INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

lunes, 24 de febrero de 2020

TURQUIA, Y SUS CLAVES GEOPOLÍTICAS (6 de 6) - > LAS CUESTIONES CANDENTES DE TURQUIA


> AHMET DAVUTOGLU,
EL CEREBRO GEOPOLÍTICO DE ERDOGAN… 

El personaje que más trató de impulsar el neo-otomanismo fue Ahmet Davutoğlu, el ministro de Exteriores de Turquía desde 2009 hasta 2014. Antes de ocupar su cargo ministerial, era el responsable del programa en política exterior del AKP desde 2003. Se trata de un personaje muy influido por las tesis geopolíticas que acuñó el concepto de la "profundidad estratégica" de Turquía, en realidad un adjetivo tras el que se ocultaba la voluntad “pan-otomanista”. Turquía es un país equidistante con todos los centros de civilización que han ejercido una influencia profunda y han modelado la historia humana" y quería seguir proyectando esa influencia en el futuro.

Las líneas maestras de esta política se enunciaron como “cero problemas con los vecinos”, lo que implicaba relaciones de cooperación y buena vecindad con los países árabes y musulmanes de Oriente Próximo y Asia Central, así como los Balcanes y el Cáucaso Sur. No se trataba de cortar las relaciones con la UE, sino de crear “Opciones B”, en caso de que la “marcha hacia Europa” se retrasara o constituyera un fracaso. Davutoğlu impuso un cambio de paradigma en la política exterior turca.


Davutoğlu negaba que Turquía debiera ser una nación periférica de Europa o del mundo islámico o asiático. Afirmaba que su posición geográfica le permitía adquirir una posición protagonista y "central" en todos estos espacios geopolíticos y ejercer en todos ellos una influencia mediadora, pero al mismo tiempo determinante. Turquía debía convertirse pues -volver a ser, como lo fue durante el Imperio Otomano- una potencia regional. Esto llevaba directamente a extender su influencia en el espacio sunnita de Oriente Medio, en los países turcófonos de Asica Central, en los Balcanes (aprovechando las bolsas musulmanas) y en el Cáucaso. La historia pasada del Imperio Otomano había dejado un rastro de influencias históricas, étnicas, culturales y lingüísticas que demostraban la “profundidad histórica” que habían representado durante 400 años, desde el 1453 -caída de Constantinopla-, hasta 1923 -liquidación oficial del imperio- y esto posibilitaba que, en el siglo XXI, derivase la “profundidad estratégica” a la que aludía.

En sus primeros pasos, el AKP, atrajo a Davutoğlu a sus filas. Una vez en el poder fue nombrado asesor principal de Erdoğan, más tarde embajador volante y, finalmente ministro de exteriores. Inmediatamente, y de forma paralela a las negociaciones con la UE, Turquía, inauguró una política regional más activa en Oriente Medio y cometió el error de creer que la “Alianza de Civilizaciones”, impulsada por Zapatero, era una opción serie de la política exterior española. Si lo hizo fue por pensar que esa iniciativa beneficiaba, sobre todo, a los intereses turcos y de aumentar la capacidad mediadora de su país. No es por casualidad que Mongolia, país en el que la influencia turca es notoria, fue el otro país que apoyo el proyecto zapateriano (que desde 2016 no ha dado nuevas señales de vida).

Durante su mandato, Davutoğlu visitó Siria en 39 ocasiones y firmó medio centenar de acuerdos que, posteriormente saltaron por los aires al iniciarse la desestabilización de ese país. Entre 2014 y 2016, fue nombrado “primer ministro”, pasando Erdoğan a ser presidente. Sin embargo, los desacuerdos entre ambos irían en aumento hasta que Davutoğlu resultó destituido y, nueve meses después, junto con otros miembros prominentes del AKP, fundó un nuevo partido, el Partido del Futuro. La disputa se había iniciado por la reforma constitucional que convertía a Turquía en un Estado presidencialista. Claro está que existían otras causas, tanto o más profundas que estaban implícitas en la línea del nuevo partido: secularismo, parlamentarismo, democracia, liberalismo, dejando abierta su definición doctrinal, aunque el partido, situado en la oposición al AKP y a Erdoğan, puede considerarse centrista.

Davutoğlu, a pesar de las discrepancias con Erdogan, las ideas geopolíticas del geopolítico no han sido desterradas de la política exterior turca. Simplemente se ha ido adaptando a las circunstancias cambiantes en el último lustro, pero, en cualquier caso, sigue todavía vigente. A pesar de que hoy se siente en la oposición, su impronta se nota sobre la política exterior turca.

> LAS CUESTIONES CANDENTES DE TURQUIA

1) Con la Unión Europea

El aspecto formal, la excusa perfecta, para justificar el portazo de la UE a Turquía es la “cuestión chipriota”. En 1963 se habían producido violentos incidentes en la isla entre la comunidad greco-chipriota y turco-chipriota que llevó a la separación de las dos comunidades y a la presencia de una fuerza de interposición de la ONU. En 1974, la junta militar griega decidió precipitar la “Enosis” (unión de Chipre con Grecia), mediante una insurrección en la isla que precipitó la intervención militar turca. En 1975 se llegó a un nuevo acuerdo de separación e “intercambio” de poblaciones, vigilado por la ONU, previendo la formación de una “república federal bicomunal” a la que jamás se ha llegado. En 1983, los turco-chipriotas declararon la “República Turca del Norte de Chipre” solamente reconocida por Turquía. El conflicto se agravó cuando el resto de la isla, configurado como “República de Chipre” ingresó en la UE en 2004.

Chipre es importante para Turquía por varios motivos:
- Constituye una plataforma insumergible en el Este del Mediterráneo que constituye un valor añadido para el peso estratégico de Turquía o de Grecia, en cualquier caso, de la potencia que controle la isla.
- Está situada frente a las costas de Siria y del Líbano a poca distancia de Israel y a 300 km del canal de Suez, lo que hace de la isla una posición cómoda para el control de la ruta del petróleo a través del Mediterráneo.
- Históricamente ha sido siempre un lugar de paso o de retirada de Europa hacia Palestina o viceversa. El conflicto en Siria (cuyas costas están ante las bases rusas de Tartús y Latakia en las costas mediterráneas de este país) y la creciente retirada de los EEUU de Oriente Madio son elementos que han contribuido a revalorizar en 2020 todavía más la posición de Chipre.
Todo esto hace que Turquía no se haya decidido a dar marcha atrás y liquidar la quimérica “República Turca de Chipre”, a pesar de que le haya generado serios problemas, tanto en sus relaciones con la OTAN, como con la UE. Y, más en concreto, con uno de los miembros de ambas organizaciones: Gracia.

La brecha entre Turquía y Grecia es muy profunda: deriva, por una parte, del dominio turco sobre este país que terminó con la emancipación griega después de una guerra de independencia que se prolongó entre 1821 y 1830 y que dejó secuelas psicológicas todavía presentes en ambos países.
Sin embargo, el mar Egeo y los poco más de 200 km de frontera terrestre entre ambos países, siguió siendo un foco de tensiones hasta el presente.
- En tierra a causa del "triángulo de Karaağaç" en la orilla derecha del Evros en Edirne que facilita el paso al territorio griego y que el Tratado de Lausanne (1923) concedió a Turquía.
- En el Egeo, las discusiones se concentran en la extensión de las aguas territoriales, la demarcación de la plataforma continental, la determinación de zonas de búsqueda y salvamento marítimos y los conflictos del espacio aéreo. La multiplicidad de islas e islotes, hace que no todos ellos hayan sido bien definidos en los tratados internacionales.
Turquía ve el Egeo como un “mar internacional, abierto y que no da lugar a ningún derecho de soberanía”, mientras que Grecia lo tiene por un mar propio. El conflicto, en estos momentos sigue estancado.

2) El corredor turco de los Balcanes

Desde los años de la postguerra, Turquía ha procurado mantener estrechos lazos económicos y diplomáticos con los países balcánicos que, geopolíticamente, constituyen la puerta de entrada desde la “Sublima Puerta” a la Europa continental. La Tracia turca, en territorio europeo, es el paso obligado a Europa Central, a través de los Balcanes.
Esto explica varios hechos recientes:
 - La participación turca en las operaciones promovidas por la OTAN, la UE y la ONU en la zona (KAFOR y UNMIK, protección policial de Kosovo), y antes la Eufor-Althea organizada por la UE para supervisar la implementación militar de los Acuerdos de Dayton (iniciativa en la que participa España). Al mismo tiempo participa en proyectos comunitarios de reconstrucción del sector: SEECP (Cooperación del Sureste Europeo), MPFSEE (Fuerza Multinacional de Paz del Sudeste de Europa) y SECI (Iniciativa de Cooperación de Europa Sudoriental).
- Facilitar la creación de “estados amigos” en los territorios de la antigua Yugoslavia: Macedonia del Norte (33% de musulmanes, por 65% de ortodoxos), Bosnia (50,7% de musulmanes, 30,7% de ortodoxos, 15,2% de católicos), Montenegro (19,11% de musulmanes, 72% de ortodoxos, católicos 3,44%) y Albania (56,7% de musulmanes, 6,7% de ortodoxos y 10% de católicos), países que constituyen el “corredor turco de los Balcanes” para unos y para otros el “corredor yihadista de los Balcanes”.
Esa presencia militar en fuerzas internacionales ha sido uno de los resultados del intento del gobierno de Ankara por mostrar una actitud constantemente mediadora. Incluso, la intervención en la guerra civil siria y la ayuda turca a los enemigos del gobierno de Damasco, se justificó, inicialmente, como un intento de “mediar” entre las “fuerzas democráticas sirias” y al-Assad… una actitud increíble e insostenible que fue virando progresivamente (además, a causa del prejuicio por la inestabilidad creciente en el Kurdistán y la ofensiva del DAESH. Así pues, Turquía varió esta actitud por la de negociar con Putin intervenciones rápidas de “limpieza” en el Norte de Siria, garantizando una franja libre de guerrillas kurdas, pero sin ocupar durante largos períodos franjas de territorio sirio.


A través del “corredor turco de los Balcanes”, entra al territorio de la UE, contrabando de antigüedades, tráfico de drogas, inmigrantes y terroristas. Fue ese “corredor” el que Erdogan rebautizó como “corredor humanitario” en 2014-2015, pasando a través suyo dos millones de “refugiados” de Oriente Medio a la Unión Europea. Si luego esta ruta se cerró fue gracias a los 3.000 millones de euros donados por la UE para “administrar” estos corredores: eufemismo para evitar llamar por su nombre a lo que no era más que un chantaje.

Inicialmente, los turcos declararon que las zonas situadas sobre estos “corredores humanitarios” eran zonas de exclusión aérea, algo que Rusia se negó a respetar: en realidad se trataba de una excusa para evitar que las fuerzas aéreas de Moscú bombardearan las zonas de Siria contraladas por el DAESH. A medida que el conflicto fue avanzando, Ankara varió sensiblemente su posición.

Si Turquía se decidió a intervenir en la guerra civil siria fue pensando que al-Asad caería como había caído Gadafi o los gobiernos de Túnez y Egipto. Eso les hubiera permitido tener un interlocutor privilegiado en el nuevo gobierno de Damasco y, convertir a este país en una especie de “puerta de acceso” al “Creciente Fértil” de Oriente Medio (la zona del Tigris-Éufrater, Irak, Sitia, Líbano y Jordania).

3) Relaciones con EEUU, de la plenitud a la agonía

Vale la pena repasar la situación de las relaciones de Turquía con los EEUU y Rusia, porque contribuirán a perfilar los contornos en los que se desarrolla la actual política exterior turca, sus vaivenes y su situación en 2020.

Con los EEUU la relación es antigua. A partir de la Conferencia de El Cairo en diciembre de 1943 esas relaciones mejoraron extraordinariamente y Turquía tranquilizó a los aliados confirmando que su posición de neutralidad no cambiaría. En la primera fase de la guerra, Turquía había coqueteado con ambos bandos, recibiendo ayuda militar, tanto de Alemania como del Reino Unido. Fue a partir de la derrota del Eje en África del Norte cuando Turquía se fue alejando de Alemania y acercándose a EEUU. El 1 de marzo de 1945, declaró in extremis la guerra a Alemania y a Japón, aunque no envió tropas. En pago a este apoyo, Turquía fue incluida en la “Doctrina Truman” que consistía en apoyar a cualquier país que resistiera a los intentos de “subyugación”.  Esto se tradujo en 12.500 millones de dólares en ayuda económica y más de 14.000 en ayuda militar. A cambio, Turquía participó junto a EEUU en la Guerra de Corea, un apoyo que se fue prolongando a medida que los EEUU aumentaban sus intervenciones y guerras, hasta la Guerra del Golfo de 1989-90.

Los EEUU mantienen desde 1951 la base aérea de Incirlik, proyectada antes de la adhesión de Turquía a la OTAN (1952) que ha sido utilizada en las distintas crisis del Líbano, en la Guerra del Golfo, siendo el enlace principal del Pentágono para enviar tropas a Afganistán, teniendo protagonismo también en la Tercera Guerra del Golfo para derrocar a Saddam Hussein. Para los EEUU, la actitud de Turquía ha sido esencial mientras ha durado la Guerra Fría, garantizando la integridad del flanco sur-este de la OTAN, en contacto directo con países del Pacto de Varsovia.


Sin embargo, Turquía terminó advirtiendo que la política de los EEUU en Oriente Medo se convirtió en errática y titubeante desde los años 90 e, incluso, que el “apoyo a Israel” era más teórico que real, por no hablar de los diferentes enfoques dados por los tres últimos presidentes de los EEUU que no aportaban a Turquía las garantías suficientes como para mantener el compromiso adquirido desde 1943. Las disputas por los aranceles comerciales que iniciaron una guerra económica USA-Turquía, no se ha cerrado todavía y los EEUU ven con recelo el giro radical de la política exterior turca: aproximarse a Rusia, militar, política y económicamente, competir con Arabia Saudí en el liderazgo del mundo sunnita y mantener el proyecto de expansión por Asia Central con el visto bueno de Rusia.

4) Israel, potencia competidora

Cuando subió Erdogan al poder, en tanto que piadoso musulmán, se produjo un enfriamiento de las relaciones con Israel, agravado por el asesinato de 10 turcos por parte de comandos especiales judíos que atacaron la “Flotilla de la Libertad” en mayo de 2010 que intentaba romper el bloqueo de Gaza. La situación se normalizó relativamente cuando Israel aceptó pagar 20 millones de dólares en concepto de indemnización a los familiares de las víctimas. Pero, a pesar de un período de acercamiento y cooperación que siguió al inicio de la guerra civil siria, cuando las dos potencias apoyaron al Ejército Democrático Sirio, las relaciones hoy son frías a la vista de que Turquía no oculta su voluntad de convertirse en potencia influyente en la Zona en competencia con Arabia Saudí, Irán y… el Estado de Israel.

Sin embargo, la “doctrina Davutoğlu” (cero problemas con los vecinos) volvió a aplicarse y está presente en el acuerdo firmado en 2016 para la construcción de un gaseoducto que lleve gas natural a Europa a partir de los yacimientos judíos del Mediterráneo.

5) Rusia, relaciones comerciales, 
militares y diplomáticas in crescendo

Las relaciones con EEUU se han mantenido a la baja, mientras que las que mantiene Turquía y el Estado de Israel están sometidas a altibajos profundos. Sin embargo, la entente con Rusia es cada día más acusada. Hasta el colapso de la URSS, en tanto que Turquía era miembro de la OTAN, las relaciones fueron malas y frías en el mejor de los casos. Tras la disolución de la URSS mejoraron pero persistieron puntos de fricción especialmente por las fronteras del Cáucaso y por seguir como socio de la OTAN. Los informes del ministerio de asuntos exteriores ruso han permanecido siempre escépticos respecto a las posibilidades de Turquía para entrar en la UE: sabían, además que eso iba a entrañar fricciones, decepciones y expectativas rotas, así que optaron por mantenerse conciliadores y tratar de tentar a Turquía con la zanahoria de la cooperación económica. Hoy, ambos países comparten liderazgo e intereses comunes en Transcaucasia, incluso un interés notorio en la resolución de los problemas de la zona. El acuerdo sobre los suministros de gas a través por la “ruta occidental”, firmado en 1986 y concluido en 2012, fue prorrogado y mejorado. Desde 2014-16 los intercambios de visitas de dirigentes turcos a Moscú y de rusos a Ankara, se ha convertido en continua. Erdogan y Putin han aparecido en innumerables ocasiones dándose la mano y sonriendo en una actitud que no puede ser coyuntural sino que indican a las claras una asociación estratégica.

En la medida en la que los EEUU se van inhibiendo de nuevas intervenciones en el exterior y replegándose en sí mismos, Turquía busca mejorar sus relaciones con Rusia, aunque sea a costa de convertir la OTAN en un residuo de la Fría, cuya existencia es mucho más teórica que real y a la que solamente le falta certificar su disolución. ​

Vale la pena recordar que a medida que se ha ido consolidando la UEEA, Unión Económica Euroasiática (Armenia, Biuelorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Rusia) a la que seguirán nuevas incorporaciones (Moldavia, Tayikistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Siria), puede constituir un atractivo extraordinario para Turquía y una especie de resarcimiento por el rechazo de la UE. De hecho, el presidente kazako Nazarbáyev ya propuso en 2014, que Turquía, aunque no hubiera formado parte de la extinta URSS, pudiera entrar en la UEEA. De momento, este país, al igual que China e Irán, han manifestado su interés por la UEEA.

Poco importa si en los próximos años esta adhesión se formaliza o no. Lo que importa realmente es que en los último 6 años, los vínculos de Turquía con la UE se han reducido al chantaje en materia de refugiados, las relaciones con EEUU se han visto perjudicadas por la “guerra arancelaria” estallada tras la subida de aranceles para la entrada de productos metalúrgicos en EEUU procedentes e Turquía, disminuyendo drásticamente los intercambios comerciales… mientras que, paralelamente, estas relaciones económicas se han ido estrechando con Rusia y han alcanzado su punto máximo el 15 de enero de 2020 con la inauguración por parte de Erdogan y Putin del Turk Stream.

Al comenzar 2010, Davutoğlu convocó en Ankara a los dos centenares de embajadores turcos en el extranjero, no pocos de los cuales eran remisos o directamente hostiles al cambio en curso, para un seminario de cinco días en el que les comunicó los nuevos principios y directrices del Ministerio. Se trataba de tener una diplomacia mucho más activa ante los problemas que afectaban directamente a Turquía o a sus vecinos. El país se ofreció siempre como mediador en conflictos, algo que no siempre fue aceptado por los EEUU. 

Cuando se produjo el calentamiento de relaciones entre EEUU y el gobierno iraní a causa del desarrollo de un programa nuclear de Teherán, Ankara lanzó su oferta de mediación que fue recibida con incredulidad en las capitales occidentales y mal recibida por Washington. Pero, sin embargo, fue muy valorada por el régimen del presidente Mahmoud Ahmadinejad. Además, se conocía la postura de Erdogan: si bien quería mantener libre de armas nucleares Oriente Medio (coincidiendo con EEUU), Davutoğlu defendía el derecho de Irán a poseer una industria atómica con fines pacíficos
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