INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

lunes, 15 de julio de 2024

DONALD TRUMP: NI LE PERDONAN, NI PERDONARÁ

Resulta muy difícil en la modernidad encontrar líderes con los que empatizar. En general, incluso aquellos que podemos sentir más próximos a nosotros resultan ser ególatras con una voluntad de poder desmesurada, pero sin proyecto político. Este no es el caso de Donald Trump que tiene, en efecto, un ego no particularmente reducido, pero sí un proyecto político propio de un empresario… es decir, de alguien que considera al país como una empresa y quiere que prospere y tenga beneficios. No precisa robar porque ya tiene una fortuna suficiente como para estar satisfecho. Y eso es incompatible con el mundialismo y con la globalización. Por eso el stablishment odia a Trump y por eso han atentado contra él. Pero el “juego sucio” que el mundialismo ha practicado desde el inicio del “fenómeno Trump”, desde la primera del milenio, ha generado en este ególatra un odio inconmensurable hacia el stablishment. Ese odio es lo que le alimenta y lo que vimos en la famoso foto con el puño en alto posterior al atentado. No hay posibilidades de acuerdo, ni “tablas” en la lucha entre el stablishment y Donald Trump: si llega a la presidencia, habrá ajuste de cuentas.

NO ES POR IR DE PROFETA, PERO…

El 20 de marzo de 2024, en este mismo blog escribimos: “La diferencia entre Biden y Trump es tal que el primero solo podrí vencer en el caso de que Trump no pudiera presentarse a las elecciones por alguna artimaña legal (algo que se ha intentado desde el primer momento en el que dejó la presidencia), porque muriera de muerte natural (las hamburguesas McPerro y la comida típicamente americana que suele degustar no son precisamente garantías de larga vida) o porque fuera asesinado (y no sería la primera vez que en los EEUU una acción terrorista contra una personalidad cambia la política de la administración”.

Publicado en Info-krisis: 20 de marzo de 2024 - Artículo ¿Morir por Kiev?

Escrito está… pero no, no soy profeta, ni me las doy de tal: solo analista. Y era fácil prever el atentado del que ha sido objeto Donald Trump. Se produce:

- después del debate televisado con Biden en el que todo el pueblo americano pudo ver el estado de desbarajuste mental en el que se encuentra su presidente ¡en activo!

- después de que fracasaran los distintos procesos iniciados contra Trump para lograr una condena judicial que le impidiera presentarse a la presidencia.

- después de reiterar que su primera medida de volver a la presidencia será disminuir el apoyo a la OTAN y obligar a Zelensky a sentarse en la mesa de negociaciones.

- tras reiterar una y otra vez su voluntad de “reconstruir América” con un programa conservador

Ya en 2000 la existencia de un fraude electoral planeó sobre las elecciones presidenciales. El 7 de noviembre de 2022, El Confidencial (que no es precisamente uno de esos “tabloides digitales” a los que alude el pedrosanchismo y sus mariachis) publicaba este titular: "Trump ganó en 2020". No lo dicen cuatro locos, sino 345 candidatos en EEUU. Una parte importante de los candidatos republicanos en las elecciones de medio mandato de este martes 8 de noviembre dicen estar convencidos de que a Trump le quitaron ilegalmente la presidencia”… Una parte importante del pueblo norteamericano pensó eso mismo tras el recuento electoral: el resultado fue la ocupación del Capitolio. El propio Trump recomendó en aquella ocasión a sus candidatos que insistieron en esta idea: si el stablishment quiere guerra, la está teniendo. Trump sabe que la peor de todas las estrategias para volver al poder es la condescendencia, la contemporización y la blandurria… esto es, la “línea Feijóo” para llegar al poder.

Nadie puede negar de, desde que fue arrojado -con o sin fraude- de la presidencia, el stablishment ha hecho todo lo “constitucionalmente” posible para evitar que volviera a presentarse a las elecciones. La ultima ratio era, por supuesto, el atentado. Yo era tan consciente de ello, como cualquier otro analista, incluido el propio “presidente Trump”. Así que no hay méritos en esta previsión. Hay “profecías” fáciles de realizar: era, igualmente evidente que Jeffrey Epstein, una vez en la cárcel, antes o después sería asesinado… Nadie lo quería vivo y especialmente los miembros del stablishment que habían frecuentado su isla y abusado de las y los menores que allí ejercían como “becarios”. Y toda la élite económico-política mundial había pasado por las instalaciones de Epstein trufadas de videocámaras… “Profecías” de este tipo pueden compararse a un espectador que se sienta en un cine a ver Titanic y dice: “seguro que se hunde”.

¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN LOS EEUU?

Nada que no pase en otras partes del mundo occidental: puede resumirse en una sola palabra, “polarización”. Desde el alumbramiento de la Agenda 2030, y de sus incrustaciones (“doctrina del cambio climático”, “desarrollo sostenible”, “corrección política”, “estudios de género”, “multiculturalidad”, “igualdad, inclusión, diversidad”, etc), parece evidente que el stablishment ha pisado el acelerador. Quiere imponer sus seudo-valores lo antes posible. Es consciente de que la tarea de “ingeniería social” no puede realizarse escalonada y serenamente, so pena de generar una respuesta electoral en sentido contrario y, por eso, ha acelerado los tiempos. Y, probablemente todo hubiera ido bien, sin apenas resistencias nacionales por parte de “derechas más o menos radicales”, de no haber sido por el estallido de la guerra de Ucrania y por los criterios de Vladimir Putin: al responder a la ofensiva de la OTAN tratando de incorporar a Ucrania al sistema militar occidental, Putin descolocó completamente al stablishment mundialista y globalizador. Ahora, ya no tenía que enfrentarse con pequeños adversarios nacionales (esas “derechas extremas” a las que aludíamos), sino con un país provisto de un liderazgo fuerte y con un sistema propio de alianzas tanto con potencias consolidadas (China) como emergentes (India, Irán).

Durante todo el período de presidencia de Joe Biden, hemos visto una Casa Blanca cada vez más agresiva: tratando por todos los medios de que estallara un conflicto generalizado ¡EN EUROPA! Si esto le había dado resultado en 1939, y solo gracias al estallido de la Segunda Guerra Mundial (con la excusa de Danzig que era una cuestión menor y que hubiera podido ser resuelta entre Polonia y Alemania de no ser por la intransigencia impuesto por Roosevelt y Churchill), los EEUU pudieron superar las secuelas de la crisis de 1929 que no habían sido resueltas por el “new deal”, ahora, el simple miedo (el 11-S y el covid habían demostrado que sometidos a presión psicológica y al MIEDO, las poblaciones aceptan cualquier medida de sus gobiernos por suicidas que sean) hubiera permitido imponer la Agenda 2030 con facilidad. Pero Ucrania rompió este esquema y operó una fractura mundial: a un lado el stablishment mundialista-globalizador, al otro los países que querían prosperidad, policentrismo y paz. NO HAY POSIBILIDADES DE ACUERDO, NI TÉRMINOS MEDIOS.

El stablishment se conmovió por la derrota de su más carismática valedora, Hillary Clinton, frente a un outsider como Donald Trump. Esto retrasó sus planes. Había que desalojarlo de la Casa Blanca y el encargado fue una vieja gloria demócrata, Joe Biden. Que nadie se llame a engaño: ese anciano decrépito, senil, torpe, patético y con el cerebro destartalado, a principios del milenio era un polemista agresivo, brillante, avasallador, sin ningún tipo de escrúpulos a la hora de ejercer virulencia sobre sus adversarios. Debió a esa fama ser elegido candidato por los demócratas en 2019. El problema fue que la edad no perdona y el Biden de 2001 no era el mismo que el de 2019. No ahora, tras el debate con Trump en la TV el pasado 27 de junio de 2024, ¡SINO EN LA CAMPAÑA ELECTORAL DE 2019!, ya era visible, para quien tuviera ojos y viera, que el candidato esta sometido a la inexorabilidad del tiempo y que su torpeza y sus trastornos neurológicos hacían de él un candidato inviable y un presidente títere incapaz de distinguir entre Putin y Zelensky o el lugar en el que se encuentra. El stablishment no necesita un “presidente fuerte” con criterio y personalidad, un líder enérgico, precisa que en el despacho oval esté sentado un figurón acartonado para poder hacer y deshacer a su antojo, firmar lo que se le presente bajo las babas… “Ya encontraremos otro candidato, mientras, los medios de comunicación que mantengan la ficción de un presidente eficiente y enérgico”. Y así lo hicieron., El problema fue que Kamala Harris, en los cuatro años que ha durado la presidencia de Biden no ha sabido cautivar al público norteamericano. La Harris siempre ha estado bajo mínimos en intención de voto y en popularidad; solamente ahora -cuando ya resulta imposible ocultar la incapacidad de Biden- se vuelve a pensar en ella para sustituirle. Pero ahora ya es muy tarde y nuevamente el proyecto mundialista y la Agenda 2030, corren riesgo de naufragar en el país en el que han nacido.

Por lo demás, EEUU están hoy peor que en 2019, como sabe cualquiera que haya viajado allí en los últimos años. Pobreza extrema, toxicomanías, deuda desmesurada, dólar sobrevalorado, pérdida de capacidad industrial, delincuencia, psicopatías sociales, deterioro de las infraestructuras, errores en política exterior, una sociedad multiétnica cada vez más inestable, no auguran un futuro halagüeño para los EEUU. Y eso hace que Trump sea mirado como el “líder” que el país necesita. Brutal en sus declaraciones, desmesurado, directo, agresivo, “vivo”, frente a un Biden que hoy sugiere debilidad, enfermedad, decrepitud, “kaput”, en definitiva.

Un país polarizado, dividido en dos: no hay -ni puede haber- término medio: o se está en el bando de los “reconstructores de América” o en el del stablishment. Esa es la opción. Nadie juega limpio en esta guerra y, obviamente, todo induce a pensar que, en países con alto nivel de polarización, ninguno de los dos bandos va a aceptar sus eventuales derrotas. El país de Mad-Max está cada vez más cerca del escenario Mad-Max.

Y así llegamos al atentado contra Trump.

CUALQUIER COSA, MENOS LA OBRA DE UN LOCO SOLITARIO

Pensar que un tipo de 20 años, sin experiencia militar, puede acercarse, reptando desde un tejado, a 130 metros del candidato a la presidencia y disparar seis veces antes de ser abatido por tiradores situados en lugares más elevados, es pensar en un mundo sin gravedad. Desde el primer momento de conocerse la noticia, los medios demócratas progresistas de todo el mundo reaccionaron minimizando el hecho. En España, TVE habló durante horas de “presunto atentado”, la CNN llegó a decir que Trump se había caído del estrado… La izquierda mundial reaccionó, minimizando el hecho y, al mismo tiempo, declarando su solidaridad con el objetivo frustrado del crimen. Sánchez, Von der Leyen, Macron, Trudeau, figuran entre los primeros mensajes de condena…

A 130 metros de distancia, con un rifle medianamente preciso y una mira correctamente calibrada, un tirador mediocre puede acertar a un espantapájaros: Biden, hablando como almidonado, rígido e inmóvil hubiera caído al primer disparo, pero un Trump agitador y agitado, moviéndose de un lado para otro y mirando a los ojos a los asistentes, era un blanco imprevisible. Su carácter, sus gesticulaciones, le han salvado la vida. Dos centímetros más y su cerebro hubiera salpicado a los espectadores

¿Por qué pensamos que el asesino no era un “lobo solitario”? Muy simple: porque esas cosas no existen y mucho menos en EEUU cuando el candidato demócrata ha mostrado ante las cámaras de TV que es un deshecho humano, almidonado, robotizado y drogado a base de fármacos (lo que es todavía más grave, porque, incluso los que ahora piden su sustitución como candidato, olvidar que en las anteriores elecciones ya estaba así y que, durante cuatro años, incluso ahora, sigue llevando teóricamente las riendas del país).

Las primeras noticias creíbles sugieren que varios espectadores habían dado la voz de alarma sobre un tipo que reptaba por el tejado de una casa próxima al lugar del mitin. ¡Incluso lo fotografiaron! Uno de los miembros del equipo que disparó contra el terrorista, asegura que tres minutos antes de que disparase ya estaba localizado y que pidió autorización para abatirlo, pero el responsable del servicio secreto la denegó… hasta que el terrorista hizo fuego. Por lo demás, a nadie se le escapa que un tejado bajo (en el que se encontraba el terrorista) es fácilmente controlable desde un tejado alto (en el que se encontraban con rifles emplazados los miembros de la seguridad). No, definitivamente, este parece -de nuevo- un “extraño atentado”. Sin olvidar que Trump había pedido reforzar el equipo del servicio secreto encargado de su seguridad y que las fotos demuestran que alguna de las agentes actuó torpe y caóticamente, incumpliendo por completo su trabajo… Y el servicio secreto depende del Departamento de Seguridad Nacional de los EEUU… esto es de la administración Biden.

Aunque no se logre demostrar vinculaciones extrañas del terrorista que sugieran que el atentado fue programado por terceros, la teoría mas admisible, a la vista de los hechos, es que el atentado fue “permitido” por funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional. Al menos estos es lo que hay que concluir: “abatir al tirador, solamente después de que haya demostrado, disparando contra el candidato, que es un terrorista”… Tal es, la hipótesis más creíble en estos momentos

LAS CONSECUENCIAS DEL ATENTADO

El drama de los demócratas es que el terrorista, en lugar de arrancarle una parte de la oreja derecha de Trump, no le reventó la cabeza. Ese es el verdadero drama para el stablishment y no vale la pena tomándose en serio las condolencias enviadas por los mandatarios de la progresía mundial: el stablishment juega sucio. Si se le quiere vencer, Trump sabe que tiene que jugar como él. Y su expresión tras el atentado no deja lugar a dudas: “fiht”, puño en alto, que no es precisamente el de Sumar o del PCE, sino el de la dureza y la fuerza: “PELEAD”. Esa es la consigna de un Trump, iracundo y consciente de que el stablishment había querido matarlo, ha transmitido a todos los EEUU. Su gesto galvanizó a los 1500 asistentes al mitin en la pequeña localidad de Butler que respondieron coreando el “U S A”, las siglas de su país. Nacionalismo contra mundialismo. Multilateralismo contra globalismo. Constitución americana frente a Agenda 2030… esto es lo que los estadounidenses tendrán que elegir a principios de noviembre, dentro de algo mas de 100 días. Poco importa quién estará frente a Trump (dudamos mucho que Biden pueda soportar un segundo cara a cara electoral, así que los expertos en operaciones psicológicas de todo el mundo tenemos mucho interés en saber qué método sigue el stablishment para situar un nuevo candidato con posibilidades mínimas de vencer a Trump.

¿Y si no gana Trump? ¿y si muere envenenado o de muerte natural o de otro atentado? Pues tal y como están las cosas en los EEUU no nos extrañaría que el asalto al Capitolio de hace cuatro años fuera un juego de niños comparado con el choque de trenes que se avecina. Porque, de volver a sentarse en el despacho oval, no tenemos la menor duda de que el ajuste de cuentas que Trump realizará con el stablishment va a corresponder a la mirada de odio que mostró tras el atentado… Si alguien cree que estas elecciones van a ser como cualquier otra que se hayan convocado en los EEUU se equivoca.

¿Y qué es el stablishment? Respuesta: el complejo petrolero-militar-industrial, unido a las sectas de iluminados mundialista y a las multinacionales beneficiarias de la globalización que precisan un títere asalariado en el despacho oval, que declare guerras cuando convenga y que sea manejable como un bebé al que solo hay que cambiar el pañal de tanto en tanto. Donald Trump no lo es.