Resulta muy difícil en la modernidad encontrar líderes con los que
empatizar. En general, incluso aquellos que podemos sentir más próximos a
nosotros resultan ser ególatras con una voluntad de poder desmesurada, pero sin
proyecto político. Este no es el caso de Donald Trump que tiene, en efecto,
un ego no particularmente reducido, pero sí un proyecto político propio de un
empresario… es decir, de alguien que considera al país como una empresa y
quiere que prospere y tenga beneficios. No precisa robar porque ya tiene una
fortuna suficiente como para estar satisfecho. Y eso es incompatible con el
mundialismo y con la globalización. Por eso el stablishment odia a Trump
y por eso han atentado contra él. Pero el “juego sucio” que el mundialismo
ha practicado desde el inicio del “fenómeno Trump”, desde la primera del milenio,
ha generado en este ególatra un odio inconmensurable hacia el stablishment.
Ese odio es lo que le alimenta y lo que vimos en la famoso foto con el puño en
alto posterior al atentado. No hay posibilidades de acuerdo, ni “tablas” en la
lucha entre el stablishment y Donald Trump: si llega a la presidencia, habrá
ajuste de cuentas.
NO ES POR IR DE PROFETA, PERO…
El 20 de marzo de 2024, en este mismo blog escribimos: “La
diferencia entre Biden y Trump es tal que el primero solo podrí vencer en el
caso de que Trump no pudiera presentarse a las elecciones por alguna artimaña
legal (algo que se ha intentado desde el primer momento en el que dejó la
presidencia), porque muriera de muerte natural (las hamburguesas McPerro y la
comida típicamente americana que suele degustar no son precisamente garantías
de larga vida) o porque fuera asesinado (y no sería la primera vez que
en los EEUU una acción terrorista contra una personalidad cambia la política de
la administración”.
Publicado en Info-krisis: 20 de marzo de 2024 - Artículo ¿Morir por Kiev?
Escrito está… pero no, no soy profeta, ni me las doy de tal: solo
analista. Y era fácil prever el atentado del que ha sido objeto Donald Trump.
Se produce:
- después del debate televisado con Biden en el que todo el pueblo americano pudo ver el estado de desbarajuste mental en el que se encuentra su presidente ¡en activo!
- después de que fracasaran los distintos procesos iniciados contra Trump para lograr una condena judicial que le impidiera presentarse a la presidencia.
- después de reiterar que su primera medida de volver a la presidencia será disminuir el apoyo a la OTAN y obligar a Zelensky a sentarse en la mesa de negociaciones.
- tras reiterar una y otra vez su voluntad de “reconstruir América” con un programa conservador
Ya en 2000 la existencia de un fraude electoral planeó sobre las
elecciones presidenciales. El 7 de noviembre de 2022, El Confidencial
(que no es precisamente uno de esos “tabloides digitales” a los que alude el
pedrosanchismo y sus mariachis) publicaba este titular: "Trump ganó en 2020". No lo dicen cuatro
locos, sino 345 candidatos en EEUU. Una parte importante de los candidatos
republicanos en las elecciones de medio mandato de este martes 8 de noviembre
dicen estar convencidos de que a Trump le quitaron ilegalmente la presidencia”… Una parte importante del pueblo norteamericano
pensó eso mismo tras el recuento electoral: el resultado fue la ocupación del
Capitolio. El propio Trump recomendó en aquella ocasión a sus candidatos que
insistieron en esta idea: si el stablishment quiere guerra, la está teniendo.
Trump sabe que la peor de todas las estrategias para volver al poder es la
condescendencia, la contemporización y la blandurria… esto es, la “línea Feijóo”
para llegar al poder.
Nadie puede negar de, desde que fue arrojado -con
o sin fraude- de la presidencia, el stablishment ha hecho todo lo “constitucionalmente”
posible para evitar que volviera a presentarse a las elecciones. La ultima
ratio era, por supuesto, el atentado. Yo era tan consciente de ello, como
cualquier otro analista, incluido el propio “presidente Trump”. Así que no hay
méritos en esta previsión. Hay “profecías” fáciles de realizar: era, igualmente
evidente que Jeffrey Epstein, una vez en la cárcel, antes o después sería asesinado…
Nadie lo quería vivo y especialmente los miembros del stablishment que
habían frecuentado su isla y abusado de las y los menores que allí ejercían
como “becarios”. Y toda la élite económico-política mundial había pasado por
las instalaciones de Epstein trufadas de videocámaras… “Profecías” de este tipo
pueden compararse a un espectador que se sienta en un cine a ver Titanic
y dice: “seguro que se hunde”.
¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN LOS EEUU?
Nada que no pase en otras partes del mundo occidental: puede
resumirse en una sola palabra, “polarización”.
Desde el alumbramiento de la Agenda 2030, y de sus incrustaciones (“doctrina
del cambio climático”, “desarrollo sostenible”, “corrección política”, “estudios
de género”, “multiculturalidad”, “igualdad, inclusión, diversidad”, etc), parece
evidente que el stablishment ha pisado el acelerador. Quiere imponer sus
seudo-valores lo antes posible. Es consciente de que la tarea de “ingeniería
social” no puede realizarse escalonada y serenamente, so pena de generar una
respuesta electoral en sentido contrario y, por eso, ha acelerado los tiempos. Y,
probablemente todo hubiera ido bien, sin apenas resistencias nacionales por
parte de “derechas más o menos radicales”, de no haber sido por el estallido de
la guerra de Ucrania y por los criterios de Vladimir Putin: al responder a la
ofensiva de la OTAN tratando de incorporar a Ucrania al sistema militar
occidental, Putin descolocó completamente al stablishment mundialista y
globalizador. Ahora, ya no tenía que enfrentarse con pequeños
adversarios nacionales (esas “derechas extremas” a las que aludíamos), sino con
un país provisto de un liderazgo fuerte y con un sistema propio de alianzas
tanto con potencias consolidadas (China) como emergentes (India, Irán).
Durante todo el período de presidencia de Joe Biden, hemos visto una
Casa Blanca cada vez más agresiva: tratando por todos los medios de que
estallara un conflicto generalizado ¡EN EUROPA! Si
esto le había dado resultado en 1939, y solo gracias al estallido de la Segunda
Guerra Mundial (con la excusa de Danzig que era una cuestión menor y que
hubiera podido ser resuelta entre Polonia y Alemania de no ser por la
intransigencia impuesto por Roosevelt y Churchill), los EEUU pudieron superar
las secuelas de la crisis de 1929 que no habían sido resueltas por el “new deal”,
ahora, el simple miedo (el 11-S y el covid habían demostrado que sometidos a
presión psicológica y al MIEDO, las poblaciones aceptan cualquier medida de sus
gobiernos por suicidas que sean) hubiera permitido imponer la Agenda 2030 con
facilidad. Pero Ucrania rompió este esquema y operó una fractura mundial: a un
lado el stablishment mundialista-globalizador, al otro los países que querían
prosperidad, policentrismo y paz. NO HAY POSIBILIDADES DE ACUERDO, NI TÉRMINOS
MEDIOS.
El stablishment se conmovió por la derrota de su más
carismática valedora, Hillary Clinton, frente a un outsider como Donald
Trump. Esto retrasó sus planes. Había que desalojarlo de la Casa Blanca y el
encargado fue una vieja gloria demócrata, Joe Biden. Que nadie se llame a
engaño: ese anciano decrépito, senil, torpe, patético y con el cerebro
destartalado, a principios del milenio era un polemista agresivo, brillante,
avasallador, sin ningún tipo de escrúpulos a la hora de ejercer virulencia
sobre sus adversarios. Debió a esa fama ser elegido candidato por los
demócratas en 2019. El problema fue que la edad no perdona y el Biden de 2001
no era el mismo que el de 2019. No ahora, tras el debate con Trump en la
TV el pasado 27 de junio de 2024, ¡SINO EN LA CAMPAÑA ELECTORAL DE 2019!, ya era
visible, para quien tuviera ojos y viera, que el candidato esta sometido a la
inexorabilidad del tiempo y que su torpeza y sus trastornos neurológicos hacían
de él un candidato inviable y un presidente títere incapaz de distinguir entre
Putin y Zelensky o el lugar en el que se encuentra. El stablishment no
necesita un “presidente fuerte” con criterio y personalidad, un líder enérgico,
precisa que en el despacho oval esté sentado un figurón acartonado para poder
hacer y deshacer a su antojo, firmar lo que se le presente bajo las babas… “Ya
encontraremos otro candidato, mientras, los medios de comunicación que
mantengan la ficción de un presidente eficiente y enérgico”. Y así lo
hicieron., El problema fue que Kamala Harris, en los cuatro años que ha durado
la presidencia de Biden no ha sabido cautivar al público norteamericano. La
Harris siempre ha estado bajo mínimos en intención de voto y en popularidad; solamente
ahora -cuando ya resulta imposible ocultar la incapacidad de Biden- se vuelve a
pensar en ella para sustituirle. Pero ahora ya es muy tarde y nuevamente el
proyecto mundialista y la Agenda 2030, corren riesgo de naufragar en el país en
el que han nacido.
Por lo demás, EEUU están hoy peor que en 2019, como sabe
cualquiera que haya viajado allí en los últimos años. Pobreza extrema,
toxicomanías, deuda desmesurada, dólar sobrevalorado, pérdida de capacidad
industrial, delincuencia, psicopatías sociales, deterioro de las
infraestructuras, errores en política exterior, una sociedad multiétnica cada
vez más inestable, no auguran un futuro halagüeño para los EEUU. Y eso hace que
Trump sea mirado como el “líder” que el país necesita. Brutal en sus
declaraciones, desmesurado, directo, agresivo, “vivo”, frente a un Biden que hoy
sugiere debilidad, enfermedad, decrepitud, “kaput”, en definitiva.
Un país polarizado, dividido en dos: no hay -ni puede haber-
término medio: o se está en el bando de los “reconstructores de América” o
en el del stablishment. Esa es la opción. Nadie juega limpio en esta guerra y,
obviamente, todo induce a pensar que, en países con alto nivel de polarización,
ninguno de los dos bandos va a aceptar sus eventuales derrotas. El país de Mad-Max
está cada vez más cerca del escenario Mad-Max.
Y así llegamos al atentado contra Trump.
CUALQUIER COSA, MENOS LA OBRA DE UN LOCO SOLITARIO
Pensar que un tipo de 20 años, sin experiencia militar, puede
acercarse, reptando desde un tejado, a 130 metros del candidato a la
presidencia y disparar seis veces antes de ser abatido por tiradores situados
en lugares más elevados, es pensar en un mundo sin gravedad. Desde el primer
momento de conocerse la noticia, los medios demócratas progresistas de todo el
mundo reaccionaron minimizando el hecho. En España, TVE habló durante horas de “presunto
atentado”, la CNN llegó a decir que Trump se había caído del estrado… La
izquierda mundial reaccionó, minimizando el hecho y, al mismo tiempo, declarando
su solidaridad con el objetivo frustrado del crimen. Sánchez, Von der Leyen,
Macron, Trudeau, figuran entre los primeros mensajes de condena…
A 130 metros de distancia, con un rifle medianamente preciso y una
mira correctamente calibrada, un tirador mediocre puede acertar a un
espantapájaros: Biden, hablando como almidonado, rígido e inmóvil hubiera caído
al primer disparo, pero un Trump agitador y agitado, moviéndose de un lado para
otro y mirando a los ojos a los asistentes, era un blanco imprevisible. Su
carácter, sus gesticulaciones, le han salvado la vida. Dos centímetros más y su
cerebro hubiera salpicado a los espectadores…
¿Por qué pensamos que el asesino no era un “lobo solitario”? Muy
simple: porque esas cosas no existen y mucho menos en EEUU cuando el candidato
demócrata ha mostrado ante las cámaras de TV que es un deshecho humano,
almidonado, robotizado y drogado a base de fármacos (lo que es todavía más
grave, porque, incluso los que ahora piden su sustitución como candidato,
olvidar que en las anteriores elecciones ya estaba así y que, durante cuatro
años, incluso ahora, sigue llevando teóricamente las riendas del país).
Las primeras noticias creíbles sugieren que varios espectadores
habían dado la voz de alarma sobre un tipo que reptaba por el tejado de una
casa próxima al lugar del mitin. ¡Incluso lo fotografiaron! Uno de los
miembros del equipo que disparó contra el terrorista, asegura que tres minutos
antes de que disparase ya estaba localizado y que pidió autorización para abatirlo,
pero el responsable del servicio secreto la denegó… hasta que el terrorista
hizo fuego. Por lo demás, a nadie se le escapa que un tejado bajo (en el que se
encontraba el terrorista) es fácilmente controlable desde un tejado alto (en el
que se encontraban con rifles emplazados los miembros de la seguridad). No,
definitivamente, este parece -de nuevo- un “extraño atentado”. Sin olvidar
que Trump había pedido reforzar el equipo del servicio secreto encargado de su
seguridad y que las fotos demuestran que alguna de las agentes actuó torpe y caóticamente,
incumpliendo por completo su trabajo… Y el servicio secreto depende del
Departamento de Seguridad Nacional de los EEUU… esto es de la administración
Biden.
Aunque no se logre demostrar vinculaciones extrañas del terrorista
que sugieran que el atentado fue programado por terceros, la teoría mas
admisible, a la vista de los hechos, es que el atentado fue “permitido” por
funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional. Al menos estos es lo
que hay que concluir: “abatir al tirador, solamente después de que haya
demostrado, disparando contra el candidato, que es un terrorista”… Tal es,
la hipótesis más creíble en estos momentos
LAS CONSECUENCIAS DEL ATENTADO
El drama de los demócratas es que el terrorista, en lugar de
arrancarle una parte de la oreja derecha de Trump, no le reventó la cabeza. Ese
es el verdadero drama para el stablishment y no vale la pena tomándose
en serio las condolencias enviadas por los mandatarios de la progresía mundial:
el stablishment juega sucio. Si se le quiere vencer, Trump sabe que tiene que
jugar como él. Y su expresión tras el atentado no deja lugar a dudas: “fiht”,
puño en alto, que no es precisamente el de Sumar o del PCE, sino el de la
dureza y la fuerza: “PELEAD”. Esa es la consigna de un Trump, iracundo y consciente
de que el stablishment había querido matarlo, ha transmitido a todos los EEUU.
Su gesto galvanizó a los 1500 asistentes al mitin en la pequeña localidad de
Butler que respondieron coreando el “U S A”, las siglas de su país.
Nacionalismo contra mundialismo. Multilateralismo contra globalismo. Constitución
americana frente a Agenda 2030… esto es lo que los estadounidenses tendrán que
elegir a principios de noviembre, dentro de algo mas de 100 días. Poco
importa quién estará frente a Trump (dudamos mucho que Biden pueda soportar un
segundo cara a cara electoral, así que los expertos en operaciones psicológicas
de todo el mundo tenemos mucho interés en saber qué método sigue el stablishment
para situar un nuevo candidato con posibilidades mínimas de vencer a Trump.
¿Y si no gana Trump? ¿y si muere envenenado o de muerte natural o
de otro atentado? Pues tal y como están las cosas en los EEUU no nos extrañaría
que el asalto al Capitolio de hace cuatro años fuera un juego de niños
comparado con el choque de trenes que se avecina. Porque, de volver a sentarse
en el despacho oval, no tenemos la menor duda de que el ajuste de cuentas que
Trump realizará con el stablishment va a corresponder a la mirada de
odio que mostró tras el atentado… Si alguien cree que estas elecciones van
a ser como cualquier otra que se hayan convocado en los EEUU se equivoca.
¿Y qué es el stablishment?
Respuesta: el complejo petrolero-militar-industrial, unido a las sectas de
iluminados mundialista y a las multinacionales beneficiarias de la
globalización que precisan un títere asalariado en el despacho oval, que
declare guerras cuando convenga y que sea manejable como un bebé al que solo
hay que cambiar el pañal de tanto en tanto. Donald Trump no lo es.