Si se lee todos los días la información sobre determinado asunto,
uno corre el riesgo de marearse y no enterarse de nada. Seguir diariamente los
materiales de desinformación servidos por cada parte en el conflicto ucraniano
es el camino más directo para vivir en un estado de confusión permanente. Por eso el bueno, alejarse de los “medios de desinformación”,
Internet incluido, leer solamente los titulares de tanto en tanto y esperar a
que el conflicto termine para saber quién es el vencedor y quién el vencido. Europa,
en principio, parece la gran perdedora. El pueblo ucraniano, la víctima propiciatoria.
El vencedor, los EEUU. ¿Rusia? Lamiéndose heridas una temporada. Eso en
el mejor de los casos. No puede haber otro “final feliz” más que este. Porque,
luego, está el “final infeliz”, el estallido de una tercera guerra mundial,
que, a fin de cuentas, es lo que pretenden quIenes gobiernan verdaderamente en
los EEUU.
La voladura del puente de Crimea no fue una acción militar. No ha
sido cometida por soldados uniformados, ni por unidades aéreas con distintivos
visibles. Ha sido un puro y simple acto terrorista. Como lo fue también el
atentado contra el “Nord Stream”, realizado bajo el mar. No fue un accidente. Nadie, de hecho, cree en la posibilidad de
un accidente y las peritaciones realizadas por la Oficina Federal de lo
Criminal (BKA) alemana, demostraron que se trató de un “sabotaje selectivo”.
Una encuesta posterior, demostró que la opinión pública alemana tenía mayoritariamente
la convicción de que se trataba de un “atentado cometido por los EEUU”.
Es lo más probable. ¿Volarían los rusos su propio gaseoducto que, simplemente con cerrar cortaría el flujo de gas a Alemania?
Ambos atentados se sucedieron en el plazo de una semana, como si
el grupo que cometió el primero, antes de pasar al siguiente, precisase un
período de observación del objetivo. En un principio, parecía claro el motivo por el que los
EEUU estaban interesados en el sabotaje al “Nord Stream”: el gas que Alemania
no compre a Rusia, lo comprará a otro proveedor… a los EEUU por ejemplo. El
atentado, además, llega, cuando la opinión pública alemana, a pesar de todo el
bombardeo mediático, empieza a escorarse hacia los partidarios de una salida
negociada en la crisis ucraniana, en lugar de un apoyo de la OTAN para que Ucrania
siga resistiendo. Pero, en el segundo atentado, el del puente de Crimea, no
estaba claro el objetivo estratégico. En primer lugar, porque el puente no es “vital”
ni para Rusia, ni para su comunicación con Crimea. El puente, como máximo, es
un “símbolo” de la reconstrucción de Rusia y de su deseo de que Crimea siga
siendo rusa. Además, el tramo de puente volado puede reconstruirse con relativa
facilidad.
La cuestión, de los dos atentados, no consistía en sus repercusiones
estratégicas, sino más bien en pulsar cómo reaccionaria Rusia ante los mismos.
Ahora lo sabemos: las ciudades ucranianas bombardeadas son la respuesta. Y no
se trata de bombardeos aleatorios sino de la destrucción sistemática de
infraestructuras. Las enseñanzas de la OTAN en
los bombardeos sobre Yugoslavia en 1998, han marcado el camino: no se trata
tanto de destruir a un ejército, como de pulverizar las infraestructuras de un
país. Los rusos aprendieron la lección y ahora la aplican: cuando “Occidente”
promete enviar más armas y municiones está vendiendo humo. Un misil lanzado
puede reponerse… pero una central eléctrica destruida, un nudo de comunicaciones
convertido en picadillo, unos puentes estratégicos partidos en dos, una
autopista que ha perdido tramos enteros, es algo que no se puede reponer en poco tiempo. Hay que reconstruirlo y eso resulta imposible en tiempo de guerra. La
noche pasada, toda Ucrania ha permanecido a oscuras a causa de los bombardeos.
¿La locura de Putin? Putin no es ningún loco, ni siquiera un
psicópata (de presidentes de gobierno psicópatas entendemos mucho en España). Putin
es un líder enérgico que responde a las provocaciones. Contundentemente,
añadimos. Además, sabe dónde golpea. Rentabiliza cada cañonazo, en una palabra.
Nosotros lo intuimos, pero quienes no tienen la menor duda son los servicios de
inteligencia norteamericanos y, en su propia piel, los ucranianos de a pie.
Resumamos la situación para poder comprobar lo odioso del papel de los EEUU y de sus perros fieles de la OTAN:
- El conflicto se desencadena después de que los EEUU incumplieran la promesa realizada por Bush a Gorvachov de no extender hacia el Este la OTAN. En la última fase de este traslado de las líneas de la OTAN hasta la propia frontera rusa, el gobierno ruso se negó a aceptar que fueran colocadas baterías de misiles a pocos cientos de kilómetros de Moscú. Vale la pena recordar que no ha sido Rusia la que ha ampliado sus fronteras, sino la locura expansionista del Pentágono, estimulada por los “halcones” de Washington los que han hecho todo lo que ha estado en su mano para tensar la situación.
- Hasta ahora, el conflicto estaba localizado en las provincias ucranianas con mayoría rusa (y que, como las Repúblicas del Donetsk y de Lubanks, desde 2014 ya habían optado por desvincularse de Ucrania, manteniendo los ucranianos continuos ataques y atentados contra los partidarios de la integración en Rusia), lo normal hubiera sido sentarse en la mesa de negociaciones para dar término al conflicto. Y esa responsabilidad hubiera podido ser asumida por la Unión Europea (incluso por propio afán de supervivencia, por la proximidad del conflicto a su territorio y para recuperar protagonismo en la escena internacional).
- En lugar de eso, la UE calló y en su lugar, habló la OTAN que no es más que el Pentágono y sus vasallos europeos. Y estos, contra toda lógica, echaron más y más leña al fuego. Ampliaron la OTAN, aumentaron su beligerancia, enviaron armas y respondieron con más y más armas ante los avances rusos. Estas armas permitieron a los ucranianos recuperar algunos territorios poco o mal defendidos. Y, en esas circunstancias, volvía a ser lógico, sentarse en la mesa de negociaciones. En lugar de eso, la respuesta fue la organización de dos acciones terroristas y la réplica rusa, el bombardeo -por primera vez en este conflicto- de infraestructuras urbanas ucranianas.
¿Conclusión? Triste y dramática:
La OTAN está financiando la destrucción de una nación: Ucrania.
Porque son los “líderes occidentales” los que hablan de “grandes valores”
(democracia, libertad, lucha contra la tiranía, contra la locura de Putin, la
verdad, etc.)… pero son los ucranianos los que ponen y seguirán poniendo los
muertos.
Es posible que, con los Leopard, literalmente inservibles
que el gobierno español quiere enviar a Ucrania, los rusos ejerzan el tiro de
pichón, es probable que los misiles norteamericanos y los cañones franceses
enviados, permitirán algún contraataque localizado del ejército ucraniano. Pero
lo que es seguro es que, está noche y probablemente las que seguirán, las
ciudades ucranianas estarán a oscuras. Y en el invierno que está ya próximo
en aquellas latitudes. Quizás en Alemania se pase más frío que el año anterior. En España subirá la factura de la luz. Pero en Ucrania ni siquiera habrá
energía para encender una bombilla. Y todo porque la oligarquía jazara que
gobierna en Kiev creyó que acceder a los cantos de sirena de ingreso en la OTAN
y en la UE iba a ser un “buen negocio”.
De momento, el 15% del territorio ucraniano ya está anexionado a
la Federación Rusa y con referéndum de por medio. Sería un buen momento para negociar.
Pero no: no se llegará a la negociación, porque, como recordó ayer el expresidente
Donald Trump, la “administración Biden” -nos negamos a reconocer que el “presidente
Biden” tenga alguna capacidad de decisión, imposible para alguien que ni siquiera
es capaz de orientarse en una recepción y está sometido a un visible proceso neurológico
degenerativo que ya nada es capaz de ocultar- “está haciendo todo lo posible para que estalle la tercera
guerra mundial”. En esto, Trump tiene toda la razón.
Por eso las elecciones de noviembre en EEUU son importantes, no
solo para ese país, sino para todo el mundo: si el electorado norteamericano no castiga la
gestión de Biden, estaremos más cerca del conflicto generalizado. Si, por el
contrario, Biden sale derrotado y sus candidatos no logran imponerse, estaremos
próximos a grandes cambios en los EEUU. El primero de todos, la sustitución de
Biden por Kamala Harris: con estas elecciones, tradicionalmente, los partidos
norteamericanos tienen que decidir cuál va a ser su próximo candidato. En 2023 comenzará los escarceos que culminarán en las “elecciones primarias”
y lo que está claro es que, Biden no puede presentarse para un segundo mandato, so
pena de correr el riesgo de un ridículo histórico. Los procesos degenerativos
neuronales nunca remiten, sino que, al contrario, se aceleran.
No es que Biden esté “loco”, es que está cada vez más incapacitado para decidir algo. Son sus “halcones”, los que deciden por él. Y para esos halcones está muy claro su objetivo: que sigan muriendo ucranianos y rusos, que, luego, en la paz, el gran negocio será la reconstrucción del país, como hoy lo es el envío de armas a cuenta. Que los muertos los ponen los ucranianos…