INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

viernes, 30 de noviembre de 2018

365 QUEJÍOS (210) – TRANS-HUMANISMO Y POST-HUMANISMO (1)


Me quejo de que el “humanismo” esté sobrevalorado, siga apareciendo como “valor occidental” cuando ya no es más que un despojo. Nacido de la crisis de la escolástica medieval, los puntales del humanismo son la exaltación de la naturaleza humana. Cuando José Antonio Primo de Rivera decía que el “hombre es portador de valores eternos” se hacía eco de esta larga tradición humanista que se había extendido y conquistado incluso el corazón del mundo católico del siglo XX con personajes como Jacques Maritain o Charles Peguy terminando en el personalismo versión 2.0 de Emmanuel Mounier. La doctrina fue situada en el centro de la filosofía política del catolicismo por Paulo VI y confirmada por Juan Pablo II. Lo reconozco, es una doctrina que nunca he compartido por culpa del vecino del quinto, que tiene forma humana, disfruta de todos y cada de los derechos humanos, tiene el mismo DNI que yo, pero me temo que es cualquier cosa menos “humano”: homínido, quizás, hominicaco, seguramente. Me induce a este criterio su falta de educación, de sensibilidad, sus modales más próximos a la animalidad que a lo humano y el hecho de que, aparentemente, no porte más valores que su estupidez. Estoy seguro de que todos vosotros habréis tenido también a un cretino de este calibre que os haya hecho dudar de su humanidad. 

¿Se nace “humano”? Sí, pero luego todo el mérito consiste en demostrar que “se es humano”. Y, vosotros sabéis también como yo, que no todo el mundo lo consigue porque es mucho más fácil comportarse como animalicos. Así que, si se me permite, rectificar la frase de José Antonio, diría que “el hombre es portador de valores eternos, pero hay humanos a los que difícilmente se les podría otorgar el título de mamíferos, sino el de mamoncillos”. Así pues, partamos de esta premisa: si el humanismo ya no se adapta al “tiempo nuevo” es, precisamente, porque el ser humano se ha autodesvalorizado, involucionando hacia la animalidad. Hay animalidad allí donde la cultura se ha retraído. No es el momento de explicar los procesos que han llevado a ese repliegue de la cultura, sino simplemente de constatarlo.

Esto abre una nueva situación: en primer lugar, redefinir lo que es “la humanidad”, o mejor todavía, “redefinir lo humano”. Lo segundo: superar el paradigma humanista que se ha impuesto desde el siglo XV hasta nuestros días. Vayamos a lo primero: redefinir “lo humano”. Nacer de vientre de mujer humano ya no basta. En los espeluznante Cantos de Maldoror del Conde de Lautréamont puede leerse: “Me han dicho que soy hijo de un hombre y de una mujer, y es raro, porque creía ser mucho más”… pero también se puede ser “mucho menos”. Lo procesos de fecundación artificial en estos momentos deben estar avanzando entre las sombras de los laboratorios y a resguardo de la legislación que prohíben este tipo de experimentos (¿desde cuanto una ley ha bastado para detener la investigación científica?). Así pues, ya no hace falta “un hombre” y “una mujer” para generar nuevos seres humanos.

Pero sí que es cierto que el ser humano depende, ante todo, del “bios”: necesita un soporte biológico sin el cual nos situaremos en la otra BIOS, el sistema básico de entrada salida (Basic Input/Output System) propio de los ordenadores. Ya es mala leche haber compuesto un anagrama para los ordenadores con el mismo acrónimo que el que indica “vida”. Pero lo humano no puede definirse solamente como “lo que tiene vida biológica”. También el paramecio la tiene. Para que exista “lo humano” la biología debe de estar modulada por la “cultura”. Lo que nos lleva a otro problema: ¿qué es cultura?


Etimológicamente deriva de “cultivo” y ya se utilizaba en el mundo clásico para aludir al “cultivo del alma”. De entre todas las doctrinas, acaso la de los “rosacruces” sea la que ha presentado un esquema, no por mítico y simbólico, menos interesante: en un principio el ser humano era “todo espíritu”, pero luego, tras la caída adámica, el alma quedó reducido a un “átomo” (que incluso los rosacruces situaban en un punto del cuerpo humano: a la altura del corazón, en el centro del tronco y detrás del esternón. Se nacía con alma… pero si ese alma no se desarrollaba, no se vivía o no se expandía, era como quien tiene un billete de lotería, y ni siquiera se ha enterado de que le ha tocado. Así pues, lo importante no era nacer “con alma”, sino expanderla, experimentarla y vivirla. ¿Cómo? A través de su “cultivo”, a través de la cultura.

Y esto plantea otro problema sobre las formas de entender la “cultura”. En principio debería de haber muchas y todas ellas parecerían legítimas. Se ha hablado de la “cultura del haschisch” o de la “cultura del rock” o incluso de la “contracultura” que quizás sea el término genérico más adecuado para definir un régimen de oposiciones: “cultura” es todo lo que abre nuevos caminos al espíritu, lo expande, le facilita la comprensión de los procesos humanos, refuerza la conciencia de sí mismo del ser humano; mientras que “contra-cultura” sería todo aquello que, lejos de expandir, empobrece, reduce, asfixia, desorienta y le va privando de su sentido de la presencia (de la sensación y de la certidumbre de estar “aquí y ahora”), convirtiéndolo en la práctica en un sonámbulo que deambula por la vida por pura inercia. O, simplemente, sometido a sus instintos: es bueno que la parte “biológica” del ser humano tenga “instintos” para ahorrar reacciones cerebrales y generar comportamientos acordes con la supervivencia, la reproducción y el territorio… pero estos “instintos” son “humanos” solo en la medida en que están rectificados y encarrilados por la “Cultura”.

Aún puede haber algo peor: cuando un sistema perverso, resta en primer lugar, cualquier posibilidad al desarrollo de una “Cultura expansiva” para el ser humano: es la época del relativismo para el que cualquier forma de “cultura” es buena: leer a los clásicos y meditar sobre ellos sería tan provechoso y estaría al mismo nivel que el noble arte de liarse un canuto y quedarse empanado. Y a esa primera fase de “aculturización” se une otra que es la de castración de los instintos: cualquier mamífero tiene instinto territorial (necesita una zona que considere suya y en la que se mueva en exclusiva), tiene instinto de reproducción (además del placer que genera la sexualidad, garantiza la supervivencia de la especie), tiene instinto de agresividad (que le garantiza la supervivencia personal y la respuesta contra desafíos que ponen en peligro a su familia, a su especie o a sí mismo)… Pues bien, en el momento actual, el ser humano, gracias a las “ideologías de género”, gracias a las últimas consecuencias del “humanismo” (pacifismo, antimilitarismo, igualitarismo, etc) está experimentando una época de castración y adormecimiento de los instintos. Diariamente vemos a nuestros vecinos y en nuestro entorno a gentes que no reaccionan ante problemas que comprometen la supervivencia de lo humano y que parecen no entender ninguno de los instintos que acompañan a todo lo que es “biológico”.

En drama de nuestro tiempo es que se ha perdido, no solamente el sentido de lo que es “la verdadera cultura”, sino también se ha renunciado a los “instintos biológicos” que garantizarían la supervivencia de lo humano. De ahí que la humanidad del siglo XXI ya no pueda estar regida por el humanismo iniciado en el siglo XV. Pero cuando se trata de superar esta orientación aparecen dos fenómenos: el post-humanismo y el trans-humanismo. Es decir, lo que sucederá al humanismo como concepción del mundo, o bien lo que tratará de redimensionar a lo humano. Dicho de otra manera: el humanismo puede ser superado “por arriba” o “por abajo”, hacia formas superiores de pensamiento y organización o bien hacia formas inferiores. La polémica del siglo XXI será entre ambas posiciones y de lo que me quejo es de que cada vez, los centros de la “intelligentsia” globalizada hablen más y más de “trans-humanismo”, pero nada de post-humanismo.




miércoles, 28 de noviembre de 2018

365 QUEJÍOS (209) – LA CONSPIRACIÓN DE LOS NECIOS


En los años 60 se creía que el “Estado del Bienestar” nos iba a convertir a todos en miembros de una clase media alta con acceso a cualquier bien de consumo, a la pequeña propiedad inmobiliaria y lo que entonces era el sueño español: casa propia espaciosa para tener unos cuantos hijos (¡qué menos que tres!), terrenito con la esperanza de construir un chalet, vacaciones en la costa, dos pagas dobles sin prorratear y 600 en el garaje… aquello nos parecía a todos al alcance de la mano. Era cuestión de tiempo y, cuando llegó la democracia, muchos pensaron: “Las hemos pasado canutas, pero ahora va a llegar el reino de la abundancia”. Todo resultó ser un sueño. Me quejo de que los sueños, sueños son (que diría Calderón) y, con cierta frecuencia, se transforman en pesadillas.

En 1959, España vivía todavía en la precariedad, pero la Ley de Inversiones Extranjeras abrió la puerta al capital que fluyó en bolsas, bancos e inversiones directas. De ahí el meteórico ascenso de la economía española en la década siguiente. Pero en 1973 todo se torció. La culpa fue de la cuarta guerra árabe israelí y del embargo petrolero que siguió. Los “30 años gloriosos” de la economía mundial se detuvieron en seco. Esto tuvo más importancia en España porque la oposición democrática desencadenó una oleada a huelgas, más por interés político que económico, pero el caso fue que encontraron eco en la masa laboral que empezaba a tener dificultades al ver que el precio de la gasolina del 600 se disparaba. Luego ya nada volvió a ser igual.

La transición se realizó con una inflación que en algunos momentos alcanzó el 30%, mientras las huelgas de los recién estrenados sindicatos horizontales seguían a ritmo acelerado. Dado que el país estrenaba “libertades políticas”, nadie recordó que las cosas empezaban a ponerse cuesta arriba: porque, desde el punto de vista económico la transición fue un desastre para las clases medias. Pero, entre acudir a mítines y manifestaciones convocadas por los nuevos tribunos, disfrutar del porno a buen precio servido en todos los kioscos y cines y hacernos a la idea de que todos, a partir de ahora, podríamos, no solamente ser concejales, diputados, senadores y presidentes del gobierno, y votar hoy, mañana y pasado, el país no estaba atento a lo que se le venía encima.


Los socialistas iniciaron el final de la faena taurina en la que se sacrificaría el toro de la clase media. Ansiosos por entrar en Europa y porque Europa financiara infraestructuras con el consiguiente desvío de fondos, en aquellos años la corrupción se hizo consuetudinaria al sistema político. Si antes bastaba con regalar un reloj o un Dupont al gobernador civil de turno, ahora, la nueva clase política exigía entre un 3 y un 5% del valor de las concesiones de obra pública entregada. En ocasiones más. Y una participación para el partido. Y otra para los firmantes y otra más para la “superioridad”. Así se hicieron las grandes fortunas del socialismo y del nacionalismo, a golpe de comisión. El problema fue que el PP llegó con hambre atrasada y todo él se convirtió en una gigantesca masa corrupta, corruptible y corruptora, sin redención posible.

Los años 80 pintaron mal para la clase media española, especialmente después de que los socialistas desmovilizaran a la sociedad civil o bien la comprar a bajo precio. Ni las asociaciones de vecinos, ni mucho menos las de cabezas de familia, las entidades cívicas, los ateneos y los centros culturales, el asociacionismo en general, expresiones habituales de la clase media por encima de los partidos, perdieron la iniciativa o se convirtieron en mansos borreguitos esperando cada año el reparto de subsidios. Nadie alertó sobre lo mal que se había hecho la “integración en Europa”. Como nadie alertó -al menos con capacidad para hacerse oír- sobre el disparato autonómico que ya, a mediados de los 80, se consideraba irreversible. Pero lo peor estaba por llegar: se llamaba neoliberalismo y globalización. Llegó cabalgando sibilinamente con la esperanza en que el fin de la época de la bipolaridad y de los dos bloques enfrentados generaría el “fin de la historia” y el triunfo de la democracia y con ella del bienestar en todo el mundo. Y lo que trajo fue deslocalización empresarial de Norte hacia el Sur y del Oeste hacia el Este y, en sentido contrario, inmigración masiva, de Sur a Norte y de Este a Oeste.

Aznar fue el primer presidente de la globalización. Su modelo económico basado en salarios bajos, compensados con el acceso fácil al crédito, impulso de sectores con bajo valor añadido (construcción y turismo), e inmigración masiva, constituyó la verdadera y gran catástrofe generada por los populares que se sumaba a la creada por los socialistas con motivo la entrada en la UE.

Aún quedaban la fase posterior de destrucción de los valores tradicionales de la clase media: trabajo, familia, estabilidad, educación, cultura… que corrió a cargo de un mentecato elevado a la presidencia gracias a las bombas del 11-M (ZP) y de un apático incapaz de actuar en dos frentes al mismo tiempo (Rajoy). Al actual okupa de la Moncloa y a sus sucesores lo único que les queda es gestionar subsidios para que la clase media se mantenga temerosa ante el umbral de la pobreza. Porque lo triste, lo verdaderamente triste, es que, no solo en España, sino en todo el mundo, el único grupo social que tenía número y preparación suficiente como para proponer cambios, idearlos y ponerlos en práctica, la clase media, que en un momento pudo aspirar a vivir como las clases acomodadas, ahora se enfrente al miedo, no ya a la “proletariación”, sino a descender más allá del umbral de la pobreza.

¿Conspiración? Me niego a pensar que en este país alguien puede conspirar para algo más que llenarse los bolsillos. Más bien lo considero como un signo de los tiempos y el resultado de la caída en picado que se produjo en la transición entre el franquismo (que en su última etapa no era más que una tecnocracia con escasas libertades) y la democracia. Fue en ese momento, cuando el poder cayó en manos de cenutrios ambiciosos y sin escrúpulos. Como máximo fue la conspiración de los necios.


martes, 27 de noviembre de 2018

365 QUEJÍOS (208) – REMEMORANDO "LA UNIFICACIÓN" (Y LO QUE FRACASÓ)


Hoy, incluso, muchos franquistas tienen tendencia a ignorar que la sublevación del 18 de julio no solamente estuvo apoyada por la Falange y el Requeté carlista, sino por otras fuerzas políticas de la derecha. En otras palabras: los militares se sublevaron apoyados por un significativo sector de la población que, desde el principio, no se había reconocido en la República: ésta estuvo controlada los dos primeros años por el radicalismo masónico obsesionado con sus medidas anticatólicas; el desastre de aquel primer bienio generó otro de dominio del centro-derecha, en el que, paradójicamente, la CEDA aun habiendo sido el partido con mayor número de votos en las elecciones de noviembre de 1933, no entró en el gobierno hasta casi un año después. Las izquierdas atribuyeron a ese bienio el calificativo de “negro”, si bien el bienio anterior no es que hubiera sido mucho mejor. Aquello se cayó  porque las izquierdas no estaban dispuestas a que gobernara el centro-derecha y, mucho menos con partidos de derecha en el gobierno y -aquello era la España Republicana, pero la España de Rincotene y Cortadillo al fin y al cabo- por la corrupción del Partido Radical. Luego vino la victoria del Frente Popular y el descontrol absoluto que terminó en lo que sabemos. Esta es el resumen de un régimen imposible que había llegado, no por “consenso”, sino por la imposición apresurada el 14 de abril de 1931 de una España sobre la otra. Y fue “la otra” la que reaccionó el 18 de julio, como antes, en octubre de 1934, habían tomado las armas socialistas y separatas. No había nada nuevo bajo el sol.

El 18 de julio se sublevó un sector mayoritario de las Fuerzas Armadas. Unos porque se lo ordenaron sus superiores, otros porque eran monárquicos de derechas, había también algún mando próximo al carlismo (Varela) y otros con carné de Falange (Yagüe). Pero la componente mayoritaria era -vale la pena no olvidarlo- alfonsina (Kindelán, Aranda). ¿Y Franco? Gallego él, miró los toros desde la barrera hasta que el asesinato de Calvo Sotelo le obligó a decir algo. José Antonio siempre se lo reprochó. Mientras, el general Mola, trataba de organizar a los grupos civiles que apoyaban el golpe: dos, fundamentalmente, las milicias falangistas y el Requeté carlista. La crónica de la semanas previas al golpe es curiosa: impaciencia en unos, miedo en otros, indecisiones en los medios militares… Finalmente, el mecanismo se puso en marcha.

Los militares abrían el paso, las milicias carlistas y falangistas los reforzaban… Pero eso era insuficiente, porque, a nadie se le escapaba que aquello no podía ser algo parecido al golpe de Primo de Rivera, en el que los militares pasaron a encargarse, en los primeros momentos, hasta de los negociados de los ministerios. De hecho, un golpe de Estado es una operación político-militar en la que los militares ponen la carne en el asador en el momento mismo del golpe (la parte militar), pero inmediatamente después se ven obligados a reordenar el Estado y hacer que siga funcionando (la parte política). Así pues, desgraciado el golpe que no cuenta con un amplio apoyo civil.

En este caso, además de falangistas, requetés y soldados, en la retaguardia apoyaban el pronunciamiento cedistas, buena parte de los resto del Partido Radical, lliguistas catalanes, monárquicos alfonsinos, restos del Bloque Nacional y de las JAP, organizaciones católicas, sindicatos “libres”, agrarios… Solamente la historiografía de izquierdas y el imaginario de la extrema-derecha, ha logrado transmitir la sensación de que en la “zona nacional” solamente estaban presentes falangistas y requetés. Había especímenes de todas las tendencias anti-frente popular.


El problema era la moda del momento: los fascismos. Y la moda tenía en España una franquicia: Falange Española de las JONS, con buena parte de los mandos presos o asesinados. Pero, aun en el caso de que todos los dirigentes hubieran sobrevivido a la masacre, lo cierto es que, Ramiro Ledesma, en octubre de 1934, cuando el partido apenas estaba compuesto en toda España por 5.000 personas, ya sugería la necesidad de dar un “golpe de Estado” y, José Antonio, más prudente, esperó solamente hasta agosto de 1935 para formular su primera hipótesis golpista en solidario y a las bravas (una “marcha sobre Madrid” de la Primera Línea desde la frontera portuguesa). Había mucho desenfoque entre la dirección falangista sobre la dimensión y las posibilidades reales del partido y siguió habiéndola después del 18 de julio. A partir de ese momento, se impuso la “moda” falangista: el partido creció como la espuma, mientras el carlismo se quedaba como estaba enfeudado tras sus altos muros.

Cuando se produjo la “unificación”, Franco actuó unilateralmente, sin apenas consultar a unos o a otros. Las conversaciones previas entre carlistas y falangistas no llegaron a buen puerto por los exclusivismos de unos o de otros. Fal Conde por los carlistas quería que se instaurara al acabar la guerra la “monarquía legítima” y los falangistas decían que, primero la “revolución nacional”. Diálogo de sordos. Además, los dos partidos estaban divididos: el Conde de Rodezno por un lado, favorable al entendimiento con los azules, y Fal Conde más sectario que un Testigo de Jehová en un convento de jesuitas; los falangistas de Hedilla, favorables al acuerdo y los falangistas “legitismistas” que temían perder posiciones. Sintetizando, claro está. Franco, de la mano de Serrano Suñer, actuó unilateralmente y se dejó arrastrar por “la moda fascista”.

El resultado fue un partido de nombre kilométrico (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas Ofensiva Nacional Sindicalistas) nacido con vocación de “partido único” (la moda de la época era la moda…), pero en el que los Requetés nunca se integraron y del que quedaron excluidos muchos falangistas. Además, el partido careció desde el principio de medios suficientes para encuadrar a las masas (que efectivamente, se iban aproximando a la Sección Femenina, al SEU, a las Organzaciones Juveniles o a los sindicatos). Cuando, a partir de 1942 “la moda” remitió, esa carencia se convirtió en dramática.

Pero había algo peor: los alfonsinos no estaban en los frentes… estaban en las inmediaciones del cuartel general de Burgos, trabajando y trabajándose a los militares monárquicos. Su presencia en el Movimiento de FET-JONS fue nula, pero no así sus relaciones privilegiadas con la cúpula del país.

De hecho, cabría matizar que el fascismo fue “uno y trino”: en Italia el partido estaba por encima del Estado, en Alemania el partido era el Estado, pero en España el partido estaba por debajo del Estado, en realidad, muy por debajo. Lo que vino después fue una continua recomposición de fuerzas: 1938-1942 hegemonía falangista, 1942-1956 hegemonía nacional-católica, 1956-1975 hegemonía tecnocrática opusdeista (e incluso dentro de cada período podrían realizarse subdivisiones coincidiendo con los reajustes ministeriales que siempre estuvieron marcados por circunstancias ajenas al mismo régimen).

La “unificación” y la creación de FET-JONS se hizo apresuradamente. Sin conversaciones, ni acuerdos previos. Por decreto, para vencer en la guerra. Tiene gracia que, programáticamente, se adoptara el mismo programa de FE-JONS, amputando un punto (bastante extemporáneo por lo demás, el 27, escrito bajo la presión que sentía José Antonio al ver como los alfonsinos le segaban la hierba bajo los pies tras la creación del Bloque Nacional). Como si el programa importara muy poco: un programa que los carlistas consideraban “poco católico”, los alfonsinos lo tenían por “revolucionario” y los militares por “totalitario”. Cuando callaron los frentes, estallaron las contradicciones.

Lo normal hubiera sido que Franco hubiera impuesto a carlistas y alfonsinos la reunificación de las dos ramas del monarquismo español (como se había propuesto desde las columnas de Acción Española) y hubiera garantizado a ambas la restauración monárquica en la personalidad de un líder reunificado al acabar la guerra y, a su vez, que los monárquicos reunificados y los falangistas hubiera negociado las estructuras del régimen y el programa de reformas sociales. Pero era más fácil actuar por decreto y… salga el sol por Antequera. De hecho, la crónica de las tensiones políticas bajo el franquismo (ocasionadas siempre por los intentos hegemónicos de las distintas tendencias de la coalición que apoyó al 18 de julio) fueron la crónica de los asuntos que quedaron pendientes en el momento de la “unificación”.

¿Qué falló? Que no hubo cultura de “coalición”. Ninguna fuerza de las que participaban en la sublevación había practicado el noble arte de la negociación: todas las partes tenían actitudes maximalistas, quizás Franco fuera el más realista y, desde luego, el que mejor supo o intentó adaptarse a las circunstancias siempre cambiantes de la política internacional y de las necesidades del país. Como militar que era, su horizonte doctrinal se limitaba a unas pocas ideas: unidad de la patria, defensa de la religión católica, defensa de la familia tradicional, valores castrenses y no hacer política. Ya se lo dijo Franco a Salgado-Araujo: “Haga como yo, nunca se meta en política…”.

Así que, en el fondo, si había motivos para quejarse de cómo fueron las cosas. Aquellas aguas trajeron los lodos de la transición.

lunes, 26 de noviembre de 2018

365 QUEJÍOS (206) – MEMORIA HISTÓRICA DE LA FALANGE DE BARCELONA


La Falange barcelonesa no arrancó bien en los años 30. Estos días he estado leyendo todo lo que se ha escrito sobre la historia de la Falange barcelonesa (una parte de la cual conocía muy bien, transmitida directamente por los protagonistas que sobrevivieron a la guerra civil hasta los años 60 y 70) y me han llamado la atención varios elementos. El primero de todos: que, desde el principio estuvo dividida en distintas fracciones rivales y malamente avenidas. De todas las jefaturas territoriales de Falange, la de Barcelona figuraba entre las que tenían una implantación más débil. Se duda si fueron 200 los afiliados en Barcelona o 2.000 en Cataluña, pero no fueron, desde luego, muchos más. Y, a diferencia de en otras regiones en donde, a partir del hundimiento de la CEDA y de Renovación Española, afluyeron en la primavera de 1936, miles y miles de nuevos adheridos, en Barcelona ese tránsito no se produjo… antes de la guerra. Luego, al entrar las tropas de Franco en Barcelona, Falange -convertida ya en Movimiento Nacional de FET y de las JONS- creció extraordinariamente. Si, ya sé que todo esto no es para quejarse, pero permítaseme que, algún día aproveche para ejercitar la memoria histórica.

Decía que Falange Española en Barcelona nació dividida. Efectivamente, por un lado, teníamos al delegado puesto por José Antonio, Roberto Bassas que oficiaba como responsable territorial. Y luego teníamos a José María Poblador, que procedía de las JONS y que nunca estuvo, junto con el núcleo barcelonés partidario de Ramiro Ledesma, completamente integrado en el dispositivo falangista. Entraron, se consideraron un grupo aparte, salieron, fundaron el PENS (Partido Español Nacional Sindicalista) y luego volvieron a entrar en Falange, poco antes del 18 de julio de 1936, manteniendo el resto de la delegación, desconfianza hacia ellos porque seguían haciendo rancho aparte. Y luego estaba el tercer grupo, el dirigido por Luys Santamarina, el escritor e intelectual, el barcelonés, miembro de la “corte literaria” de José Antonio que, paradójicamente, era el jefe de las CONS.

He de decir, que conocí personalmente a los representantes de cada una de estas tendencias (a los que, afortunadamente, sobrevivieron a la guerra y entre los que se encontraba uno de mis tíos) así que puedo dar fe de algo que me sorprendió: que se trataba de gente excepcional, de los que ya no quedan. Me los encontré en el Círculo Doctrinal José Antonio de Barcelona (los Celestino Chinchilla, los Luis de Caralt, los Joaquín Encuentra). O Luys Santamarina que andaba por el Distrito VIIº del Movimiento. Así que el hecho de que el núcleo falangista fuera minúsculo y en permanente polémica, me resultaba todavía más curioso.

Había motivos doctrinales, políticos e, incluso, sociológicos para ello. Con Luys Santamarina, paradójicamente, no estaban los intelectuales del partido, ni como dejaba sugerir su responsabilidad al frente de las CONS, la rama sindical de la Falange. Se afiliaron algunos obreros y, a lo que parece, más que obreros en activo, parados. Nunca existieron en Cataluña unos sindicatos falangistas dignos de tal nombre: habitualmente, cuando se alude a las CONS en Barcelona se alude a un grupo lumpen y a los más activistas y partidarios de la acción directa de la Falange barcelonesa. Estaban, efectivamente, en contacto con la CNT, pero no fueron estos contactos los que salvaron la vida de Santamarina, durante la guerra civil e impidieron que se ejecutaran sus dos condenas a muerte, sino su carácter intelectual y el que mantuviera amistad con los círculos intelectuales republicanos que habían participado en la tertulia que organizaba en un cafetín de las Ramblas (Max Aub entre ellos). Santamarina quería un fascismo escuadrista, revolucinario, lanzado, españolista y radical.


Era normal que Luys Santamarina (que fue ganado para el partido por Ruiz de Alda, después de que éste y José Antonio leyeran su estudio sobre Cisneros) estuviera enfrentado caracterológicamente con Roberto Bassas, jefe territorial de Cataluña. Bassas era el que llevaba la famosa pancarta de “Viva la unidad de España” cuando se interrumpió el I Consejo Nacional de Falange a causa de los sucesos de Asturias y Cataluña el 6 de octubre de 1934, para ir en manifestación a la Puerta del Sol. Procedía de la Lliga y, antes que eso, había salido del grupo de L’Opinió (de Lluhí i Vallescá, luego conseller de la Generalitat) que fue uno de los grupos que dio lugar a ERC. Era un hombre moderado, alejado de cualquier radicalismo y que estaba en la línea de José Antonio en lo que se refería a la interpretación del “hecho catalán”. Vale la pena definir cuál era esa posición: José Antonio reconocía al nacionalismo regionalista cierto interés, surgía de lo inmediato (diez años después, Konrad Lorenz aludía al nacionalismo como modulación del instinto territorial propio de los mamíferos superiores), era la actitud “fácil” o “espontánea”. Pero luego estaba la otra actitud, la “difícil” que consistía en considerar a la nación como una “unidad de destino”. Es fácil deducir que esta posición la había asimilado José Antonio del pensamiento de Charles Maurras y era común en el pensamiento de las derechas radicales europeas de los años 20 y 30. Incluso la Lliga Regionalista de Cambó y de Prat de la Riba, estaban de acuerdo en estas consideraciones. En la práctica, la tendencia de Bassas incorporaba este elemento a su patrimonio doctrinal: los “camaradas falangistas” de esta tendencia, moderados, se expresaban en catalán, e intentaban articular un discurso abierto a los “lliguistas”. Algo que ni se pasaba por la cabeza de los elementos orbitados en torno a las CONS de Santamarina.

Y luego estaba Poblador y los alegres muchachos de las JONS. Eran particulares, porque se tenían por más revolucionarios que los miembros de la tendencia de Bassas y más obreristas que los que figuraban junto a Santamarina. Seguían ciegamente las indicaciones y sugerencias de Ramiro Ledesma (cuya trayectoria después de la ruptura con José Antonio y tras la aparición de sus dos libros Discurso a las Juventudes de España y ¿Fascismo en España? se pierden pero, todo induce a pensar, que pasan por Barcelona en los primeros meses de 1936, hasta que retorna a Madrid y pone en marcha -en nuestra opinión, habiendo reconstruido su relación con José Antonio- su última empresa periodística, Nuestra Revolución. El propio Ledesma anima al núcleo jonsista barcelonés a abandonar el proyecto del PENS para reingresar en Falange Española, algo que hacen, pero sin integrarse completamente.

Tres tendencias para un microcosmos de apenas 200 personas… Es como para meditar, especialmente porque, en una región en la que resultaba difícil de trabajar. Dos personas por las que se había interesado José Antonio: Bassas y Santamarina… y dos actitudes completamente diferentes ante un problema muy concreto (la cuestión catalana). ¿Lo más terrible? Bassas fue asesinado después de pasar buena parte de la guerra escondido. Santamarina tuvo dos condenas a muerte a las que sobrevivió. Poblador pasó la mayor parte de la guerra civil en la cárcel. Al parecer no más de 50 falangistas se sumaron a la sublevación del 18 de julio, por unos 300 carlistas. Sin embargo, cuando las tropas de Franco entran en Barcelona, la proporción se ha invertido: Falange (transformada en FET-JONS) crece como la espuma, mientras el carlismo se encierra en su defensa de la tradición y de la monarquía legítima e implosiona perdiendo la ventaja inicial que tuvo hasta 1936. ¿Lo más significativo? El grupo catalán que llegó a Burgos consiguió articular dos centurias propias y algunos catalanes estuvieron situados del lado de Hedilla cuando se produjo la crisis de la “unificación”.

¿Alguna conclusión? Faltó en la Falange barcelonesa unificar posturas; falto energía en la jefatura nacional para resolver la “crisis permanente” en la que estuvo inmersa siempre la falange catalana antes de la guerra. Luego, las posiciones siguieron siempre siendo exactamente las mismas: o considerar a Cataluña como “territorio enemigo ocupado” o bien considerarla como “una zona de España con lengua propia”. Después de la guerra, estas posiciones siguieron vivas mientras el Movimiento de FET-JONS tuvo vida propia en Cataluña (lo que ocurriría hasta mediados de los años 60, cuando se produjo una implosión y prácticamente Falange perdió toda la fuerza social que tenía en Cataluña). Pero lo más curioso, sin duda, es que la Falange barcelonesa que yo conocí a finales de los 60 y a lo largo de los 70 estaba igualmente dividida como lo estuvo la fundacional más por rencillas personales que por diferencias políticas (si bien es cierto que siempre, lo habitual es que las rencillas se enmascaren bajo el más asumible aspecto de diferencias de criterio político). Hay cosas que no cambian en el tiempo. Cambian las situaciones e incluso las calidades de las personas, pero en esta España cainita, dentro de un mismo partido sigue existiendo la misma división con el paso de las décadas.



365 QUEJÍOS (207) – ACCIDENTES DE TRÁFICO


En medicina se aplica un concepto fundamental: “etiología”. Derivado del término griego αἰτιολογία, se aplica en patogénesis al estudio de la causa de las enfermedades. Es simple: no se trata de saber por qué un tipo estornuda sino saber, exactamente, por cuál de las muchas causas que generan ese tic, lo hace. Eso le indicará al médico el tratamiento a aplicar para remediar la enfermedad. El estornudo es un acto reflejo y compulsivo que puede derivar de alergias, inflamaciones de las vías respiratorias, inhalación de corticosteroides, ingesta de algunos alimentos a los que el sujeto es alérgico, infecciones virales e incluso reacciones a la luz… Un facultativo sabe su trabajo, cuando, tras localizar el desencadenante del estornudo receta el tratamiento adecuado. Otro ejemplo: al producirse un terremoto, existen dos puntos importantes para localizarlo, el epicentro y el hipocentro. El epicentro en la zona de la superficie de la corteza terrestre en donde el seísmo se nota con mayor intensidad… pero no es el centro del terremoto, porque las causas son más profundas y se encuentran en el hipocentro. Es ahí, en las profundidades de la tierra en donde se ha producido la ruptura de la falla y donde tiene su origen el seísmo. No se puede confundir el epicentro con el hipocentro como no se puede confundir la Luna con el dedo que la señala.  Y todo esto ¿a qué diablos vienes? A la inutilidad de la clase política que gestiona el Estado que es incapaz de distinguir el hambre de las ganas de comer, el epicentro del hipocentro o el síntoma con la enfermedad.

Veo unos anuncios particularmente desagradables sobre accidentes de tráfico. Dicen que la Dirección General de Tráfico los emite para sensibilizar a la opinión pública sobre el tema. Me cuentan que, en algunos peajes de autopista, aparecen afectados en sillas de ruedas, y con discapacidades derivadas de accidentes en los que han participado o que los han sufrido. No sé si creérmelo. No he visto ninguno, como tampoco he conocido a nadie que le haya tocado el cupón de la ONCE. Ahora bien… me temo que, incluso en el caso de que esto fuera cierto, hay un error de percepción en la campaña.

Siempre han existido accidentes de tráfico: en otros tiempos porque los coches eran inseguros, algunas piezas se rompían con facilidad después de años de uso, se perdía la dirección y 1zas¡. Recuerdo, igualmente, que cuando era pequeñito en las carreteras comarcales era frecuente que a ambos lados figurasen árboles. Era casi entrañable, pero existía el pequeño problema de que si el conductor perdía el control durante un segundo se partía el alma contra uno de estos árboles cuyo follaje, por lo demás, hacía que el sol filtrado entre las ramas fatigara y obstaculizara la visión de los conductores. Y luego estaban los problemas derivados de la mala calidad de las carreteras. Por no hablar del descontrol en la velocidad.

Todos estos elementos han sido eliminados uno tras otro: los coches son más seguros, las carreteras más lineales, los árboles han sido talados y se han colocado barreras protectoras, los límites de velocidad han descendido y los controles de alcoholemia y los mecanismos automáticos de control y multa se han multiplicado. Así pues, a estas alturas los accidentes de tráfico debían de haberse reducido a la mínima expresión, sino desaparecido. Y no ha ocurrido así. ¿Qué pasa para que la DGT nos obsequie de nuevo con una de estas campañas de sensibilización tan desagradables como inútiles?



En 1965 murieron en España unas 3.700 personas en accidentes. Era normal: los españoles estaban accediendo por primera vez masivamente al 600 y las carreteras eran malas o muy malas. No había todavía ni un solo kilómetro de autopista. En 1975, cuando se produce la muerte de Franco, se ha llegado a los 7.000 muertos al año y se alcanza la espectacular y dramática cifra de casi 10.000 muertos en 1989, lo que coincide con el inicio del declive político del felipismo. Es en ese momento cuando empiezan las campañas de seguridad viaria que dan su resultado: en 1996, cuando sube Aznar, se está al mismo nivel de accidentes que en 1974. No hay mucho mérito en ello: multas, presencia de la Guardia Civil en carreteras, el país ya disponía de una red de autopistas y carreteras seguras. Luego, las cifras de víctimas van bajando hasta 2012 en donde, por primera vez descienden ligeramente por debajo de los 2.000. Pero, a partir de ese momento, las cifras de muertos tienden a estabilizarse y en los dos últimos años han ido ascendiendo. No hay un aumento sensible del tráfico rodado, no es que la calidad del firme haya descendido. No es que haya descendido la presencia de la Guardia Civil o de las policías autonómicas en carreteras. Tampoco es que haya aumentado el número de inmigrantes procedentes de países en los que se reparten los carnés de conducir sin examen. Es algo mucho más simple: a partir de 2012 empiezan a percibirse, también en la circulación viaria, los efectos de la banalización del porro

Pero “el legislador” no reacciona: la DGT, por ejemplo, insiste en que no está prohibido consumir drogas… pero sí conducir bajo los efectos de cualquier droga. Pero no habilita de oficio controles antidrogas ni pruebas similares a las de alcoholemia. La propia DGT declara que un 12% de los conductores circulan bajo efectos de alcohol y de “otras drogas”, pero no es más específico: ¿qué otras drogas? ¿en qué porcentajes? Porque, si bien el consumo de alcohol permanece estable desde 2011, con cierta tendencia a disminuir, existe un hermetismo absoluto sobre la incidencia del porro en los accidentes de tráfico. Como si se quisiera ocultar para no obstaculizar el proceso de “integración” del porro entre los hábitos sociales y, a pesar, de que cualquier médico sabe que la acumulación de THC en los tejidos grasos del organismo es una de las espitas que abren la vía a la esquizofrenia. Nadie se vuelve lelo, ni queda empanado de por vida por un porro, pero la acumulación de porros termina generando enfermedades muy concretas y existe una amplia literatura médica para demostrarlo. Las psicosis cannábicas están cada día presentes en las salas de urgencia, como hace quince años estaban los comas etílicos.

Ahí está la causa del repunte de los accidentes: y la DGT ni siquiera lo menciona. No ha realizado -recuérdese el primer párrafo- una etiología correcta del problema… luego, no hay absolutamente ninguna posibilidad de que el tratamiento surta efecto. Dicho de otra manera: seguirán produciéndose accidentes de tráfico con resultado de muertos porque un grupo de conductores tienen la venia que ya no tienen los que se han bebido un par de cervezas. Por lo mismo, tiene gracia que el 60% o el 75% de la superficie de los paquetes de cigarrillos esté destinada a anunciar lo dañinos que son… pero no se diga nada sobre el porro que, a fin de cuentas, supone igualmente fumar. Quinientos clubs de cannabis esperan a los colgados de toda Europa en Barcelona. La tierra de promisión del cannabis en Europa ya no está en Amsterdam, sino en Barcelona. El gran logro de la Colau cuyo nombre es alabado por todos los colgaos europeos.

Y este error de no realizar una etiología correcta o de confundir el “epifenómeno” que se produce en la superficie, con las causas más profundas, está presente en muchos otros aspectos de la vida social: desde la violencia machista (mientras no se diga bien alto y bien claro que MAYORITARIAMENTE está centrada en determinados grupos étnicos, no se erradicará), hasta la enseñanza y la propia sanidad. Es inevitable: su algunos diputados se comportan en el hemiciclo como alcohólicos en una taberna de arrabal, pedirles que legislen excede con mucho a sus capacidades.

viernes, 23 de noviembre de 2018

365 QUEJÍOS (205) – YO ROBOT, TU JANE


La gran excusa para traer inmigración masiva consiste en advertirnos sobre la falta de natalidad de las sociedades europeas: ¿Quién pagará las pensiones de los abuelos? ¿Quién va a ser? ¡Los inmigrantes, por supuesto! Yo nunca me lo he creído, ni siquiera he duda, de que la llegada masiva de inmigrantes se debe solamente porque Europa no es competitiva en el mundo globalizado y hace falta bajar el valor de la mano de obra. Mientras la ley de la oferta y la demanda siga en vigor, la única forma de mantener la competitividad en Europa es inyectando inmigración que, estadísticamente, hará que se disimulen las cada vez más alarmantes desigualdades sociales y creamos que la media salarial está por los 1.400 euros… cuando, en realidad, está en algo menos de 1.000. Es lo que tienen las estadísticas que alivian la situación de los más desfavorecidos… sobre el papel. De igual manera, cuanta más masa laboral hay en un país, mas bajo parece que sean los salarios. Si estadíticamente, un total de 100.000 euros pagados en salarios al mes sobre una población de 100 personas, da una media salarial de 1.000 euros/mes (aunque alguno cobre 60.000 y otros 400…), si en lugar de 100, son 120 personas, la media bajará a 900 euros/mes (aunque el de antes siga cobrando 60.000 pero los otros apenas lleguen a 350…). De todas formas, no me voy a quejar de las mentiras estadísticas, sino de la robótica. Porque, en breve, la mayoría de puestos de trabajo manuales serán cubiertos por robots. Así que los que tenían que venir a pagar las pensiones de los abuelos, seguirán siendo un grupo subvencionado por el Estado pero sin ninguna posibilidad de reciclarse en el mercado laboral… como, por otra parte, buena parte de los “nacionales”, incluso los que hayan pasado por aulas universitarias.



En los años 80 empezó a hablarse de la economía de la “tercera ola”. Era la que se basaba en procedimientos informáticos, la economía post Guerra Fría, superadora de la producción industrial capitalista y comunista. De aquella idea popularizada por un ex trotkysta, Alvin Toffler, ya no queda ni el recuerdo. Que estamos en la sociedad post-industrial nadie lo duda, que esta sociedad está regida mundialmente por el neocapitalismo tampoco puede cuestionarse… pero es que las cosas no se detiene aquí. Estamos en una época en la que la gran paradoja consiste en que nunca como ahora se alude a la “dignidad humana” y a la de cualquier minoría, y, sin embargo, estamos en un momento histórico que en la práctica supone una desvalorización de lo humano como nunca antes se había dado en la historia.

Ya no somos “ciudadanos”, somos seres cosificados, reducidos a la unidimensionalidad democrática: “un hombre – un voto”. Ahí, en el voto se concentra todo el interés que puede tener el ser humano: la posibilidad de ser engañado por unos o por otras, para auparlos a sus espaldas y bajo el peso de los impuestos, al poder. Eso es todo. Usted y yo sabemos que el voto sirve para poco más que para entronizar a una cuadrilla de espabilados y permitir que vivan unos años a la sombra de los presupuestos generales del Estado.

Nos estamos aproximando a un momento en el que la combinación entre inteligencia artificial y robótica, va a generar un vuelco en el mercado laboral: ya hoy, los procesos agrícolas podrían realizarse sin que prácticamente los agricultores tocaran ni la semilla, recolectaran su fruto: las máquinas lo hacen mucho más barato y mucho más rápido. En el sector del metal, uno de los que, tradicionalmente, han sido más conflictivos en los años 50-70, la robotización es creciente. Buena parte de las funciones de la cadena de montaje son asumidas por robots mecánicos. Y es sólo el principio. Se dice que, en apenas 10 años, el 50% del mercado laboral se habrá contraído porque habrá máquinas que lo harán casi todo: ¿logística? Los drones cruzarán el espacio llevan esto y aquello a la ventana de los domicilios. ¿Transportes? Taxis y camiones guiados por GPS trasladarán mercancías y viajeros. ¿Pilotos aéreos? Habrá que fiarse los ya existentes pilotos automáticos porque los aviones, ya en la actualidad, pueden despegar y aterrizar sin necesidad de lo humano. ¿Justicia? Ordenadores centrales en los que estén introducidos los códigos civiles y penales y todo el arsenal legislativo con la jurisprudencia desde las guerras carlistas hasta nuestros días, fallarán las sentencias con más rapidez y facilidad que los actuales jurados. Bastará solamente encontrar formularios que se puedan rellenar con todos los elementos que estén presentes en los casos. La inteligencia artificial tiene ya capacidad para deducir la credibilidad de una prueba física. ¿Arquitectura? ¿para qué delineantes y aparejadores? Bastará con complicados programas informáticos para diseñar un chaletito de 40 metros cuadrados o un superrascacielos de cientos de pisos… Informática y programación: paradójicamente, los ingenieros están buscando la forma de no ser necesarios y se obtener conseguir programas que se adapten y se reproduzcan a sí mismos. ¿Construcción? Vamos hacia la construcción en módulos: nada de un albañil poniendo ladrillo sobre ladrillo acompañado de nivel y guiñola… ¿Y el trabajo humano? ¿para qué si la máquina logra igualar la perfección de lo construido por las manos del artesano… y no hay que pagarle seguridad social?

Se sabe cómo será el futuro imperfecto: máquinas trabajando y millones de ciudadanos vegetando con subsidios igualados y pensiones de jubilación en el límite de la miseria. Y, eso sí, una élite económica que aumentará sus beneficios y pondrá sus acumulaciones de capital a salvo de la rapacidad del fisco. Como ahora, pero más.

Esta es la descripción del mundo futuro: trabajes en lo que trabajes, no lo dudes, te vas a ver afectado por la revolución de la robótica y de la inteligencia artificial en los próximos años. Así que, desengáñate, esto no va a ser ninguna ganga. Si no perteneces a la élite económica, si estás adscrito a la clase media o al mundo del trabajo, ves con cuidado: corres el riesgo de penetrar por derecho propio a través del umbral de la pobreza. A ti y a mí nos va a tocar figurar en las posiciones más difíciles. El riesgo no es que venga un inmigrante y te quiete el puesto de trabajo, en realidad, no te lo han quitado, porque tampoco había mucho trabajo, sino que el Estado ha hecho que con la presión fiscal tú los hayas mantenido y los estés manteniendo… Pero, ahora, el riesgo es que la robotización haga imposible el trabajo.

Y si esto es así, y todos los estudios de prospectiva demuestran que la destrucción de puestos de trabajo ya a alcanzar su punto crítico a la vuelta de 10 años y en otros 20, el trabajo físico será residual… ¿me quieren decir por qué diablos siguen llegando inmigrantes a Europa? ¿Es una conspiración o simplemente el producto de la ignorancia de políticos que son capaces de insultarse y escupirse en un parlamento transformado en asamblea de indigentes intelectuales? Habrá quien crea en lo primero, pero yo apostaría por lo segundo. Sí, de eso también me quejo.

jueves, 22 de noviembre de 2018

ACABA DE APARECER EL VOLUMEN III DE LA HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN NACIONAL SOCIALISTA


La Historia de la Revolución Nacional-Socialista ofrece una panorámica en tres volúmenes y un anexo sobre uno de los fenómenos más sorprendentes del siglo XX, tratando de responder a preguntas muy concretas ¿Cómo fue posible la irrupción de un movimiento de estas características en la historia de Alemania? Despojados de los prejuicios incrustados por la “propaganda de guerra”, liberado de las denigraciones sistemáticas y de las exaltaciones propias de los apologistas ciegos ¿qué fue el nacional-socialismo? ¿Cuál era su doctrina y las influencias que recibió? ¿Qué factores hicieron posible su ascenso y qué política imprimió al Reich una vez llegado al poder? La Historia de la Revolución Nacional-Socialista está dividida en tres partes y un Anexo
- Volumen I (El tiempo del despertar 1919-1928),
- Volumen II (El camino hacia el poder 1928-1933),
- Volumen III (El Tercer Reich 1933-1939).
- Anexo (Los grandes temas)

El autor, Ernesto Milá, periodista y escritor, es director, así mismo, de la Revista de Historia del Fascismo y ha escrito numerosos trabajos sobre estos movimientos y sobre política internacional. Acaba de publicar una trilogía sobre el “fascismo español” y Milicia en dos volúmenes sobre la Tradición Guerrera.

En este volumen III se aborda la descripción de los primeros meses del régimen en el capítulo I, lo que implicó el incendio del Reichstag para abordar las reformas constitucionales y el proceso de “sincronización”. Luego se describe la oposición interior al régimen y los acontecimientos que llevaron a la Noche de los Cuchillos Largos a partir de la cual, Hitler tuvo el control completo del aparato del Estado y consiguió controlar la disidencia de las SA. En los dos capítulos siguientes se describen las dos fases de la Revolución Nacional Socialista: la que resolvió la cuestión económico-social y la que, una vez logrado este objetivo, se enfocó hacia la reconstrucción nacional y la unificación de todos los países de lengua alemana.

En un volumen de anexos incluiremos distintos aspectos de la Revolución Nacional Socialista, tanto en política interior, como en política cultural, en las relaciones entre el partido y las fuerzas armadas y en su proyección exterior.

SUMARIO

INTRODUCCIÓN

Capítulo I
Llamas en el Reichstag
Marinus van der Lubbe: historia de un comunista
La conspiración indemostrable
Las elecciones de marzo de 1933
Las modificaciones legales.
El juicio: absolución y condena
La propaganda de guerra entra en acción

Capítulo II
La noche de los cuchillos largos
Alemania 1933–1935: la “sincronización”
Apuntes sobre las tendencias internas del NSDAP
El capitán Rohem
Caminando hacia el abismo: los prolegómenos del drama
Matanza en el Edén: Bad Wiesse
Una represión contra el “ala izquierda”... y contra “la reacción”
La “versión oficial”

Capítulo III
La primera fase de la Revolución Nacional Socialista:
La solución al problema económico-social
¿Herejía económica o aplicación del principio de racionalidad?
El lugar de la “cuestión económico–social” en la Revolución Nacional Socialista    
Las concepciones de Hitler en materia económica
Principios de la economía nacionalsocialista:
1) Economía social para evitar la lucha de clases
2) Sustitución del “valor oro” por el “valor trabajo”
3) Planificación económica frente a libremercado
4) Inversión pública como motor de la recuperación
5) Innovación tecnológica como aliciente
6) Fuerte sector público
7) Autarquía
8) Organización Corporativa
9) Dimensión económica europea
La aplicación de los principios 
          1) Los bonos MEFO          
          2) La herejía modelando Alemania             
          3) La política monetaria 
          4) El control sobre los precios      
¿Una “economía de guerra”?     
Algunas medidas sociales             
Conclusiones     

Capítulo IV
La segunda fase de la Revolución Nacional Socialista:
La reunificación de los territorios de lengua alemana
Europa en la segunda mitad de los años 30
La reunificación nacional: de la “pequeña” a la “Gran Alemania”
El Sarre de nuevo parte del Reich
El rearme alemán como garantía de una política de independencia nacional
El Anchluss como tránsito de la “pequeña Alemania” a la “Gran Alemana”
La cuestión de los Sudetes y los acuerdos de Múnich
La traición a Alemania de la derecha conservadora
El “partido de la guerra”
El acuerdo germano–lituano sobre Memel
Danzig y la polémica Hitler–Roosevelt
El pacto germano–soviético
Polonia: satisfecha y orgullosa hacia el matadero


CATACTERISTICAS TÉCNICAS

Tamaño: 15 x 23 cm
Páginas: 276 páginas
Portada: cuatricomía y con solapas
Papel: 80 grms.
PVP: 23 euros (+ 4€ gastos de envío)
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Pedidos eminves@gmail.com
Los tres volúmenes: 60 euros (sin gastos de envío para España)