Hasta los años
70 era frecuente que los falangistas (y no solamente los de “izquierdas”)
negaran las relaciones entre la llamada impropiamente “internacional fascista”
y su partido en el período fundacional. La prueba de más peso que alegaban era
la publicación de una nota en la que se negaba que José Antonio hubiera estado
presente en “el Congreso de Montreux”. Esta versión pudo sostenerse en medios
falangistas, a pesar de que desde los años 60, los historiadores ya habían
examinado en profundidad los archivos del Ministerio de Cultura Popular y del
Ministerio de Exteriores italiano y se conocía fuera de España que tales
relaciones existieron. El déficit de estudios históricos sobre la Falange que
existía en aquel momento, hizo que partidos como FE–JONS(A) pudieran seguir
basando su actuación en datos históricos inexactos (y en ocasiones, cuando no
convenían a la orientación de estos grupos, incluso deliberadamente ignorados).
Va siendo hora de restablecer la realidad sobre estos contactos para poder
disponer de una perspectiva global sobre tales relaciones y, de paso, disipar
los últimos rescoldos de resistencia a reconocer los hechos. Las relaciones
entre José Antonio Primo de Rivera y los CAUR y, por extensión, con la Italia
fascista, fueron estrechas. Así lo demuestran los testimonios y documentos
históricos incontrovertibles.
No es este el
lugar para exponer detenidamente lo que fueron los Comités de Acción por la
Universidad de Roma (CAUR), su perfil, sus intenciones, su alcance y las
“secciones nacionales”, pero sí para facilitar algunos rasgos que servirán para
entender mejor el carácter de las relaciones que mantuvo Falange Española con
esta organización. Hemos optado por este planteamiento a la vista de que sería
abusivo considerar simplemente a los CAUR como “internacional fascista” o como
un remedo del Komintern, sin más explicaciones.
El estudio sobre
los CAUR nos deparará, así pues, una primera sorpresa: lo improvisado de la
operación y el que a su frente estuvieran fascistas de “perfil bajo”, funcionarios
de segunda fila, completamente desconocidos por la ciudadanía. Así mismo,
resulta también sorprendente, que no existía unanimidad en el interior del
Estado Fascista sobre la utilidad de los CAUR, ni siquiera sobre su misma
existencia. Esto explica por qué funcionaron siempre a “medio gas” y nunca
contaron con los medios muy superiores que podía emplear el Estado italiano en
una operación de este tipo.
En lo que se
refiere a la actuación de los CAUR dentro del territorio español, más que
sorpresas nos deparará confirmaciones sobre líneas de tendencia. Sabremos que
en Madrid se formó un CAUR (no así en Barcelona), conoceremos el papel de
Giménez Caballero en la operación y, al terminar, estaremos en condiciones de
establecer cuál fue la participación de José Antonio, no solamente en el
Congreso de Montreux, sino de aproximarnos a sus relaciones con la Italia
fascista.
Los CAUR ¿Una
maniobra propagandística o política?
Hasta la
constitución oficial de los Comités de Acción por la Universalidad de Roma
(CAUR, Comitati d’Azione per l’Universalità di Roma), el fascismo italiano
había hecho poco por influir en movimientos similares inspirados en él, pero
nacidos fuera de la península itálica. Valdría la pena hablar a título de
excepción de Asvero Gravelli y su “panfascismo”, como precedentes de los CAUR.
Gravelli, nacido
en 1902, a pesar de que no es probable, distintos rumores lo consideraban como
“hijo natural” de Mussolini a cusa de una impresionante semejanza en sus
rostros. Sea como fuere, Mussolini lo trató casi como un hijo. Con apenas 19
años participó en la aventura d’anunziana de Fiume abandonando sus estudios.
Figuró entre los primeros colaboradores de Mussolini tras la fundación de los
Fascios Italianos de Combate y fue uno de los más jóvenes colaboradores del
Popolo d’Italia. A los 20 años se convirtió en Secretario General de la
Vanguardia Juvenil Fascista participando en la Marcha sobre Roma. Una vez
llegado el fascismo al poder, Gravelli se dedicó a escribir para diarios y
revistas ocupando un rango importante en la jerarquía del partido. Nombrado
“cónsul” de la Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional, en 1928 creó la
revista Antieuropa y el movimiento del mismo nombre, destinado a estimular las
relaciones internacionales del fascismo. En 1932 fundaría Octubre con
fines similares bajo cuyo título publicaría una refundición de artículos
definiendo el “panfascismo” (1). En 1939 sería nombrado consejero nacional de
la Cámara de los Fascios y de las Corporaciones. Participó en distintas películas
de propaganda durante el régimen fascista. Luchó como voluntario en la guerra
de Etiopía, luego formó parte del Cuerpo de Tropas Italianas en España en donde
resultó herido dos veces, siendo condecorado por su valor. Cuando el Gran
Consejo Fascista destituyó a Mussolini el 8 de septiembre de 1943, Gravelli
tomó partido por la República Social Italiana siendo nombrado subjefe del
Estado Mayor de la Guardia Nacional Republicana. Encarcelado en Milán al final
de la guerra, fue amnistiado y en 1947 se unió al Movimiento Social Italiano,
fundando distintas revistas neofascistas (Antidiario y Latinità)
para luego constituir fuera de la disciplina del partido el Movimiento
Legionario Italiano, inspirado en D’Annunzio. Publicó una biografía de
Mussolini centrada en su período como agitador socialista. Murió en 1956.
Desde el
principio de su carrera política, Gravelli mantuvo tesis propias sobre el
fenómeno fascista que, en buena medida coincidían con las que en España
sostenía Giménez Caballero. Para Gravelli, el eje central de la ideología
Fascista era el binomio latinidad–cristianismo. En tanto que movimiento
“universales”, inspirados en ellos, el fascismo podía adquirir una proyección
internacional, dejar de ser un mero fenómeno italiano para convertirse en “panfascismo”
(2). Estas orientaciones –latinidad y cristianismo– eran para Gravelli lo que
distanciaba al fascismo del nacional–socialismo y lo que hacía que ambos
fueran, inevitablemente, competidores en tanto que su eje sería el paganismo y
el protestantismo. Gravelli no solamente iba “a la contra” del
nacional–socialismo, sino que parte de su obra estuvo marcada por la primera
ofensiva “paneuropeísta” generada por el conde Coudenhove–Kalergi. Para
Gravelli, los distintos partidos “fascistas” del ámbito latino debían de formar
una alianza para lograr la “unidad religiosa y espiritual” del continente.
Estas ideas no
coincidían exactamente con las de Eugenio Coselschi y, a pesar de la relativa
convergencia de objetivos, entre el “panfascismo” y los objetivos de los CAUR,
las relaciones con Gravelli no fueron siempre tranquilas.
Coselschi estaba
mucho menos interesado por la ideología fascista. No parece que tuviera sobre
ella una afinidad particular, sus escritos son los propios de un funcionario,
de alguien que cumplía lo mejor que podía una misión que le había sido
encomendada gracias a su reiterada insistencia ante Mussolini motivada, no
tanto por su fidelidad hacia la ideología fascista, como por su intento de
hacerse con “un hueco” dentro del régimen que pudiera considerar como propio y
en donde pudiera especializarse y ser considerado como imprescindible. Gravelli
está hecho de otra pasta: es el típico fascista que da siempre el paso al
frente allí en donde se requieren voluntarios, es consciente de que el fascismo
tiene en el período 1919–1929 solamente rudimentos ideológicos, pero mantiene
todavía déficits doctrinales que trata de completar en función de los
acontecimientos políticos de su época.
El espíritu de
los CAUR tuvo, eso sí, algo que ver con la antítesis que Gravelli planteaba
entre el fascismo y el nacional–socialismo alemán, pero así como la elaboración
política del “panfascismo” fue también tributario de la irrupción del
“paneuropeísmo” del Conde Coudenhove–Kalergi, los CAUR son absolutamente independientes
de esta iniciativa (que, por lo demás, estaba ligado a sectores católicos
liberales asustados por la ofensiva bolchevique en todo el continente europeo
en los años veinte. En efecto, Mussolini nunca contempló la posibilidad de
apoyar una iniciativa “panfascista” hasta que, a partir de 1933, el
nacional–socialismo llegó al poder en Alemania e inmediatamente el doctor
Goebbels puso en marcha una ofensiva europea a través del Ministerio de
Propaganda para popularizar los temas y mejorar la imagen del Reich en el
continente. A partir de aquí surgió lo que algunos historiadores han llamado “el
Brennero ideológico” (3) que se prolongaría hasta finales de 1936 como una
“frontera ideológica y política” entre los regímenes de Hitler y Mussolini,
levantada a causa de los distintos conflictos que surgieron entre ambos países
y por las zonas de influencia de cada uno.
Pues bien, no es
por casualidad que la creación de los Comités de Acción sobre la Universalidad
de Roma obedece a la reacción de Mussolini ante la carta que Coselschi le envía
en abril de 1933, cuando la maquinaria alemana ya se ha puesto en marcha. La
amistad y proximidad política que tuvieron el régimen fascista y el Tercer
Reich a partir de 1937, no debe hacer olvidar que en el período de 1933–36 las
relaciones entre ambos estuvieron sometidas a desconfianza, altibajos e incluso
hostilidad. La formación de los CAUR obedeció, sobre todo, a la necesidad de
contar con un instrumento de propaganda que operase a nivel internacional y que
instrumentalizase la corriente de simpatía hacia el fascismo, que se concretaba
en la aparición de partidos más o menos clónicos del modelo italiano, en
beneficio de la imagen del Estado fascista.
No fueron las
ideas de Gravelli, ni las posibilidades de internacionalización del fascismo lo
que están en el origen de los CAUR sino una simple operación de propaganda. Y
como tal, atravesó distintas etapas y buscó socios en función de las
conveniencias del régimen italiano y de sus relaciones con el Reich, que fueron
variando en el tiempo. En un primer momento, se seleccionó y se admitió a
secciones nacionales simpatizantes en Europa en función de la posición que
adoptaran, no solamente a favor del régimen italiano, sino de su hostilidad
hacia Alemania y hacia el nacional–socialismo. No fue sino en un período
tardío, en 1936, cuando, al mejorar las relaciones entre Italia y Alemania se
invitaron a responsables del NSDAP a los congresos de los CAUR. En esa época ya
se había demostrado que los partidos “fascistas” que habían ido apareciendo a
finales de los años 20 y en los años 30 en centro–Europa y especialmente en la
Europa del Norte, a pesar de haber adherido a los CAUR, cada vez estaban
basculando más y más hacia la esfera alemana. Pero, cuando tuvo lugar el
segundo Congreso de Montreux en 1935, las circunstancias que forzaron su
convocatoria y el interés del gobierno italiano era solamente el contrapesar la
ofensiva inglesa en favor de la adopción de sanciones por parte de la Sociedad
de Naciones a raíz de la incorporación de Etiopía al imperio italiano.
Los CAUR eran,
en principio, asociaciones culturales que, por una parte, agrupaban a los
simpatizantes del régimen fascista de nacionalidad extranjera que residían en
Italia. Pero, por otra parte, tenían existencia orgánica en distintos países
constituidos por personalidades locales, sí mismo, simpatizantes del régimen
italiano. A su frente tenía una dirección política internacional en la que
participaban miembros de algunos partidos fascistas europeos. Los CAUR disponían
de unos funcionarios –“inspectores”– encargados de viajar a los distintos
países europeos, tomar contacto con los movimientos que querían adherirse y con
las personalidades simpatizantes. Existían también “fiduciarios” (hombres de
confianza) que ocupaban el segundo nivel y cuya función era mantener el
contacto con los “comités” y trasladarles las indicaciones precisas sobre hacia
dónde orientar sus trabajos.
Cabe decir que
el gobierno italiano nunca apostó a fondo por los CAUR. Las cifras que esta
organización recibió para financiar sus actividades, fueron siempre
relativamente modestas y, finalmente, en 1939, cuando la perspectiva
internacional cambió por completo, la organización fue disuelta sin
vacilaciones integrándose sus funcionarios en departamentos del Ministerio del
Interior y en el de Minculpop (Ministerio de Cultura Popular).
Los CAUR se
reunieron en “congresos” (se celebraron tres, dos en Montreux en 1934 y 1935 y
uno en París en 1933) y a partir del primer congreso celebrado en la ciudad suiza,
la dirección internacional se reunió cada tres meses. Los CAUR y sus
funcionarios mantuvieron siempre una ambigua relación con el Ministerio de
Asuntos Exteriores y con el Minculpop. Especialmente con el primero surgieron
polémicas frecuentes con los diplomáticos de carrera, celosos de sus
prerrogativas y preocupados porque las relaciones de los “inspectores” y
“fiduciarios” de los CAUR generaran problemas al mantener relaciones con
partidos considerados como “extremistas” por los distintos gobiernos europeos.
En diversas
ocasiones, los CAUR sirvieron para establecer canales de financiación del
gobierno italiano a partidos simpatizantes en el exterior. No siempre las
preferencias fueron estables. En Francia, por ejemplo, los CAUR estuvieron
representados por Marcel Bucard y por el Partido Francista. Bucard formó parte
del comité directivo internacional, pero la central romana envió a sus
“fiduciarios” para mantener contactos, primeramente, con el Coronel La Rocque
jefe del poderoso partido derechista de los Cruces de Fuego, y en sus últimos
momentos, a inicios de 1939 cuando fueron disueltos, con el Partido Popular
Francés de Doriot. Estas oscilaciones indican a las claras que, mucho más
importante que la fidelidad ideológica, la selección de los contactos para los
dirigentes de los CAUR era sobre todo una cuestión de oportunidad política.
Cuando tiene
lugar el primer Congreso de Montreux, los CAUR mantienen contactos en 39
países, incluidos todos los países europeos, Estados Unidos, Canadá, Australia,
Sudáfrica, en cinco países asiáticos y en seis de Iberoamérica (4). Sin
embargo, en el congreso el 16 de diciembre de 1934 participaron solamente trece
países europeos, con la ausencia notoria de representantes del NSDAP (lo que se
entiende mucho mejor si tenemos en cuenta que seis meses antes de la asamblea
se había producido el asesinato del canciller austríaco Dolfuss con la
consiguiente crisis diplomática entre Alemania e Italia). Otra ausencia notoria
fue la del inglés Oswald Mosley. Coselschi tuvo un cruce de acusaciones con el
representante noruego Vigdun Quisling sobre el papel y la importancia del
nacional–socialismo en el desarrollo del “fascismo” mundial. Pero la discusión
mayor fue promovida por el representante de la Guardia de Hierro rumana, Ion
Mota, quien apoyado por la delegación danesa y suiza pedía que se introdujera
el antisemitismo entre los puntos centrales de los CAUR, a lo que el coronel
irlandés O’Duffy, dirigente de los “camisas azules” y el propio Coselschi, se
manifestaron en contra. La declaración final establecía que “la cuestión
judía no debe ser convertida en una campaña universal de odio contra los
judíos”, añadiéndose acto seguido que “considerando que en muchos países
determinados grupos judíos se han instalado desde hace tiempo, y ejercen en un
contexto abierto pero de manera oculta una influencia perjudicial para los
intereses materiales y morales del país que los alberga, constituyendo una
especie de Estado dentro del Estado, aprovechan de todas las ventajas y rehúyen
todos los compromisos, considerando que están inclinados a facilitar un soporte
a los elementos internacionales de la revolución comunista que sería destruida
por la idea de patriotismo y de civilización cristiana, la Conferencia denuncia
la nefasta acción de estos elementos y está dispuesta a combatirlos”…
La mayoría de
los delegados extranjeros parecían no haber comprendido que la función de los
CAUR no era crear una “internacional fascista” sino solamente una pieza en el
aparato de propaganda del Estado italiano. En esa primera reunión de Montreux,
el objetivo confesado de los CAUR era, sobre todo, “vender” el “régimen
corporativo” en Europa y dar una definición de fascismo en la que entrara la
componente “cristiana”. No en vano, solamente hacía tras años que el Duce había
suscrito con la Santa Sede los acuerdos de Letrán.
El primer
problema que se planteaba era el contorno particularmente difuso en el que se
movían los participantes: unos eran “fascistas revolucionarios”, otros se
mostraban partidarios de movimientos ultraconservadores, había grupos que
mostraban preferencias por el nacional–socialismo, otros se situaban en
situación intermedia y otros, finalmente, necesitaban, por puro afán de
supervivencia, apoyar al régimen fascista. No existió en ningún momento, ni unanimidad
en los criterios para definir lo que constituía para los CAUR el fenómeno
fascista, ni un patrón ideológico para establecer a quién se invitaba y qué
propuestas de adhesión se rechazaban.
Todo esto enlaza
perfectamente, tanto con las necesidades propagandísticas a las que debían
satisfacer los CAUR, como a la personalidad particular de quien había propuesto
su creación a Mussolini: Eugenio Coselschi.
NOTAS A PIE DE
PAGINA
(1) Verso
l’Internazionale fascista, Asvero Gravelli, Nueva Europa, Roma 1932. Libro
que apareció junto con otras dos recopilaciones de artículos de Gravelli
publicadas el mismo año Difesa dell’Europa e funzione antieuropea del
Fascismo (Nuova Europa, Roma, 1932) y Difesa dell’Europa e funzione
antieuropea del fascismo (Nuova Europa, Roa, 1932)
(2) Publicó sus
ideas en un libro del mismo nombre: Panfascismo, Editorial Nuova Europa,
Roma, 1935.
(3) M. Cuzzi, L’Internazionale
delle Camicie Nere. I CAUR 1933-1939, Editorial Mursia. Milán 2005,
Capítulo II, págs. 75-206.
(4) Stanley G.
Payne, L' Italia fascista e la Spagna, 1922-1945, editorial Raanan Rein,
Londres 1999, pág. 105.
José Antonio, Falange y los CAUR - Falangey la “Internacional Fascista” (1 de 7)
José Antonio, y la “InternacionalFascista” - Eugenio Coselschi, perfil de un funcionario oportunista (2 de 7)
José Antonio, Falange y los CAUR - LosCAUR en España: una historia breve pero muy real (1ª parte) (3 de 7)
José Antonio, Falange y los CAUR – Los CAUR en España: una historia breve pero muy real (2ª parte) (4 de 7)
José Antonio, Falange y los CAUR - José Antonio y los congresos de Montreux (1ª parte) (5 de 7)
José Antonio, Falange y los CAUR - José Antonio y los congresos de Montreux (2ª parte) (6 de 7)