Hace quince días fuimos de los
primeros que nos permitimos llamar la atención -a causa de los lazos que nos
unen con aquel país- sobre la huelga de camioneros que había estallado en
Canadá y que durante dos semanas sitió la sede del gobierno canadiense en
Ottawa y obligó al primer ministro, Justin Trudeau, literalmente, a refugiarse
en lugar desconocido, pretextando haber dado positivo en un test PCR… Estos
días se cumple el primer mes de movilización y los medios de comunicación españoles
apenas han tratado la cuestión, a pesar de su importancia.
LA MENTIRA COMO ARGUMENTO CENTRAL
DE TRUDEAU
Las escasas informaciones que
se han publicado en los medios convencionales, nos dicen que la situación se ha
calmado. Justin Trudeau, reaparecido (pero todavía con cara de susto), denunció
que las protestas de camioneros canadienses están “financiados” y “apoyados”
desde EEUU “y desde otras partes del mundo”. Es, por supuesto, mentira: pero el
petimetre que gobierna en Canadá -y con el los que le han colocado allí,
funcionarios del Foro Económico Mundial- sugiere que el ex presidente de los
EEUU Donald Trump está apoyando “financieramente” a los camioneros. En
realidad, Trump, lo único que ha hecho, ha sido manifestar -en varios mítines
masivos- su apoyo a los camioneros. En cuanto a los apoyos “desde otras partes
del mundo”, la frase es suficientemente ambigua para sugerir confusión: Trudeau
quiere hacer pasar por un “apoyo financiero” y una “instigación”, lo que solamente
han sido en Francia, en Australia, en Nueva Zelanda, reproducciones del mismo
problema: hartazgo por las medidas anti-covid y por la obligatoriedad de
unas vacunas cada vez más cuestionadas.
Desde el principio, Trudeau ha
mentido sobre la naturaleza de las protestas: inicialmente, tanto él como
los medios de comunicación, rodearon la movilización de camioneros con el “cerco
del silencio”: optaron por “apagar” cualquier tipo de información, a nivel
nacional y mundial, sobre el movimiento. Luego, cuando a través de redes sociales
(y, especialmente, a través de youTube) fue imposible ignorar el movimiento, la
política informativa de Trudeau tendió sistemáticamente a falsear la
importancia y los motivos de la protesta, presentando a los camioneros como “negacionistas”.
Ahí fue cuando el movimiento se extendió a toda la sociedad. La mentira era tan
flagrante que se volvió contra quienes la habían difundido: el movimiento,
en realidad, era un movimiento de protesta contra la obligación de vacunarse,
contra las restricciones, contra las malas políticas sanitarias, contra la
presión fiscal y contra el encarecimiento de la vida. A partir de ese
momento, se transformó también en un movimiento cívico contra el gobierno de Justin
Trudeau y, lo que es más importante, contra todos los rubros de la “Agenda 2030”
que ha encontrado en la figura de Trudeau a un mix entre lo más parecido de Pedro
Sánchez y ZP: el carácter sociópata del primero y la ideología “bamby” del
segundo.
Cuando los camioneros llegaron
a Ottawa, Trudeau, aterrorizado, huyó y se ocultó en paradero desconocido,
alegando “motivos de salud”. Por entonces, el movimiento popular de protesta
era imparable. La población de Ottawa y de los lugares por donde pasaban las
columnas de camiones, recibían el apoyo, la ayuda en forma de víveres, de
carburante y de muestras de simpatía de TODA la población. Mientras, los medios de comunicación, seguían difundiendo
-patéticamente y cómo podían- la versión oficial: “todo es cuestión de una
protesta de ‘negacionistas’ y de unos camioneros que se muestras ‘especialmente
violentos’”. Pero toda la población sabía que no era así: a través de youTube se
habían ido difundiendo imágenes de camioneros confraternizando con la policía,
de campamentos en los que no existía la menor tensión. Además, estas
informaciones ya tenían poco impacto: la población había dado completamente
la espalda a los medios convencionales y se preocupaba de buscar informaciones “no
sospechosas”, transmitidas por sus vecinos y amigos. No había rastros de
violencia… La mentira seguía siendo el arma preferida del petimetre asustado.
Nadie creyó, por ejemplo, la información distribuida por un diario
gubernamental según la cual en un bloqueo fronterizo en Alberta, la policía incautó
“una provisión grande de armas y acusó a cuatro manifestantes de conspirar para
asesinar a oficiales de policía”. No se ha producido ni un solo episodio de
violencia en el curso de estas manifestaciones.
AL FINAL SIEMPRE HUBO UN
PELOTON DE SOLDADOS ¿QUÉ SALVÓ A TRUDEAU?
El 15 de febrero, a la vista de que la protesta no cedía, el
lacayo del Foro Económico Mundial, aconsejado por sus asesores, se decidió a
aplicar la Ley de Seguridad Canadiense, declarando el “estado de emergencia”. Se da la circunstancia de que el padre de Justin Trudeau,
Pierre Trudeau (otro “liberal”), era el ÚNICO que había recurrido a esta ley
hace cincuenta años. Justin admitió que la aplicación de esta ley era “el
último recurso” para “restablecer la normalidad”. Volvió a repetir que los “camioneros”
habían protagonizado “disturbios”, que habían “perturbado el orden” y causado “pérdidas
millonarias”. La aplicación de esta ley suponía que Trudeau podía recurrir
al ejército para desalojar a los camioneros y suspender los derechos de los
ciudadanos a circular y reunirse libremente, el gobierno podía bloquear sin autorización
judicial las cuentas de los sospechosos de “financiar el bloqueo” (es
decir, las “cajas de resistencia” con las cuotas aportadas por los camioneros y
por la población canadiense que se solidarizó con ellos) hasta el punto de
que una sola donación de 1 dólar canadiense puede bastar para justificar el
bloqueo de cuentas. Así mismo, los camiones que participasen en las protestas
podían ser incautados…
Justin mostró un rostro
congestionado y convulso cuando anunció esta medida: era perfectamente
consciente de que el electorado no se lo perdonaría jamás. Cuatro provincias
federadas manifestaron inmediatamente su oposición a la medida. Los camioneros
se negaron a disolverse y prosiguieron y se redoblaron las protestas en las
calles. El ministerio de defensa vio su centralita bloqueada por miles y miles
de llamadas que pedían que las Fuerzas Armadas protegieran a los camioneros en
lugar de cargar contra ellos. Por su parte, el parlamento que debía ratificar la
medida una semana después de su aplicación (el día 22) no termina de ponerse de
acuerdo. Los diputados que apoyan al “liberal” Trudeau, son conscientes de que
ponerse de su parte tiene un tributo que no todos están dispuestos a pagar.
Para entender lo que ha
ocurrido y está ocurriendo en estos momentos, es preciso conocer la psicología
canadiense: se trata de un pueblo -especialmente en el Quebec y en las grandes
capitales anglófonas, tranquilo, a diferencia del “vecino del sur”, en absoluto
dado a la violencia y a recurrir al enfrentamiento a la primera ocasión, que ha
renunciado a la utilización de armas de fuego y que, salvo en algunas zonas,
apenas existe delincuencia o ésta ha sido vencida. Nadie quiere violencia en
Canadá y nadie está dispuesto a romper la concordia, tal como se ha demostrado
con los habituales episodios de confraternización entre policía, camioneros y
ciudadanos que acudían en apoyo de los primeros. Así mismo, la mentira pronunciada
desde una tribuna pública, arroja una maldición sobre quien la pronuncia. Estas
“tradiciones nacionales” explican que, los camioneros aceptaran ser desalojados
oponiendo resistencia pacífica y que el prestigio de Trudeau y del Partido
Liberal (a pesar de su nombre, sería equiparable al PSOE de aquí) se haya
desplomado en los sondeos.
FRENTE A APOYO POPULAR, CENSURA
Y REPRESIÓN
Lo que más ha preocupado a los
medios mundialistas, es que este movimiento de protesta, que ya ha demostrado
su fuerza, prolongue su existencia. Wesley Wark, investigador de alto rango del
Center for International Governance Innovation, un grupo canadiense de
políticas públicas, reconoció que el movimiento “Recibió bastante apoyo para
propagar su mensaje”. Los manifestantes exigían un alto a todas las medidas
gubernamentales contra la pandemia, pero pedían mucho más: era una protesta
contra la “Agenda 2030” y sus objetivos.
Además, las movilizaciones
pusieron de manifiesto que, a pesar de la censura en redes sociales,
especialmente en Facebook, y en los medios de comunicación convencionales, la
información, libre y veraz, circulaba como un reguero de pólvora. Y, si bien es
cierto que, movimientos de este tipo han aparecido un poco por todas partes
(los “chaquetas amarillas” en Francia, los “indignados” que hace una década
protestaron por la crisis económica, y existen dificultades en transformarlos
en alternativas reales, lo cierto -y seguramente, lo más importante- es que estos
movimientos evidencian el descrédito de los portavoces gubernamentales, y el
estado de ánimo de una población, cada vez más hastiada de su clase política,
de la presión fiscal, de las obsesiones y mentiras impuestas por el Foro
Económico Mundial y de la “corrección política”.
Las protestas y, especialmente
el bloqueó de las rutas clave entre Canadá y Estados Unidos obligó a las
fábricas automotrices a reducir su producción y causó una alteración en el
flujo comercial que se calcula en unos 300 millones de dólares al día. Pero, en
la mentalidad canadiense, estos perjuicios son asumibles, “si la causa es justa”.
Las medidas de Trudeau propiciaron que la Asociación Canadiense de Libertades
Civiles tomara acciones legales para anular la orden, tildada de
“inconstitucional”.
En los partidos canadienses,
las manifestaciones han causado un verdadero seísmo: el líder del Partido
Conservador, Erin O’Toole, fue forzado a dimitir y remplazado por un partidario
acérrimo de las manifestaciones. Doug Ford, el primer ministro de Ontario,
suspendió el requisito de comprobante de vacunación y los límites de aforo para
los negocios antes de lo previsto. Maxime Bernier, el líder del Partido Popular
de Canadá, un grupo de derecha que no tiene escaños en el Parlamento, hizo acto
de presencia en las manifestaciones.
LA OFENSIVA FINAL CONTRA EL
CONVOY DE LA LIBERTAD
La ofensiva sobre el
autodenominado Convoy de la Libertad comenzó el viernes por la mañana cuando
cientos de policías, algunos con porras antidisturbios, acudieron al campamento
de los manifestantes en el centro de Ottawa. Varios de los presentes se negaron
a irse. Formaron una fila frente a los agentes que se acercaban y unidos
de brazos cantaron el himno nacional.
La policía, optó por desalojar
por la fuerza a los camioneros y a la población civil utilizando gas pimienta y
granadas de gas. Las únicas imágenes de violencia que se produjeron y que han
dado la vuelta al mundo, muestran violentos forcejeos
entre centenares de manifestantes y agentes, algunos a caballo. Quienes se
resistían los tiraban al suelo y los esposaban por la espalda. Más de 170 personas han sido arrestadas y 38
vehículos incautados tras dos días de ofensivas. Se trata
de la mayor operación policial en la historia de Canadá.
A partir del 20 de febrero, la
ocupación de las calles en Ottawa, había concluido. Las avenidas estaban vacías
y ocupadas por furgones policiales. Solamente una zona del centro permanecía
anteayer cercada. La policía desalojó a un grupo de varios miles de manifestantes
que ocupaban el estacionamiento de un estadio de béisbol. En las afueras, dos
decenas de camiones pesados y otros vehículos se reunieron de nuevo.
Hay que añadir que,
tras desalojar Ottawa y los puentes que unen Canadá y EEUU, blindando el
centro de Ottawa con cientos de policías y restableciendo la normalidad en las
calles, a día de hoy, Trudeau ha comunicado que “el estado de emergencia en
el país no ha terminado”… Un portavoz del ministerio del interior, añadió
que la “operación policial no ha terminado y que proseguirá durante meses
tratando de identificar e inculpar a los participantes en las protestas”.
Entre las personas detenidas figura Pat King, uno de los manifestantes que
más se destacaron en las protestas. Otros dos organizadores del
denominado convoy de la libertad de los transportistas, Chris
Barber y Tamara Lich, ya habían sido detenidos el jueves. Los tres se enfrentan
a cargos por incitación a cometer daños, obstrucción a la justicia y
desobediencia a una orden judicial. En el momento actual, se han producido 200
detenciones y se han congelado 32 millones de dólares canadienses en donaciones y cuentas
bancarias vinculadas al movimiento de los camioneros.
“La lección más importante de
todo esto es que todos aprendimos que tenemos poder”, comentó B. J. Dichter, portavoz oficial del convoy y añadió que
todo esto ha “sucedido como resultado de la unión de todas estas personas”.
EL PROTOCOLO DEL STABLIHMENT
ANTE LAS PROTESTAS CONTRA EL NUEVO ORDEN MUNDIAL
Vale la pena extraer las
consecuencias de todo lo ocurrido en Canadá en este último mes: los partidarios
del “nuevo orden mundial” y de la Agenda 2030, aplican, ante cualquier
resistencia el mismo “protocolo”:
1) Rodear la protesta con el
cerco del silencio esperando que quede sofocada.
2) Si la protesta persiste, se
trata de deformar sus objetivos y nunca, absolutamente nunca, reconocer el
fondo de la cuestión.
3) Si la protesta persiste,
debe acusarse a los manifestantes con los epítetos de moda en cada momento: “negacionistas”,
“trumpistas”, “ultraderechistas”, “violentos” y difundir el numero de
informaciones falsas para dar credibilidad a estos epítetos.
4) Si todo esto falla y la
protesta aumenta, se trata de recurrir a leyes olvidadas desde hace décadas (en
Canadá), o implementadas recientemente (en el caso de España), para poder
afrontrar la supervivencia del sistema mediante la fuera, poniendo en marcha el
complejo legislativo represivo.
5) Y nunca, en ninguna
circunstancia, habrá que permitir que los que han protagonizado las protestas
se organicen políticamente. Tras la desmovilización habrá que cubrirlos con
procesos, años de cárcel, incautación de bienes, difamaciones, decretando su “muerte
civil” que deberá ilustrar, ejemplarizar y disuadir al resto de la población de
participar en el futuro de iniciativas similares.