EL CONFLICTO DE ORIENTE MEDIO
ENTRA EN UNA NUEVA FASE
El Estado de Israel juega su propio juego en Oriente Medio. Sabe
perfectamente que, si existiera otra potencia nuclear en la zona, se ventaja
estratégica quedaría anulada. Precisamente por eso, los EEUU, que no tienen el
más mínimo interés en que un país como Pakistán tenga bombas atómicas, no
tolera que Irán las tenga. Ahora bien, la pregunta es si realmente Irán
aspira a unirse al club de las potencias nucleares o bien solamente intenta
“estar cerca” de poseer una bomba atómica. Y, todo induce a pensar que, más
bien, se trata de lo segundo.
BOYCOT JUDIO A UN ACUERDO USA-IRÁN
El régimen iraní ha comprobado que Israel le ha golpeado
reiteradamente su programa nuclear, el Mosad asesinado a sus técnicos, la
aviación judía ha atacado plantas centrifugadoras de Uranio y siempre,
absolutamente siempre, Israel ha frustrado sus planes para convertirse en
potencia nuclear. Las sanciones económicas han hecho el resto. Así pues, el
régimen de los ayatolahs, en el ya lejano 2015, decidió cambiar de estrategia:
aceptaría un acuerdo con los EEUU sobre esta materia a cambio de aliviar las
sanciones y el boycot de que está siendo objeto el régimen iraní por parte de
los EEUU.
En efecto, justo antes de iniciarse la “guerra de los doce días”
entre Israel e Irán, este último país estaba a punto de firmar el Plan de
Acción Integral Conjunto (JCPOA; en persa BARJAM), también conocido como “acuerdo
nuclear con Irán” o “acuerdo con Irán”. Firmado el acuerdo y realizadas las
exhaustivas revisiones pertinentes, en 2017 y 2018, EEUU certificó que Irán
estaba cumpliendo el acuerdo. Expertos de la Organización Internacional de
la Energía Atómica, habían instalado cámaras de vigilancia, precintos en las
centrifugadoras, mediciones de radiación y examinado todos los documentos
solicitados declarando que Irán estaba cumpliendo el acuerdo.
Sin embargo, el 30 de abril de 2018, EEUU y el Estado de Israel
revelaron la existencia de un programa encubierto de armas nucleares. El 8 de
mayo de 2018, EEUU se retiró del JPCOA y Trump firmó un memorando que ordenaba
el restablecimiento de las sanciones. Para Irán fue una catástrofe porque
su moneda cayó un 20%, y las grandes empresas europeas abandonaron Irán
previendo el inicio de una escalada de represalias y contrarrepresalias. A
partir de 2019, Irán comunicó a la OIEA que había superado el límite
establecido para sus reservas de uranio y que había comenzado a enriquecer este
mineral por encima del límite del 3,67%. Las nuevas centrifugadoras de las
que se dotó permitían aumentar el enriquecimiento hasta el 4’5-5% en Fordow y
el responsable de su programa nuclear anunció que tenía capacidad para
enriquecer hasta el 20% tras haber duplicado el número de centrifugadoras. En
enero de 2020, Irán, de hecho, había roto el acuerdo JPCOA.
Durante el período presidencial de Joe Biden, la Casa Blanca
propuso un nuevo acuerdo, que fue “desaconsejado” por el Estado de Israel. Las
negociaciones se prolongaron en los años siguientes con altibajos: Irán
proponía que EEUU retirara las sanciones como paso previo para la firma de un
acuerdo, mientras que China y Rusia recomendaban a Irán que flexibilizara su
postura. Las alarmas sonaron cuando la OIEA detectó partículas de uranio
enriquecido hasta el 83’7% en Fordow en marzo de 2023. Unos meses después,
la OIEA confirmó que Irán había ralentizado su programa de enriquecimiento de
uranio al 60%, levantándose algunas de las sanciones sobre el crudo iraní, y el
Departamento de Estado de EEUU liberó 6.000 millones de dólares en activos
iranies congelados. Pero volvieron a surgir tensiones, cuando Irán se negó a
que técnicos de la OIEA visitaran algunas zonas de Fordow.
Al llegar Trump a su segunda presidencia, se preocupó de reavivar
las conversaciones para llegar a un acuerdo. Justo cuando estas negociaciones
se encontraban muy avanzadas y prácticamente el texto del acuerdo estaba
ultimado, el pasado 13 de junio Israel atacó a Irán. En los días siguientes se produjo un intercambio de misiles entre
las dos partes. El presidente Trump, inicialmente, dio 15 días de plazo para
meditar su decisión. Sopesadas las consecuencias -especialmente en política
interior- se produjo el ataque de la aviación norteamericana sobre Fordow,
Natanz e Isfaján con bombarderos furtivos y bombas antiburquer. El
intercambio balístico entre Irán e Israel continuó un par de días después para
restablecerse la paz en la zona: la guerra entre EEUU e Irán había durado 12
días. En el momento de escribir estas líneas, Trump ha anunciado su
intención de reanudar las negociaciones con Irán para la limitación de su
programa nuclear.
Hasta aquí los hechos, ahora vamos a tratar de interpretarlos.
PORQUÉ TRUMP, HOMBRE DE PAZ, APOYA A ISRAEL
El papel de los EEUU se explica por varios motivos: en primer
lugar, el 3 de noviembre de 2026 tendrán lugar las elecciones a la Cámara de
Representantes de los EEUU. Los votantes elegirán representantes de los 50
Estados de la Unión. En la actualidad, el Partido Republicano tiene una
amplia mayoría en la Cámara y desea conservarla. Para ello precisa del voto
judío (15 millones de electores, decisivos en algunos estados, el 4’5% de la
población total) y del dinero de empresarios judíos para financiar las campañas
en cada Estado. Congraciarse con ellos (y con el poderoso lobby
judeo-americano) tiene un precio: apoyar al Estado de Israel, sin fisuras, sin
medias tintas, sin dudas y sin límites.
Históricamente, la tendencia del judaísmo norteamericano era votar
al Partido Demócratas y rellenar las filas de la extrema-izquierda
especialmente con judíos que habían emigrado de Europa en los años 30 y 40. Sin
embargo, a partir del inicio del nuevo milenio esta tendencia ha cambiado: de
un lado, durante el gobierno de George W. Bush incluyó a un alto porcentaje de
funcionarios neo-conservadores de origen judío. De otro, el crecimiento de la
comunidad musulmana y la formación de una clase media judía ha hecho que sus
miembros deploren las subidas de impuestos, el desorden y las políticas
relajadas en materia de inmigración encarnadas en el Partido Demócrata. De
hecho, solamente 1,2 millones de judíos en la actualidad (la mayoría
agnósticos) se identifican con la “izquierda liberal” o con la
extrema-izquierda. Las zonas de mayor acumulación de judíos son Florida y
California, pero también la ciudad de Nueva York (2.000.000 de judíos sobre un
total de 8.258.000 millones).
Durante la presidencia de Donald Trump no faltan argumentos para
atraer el voto judío: su administración reconoce que es la “única democracia
real” de la región; Israel es considerado como una “aliado estratégico
imprescindible” en una región eminentemente productora de petróleo; está
rodeado de Estados árabes que exigen su aniquilación; de la misma forma que
durante la Guerra Fría, Israel ayudó a Occidente en la lucha contra el
comunismo, ahora tiene un papel para la contención del fundamentalismo
islámico; los judíos tienen derecho a tener un Estado y son “moramente
superiores a sus vecinos musulmanes”, siendo “un bastión de la cultura occidental”.
Pero el eslogan, propulsado desde principios del milenio por los “cristianos
renacidos” norteamericanos es que “Israel es el pueblo elegido del
Antiguo Testamente, y EEUU el pueblo elegido de la modernidad”… esto
crea vínculos y equivalencias entre ambos países que son suficientes para que
el elector de la América profunda vote a las candidaturas republicanos en las
próximas elecciones de 2026.
En la actualidad, el lobby judío dispone de una miríada de
organizaciones favorables al Estado de Israel e integradas por judíos: Washington para la Política del Cercano Oriente, el Instituto Judío para los Asuntos de
Seguridad Nacional y el Center for Security Policy, la Organización
Sionista de América, el Instituto de Washington para la Política
del Cercano Oriente, Americanos por un Israel Seguro, el Foro
para la Política de Israel, el Consejo Americano Israelí, así como
grupos no específicamente judíos pero cuyo interés y trabajo coincide con las
políticas del Estado de Israel: un ejemplo sería la Christians United for
Israel, con sede en San Antonio, Texas y que cuenta con 10.000.000 de
miembros. Por otra parte, la American Israel Public Affairs Committee figura
entre las de mayor poder económico y capacidad de presión, con sólidos vínculos
con el Partido Likud (actual gobernante en Israel) y se le ha responsabilizado
de conseguir acuerdos de financiamiento, compra de material y mercancías
israelíes y, sobre todo, conseguir un acuerdo armamentístico. Brad Shermand, congresista
por California, es uno de sus miembros más importantes; al iniciarse la fase
actual del conflicto de Oriente Medio, expresó: “El 7 de octubre Hamás
rompió el alto al fuego y lanzó un ataque no provocado contra Israel… Estados
Unidos debe darle a Israel el tiempo, los recursos y
el apoyo que necesita para ganar esta guerra y lograr sus objetivos,
destruir las capacidades terroristas de Hamás, expulsar al grupo de
poder y liberar a los rehenes”. Shermand es miembro del Partido
Demócrata, pero sus posiciones actuales están mucho más cerca de las políticas
de Donald Trump.
LA GUERRA DE LOS DOCE DÍAS: GUERRA CALIENTE… PERO
LIMITADA
El ataque norteamericano a Irán con bombas GBU-57A
de casi 14 toneladas, fue un ataque previamente anunciado para evitar causar
víctimas innecesarias (al parecer los tres centros nucleares iraníes
bombardeados estaban desiertos en el momento del atentado y no se produjeron
muertos), fue lo suficientemente demoledor como para que el programa nuclear
iraní se resintiera y poco importa si logró su objetivo de destruir
completamente las centrifugadoras que operan el enriquecimiento de uranio, o
solamente causase daños parciales. La advertencia había sido dada: en caso
de persistir en su programa nuclear, se repetirán ataques de este tipo con
bombas de penetración (este tipo de bombas trasladado sobre bombarderos furtivos
B-2 tienen una capacidad de penetración de 60 metros en hormigón armado o de 40
en rocas moderadamente duras). El ataque -seguramente- fue demoledor y
suficiente como que no se produjeran bombardeos posteriores.
Irán, por su parte, había cambiado de estrategia.
Era evidente que se proponía aumentar sus reservas de uranio enriquecido, bien
para fabricar “bombas sucias” (que diseminan elementos radiactivos por la
atmósfera; se les ha llamado también “bombas radiológicas”; Irán las había
utilizado en los años 80 durante la Guerra contra Irak) o bien como amenaza
(almacenando gran cantidad de uranio enriquecido hasta el límite permitido por
los acuerdos, pero que, rápidamente podía enriquecer hasta el 90% necesario para
fabricar una bomba de fusión). La última solución del régimen iraní no pasaba
por fabricar una bomba atómica sino más bien por comprarla (posiblemente a
Corea del Norte, a Rusia o bien a Pakistán).
Consciente de que a Irán no le faltan
alternativas, Trump pidió -visiblemente enfadado con Netanyahu- el cese del
intercambio de ataques mutuos entre Irán e Israel. Dos días después cesaron
completamente.
Sería inútil ignorar que la actual fase del
conflicto de Oriente Medio se inició el 7 de octubre de 2024 con el ataque de
Hamas a colonos judíos que, solo en las primeras horas, causaron 1139 muertos y
la toma de 240 rehenes. Todavía resulta difícil conocer las razones por las que
Hamas planificó este ataque. A estas alturas del conflicto, Hamas no podía
ignorar que, los 240 rehenes no bastarían para detener la cadena de represalias
que se produjo en las semanas sucesivas y que redujo la franja de Gaza a un
montón de ruinas y a una situación desesperada.
Por otra parte, no puede olvidarse que Netanyahu
fue entre 1967 y 1973 un soldado de élite con formación en una unidad de
fuerzas especiales de élite, el Sayeret Matkal y experiencia en combate
en el curso de las cuales resultó herido en varias ocasiones (entre otras en la
batalla de Karameh contra la OLIP en 1968 y en el rescate de un avión se Sabena
secuestrado por terroristas de Septiembre Negro en 1972 y, finalmente,
participar como oficial del frente en la guerra de Yom Kipur en la unidad de
comandos y liderar un ataque de comando en el interior de Siria). Su perfil
es, pues, el de un soldado: y los soldados saben que el problema termina cuando
liquidan físicamente al último enemigo. Es la política de Netanyahu en Gaza: no
solo acabar con Hamas (objetivo que, prácticamente, ya se ha alcanzado), sino
también dispersar a la población palestina de la zona.
En el fondo de la cuestión no está solamente
incorporar per se este territorio al Estado de Israel sino disponer
del control de los acuíferos de Gaza cuya importancia radica en que serían
capaces de transformar el desierte del Neguev en un vergel.
En sus primeros días como presidente, Trump
insinuó que los EEUU reconstruirían Gaza y convertirían la franja en un “paraíso
turístico”. Pero no hay que dar excesiva importancia a estas divagaciones de
difícil realización. Por otra parte, tal como demostró el ataque judío a
Irán justo cuando estaba ultimado el acuerdo trabajosamente trenzado por EEUU
sobre su industria nuclear, el Estado de Israel tiene su política propia,
sabedor de que EEUU está obligado a seguirle en sus aventuras militares, muchas
veces contra el criterio de la Casa Blanca, como ha sido el caso de la “Guerra
de los Doce Días”.
En realidad, ni Irán, ni EEUU quieren una
guerra abierta en Oriente Medio de la que solamente los contratistas militares
norteamericanos saldrían beneficiados. De ahí la brevedad del conflicto y
el que, tras los primeros ataques, las respuestas obligadas y las declaraciones
de firmeza de todas las partes implicadas, haya dado la sensación de que nadie
quisiera ir más allá. Pero lo importante es recordar que, si Irán no puede
desarrollar un programa nuclear propio, ni tampoco disponer de reservas de
uranio enriquecido al límite para poder desarrollar en momentos de crisis y en
breve tiempo, una bomba nuclear, siempre le queda la posibilidad ya apuntada de
comprar una (o varias) bombas nucleares a Corea o a Pakistán o, en el límite a
Rusia.
Lo importante es recordar que, a pesar de la
imagen que el régimen de los ayatollahs tiene en occidente, su gobierno es uno
de los más sólidos y mejor preparados del mundo islámico. No estamos hablando
de fanáticos musulmanes, lunáticos y dispuestos a inmolarse con un chaleco de
bombas en el interior de un autobús, sino de doctorados en las mejores
universidades del mundo capaces de disputar le hegemonía sobre el mundo árabe a
otros países como Turquía o Arabia Saudí.
Israel tiene, desde la fundación misma del Estado
judío, un plan de expansión que se ha realizado de manera inexorable y
siguiendo distintas tácticas. Ese plan solamente ha podido llevarse a cabo
gracias a las sucesivas victorias judías en los conflictos armados con los
Estados árabes y, a partir de los años 80, gracias a ser la única potencia
nuclear de la zona. Esto le ha otorgado una ventaja estratégica; mantenerla es
lo que está en el fondo del reciente conflicto con Irán.
