3. Contradicción entre
Sánchez y las federaciones regionales del PSOE
Los intereses del PSOE en Castilla-La Mancha, no son las mismas
que las de Pedro Sánchez, pero otro tanto puede decirse de los intereses del
PSC catalán o del PSE vasco. Y no digamos de las federaciones andaluzas o
extremeñas, incluso de la valenciana o de la aragonesa. En efecto, todas estas
federaciones están hoy perplejas por el nivel de concesiones realizadas por
Sánchez a los independentistas catalanes. No es solamente el hecho de que se
haya amnistiado a Puigdemont y a 4.000 independentistas radicales, la mayoría
de los cuales estaban procesados por delitos tan poco éticos como malversación
de fondos o lanzamiento de objetos contundentes, levantamiento de barricadas o
incendios… lo que más puede pesar en la mentalidad
de estos socialistas es la condonación de una parte de la deuda pública para
Cataluña, el hecho de que el representante de la Generalitat no haya asistido a
la “cumbre” de financiación autonómica en la que estaban presentes todos los
demás representantes regionales, indica que Sánchez ya ha negociado con la
Generalitat y oculta al resto de autonomías las conclusiones a las que ha
llegado: así pues, hoy, la financiación autonómica es de “geometría
variable”, Cataluña ha pactado una, el País Vasco tiene otra, y el resto están
a la expectativa de lo que puedan obtener y, sobre todo, de no quedarse atrás. Esto genera una contradicción insuperable
entre los intereses del pedrosanchismo y los de las federaciones regionales.
A Sánchez -como buen psicópata, solamente le interesa él y lo que
le beneficie a él, todo lo demás le resulta secundario o irrelevante- el futuro
del PSC -que indudablemente resultará salpicado por las concesiones al
independentismo y al que le será muy difícil recuperar una línea política que
sea creíble para los electores catalanes- le tiene sin cuidado; el futuro de cualquier federación regional
le queda muy lejos a Sánchez, está dispuesto a pactar con los rivales de esas
federaciones para mantenerse en el poder, olvidando, que el futuro de la sigla
“PSOE” depende precisamente de la potencia de esas federaciones. Olvida que
con una Andalucía que ya ha perdido sin esperanzas de recuperar a corto plazo y
de Cataluña en que el PSC iniciará una inevitable decadencia y una absoluta
pérdida de credibilidad, el PSOE nunca podrá aspirar a mayoría absolutas y
deberá de buscar pactos cada vez más abracadabrantes.
La cobardía y, en muchos
casos, lo obtuso, de la mayoría de dirigentes regionales del PSOE impiden que,
en el Comité Federal, alguien levante la voz contra Sánchez. A fin de cuentas,
las “puertas giratorias” hacen que los dirigentes regionales que han perdido
sus cargos tras las últimas elecciones autonómicas, sean recompensados con
puestos elegibles en las próximas elecciones europeas, como lo han sido en las
generales, o bien con altos cargos en la administración. Desde Alfonso Guerra se sabe que, en el PSOE “el que se mueve no
sale en la foto”. Pero el problema está
servido a plazo fijo, cuando la política de pactos de Sánchez sea percibida
como impracticable y cuando las elecciones europeas muestren en desgaste de la
sigla socialista. Y todo ello ocurrirá en el año 2024.
Es posible, incluso, que la sigla PSOE se vaya desmigajando y que
alguna federación regional se escinda al intentar salvar lo salvable en su
comunidad ante el hundimiento del PSOE “federal”. Además, otro elemento que no
puede olvidarse es que además de las contradicciones insuperables entre Sánchez
y las federaciones regionales socialistas, también existen distintos puntos de
vista entre federaciones regionales. Está claro que estas últimas
contradicciones se han ido tratando con paños calientes gracias al control del
poder, pero ¿hasta cuándo? ¿Cuánto
tiempo tardarán en estallar conflictos entre la federación socialista de Aragón
y el PSC o entre el PSPV y el PSC o entre la federación extremeña y la
catalana…?
El problema del PSOE es que el
pedrosanchismo ha situado al partido al borde del estallido; cuando se produzca la debacle del
pedrosanchismo es fácil que arrastre consigo a la sigla socialista. El PSOE
ha pasado por diversas crisis en los últimos 45 años: la crisis del felipismo y
su ruptura con el socialismo marxista, la crisis del zapaterismo y su ruptura
con la socialdemocracia en aras del “buenismo”, finalmente, la crisis del
pedrosanchismo (generada por un ego hipertrófico y no por razones ideológicas…).
Pero, cuando un partido lleva un cuarto
de siglo a la deriva, ya casi nadie recuerda cuál era su perfil originario, ni
cómo puede recuperarlo. El PSOE ha llegado a ese punto y las decisiones del
pedrosanchismo le alejan cada vez más, tanto de los intereses de las
federaciones regionales como de su propia identidad.
4. Contradicción entre
Sánchez y Junts.
Junts es la última mutación de Convergencia Democrática de
Catalunya, el establo del clan Pujol. Al
igual que CDC, Junts es un “partido de gobierno”: lo que une a sus afiliados es
la posibilidad de beneficiarse de los contactos que solamente da el poder.
Tras el hundimiento del clan Pujol y la acumulación de sumarios por corrupción,
primero se disolvió CiU (alianza electoral entre la democracia cristiana
catalana de UDC y el partido pujolista) que había gobernado ininterrumpidamente
desde la instauración de la gencat hasta la caída del pujolismo. Artur Mas,
sucesor de Pujol, con mucha menos habilidad que su maestro, intentó
aprovecharse de la coyuntura para avanzar posiciones nacionalistas durante la
crisis de 2008-2011: pero el Estado ya no tenía suficientes fondos para
satisfacer las exigencias de lo que quedaba de CiU. Y Artur Mas “se echó al monte”, aprovechando el rechazo del tribunal
constitucional a parte de los artículos del “nou estatut” impulsado por Pascual
Maragall.
Hay que recordar que en 2002-3 no existía en Cataluña la más
mínima demanda social de una reforma del Estatuto. El sueño de Maragall fue
recuperado por Carod-Rovira, de ERC, socio de gobierno del PSC en la gencat.
Era un “estatuto de máximos” que no tenía la más mínima posibilidad de ser
aprobado durante el gobierno de Aznar. Sin embargo, las providenciales bombas
del 11-M sentaron a ZP en La Moncloa y éste, en un alarde irresponsabilidad,
afirmó que el gobierno aceptaría lo que saliera del parlamento catalán. Y lo
que salió fue una declaración prácticamente de independencia, en la que el
vínculo de Cataluña con el Estado quedaba tan reducido que era prácticamente
inexistente. El constitucional rechazó
estas aspiraciones independentistas, entablándose una patética competencia
entre socialistas y nacionalistas para ver quién era capaz de ir más lejos en
el independentismo.
Esto coincidió con el estallido de la crisis económica de
2008-2011, Zapatero quedó enterrado por su manejo inepto de la crisis y cuando
Mas intentó chantajear al gobierno del Estado, amenazando con convocar un referéndum
por la independencia si no se accedía a sus exigencias económicas… pero eligió
un mal momento. Mas no era Pujol,
carecía de ese sentido de la oportunidad para elegir el mejor momento para el
chantaje. Y, por lo demás, la situación española inmediatamente posterior a
la crisis de 2008-2011 no permitía dilapidar fondos para acceder a las
presiones nacionalistas. Artur Mas cambió el “nacionalismo” por el
“independentismo”.
Pero si Mas era una
fotocopia reducida de Pujol, sus sucesores tenían todavía menos talla política.
El paradigma del provincianismo independentista fue Puigdemont y su aventura
independentista que generó risas, burlas y escarnios en todo el mundo. Tras el fracaso de la bufonada independentista, el nombre de
Puigdemont se fue olvidando incluso en Cataluña. Se sabía que existía gracias a
los informativos de TV3, pero su figura había desaparecido por completo y
estaba por completo ausente de la vida política catalana. Su partido, Junts per Catalunya fue perdiendo intención de voto (como
todo el nacionalismo en su conjunto) y estaba completamente desaparecido hasta
llegar al resultado electoral de 2023: JuntsxCat,
desde entonces, ocupa un lugar central en las políticas del pedrosanchismo: de hecho,
es quien marca la agenda política con sus siete diputados. La llamada de
socorro de Sánchez fue atendida especialmente por Puigdemont que vio una
ocasión insuperable para realizar el chantaje al Estado.
Puigdemont busco,
especialmente, su propio beneficio -regresar sin pasar por un juzgado de
guardia, ni por una estancia en prisión- y garantizar un futuro para su
maltrecha coalición presentándola como la que había arrancado al Estado la
amnistía de los procesados por el seudo-referéndum indepe y por las
malversaciones de fondos que le acompañaron. Y, además, con la promesa de
celebrar un nuevo referéndum que esta vez sí sería legal. A Sánchez esto último era lo que le costaba menos: sabe
perfectamente que ahora, tanto como hace
cinco años, una consulta de este tipo daría un resultado negativo (y ahora
mucho más que hace cinco años, cuando las intenciones de voto de los partidos
nacionalistas han sufrido mermas significativas, así que no perdía gran
cosa. Y, en cuanto a la amnistía, la podía justificar como “un nuevo comienzo”.
Pero el problema es que el nacionalismo siempre pide más, su cartera de reivindicaciones no se agota jamás -ni siquiera con la independencia- y ceder un poco ante sus reivindicaciones supone capitular mucho e iniciar una política de concesiones imposible de detener. Lo cierto es que Puigdemont no se fía de Sánchez, y este es perfectamente consciente de que el precio de la carne de los siete diputados de Juntsxcat irá creciendo a medida que avance la legislatura. Y habrá un momento en el que a Sánchez ya no le será posible acceder a las exigencias pueblerinas de Puigdemont. Las fechas de ruptura están cantadas: se producirá entre las elecciones europeas de junio de 2024 y las autonómicas catalanas de noviembre. Por mucho “verificador” que nombren las partes, y por facilidades que aporten los vocales del Tribunal Constitucional, va a ser muy difícil que las partes sigan de acuerdo entre esas dos fechas. De hecho, lo más probable es que el descalabro socialista en las europeas augure un futuro muy negro al gobierno Frankenstein 2.0 y a quienes lo han hecho posible: a Junts en primer lugar.
5. Contradicción entre Junts y ERC
No hay un
“independentismo catalán”, hay en 2023, dos versiones, de la misma forma que
hasta las elecciones municipales de 2023 había tres. Quedando la CUP fuera de
juego, el terreno indepe se distribuye entre Junts y ERC. Históricamente, Junts era el partido del pujolismo nacionalista
vinculado a la burguesía catalana. Pero eso era antes. Hoy Junts es el núcleo
de amigos que fían su destino a la suerte de Puigdemont, mientras que ERC, cuyo
nombre sugiere que es un partido “de izquierda republicana”, no pasa de ser una
opción independentista que se diferencia poco o nada de la otra tendencia
“progresista” o socialdemócrata.
De hecho, las grandes
diferencias entre ERC y Junts no son más que odios generados por la deslealtad
de Puigdemont hacia sus, por entonces socios, nacionalistas. En efecto,
Puigdemont se despidió de la dirección de ERC hasta el día después, cuando ya
había decidido exiliarse a Waterloo. Mientras los miembros de ERC y algunos de
Junts pasaban una temporada a la sombra, Puigdemont vivía un exilio dorado
financiado por la gencat. Esto dejó un
resquemor imborrable entre ambas formaciones que, además, se echaban la culpa
una a otra del fracaso de la payasada independentista. Y no hay perspectivas de que aquellos odios puedan restañar mientras
persistan en las cúpulas de ambos partidos los mismos rostros que protagonizaron
el seudo-referéndum de opereta.
Lo que está en disputa entre ambos partidos es el electorado
independentista que prima las declaraciones altisonantes y los gestos
dramáticos. Y es en este terreno en donde ambos partidos competirán en las elecciones
de noviembre de 2024 y, en realidad, desde la campaña de las europeas. Se
trata, además, de un electorado crepuscular: el referéndum por la independencia solamente figura entre las
prioridades de TV3 y de Catalunya Radio, el ciudadano catalán tiene otras
preocupaciones: la delincuencia cada vez más masiva, el hecho de que
Cataluña esté en la cola de la enseñanza en España y ésta, a su vez, este a la
cola de la enseñanza en Europa, la discreta ineficiencia de la policía
autonómica…
Hay que descartar la formación de un “frente independentista”, es más probable que los dos grupos que actualmente se disputan el electorado menguante independentista tienda a fracturarse nuevamente en tres o, incluso, en cuatro grupos, todo ello, por supuesto, en nombre de la “unitat de la nació catalana”. En estas condiciones el magma independentista catalán es particularmente inestable, mucho más inestable incluso que el vasco e imposible de estabilizar mediante pactos o acuerdos “de legislatura”.
6. Contradicción entre
Sánchez y el PNV
El PNV es un partido de
derechas y si nos atenemos a sus orígenes un partido
nacional-católico-independentista. Era el exponente de la alta burguesía vasca.
¿Su lema? “Jaungoitikoa eta lege zaharra”… “Dios y Leyes Viejas”, lema que
todavía figura como característico de la formación nacionalista. ¿Tiene este
lema algo que ver con Pedro Sánchez que es, justamente, la negación del mismo?
¿tiene el PNV y sus “intereses de clase” algo que ver con lo propuesto por el
presidente del gobierno? Porque Sánchez no es
“nacionalista”, ni el PSOE es un partido independentista o que acepte la
escisión de una parte del país. La concepción oficial del PSOE es el
“federalismo” y el PNV, sin duda, piensa que ese “federalismo” está más cerca
de la independencia que cualquier otra concepción, incluido el jacobinismo de
izquierdas (que también tiene partidarios dentro del socialismo español).
Así pues, el PNV apoya al pedrosanchismo en la
medida en que éste otorgue condiciones económicas favorables a la alta burguesía
vasca y que el PSOE se sitúe decididamente -y no, limitándose a declaraciones
programáticas formales- emprender el camino hacia la “federalización” del país.
Pero esto requeriría una mayoría
parlamentaria del 75% al implicar una reforma constitucional profunda. Y ahí es
donde, cualquier promesa que haya hecho Pedro Sánchez a los nacionalistas
vascos (y catalanes) se estrellará con la realidad.
El misterio es saber cuánto tiempo tardará el PNV en darse cuenta
de que los brindis al sol son eso: imposibilidades materiales de concretarse. Y
lo que es peor aún: ¿cuánto tiempo
tardará el electorado nacionalista, fundamentalmente conservador, en advertir
que el proyecto pedrosanchista incluye una disolución de la sociedad y una obra
de ingeniería social que apunta contra cualquier tipo de identidad, incluida la
vasca?
7. Contradicción entre Sánchez y Bildu
Hay que reconocer que esta es la menor de las contradicciones: la dirección de Bildu es consciente de que
solamente pueden romper el techo del independentismo vasco gracias a Pedro
Sánchez, por tanto, son los más interesados en mantenerlo en el poder y nunca
votarán en contra de ninguna propuesta parlamentaria realizada por él. De
momento, esto ya ha generado tensiones internas en el seno de Bildu y disidencias
notables. El hecho de que el propio líder de Bildu, Arnaldo Otegui, no repita
como candidato de la coalición en las próximas elecciones vascas, es
significativo de las tensiones internas que está soportando la coalición.
A Bildu lo que le
interesa es liquidar cuanto antes el tema ETA, lograr que absolutamente todos
los condenados sean puestos en libertad, que no haya nuevos procesos, que no se
revisen casos de asesinatos que han quedado impunes y que, incluso, los etarras
que están presos en Francia sean puestos en libertad. Y si obtienen alguna alcaldía gracias al PSOE, mejor aún:
prefieren pactar con un partido al que pueden manejar que, con “papá”, el PNV,
que los conoce mejor y que tiene más autoridad en el País Vasco. El resto es,
para Bildu, accesorio. La cancelación del período etarra es lo esencial y lo
que interesa a la parte mayoritaria de su electorado.
Obviamente, Bildu es
como cualquier otro partido político español: una cosa son los intereses del
electorado y otros muy diferentes, los de su clase política que, simplemente,
aspira a mayores cuotas de poder. Eso es todo.
Mientras el PSOE garantice a Bildu la consecución de estas cuotas de poder, no
habrá ningún problema, pero desde el
momento en el que Bildu compruebe que esta alianza repercute negativamente en
su electorado, el pacto podrá darse por concluido. Y hay posibilidades de que
esto se produzca a corto plazo. Incluso, en el interior de Bildu se han
producido reacciones en contra.
No hay que olvidar que 2024 va ser un año particularmente duro para la sociedad española (y la sociedad vasca es “española”), agravadas en España por las políticas económicas del socialismo. No va a ser el escenario más adecuado para que prosperen electoralmente los aliados de Sánchez. De hecho, a medida que avance el año y vaya empeorando la situación económica, el pedrosanchismo se convertirá en un leproso que generará desconfianza en todos los que hayan tenido un mínimo roce con él. Y Bildu no se verá libre de esa sensación.