INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

martes, 30 de noviembre de 2021

¿MEMORIA HISTÓRICA? AHÍ VA ESTA: “El Ku Kux Klan de los años 20, un fascismo de izquierdas a la americana” – John Zerzan

Hace unos años traduje este artículo que me llamó poderosamente la atención sobre una organización que nunca me había interesado particularmente: el Ku Kux Klan. He pensado muchas veces en este artículo y aprovecho la ocasión para formular la pregunta que me parece más interesante sobre una organización estereotipada: ¿Estarías dispuestos a cambiar tus puntos de vista sobre algo si te demostraran que son erróneos? Antes de contestar, mejor que leáis el artículo. Fue publicado por primera vez en el número 37 (verano de 1993) de Anarchy : A Journal of Desire Armed. El autor –un anarquista de primer plano en los EEUU– muestra que el Klan de los años 20 era una fuerza radical en la política americana y que no eludía aliarse con los socialistas, los sindicalistas, las feministas y los movimientos de extrema–izquierda. Una historia fascinante de un proto–tercerismo a la americana.

 

En este artículo se presentan algunos aspectos sorprendentes del Ku Klux Klan de los años 20, el único período en el que fue un movimiento de masas. De ninguna manera debe considerarse este trabajo como una aprobación de algunos aspectos de la ideología o de la acción del Klan en este período. Sin embargo, la naturaleza freak del Klan contemporáneo no debe hacernos olvidar lo que ocurrió hace 70 años, a menudo incluso contra la voluntad y la ideología del mismo Klan.

En los EEUU, el racismo es ciertamente uno de los fenómenos más extendidos. El Ku Klux Klan de los años 20 fue uno de los dos o tres movimientos sociales más importantes del siglo XX y, seguramente, el más ignorado. Estos dos puntos son el indispensable prefacio del trabajo que sigue.

A principios de 1924, Stanley Frost describía el Klan en el apogeo de su potencia con estas palabras: “El Ku Klux Klan se ha convertido en la estructura más importante, la más vigorosa y la más activa de las existentes fuera del mundo de las empresas” (1). Según las fuentes, los efectivos del KKK oscilaban entre dos y ocho millones de afiliados (2).

Y, sin embargo, la naturaleza de este movimiento ha sido ampliamente inexplorado o incomprendido. En la literatura más bien escasa sobre el tema, el fenómeno KKK es habitualmnete descrito simplemente como una forma de “nativismo”. En el léxico de los historiadores ortodoxos, el término hace referencia a un racismo irracional y arcaico endémico entre las clases pobres y poco ilustradas que reaparecen periódicamente y con violencia. El libro de Emerson Loucks The Ku Klux Klan in Pennssylvania : A Study of Nativism, es un ejemplo típico de esta visión de las cosas. Su prefacio empieza así: “La renovación del KKK y su historia agitada no son más que capítulos del nativismo americano”, el primer capítulo lleva por título “Los inicios del nativismo” y en la conclusión de la obra nos enteramos de que “El nativismo ha desmostrado que era eterno” (3).


Kenneth Jackson, en su libro The Ku Klux Klan in the City, ha sido uno de los raros comentaristas que superan la tesis del nativismo y a cuestionar los estereotipos habituales relativos al Klan. Afirma así que “El Imperio Invisible de los años 20 no era mayoritariamente sudista, ni rural, ni compuesto por supremacistas blancos, ni siquiera violento” (4). Carl Degler corrobora el no–sudismo: “De manera significativa, la única ley de la que se está seguro que fue votada bajo la presión del Klan es la ley escolar de Oregón. El Estado más influenciado por el Klan era el de Indiana y el que contaba con mayor número de miembros del KKK era el de Ohio. Por otra parte, en algunos Estados del sur como Missisipi, Virginia o Carolina del Sur, el Klan apenas estaba presente” (5). Las estadísticas de Jackson muestran claramente que el Klan tuvo su base social en el norte de los EEUU y no en el sur, ya que solamente un Estado del Sur, Texas, estaba presente entre los ocho Estados que contaban con mayor número de afiliados (6). Igualmente, todo su libro demuestra que el Klan es un fenómeno urbano y que las diez principales zonas urbanas con mayor presencia del Klam es un fenómeno urbano y que las diez principales zonas urbanas con mayor presencia klanista eran mayoritariamente industriales y son todas, salvo una, en el norte. Se trata, en orden decreciente de Chicago, Indianápolis, Filadelfia–Camden, Detroit, Denver, Portland, Atlanta, Los Angeles–Long Beach, Youngstown–Warren y Pittsburgh–Carnegie (7).

La idea del KKK como una organización esencialmente racista es de la misma manera cuestionada por Jakson, al igual que por Robert Moats Miller: “En numerosas zonas donde el Klan era poderoso, la población negra era insignificante y es probable que incluso si ningún negro hubiera vivido en los EEUU, una estructura como el Klan, sin embargo, habría aparecido” (8). Y Robert Duffus, en el número de junio de 1923 de World’s Week, concedía que “Si la situación racial contribuye a un estado de espíritu favorable al klanismo, curiosamente no es determinante en su desarrollo” (9). El Klan, de hecho, intentaba organizar la “división de colores” en Indiana y en otros Estados para sorpresa de la historiadora Kathleen Blee (10). Degler, que considera erróneamente que el “vigilantismo” constituyó el corazón de la acción del Klan admite que sus violencias –cuando tuvieron lugar– “eran más a menudo dirigidos contra los protestantes blancos y los anglosajones que contra los miembros de las minorías étnicas” (11).

Esto nos lleva al cuarto y último punto de la tesis de Jackson, es decir que el Klan no era fundamentalmente violento. De nuevo sus conclusiones parecen válidas a pesar de las imágenes habituales de un Klan acepto del terror y los linchamientos. Los disturbios raciales de 1919 en Saint Louis, Chicago y Washington tuvieron lugar antes de que el Klan fuera implantado en estas ciudades (12) y en 1920, cuando el Klan alcanzó el máximo de su poder, el número de linchamientos en los EEUU había caído a la mitad de la media anual de la pre–guerra (13) y a una fracción aún más débil de la media que tuvo lugar en la inmediata posguerra. Preston Slosson pudo escribir: “Por una curiosa anomalía, mientras que el Ku Klux Klan renacía, la vieja costumbre americana del linchamiento desaparecía casi completamente” (14).

Una lectura de los diarios conservadores Literary Digest y del liberal The Nation en los años 1922–1923 permite revelar diversos procesos en los cuales el Klan fue acusado de violencias que no había cometido y fue privado de sus derechos de manera inconstitucional (15). Sus adversarios comprendían frecuentemente los establishments de los Condados o de los Estados y están lejos de ser víctimas impotentes y mansas.

Si el Ku Klux Klan, entonces no es ni sudista ni rural, ni racista, ni violento, ¿cuál es pues la verdadera naturaleza de esta extraña fuerza que adquirió tan rápida y tan espontáneamente tanto poder a principios de los años 20 y que declinó tan pronto a partir de 1925? La respuesta “nativista” ortodoxa avanza que se trata de un ejemplo de los esfuerzos fútiles, sin continuación, periódicos, irreflexivos y reaccionarios de las clases sociales inferiores para oponerse al progreso. Un “neo–nativismo”, teniendo en cuenta los trabajos de Jackson admiten incluso que el racismo y la violencia no son determinantes aun manteniendo el punto de vista recurrente sobre la voluntad de restaurar una versión derechista del pasado.


Pero un estudio serio y en profundidad del Klan hace dudar de la veracidad de estas tesis pues el militantismo y las actividades progresistas han precedido a menudo, coincidido o seguido a las campañas importante del KKK y han incluido a los mismos participantes. Oklahoma, por ejemplo, conoció durante diez años el ascenso con fuerza y luego la decadencia de las secciones más importantes del Partido Socialista y la creación de uno de los Klanes más poderosos (16). En el Condado de Williamson, en Illinois, durante una huelga en una mina de carbón, una masa de agitadores racialmente mezclados, mataron a veinte no huelguistas. Las autoridades locales apoyaban a los mineros y rechazaron perseguir a ninguno de los participantes en lo que se llamó la “Masacre de Herrin” que aterrorizó a los EEUU. En los dos años que siguieron, Herrin y el resto del Condado de Williamson se convirtieron en una plaza fuerte del Klan (17). En 1929, las huelgas violentamente reprimidas de los obreros textiles de las estribaciones sur de los Apalaches, una de las luchas obreras más duras del siglo XX, tuvieron lugar en las ciudades donde el KKK tenía una fuerza extremadamente importante (18). Los obreros de la empresa neumática de Akron que fueron los primeros en utilizar de forma masiva, a principios de los años 30, la técnica reivindicativa del sit–down eran en su mayor parte miembros de la importante sección del Klan de esta ciudad (19), o venían de los Apalabres donde el Klan era igualmente fuerte. En 1934, el Southern Tenant Farmer Union, un sindicato multirracial y muy militante fue constituido y sufrió la violencia de las milicias de los grandes propietarios y la indiferencia de los obreros de las ciudades donde los más activos de sus miembros eran antiguos “hombres del klan” (20). Igualmente, se ha observado que los más militantes de los miembros de la United Auto Workers eran miembros del KKK (21).

La clave de todos estos ejemplos de una lealtad aparentemente disparatada es una. Como voy a demostrar, no solamente algunos klansmen tenían ya ideas sociales avanzadas cuando se unieron al “Imperio Invisible”, pero además utilizaron a esta organización como un vehículo para los cambios sociales radicales.

El ascenso del Klan se inicia con la importante depresión económica del otoño de 1920. En el sur, granjeros desesperados organizados bajo la bandera del KKK intentaron hacer subir el precio del algodón restringiendo los stocks puestos en venta. “Del otoño de 1920 al invierno de 1922, bandas de encapuchados recorrieron los campos exigiendo almacenes y sociedades del tratamiento del algodón que cerrasen los precios al alza y prendieron fuego a las empresas que se negaron” (22). Estas fueron las acciones que lanzaron al Klan al nivel nacional.

La dirección del KKK “desaprobó y en apariencia desaprueba” (24) este activismo económico agresivo y es interesante señalar que hubo tensiones y oposiciones entre los dirigentes y los simples afiliados. En 1933, en una Casa de los Sindicatos en el Sur, Sherwood Anderson cuestionó a un periodista local sobre la utilización del Klan en luchas económicas: “Esta Casa de los Sindicatos era utilizada en ocasiones por el Ku Klux Klan y yo pregunto al periodista: – ¿Cuántos trabajadores del textil pertenecen al KKK?, – Un buen número, me respondió. Pensaba que el Klan había sido un arma para los trabajadores cuando los EEUU eran tan prósperos” (25). Los dirigentes del Klan no pusieron nunca el énfasis en la vertiente socialmente contestataria, pero fue este el que atraía más a sus miembros, incluso por encima del patriotismo, la religión o la fraternidad (26).

Esto no quiere decir que no hubiera una multiplicidad de razones para el ascenso del Klan. Existía en aquella época un sentimiento ampliamente extendido de que la “Gloriosa Cruzada” de la Primera Guerra Mundial hacía sido una estafa. La monotonía y el aburrimiento que regulaban la vida de los trabajadores también jugaron también su papel. Y muchos miembros del Klan mostraron a menudo más interés en combatir lo que consideraban como las causas de la inmoralidad que sus manifestaciones mismas.

Hiram Evans, uno de los dirigentes del Klan, admitió en 1923, en uno de las raras entrevistas concedidas a la prensa explica que “hay un sentimiento ampliamente extendido entre los miembros del Klan que consideran que las acciones del gobierno federal de los últimos años han demostrado una debilidad que indica la necesidad de una reforma fundamental” (34). En 1923, la carta de un lector publicada par The New Republic precisaba esta necesidad de cambios profundos. Escrita por un opositor al Klan llevaba como título “¿Por qué el Klan?” e indicaba: “En primer lugar, en todas las clases existe un escepticismo creciente respecto a la democracia, especialmente en su versión americana. Numerosos americanos ya no creen en la justicia de los tribunales, estiman que un pobre tiene pocas posibilidades frente a un rico, que numerosos jueces compran su cargo o son desplazados por lobbies. La joven generación sale de escuelas dispuesta a jugar su papel de ciudadano, pero con la convicción de que no puede nada contra el sistema y que éste se encuentra completamente corrupto. Otro tanto ocurre en las fábricas en donde los trabajadores constatan como los mineros en Virginia Occidental, que el Estado está siempre de parte de los patronos” (35).


En los libros publicados sobre el Klan, prevalece en no tratar su base social o definirla como pequeño–burguesa. Esto permitió a John Mecklin cuya obra Ku Klux Klan : A Study of the American Mind (1924) está considerada como un clásico, escribir que “El klanismo de base tiene más simpatías por el capital que por los trabajadores” (36). Haciendo este análisis prosigue basando su estudio sobre los dirigentes y no sobre la base militante. William Simmons, D.C. Stephenson e Hiram Evans que dirigieron el KKK en los años veinte eran un pastor, un comerciante de carbón y un dentista, pero los simples miembros de base distaban mucho de ser “pequeños burgueses”.

Kenneth Jakson admite parcialmente el error definiendo al Klan como un “movimiento de los estratos inferiores de la pequeña burguesía” (37) una afirmación vaga que corrige rápidamente escribiendo: “El principal apoyo del Klan venía de los obreros no sindicados de las grandes empresas y de las grandes fábricas” (38).

Para volver sobre el tema de las aptitudes socio–políticas de los miembros del Klan, hay pruebas evidentes confirman mi tesis de un estado de espíritu radical. En la primavera de 1924, la revista The Outlook organizó un sondeo sobre las preferencias políticas de sus lectores. 1.139 se declararon a favor del KKK, entre estos 490 eran de origen republicano, 97 demócratas y 552 independientes. 243 de los sondeados que habían respondido a favor del Klan eran mujeres y otros 700 habían indicado su profesión, 290 eran obreros especializados y 115 aprendices, los otros eran empleados de ferrocarriles, campesinos y comerciantes. Y estos sondeados tomaban ampliamente partido –en un porcentaje que iba del 80 à 90 %– por medidas radicales como la nacionalización de los transportes, las ayudas del Estado a los agricultores, un apoyo del precio del trigo por el Estado, igualdad de derechos para las mujeres, el fin del trabajo para los niños, una ley anti–linchamiento, la creación de una oficina federal de ayuda a los parados, ayudas a la educación, nacionalización de las minas, etc.

The Outlook, evidentemente no quedó satisfecho con los resultados del sondeo y caracterizó a los miembros del Klan como individuos “queriendo ir por delante, adeptos del radicalismo y del progresismo”. El Klan declinó rápidamente en los años que siguieron al sondeo y esto dio la razón al editor de The Outlook que precisaba que este sondeo era el único relaizado que daba una idea de la opinión real de los miembros del KKK (42).

Esto permite comprender, por ejemplo, como fue posible para el Klan y el Partido Socialista formar una alianza electoral en 1924 en Milwaukee para hacer elegir a John Kleist, un socialista y un klansman en la Corte Suprema de Wisconsin (43). Robert O. Nesbitt percibió, en el Wisconsin “una tendencia de los socialistas de origen germánico, cuyos rezos se oponían al clero católico, a unirse al Klan” (44). El populista Walter Pierce fue elegido gobernador de Oregón en 1922, por agricultores protestatarios apoyados por el Klam y el Partido Socialista. Los candidatos del Klan prometían reducir los impuestos a la mitad, reducir el coste de las comunicaciones telefónicas y ayudar a los agricultores en peligro (45). Un estudio reciente sobre el Klan de La Grange en Orégon muestra que “jugó un papel importante en el apoyo a los huelguistas” durante la huelga nacional del personal de ferrocarriles en 1922 (46).


De hecho, a pesar de la idea que se tiene actualmente de un KKK contrario a los trabajadores, el Klan era frecuentado por los militantes obreros. Un artículo de agosto de 1923 del World’s Work describió la importante simpatía de los trabajadores de Kansas hacia el Klan durante la huelga nacional de ferroviarios en 1922: “Se precipitan en gran número en las filas del Klan” (47).

Charles Alexander quien escribió la reputada obra The Ku Klux Klan in the Southwest, aunque suscribe la tesis del KKK como estructura anti–obrera confiesa su incapacidad para aportar elementos a favor de esta y admite que no descubrió más que dos casos de enfrentamiento entre el Klan y los sindicalistas (48). Escribiendo sobre Oklahoma, Carter Blue Clark admite que las “violencias contra los Industrial Workers of the World o los grupos de radicales urbanos o rurales eran raros” (49) y si bien censa 68 incidentes violentos en los cuales el Klan toma parte, solamente dos oponen al KKK con sindicalistas o progresistas.

El estudio de Goldberg sobre el Klan en Colorado muestra que “a pesar de que en las huelgas de minero de 1921, 1922 y 1927, el papel de los mineros de origen extranjero fue importante, pero nunca el Klan invocó el peligro rojo”. Durante la huelga dirigida por los Industrial Workers of the World en 1927, el Klan de Canon City formó incluso una alianza con el IWW contra su enemigo común, la élite dirigente (51).

Virgina Durr, que fue uno de los dirigentes del Progressive Party d’Henry Wallace en 1948 se acordaban del Klan de los años veinte en la región de Birmingham: “Los sindicatos estaban hundidos… Así el Ku Klux Klan fue constituido entonces como una especie de sindicato clandestino. Esto puede parecer imposible a los que no lo han vivido y que prefieren decir ‘el Klan está contra los sindicatos’. Pues bien, no, es falso, el Klan los sostenía” (52).

Gerald Dunne descubrió que “el 90% de los sindicados de Birmingham eran además miembros del KKK” (53) y que el Klan en aquel Estado atacaba violentamente a la Alabama Power Company y a la influencia de los bancos, aun haciendo campaña por el control por parte de los ciudadanos de los proyectos del Estado y para el seguro médico gratuito (54).

En los años veinte, la dirección de la United Mine Workers, corrupta e inerte, estaba presidida por el autocrático John L. Lewis. Los miembros del Klan afiliados al sindicato –posteriormente la doble militancia fue prohibida por el sindicato en 1921– formaron una coalición con elementos de izquierda en el congreso de 1924 a fin de luchar por la democracia en el sindicato: “Así los radicales, con la ayuda de los miembros de la Orden de la capucha, intentaron expulsar a Lewis del poder para nombrar responsables locales” (55). Aunque este intento fracasó, “sus partidarios dirigidos por Alexander Howat y apoyados por los miembros del Ku Klux Klan que ejercían un lobbying eficaz sobre la convención, consiguieron llevar en un primer momento a votación sobre la cuestión de Lewis quedando éste en minoría” (56). Aunque los dirigentes de los sindicatos hayan prohibido la adhesión a este, numerosas fuentes muestran que numerosos sindicados eran también miembros del Klan. McDonald y Lynch, por ejemplo, estiman que en 1924, el 80% de los adheridos del Distrito 11 de la UNM (Indiana) eran también miembros del KKK. Un estudio de los votos emitidos en el congreso de 1924 de la UNM va en el mismo sentido. Las zonas donde el KKK era poderoso como Indiana, Illinois y Pensylvania fueron los que dieron más votos opuestos a Lewis (58).


El relato oral de Aaron Barkham, un minero de Virginia Occidental, es una ilustración perfecta del Klan como vehículo de la guerra de clase y de la razón de su denuncia por los dirigentes de la UNM. En razón de su importancia, merece ser citado entero:

Hacia 1929, en el condado de Logan, en Virginia Occidental, los rompehuelgas llegaron con armas de fuego y atacaron las reuniones sindicales. La UNM se hundió rápidamente y se disolvió. No volvió a existir más que en 1949. Algunos mineros se asociaron y formaron un grupo local del Ku Klux Klan.

El Ku Klux Klan era el verdadero dueño de la ciudad. Mantuvo su pleno poder hasta 1932. Mi padre fue uno de los dirigentes hasta su muerte. La empresa fue obligada a llamar al ejército para intentar, en vano, romper al KKK El sindicato y el KKK eran entonces lo mismo.

El superintendente de la mina tuvo la idea de endurecer la disciplina. Fue encerrado con otros diez cuadros superiores en un vagón frigorífico. No los mataron, pero jamás regresaron. En otra ocasión, los klanistas azotaron a un capataz y lo expulsaron del Condado. Le dieron doce horas para abandonarlo con su familia.

La UMW tenía un delegado sindical para la mina, era un jurista. Lo acusaron de traicionar los intereses de los trabajadores y lo cubrieron de pelo y pluma.

El Ku Klux Klan estaba formado para defender a los que querían vivir decentemente, tanto negros como blancos. La mitad del personal de la mira era de raza negra. Los negros ejercían las mismas responsabilidades que los blancos y recibían la misma paga. El pastor de nuestra comunidad era también miembro del Klan. El Klan era la única protección de la que disponían los trabajadores” (59).

¿Por qué los raros estudios de los que se dispone sobre el Klan dan una visión tan diferente de éste? Principalmente porque se han negado a estudiar la base y considerarla como un fenómeno histórico. Naturalmente, no se puede escribir que el Klan de los años veinte estaba exento de intolerancia o de injusticia. Hay algo de realidad en la descripción del Klan como un momento del populismo agrio, de desilusiones fermentadas. Pero es también exacto que cuando numerosos individuos del Sur y del Norte se unieron al KKK, no lo hicieron por salvajismo racista.

El retorno a una relativa prosperidad y las disensiones internas entrañaron el declive del KKK después de 1925. Donald Crownover en su estudio sobre el Klan en el Condado de Lancaster en Pensylvania muestra los vanos esfuerzos realizados para crear estructuras que se opusieran a la prevaricación reinante en la dirección del Imperio Invisible y que entrañó su desaparición y su reducción a una estructura política paródica y caricaturesca (60).

John Zerzan


Notas :

1 – Stanley Frost, The Challenge of the Klan (Nueva York, 1969), pág. 1.

2 – Entre cinco y seis millones es probablemente la estimación más acertada. Morrison y Commager hablan de seis millones en The Growth of the American Republic (New York, 1950), vol. II, pág. 556. Jonathan Daniels piensa que el Klan tuvo 100.000 adheridos en 1921 y 5.000.000 en 1924, en The Time Between the Wars (Garden City, New York, 1966), pág. 108.

3 – Emerson Loucks, The Ku Klux Klan in Pennsylvania : A Study of Nativism (New York, 1936), págs. vi, 1, 198.

4 – Kenneth Jackson, The Ku Klux Klan in the City, 1915–1930 (New York, 1967), pág. xi.

5 – Carl Degler, A Century of the Klans : A Review Article, Journal of Southern History (Noviembre 1965), págs. 442–443.

6 – Jackson,op. cit., pág. 237.

7 – Ibid., pág. 239.

8 – Robert Moats Miller, The Ku Klux Klan, en The Twenties : Change and Continuity, John Braeman, Robert H. Bremner et David brody, ed. (Columbus, 1968), pág. 218.

9 – Robert L. Duffus, How the Ku Klux Klan Sells Hate, World’s Week (June, 1923), pág. 179.

10 – Kathleen M. Blee, Women of the Klan (Berkeley, 1991), pág. 169.

11 – Degler, op. cit., pág. 437.

12 – William Simmons, dirigían el Klan en 1921, testimonia, sin ser desmentido, que los disturbios raciales posteriores a la guerra en Washington, East St Louis y Chicago tuvieron lugar antes que hubiera un solo miembros del Klan en estas ciudades. Véase Hearings Before the Committee on Rules : House of Representatives, Sixty–Seventh Congress (Washington, 1921), pág. 75.

13 – Daniel Snowman, USA : the Twenties to Viet Nam (London, 1968), pág. 37.

14 – Preston W. Slosson, The Great Crusade and After (New York, 1930), pág. 258.

15 – Ver Literary Digest : Quaint Customs and Methods of the KKK (August 5, 1922); A Defense of the Ku Klux Klan (January 20, 1923), especialmente las páginas 18–19; The Klan as the Victim of Mob Violence (September 8, 1923), pág. 12; The Nation : Even the Klan has Rights (December 13, 1922), pág. 654.

16 – Ver de Garin Burbank, Agrarian Radicals and their Opágs.onents : Political Conflicts en Southern Oklahoma, 1910–1924, en Journal of American History (Junio 1971).

17 – Ver Paul M. Angle, Bloody Williamson (New York, 1952), especialmente las páginas 4, 21, 28–29, 137–138.

18 – Ver de Irving Bernstein, The Lean Years : A History of the American Worker, 1920–1933 (Baltimore, 1966), págs. 1–43.

19 – Jackson, op. cit., pág. 239. Akron llegaba en octava posición en las ciudades de los EEUU por el número de adhesiones del KKK.

20 – Ver de Thomas R. Brooks, Toil and Trouble (New York, 1971), pág. 368 y de Jerold S. Auerbach, Labor and Liberty : The LaFolette Committee and the New Deal (Indianapolis, 1966), pág. 38.

21 – Irving Howe y B.J. Widick, The UAW and Walter Reuther (New York, 1949), pág. 9.

22 – John Higham, Strangers in the Land (New York, 1968), págs. 289–290.

23 – Donald A. Crownover, The Ku Klux Klan in Lancaster County, 1923–1924, Journal of the Lancaster County Historical Society (1964, n° 2), pág. 64.

24 – Higham, op. cit., pág. 290.

25 – Sherwood Anderson, Puzzled America (New York, 1935), pág. 114.

26 – Neil Herring, militante progresista de los años 20 en carta al autor, Marzo 25, 1975.

27 – Miller, op. cit., pág. 224.

28 – Frost, op. cit., pág. 270.

29 – Arthur M. Schlesinger, Jr., The Politics of Upheaval (Boston, 1960), pág. 45.

30 – Stanley Frost, Night–Riding Reformers, The Outlook (November 14, 1923); Behind the White Hoods : the Regeneration of Oklahoma, The Outlook (November 21, 1923).


31 – Robert K. Goldberg, Hooded Empire : The Ku Klux Klan in Colorado (Urbana, 1981), pág. 23.

32 – Margaret Sanger, An Autobiography (New York, 1938), págs. 366–367.

33 – Frost, op. cit., pág. 86.

34 – Idem.

35 – Marry H. Herring, The Why of the Klan, The New Republic (February 23, 1923), pág. 289.

36 – John Moffat Mecklin, The Ku Klux Klan : A Study of the American Mind (New York, 1924), pág. 98.

37 – Jackson, op. cit., pág. 240.

38 – Ibid., pág. 241.

39 – Pink Ballots for the Ku Klux Klan, The Outlook (Junio, 25, 1924), págs. 306–307.

40 – Ibid., pág. 306–307.

41 – Ibid., pág. 306.

42 – Ibid., pág. 308.

43 – Jackson, op. cit., pág. 162.

44 – Robert O. Nesbitt, Wisconsin : A History (Madison, 1973), pág. 467.

45 – Georges S. Turnbull, An Oregon Crusader (Portland, 1955), pág. 150. Promises and Lies, Capital Journal (Salem, 31 octubre, 1922).

46 – David H. Horowitz, The Ku Klux Klan in La Grange, Oregon, en The Invisible Empire in the West, ed. Shawn Lay (Urbana, 1992), pág. 195.

47 – Robert L. Duffus, The Ku Klux Klan in the Middle West, World’s Work (August, 1923), pág. 365.

48 – Charles Alexander, The Ku Klux Klan in the Southwest (Louisville, 1965), pág. 25.

49 – Carter Blue Clark, A History of the Ku Klux Klan in Oklahoma. Ph.D. Dissertation (University of Oklahoma, 1976), pág. 115.

50 – Ibid., pág. 147

51 – Goldberg, op. cit., págs. 122, 146.

52 – Virginia Durr, Entrevista con Susan Trasher y Jacques Hall, 13–15 mayo 1975, University of North Carolina Oral History Project.

53 – Gerald T. Dunne, Hogo Black and the Judicial Revolution (New York, 1977), pág. 114.

54 – Ibid., págs. 116, 118, 121.

55 – Cecil Carnes, John L. Lewis (New York, 1936), pág. 116.

56 – Ibid., pág. 114.

57 – David J. McDonald y Edward A. Lynch, Coal and Unionism (Silver Spring, Md, 1939), pág. 161.

58 – United Mine Workers of America, Proceedings of the Twenty–Ninth Consecutive and Sixth Buennal Convention (Indianapolis, 1924), pág. 686.

59 – Studs Terkel, Hard Times (New York, 1970), págs. 229–230.

60 – Crownover, op. cit., págs. 69–70.


 

lunes, 29 de noviembre de 2021

CRÓNICAS DESDE MI RETRETE: ¡VALE YA CON LAS ONDAS DE TERROR!

¿Qué son las “ondas de terror”? Son la repetición de noticias terroríficas que alternan intensidad con noticias tranquilizadoras. Cualquier experto en “operaciones psicológicas” sabe que esta práctica resulta mucho más efectiva, a la hora de crear traumatismos mentales y condicionar psicológicamente a la población que las noticias dramáticas repetidas constantemente. Su esquema es éste: “crisis – relajación tranquilizadora – nueva crisis – relación – más crisis – y así sucesivamente”. No hace falta demostrarlo: asistimos diariamente a la presentación de noticias envueltas con este formato. El resultado es inseguridad y terror instalado en amplios sectores de la población, alimentado por la santa alianza entre farmacéuticas, gobiernos y medios.

El volcán de Palma como paradigma real

Recordar el volcán de la Palma: ¿no habéis notado que las noticias sobre su “gravedad” y la intensidad de los temblores y el aumento de las emanaciones de gases, van seguidas, al día siguiente de noticias tranquilizadoras (la emisión de gases disminuye, los temblores son de menor intensidad, se ha abierto el aeropuerto de la isla…). Llevamos dos meses con esta alternancia de ciclos. Es un “baile” de información que desorienta a la opinión pública española y genera una sensación de inquietud insuperable en la isla.

Así puede entenderse que el puerto de Palma registre un número desmesurado de palmeros que huyen. Los medios, cada día, nos obsequian con declaraciones de vulcanólogos que comentan las noticias: unos días tranquilizan y al día siguiente, presentan la situación como extremadamente grave (y es posible que cada día encuentren motivos para afirmar una cosa u otra: pero también deberían decir que el análisis de un proceso natural no puede medirse por lo que ocurra de hoy a mañana, sino en períodos mucho más dilatados).

El efecto sobre la opinión pública variaría, si, desde el principio, se hubiera dicho que se iba a producir esta alternancia y se midieran los efectos del volcán con patrones exclusivamente científicos, en lugar de apelar al “pathos” (la emotividad y los sentimientos) tratando de generar en la opinión pública -especialmente en la isleña- una sensación de horror e incertidumbre sobre lo que puede ocurrir.

Pero, a fin de cuentas, el volcán de Palma es un fenómeno natural. Si los medios están tratando así la noticia es porque sus “rutinas” de información, desde los años 30, les llevan automáticamente por ese camino.

Un chicle que se ha estirado demasiado. Omicron.

En toda esta temática del virus, el procedimiento de las “ondas de terror” es mucho más visible (y grave) que en el caso del volcán de Palma. No, no somos “negacionistas”. No negamos la existencia del virus. Lo que sí negamos es: su gravedad extrema, la coherencia de las medidas aprobadas por los gobiernos, el rigor de las informaciones presentadas desde el primer momento a la opinión pública y la efectividad de las vacunas.

Vamos por la “sexta ola”. La variante del virus a la que hay que estar atento estos días, ha sido bautizada como “omicrón”. Omicron es una letra griega, que, literalmente, quiere decir “o pequeña”. Desde hace tres días, no se habla en los medios más que de esta “variante” del virus.

Se la ha definido como “virus africano”. Ha sido descubierto por una doctora afrikáner, desde Pretoria. ¿Sus síntomas? Antológicos: la doctora Angelique Coetzee los describe como un “dolor de cabeza, no acompañado por dolor de garganta, sino por una picazón a la altura de las amígdalas, sin tos, ni pérdida de gusto u olfato”. También aparecen síntomas de cansancio. La doctora vio que estos síntomas -que ella misma padeció- no correspondían con la variante Delta del virus: el test correspondiente le indicó que, tanto ella como su familia, dieron positivos. Pero sus síntomas eran “muy, muy leves”. La propia doctora en sus declaraciones a los medios, en un alarde de honestidad, no trató de exagerar la noticia. Indicó que “a pesar de encontrarse en el epicentro de la variante, la carga viral es extremadamente leve”. Añadió que nadie en Sudáfrica había sido hospitalizado y el panorama sanitario no había cambiado en el país. Esto es todo. Este es el foco originario de la noticia sobre la variante Omicron del Covid-19.

Cuando la noticia llega a los medios de comunicación, la variante Omicron se transforma en un riesgo terrorífico para la salud. Los gobiernos empiezan a prohibir los vuelos procedentes de Sudáfrica y los que han llegado -con pasajeros, efectivamente, portadores del virus- son aislados en hoteles. Aparecen “portavoces” de asociaciones con nombres altisonantes (Asociación Española de Vacunología, Asociación Española de Medicina Preventiva, y un largo etc) que nadie sabe ni lo que son, ni quienes están detrás, ni a quién representan, ni siquiera si existen, ni, por supuesto, su solvencia científica, pero cuyos “portavoces” adoptan aires didácticos y profesorales de suficiencia e imparten lecciones magistrales cuyo contenido es el mismo que el vertido de manera mucho más pedestre por la ministra de sanidad: “vacunar, vacunar y vacunar”.

La panacea universal hace un año, que no lo es tanto

Está bien eso de vacunarse. Pero, claro, mucho mejor es hacerlo cuando se conoce la efectividad de las vacunas. Ahora se nos dice que sus efectos no se prolongan más allá de cuatro o seis meses. Así pues, cuando hace exactamente un año, el gobierno fiaba el restablecimiento de la normalidad y la recuperación económica a la vacunación, debemos suponer que ignoraba que los límites de la efectividad. Y, consiguientemente, también la opinión pública los ignoraba: por tanto, acudimos a los centros de vacunación convencidos -eso era lo que se nos había dicho- que todo se resolvería cuando alcanzáramos la “inmunidad de rebaño” (pronto se cambió el término “rebaño” por el de “grupo”: la panacea era, pues, la “inmunidad de grupo”). Se nos dijo que con un 70% de la población vacunada, habríamos vencido al virus. ¿Y hoy? ¿qué nos van a contar los portavoces gubernamentales?

Lo cierto es que la opinión pública tiene la memoria corta. Reconozco que me vacuné de la primera dosis convencido de que la opinión de los “expertos” debía ser la correcta. Luego, tardé seis meses en vacunarme de la segunda dosis y solamente lo hice ante la posibilidad de trasladarme al extranjero y precisar el certificado de vacunación. Ya, por entonces, las estadísticas indicaban algo sorprendente: las “olas” del virus cada vez se expandían a mayor velocidad, pero la intensidad de las mismas y su mortandad era cada vez menor. La epidemia de gripe de 2018, con 15.000 muertos en tres meses había sido mucho más grave que la “segunda ola” del virus.

Con la variante Omicron se confirma esta tendencia. Y si esto es así -y el sentido común, indica que así es- la noticia sobre la variante sudafricana, ni siquiera debería de inquietarnos, ni habría motivos para que la noticia apareciera en los informativos, fuera de la República Sudafricana…

El cartel de las farmacéuticos mira a África (ta' to' pagao)

Pero, sin embargo, el tratamiento que dan los informativos a la noticia podría ser calificado como “pre-apocalíptico”. ¿Por qué? Hay dos motivos: uno de orden internacional y otro en clave nacional.

África tiene 1.216 millones de habitantes. Es el continente con menor tasa de vacunación. Y esto tiene su explicación: no es que allí no existan medios económicos para garantizar la vacunación de la población, sino que el virus allí ha tenido una incidencia bajísima. Lo que no ha sido obstáculo como para piadosísimas ONGs aprovecharan para distribuir publicidad mostrando a niños africanos demacrados que claman al cielo y piden ayuda.

¿Qué son 1.216 millones de africanos para un laboratorio farmacéutico? Respuesta: un mercado virgen para 1.216 millones de vacunas, multiplicadas por ¿tres, cuatro, cinco, seis? dosis, ¿una cada cuatro meses? ¿cada seis?… Cuando un “cartel” (en este caso el de las industrias farmacéuticas) tiene un mercado, este no se abandona ni siquiera cuando está saturado. Y, por cierto, lo importante para un producto-estrella, la vacuna anti-covid, es ir abriendo mercados. No hay problema, porque está todo pagado: que nadie lo dude, la vacunación de los 1.216 millones de africanos correrá a nuestra cuenta…

Tiene gracia que hoy mismo, nos hayamos despertado con otra noticia sobre el virus. El 5 de noviembre pasado, la revista Nature en su suplemento dedicado a la salud oral, destacaba las “conexiones entre la salud bucodental y la gravedad del Covid-19”. Hoy, la noticia ha quedado confirmada y TVE nos la ha servido en el desayuno. Al parecer las multinacionales de productor para la higiene dental, también quieren aprovechar el “tirón” del Covid para aumentar beneficios.

Son los efectos de la dictadura del clan de las corporaciones farmacéuticas. Tienen el poder del dinero y, por lo tanto, compran a buen precio la carne de políticos ignorantes que no tienen ni la más remota idea de sanidad y a los que no preocupa nada más que el estado de su cuenta corriente en algún paraíso fiscal, a directores de informativos y a profesionales sin muchas ganas de tocar pacientes y ejercer su profesión, pero si de pontificar en medios.

Podemos pensar lo que ocurrirá cuando el cartel de las empresas jugueteras quiera dar el pelotazo final para la promoción de sus productos. Imaginemos los titulares: “La ausencia de peluches aumenta las posibilidades de sufrir alzheimer”, o este otro: “los trastornos mentales aumentan en personas que no utilizan juguetes infantiles”, seguido del más tranquilizador: “Un peluche aumenta las posibilidades de socializarse, incluso de ligar a cualquier edad”. ¿Cuánto tardarían gobiernos y medios, convenientemente “engrasados”, en participar en una campaña así? La ministra de igualdad recomendaría un peluche asexuado en cada casa. La de salud, “peluches, puleches y peluches”. El de consumo: “peluches en cada casa y un peluche para cada miembro de un hogar”. Y el de economía: “mejor dos, tres, incluso cuatro peluches en cada casa”. Y el inefable presidente del gobierno mostraría su mejor talante solidario animando a comprar peluches para que en el último rincón de África no haya un anciano sin uno… Todo sea, por su “salud mental”.

El Covid en clave nacional

Hablando del gobierno: alega que, gracias a la vacunación, España está “mejor posicionada” que otros países europeos ante la sexta ola. Incluso que eso se debe a la alta tasa de vacunación en España… que, por cierto, es muy similar a la de los países europeos que en estos momentos están teniendo los casos más altos de covid y han aumentado restricciones.

Hoy, empezamos a intuir que las cifras que nos presentan son extrapolaciones de casos registrados en los hospitales y de test PCR aleatorios realizados. Cuantos más test se realizan, más casos se encuentran… Obvio, especialmente en invierno, porque el PCR no distingue entre “infecciones” provocadas por el Covid o por un simple resfriado…

Hoy, gracias al Covid se puede explicar todo en España: ¿Qué la economía va mal? No es por culpa de la estructura económica de España basada en turismo y construcción o por la falta de previsión y/o planificación, o por el desmadre de las taifas autonómicas: es por el virus. ¿Qué hay manifestaciones y descontento en la calle? Es por la persistencia del virus. ¿Qué aumentan los casos de Covid? Es por culpa de los “negacionistas” no vacunados. ¿Qué perdemos competitividad? Eso se resuelve con la “inmunidad de grupo” que se alcanza, justo cuando todos, sin excluir ni uno, estemos vacunados…

Al gobierno español -el que registra peores cifras económicas en toda la UE y que muestra un mayor nivel de endeudamiento, con una inflación desbocada y un gobierno que incapaz de construir unos presupuestos realistas- le interesa encontrar una explicación fácil que sea aceptada por los últimos españoles que ven TVE y los canales generalistas. El Covid es la coartada para cubrir la incompetencia del pedrosanchismo.

¿Certificado digital? Contra el certificado digital

Queda hablar del “certificado digital Covid”. De la misma forma que no existe un certificado digital para los vacunados de paperas, no hay ninguna razón para que se exija en gimnasios, transportes, restaurantes y demás, la certificación de estar vacunado y, mucho menos, cuando hay ya se sabe que estarlo y no estarlo, no varían excesivamente la situación a la vista de que los efectos de la vacuna van “disminuyendo” desde el momento en el que se administra y no se puede afirmar exactamente el momento en el que el portador del virus se convierte de nuevo en una bomba-covid ambulante…

Puedo obtener el “certificado” en cualquier momento, porque recibí las dos dosis (dosis que tengo la convicción de que no sirven para mucho más de lo que puede servir una aspirina, un paracetamol o un coñac con huevo, incluso un café con anís Machaquito). Pero no estoy dispuesto a que amigos y familiares que han decidido, consciente y racionalmente, no vacunarse, sean discriminados cuando salimos de bares, de copas o de fiesta.

Hoy sabemos que eso de la “inmunidad de rebaño” era un mito. Hoy sabemos que lo que nos vendieron hace un año como “panacea universal” ante el virus, no es tal. Hoy sabemos, incluso, que la nueva variante Omicron no pasa de ser una gripe estacional, muy leve. Y hoy, ya no hay duda de que el cartel de las farmacéuticas, aprovechando la ignorancia y la ambición de la clase política, lleva dos años generando “ondas de terror” (ahora va bien, ahora va mal, ahora vuelve a ir bien, ahora se tuerce…).

Hay que apearse y decir: hasta aquí hemos llegado. Aquí nos paramos: “se ha acabado”.

Nunca volver allí donde han discriminado a algún amigo o familiar por no estar vacunado.

Nunca más votar por opciones políticas que no han alzado su voz para exigir que acabe esta innoble mascarada de las “olas de terror”.

Nunca más suscribirme, leer, ni comprar, ni siquiera escuchar, medios que persistan en difundir los absurdos que se están repitiendo desde hace dos años y que siguen circulando una y otra vez como “verdades reveladas” e indiscutibles.

¡Basta ya con las “olas de terror”! ¡Basta ya de explotar sistemáticamente el binomio credulidad-miedo!

viernes, 26 de noviembre de 2021

Campos Hobbit 1977-1981 - Signo de los tiempos ¿Renovación o estación término? (4 de 4) - Campo Hobbit III, muerte y resurrección - Nuevas circunstancia políticas en Italia - ¿Qué fue de los impulsores de los Campos Hobbit? - Algunas conclusiones y un juicio crítico

Campo Hobbit III, muerte y resurrección

El experimento de la primera edición se volvió a intentar en 1980, después de un paréntesis de un año. Durante los cinco días que duró, del 16 al 20 de julio, se publicó un fanzine titulado Il libro rosso dei confini occidentali, producido en el mismo campo. Allí Alfio Krancic publicó una tira cómoda en la que podía verse a un tipo con zurrón y casco vikingo que llegaba y preguntaba a uno de los organizadores: “¿Es aquí el Campo Hobbit?”. Éste, desesperado, dirigiéndose al lector, comentada: “Con este tenemos 37 vikingos, 12 aqueos, 4 ostrogodos y 4 celtas… esta manía de buscar las raíces decididamente empieza a ser contraproducente”. Era un chiste, pero también una señal de alerta.

Marco Tarchi tuvo ocasión de hablar con un periodista de Il Manifesto (diario de izquierda radical) invitado al evento, el cual le explicó: “Somos anti-igualitarios y tradicionalistas, estamos por la hegemonía de la sociedad civil sobre la política, somos pluralistas y queremos una revolución que funde un estado orgánico, orgánico con el pueblo, con su cultura y con sus tradiciones. Somos antiburgueses”. El periodista añade: “Cita a Gramsci, Spengler, Cacciari, Mosse y muchos otros. Dice que su motivo de existencia como partido-movimiento se encuentra en la crisis general de los partidos y de la democracia. De ahí el interés por el rock, el ser antinucleares y antiamericanos, ecologistas y, sobre todo, contrarios al enfrentamiento físico con la extrema-izquierda. “Una locura, dice Tarchi, que hasta ahora ha beneficiado sólo a la Democracia Cristiana”.

Precisamente Il Manifesto consagró un artículo a la iniciativa que entraba dentro de lo que sus organizadores pretendías. En páginas interiores, el diario de izquierda tituló el evento: “Evolución de la raza fascista en un pueblecito del Abruzzo”. También la RAI se hizo eco en su primer informativo de la noticia y luego le consagró un programa especial titulado “El Negro es hermoso” en la que se catalogaban las distintas editoriales, revistas, iniciativas culturales, movimientos, círculos, grupos musicales, etc, que componían esta galaxia. Pero sin duda, el titular que mayores entusiasmos suscitó entre los asistentes al Campo fue el que les deparó el semanario L’Europeo: “Como Duce queremos al Señor de los Anillos”.

Sin embargo, todo esto llegaba en el verano de 1980… cuando el “movimiento del 77” estaba prácticamente extinguido y la extrema-izquierda daba muestras de estar muy desgastada. El tiempo no pasaba en vano. Lo que en 1977 estaba en el candelero de la opinión pública y en el debate social, tres años después se encontraba muy atenuado. Los “indios metropolitanos” ya eran solo un recuerdo. La “autonomía obrera” había declinado pero la “lucha armada” seguía existiendo a pesar de una represión que cada vez dejaba más huellas.

Campo Hobbit III, fue también aquel en el que los organizadores se mostraron más maximalistas y “revolucionarios” (o “alternativos” como preferían autotitularse). Si el primero había sido un ensayo general, el segundo un fracaso en el que se habían desvirtuado los ideales originarios, este tercero debería haber sido –y de hecho fue- una superación de los dos primeros. El ensayo verdaderamente consumado que debería haberse prolongado en años sucesivos, pero, a decir verdad, este inicio fue también un final. No hubo continuación. La experiencia murió allí.

El escenario era muy diferente a los dos anteriores: simplemente se había ocupado un pueblo abandonado y se había transformado en una verdadera ciudad decorada según los gustos y afinidades de sus nuevos “habitantes”. Las calles habían sido rebautizadas: “Calle Brasillach”, “callejón sin salida de los camaradas que se equivocan” (en alusión directa a los Nuclei d’Azione Rivoluzionaria, la última organización armada neo-fascista aparecida en Italia, que en ese momento ya habían cometido sus primeros atentados), Palacio del Dragón, Plaza Céline, Avenida Tolkien, etc. Las casas estaban decoradas con murales antinucleares o mitológicos. Se intentaba dar vida a un pueblo, hasta ese momento, muerto. Tanto por el número de participantes (participaron en torno a 10.000 jóvenes) como por los temas tratados, sin duda, este fue el campo que tendría más eco.

Pero también el que resultaría más problemático. Hasta ese momento, todos los militantes que habían dado vida a la iniciativa pertenecían al sector “rautiano” del MSI. Se daba por supuesto que habiendo entrado la componente alternativa en el MSI a través de la Linea Futura de Rauti, esta seguiría estando adscrita a esa tendencia. Y no era así. En el curso de los debates aparecieron las primeras muestras de fractura del sector “rautiano”: a un lado los viejos ordinovistas (Giulio Maceratini, Paolo Andriani, Marcello Perina) a otro los “alternativistas” (Tarchi, Cristiana Peternò, Peppe Nanni, Monica Centanni). Los primeros observaban cómo los segundos se iban escorando progresivamente hacia la derecha olvidando –y frecuentemente, atacando- las bases originarias del MSI (tradicionalismo evoliano, republicanismo de Saló, participación institucional, no como fin sino como medio para alcanzar un fin: la conquista del poder).  Para ellos renovar era bueno, pero escorarse hacia la izquierda era perder la perspectiva de los orígenes. Existía un “centro” que buscaba el equilibrio entre ambas líneas formado por dirigentes juveniles nacionales del Fronte della Giuventù (Marco Valle, Riccardo Andriani, Paola Frassinetti, Flavia Perina, Antonello Ferdinandi, Fabrio Granata) que en todo momento se esforzaron por hacer llegar a los reunidos a síntesis entre ambas corrientes. En el comité organizador el peso recayó sobre Giampiero Rubei, Umberto Croppi y Alessando Di Pietro.

Este Campo Hobbit III demostró que las líneas seguidas por los organizadores y por la Linea Futura de Rauti, ya no eran convergentes, sino paralelas y, lo que era peor, cada vez iban distanciándose más. Rauti, aun manteniendo discrepancias con la dirección del partido era partidario de recomendar un acatamiento de la disciplina, paralelamente a ir mejorando las posiciones de su corriente dentro de las estructuras del partido y asegurarse de que, en un período más o menos breve, lograrían vencer en un Congreso (lo que ocurrió, efectivamente, diez años después)

El grupo organizador había asumido con excesivo entusiasmo las tesis procedentes del grupo francés formado en torno a Alain de Benoist sobre el “gramscismo de derecha” (años después, uno de sus miembros, Guillaume Faye, reconocerá que ninguno de ellos había leído a Gramsci y que apenas lo conocían por comentaristas) y tomaban los textos de Tolkien como propuestas de un “estilo de vida”, cuando en realidad, como máximo, tenían coincidencias con la doctrina propuesta de manera orgánica por Evola: dicho de otra manera, podía aprovecharse positivamente de cara a la construcción de una “alternativa” la lectura de Tolkien como divertimento, solamente si se conocía previamente la obra de Evola o de lo contrario sería solamente un divertimento con tendencia al freakysmo si se convertía en obsesivo.

En cuanto a Gramsci y el “gramscismo de derecha”, no hacía falta recurrir a él para resaltar la importancia de la lucha cultural para transformar las opiniones políticas de un pueblo, el propio fascismo había realizado argumentaciones parecidas que no por conocidas eran menos válidas, especialmente cuando Gramsci insertó su discurso sobre la “hegemonía cultural” en el contexto de su interpretación marxista de la historia, no en el vacío.

Cuando los talleres y los debates, los tenderetes de venta a gadgets y las librerías improvisadas, las charlas fueron desmontados las tarimas y los equipos musicales y de sonido, y las actividades comunitarias del Campo Hobbit III cerraron sus puertas, los organizadores podían estar orgullosos. Por primera vez habían conseguido por primera vez movilizar a miles de jóvenes contra la opinión de la dirección del partido al que pertenecían la mayoría y habían conseguido llamar la atención de la opinión pública en un momento que coincidía precisamente con los primeros golpes policiales contra las Brigadas Rojas y el terrorismo de extrema-izquierda, la presión del antifascismo militante que había sido continua en la calle desde los quince años anteriores, empezaba a disminuir. A estas circunstancias se añadió un hecho que no por esperado, era menos providencial: Marco Tarchi, uno de los mentores de todo este proyecto, era expulsado definitivamente del partido.

Fue en esta tercera edición en la que se puso un deliberado interés en marcar distancias con el pasado nostálgico. El coste total del campo ascendió a 20 millones de libres, más o menos, 10.000 euros actuales aportados por los participantes que se inscribieron en el evento. Croppi recordaba que el campo se convocó con la intención de “alcanzar una calidad que fuera apreciable para todos y buscamos realizarlo todo teniendo fe en las formas más espectaculares de comunicación”. Una vez más, era evidente que había dimensión política en el proyecto, pero éste trascendía con mucho la política hasta el punto de que Croppi reconoció años después que “el proyecto era entusiasmante y la experiencia fue tal que condicionó las iniciativas posteriormente de cada uno de nosotros”.

Los años habían pasado y cuando se cumplían diez de la edición de los primeros números de La Terra degli Avi y sus redactores ya habían alcanzado la madurez política, no volvieron a sentirse interesados por “actividades juveniles” como eran los Campos Hobbit. Querían una forma de trabajo más madura y adaptada a la edad en la que iban entrando. Fue así como, al final de la etapa de los Campos Hobbit (julio de 1980), siguió un período convulso repleto de expulsiones, acritud y enfrentamientos personales y políticos, al que seguiría un período de recomposición que dio vida, ya fuera del MSI y frecuentemente contra él, a la Nuova Destra sobre el modelo de la Nouvelle Droite francesa.

Nuevas circunstancia políticas en Italia

Pocos días después del levantamiento del Campo Hobbit III se produjo un acontecimiento traumático en la sociedad italiana: la explosión en la estación de Bolonia que causó casi un centenar de víctimas e inmediatamente fue atribuido a los neo-fascistas aun cuando nunca han existido pruebas suficientes para demostrarlo. Momentáneamente reapareció una oleada de antifascismo que, a pesar de que se extinguió pronto y que sería la última que se manifestó con toda su virulencia, ocasionó un reajuste de las correlaciones de fuerzas en el interior del MSI. Todas las partes comprendieron la necesidad de superar las divisiones internas y prepararse para una situación en la que tocaba estar a la defensiva. No había lugar para la “metapolítica”, ni para las “aperturas creativas”: simplemente era necesario confiar en la dirección, cerrar filas y prepararse, sino para obtener beneficios de la situación, sí al menos para no ser arrastrado por ella. Era evidente, por lo demás, que el MSI había permanecido al margen de aquella ofensiva de lo que se presentó como “terrorismo negro” y fueron grupos como Terza Posizione y pequeños círculos autónomos surgidos al calor de la desintegración de Ordine Nuovo, los que se llevaron la peor parte de la represión policial, junto, naturalmente, a los NAR que un año después podían considerarse completamente desarticulados.

En esta situación, el grupo que había dado vida a los Campos Hobbits empezó a desintegrarse y cada uno de ellos buscó salidas autónomas y personales. Unos, como dice Croppi, “descubieron la metapolítica”. Poco después tuvo lugar el Primer Congreso de la Nuova Destra titulado Hipótesis y Estrategia, al que siguió, poco después el Segundo Congreso bajo el rótulo “Más allá de la derecha y de la izquierda”. La diferencia entre ambos era notoria: el primero se había realizado todavía en el interior del MSI. El segundo sería ya convocado cuando una parte de los asistentes ya habían abandonado la histórica formación neo-fascista. 

Es evidente que los Campos Hobbit se situaron en un momento de tránsito entre la “vieja derecha” (el MSI) y la “nueva derecha” (Nuova Destra), entre la política y la metapolítica. La aparición de ésta es incomprensible sin el espacio de tiempo y de reflexión que suponen las tres combocatorias de los Campos Hobbits. Lo que nace en el Campo Hobbit III después de una gestación relativamente larga que se produce en el interior del MSI y dentro de él, en el interior de la corriente rautiana, es el “espíritu de la metapolítica” que luego cristalizará de manera autónoma en la Nuova Destra.

De hecho, los Campos Hobbit (especialmente el último) habían sido un psicodrama en el que unos jóvenes intentaban, psicológicamente “matar al padre” representado por la vieja generación de dirigentes del MSI al que atribuían todas sus desgracias. Olvidaban algo fundamental, que la República Italiana había nacido gracias a la ocupación norteamericana y a la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, pero la mitología de la Resistencia había impuesto el “antifascismo” como una de las columnas constitutivas del nuevo régimen. El “antifascismo” estaba implícito en el tuétano de la República y solamente el ejercicio de anticomunismo en tiempos de la Guerra Fría, había hecho que la potencia dominante en Europa Occidental, los EEUU, aceptaran –e incluso ayudaran puntualmente- al MSI como punta de lanza del anticomunismo militante. El MSI era lo que era, porque difícilmente hubiera sido posible que fuera otra cosa.

Por otro lado, la época en la que el MSI se vio obligado a actuar estaba caracterizada por la división de Europa en dos bloques y, al mismo tiempo, en un marco italiano condicionado por la existencia de dos grandes partidos, la DC y el PCI que, respondían a esa división europea en bloques. O se apoyaba a uno o se apoyaba a otro. No pareció haber lugar en ningún momento para una tercera fuerza. En la medida en que su origen y la sociología de sus militantes, su doctrina y su estilo estaban más cerca del Ventennio y de la República Social, el MSI era algo radicalmente diferente al resto de fuerzas políticas italianas. Quería jugar el papel de “ala derecha” del sistema, de “derecha nacional”, pero para poderlo hacer de manera políticamente rentable, era preciso que la Democracia Cristiana lo aceptara y que no hubiera existido en el clima político italiano un antifascismo militante –impuesto por el origen histórico de la República- que condicionaba la participación del MSI en las instituciones.

Pero el MSI era un partido parlamentario y, como tal, se veía aquejado de las mismas taras que cualquier otra fuerza similar: procesos de burocratización, tacticismos que desvirtuaban frecuentemente los principios doctrinales del partido, prácticas antidemocráticas en la convocatoria del os congresos que hacía que no siempre la opinión mayoritaria entre las bases fuera la compartida por la dirección salida de los congresos nacionales, oportunismo, luchas fraccionales interiores, etc.

Era natural que los jóvenes del partido percibieran todo esto con cierta repugnancia y que ese rechazo les llevara a olvidar los orígenes de la República y su antifascismo condicionante. Además, el debate político nunca ha sido una de las prácticas habituales en la derecha, ni siquiera en la derecha neo-fascista italiana de los años 60 y 70. El “creer, obedecer y combatir” seguía siendo, en la práctica, la doctrina habitual. Lo que decía la dirección era “lo que convenía”, se aplaudía en los mítines a los oradores dijeran lo que dijeran y al margen de lo que dijeran. El hecho de que los afiliados, progresivamente, se vieran aislados del resto de la sociedad y hostigados por el antifascismo, hizo que los afiliados al MSI formaran círculos cerrados, con pocas relaciones con al sociedad y solamente en contacto entre ellos y quienes eran de su misma opinión. Solamente los jóvenes, al estar obligados a convivir en las aulas con otros de su misma generación en la que eran inevitables las opiniones diferentes, fueron conscientes de la necesidad de insertarse en los debates reales que se estaban produciendo en aquellos momentos en la sociedad italiana y que, en buena medida, iban mucho más allá del antifascismo oficial proclamado por los partidos mayoritarios.

Fue en esos ambientes juveniles que se identificaron inicialmente con la oposición al oficialismo del MSI que se manifestó en torno a Pino Rauti y dirigido por él, en donde cobró forma una sensibilidad particular: ya no aceptaban ser marginados por sus compañeros, no aceptaban el ser algo extremo en la política italiana y atribuían “al padre” la responsabilidad de situarlos donde estaban, olvidando que esa posición se debía al origen mismo de la República y a no situarse en ninguno de los dos campos: oriente y occidente, democracia o marxismo… No es raro que quisieran “matar al padre” y liberarse de su “tiranía” que les arrojaba al gueto y les enfrentaba con otros jóvenes de su generación. Al complejo de marginados siguió la lucha generacional. Algunos jóvenes del MSI se sintieron, de pronto, durante el “movimiento del 77”, más cerca de otros miembros de su propia generación, que de la propia dirección “oficialista” del MSI.

Solo por una casualidad y un espejismo estos jóvenes, momentáneamente, creerían que la tendencia de Rauti estaba en sus mismas posiciones. En realidad, Rauti anteponía la disciplina de partido a cualquier otra consideración, sabía lo que era estar fuera del partido y situarse “a la intemperie” en un clima predispuesto a ser objeto de cualquier tipo de provocación, situarse inerme ante la represión y el escarnio público. Cuando ingresó en el MSI le dijo confidencialmente a Stefano delle Chiaie: “Cuando llueve hay que situarse bajo el paraguas”. Era su forma de “estar en pie entre las ruinas” y de “cabalgar el tigre”. Pero, una vez dentro, el hecho de que se enfrentara al “oficialismo” aspirando a la secretaría general del partido, dio la impresión de que Rauti intentaba construir una “alternativa” similar a aquella otra “alternativa” de la que hablaban los jóvenes sensibilizados por los últimos efectos del movimiento del 68 que se habían reproducido en el movimiento del 77.

Campos Hobbit después del Campo Hobbit III

Estos tres fueron los Campos Hobbits que realmente supusieron una innovación o que se convocaron con intenciones de renovación del ambiente político neo-fascista. No han sido los únicos eventos que han tomado como referencia el nombre del protagonista de la novela de Tolkien. El nombre, con el tiempo ha pasado a ser mítico y se ha utilizado como reclamo para muchas convocatorias que tenían muy poco que ver con el proyecto originario, tan solo algunas coincidencias formales.

En el verano de 1981 volvió a aparecer el nombre de Campo Hobbit asociado con una expedición de socorro a las víctimas del terremoto que sacudió el centro de Italia. Se trató solamente de una movilización en la que solamente se apeló al espíritu comunitario, estando completamente ausentes actividades “festivas”. Y debió de ser eficaz prque fue en esa ocasión en la que el futuro alcalde de Roma, Gianni Alemano conoció a la que sería su mujer, Isabella Rauti, hija del fundador de Ordine Nuovo. De hecho, la convocatoria había sido organizada por Teodoro Buontempo, Umberto Croppi, Giampiero Rubei y Antonello Ferdinandi, todos miembros de Linea futura, consiguió movilizar a varios cientos de militantes romanos del MSI.

Se ha considerado a esta iniciativa como el Campo Hobbit IV, por quienes convocaron diez años después, del 12 al 15 de septiembre de 1991 un Campo Hobbit V bajo el lema de Tolkien: “Las raíces profundas no se congelan”. Pero salvo esta referencia y dejando aparte que actuaron los grupos musicales del momento y se dieron las consabidas charlas y talleres, no aportaron nada nuevo, ni en la forma ni en el fondo. Otro tanto puede decirse de la convocatoria que se realizó en 1993 en los Jardines de Sant’Angelo en Roma. Y otro más en 1995 ligado en esta ocasión al Movimento Sociale – Fiamma Tricolore. Otro campo volvió a celebrarse en octubre de 2001 en Orvinio, gestionado por disidentes de Fiamma Tricolore, la Associazione Culturale Janus.

Dejando aparte la buena intención de cada una de estas convocatorias, lo cierto es que estaban ya muy alejadas del espíritu originario de los Campos Hobbit. Estos eran especialmente “renovadores” y a partir de la tercera convocatoria ya no aparecieron elementos ni prácticas nuevas, sino una reiteración de lo ya visto y vivido, sin innovaciones de ningún tipo, como si se tratara de una repetición automática de lo ya realizado.

Es significativo, por ejemplo, que cuando se convocó el autotitulado Campo Hobbit IV en 2001 se hiciera bajo los lemas de “música, ecología, arte, artesanado,  poesía, cultura, cine, gastronomía”… pero no se dijera ni una sola palabra de informática, que era la única novedad que había aparecido desde el III Campo Hobbit en 1980…  Es evidente que el interés por seguir la evolución de la sociedad e insertarse en el debate en marcha en la sociedad había dejado paso a un automatismo que intentaba fotocopiar lo ya realizado. Nada en el espíritu de los “auténticos” Campos Hobbit.      

¿Qué fue de los impulsores de los Campos Hobbit?

En lo que se refiere a Tarchi, tal como podía esperarse, en enero de 1981 la dirección del MSI, harta de las constantes críticas aparecidas en La Voce della Fogna contra la secretaría general del partido y contra buena parte de los personajes más significativos del mismo, lo expulsó. A partir de entonces impulsó la Nuova Destra de manera autónoma, alejándose cada vez más de la actividad política, manteniendo la publicación de Diorama Letterario y de una nueva revista cuatrimestral, Transgressioni. Cuando, después de las esperanzas iniciales, el paso del tiempo demostró, primero el estancamiento y luego el fracaso de la iniciativa, Tarchi, alegando que ya no creía en la dicotomía derecha-izquierda dio por concluida la experiencia en 1994, dedicándose a la enseñanza como profesor en la Facultad de Ciencias Políticas de Florencia. No volvió a ser tentado por la lucha política.

Diferente fue el recorrido de Umberto Croppi. Cuando Pino Rauti alcanzó la ansiada secretaría general del MSI en 1990, Croppi se integró en su equipo dirigiendo el sector de Comunicación. Al año siguiente, en 1991, con el desalojo de Rauti y el retorno de Gianfranco Fini a la cúpula del partido, Croppi abandonó la formación dedicándose a trabajar en iniciativas sectoriales especialmente de carácter ecologista y en la lucha por la abolición de la pena de muerte. En 2008 se hizo cargo del sector de prensa del alcalde de Roma, antiguo miembro del Fronte della Giuventù y habitual de los Campos Hobbit, Gianni Alemanno (casado con la hija de Pino Rauti). Fue nombrado asesor de políticas culturales y comunicaciones de la Alcaldía de Roma ese mismo año cargo que desempeño hasta 2011. Fue de los exponentes del Popolo della Libertà, el partido de Berlusconi, que siguieron a Gianfranco Fini en su escisión que le llevó a fundar el partido Futuro e Libertà del que Croppi fue responsable de cultura. Da clases en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Roma. Ha acumulado cargos de carácter cultural a partir del 2000, recibiendo el 23 de diciembre de 2011 el nombramiento como comendador del Ordine al Merito della Repubblica Italiana concedido por el Presidente de la República.

Generoso Simeone terminó por enfrentarse con Rauti y romper con él en 1978 y se alejó de cualquier actividad política nacional. En 1987 fundó la revista Segnali que prolongó su existencia hasta 1999. También dirigió programas de TV sobre la familia y las relaciones entre padres e hijos. Falleció un año después de un ictus cerebral. Una Asociación Cultural lleva su nombre en Benevento fundada en el décimo aniversario de su muerte.

Finalmente, tras la experiencia de los Campos Hobbit, Giampiero Rubei, se desinteresó por la política, abrió un club de jazz, el Alexanderplatz que en los años 90 se convirtió y en la actualidad se convirtió en un punto de referencia para los aficionados a este género de la capital italiana, siendo visitado continuamente por músicos italianos, europeos y americanos. Al iniciarse el milenio, esta y otras iniciativas culturales, siempre relacionadas con el jazz, reportaron a Rubei un prestigio de primer plano como director artístico y, sin duda, como el principal promotor de jazz en Italia. En el 2005 organizó un festival de jazz italiano en Nueva York y al año siguiente llevó el evento al Estado de Israel.

Algunas conclusiones y un juicio crítico

Los Campos Hobbit fueron el resultado de una serie de circunstancias objetivas (la irrupción en la sociedad italiana del “movimiento del 77”), de circunstancias subjetivas (la crisis interior en el MSI) y de circunstancias voluntaristas (la aparición de una generación de militantes del Fronte della Giuventù muy diferente a la que había sido habitual en el neo-fascismo de los treinta años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial). Desaparecidas estas circunstancias, desapareció también la posibilidad de “institucionalizar” la convocatoria.

Las circunstancias desaparecieron en la medida en la que los años de crecimiento económico que se prolongaron desde el final de la Guerra hasta la primera crisis del petróleo en 1973, generaron un malestar social que se tradujo en una desconfianza creciente hacia el régimen político italiano. Éste quedó caracterizado como un portento de corrupción, nepotismo, oportunismo e inestabilidad que finalmente terminaría destruyendo a todos los partidos históricos que habían sido mayoritarios en la historia de la República.

Cuando se consumó esta destrucción el neo-liberalismo ya había irrumpido en Italia, el marxismo había, simplemente, dejado de ser hegemónico en la sociedad y se refugiaba solamente en algunas cátedras y las dos columnas sobre las que se había sostenido el régimen (la DC y el PCI) desaparecieron. La expulsión de Luciano Lama de la universidad romana había sido el primer toque de atención de que las nuevas generaciones se insolidarizaban con las viejas fórmulas.

En el MSI ocurrió otro tanto. De hecho, el MSI “no era” el sistema, pero “estaba dentro” del sistema. Esa posición hizo que su situación fuera ambivalente: de un lado podía alardear de no ser víctima de las mismas lacras en las que habían caído los partidos mayoritarios y las formaciones minoritarias que estaban dentro de las coaliciones de gobierno, eso le permitía mantener un “suelo” electoral y recoger en cada convocatoria electoral una cosecha de votos que envidiaban otras fuerzas políticas del mismo signo en Europa. Pero también tenía el inconveniente de que “no tocaba poder”, salvo en el nivel municipal y siempre se encontraba marginado de las combinaciones de poder.

A este problema se añadía otro que no era menor: la generación que había visto el fascismo del Ventennio y que había vivido la República Social Italiana de manera entusiasta, estaba desapareciendo por razones de edad. Aquellos que en 1945 tenían 20 años, en 1995 tenía 70. Muchos de ellos ya habían desaparecido y otros se encontraban ya ancianos. La vieja clase política dirigente del MSI que ocupó el poder en los años desde 1950 a 1990 ya había desaparecido. Era preciso abrir el partido a las nuevas generaciones, “aggiornar” (poner el día) el MSI. La tarea le correspondió a Gianfranco Fini, después de un corto período en el que Rauti ocupó la secretaría general.

Las ambiciones políticas se unieron a la necesidad de búsqueda de un nuevo electorado que sustituyese al que iba desapareciendo por razones de edad. De todo eso surgió el Post-fascismo de Fini y la transformación del MSI en Alleanza Nazionale. Finalmente, el antiguo MSI, ya reconvertido, pudo entrar en las coaliciones de gobierno, situar alcaldes en ciudad de primera magnitud y tener ministros y altos cargos propios. Pero ahí ya no existía ningún proyecto “alternativo” tal como lo entendieron los impulsores de los campos Hobbit (algunos de los cuales se beneficiaron de la nueva situación en la medida en que quienes habían sido sus camaradas de juventud, ocupaban altos cargos de la nación.

Sin embargo, la experiencia puede ser valorada como fracaso político: no solamente la renovación que impulsó Fini quince años después del último Campo Hobbit, no tuvo nada que ver con el espíritu que nació allí, sino que cuando esta renovación se produjo, ya quedaban en el partido muy pocos de los impulsores de aquella iniciativa.

Es cierto que los Campos Hobbit supusieron, como hemos dicho, un estadio intermedio de tránsito entre la “vieja línea”, acrítica y ultractivista, la del “creer, obedecer y combatir” y la Nuova Destra metapolítica. Pero cuando, tras la expulsión de Tarchi del MSI y la convocatoria de los dos congresos para definir las nuevas posiciones, surgió la Nuova Destra de manera autónoma, se hicieron evidentes los límites de la iniciativa:

1) No todos los que participaron en los Campos Hobbit se sumaron a la Nuova Destra.

2) Las ideas de la Nouvelle Droite, matriz de la versión francesa, tenían algo que ver con las de su homónima italiana, pero nada en absoluto con la expresividad y el alternativismo de los Campos Hobbit.

3) Mientras que en Italia, Tarchi creyó que era posible organizar un “movimiento cultural” amplio en torno a una idea, en Francia, la Nouvelle Droite no era más que el resultado de los escritos de Alain de Benoist y de media docena de intelectuales, pero jamás intentó ser un movimiento orgánico, ni, por lo demás, podía serlo.

4)  Finalmente, la penetración intelectual de la Nouvelle Droite en Italia era mucho menor de lo que Tarchi imaginaba. No existía un tejido intelectual lo suficientemente amplio, similar al francés, para que apareciera un fenómeno similar. En Francia, la Nouvelle Droite fue aupada desde Le Figaro Magazine y por otras publicaciones de mucho arraigo en la sociedad francesa, no ocurrió nada parecido en Italia. Además, en Francia no existía nada parecido al MSI (salvo unos grupúsculos sin representación parlamentaria que solamente despegaron a mediados de los 80 con Le Pen y su Front National), por tanto, la Nouvelle Droite no encontró excesivas resistencias políticas a su proyecto, es más, la derecha lo miraba con buenos ojos en la medida en que facilitaban arsenal contra la izquierda marxista. En Italia, en cambio, dominaba la idea de que todo lo que fuera abrir la mano a los neo-fascistas o a gentes con aquella procedencia, contribuiría a mejorar las expectativas de voto del MSI, la fuerza política atípica del panorama italiano.

5) Otra diferencia notable era la idea de “debate”. En Francia, la Nouvelle Droite no debatía, simplemente publicaba revistas y libros, tomaba posiciones a partir de los trabajos de media docena de intelectuales, cuyo primus inter pares era, sin duda, Benoist. En Italia, en cambio, se insistió demasiado en el “proceso de clarificación”, en el permanente debate interno, en la modificación constante de las nuevas posiciones e incluso en las contradicciones demasiado evidentes como para no llamar la atención: del debate sobre “más allá de la izquierda y de la derecha” se pasó a la Nuova Destra, lo que hacía necesario explicar qué era la “metapolítica”. Y, por lo demás, la metapolítica, sin política, empezó a ser un mero ejercicio intelectual, practicado especialmente por quienes aspiraban a un puesto en la enseñanza universitaria o a labrarse un nombre académico.

6) Es importante recordar que todos los debates en el interior de la Nuova Destra fueron intelectuales, protagonizados por finos estilistas de la pluma, en ocasiones espesos, poco abiertos para los jóvenes y que, en la práctica, fueron cerrando puertas, generando abandonos e incluso, contribuyendo al empobrecimiento y a la desintegración del MSI. Atraídos por el “alternativismo”, muchos jóvenes pertenecientes al sector “rautiano” del Fronte della Giuventù, no se reconocían en la “matapolítica” intelectualista tal como la difundió Tarchi tras ser expulsado del partido y no lo siguieron.

La pregunta clave de este artículo es ¿para qué sirvieron, pues, los Campos Hobbit? Sobre todo para sus participantes que vivieron aquello como una especie de psicodrama (fue Croppi quien lo reconoció). Durante unos días de su vida, aquellos jóvenes neo-fascistas intentaron hacer lo que verdaderamente querían hacer, se sintieron bien compartiendo tiendas de campaña, talleres, ranchos, cantos y representaciones artísticas, hablando. Quisieron construir un mundo cultural nuevo a partir de fragmentos pre-existentes, sintetizándolos. Una tarea titática en la que como los Titanes de la mitología, fracasaron.

En cierto sentido, se dejaron arrastrar por los tiempos que corrían. No eran los únicos en su campo: los NAR (los “camaradas que se equivocan” tal como fueron definidos por sus camaradas “alternativistas” de los Campos Hobbit) también emulaban a las Brigadas Rojas. La Nuova Destra pretendía ser lo que los “indios metropolitanos” habían sido en la extrema-izquierda, la levadura cultural. Grupos como Terza Posizione emulaban a la Autonomía Obrera. Todos ellos no advirtieron que el “movimiento del 77” fue breve en tiempo. Cuando desapareció a principios de los años 80, algunos neofascistas todavía querían seguir con esos modelos. Y, por lo demás, como hemos resaltado desde el principio, los propios Campos Hobbit no eran más que la reproducción del reflejo especular de los Festivali Giovanile Proletari de Parco Lambro.

Desde dentro del oficialismo del MSI se criticó mucho a los Campos Hobbit: les achacaron sobre todo superficialidad, tendencia a la “rumorolofía” y desconocimiento de los principios culturales de la “destra”. Había algo de esto. El error de algunos de los impulsores de la iniciativa de los Campos fue creer que el hecho de que existiera una revista femenina, una publicación ecologista, un boletín cultural y una o dos docenas de círculo que hacían referencia a la temática tolkieniana, media docena de bandas musicales y solistas, un par de dibujantes, unos cuantos especialistas en geopolítica, otros en biología, con todo eso ya se tenían los mimbres suficientes como para poder constituir un movimiento cultural que influyera a nivel nacional. Todas aquellas revistas tenían tiradas muy escasas (difícilmente superaron los 4000 ejemplares) y la mayoría de ellas fueron efímeras o muy efímeras. Influyeron pero no en la sociedad, sino solamente en el interior del Fronte della Giuventù y de pequeños grupos disidentes. Y, de hecho, influyeron, solamente en la medida en que el proyecto había nacido en el seno de la sección juvenil de un partido político consolidado. Cuando la iniciativa se desvinculó del partido, simplemente, desapareció, destino que también tuvo su avatar, la Nuova Destra. El error consistió en pensar que todo asistente a los Campos o todo aquel que expresara su admiración o interés por ellos, entendía lo que era la metapolítica y aspiraba a seguir esa vía. No era así.

Así pues, debemos de hablar de un proyecto frustrado que, no por mitificado, deben ignorarse sus carencias, contradicciones y límites que resultaron mucho menos brillantes pero mucho más evidentes en la experiencia que siguió: la Nuova Destra.


Campos Hobbit 1977-1981 - Signo de los tiempos ¿Renovación o estación término? (1 de 4)

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