> INTRODUCCIÓN
Se ha insistido mucho en que José Antonio estaba
más cerca del anarcosindicalismo que de cualquier otro ambiente político y,
desde luego –se ha afirmado– que estuvo más alejado de la derecha que de la CNT.
Esto contradice los datos reales de los que se disponen que demuestran justo lo
contrario: ASIMETRÍA de las relaciones de José Antonio entre la derecha y la
izquierda.
Las relaciones con los primeros sectores fueron
continuas, fructíferas y decisivas para los primeros pasos del nacional–sindicalismo,
amistades con buena parte de los líderes y parlamentarios de la derecha,
colaboraciones policías anteriores y posteriores a la fundación de la falange, procedencia
de la inmensa mayoría de colaboradores y amigos de José Antonio, mientras que
con el anarco–sindicalismo y con la
izquierda en general, fueron esporádicas, poco documentadas, sin desembocaduras
prácticas, sin trasvases numéricamente importantes de militantes, e
irrelevantes desde el punto de vista político, por mucho que algunos
falangistas en los años del franquismo intentaran magnificarlas.
Si tenemos en cuenta que fueron innumerables los
momentos en los que Falange colaboró con alfonsinos, militares conservadores,
gentes procedentes del heteróclito movimiento reaccionario español, para
admitir que se trató de un partido “ni de derechas, ni de izquierdas” habría
que convenir que despertó las mismas simpatías y corriente de afiliaciones en los
distintos partidos de la izquierda. No fue así.
Esta serie de artículos tiene como finalidad,
disipar la fantasía indemostrable de una Falange más próxima al
anarcosindicalismo que a cualquier otro sector político.
> LOS TRES SECTORES DE LA IZQUIERDA
CONTACTOS POR JAPR
CONTACTOS POR JAPR
En su conjunto, los contactos de José Antonio con
el anarcosindicalismo (y con la izquierda en general), figuran a título de
excepción, más por lo que de anómalo y extraño tienen, que por significar algo
más que media docena de anécdotas (que si Derruti tenía un hermano falangista,
que si tal o cual “sindicalista”, pasó de la CNT a Falange, que si ubo
contactos entre Pestaña y José Antonio, o que en algunas provincias, iniciada
la guerra civil, se dieron casos de ayudas recíprocas entre falangistas y
anarcosindicalistas… Siendo todo esto cierto, no dejaban de ser meras anécdotas
con poca importancia y menor incidencia en el decurso histórico de Falange
entre el 29 de octubre de 1933 y el Decreto de Unificación de marzo del 37 que
liquida al movimiento falangista en la forma que le dio su fundador.
Básicamente estos contactos o “anécdotas” hacen
alusión a tres sectores:
– El sindicalismo de la CNT (mucho más que el anarcosindicalismo),
– La figura de Ángel Pestaña (mucho más que el Partido Sindicalista) y
– La figura de Indalecio Prieto (mucho más, obviamente, que el PSOE).
Será bueno empezar con Pestaña porque es la única
figura política de izquierdas con cierta envergadura que admitió haber sido
contactado por José Antonio y haberse reunido en privado con él.
En cuanto a los contactos con la CNT, es cierto
que algunos sindicalistas de segunda fila, y algunos militantes de base,
pasaron a Falange (también pasaron algunos militantes y cuadros del PCE, pero
tratándose siempre de casos aislados y en ningún caso como ocurrió en Francia
con el Partido Popular Francés, integrado en su base inicial por antiguos
comunistas o en Alemana con las llamadas “secciones bistec”, pardas por fuera,
rojas por dentro, según se decía a la vista de la procedencia y de los ideales
algunos miembros de las secciones de asalto hitlerianas), pero todo esto es
casi anecdótico, insignificante en los tránsitos de militantes y dirigentes de
unos a otros partidos, frecuentes durante la Segunda República.
Poco hay que decir sobre Prieto salvo que
recordar la frase de “con amigos como él, no hacen falta enemigos”.
De todos los doctrinarios nacional–sindicalistas,
Ledesma era el que había realizado un seguimiento más exhaustivo de los
congresos de la CNT y extraído conclusiones de cara a la elaboración de una
estrategia de “nacionalización de las masas obreras” (una consigna que
había asumido textualmente del NSDAP).
“En el verano de 1931, la única fuerza disconforme con el Gobierno de la República, que podía representar para esta un verdadero peligro, era la CNT. Las fuerzas sindicalistas revolucionarias se disponen encarnar ese coraje hispánico. Hay, pues que ayudarles. En esta batida fecunda contra los pacatos elementos demo liberales de la burguesía, les corresponde el puesto de honor y la responsabilidad de dirigir el blanco de las batallas. Todos los grupos auténticamente revolucionarios del país deben abrir paso a la acción sindicalista, que es en estos momentos, la que posee el máximo de autoridad, fuerza y prestigio (…) Nosotros ayudaremos al sindicalismo revolucionario, y lo proclamamos, hoy por hoy, el único capacitado para dirigir un ataque nada sospechoso a las instituciones mediocres que se agruparán en torno a la política demo liberal de los burgueses”.
Ledesma percibió claramente las
repercusiones del congreso de la CNT de 1931. Advirtió las dos posiciones enfrentadas
que se manifestaron en aquella ocasión y comprendió que para que una idea
“fascista” arraigara en España era preciso dotarla de una fuerte componente
popular. Ésta solamente podía proceder del “sindicalismo” representado por
Pestaña en aquel congreso frente al “anarquismo” representado por los “duros”
de la FAI. Este análisis y la política de puentes tendidos de las JONS hacia la
CNT–sindicalista, facilitará la integración en el partido de algunos cuadros
de esa organización, la más importante, sin duda, la de Álvarez de Sotomayor,
antiguo secretario general de la CNT madrileña.
Sin embargo, como en todos estos casos de relaciones entre grupos opuestos, siempre existen en cada bando, fracciones que los rechazan. Cuando se produjo la primera toma de contacto efectiva entre cenetistas y falangistas, Antonio Zalabardo, representante de la CNT resultó detenido por la policía. Algunos de sus camaradas se tomaron este intento de contacto como una traición e incendiaron la librería que regentaba en la Plaza de Universidad (1).
Sin embargo, como en todos estos casos de relaciones entre grupos opuestos, siempre existen en cada bando, fracciones que los rechazan. Cuando se produjo la primera toma de contacto efectiva entre cenetistas y falangistas, Antonio Zalabardo, representante de la CNT resultó detenido por la policía. Algunos de sus camaradas se tomaron este intento de contacto como una traición e incendiaron la librería que regentaba en la Plaza de Universidad (1).
> EL PRIMER ENCUENTRO
CON ANGEL PESTAÑA
El caso Pestaña es, sin duda, el más
significativo y el que podemos despachar con más celeridad. No hay, ciertamente
mucho que decir. En abril de 1933 se fundó el Partido Sindicalista, seis
meses antes de la fundación de Falange. El momento es interesante porque, a
pesar de que se ignora la fecha exacta en la que tuvo lugar el encuentro entre
José Antonio y Ángel Pestaña, esta debió producirse después de la primera
visita de José Antonio a Italia y antes de la fundación del Partido
Sindicalista. Al menos ese es el lugar en donde Ángel María de Lera la sitúa
(2).
Hay que decir que Lera estuvo muy vinculado a
Pestaña en la última fase de su vida y fue uno de sus confidentes. El retrato
que pinta del líder sindicalista es extremadamente fresco, pero,
lamentablemente no dice las fechas concretas en las que pudo producirse el
encuentro que sitúa entre la fundación del Partido Sindicalista (abril de 1933)
y el triunfo de las derechas (19 de noviembre de 1933). Lera da unos
cuantos datos: no alude a José Antonio como jefe de Falange Española sino “de un incipiente grupo fascista”
(seguramente se está refiriendo al Movimiento Español Sindicalista – Fascismo
Español). Podemos afinar un poco más las fechas a tenor de lo dicho en la
entrevista. Lera transcribe las palabras de Pestaña:
“Recibí varios recados de parte de José Antonio Primo de Rivera o de sus amigos requiriéndome para celebrar una entrevista con él. A mí me pareció absurda y completamente fuera de lugar aquella pretensión. ¿De qué podríamos hablar un hombre con sus antecedentes y compromisos de clase y yo? Luego pensé que es conveniente oír a todo el mundo y, por mi lado, me picaba la curiosidad de conocer la razón de su interés por mí. ¿Por qué?, me preguntaba yo. Por fin, después de algunas ideas y venidas, concertamos una fecha y un lugar para la reunión y acudí a ella. Entonces me enteré del porqué y el para qué de su empeño en que nos viéramos y charlásemos. Ello obedecía a que en una conversación con Mussolini, cuando se trató de las posibilidades del fascismo en España, el dictador le dio que sólo un hombre salido del pueblo y con influencia en las masas trabajadoras podría dotas al fascismo español de la base popular necesaria, y no sé si por aquello del sindicalismo y de Sorel, donde amamantó sus ideas, le dio mi nombre. Por eso, desde que volvió de Italia quiso entrevistarse conmigo” (3).
Así pues, ¡fue Mussolini el que sugirió el nombre de Pestaña a José Antonio! Fuera de la anécdota que, sin duda no será del agrado de aquellos que en los años 60 y 70 negaban la existencia de un “José Antonio – fascista”, el dato sirve, sobre todo, para afinar un poco más las fechas en las que debió tener lugar el encuentro. La fecha en la que José Antonio se entrevistó con Mussolini fue el 19 de octubre de 1933 (4), diez días antes del mitin del Teatro de la Comedia (realizado en la simbólica fecha del 29 de octubre, onceavo aniversario de la Marcha sobre Roma), así pues, la entrevista debió tener lugar en la segunda mitad de octubre o a lo largo del mes de noviembre antes de las elecciones generales del 19 de noviembre en las que José Antonio concurría con una candidatura de derechas por Cádiz.
Por aquellas paradojas de la política, el escaño que José Antonio perdió en las elecciones de febrero de 1936 fue ganado por Ángel Pestaña. Fue entonces –en el curso de una reunión en “su segunda visita a La Línea de la Concepción”–, cuando Lera preguntó a Pestaña qué había de cierto en las “supuestas conversaciones con el hijo del Dictador” (la entrevista debió tener lugar a finales de febrero o a lo largo de marzo de 1936). Pestaña “no pareció sorprenderle mi pregunta. Antes al contrario, sonrió y, como si se tratase de un hecho sin trascendencia, nos lo explicó” (5).
Haría falta saber de qué hablaron exactamente en aquel encuentro. Hay que recurrir nuevamente al testimonio de Lera para conocerlo:
“Yo le contesté que, si Mussolini desconocía mi verdadera trayectoria, en cambio él, José Antonio, no debería ignorarla: que si un día rechacé al bolchevismo por dictatorial y absolutista, con mayor razón aún estaba contra el fascismo, por entender que éste era una maniobra del capitalismo para destruir los movimientos reivindicatorios de la clase obrera en el mundo. Él, naturalmente, quiso convencerme de que no era esa la intención de su partido. Entonces, le pregunté yo que por qué no se unían a uno cualquiera de los movimientos sociales que ya existen en España, y él me contestó que por dos razones: la primera porque eran antimarxistas, lo que les hacía incompatibles con los partidos y organizaciones de ese signo; y la segunda, por su patriotismo, por poner a la patria por encima de todo. Ella les alejaba también, por lo tanto, de los internacionalistas como el anarquismo y el sindicalismo revolucionario. Él y su grupo preconizaban la justicia social, pero dentro de una España fuerte, unida, sin lucha de clases, sin marxismo, sin separatismos ni internacionalismos. Yo le repliqué que estaba muy bien todo eso del amor a la patria, pero que el nacionalismo como doctrina política me parecía una idea superada y sin sentido en el mundo de hoy, causante de tantas guerras inútiles, y tan reaccionaria como el fanatismo religioso; y que, así como el dinero no tenía patria, los trabajadores explotados tampoco la tendrán hasta que logren construir una sociedad en que sean reconocidos todos sus derechos humanos, económicos, sociales y políticos. Dimos muchas vueltas en torno a estas cuestiones sin llegar a ningún resultado. Hablábamos en idiomas distintos” (6).
Los recuerdos de Pestaña, transmitidos por Lera
35 años después pueden, obviamente, tener algún tipo de error o desviación,
pero les cabe el beneficio de la coherencia: era normal que José Antonio
buscara contactar con algún “sindicalista” en la medida en que el proyecto que
había alumbrado en ese momento y en el que estaba trabajando era el del
“Movimiento Español Sindicalista” y todo induce a pensar que en ese momento no
eran precisamente “sindicalistas” quienes lo componían. No es raro que José
Antonio –ingenuamente, por lo demás– buscara convencer a Pestaña sobre las
bondades y el futuro de su proyecto.
Se sabe poco sobre el Movimiento Español
Sindicalista (MES), acaso porque haya poco que contar. Cronológicamente, fue otra
de las etapas seguidas en la maduración y cristalización del “fascismo
español”, etapa que siguió al frustrado intento de lanzamiento del semanario El Fascio y que precedió al nacimiento
de Falange Española. Así pues, se trata solamente de la sigla que acompaña
a la aventura de José Antonio y a sus dudas, entre el 16 de marzo de 1933 y el
29 de octubre. A la iniciativa de El
Fascio seguirá la polémica entre José Antonio y su amigo Luca de Tena desde
las columnas de ABC. Los meses
siguientes registrarán una gran actividad de las JONS y será solamente el 27
de agosto cuando se difunda el Manifiesto Fundacional del MES (7). Pocos días después será cuando Ramiro y José
Antonio se encuentren en San Sebastián por instancia de los “amigos vascos”
(alfonsinos todos) de ambos.
Desde los primeros contactos del MES, que tuvieron lugar en el mes de marzo, el despacho de José Antonio en la calle Alcalá Galiano, número 8, se estableció como sede provisional, aunque parte de las reuniones se realizaban en la redacción de La Nacion (8) (lo que indica que Delgado Barreto, director del diario y militante albiñanista, seguía manteniendo interés en el proyecto. Formaron en torno a la mesa, José Antonio (con sus dos pasantes Manuel Sarrión y Andrés de la Cuerda), Delgado, Julián Pemartín, Ruiz de Alda, Fernández Cuesta, Sancho Dávila (que luego será el encargado de contactar con Pestaña) (9), los intelectuales Giménez Caballero y Sánchez Mazas, José Moreno marqués de la Eliseda y militares primorriveristas como Tarduchy y Alvargonzález (que serán encargados de contactar con núcleos provinciales).
A todos ellos, en una segunda fase, se unieron
algunos miembros del Frente Español como García Valdecasas y García del Moral
(lo que les costó romper con la otra fracción del grupo que tenía a María
Zambrano como personaje más significativo).
Los intelectuales amigos de José Antonio se
integraron progresivamente e hicieron de su tertulia en el Café de Lyon
un centro difusor de consignas (ahí estaban los Miquelarena, Alfaro, el conde
de Foxá, Eugenio Montes, Mourlane, Ros y un largo etcétera de escritores
admiradores del fascismo). Se tomaron
contactos con otras provincias (Asturias en donde se produjeron las primeras
detenciones por distribuir panfletos), Sevilla (que tuvo entre los primeros
afiliados a Narciso Perales). José Begamín también será contactado.
El 2 de mayo de 1933, el MES distribuirá sus
primeros panfletos en Madrid. Están
firmados por esta organización y, para que no quede ninguna duda sobre su
inspiración añaden entre paréntesis “Fascismo Español”. Es una soflama
patriótica que reproduce el grito del alcalde de Móstoles: “¡España está en peligro! ¡Acudid a salvarla!”. Las distribuyen
estudiantes de bachillerato.
Sin embargo, en todos los documentos que se
dispone del grupo no queda claro el porqué del nombre y de la inclusión de la
partícula “sindicalista” para un grupo que precisamente carece de
“sindicalistas” e incluso en la redacción del manifiesto está completamente
ausente cualquier rastro de sindicalismo salvo un obvio deseo de “justicia
social”. Está claro que la referencia no procedía del sindicalismo de la
CNT, sino del primer ensayo de Ledesma que desde el 8 de mayo de 1933 habían
iniciado la publicación de la revista JONS.
No es raro que, para dar un contenido a su proyecto, los miembros del MES–Fascismo
Español, trataran de contactar con algún conocido sindicalista. Pestaña
interesó a José Antonio en su calidad de “disidente” de la CNT.
(1)
Antología Documental del Anarquismo Español, Ignacio C. Soriano y por Francisco
Madrid. Versión on line http://www.cedall.org/Documentacio. En
sus Memorias, Abad de Santillán alude
solamente a “un primer encuentro desagradable con los
falangistas en Barcelona, donde Zalabardo representaba a la CNT. Pero la
policía nos descubrió y se detuvo a Zalabardo, lo que dio motivo a las iras de
varios camaradas suyos, que quemaron el quiosco que regentaba, en represalia
por esa reunión y a él también se le buscaba para aplicarle el castigo
correspondiente por la supuesta traición” (Memorias 1897-1936, Diego Abad de Santillán, Editorial Planeta,
Barcelona 1997). Cita también el episodio José Antonio Gibello en José Antonio ese desconocido, Editorial
Doncel 1974, pág. 217).
(2)
Ángel Pestaña, retrato de un anarquista,
Ángel María de Lera, Librería Editorial Argos, Barcelona 1978, págs. 309-311.
(3)
Ídem, pág. 310.
(4)
José Antonio fascista, José Luis
Jerez, edición digital pág. 26.
(5)
A.M. de Lera, op. cit., pág. 309.
(6)
Ídem, op. cit., 309-310.
(7)
Dicho manifiesto será firmado por José
Antonio, Sánchez Mazas, Julio Ruiz de Alda, Sarrión, Alvargonzález, Tarduchy,
García Valdecasas y García del Moral (José Luis Jerez, op. cit., pág. 22.
(8)
José Luis Jerez, op. cit., pág. 21.
(9)
“Pestaña accedió a la cita, preparada por Sancho Dávila, primo de José Antonio”
(Angel Mª de Lera, op. cit., pág.
309).