1. Por qué dejé de ver series
Hasta hace dos años me interesaban las series de televisión. Y a
ello dedique mi tiempo durante ocho años. Si abandoné después de haber
realizado unas dos mil críticas de series (desde el inicio de la tele en los
años 5º hasta 2023), fue porque la pérdida de calidad, en general, de estos
productos había ido aumentando hasta hacerse insoportable. Primero decidí que
iba a comentar y criticar todas las series que se iban estrenando -unas 50 al
mes desde 2015-, luego opté por criticar solamente las que, por algún motivo,
me habían llamado la atención. Finalmente, abandoné.
No es que los gustos hubieran cambiado: a los espectadores, en
realidad, suelen gustarle los buenos productos, pero el binomio Netflix-Disney,
literalmente, se los había cargado. Disney porque había optado por el
wokismo y, desde esa perspectiva todas las series, sin excepción, resultaban
decepcionantes, incluso, odiosas. Netflix, porque su monstruoso catálogo
contiene miles y miles de productos para todos los gustos, aficiones, edades y niveles
culturales… pero también aquí, el wokismo y la corrección política habían causado
estragos. De cada 50 productos Netflix que se estrenan, como máximo, uno
resulta aceptable. El resto es pura basura de la que ni vale la pena hablar, ni
mucho menos visualizar. Y, el problema, es que, con el paso del tiempo, con
solo ver la carátula de la serie, ya sabemos lo que nos vamos a encontrar.
El resto de streamings, salvo quizás AppleTV+, han ido decayendo: HBO hasta convertirse en una fotocopia reducida de Netflix, SkyShowTime
espacia tanto sus contenidos con un mínimo de calidsd, que no justifican la
suscripción, Filmin, de matrícula catalana (y, por tanto, española) ha visto
como su catálogo dejaba de incorporar su plato fuerte, las miniseries inglesas, y caía en la
banalidad mas aburrida. Amazon nunca ha tenido su streaming más que como una
prolongación de su negocio de ventas on line y FlixOlé, plataforma que, en
principio, era sobre cine español, ha terminado llenando su catálogo con
productos absolutamente olvidables que suple con películas hollywoodienses más
o menos famosas.
No soplan buenos tiempos para los streamings ni para el universo seriéfilo. Siguen haciéndose algunas series entretenidas, algunas no llegan
nunca a los streamings que pueden verse en España. Otras pasan desapercibidas en
un alud de productos mediocres, irrelevantes o francamente malos. Se tarda
más en encontrar una buena serie, buceando por todos los catálogos de las
plataformas, que en verla.
Les cuento cómo he terminado operando: en principio, me he dado
de baja de todos, absolutamente de todas las plataformas. Con ello he
conseguido ahorrar algo más de 100 euros al mes. Lo que no es poco. En segundo
lugar, diariamente consulto FilmAfinity y el Calendario de Series de El País
que, informan de los estrenos. Luego los busco en eMule o en algún Torrent y me
evito el penoso tránsito por los catálogos buscando lo inencontrable. Hoy,
gracias a las autopistas de la información, una serie de 45 minutos tarda entre
3 y 5 en poder “bajar” a tu disco duro. Y, si, visionado el primer capítulo de
la serie, me decepciona, con pulsar “delete”, la borro para siempre de mi memoria
y del disco duro de 16 Tb. Este sistema, de puro pirateo, en efecto, es a lo que me
ha llevado la bajada en la calidad media de las series que se van estrenando
desde hace tres o cuatro años. Hagan mejores series y volveré a pagar para
verlas.
He considerado necesario advertir sobre esta falta de calidad que
todos ustedes san podido constatar -a poco que hayan estado atentos- en el
universo seriéfilo. De hecho, incluso las plataformas lo admiten, presentando
series estrenadas hace ocho o diez años, como “productos recién incorporados”.
2. Eduardo Casanova nunca decepciona
Y ¿a qué viene todo esto?
Es muy sencillo, el 1 de diciembre pasado Movistar+ estrenó la
serie Silencio. Tres episodios que, sumados, apenas dan para 58 minutos
de proyección. La serie venia “avalada” por Eduardo Casanova y eso fue lo que más
que llamó la atención. Sobre todo, la brevedad de la serie me
indujo a verla. Si era mala, al menos, no perdería mucho tiempo y, por lo
demás, del tal Casanova sabía solamente que había trabajado en alguna serie que
en su tiempo tuvo cierta popularidad y que, después, le dio por ejercer la
dirección. No había visto nada de él. Silencio se había
estrenado en el Festival de Cine de Locarno. No es que fuera un gran aval, pero
menos es nada.
Quedé horrorizado por los 58 minutos de serie. No se salva ni una escena, ni un minuto, ni siquiera una actuación. El guion es, literalmente, inenarrable. Con largas parrafadas con aspiraciones intelectuales, repletas de incoherencia y un mensaje que quizás, mejor elaborado, hubiera sido oportuno en los años 80, pero que ahora supone algo arqueológico y demodé.
Lamento no poder encontrar ni un solo punto
positivo a esta serie: guion pésimo, interpretaciones lamentables, maquillajes y
caracterizaciones patéticas, incluso el sonido falla en alguna ocasión, la
banda sonora floja, las ambientaciones como de festival de fin de curso de EGB.
La serie se presenta como una “comedia de terror”: pero ni genera terror, ni
mucho menos los pocos supuestos gags cómicos y frases que deberían suscitar una
sonrisa, logran ni remotamente este efecto. Es raro -lo reconozco-
encontrar una serie de la que no se salve nada, pero es que nada.
Lo peor, seguramente, es la inspiración: el director dice que
siempre se ha interesado por el cine de terror… Bueno, en realidad, toda su
inspiración es como una fotocopia reducida y borrosa del Drácula de Stoker de
Coppola, preciosismo sanguinolento, una mala copia de la estética de
aquella cinta, sin la más mínima imaginación.
Esa inspiración se traduce en un guion deslavazado que da poco
margen de actuación al grupo de actrices -seguramente amigas del alma del
director y que, en su maternal consideración, no tuvieron el valor ni de
negar su colaboración en la película, ni de confesarle que, con ese guion,
poco podían hacer. Actrices que, en otras películas y series han dado mucho
mejor juego, en esta recitan el guion, en algún momento, con desgana. Ninguna de
ellas es reconocible por la tonelada de maquillaje y la caracterización, lo que
seguramente las animo a participar en la producción sin que su prestigio
actoral quedara mermado. Evitamos dar sus nombres por aquello de no erosionar
su carrera.
La ópera prima de Casanova, Pieles,
recibió una mínima ayuda de 12.000 € del Ministerio para cubrir su
participación en la Berlinale, mientras que su película La piedad recibió
una subvención del ICAA de 317.570 €. Cabría añadir que Pieles,
estrenada en 2017, fue vista por aproximadamente 14.700 espectadores en
cines españoles y La piedad, estrenada en enero de 2023, tuvo una
asistencia significativamente menor: en sus primeras dos semanas, la cifra
total de asistentes ascendió a 2.400 personas, si bien algunos informes
posteriores, tras varias semanas en cartelera, indicaron cifras aún más bajas
para el total acumulado. Hay que destacar que La
piedad tuvo un presupuesto de 934.000 € y el de Pieles
ascendió a 1 millón €. Pocas veces la desproporción entre coste de producción e
ingresos ha sido tan amplia.
Sobre Silencio, nadie, ni el ministerio
de cultura, ni el director, ni Movistar+ han contestado a la pregunta sobre el
monto total de las subvenciones que recibió la miniserie. Lo cual es, ya de por
sí, significativo. Deliberadamente se oculta el coste de la producción y la
subvención recibida. No puede extrañar si tenemos en cuenta la calidad del
producto y su zafiedad absoluta.
Pero, lo cierto es que Silencio
respondía a las orientaciones del ministerio de cultura dirigido por un “Sumar”,
Ernest Urtasun: lenguaje inclusivo, wokismo, orientación LGTBIQ+, y poco más.
Eduardo Reina Valdehita, conocido artísticamente
como “Eduardo Casanova”, lanzó hace unos años, en la Gala de los Goya
un mensaje a Pedro Sánchez: «Al presidente del Gobierno le pedimos más dinero
para hacer nuestras películas. Nuestras películas necesitan dinero público».
Y, claro está, Sánchez, que no puede resistir la llamada de los “trabajadores de
la cultura”, habrá regado esta producción con unos cuantos cientos de miles de
euros. De hecho, si el ministerio fuera claro sobre el dinero que da al cine a
fondo perdido, se evitarían especulaciones de todo tipo sobre el despilfarro.
A estar alturas parece demasiado evidente que el
cine de Eduardo Casanova no interesa al público, ni siquiera al púbico gay. Ya
hemos visto que la relación subvenciones – coste de la película – audiencia,
tanto de Pieles como de La Piedad, figuran entre lo más
lamentable del cine español de estos últimos años. Nunca tantos medios económicos obtuvieron resultados tan pobres de espectadores. Es significativo que Silencio
se haya presentado como “miniserie” para evitar ser proyectada en salas de cine
y que se supiera la audiencia real.
Casanova apareció en TVE en Revuelta para
promocionar la serie. Cuentan que intentó dar un beso en la boca al
presentador, mientras se oía a María León decir a modo de excusa “es que es
muy tocón”. A esto se le llama “acoso”, ¿o es que el "acoso gay" es menos acoso? Por otra parte, aunque el VIH no se
transmite a través de la saliva, Casanova, reconoció poco después que estaba
afectado por este virus. De hecho, Silencio equipara el VIH a la
peste negra de la Edad Media.
3. El VIH en el intríngulis de la trama
El hecho de que Casanova tenga VIH no es una gran tragedia
para él: hoy no estamos en los años 80, cuando esto suponía una muerte, más o
menos, segura. Hay fármacos que lo reducen al nivel de enfermedad crónica.
Pero, si en los años 80 el VIH generaba una marginación social generalizada
esto se debía a que la infección causada por este virus, al no tener entonces
un remedio conocido, hacía que generara, en su etapa más avanzada, SIDA, cuando
el sistema inmunológico ya estaba muy dañado. Y, precisamente por eso, fue
un error la tendencia del mundo gay a “desdramatizar” el virus y la enfermedad: no faltó
quien dijo que era un “invento del Vaticano” para evitar las relaciones sexuales.
Lo cierto es que la “marginación” de la que
fueron objeto los portadores de VIH en la época, tenía su justificación por los
efectos demoledores del SIDA. Peor todavía: lejos de tratarse de una "marginación" querida por el "poder", al afectar, inicialmente, al
colectivo gay, ese "poder" no hizo lo que se debe hacer ante cualquier epidemia: aislar a los
afectados y evitar que el contagio se amplíase. No se hizo, por razones, sobre
todo, “ideológicas”. El resultado fue que se transmitió de los gays, a los
toxicómanos, de los toxicómanos a las prostitutas y de las prostitutas a los
heterosexuales y de estos al resto de la sociedad. Y de esto es de lo que
podemos quejarnos hoy: la negligencia a aislar a los primeros afectados,
supuso que, finalmente, afectara a toda la sociedad.
Copio de la IA de Google que me responde así a la
pregunta de “¿es cierto que en los primeros
momentos de expansión del VIH se asociaban al mundo gay?”
“Los primeros informes médicos en 1981 provinieron
de ciudades estadounidenses como Los Ángeles, Nueva York y San Francisco, donde
médicos descubrieron casos inusuales de neumonía por Pneumocystis
carinii y sarcoma de Kaposi, un tipo raro de cáncer de piel, en
hombres jóvenes que tenían relaciones sexuales con otros hombres.
Terminología médica inicial: Debido a que los
primeros casos se concentraban en esta población, la comunidad médica
inicialmente acuñó términos como GRID (Gay-Related Immune
Deficiency o Inmunodeficiencia Relacionada con Homosexuales),
"cáncer gay" o "peste rosa". Esto reforzó la percepción
pública de que era una enfermedad exclusiva de los homosexuales.
Cultura sexual y propagación rápida: El virus
se propagó rápidamente dentro de las comunidades gay en las grandes ciudades de
Occidente, debido en parte a una "cultura del sexo" (incluyendo
lugares como saunas gay, y aquí no sé por qué recuerdo a nuestro presidente de
gobierno y a su yerno) que facilitaba un número elevado de parejas sexuales, en
una época donde no se usaban preservativos con la misma regularidad para
prevenir ITS (ya que el riesgo de embarazo no existía)”.
Hoy, no existe la menor duda de que el primer
vector de propagación del VIH fue, aunque no les guste reconocerlo, el mundo
gay, a partir del cual, como hemos dicho, el virus se fue extendiendo por toda la sociedad. Reconocerlo, no implica estigmatizar a un
grupo concreto. Implicaba habilitar las necesarias barreras para
contener el virus hasta que se encuentra un remedio para paliarlo. No se hizo
así y la sociedad lo pagó caro.
Y ahora viene Eduardo Casanova y nos cuenta una
historia de terror, incoherente, inextricable y confusa, en el que el VIH es comparado
a la peste negra (que produjo en el siglo XIV
entre 75 y 200 millones de personas en Eurasia). Y, por algún
motivo, unas hermanas vampiras logran sobrevivir a la sequía de sangre humana limpia
del virus de la peste. Esas mismas vampiras han logrado sobrevivir hasta la epidemia
de SIDA de los años 80. Y hasta aquí nos atrevemos a resumir el argumento
porque mas allá, todo es difícilmente comprensible.
Una muy mala, malísima miniserie. En realidad, el espectador
puede sentir vergüenza ajena, tanto del director-guionista, como de las
actrices que se han visto comprometidas en semejante bodrio.
4. Carta abierta a Eduardo Casanova
Vamos a darle algún consejo a Eduardo Casanova que, posiblemente, le pueda servir de algo para él y para su entorno de grupis:
Mira, Eduardo, el problema que tiene un gay que realiza mal su
tarea y que se obstina en proclamarse gay una y mil veces, es que compromete a
todo el colectivo gay. Han existido muchos directores gays y muchos más heteros
con gustos raros, parafilias poco asumibles y demás. Así que, mejor fijarnos en
lo que producen y no en sus gustos en la cama: y si nos atenemos a eso, tus
producciones como ésta, no diré que sean malas, que lo son, sino que son inmaduras, poco
elaboradas, interpretadas por amigos, amigas y “amigues” y de nulo valor
cinematográfico.
Sí, yo solamente he visto Silencio, pero me atengo al fracaso de audiencia que ha precedido inevitablemente a tus películas anteriores; las comparo con su coste,
y lamento que nos hayan resultado tan caras. Porque las hemos pagado con nuestros
impuestos, no te olvides; un gobierno corrupto y corruptor te ha dado el dinero salido de un abusivo sistema fiscal, sin que nadie nos haya preguntado a "nosotros, el pueblo". El hecho de
que un gobierno degenerado, nepotista y corrupto, te haya dado subvenciones y
manos libres para que elaborases productos infumables como éste, aumenta
todavía más lo desaprensivo de Sánchez y lo nefasto de su ministro Urtasun.
Y, tú creerás que te digo todo esto porque soy hétero, padre y abuelo; mira, puedo aceptar productos de
directores homosexuales, incluso del “primer Almodóvar” (el de Matador,
sin ir más lejos), cuando todavía hacía buen cine. No es por las inclinaciones sexuales de los directores por lo que juzgo un producto, sino por su calidad intrínseca y por el mensaje que transmiten. Y tu miniserie, no
es sólo mediocre, sino peor que mala: infame.
A raíz de ver Silencio, me he preocupado por escarbar en youtube
algunas entrevistas y declaraciones que has hecho. Te resumo la impresión que me he llevado (y, créeme porque, por mi edad, conozco suficientemente a la gente): te falta experiencia, eres
muy inmaduro y lo que es peor todavía, opinas de cosas sobre las que apenas tienes idea, vas de oídas.... Recuerda: si
quieres hablar en público y que el público acepte tus criterios o crea que vale la pena dialogar contigo, debes hablar solamente de
aquello que entiendas y que conozcas bien. He sentido vergüenza ajena de algunas de tus
declaraciones. No son propias de alguien que haya alcanzado la madurez
intelectual y humana. Son más bien, cacareos habituales propios de un “enterao”. Y
empiezas a ser mayorcito.
Ya no eres el “Fidel” de Aida, sino que tienes 34 tacos. Dentro de
poco, cumplirás 40. Si a los 34 años, todavía no tienes opiniones maduras, o pisas el freno, o a los 40 solamente conseguirás seguir
llamando la atención extremando tu vestuario, con el riesgo, eso sí, de ser una
caricatura de ti mismo.
No estás preparado para ser director de cine, ni con VIH, ni sin VIH. Te
lo repetiré una vez más: te falta madurez. Deberías leer más. Ver más cine.
Estudiar los aspectos técnicos, la estructura de los guiones. ¿Es aburrido? Lo sé, pero es necesario y es el precio a pagar para triunfar. Tu crees que estás fuera del armario, pero te
has metido en la peor de las ebanisterías posibles: están encerrado en el gueto
de tus amigas, esas chicas, estériles y madrazas sin hijos que te consideran algo así
como su retoño, su niñe al que deben darle la razón en todo, como "rey de
la casa" que es.
Y otro consejo: aléjate de todo lo que altere tu percepción. Puedo equivocarme, pero en las escenas que vi de tu actuación en La
Revuelta, estabas demasiado desmadrado y esa sensación volví a tenerla
cuando comprobé incoherencias en otras entrevistas.
Existen sustancias que son muy malas compañeras. El que otros las consuman y puedan ejercer sus trabajos,
no implica que esto se cumpla en todos los casos. Cada uno de nosotros
tiene una respuesta diferente ante las drogas. Evita desmadrarte en público: ya
no eres un crío.
Y esto es todo lo que puede decirte. Te pediría, al final, que
no nos castigues más con este tipo de series. Debes trabajarlas más, pulirlas, limarlas, abandonarlas si la idea no es buena, someterla a la consideración de gente neutral. No puedes
lanzar otro bodrio de estas características pagado con dinero público. Busca
crowdfunding, porque no creas que vas a vivir siempre de los impuestos
que estamos pagando todos, ni de gobiernos formados por ineptos y corruptos que les da igual el patearse
un dinero que deberían de administrar mejor. Te lo diré más claro: tu cine
no merece ser subvencionado. Al menos, de momento: mejóralo y hazte merecedor de subsidios.
Resumiendo: deberías hacer un alto en el camino; para, medita
sobre tu vida y tu trabajo. No tiendas a justificar las malas críticas como
procedentes de heteros malvados, reprimidos y rencorosos. En el mundo gay
tienes también detractores. A tu cine le falta calidad: procura aumentarla.
A esto se reduce tu problema. No quieras hacer de una camisa gay un uniforme excéntrico
para toda tu vida.
Tuyo afectísimo







