Campo Hobbit III, muerte y
resurrección
El
experimento de la primera edición se volvió a intentar en 1980, después de un
paréntesis de un año. Durante los cinco días que duró, del 16 al 20 de julio,
se publicó un fanzine titulado Il libro rosso dei confini occidentali,
producido en el mismo campo. Allí Alfio Krancic publicó una tira cómoda en la
que podía verse a un tipo con zurrón y casco vikingo que llegaba y preguntaba a
uno de los organizadores: “¿Es aquí el Campo Hobbit?”. Éste, desesperado,
dirigiéndose al lector, comentada: “Con este tenemos 37 vikingos, 12 aqueos, 4
ostrogodos y 4 celtas… esta manía de buscar las raíces decididamente empieza a
ser contraproducente”. Era un chiste, pero también una señal de alerta.
Marco
Tarchi tuvo ocasión de hablar con un periodista de Il Manifesto (diario de izquierda radical) invitado al evento, el
cual le explicó: “Somos anti-igualitarios y tradicionalistas, estamos por la
hegemonía de la sociedad civil sobre la política, somos pluralistas y queremos
una revolución que funde un estado orgánico, orgánico con el pueblo, con su
cultura y con sus tradiciones. Somos antiburgueses”. El periodista añade: “Cita
a Gramsci, Spengler, Cacciari, Mosse y muchos otros. Dice que su motivo de
existencia como partido-movimiento se encuentra en la crisis general de los
partidos y de la democracia. De ahí el interés por el rock, el ser antinucleares
y antiamericanos, ecologistas y, sobre todo, contrarios al enfrentamiento
físico con la extrema-izquierda. “Una locura, dice Tarchi, que hasta ahora ha
beneficiado sólo a la Democracia Cristiana”.
Precisamente
Il Manifesto consagró un artículo a
la iniciativa que entraba dentro de lo que sus organizadores pretendías. En
páginas interiores, el diario de izquierda tituló el evento: “Evolución de la
raza fascista en un pueblecito del Abruzzo”. También la RAI se hizo eco en su
primer informativo de la noticia y luego le consagró un programa especial
titulado “El Negro es hermoso” en la que se catalogaban las distintas
editoriales, revistas, iniciativas culturales, movimientos, círculos, grupos
musicales, etc, que componían esta galaxia. Pero sin duda, el titular que
mayores entusiasmos suscitó entre los asistentes al Campo fue el que les deparó
el semanario L’Europeo: “Como Duce
queremos al Señor de los Anillos”.
Sin
embargo, todo esto llegaba en el verano de 1980… cuando el “movimiento del 77”
estaba prácticamente extinguido y la extrema-izquierda daba muestras de estar
muy desgastada. El tiempo no pasaba en vano. Lo que en 1977 estaba en el
candelero de la opinión pública y en el debate social, tres años después se
encontraba muy atenuado. Los “indios metropolitanos” ya eran solo un recuerdo.
La “autonomía obrera” había declinado pero la “lucha armada” seguía existiendo
a pesar de una represión que cada vez dejaba más huellas.
Campo
Hobbit III, fue también aquel en el que los organizadores se mostraron más
maximalistas y “revolucionarios” (o “alternativos” como preferían autotitularse).
Si el primero había sido un ensayo general, el segundo un fracaso en el que se
habían desvirtuado los ideales originarios, este tercero debería haber sido –y
de hecho fue- una superación de los dos primeros. El ensayo verdaderamente
consumado que debería haberse prolongado en años sucesivos, pero, a decir
verdad, este inicio fue también un final. No hubo continuación. La experiencia
murió allí.
El
escenario era muy diferente a los dos anteriores: simplemente se había ocupado
un pueblo abandonado y se había transformado en una verdadera ciudad decorada
según los gustos y afinidades de sus nuevos “habitantes”. Las calles habían
sido rebautizadas: “Calle Brasillach”, “callejón sin salida de los camaradas
que se equivocan” (en alusión directa a los Nuclei d’Azione Rivoluzionaria, la
última organización armada neo-fascista aparecida en Italia, que en ese momento
ya habían cometido sus primeros atentados), Palacio del Dragón, Plaza Céline,
Avenida Tolkien, etc. Las casas estaban decoradas con murales antinucleares o
mitológicos. Se intentaba dar vida a un pueblo, hasta ese momento, muerto.
Tanto por el número de participantes (participaron en torno a 10.000 jóvenes) como
por los temas tratados, sin duda, este fue el campo que tendría más eco.
Pero
también el que resultaría más problemático. Hasta ese momento, todos los
militantes que habían dado vida a la iniciativa pertenecían al sector
“rautiano” del MSI. Se daba por supuesto que habiendo entrado la componente
alternativa en el MSI a través de la Linea Futura de Rauti, esta seguiría
estando adscrita a esa tendencia. Y no era así. En el curso de los debates
aparecieron las primeras muestras de fractura del sector “rautiano”: a un lado
los viejos ordinovistas (Giulio Maceratini, Paolo Andriani, Marcello Perina) a
otro los “alternativistas” (Tarchi, Cristiana Peternò, Peppe Nanni, Monica
Centanni). Los primeros observaban cómo los segundos se iban escorando
progresivamente hacia la derecha olvidando –y frecuentemente, atacando- las
bases originarias del MSI (tradicionalismo evoliano, republicanismo de Saló,
participación institucional, no como fin sino como medio para alcanzar un fin:
la conquista del poder). Para ellos
renovar era bueno, pero escorarse hacia la izquierda era perder la perspectiva
de los orígenes. Existía un “centro” que buscaba el equilibrio entre ambas
líneas formado por dirigentes juveniles nacionales del Fronte della Giuventù
(Marco Valle, Riccardo Andriani, Paola Frassinetti, Flavia Perina, Antonello
Ferdinandi, Fabrio Granata) que en todo momento se esforzaron por hacer llegar
a los reunidos a síntesis entre ambas corrientes. En el comité organizador el
peso recayó sobre Giampiero Rubei, Umberto Croppi y Alessando Di Pietro.
Este
Campo Hobbit III demostró que las líneas seguidas por los organizadores y por
la Linea Futura de Rauti, ya no eran convergentes, sino paralelas y, lo que era
peor, cada vez iban distanciándose más. Rauti, aun manteniendo discrepancias
con la dirección del partido era partidario de recomendar un acatamiento de la
disciplina, paralelamente a ir mejorando las posiciones de su corriente dentro
de las estructuras del partido y asegurarse de que, en un período más o menos
breve, lograrían vencer en un Congreso (lo que ocurrió, efectivamente, diez
años después)
El
grupo organizador había asumido con excesivo entusiasmo las tesis procedentes
del grupo francés formado en torno a Alain de Benoist sobre el “gramscismo de
derecha” (años después, uno de sus miembros, Guillaume Faye, reconocerá que
ninguno de ellos había leído a Gramsci y que apenas lo conocían por
comentaristas) y tomaban los textos de Tolkien como propuestas de un “estilo de
vida”, cuando en realidad, como máximo, tenían coincidencias con la doctrina
propuesta de manera orgánica por Evola: dicho de otra manera, podía
aprovecharse positivamente de cara a la construcción de una “alternativa” la
lectura de Tolkien como divertimento, solamente si se conocía previamente la
obra de Evola o de lo contrario sería solamente un divertimento con tendencia
al freakysmo si se convertía en obsesivo.
En
cuanto a Gramsci y el “gramscismo de derecha”, no hacía falta recurrir a él
para resaltar la importancia de la lucha cultural para transformar las
opiniones políticas de un pueblo, el propio fascismo había realizado
argumentaciones parecidas que no por conocidas eran menos válidas,
especialmente cuando Gramsci insertó su discurso sobre la “hegemonía cultural”
en el contexto de su interpretación marxista de la historia, no en el vacío.
Cuando
los talleres y los debates, los tenderetes de venta a gadgets y las librerías
improvisadas, las charlas fueron desmontados las tarimas y los equipos
musicales y de sonido, y las actividades comunitarias del Campo Hobbit III
cerraron sus puertas, los organizadores podían estar orgullosos. Por primera
vez habían conseguido por primera vez movilizar a miles de jóvenes contra la
opinión de la dirección del partido al que pertenecían la mayoría y habían
conseguido llamar la atención de la opinión pública en un momento que coincidía
precisamente con los primeros golpes policiales contra las Brigadas Rojas y el
terrorismo de extrema-izquierda, la presión del antifascismo militante que
había sido continua en la calle desde los quince años anteriores, empezaba a
disminuir. A estas circunstancias se añadió un hecho que no por esperado, era
menos providencial: Marco Tarchi, uno de los mentores de todo este proyecto,
era expulsado definitivamente del partido.
Fue
en esta tercera edición en la que se puso un deliberado interés en marcar
distancias con el pasado nostálgico. El coste total del campo ascendió a 20
millones de libres, más o menos, 10.000 euros actuales aportados por los
participantes que se inscribieron en el evento. Croppi recordaba que el campo
se convocó con la intención de “alcanzar una calidad que fuera apreciable para
todos y buscamos realizarlo todo teniendo fe en las formas más espectaculares
de comunicación”. Una vez más, era evidente que había dimensión política en el
proyecto, pero éste trascendía con mucho la política hasta el punto de que
Croppi reconoció años después que “el proyecto era entusiasmante y la
experiencia fue tal que condicionó las iniciativas posteriormente de cada uno
de nosotros”.
Los
años habían pasado y cuando se cumplían diez de la edición de los primeros
números de La Terra degli Avi y sus redactores ya habían alcanzado la madurez
política, no volvieron a sentirse interesados por “actividades juveniles” como
eran los Campos Hobbit. Querían una forma de trabajo más madura y adaptada a la
edad en la que iban entrando. Fue así como, al final de la etapa de los Campos
Hobbit (julio de 1980), siguió un período convulso repleto de expulsiones,
acritud y enfrentamientos personales y políticos, al que seguiría un período de
recomposición que dio vida, ya fuera del MSI y frecuentemente contra él, a la
Nuova Destra sobre el modelo de la Nouvelle Droite francesa.
Nuevas circunstancia políticas en
Italia
Pocos
días después del levantamiento del Campo Hobbit III se produjo un
acontecimiento traumático en la sociedad italiana: la explosión en la estación
de Bolonia que causó casi un centenar de víctimas e inmediatamente fue
atribuido a los neo-fascistas aun cuando nunca han existido pruebas suficientes
para demostrarlo. Momentáneamente reapareció una oleada de antifascismo que, a
pesar de que se extinguió pronto y que sería la última que se manifestó con
toda su virulencia, ocasionó un reajuste de las correlaciones de fuerzas en el
interior del MSI. Todas las partes comprendieron la necesidad de superar las
divisiones internas y prepararse para una situación en la que tocaba estar a la
defensiva. No había lugar para la “metapolítica”, ni para las “aperturas
creativas”: simplemente era necesario confiar en la dirección, cerrar filas y
prepararse, sino para obtener beneficios de la situación, sí al menos para no
ser arrastrado por ella. Era evidente, por lo demás, que el MSI había
permanecido al margen de aquella ofensiva de lo que se presentó como
“terrorismo negro” y fueron grupos como Terza Posizione y pequeños círculos
autónomos surgidos al calor de la desintegración de Ordine Nuovo, los que se
llevaron la peor parte de la represión policial, junto, naturalmente, a los NAR
que un año después podían considerarse completamente desarticulados.
En
esta situación, el grupo que había dado vida a los Campos Hobbits empezó a
desintegrarse y cada uno de ellos buscó salidas autónomas y personales. Unos,
como dice Croppi, “descubieron la metapolítica”. Poco después tuvo lugar el
Primer Congreso de la Nuova Destra titulado Hipótesis
y Estrategia, al que siguió, poco después el Segundo Congreso bajo el
rótulo “Más allá de la derecha y de la izquierda”. La diferencia entre ambos
era notoria: el primero se había realizado todavía en el interior del MSI. El
segundo sería ya convocado cuando una parte de los asistentes ya habían
abandonado la histórica formación neo-fascista.
Es
evidente que los Campos Hobbit se situaron en un momento de tránsito entre la
“vieja derecha” (el MSI) y la “nueva derecha” (Nuova Destra), entre la política
y la metapolítica. La aparición de ésta es incomprensible sin el espacio de
tiempo y de reflexión que suponen las tres combocatorias de los Campos Hobbits.
Lo que nace en el Campo Hobbit III después de una gestación relativamente larga
que se produce en el interior del MSI y dentro de él, en el interior de la
corriente rautiana, es el “espíritu de la metapolítica” que luego cristalizará
de manera autónoma en la Nuova Destra.
De
hecho, los Campos Hobbit (especialmente el último) habían sido un psicodrama en
el que unos jóvenes intentaban, psicológicamente “matar al padre” representado
por la vieja generación de dirigentes del MSI al que atribuían todas sus
desgracias. Olvidaban algo fundamental, que la República Italiana había nacido
gracias a la ocupación norteamericana y a la victoria aliada en la Segunda
Guerra Mundial, pero la mitología de la Resistencia había impuesto el “antifascismo”
como una de las columnas constitutivas del nuevo régimen. El “antifascismo”
estaba implícito en el tuétano de la República y solamente el ejercicio de
anticomunismo en tiempos de la Guerra Fría, había hecho que la potencia
dominante en Europa Occidental, los EEUU, aceptaran –e incluso ayudaran
puntualmente- al MSI como punta de lanza del anticomunismo militante. El MSI
era lo que era, porque difícilmente hubiera sido posible que fuera otra cosa.
Por
otro lado, la época en la que el MSI se vio obligado a actuar estaba
caracterizada por la división de Europa en dos bloques y, al mismo tiempo, en
un marco italiano condicionado por la existencia de dos grandes partidos, la DC
y el PCI que, respondían a esa división europea en bloques. O se apoyaba a uno
o se apoyaba a otro. No pareció haber lugar en ningún momento para una tercera
fuerza. En la medida en que su origen y la sociología de sus militantes, su
doctrina y su estilo estaban más cerca del Ventennio y de la República Social,
el MSI era algo radicalmente diferente al resto de fuerzas políticas italianas.
Quería jugar el papel de “ala derecha” del sistema, de “derecha nacional”, pero
para poderlo hacer de manera políticamente rentable, era preciso que la
Democracia Cristiana lo aceptara y que no hubiera existido en el clima político
italiano un antifascismo militante –impuesto por el origen histórico de la
República- que condicionaba la participación del MSI en las instituciones.
Pero
el MSI era un partido parlamentario y, como tal, se veía aquejado de las mismas
taras que cualquier otra fuerza similar: procesos de burocratización,
tacticismos que desvirtuaban frecuentemente los principios doctrinales del
partido, prácticas antidemocráticas en la convocatoria del os congresos que
hacía que no siempre la opinión mayoritaria entre las bases fuera la compartida
por la dirección salida de los congresos nacionales, oportunismo, luchas
fraccionales interiores, etc.
Era
natural que los jóvenes del partido percibieran todo esto con cierta
repugnancia y que ese rechazo les llevara a olvidar los orígenes de la
República y su antifascismo condicionante. Además, el debate político nunca ha
sido una de las prácticas habituales en la derecha, ni siquiera en la derecha
neo-fascista italiana de los años 60 y 70. El “creer, obedecer y combatir”
seguía siendo, en la práctica, la doctrina habitual. Lo que decía la dirección
era “lo que convenía”, se aplaudía en los mítines a los oradores dijeran lo que
dijeran y al margen de lo que dijeran. El hecho de que los afiliados,
progresivamente, se vieran aislados del resto de la sociedad y hostigados por
el antifascismo, hizo que los afiliados al MSI formaran círculos cerrados, con
pocas relaciones con al sociedad y solamente en contacto entre ellos y quienes
eran de su misma opinión. Solamente los jóvenes, al estar obligados a convivir
en las aulas con otros de su misma generación en la que eran inevitables las
opiniones diferentes, fueron conscientes de la necesidad de insertarse en los
debates reales que se estaban produciendo en aquellos momentos en la sociedad
italiana y que, en buena medida, iban mucho más allá del antifascismo oficial
proclamado por los partidos mayoritarios.
Fue
en esos ambientes juveniles que se identificaron inicialmente con la oposición
al oficialismo del MSI que se manifestó en torno a Pino Rauti y dirigido por
él, en donde cobró forma una sensibilidad particular: ya no aceptaban ser
marginados por sus compañeros, no aceptaban el ser algo extremo en la política
italiana y atribuían “al padre” la responsabilidad de situarlos donde estaban,
olvidando que esa posición se debía al origen mismo de la República y a no
situarse en ninguno de los dos campos: oriente y occidente, democracia o
marxismo… No es raro que quisieran “matar al padre” y liberarse de su “tiranía”
que les arrojaba al gueto y les enfrentaba con otros jóvenes de su generación.
Al complejo de marginados siguió la lucha generacional. Algunos jóvenes del MSI
se sintieron, de pronto, durante el “movimiento del 77”, más cerca de otros
miembros de su propia generación, que de la propia dirección “oficialista” del
MSI.
Solo
por una casualidad y un espejismo estos jóvenes, momentáneamente, creerían que
la tendencia de Rauti estaba en sus mismas posiciones. En realidad, Rauti
anteponía la disciplina de partido a cualquier otra consideración, sabía lo que
era estar fuera del partido y situarse “a la intemperie” en un clima
predispuesto a ser objeto de cualquier tipo de provocación, situarse inerme
ante la represión y el escarnio público. Cuando ingresó en el MSI le dijo
confidencialmente a Stefano delle Chiaie: “Cuando llueve hay que situarse bajo
el paraguas”. Era su forma de “estar en pie entre las ruinas” y de “cabalgar el
tigre”. Pero, una vez dentro, el hecho de que se enfrentara al “oficialismo”
aspirando a la secretaría general del partido, dio la impresión de que Rauti
intentaba construir una “alternativa” similar a aquella otra “alternativa” de
la que hablaban los jóvenes sensibilizados por los últimos efectos del
movimiento del 68 que se habían reproducido en el movimiento del 77.
Campos Hobbit después del Campo
Hobbit III
Estos
tres fueron los Campos Hobbits que realmente supusieron una innovación o que se
convocaron con intenciones de renovación del ambiente político neo-fascista. No
han sido los únicos eventos que han tomado como referencia el nombre del
protagonista de la novela de Tolkien. El nombre, con el tiempo ha pasado a ser
mítico y se ha utilizado como reclamo para muchas convocatorias que tenían muy
poco que ver con el proyecto originario, tan solo algunas coincidencias
formales.
En
el verano de 1981 volvió a aparecer el nombre de Campo Hobbit asociado con una
expedición de socorro a las víctimas del terremoto que sacudió el centro de
Italia. Se trató solamente de una movilización en la que solamente se apeló al
espíritu comunitario, estando completamente ausentes actividades “festivas”. Y
debió de ser eficaz prque fue en esa ocasión en la que el futuro alcalde de
Roma, Gianni Alemano conoció a la que sería su mujer, Isabella Rauti, hija del
fundador de Ordine Nuovo. De hecho, la convocatoria había sido organizada por
Teodoro Buontempo, Umberto Croppi, Giampiero Rubei y Antonello Ferdinandi,
todos miembros de Linea futura, consiguió movilizar a varios cientos de
militantes romanos del MSI.
Se
ha considerado a esta iniciativa como el Campo Hobbit IV, por quienes
convocaron diez años después, del 12 al 15 de septiembre de 1991 un Campo
Hobbit V bajo el lema de Tolkien: “Las raíces profundas no se congelan”. Pero
salvo esta referencia y dejando aparte que actuaron los grupos musicales del
momento y se dieron las consabidas charlas y talleres, no aportaron nada nuevo,
ni en la forma ni en el fondo. Otro tanto puede decirse de la convocatoria que se realizó en 1993 en los Jardines de
Sant’Angelo en Roma. Y otro más en 1995 ligado en esta ocasión al Movimento
Sociale – Fiamma Tricolore. Otro campo volvió a celebrarse en octubre de 2001
en Orvinio, gestionado por disidentes de Fiamma Tricolore, la Associazione
Culturale Janus.
Dejando aparte la buena
intención de cada una de estas convocatorias, lo cierto es que estaban ya muy
alejadas del espíritu originario de los Campos Hobbit. Estos eran especialmente
“renovadores” y a partir de la tercera convocatoria ya no aparecieron elementos
ni prácticas nuevas, sino una reiteración de lo ya visto y vivido, sin
innovaciones de ningún tipo, como si se tratara de una repetición automática de
lo ya realizado.
Es significativo, por ejemplo,
que cuando se convocó el autotitulado Campo Hobbit IV en 2001 se hiciera bajo
los lemas de “música, ecología,
arte, artesanado, poesía, cultura, cine, gastronomía”… pero no
se dijera ni una sola palabra de informática, que era la única novedad que
había aparecido desde el III Campo Hobbit en 1980… Es evidente que el
interés por seguir la evolución de la sociedad e insertarse en el debate en
marcha en la sociedad había dejado paso a un automatismo que intentaba
fotocopiar lo ya realizado. Nada en el espíritu de los “auténticos” Campos
Hobbit.
¿Qué fue de los impulsores de los
Campos Hobbit?
En
lo que se refiere a Tarchi, tal como podía esperarse, en enero de 1981 la
dirección del MSI, harta de las constantes críticas aparecidas en La Voce della Fogna contra la secretaría
general del partido y contra buena parte de los personajes más significativos
del mismo, lo expulsó. A partir de entonces impulsó la Nuova Destra de manera
autónoma, alejándose cada vez más de la actividad política, manteniendo la
publicación de Diorama Letterario y
de una nueva revista cuatrimestral,
Transgressioni. Cuando, después de las esperanzas iniciales, el paso del
tiempo demostró, primero el estancamiento y luego el fracaso de la iniciativa,
Tarchi, alegando que ya no creía en la dicotomía derecha-izquierda dio por
concluida la experiencia en 1994, dedicándose a la enseñanza como profesor en
la Facultad de Ciencias Políticas de Florencia. No volvió a ser tentado por la
lucha política.
Diferente
fue el recorrido de Umberto Croppi. Cuando Pino Rauti alcanzó la ansiada
secretaría general del MSI en 1990, Croppi se integró en su equipo dirigiendo
el sector de Comunicación. Al año siguiente, en 1991, con el desalojo de Rauti
y el retorno de Gianfranco Fini a la cúpula del partido, Croppi abandonó la
formación dedicándose a trabajar en iniciativas sectoriales especialmente de carácter
ecologista y en la lucha por la abolición de la pena de muerte. En 2008 se hizo
cargo del sector de prensa del alcalde de Roma, antiguo miembro del Fronte
della Giuventù y habitual de los Campos Hobbit, Gianni Alemanno (casado con la
hija de Pino Rauti). Fue nombrado asesor de políticas culturales y
comunicaciones de la Alcaldía de Roma ese mismo año cargo que desempeño hasta
2011. Fue de los exponentes del Popolo della Libertà, el partido de Berlusconi,
que siguieron a Gianfranco Fini en su escisión que le llevó a fundar el partido
Futuro e Libertà del que Croppi fue responsable de cultura. Da clases en la
Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Roma. Ha acumulado cargos
de carácter cultural a partir del 2000, recibiendo el 23 de diciembre de 2011
el nombramiento como comendador del Ordine al Merito della Repubblica Italiana
concedido por el Presidente de la República.
Generoso Simeone terminó por enfrentarse con Rauti y
romper con él en 1978 y se alejó de cualquier actividad política nacional. En
1987 fundó la revista Segnali que
prolongó su existencia hasta 1999. También dirigió programas de TV sobre la
familia y las relaciones entre padres e hijos. Falleció un año después de un
ictus cerebral. Una Asociación Cultural lleva su nombre en Benevento fundada en
el décimo aniversario de su muerte.
Finalmente, tras la experiencia de
los Campos Hobbit, Giampiero Rubei, se desinteresó por la política, abrió un
club de jazz, el Alexanderplatz que en los años 90 se convirtió y en la
actualidad se convirtió en un punto de referencia para los aficionados a este
género de la capital italiana, siendo visitado continuamente por músicos
italianos, europeos y americanos. Al iniciarse el milenio, esta y otras
iniciativas culturales, siempre relacionadas con el jazz, reportaron a Rubei un
prestigio de primer plano como director artístico y, sin duda, como el
principal promotor de jazz en Italia. En el 2005 organizó un festival de jazz
italiano en Nueva York y al año siguiente llevó el evento al Estado de Israel.
Algunas conclusiones y
un juicio crítico
Los Campos Hobbit fueron el
resultado de una serie de circunstancias objetivas (la irrupción en la sociedad
italiana del “movimiento del 77”), de circunstancias subjetivas (la crisis
interior en el MSI) y de circunstancias voluntaristas (la aparición de una
generación de militantes del Fronte della Giuventù muy diferente a la que había
sido habitual en el neo-fascismo de los treinta años posteriores al final de la
Segunda Guerra Mundial). Desaparecidas estas circunstancias, desapareció
también la posibilidad de “institucionalizar” la convocatoria.
Las circunstancias desaparecieron en
la medida en la que los años de crecimiento económico que se prolongaron desde
el final de la Guerra hasta la primera crisis del petróleo en 1973, generaron
un malestar social que se tradujo en una desconfianza creciente hacia el
régimen político italiano. Éste quedó caracterizado como un portento de
corrupción, nepotismo, oportunismo e inestabilidad que finalmente terminaría
destruyendo a todos los partidos históricos que habían sido mayoritarios en la
historia de la República.
Cuando se consumó esta destrucción
el neo-liberalismo ya había irrumpido en Italia, el marxismo había,
simplemente, dejado de ser hegemónico en la sociedad y se refugiaba solamente
en algunas cátedras y las dos columnas sobre las que se había sostenido el
régimen (la DC y el PCI) desaparecieron. La expulsión de Luciano Lama de la
universidad romana había sido el primer toque de atención de que las nuevas
generaciones se insolidarizaban con las viejas fórmulas.
En el MSI ocurrió otro tanto. De
hecho, el MSI “no era” el sistema, pero “estaba dentro” del sistema. Esa
posición hizo que su situación fuera ambivalente: de un lado podía alardear de
no ser víctima de las mismas lacras en las que habían caído los partidos
mayoritarios y las formaciones minoritarias que estaban dentro de las
coaliciones de gobierno, eso le permitía mantener un “suelo” electoral y
recoger en cada convocatoria electoral una cosecha de votos que envidiaban
otras fuerzas políticas del mismo signo en Europa. Pero también tenía el
inconveniente de que “no tocaba poder”, salvo en el nivel municipal y siempre
se encontraba marginado de las combinaciones de poder.
A este problema se añadía otro que
no era menor: la generación que había visto el fascismo del Ventennio y que
había vivido la República Social Italiana de manera entusiasta, estaba
desapareciendo por razones de edad. Aquellos que en 1945 tenían 20 años, en
1995 tenía 70. Muchos de ellos ya habían desaparecido y otros se encontraban ya
ancianos. La vieja clase política dirigente del MSI que ocupó el poder en los
años desde 1950 a 1990 ya había desaparecido. Era preciso abrir el partido a
las nuevas generaciones, “aggiornar” (poner el día) el MSI. La tarea le
correspondió a Gianfranco Fini, después de un corto período en el que Rauti
ocupó la secretaría general.
Las ambiciones políticas se unieron
a la necesidad de búsqueda de un nuevo electorado que sustituyese al que iba
desapareciendo por razones de edad. De todo eso surgió el Post-fascismo de Fini
y la transformación del MSI en Alleanza Nazionale. Finalmente, el antiguo MSI,
ya reconvertido, pudo entrar en las coaliciones de gobierno, situar alcaldes en
ciudad de primera magnitud y tener ministros y altos cargos propios. Pero ahí
ya no existía ningún proyecto “alternativo” tal como lo entendieron los
impulsores de los campos Hobbit (algunos de los cuales se beneficiaron de la
nueva situación en la medida en que quienes habían sido sus camaradas de
juventud, ocupaban altos cargos de la nación.
Sin embargo, la experiencia puede
ser valorada como fracaso político: no solamente la renovación que impulsó Fini
quince años después del último Campo Hobbit, no tuvo nada que ver con el
espíritu que nació allí, sino que cuando esta renovación se produjo, ya
quedaban en el partido muy pocos de los impulsores de aquella iniciativa.
Es cierto que los Campos Hobbit
supusieron, como hemos dicho, un estadio intermedio de tránsito entre la “vieja
línea”, acrítica y ultractivista, la del “creer, obedecer y combatir” y la
Nuova Destra metapolítica. Pero cuando, tras la expulsión de Tarchi del MSI y
la convocatoria de los dos congresos para definir las nuevas posiciones, surgió
la Nuova Destra de manera autónoma, se hicieron evidentes los límites de la
iniciativa:
1) No todos los que participaron en los Campos Hobbit se sumaron a la Nuova Destra.
2) Las ideas de la Nouvelle Droite, matriz de la versión francesa, tenían algo que ver con las de su homónima italiana, pero nada en absoluto con la expresividad y el alternativismo de los Campos Hobbit.
3) Mientras que en Italia, Tarchi creyó que era posible organizar un “movimiento cultural” amplio en torno a una idea, en Francia, la Nouvelle Droite no era más que el resultado de los escritos de Alain de Benoist y de media docena de intelectuales, pero jamás intentó ser un movimiento orgánico, ni, por lo demás, podía serlo.
4) Finalmente, la penetración intelectual de la Nouvelle Droite en Italia era mucho menor de lo que Tarchi imaginaba. No existía un tejido intelectual lo suficientemente amplio, similar al francés, para que apareciera un fenómeno similar. En Francia, la Nouvelle Droite fue aupada desde Le Figaro Magazine y por otras publicaciones de mucho arraigo en la sociedad francesa, no ocurrió nada parecido en Italia. Además, en Francia no existía nada parecido al MSI (salvo unos grupúsculos sin representación parlamentaria que solamente despegaron a mediados de los 80 con Le Pen y su Front National), por tanto, la Nouvelle Droite no encontró excesivas resistencias políticas a su proyecto, es más, la derecha lo miraba con buenos ojos en la medida en que facilitaban arsenal contra la izquierda marxista. En Italia, en cambio, dominaba la idea de que todo lo que fuera abrir la mano a los neo-fascistas o a gentes con aquella procedencia, contribuiría a mejorar las expectativas de voto del MSI, la fuerza política atípica del panorama italiano.
5) Otra diferencia notable era la idea de “debate”. En Francia, la Nouvelle Droite no debatía, simplemente publicaba revistas y libros, tomaba posiciones a partir de los trabajos de media docena de intelectuales, cuyo primus inter pares era, sin duda, Benoist. En Italia, en cambio, se insistió demasiado en el “proceso de clarificación”, en el permanente debate interno, en la modificación constante de las nuevas posiciones e incluso en las contradicciones demasiado evidentes como para no llamar la atención: del debate sobre “más allá de la izquierda y de la derecha” se pasó a la Nuova Destra, lo que hacía necesario explicar qué era la “metapolítica”. Y, por lo demás, la metapolítica, sin política, empezó a ser un mero ejercicio intelectual, practicado especialmente por quienes aspiraban a un puesto en la enseñanza universitaria o a labrarse un nombre académico.
6) Es importante recordar que todos los debates en el interior de la Nuova Destra fueron intelectuales, protagonizados por finos estilistas de la pluma, en ocasiones espesos, poco abiertos para los jóvenes y que, en la práctica, fueron cerrando puertas, generando abandonos e incluso, contribuyendo al empobrecimiento y a la desintegración del MSI. Atraídos por el “alternativismo”, muchos jóvenes pertenecientes al sector “rautiano” del Fronte della Giuventù, no se reconocían en la “matapolítica” intelectualista tal como la difundió Tarchi tras ser expulsado del partido y no lo siguieron.
La pregunta clave de este artículo
es ¿para qué sirvieron, pues, los Campos Hobbit? Sobre todo para sus
participantes que vivieron aquello como una especie de psicodrama (fue Croppi
quien lo reconoció). Durante unos días de su vida, aquellos jóvenes
neo-fascistas intentaron hacer lo que verdaderamente querían hacer, se sintieron
bien compartiendo tiendas de campaña, talleres, ranchos, cantos y
representaciones artísticas, hablando. Quisieron construir un mundo cultural
nuevo a partir de fragmentos pre-existentes, sintetizándolos. Una tarea
titática en la que como los Titanes de la mitología, fracasaron.
En cierto sentido, se dejaron
arrastrar por los tiempos que corrían. No eran los únicos en su campo: los NAR
(los “camaradas que se equivocan” tal como fueron definidos por sus camaradas
“alternativistas” de los Campos Hobbit) también emulaban a las Brigadas Rojas.
La Nuova Destra pretendía ser lo que los “indios metropolitanos” habían sido en
la extrema-izquierda, la levadura cultural. Grupos como Terza Posizione
emulaban a la Autonomía Obrera. Todos ellos no advirtieron que el “movimiento
del 77” fue breve en tiempo. Cuando desapareció a principios de los años 80,
algunos neofascistas todavía querían seguir con esos modelos. Y, por lo demás,
como hemos resaltado desde el principio, los propios Campos Hobbit no eran más
que la reproducción del reflejo especular de los Festivali Giovanile Proletari
de Parco Lambro.
Desde dentro del oficialismo del MSI
se criticó mucho a los Campos Hobbit: les achacaron sobre todo superficialidad,
tendencia a la “rumorolofía” y desconocimiento de los principios culturales de
la “destra”. Había algo de esto. El error de algunos de los impulsores de la
iniciativa de los Campos fue creer que el hecho de que existiera una revista
femenina, una publicación ecologista, un boletín cultural y una o dos docenas
de círculo que hacían referencia a la temática tolkieniana, media docena de
bandas musicales y solistas, un par de dibujantes, unos cuantos especialistas
en geopolítica, otros en biología, con todo eso ya se tenían los mimbres
suficientes como para poder constituir un movimiento cultural que influyera a
nivel nacional. Todas aquellas revistas tenían tiradas muy escasas
(difícilmente superaron los 4000 ejemplares) y la mayoría de ellas fueron
efímeras o muy efímeras. Influyeron pero no en la sociedad, sino solamente en
el interior del Fronte della Giuventù y de pequeños grupos disidentes. Y, de
hecho, influyeron, solamente en la medida en que el proyecto había nacido en el
seno de la sección juvenil de un partido político consolidado. Cuando la
iniciativa se desvinculó del partido, simplemente, desapareció, destino que
también tuvo su avatar, la Nuova Destra. El error consistió en pensar que todo
asistente a los Campos o todo aquel que expresara su admiración o interés por
ellos, entendía lo que era la metapolítica y aspiraba a seguir esa vía. No era
así.
Así pues, debemos de hablar de un
proyecto frustrado que, no por mitificado, deben ignorarse sus carencias,
contradicciones y límites que resultaron mucho menos brillantes pero mucho más
evidentes en la experiencia que siguió: la Nuova Destra.
Campos
Hobbit 1977-1981 - Signo de los tiempos ¿Renovación o estación término? (1 de
4)
Campos
Hobbit 1977-1981 - Signo de los tiempos ¿Renovación o estación término? (2 de
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Hobbit 1977-1981 - Signo de los tiempos ¿Renovación o estación término? (3 de
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Hobbit 1977-1981 - Signo de los tiempos ¿Renovación o estación término? (4 de
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