 77.

Campos Hobbit después del Campo Hobbit III

Estos tres fueron los Campos Hobbits que realmente supusieron una innovación o que se convocaron con intenciones de renovación del ambiente político neo-fascista. No han sido los únicos eventos que han tomado como referencia el nombre del protagonista de la novela de Tolkien. El nombre, con el tiempo ha pasado a ser mítico y se ha utilizado como reclamo para muchas convocatorias que tenían muy poco que ver con el proyecto originario, tan solo algunas coincidencias formales.

En el verano de 1981 volvió a aparecer el nombre de Campo Hobbit asociado con una expedición de socorro a las víctimas del terremoto que sacudió el centro de Italia. Se trató solamente de una movilización en la que solamente se apeló al espíritu comunitario, estando completamente ausentes actividades “festivas”. Y debió de ser eficaz prque fue en esa ocasión en la que el futuro alcalde de Roma, Gianni Alemano conoció a la que sería su mujer, Isabella Rauti, hija del fundador de Ordine Nuovo. De hecho, la convocatoria había sido organizada por Teodoro Buontempo, Umberto Croppi, Giampiero Rubei y Antonello Ferdinandi, todos miembros de Linea futura, consiguió movilizar a varios cientos de militantes romanos del MSI.

Se ha considerado a esta iniciativa como el Campo Hobbit IV, por quienes convocaron diez años después, del 12 al 15 de septiembre de 1991 un Campo Hobbit V bajo el lema de Tolkien: “Las raíces profundas no se congelan”. Pero salvo esta referencia y dejando aparte que actuaron los grupos musicales del momento y se dieron las consabidas charlas y talleres, no aportaron nada nuevo, ni en la forma ni en el fondo. Otro tanto puede decirse de la convocatoria que se realizó en 1993 en los Jardines de Sant’Angelo en Roma. Y otro más en 1995 ligado en esta ocasión al Movimento Sociale – Fiamma Tricolore. Otro campo volvió a celebrarse en octubre de 2001 en Orvinio, gestionado por disidentes de Fiamma Tricolore, la Associazione Culturale Janus.

Dejando aparte la buena intención de cada una de estas convocatorias, lo cierto es que estaban ya muy alejadas del espíritu originario de los Campos Hobbit. Estos eran especialmente “renovadores” y a partir de la tercera convocatoria ya no aparecieron elementos ni prácticas nuevas, sino una reiteración de lo ya visto y vivido, sin innovaciones de ningún tipo, como si se tratara de una repetición automática de lo ya realizado.

Es significativo, por ejemplo, que cuando se convocó el autotitulado Campo Hobbit IV en 2001 se hiciera bajo los lemas de “música, ecología, arte, artesanado,  poesía, cultura, cine, gastronomía”… pero no se dijera ni una sola palabra de informática, que era la única novedad que había aparecido desde el III Campo Hobbit en 1980…  Es evidente que el interés por seguir la evolución de la sociedad e insertarse en el debate en marcha en la sociedad había dejado paso a un automatismo que intentaba fotocopiar lo ya realizado. Nada en el espíritu de los “auténticos” Campos Hobbit.      

¿Qué fue de los impulsores de los Campos Hobbit?

En lo que se refiere a Tarchi, tal como podía esperarse, en enero de 1981 la dirección del MSI, harta de las constantes críticas aparecidas en La Voce della Fogna contra la secretaría general del partido y contra buena parte de los personajes más significativos del mismo, lo expulsó. A partir de entonces impulsó la Nuova Destra de manera autónoma, alejándose cada vez más de la actividad política, manteniendo la publicación de Diorama Letterario y de una nueva revista cuatrimestral, Transgressioni. Cuando, después de las esperanzas iniciales, el paso del tiempo demostró, primero el estancamiento y luego el fracaso de la iniciativa, Tarchi, alegando que ya no creía en la dicotomía derecha-izquierda dio por concluida la experiencia en 1994, dedicándose a la enseñanza como profesor en la Facultad de Ciencias Políticas de Florencia. No volvió a ser tentado por la lucha política.

Diferente fue el recorrido de Umberto Croppi. Cuando Pino Rauti alcanzó la ansiada secretaría general del MSI en 1990, Croppi se integró en su equipo dirigiendo el sector de Comunicación. Al año siguiente, en 1991, con el desalojo de Rauti y el retorno de Gianfranco Fini a la cúpula del partido, Croppi abandonó la formación dedicándose a trabajar en iniciativas sectoriales especialmente de carácter ecologista y en la lucha por la abolición de la pena de muerte. En 2008 se hizo cargo del sector de prensa del alcalde de Roma, antiguo miembro del Fronte della Giuventù y habitual de los Campos Hobbit, Gianni Alemanno (casado con la hija de Pino Rauti). Fue nombrado asesor de políticas culturales y comunicaciones de la Alcaldía de Roma ese mismo año cargo que desempeño hasta 2011. Fue de los exponentes del Popolo della Libertà, el partido de Berlusconi, que siguieron a Gianfranco Fini en su escisión que le llevó a fundar el partido Futuro e Libertà del que Croppi fue responsable de cultura. Da clases en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Roma. Ha acumulado cargos de carácter cultural a partir del 2000, recibiendo el 23 de diciembre de 2011 el nombramiento como comendador del Ordine al Merito della Repubblica Italiana concedido por el Presidente de la República.

Generoso Simeone terminó por enfrentarse con Rauti y romper con él en 1978 y se alejó de cualquier actividad política nacional. En 1987 fundó la revista Segnali que prolongó su existencia hasta 1999. También dirigió programas de TV sobre la familia y las relaciones entre padres e hijos. Falleció un año después de un ictus cerebral. Una Asociación Cultural lleva su nombre en Benevento fundada en el décimo aniversario de su muerte.

Finalmente, tras la experiencia de los Campos Hobbit, Giampiero Rubei, se desinteresó por la política, abrió un club de jazz, el Alexanderplatz que en los años 90 se convirtió y en la actualidad se convirtió en un punto de referencia para los aficionados a este género de la capital italiana, siendo visitado continuamente por músicos italianos, europeos y americanos. Al iniciarse el milenio, esta y otras iniciativas culturales, siempre relacionadas con el jazz, reportaron a Rubei un prestigio de primer plano como director artístico y, sin duda, como el principal promotor de jazz en Italia. En el 2005 organizó un festival de jazz italiano en Nueva York y al año siguiente llevó el evento al Estado de Israel.

Algunas conclusiones y un juicio crítico

Los Campos Hobbit fueron el resultado de una serie de circunstancias objetivas (la irrupción en la sociedad italiana del “movimiento del 77”), de circunstancias subjetivas (la crisis interior en el MSI) y de circunstancias voluntaristas (la aparición de una generación de militantes del Fronte della Giuventù muy diferente a la que había sido habitual en el neo-fascismo de los treinta años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial). Desaparecidas estas circunstancias, desapareció también la posibilidad de “institucionalizar” la convocatoria.

Las circunstancias desaparecieron en la medida en la que los años de crecimiento económico que se prolongaron desde el final de la Guerra hasta la primera crisis del petróleo en 1973, generaron un malestar social que se tradujo en una desconfianza creciente hacia el régimen político italiano. Éste quedó caracterizado como un portento de corrupción, nepotismo, oportunismo e inestabilidad que finalmente terminaría destruyendo a todos los partidos históricos que habían sido mayoritarios en la historia de la República.

Cuando se consumó esta destrucción el neo-liberalismo ya había irrumpido en Italia, el marxismo había, simplemente, dejado de ser hegemónico en la sociedad y se refugiaba solamente en algunas cátedras y las dos columnas sobre las que se había sostenido el régimen (la DC y el PCI) desaparecieron. La expulsión de Luciano Lama de la universidad romana había sido el primer toque de atención de que las nuevas generaciones se insolidarizaban con las viejas fórmulas.

En el MSI ocurrió otro tanto. De hecho, el MSI “no era” el sistema, pero “estaba dentro” del sistema. Esa posición hizo que su situación fuera ambivalente: de un lado podía alardear de no ser víctima de las mismas lacras en las que habían caído los partidos mayoritarios y las formaciones minoritarias que estaban dentro de las coaliciones de gobierno, eso le permitía mantener un “suelo” electoral y recoger en cada convocatoria electoral una cosecha de votos que envidiaban otras fuerzas políticas del mismo signo en Europa. Pero también tenía el inconveniente de que “no tocaba poder”, salvo en el nivel municipal y siempre se encontraba marginado de las combinaciones de poder.

A este problema se añadía otro que no era menor: la generación que había visto el fascismo del Ventennio y que había vivido la República Social Italiana de manera entusiasta, estaba desapareciendo por razones de edad. Aquellos que en 1945 tenían 20 años, en 1995 tenía 70. Muchos de ellos ya habían desaparecido y otros se encontraban ya ancianos. La vieja clase política dirigente del MSI que ocupó el poder en los años desde 1950 a 1990 ya había desaparecido. Era preciso abrir el partido a las nuevas generaciones, “aggiornar” (poner el día) el MSI. La tarea le correspondió a Gianfranco Fini, después de un corto período en el que Rauti ocupó la secretaría general.

Las ambiciones políticas se unieron a la necesidad de búsqueda de un nuevo electorado que sustituyese al que iba desapareciendo por razones de edad. De todo eso surgió el Post-fascismo de Fini y la transformación del MSI en Alleanza Nazionale. Finalmente, el antiguo MSI, ya reconvertido, pudo entrar en las coaliciones de gobierno, situar alcaldes en ciudad de primera magnitud y tener ministros y altos cargos propios. Pero ahí ya no existía ningún proyecto “alternativo” tal como lo entendieron los impulsores de los campos Hobbit (algunos de los cuales se beneficiaron de la nueva situación en la medida en que quienes habían sido sus camaradas de juventud, ocupaban altos cargos de la nación.

Sin embargo, la experiencia puede ser valorada como fracaso político: no solamente la renovación que impulsó Fini quince años después del último Campo Hobbit, no tuvo nada que ver con el espíritu que nació allí, sino que cuando esta renovación se produjo, ya quedaban en el partido muy pocos de los impulsores de aquella iniciativa.

Es cierto que los Campos Hobbit supusieron, como hemos dicho, un estadio intermedio de tránsito entre la “vieja línea”, acrítica y ultractivista, la del “creer, obedecer y combatir” y la Nuova Destra metapolítica. Pero cuando, tras la expulsión de Tarchi del MSI y la convocatoria de los dos congresos para definir las nuevas posiciones, surgió la Nuova Destra de manera autónoma, se hicieron evidentes los límites de la iniciativa:

1) No todos los que participaron en los Campos Hobbit se sumaron a la Nuova Destra.

2) Las ideas de la Nouvelle Droite, matriz de la versión francesa, tenían algo que ver con las de su homónima italiana, pero nada en absoluto con la expresividad y el alternativismo de los Campos Hobbit.

3) Mientras que en Italia, Tarchi creyó que era posible organizar un “movimiento cultural” amplio en torno a una idea, en Francia, la Nouvelle Droite no era más que el resultado de los escritos de Alain de Benoist y de media docena de intelectuales, pero jamás intentó ser un movimiento orgánico, ni, por lo demás, podía serlo.

4)  Finalmente, la penetración intelectual de la Nouvelle Droite en Italia era mucho menor de lo que Tarchi imaginaba. No existía un tejido intelectual lo suficientemente amplio, similar al francés, para que apareciera un fenómeno similar. En Francia, la Nouvelle Droite fue aupada desde Le Figaro Magazine y por otras publicaciones de mucho arraigo en la sociedad francesa, no ocurrió nada parecido en Italia. Además, en Francia no existía nada parecido al MSI (salvo unos grupúsculos sin representación parlamentaria que solamente despegaron a mediados de los 80 con Le Pen y su Front National), por tanto, la Nouvelle Droite no encontró excesivas resistencias políticas a su proyecto, es más, la derecha lo miraba con buenos ojos en la medida en que facilitaban arsenal contra la izquierda marxista. En Italia, en cambio, dominaba la idea de que todo lo que fuera abrir la mano a los neo-fascistas o a gentes con aquella procedencia, contribuiría a mejorar las expectativas de voto del MSI, la fuerza política atípica del panorama italiano.

5) Otra diferencia notable era la idea de “debate”. En Francia, la Nouvelle Droite no debatía, simplemente publicaba revistas y libros, tomaba posiciones a partir de los trabajos de media docena de intelectuales, cuyo primus inter pares era, sin duda, Benoist. En Italia, en cambio, se insistió demasiado en el “proceso de clarificación”, en el permanente debate interno, en la modificación constante de las nuevas posiciones e incluso en las contradicciones demasiado evidentes como para no llamar la atención: del debate sobre “más allá de la izquierda y de la derecha” se pasó a la Nuova Destra, lo que hacía necesario explicar qué era la “metapolítica”. Y, por lo demás, la metapolítica, sin política, empezó a ser un mero ejercicio intelectual, practicado especialmente por quienes aspiraban a un puesto en la enseñanza universitaria o a labrarse un nombre académico.

6) Es importante recordar que todos los debates en el interior de la Nuova Destra fueron intelectuales, protagonizados por finos estilistas de la pluma, en ocasiones espesos, poco abiertos para los jóvenes y que, en la práctica, fueron cerrando puertas, generando abandonos e incluso, contribuyendo al empobrecimiento y a la desintegración del MSI. Atraídos por el “alternativismo”, muchos jóvenes pertenecientes al sector “rautiano” del Fronte della Giuventù, no se reconocían en la “matapolítica” intelectualista tal como la difundió Tarchi tras ser expulsado del partido y no lo siguieron.

La pregunta clave de este artículo es ¿para qué sirvieron, pues, los Campos Hobbit? Sobre todo para sus participantes que vivieron aquello como una especie de psicodrama (fue Croppi quien lo reconoció). Durante unos días de su vida, aquellos jóvenes neo-fascistas intentaron hacer lo que verdaderamente querían hacer, se sintieron bien compartiendo tiendas de campaña, talleres, ranchos, cantos y representaciones artísticas, hablando. Quisieron construir un mundo cultural nuevo a partir de fragmentos pre-existentes, sintetizándolos. Una tarea titática en la que como los Titanes de la mitología, fracasaron.

En cierto sentido, se dejaron arrastrar por los tiempos que corrían. No eran los únicos en su campo: los NAR (los “camaradas que se equivocan” tal como fueron definidos por sus camaradas “alternativistas” de los Campos Hobbit) también emulaban a las Brigadas Rojas. La Nuova Destra pretendía ser lo que los “indios metropolitanos” habían sido en la extrema-izquierda, la levadura cultural. Grupos como Terza Posizione emulaban a la Autonomía Obrera. Todos ellos no advirtieron que el “movimiento del 77” fue breve en tiempo. Cuando desapareció a principios de los años 80, algunos neofascistas todavía querían seguir con esos modelos. Y, por lo demás, como hemos resaltado desde el principio, los propios Campos Hobbit no eran más que la reproducción del reflejo especular de los Festivali Giovanile Proletari de Parco Lambro.

Desde dentro del oficialismo del MSI se criticó mucho a los Campos Hobbit: les achacaron sobre todo superficialidad, tendencia a la “rumorolofía” y desconocimiento de los principios culturales de la “destra”. Había algo de esto. El error de algunos de los impulsores de la iniciativa de los Campos fue creer que el hecho de que existiera una revista femenina, una publicación ecologista, un boletín cultural y una o dos docenas de círculo que hacían referencia a la temática tolkieniana, media docena de bandas musicales y solistas, un par de dibujantes, unos cuantos especialistas en geopolítica, otros en biología, con todo eso ya se tenían los mimbres suficientes como para poder constituir un movimiento cultural que influyera a nivel nacional. Todas aquellas revistas tenían tiradas muy escasas (difícilmente superaron los 4000 ejemplares) y la mayoría de ellas fueron efímeras o muy efímeras. Influyeron pero no en la sociedad, sino solamente en el interior del Fronte della Giuventù y de pequeños grupos disidentes. Y, de hecho, influyeron, solamente en la medida en que el proyecto había nacido en el seno de la sección juvenil de un partido político consolidado. Cuando la iniciativa se desvinculó del partido, simplemente, desapareció, destino que también tuvo su avatar, la Nuova Destra. El error consistió en pensar que todo asistente a los Campos o todo aquel que expresara su admiración o interés por ellos, entendía lo que era la metapolítica y aspiraba a seguir esa vía. No era así.

Así pues, debemos de hablar de un proyecto frustrado que, no por mitificado, deben ignorarse sus carencias, contradicciones y límites que resultaron mucho menos brillantes pero mucho más evidentes en la experiencia que siguió: la Nuova Destra.


Campos Hobbit 1977-1981 - Signo de los tiempos ¿Renovación o estación término? (1 de 4)

Campos Hobbit 1977-1981 - Signo de los tiempos ¿Renovación o estación término? (2 de 4)

Campos Hobbit 1977-1981 - Signo de los tiempos ¿Renovación o estación término? (3 de 4)

Campos Hobbit 1977-1981 - Signo de los tiempos ¿Renovación o estación término? (4 de 4)