Nietzsche y el evolianismo del Nuevo Comienzo
Pretendemos detenernos ahora en la necesidad, dictada sobre todo
por razones históricas, de reabrir la exégesis de Evola en comparación con
Nietzsche. No se trata de contaminar la Tradición de Evola con
referencias al pensamiento de un filósofo moderno, sino de tener debidamente en
cuenta la travesía nietzscheana realizada por Evola. El mundo
contingente, el estado actual de las cosas, desde el punto de vista
antropológico, espiritual, existencial y político, juzgado desde el punto de
vista tradicional, es desolador. El desierto anunciado por Nietzsche ha
alcanzado su máxima extensión y profundidad: la nada se ha transformado
fantasmagóricamente en la estancia habitual para la mayoría de nuestros
contemporáneos. El tipo humano predominante es el del hombre sin Tradición,
última figura antropológica de la degeneración espiritual que siguió al último
hombre. El prestissimo[1]
de lo Moderno, para usar una expresión acuñada por Nietzsche que indica el
sentido y la profundidad efectiva de la temporalidad en el mundo en el
que “Dios está muerto”, tiene el rostro de un presente eterno lleno de
producción incesante y de irreprimible propensión al consumo. Momentos
aparentemente diferentes, pero en realidad inextricablemente conectados entre
sí, vividos en los “no lugares” del anonimato contemporáneo, los centros de
producción “pulverizados” del trabajo telemático y los centros comerciales. En
ellos, la imaginación contemporánea, fruto del condicionamiento inducido por la
voluble comunicación mercurial heterodirigida, celebra sus propios fastos fatuos,
mientras los gestores de flujos financieros reducen el trabajo a una dimensión
larval y alienante. Los derechos “democráticos”, tan exaltados por la retórica
de lo intelectualmente correcto, en la práctica son pisoteados por los
representantes de la gobernanza, empeñados en expropiar a los pueblos de
sus identidades culturales y de su soberanía política.
Aquí, en tal situación, quien pretenda no sólo resistir las
inclemencias del tiempo presente, sino trabajar para superar este estado de
cosas, sólo puede apelar a la emoción genealógica que animó las páginas
de Nietzsche. Giovanni Damiano lo ha vuelto a decir al respecto recientemente,
en una colección de escritos[2].
Emoción es un término de origen latino derivado de la forma verbal emovere,
cuyo significado es “mover de”. Tanto Evola como Nietzsche se
preguntaron en qué consiste y en qué se debe identificar el origen de la
civilización europea. Al comienzo de su recorrido teórico, la respuesta de
Evola fue la misma que la del filósofo alemán. Los dos pensadores, según el
revelador encuentro con Dionisio y la libertad, un principio infundado, estaban
convencidos de que luchar por el origen implicaba asumir un riesgo político–existencial.
El origen, en efecto, en el acontecimiento histórico, puede precipitar en el
olvido y en la negación (esto es lo que realmente sucede en la actualidad), o
ser re–propuesto en un Nuevo Comienzo. El suyo era un originario, si se quiere,
espíritu bajo el signo de Heráclito. La asunción por parte de Evola, al menos
para un cierto tramo de su trayecto investigador, del esquematismo cíclico de
origen gueniano, ha diluido esta posición inicial de historia abierta,
que coincide con las posiciones de Nietzsche. El conflicto originario debe
distinguirse de las posiciones guenonianas, a la luz de las cuales la Tradición
exclusivamente contemplativa se vuelve estática en una especie de “universalismo”
ante litteram que finalmente se resuelve en una nebulosa y prehistórica “noche
en la que todas las vacas son negras”[3].
Falta el rasgo dinámico, activo, siempre posible de la Tradición.
Esto no significa implementar una relectura desestructurante, si
no destructiva, contaminante según algunos, de las aportaciones que
Evola asume de Guénon. Se trata simplemente de integrar esta concepción con la
de otros autores que han pasado por la reflexión de Evola. En cuanto al tema de
la temporalidad, una referencia esencial está representada precisamente por
Nietzsche. Gracias a esta proximidad, es posible ubicar a Evola dentro de una
línea de pensamiento italiana, pero que ha repercutido de manera generalizada
en la especulación europea. Nos referimos a la insólita comparación, presentada
en un libro reciente de Massimo Donà, que pone a Nietzsche al lado de Leopardi,
a la luz de una misma capacidad de captar la duplicidad de las cosas del mundo[4]
(Dionisio es, por excelencia, el dios de la ambigüedad). La condición utópica
que vislumbra Leopardi es la misma a la que se refiere Nietzsche en relación
con la naturalidad que experimenta en términos post-humanos y post-racionales. Ultrahumano,
hombre–artista leopardiano e individuo absoluto evoliano, si bien representa
diferentes perspectivas, no reducibles entre sí, sin embargo, apuntan a la
superación de lo humano, demasiado humano. Niegan la razón para
invertirla más allá de las alambradas marcadas por la lógica de la identidad
eleática. Así encuentran el principio infundado, comprenden que lo absoluto,
como tal, es nada–de–entidad. Andrea Emo, en su intento de cruzar el
actualismo, llegó a las mismas conclusiones, cuya potencia filosófica está
obligando a los historiadores del pensamiento a revisar los juicios sumarios
emitidos sobre la filosofía del siglo XX y, más aún, el de los liquidadores
producidos en la escuela especulativa italiana.
Por tanto, la recuperación de Nietzsche desde la perspectiva de
Evola puede desencadenar consecuencias relevantes. En la última década, la
exégesis de Nietzsche ha redescubierto el valor político del mensaje del
alemán. Si la acción hermenéutica y traslacional del dúo Colli–Montinari había
determinado la “criminalización” pronazi de la obra de censura de la hermana
del filósofo, Elisabeth, el trabajo filológicamente impecable realizado sobre
las traducciones que se han vuelto “oficiales” de los dos estudios de Domenico Losurdo
han aclarado cómo sus interpretaciones estaban claramente influidas por la
voluntad de “despolitizar” a Nietzsche, interviniendo, en algunos casos de
manera visible, sobre los textos[5].
Por supuesto, esto no implica volver a afirmar que Nietzsche fue el “profeta”
del nazismo. Simplemente fue, como resume Losurdo en el título de la monografía
en cuestión, un “rebelde aristocrático” en pugna con los destinos progresivos
de la humanidad.
Volver a pensar en los destinos estelares unidos de
Nietzsche y Evola implica proponerlos a los hombres de nuestro tiempo como
intérpretes de la inagotable posibilidad de la imposible Tradición,
abanderados de un Nuevo Comienzo Europeo.
Giovanni Sessa
[1] Prestissimo, término
musical que alude al tempo más rápido de la música clásica, superación del
“presto”, que significa en lengua italiana “rápido”. Puede traducirse como “muy
rápido”, “rapidísimo” o “lo más rápido posible”. [NdT]
[2] Ver Giovanni Damiano, L’emozione
genealogica, Edizioni di Ar, Padua 2015.
[3] Ibidem., pág. 35.
[4] Cfr. Massimo Donà, Misterio
grande. Filosofía di Giacomo Leopardi, Bompiani, Milán 2013, en part. págs.
228–233.
[5] Véase Domenico Losurdo,
Nietzsche, il rebelle aristocrático, op. cit. Es interesante notar cómo
el autor como el autor se ocupa también de la interpretación evoliana de
Nietzsche, reconociendo sus méritos. Por la importancia de la cuestión, citamos
algunas sentencias de Losurdo: “Evola no duda en profesar el 'verdadero
liberalismo', desgraciadamente traicionado por los liberales modernos con sus
concesiones a las supersticiones de la norma jurídica general, a la
superstición de la nación y el Estado [...] precisamente porque es
extremadamente fiel al modelo nietzscheano de racialización trasversal, Evola
es [...] tibio en lo que respecta al antisemitismo racial en sentido estricto
[...] No parece entusiasmarse con el mito de la sangre [...] Para el discípulo
de Nietzsche lo que realmente cuenta es la racialización transversal, el
contraste entre señores y sirvientes, aristócratas y chandalas". Ibid,
págs. 853–854. La afirmación confirma la distancia abismal entre el racismo
espiritual de Evola y el de base biológica del nazismo.
ENLACES
EVOLA Y NIETZSCHE Y LOS "DESTINOS ESTELARES" (1)
EVOLA Y NIETZSCHE Y LOS "DESTINOS ESTELARES" (2)