INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

viernes, 21 de febrero de 2020

TURQUIA, Y SUS CLAVES GEOPOLÍTICAS (5 de 6) - > LA TENTACION NEO-OTOMANA


El momento fundamental a partir del que Turquía intenta realzar su papel geopolítico es en 1991, cuando se produce el dislocamiento de la URSS y la formación de nuevas repúblicas en la zona que comparten con Turquía un mismo origen histórico y cultural. El gobierno de Turgut Özal fue perfectamente consciente de esta nueva situación, y el propio primer ministro llamó al país a “no desaprovechar esta oportunidad que se presenta por primera vez desde hace 400 años”. En aquel momento, Turquía se encontraba ante tres opciones:
- La integración en la Unión Europea, política que acompañó a Turquía desde el primer impulso europeístas en los años 50 y que se fue disolviendo a partir de 2010 y que ha sido sustituido por una posición similar a la de Marruecos: trato preferencial que, en realidad, es un chantaje permanente esgrimiendo la cuestión de la regulación de los tránsitos de inmigración musulmana hacia Europa. La primera solicitud de Turquía para adherirse a la UE dio lugar al estatus de “miembro asociado” concedido en 1963. A partir de ese momento, el camino que parecía expedito se fue llenando de obstáculos cada vez más infranqueables: en primer lugar la disputa sobre Chipre, luego las turbulencias de los 70 y 80. En 1987 la UE (entonces Comunidad Europea) rechazó la solicitud de Turquía, aunque dio esperanzas para que pudiera realizarse posteriormente. Y, de hecho, el 1 de enero de 1996 entró en vigor la “unión aduanera” entre la UE y éste país, permitiendo el paso de mercancías y manteniendo solo las restricciones de productos agrícolas. Durante la cumbre de Helsinki de la UE (1999), la UE volvió a rechazar la candidatura turca alegando la necesidad de “profundas reformas”, especialmente en el campo de los derechos humanos. En 2005 se iniciaron las conversaciones formales para la adhesión, que se fueron prolongando con diferentes excusas y subterfugios por parte de la UE, cuyos dirigentes sabían el rechazo que produciría la adhesión de un país musulmán en la UE que, además, sería el demográficamente más fuerte y con más representación en el parlamento de Estrasburgo… a pesar de ser el país con el PIB per cápita más bajo (la cuarta parte de Alemania), lo que supondría un lastre económico para la UE y una verdadera aspiradora de recursos y ayudas. Los gobiernos europeos temían que la entrada de Turquía diera alas a los partidos “populistas” y aumentaran la resistencia del electorado ante la UE, generando procesos similares al “brexit” en cadena.
- Continuar con la opción atlantista y occidentalista priorizando buenas relaciones con EEUU. Si tenemos en cuenta que el primer acuerdo Turquía EEUU data de 1830, se entenderá que haya sido una constante de la política turca que fue ganando intensidad a partir de 1945 y hasta que los EEUU de Trump han dejado de considerar Oriente Medio como zona política preferencial.- O recuperar la idea pan-otomana, una tentación que nunca ha desaparecido completamente de la historia moderna de Turquía y que es habitual en todo imperio que fue y que desea recuperar protagonismo y generar una zona de influencia, algo que podía hacerse en complicidad con los EEUU (ampliando la espina en el flanco sur Oeste de Rusia) o bien de acuerdo con Rusia (creando una barrera entre el espacio ruso y el turcófono.
En ese época, a la proverbial inestabilidad política de Turquía se unieron las oscilaciones políticas internacionales y los cambios en las correlaciones de fuerzas de ahí que, desde entonces y hasta 2010, los distintos gobiernos turcos tratasen de compatibilizar las tres opciones, priorizando según las circunstancias la que mejor se adaptaba a sus intereses y posibilidades.


Entre 2010 y 2016, cuando se diluyen definitivamente las esperanzas de ingresar en la UE, la primera opción deja de contar como actitud política real. Tras la llegada de Donald Trump al poder y con el fracaso de la desestabilización en Siria y el abandono de la “estrategia del caos”, EEUU se repliega en sí mismo y opta por priorizar el área del Pacífico en su política exterior. Esto implica que los EEUU, no solamente no están en condiciones de seguir siendo el paraguas militar de los países europeos, sino que ni siquiera está interesada en serlo: la OTAN se mantiene como una superestructura burocrático-militar en barbecho, con una función anti-rusa cada vez menos interesante para los países europeos. Todo lo cual, unido a la reconstrucción del poder ruso realizada durante el mandato de Vladimir Putin, induce al gobierno turco a reconsiderar la situación.

Como hemos dicho, Turquía, ya no mira a Europa, sino que es consciente de que sus dos competidores directos en el mundo musulmán son Irán y Arabia Saudí, sin contar a un Israel cada vez más aislado en la zona y que empieza a ver horrorizado que el desinterés creciente de los EEUU por Oriente Medio, le obligará antes o después a variar su política en relación a los palestinos.

La inestabilidad y fluidez del momento actual hace que todas las puertas sigan abiertas, pero mientras que unas están abiertas de par en par, las otras apenas están entreabiertas. Por lo demás, la prudencia hace que el gobierno turco no sea muy explícito en lo relativo a sus intenciones a medio y largo plazo.

Hay que distinguir entre cuatro opciones próximas, pero en absoluto coincidentes:
1) Otomanismo.- corriente liberal nacida durante el siglo XIX en el imperio otomano, que llegó de la mano de intelectuales influidos por las ideas de la “Ilustración”. Defendía, sobre todo, el principio de la igualdad ante la ley, por encima de las categorías sociales y de las religiones. Esto llevaba a que musulmanes y no musulmanes debieran servir en el ejército y que la educación fuera obligatoria y laica para todos los ciudadanos del Imperio Otomano. Cuando se produjo el hundimiento con el final de la Primera Guerra Mundial, esta corriente desapareció por completo. Era una actualización de la idea imperial turca.
2) Panturquismo.- Fue una ideología que se discutió en el último tercio del siglo XIX entre los intelectuales de Azerbaiyán y de Anatolia. Ambos grupos tenían la convicción de pertenecer al mismo tronco étnico, lingüístico y cultural y, por tanto, veían la necesidad de acercarse en un momento en el que Azerbaiyán pertenecía al Imperio Ruso. A la unificación cultural debería seguir la unificación política. Era una corriente mimética al paneslavismo, al pangermanismo, incluso al paniranismo, aparecidos en la segunda mitad del siglo XIX. 
3) Turanismo.- Es la corriente política que propone la unificación de los pueblos uralo-altaicos de Asia Central que debería constituirse como “Gran Turán”. Lo que hoy se conoce como llanura o depresión del Turán, está situada al este del Mar Caspio y al sureste del Mar de Aral, repartida entre Turkmenistán y Uzbequistán, su parte meridional empieza el desierto del Karakum). Proponían (con Enver Pachá) una alianza de todos los pueblos de Asia Central, ampliada a su periferia, pues no en vano, los panturanios se dirigen a un ámbito que incluye no solamente a los pueblos de origen turco, incluye también a húngaros, fineses, mongoles, tunguses, estonios, japoneses, coreanos y ryukyuenses. En Turquía, el turanismo (a veces llamado también panturanismo) forma parte del programa del Partido Nacional Turco y de sus grupos paramilitares, los Lobos Grises.
4) Neo-otomanismo.- Pretende que la moderna Turquía mantenga relaciones privilegiadas por los países y las regiones que en otro tiempo formaron parte del Imperio Otomano. El espacio turcófono está formado por el territorio de la actual Turquía (la península Anatolia, la Tracia europea y el Kurdistán turco), las exrepúblicas soviéticas de Turkmenistán, Uzbekistán, Kirguizistán, Kazagistán y Azerbaiján, y el Oeste chino fronterizo con Mongolia, Kirguizistán y Kazajastán. En su conjunto es una especie de colchón entre el mundo musulmán del Sur y el mundo ruso asiático del Norte.

De estas cuatro tendencias, las dos últimas subsisten y la última, el neo-otomanismo es aceptado y aplicado por el actual gobierno. La idea incluye algunos elementos propios del califato islámico, por ejemplo, el rechazo al nacionalismo considerado como exterior a la doctrina islámica. El término empezó a utilizarse en un período mal definido entre los años 70 y 80, pero fue asumido por Erdoğan y por su AKP que ha utilizado el adjetivo añadiendo que “el neo-otomanismo llevaba a la construcción de la Gran Turquía”. Durante el mandato de Turgut Özal ya se habían manifestado algunos de los rasgos de esta política, pero ha sido con Erdonğan y con su ministro de exteriores, Ahmet Davutoğlu el que aplicó abiertamente esta línea. Básicamente, su programa mínima tiende a intervenir especialmente en Oriente Medio, mediando entre las partes, en Asia Central, en los Balcanes y en el Magreb.

El “neo-otomanismo” es difícilmente compatible con las ideas del islam sunnita que practica Erdoğan para el que no puede existir una comunidad supranacional formada por unos cuantos países islámicos, sino la “umma” (امة) o “comunidad de los creyentes”, por encima de las lenguas, las naciones, las razas o las castas. Cualquiera que sea capaz de pronunciar la shahada (“No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta”) pertenece a esa Umma supranacional.

De ahí que cuando Erdoğan llego al poder, este elemento no figurase de forma destacada en el programa del AKP y obviara el que los gobiernos previos al suyo si habían dado pasos para convertir a Turquía en “Meca cultural del mundo turcófono”. En 2009 el diario Yeni Safak, cercano al Gobierno, publicó que en el curso de una reunión del AKP, Davutoğlu dijo claramente: "Tenemos una herencia de los otomanos. Nos llaman neo-otomanos. Y sí, somos neo-otomanos". Esta posición fue confirmada al año siguiente en una reunión celebrada en Ankara con doscientos embajadores turcos en el extranjero. En esa ocasión, Davutoğlu resumió su “doctrina”: había de adaptarse a la nueva realidad de la posguerra fría; que Turquía, lejos de inclinarse a uno u otro ejes, debía construir "su propio eje"; que las crisis regionales daban al país una oportunidad para mostrar su "poder blando", no sólo su "poder militar"; línea que se traduciría en una voluntad de mayor presencia internacional.

Las iniciativas neo-otomanistas han sido, hasta ahora, casi exclusivamente de carácter cultural: de hecho, sus teóricos lo que proponen es promover una política cultural capaz de acentuar los lazos que unen a la Turquía anatolia con el resto de repúblicas que hablan idiomas de la misma familia. A lo que se añade también la pretensión de unir a los miembros de la diáspora turca presentes en el Este de Europa, en Alemania, en Bulgaria y Rumania, en Rusia, en Ucrania, etc.

La idea no es original. La Hispanidad es eso precisamente en relación a los pueblos de lengua castellana. La “francité” es otro tanto y lo mismo puede decirse de la “Commonwealth”. Más recientemente, en la obra de Zbigniew Zbrzezinski en su libro El Gran Tablero Mundial (Paidós, 2001) este autor explica que el poder americano se basa en cuatro factores: el militar, el económico, el tecnológico y el cultural, y eso mismo es lo que intentan aplicar a su país por “pan-otomanistas”.

Pero, el neo-otomanismo solamente puede realizarse apelando al factor religioso como determinante. Porque, más que la relativa unidad lingüística de la zona, fracturada por dialectos y variaciones del mismo tronco, las comunidades turcas dispersas en distintas nacionalidades, tienen en común, sobre todo, el factor religioso. Eso permitió pensar a Erdoğan que era posible desplazar el eje del mundo islámico sunita de Arabia Saudí a Turquía y competir en este terreno ventajosamente con el chiismo iraní (que representa un 20% del mundo islámico). Si bien la pertenencia a una misma étnica y a el uso de una misma lengua y de un pasado común suponen un cimiento necesario, no es, suficiente: falta el factor emotivo, sentimental, galvanizador y fanatizante propio de una religión. Y el AKP, vale la pena no olvidarlo, es un partido confesionalmente islámico.

Pero esto solamente era posible si Turquía actuaba con rapidez, antes de la previsible recuperación rusa (recuérdese que estamos en 2002). Como se sabe, entre 1990 y 1999, Rusia vivió, posiblemente la peor década de su historia reciente: el período de Boris Eltsin supuso el mayor proceso de desvertebración acelerada que ha vivido una gran potencia. Sin embargo, con la llegada de Putin al Kremlin, la caída en picado se detuvo y la recuperación que siguió permite considerar hoy a Rusia como la segunda superpotencia mundial.

Las sucesivas dificultades internas atravesadas por Turquía desde 2002 hasta 2016, hicieron que no pudiera actuar en la dirección pan-otomana con la decisión y el empuje necesarios. Paralelamente, ese fue el tiempo en el que se produjo la reconstrucción del poder ruso, hasta el punto de que, en la actualidad, el proyecto neo-otomanista solamente puede realizarse con el visto bueno, la aquiescencia y la alianza con Rusia. Y esto -entre otros factores mucho más coyunturales- explica el por qué en la actualidad sea perceptible el corrimiento de Turquía de la esfera de influencia norteamericana a la esfera rusa.


Los instrumentos del “poder blando” al que aludía Ahmet Davutoğlu eran anteriores a su presencia en cargos ministeriales y se remontaban a la época presidida por Turgut Özal.

En, efecto, en 1995 creó la Agencia de Cooperación Turcófona (TIKA) que en pocos años ha generado ramificaciones en todos los países turcófonos, a partir de las embajadas turcas locales. En la web de la entidad (https://www.tika.gov.tr/en) se enumera la lista de países en los que tienen abiertas “oficinas de coordinación”: Afganistán, Albania, Argelia, Azerbaiyán, Bandladesh, Bosnia, Camerún, Chad, Colombia, Comores, Croacia, Djibouti, Egipto, Etiopía, Georgia, Guinea, Hungría, Irak, Jordania, Kazajastán, Kenia, Kosovo, Kuirguistán, Líbano, Macedonia, México, Moldavia, Mongolia, Montenegro, Mozambique, Myanmar, Namibia, Niger, Pakistán, Palestina, Filipinas, Rumania, Senegal, Serbia, Somalia, Sudáfrica, Sudán del Sur, Sudán, Tayikistán, Tanzania, Túnez, República Turca del Norte de Chipre, Turkmenistán, Uganda, Ucrania, Uzbekistán y Yemen. La lista revela el interés por los países africanos, además de los países que en algún momento pertenecieron al Imperio Otomano, con la presencia de países asiáticos y americanos en los que existe una fuerte presencia turca.

En 2011, se reformo la estructura continuando su crecimiento institucional y ampliando la lista de países en los que había abierto oficinas de coordinación. Un decreto definió a TIKA como “una entidad legal pública y un presupuesto privado dependiente del Ministerio de Cultura y Turismo”. Hoy, la Agencia de Cooperación y Coordinación de Turquía implementa proyectos en 150 países con 62 Oficinas de Coordinación de Programas en 60 países. Sus proyectos tienen que ver especialmente con el establecimiento de un alfabeto y de una lengua comunes, los intercambios de estudiantes, los proyectos mediáticos y de telecomunicaciones.

En segundo lugar, la Agencia de Cooperación Cultural Turcófona (TURKSOY), por su parte, tiene como función “acrecentar las relaciones culturales entre los países y entre las comunidades turcófonas (...) para mantener una unidad de lengua y de cultura para los países y comunidades turcófonas". Su fin oficial es favorecer la “socialización y la solidarización de los Estados turcófonos gracias a la cooperación en el terreno de la cultura”.

Las primeras reuniones que llevaron a la creación de TURKSOY se celebraron en 1992 en Bakú y en Estambul participando ministros de cultura de Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán, Uzbekistán, Turquía y Turkmenistán. Oficialmente, la agencia se creó en 1993. En la actualidad están asociados, Uzbekistán, Kirguisia, Turkmenistán, Kazajistán, Azarbaiyán, las Repúblicas de Altai, Jakasia, Baskortostán, Saja y Tuvá, incluidas en la Federación Rusa, Gagauzia (región autónoma de Moldavia), la República Turca del Norte de Chipre, además de Turquía.

Además de estas iniciativas, Turquía ha puesto en marcha todo un dispositivo de alta tecnología que integra Internet, radios y televisiones, sistemas de comunicaciones, para generar en los países turcófonos un estado de opinión favorable a la idea panturca:
- La radio Voz de Turquía (web http://www.turkiyeninsesiradyosu.com/) exporta el «modelo turco» en el exterior.
- La agencia de prensa Anadolu Ajansï (Agencia Anatolia, web en castellano: https://www.aa.com.tr/es/turqu%C3%ADa),
- La Unión de la Prensa Euroasiática y la Unión de las Agencias de Información de los Países Turcófonos (UAIPT), creada en 1992 por la TIKA, “aseguran –según Le Monde- a Turquía un control casi monopolista de la información difundida en el mundo turco”.- El satélite panturco Türksat y la cadena de televisión Avrazya. La Türksat, se jacta de ser «la segunda tras la CNN en audiencia».
En la Unión Europea todavía no han advertido que estos medios están puestos al servicio de un espacio que va desde el Adriático hasta el corazón de China.

La reconstrucción de un alfabeto que sea común en todo el espacio panturco es una tarea fundamental para los estrategas turcos. A partir de 1991, Turquia abordó la creación de una lengua y de un alfabeto comunes que “facilitara la evolución y consolidación de los lazos étnicos” en el espacio panturco. La lengua sería el “elemento federador” de los pueblos turcomanos, una pieza que resultó desarticulada con la revolución soviética de 1918 y con la formación de la URSS. A pesar de los 70 años de la URSS, las distintas lenguas turcas conservaron un amplio vocabulario y elementos gramaticales comunes. A fin de facilitar esta tarea, Turquía se comprometió a hacer adoptar el alfabeto latino utilizado en ese país desde la revolución kemalista. Evidentemente, esta iniciativa apunta contra la utilización del alfabeto cirílico ruso y del alfabeto árabe. En el Congreso Común Turco celebrado en Ankara en 1991, se adoptó el alfabeto de 34 letras.

La TIKA ha gastado más de 15.000 millones de euros desde 1992 en impulsar este alfabeto enviando a las repúblicas turcofonas libros, material de escritura, ordenadores, impresoras, cursos audiovisuales, etc. Distintos acuerdos bilaterales han sido firmados por Turquía de un lado y las repúblicas exsoviéticas de otro para ir sustituyendo el alfabeto cirílico por el latino. Es así como se están dando los primeros pasos para la creación de este amplio “espacio turco”. Parece difícil que las negociaciones con la UE detengan este proceso de colonización cultural que, a la postre, supondrá un enfrentamiento con las potencias del Este. Evidentemente, en el material de enseñanza enviado desde Turquía se revisa la historia y se transmiten los mitos comunes a las naciones turcófonas, tal como veremos en su momento.

El nacionalismo panturco exportado desde Ankara se basa en la lengua, en el factor étnico, pero también en la religión. Frente al Islam sunnita dominado por el salafismo wahabita saudí, al Islam chiita y al laicismo, la opción turca es distinta: “se trata de un modelo de control y de gestión del Islam mediante la puesta en marcha de un clero funcionarial y despolitizado”…