Info|krisis.- El lunes 12 de enero nos hemos levantado con una sola noticia unánime en todos los medios de comunicación: la manifestación de París, presidida por una primera fila de jefes de gobierno entre los que figuraban varios criminales de guerra. No se ha tratado, en realidad, de una manifestación de protesta por los asesinatos islamistas en Francia, sino de una manifestación contra el Front National. Los convocantes (el pelotón de los jefes de gobierno) no han pretendido hacer una manifestación contra el islamismo sino contra el ascenso de Marine Le Pen. No una protesta contra el terrorismo islamista y contra quienes lo han hecho posible, sino de un apoyo a la casta política del “viejo orden” (miradlos, están todos en primera fila de la manifestación, aunque falte Barak Hussein, el más representativo de todos ellos) y un acto de afirmación contra todos aquellos que quieren una renovación política y social en Europa. No es raro que algunos la hayan llamado la “manifestation bobo”, la manifestación de los ilusos. Porque todo lo que iba detrás del primer pelotón de jefes de Estado y de gobierno, no eran más que buenas gentes salidas para apoyar a quienes han traído la inmigración islamista en Europa. Eran, en definitiva, los que ponen las víctimas en los actos de terrorismo. Los ilusos. Los que no se creen que el islamismo ha traído la guerra civil a Europa y piensan que quienes han tolerado y alentado esta llegada, ahora les salvarán de la sharia y de las cimitarras islamistas.
En España hay una palabra muy
dura y rotunda –como todo en la lengua española, una lengua que para cada
actitud mental y situación tiene un término preciso– equivalente al “bobo” francés (pronunciado en aquella
lengua con acento agudo: “bobó”). Ese
término es “gilipollas”, literalmente, “el que se hace daño a sí mismo”. No
podemos –por mucho que nos gustara– encontrar una palabra que defina mejor a
los manifestantes del domingo parisino salidos a la calle con el peregrino
eslogan de “juntos judíos, musulmanes y
cristianos contra el terrorismo”. La escalada de cifras de asistentes (dos
millones en París, cuatro millones en toda Francia, según la televisión pública
española) no puede eludir el hecho de que apenas había musulmanes y que incluso
no había delegación oficial marroquí, o que los manifestantes estaban huérfanos
de consignas: gritar “Charlie, Charlie,
Charlie” es lo único que les quedaba, mientras en toda Europa, los
gobiernos aprovechaban para poner límites al derecho a la intimidad, inspirados
en el Acta Patriótica de los EEUU. Hoy, los comentaristas de toda Europa hacían
equidistancias ya imposibles entre el terrorismo islámico… y el Front National,
demasiado tópicos e increíbles como para ser creíbles.
Recordar la historia: en España
hubo una manifestación parecida después del extraño intento de golpe de Estado
del 23-F, hasta el punto de que puede decirse que más importante que la entrada
de unos guardias civiles en el Congreso de los Diputados, fue esta
manifestación masiva en cuya primera fila se dio la mano toda la clase política
de la época desde Santiago Carrillo hasta Manuel Fraga, destinada a apuntalar a
un nuevo régimen que no terminaba de asentarse. Aquella primera fila de la
manifestación fue la matriz de la actual “casta”. Todavía se ignoran puntos
esenciales del 23-F, pero lo que sí se sabe es que aquella manifestación salvó
a la democracia en España.
Esto mismo es lo que se ha
intentado ayer con la manifestación masiva en París. Movilizar a las buenas
gentes cuyo destino es aportar víctimas a los terroristas, para apuntalar un
“viejo orden” que se está desplomando en todo el continente víctima de su
incapacidad, de sus impotencias, de sus errores y de su sometimiento a los
“señores del dinero”. Digámoslo claro: la manifestación del día 11 parisino no
intentaba nada más que cerrar el paso a la verdadera manifestación de protesta
contra el terrorismo islámico constituido por los sondeos de opinión que dan al
Front National como el partido mayoritario en el vecino país.
Por lo demás, no hay que olvidar
que no es que el Front National no haya acudido a la manifestación del 11 de
enero ¡sino que se le ha excluido! Los Hollande y demás representantes del
“viejo orden” han llamado a excluirlo de la “unidad republicana”. La casta del
“viejo orden” se reconoce a sí misma: los corruptos que se han ido alternando
en el poder en Francia durante cincuenta años saben quiénes son los “suyos” y
quienes amenazan a su statu quo. Excluyen aquello que no reconocen como propio.
Excluyen al Front National porque perciben los aires de renovación que trae
consigo.
La estrategia de ocultar un
crimen –el hecho objetivo es que unos comandos islamistas han cometido la
semana pasada irracionales atentados en Francia– mediante el recurso a unas
masas engañadas sobre los verdaderos motivos de la manifestación no siempre
tiene éxito. Si en la España de 1981 se alcanzó el objetivo de agrupar a la
población tras el embrión de la “castuza” fue porque la democracia todavía
tenía poco recorrido y aún no había agotado sus posibilidades (faltaba saber
cómo gobernaría el centro-izquierda y como lo haría el centro-derecha,
desechadas las esperadas en la eficacia del centro-centro de la UCD). Pero en
la Francia de la Vª República, desde hace cincuenta años se vienen sucediendo,
una tras otra, derechas, centros e izquierdas en el poder y la percepción del
ciudadano de a pie le indica a las claras que cada vez existe más inseguridad,
más delincuencia, más ineficacia en los servicios, menor poder adquisitivo de
los salarios, más escándalos de corrupción y la palabra “integración” es la
crónica de un fracaso confirmado por veinte años de experiencia.
Algo está a punto de cambiar en
Europa y particularmente en Francia donde es muy posible que la manifestación
del pasado domingo sea la comitiva fúnebre de la Vª República francesa. Lo de
ayer no fue nada más que la última movilización convocada en defensa del “viejo
orden”. ¿Estamos ante la posibilidad de que la protesta real de la sociedad
francesa, no solamente por el terrorismo islamista, sino por la incapacidad del
islam para integrarse en la sociedad europea, se concrete en un movimiento de
renovación de la sociedad, de la política y de los equilibrios de poder en toda
Europa?
Desearíamos que así fuera y que
la casta del “viejo orden” se precipitase lo antes posible en el basurero de la
historia arrojado por la población europea en lucha en defensa de su identidad,
de sus valores, de su herencia y, por tanto, movilizados contra la presencia
del islamismo en el continente y contra quienes los trajeron y cuyo riesgo
ocultaron.
Adenda:
Inevitable recordar la presencia
de Artur Mas en la manifestación. Dos apuntes: el primero, que su jefe, Jordi
Pujol, fue quien trajo el islam a Cataluña para abaratar costes salariales y
para evitar que llegaran andinos castellano-parlantes, demostrando que se puede
ser más corrupto, pero no se puede ser más tonto. Nunca nadie, absolutamente
nadie, ha contribuido tanto a desfigurar la identidad de Cataluña como el
nacionalismo con esta miserable e irresponsable acción. Gracias a esa
presencia, Cataluña es la región de todo el Estado en la que el islamismo está
más arraigado.
El segundo apunte alude a que
Artur Mas aspiró a ir en el pelotón de cabeza como “presidente de un gobierno”,
siendo relegado a caminar entre una masa que ni sabía quién era, ni lo conocía
e incluso se sorprendía que estuviera permanentemente rodeado de micrófonos de
los medios de la Generalitat. ¿Se ha convencido Mas de que una Cataluña
independiente entraría antes en la Liga Árabe que en la UE?
© Ernesto Milá – Info|krisis – http://info-krisis.blogspot.com –
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