Si eres "conspiranoico" y no has oído hablar de "Leo Taxil", es que sólo lo eres a medias e ignoras las "raíces profundas" de la "conspiranoia" (de la misma forma que si crees en "conspiraciones" y no has leído Memoria para servir a la historia de los jacobinos, del abate Barruel, ignoras el origen de las "teorías de la conspiración"; sí, y, por cierto, conspiración y conspiranoia no es lo mismo. En este artículo resumimos la portentosa hazaña de un falsario: "Leo Taxil" se rio de todos, de la masonería, del papa, de sus lectores, de sus camaradas... Esta es su triste, patética y desmadrada historia...
El Caso Leo Taxil:
El carácter católico de la franc-masonería originaria es
tan indiscutible hoy como el trabajo realizado por los protestantes en su
interior tras la dimisión de Christopher Wren al frente de los gremios
operativos. Anderson y Desaguliers sustituyeron los contenidos católicos por un
vago moralismo religioso inspirado en el cristianismo. Hasta que un sector de
la masonería liberal, laica, republicana y positivista francesa no lo
cuestionó, la Biblia permanecía abierta en las páginas del Evangelio de San
Juan. Se pedía a los afiliados que creyeran en Dios como "el Gran
Arquitecto del Universo" y fueron muchos los católicos -como Joseph de
Maistre y los primeros masones españoles- que militaron en las logias.
Pronto surgió el enfrentamiento con la Iglesia. Desde la
Edad Media el papado había visto con recelo que alguien pretendiera arrebatarle
el monopolio del terreno espiritual. Las órdenes militares (templarios, pero
también hospitalarios y teutónicos) habían sido perseguidas por sus rituales y
ceremonias secretas realizadas extramuros del catolicismo; otro tanto ocurrió
con las hermandades artesanas. El "revival" de la masonería en el
siglo XVIII, que conservaba todavía su carácter esotérico e iniciático, avivó
los recelos y las desconfianzas. Fue así como el papado encargó al Santo Oficio
la represión contra la orden masónica, "por causas que solo nos
sabemos", como decía la bula papal, una frase que ha hecho verter ríos de
tinta por lo que de enigmático tiene (y que probablemente responda al hecho de
que los “jacobitas” ingleses exiliados transmitieran al papa datos sobre los
orígenes de la masonería escocesa cuyo origen, ya por entonces, se vinculaba a
la orden templaria, tenida como herética desde principios del siglo XIV.
Esta represión iniciada por el papado contra la masonería
naciente fue utilizada como excusa por el sector laico de la misma que
pretendía excluir el esoterismo y los ritos iniciáticos de la orden. A partir
de finales del siglo XVIII y en el último cuarto del siglo XIX, la masonería
impulsó distintas corrientes anticatólicas: positivismo, ateísmo,
republicanismo, laicismo, etc. que tenían como denominador común el
"librepensamiento".
En todo Occidente los librepensadores estaban
mayoritariamente ligados a las logias y pasaron a considerar a la Iglesia como
"enemigo principal". Esto se tradujo en medidas espectaculares contra
el clero: desamortización de Mendizabal en España, y medidas parecidas en
Francia, ocupación de los Estados Pontificios por los revolucionarios masones y
carbonarios italianos, etc. La iglesia reaccionó: todo lo que no estaba con
ella, estaba contra ella. Todo lo que estaba contra ella, era obra de Satanás.
Luego, la masonería era obra de Satanás; tal era el razonamiento del papado que
se apoyaba en un anticristianismo efectivo del sector mayoritario de la masonería.
Este clima enrarecido fue caldo de cultivo para personajes de baja catadura que
se aprovecharon del encono recíproco entre masonería y papado. Leo Taxil fue
uno de ellos, no el único, pero sí el que más ligado está a la mitología de una
masonería satánica.
Leo Taxil:
biografía de un falsario
Utilizaba el seudónimo de “Leo Taxil”, pero su verdadero
nombre era Gabriel Jogand-Pagés y ya desde muy joven había mostrado sus
habilidades mistificadoras. En Marsella, su ciudad natal, publicó cuando aún no
había cumplido los veinte años que las aguas del puerto estaban infestadas de
tiburones; centenares de marineros se lanzaron en busca de los escualos armados
con arpones; todo era una falacia. Apenas era un adolescente y ya había dado
que hablar. El padre de uno de sus compañeros de estudios era franc-masón y el
joven Jogand-Pagés se interesó por la asociación. Este caballero disponía de
una buena biblioteca con algunas obras de inspiración católica que consideraban
a la masonería como el brazo ejecutor del diablo contra la cristiandad.
A partir de entonces Jogand-Pagés jamás apartaría de su
cerebro la supuesta relación entre logias masónicas y culto diabólico. En esas
fechas ya estaba comprometido con republicanos radicales y pretendió ganar
Bélgica donde se encuentran exiliados dirigentes de esta corriente. Detenido en
la frontera es enviado a un correccional donde conocerá a Frédéric Demetz,
magistrado juez, discípulo del ocultista Fabre d’Olivet. Por ese mismo
correccional había pasado hacía unos años, otro joven que luego daría mucho que
hablar en medios esotéricos, Saint-Yves d’Alveydre. Cuando Jogand-Pagés
recupere la libertad se habrá convertido en un apasionado del esoterismo.
Poco después escribirá un folleto anticatólico dedicado a
Demetz, en el que recomendará a quienes estén necesitados de una religión que
se dirijan al judaísmo, del que dice "está más próximo a la verdad".
A los 16 años ha fundado en Marsella una "Joven Legión Urbana"
compuesta por admiradores de Garibaldi y un periódico anticlerical La Marotte, prohibido dos años después.
Sus artículos ya van firmados con el seudónimo "Leo
Taxil", Leo por el espartano Leónidas y Taxil quizás por ser el apellido
de un notario, conocido de la familia. Tras la prohibición de La Marotte, fundará otros semanarios,
cada vez más radicales y virulentos que le hacen acreedor de una condena de
nueve años de cárcel.
Exiliado en Ginebra publicó la existencia de una ciudad
romana bajo el lago Leman. Se hace franc-masón y librepensador; publica infames
libelos contra el papa. Igualmente inicia una notoria carrera como estafador;
sus "píldoras afrodisíacas", acompañadas de "propaganda
inmoral" le hacen acreedor de vigilancia por parte de la policía suiza. En
1878, una amnistía le permite regresar a París y continuar con sus libelos
antipapistas; la policía lo contrata como confidente y delator de republicanos
extremistas, sin embargo, esto no le impide proseguir su tarea de divulgación
anticlerical.
Anticlericalismo y
pornografía
En la rue des Ecoles de París abre una librería
especializada en estos temas. Para él es un período extremadamente fecundo en
el cual entrega cada tres meses un libro a la imprenta. ¿Los títulos? Los crímenes del clero, La hija del papa,
Los amores secretos de Pío IX... algunos van prologados por el mismo
Garibaldi.
El invento de Taxil consiste en asociar anticlericalismo con
pornografía; el éxito está asegurado. En 1880 ingresa en la logia El Templo de los Amigos del Honor Francés
de París. La ceremonia de iniciación tendrá lugar el 7 de febrero de 1881, pero
un año después el Secretario General de la Orden le prohibirá realizar
conferencias en el interior de las logias. Durante ese tiempo, distintos
autores -entre ellos los franc-masones Víctor Hugo y Louis Blanc- habrán
interpuesto querellas judiciales contra Taxil por plagio.
El 23 de abril de 1881, cinco días antes de la
prohibición, había sido condenado por plagio de un texto de Auguste Roussel. En
enero de 1882 es tachado de "indigno" y expulsado de las logias. A
partir de ese momento se inicia un período de crisis para Taxil. La tirada de
su revista, L’Anti-Clerical pasa en
pocas semanal de 67 a 10.000 ejemplares de tirada. Sus nuevos libelos ya no
tienen el éxito de antes y el 30 de julio de 1884 su librería es declarada en
quiebra.
Taxil camino de
Damasco
Taxil decide dar un golpe de timón. A finales de 1884
empieza a encontrarse secretamente con jesuitas. Su tía, Josephine Jogand,
monja en Lyon, ha servido de mediadora. El 23 de abril de 1885 se convierte al
catolicismo y dos meses después publica su retractación en su propia revista La Républica Anti-Clericale. Realiza un
retiro espiritual y luego se confiesa. Liquida los restos de su librería y se
reconcilia con su mujer. No por ello dejará de ser vigilado por la policía que,
a partir de ahora, lo controlará en su nueva condición de posible monárquico.
Algunos católicos pagan sus deudas y le ofrecen trabajo en la Librería de San
Pablo. Los jesuitas, sin embargo, siempre desconfiarán de él. La nunciatura
apostólica le conmina, sin embargo, a que coloque sus actitudes como periodista
al servicio de la iglesia. Y así lo hará, al menos aparentemente.
Sus libros -más de una docena, uno de ellos dedicado a la
masonería española- fueron traducidos y editados en multitud de idiomas. En
castellano se hicieron diversas ediciones baratas y la propia iglesia favoreció
su difusión. En 1885 aparecieron Los
Hermanos Tres Puntos, El Culto al Gran Arquitecto y Las Hermanas Masonas. A
estos seguirá una refundición de textos antimasónicos vaticanos al año
siguiente. Massimo Introvigne afirma con razón: "En pocos meses Taxil había puesto en manos de los católicos
franceses un arsenal antimasónico completo". Sin embargo, esto no le
impide enfrentarse a la corriente anti-masónica de Edouard Drumont de carácter
político y antisemita. Hasta aquí no hay ninguna "revelación" que
pueda tacharse de falsa. Taxil ha publicado todo aquello que sabía sobre la
masonería y que había conocido a lo largo de sus años de relación con
republicanos, carbonarios, franc-masones y librepensadores, lo ha extraído de
anuarios masónicos, de documentos internos de las logias y de revistas
publicadas por las distintas obediencias. Nada hay en ello de falso Su trabajo
había consistido en ordenar el copioso material de que disponía y servirlo por
entregas. Pronto comprendió que su público necesitaba "revelaciones"
más fuertes... y que el material veraz se le había agotado pronto.
Antimasonismo
religioso
Taxil intentó huir siempre del antimasonismo político; no
estaba claro cual iba a ser su futuro y, en cualquier caso, iba a cuestas de
opciones monárquicas y conservadoras de dudoso futuro. Sin embargo, sostener su
antimasonismo en cuestiones religiosas era mucho más prometedor: la Iglesia
había existido durante 1800 años, estaba extendida a todo el orbe y, disponía
de fuentes inagotables; aseguraba, por lo demás, un mayor campo de aplicación.
Poco a poco, Taxil fue deslizándose por la senda que
llevaba a denunciar la masonería como “agente satánico”. Eso podía satisfacer
al claro y la feligresía y encontraba un terreno abonado. Pero aquí le faltaban
los datos objetivos. Carecía de pruebas sobre la práctica de cultos satánicos
en las logias... así que no dudó en desarrollar temas que ya había tocado antes
y darles un matiz siniestro; volvió, en realidad, a sus orígenes de pornógrafo
y les añadió un toque erótico.
Así, en uno de sus primeros libros como católico, había hablado
de una supuesta "Orden del Palladium", de la que se ignoraba
cualquier otro dato; esta orden, con todo, tal como la configuró en esa primera
ocasión, estaría hoy próxima de los movimientos feministas más moderados. Pero
en libros siguientes, el papel de esta orden irá creciendo hasta convertirse en
la "Alta Masonería Luciferina".
La construcción del
“paladismo”
El año 1891 fue importante para la historia del satanismo.
Huysmans publicó Allá abajo su
célebre obra sobre los ambientes satánicos de París. El impacto causado
desplazó el interés de la opinión pública de la masonería al satanismo. Taxil
tuvo la habilidad de conjugar estos dos elementos con el tercero, la
erotomanía. A partir de esa fecha, las obras de Taxil tomaron un giro radical;
empieza a defender la tesis de que la masonería de "a pié" lo
ignoraba todo sobre quien dirigía efectivamente la orden. A partir del Grado 33
los "grandes maestres" practicaban un culto satánico denominado
"paladismo" dirigido por Albert Pike. Los franc-masones, dirigidos
por una gran sacerdotisa, invocaban al diablo.
Esta mistificación no pudo hacerse sin complicidades de
los más altos vuelos; el “doctor Bataille”, como Taxil y asociado a él,
disponían de informaciones de primera mano, excepcionalmente confidenciales que
utilizaron diestramente y cuyo origen jamás ha sido completamente esclarecido.
Bataille afirmaba que el Paladismo había sido promovido a
partir de la aparición de Satán en julio de 1870 en Milán y fundado el 20 de
septiembre de 1870, día en que las tropas italianas ocuparon Roma. En esa fecha
se instituyó en Charleston el papado satánico ocupado inicialmente por Albert
Pike y luego por Adriano Lemmi, Gran Maestre de la masonería italiana. El "jefe
político" era Mazzini, figura destacada del carbonarismo italiano.
Los mormones no se salvaban de las sospechas de satanismo;
Bataille sostenía que Pike estaba en relación con John Taylor, tercer jefe de
la iglesia mormona, supuesto franc-masón de "Rito Moabita". Alice
Booth, fundadora del Ejército de Salvación, sería con Taylor, Pike, Giosué
Carducci (poeta autor de un Himno a Satán),
John Yarker (masón disidente) y Ettore Ferrari, la dirección mundial del
paladismo.
En Charleston se guardaría la "reliquia de Saint
Jacques", restos del cráneo de Jacques de Molay, el último maestre
templario que "una vez al año,
vomita llamas". También se encuentra allí el auténtico
"Baphomet" templario… Bataille explica que él mismo se ha hecho iniciar
en la masonería luciferina para tener acceso a lugares secretos. En Gibraltar,
recorre el interior de la roca por subterráneos fantásticos en los que
asesinos, blasfemos, tullidos, violadores y psicópatas trabajan en fabricar
venenos y armas mortíferas, pagados por el diablo.
El “doctor
Bataille” y “Diana Vaughan”
Bataille, más que Taxil, fue el inventor de "Diana
Vaughan". La describió hermosa y pervertida. Su padre la inició en 1883 en
la secta y al año siguiente ya ocupa uno de los altos grados de la orden. Taxil
daba todos los detalles sobre estos ritos e incluso dio el nombre de esta
"gran sacerdotisa": Diana Vaughan (su apellido correspondía al de un
famoso alquimista inglés), sería una hipotética e improbable hija del demonio
Bitrú, iniciada en una logia americana en la que fue poseída (no menos
improbablemente…) por el diablo Asmodeo. Todo este cúmulo de despropósitos iba
acompañado de descripciones pornográficas -"sicalípticas" en el
lenguaje de la época- en las que la gran sacerdotisa satánica era una ardiente
lesbiana cuyo morbo era copular manteniendo una hostia en la vagina.
En ese año -1891- Taxil recuperó la relación con otro
personaje, habitualmente complicado en mistificaciones pornográficas, Charles
Hacks, alias "Doctor Bataille". Con este seudónimo, Hacks escribió, a
petición de Taxil, casi 5000 páginas, en forma de folletín, sobre El Diablo en el siglo XIX. La obra se
iniciaba con su ingreso en la masonería en el Rito de Menphis-Misraïm que era
la antesala de una orden de masones luciferinos, la "Orden de los
Re-Teurgos Optimates".
En sus viajes al rededor del mundo, el "Doctor
Bataille" había tenido ocasión de conocer una "franc-masonería
cabalística china", templos luciferinos en la India y Ceylán, evocaciones
a Belzebú por parte de Albert Pike, Gran Maestre de la masonería americana,
mormones satánicos y un largo cúmulo de despropósitos. Bataille distinguía
entre "satánicos", adoradores del mal y "luciferinos" que
consideraban a Lucífer un dios bueno, rival de Yavhé. El satanismo universal
estaba dirigido desde Charleston y el propio Satán aparecía una vez por semana
todos los viernes. En 1885 es investida Gran Maestre del Temple y recibe la
"Cola del León de San Marcos", símbolo de su poder.
En 1892 Taxil y Bataille se asociaron. La
"conversión" de Hacks-Bataille fue tan notoria como la de
Jogand-Taxil, en ambos casos se trataba de librepensadores notorios. Ese año,
Hacks publicó un libro de contenido librepensador, Le Geste" y al poco vio la luz El Diablo en el siglo XIX, firmado por Bataille. Taxil, a todo
esto, seguía publicando libros de contenido católico, mientras su esposa
aprovechaba el material de la anterior etapa y publicaba libros anticristianos.
Hacia el final de
la superchería
Cuando se llega a 1893 resultaba evidente para muchos que
el duo Taxil-Bataille había llegado demasiado lejos. Los medios católicos
ortodoxos ya habían empezado a publicar algunas obras mesuradas sobre el diablo
en las que se denunciaban las supercherías de Taxil. Pero también ocurría lo
contrario: algunos publicistas avispados intentabn aprovechar la ola de
"paladismo" para lanzar al mercado sus invenciones. Cuando en 1895
Taxil publique una nueva obra sobre el paladismo la confusión y las pasiones
desencadenadas a favor y en contra de su obra, de la iglesia y de la masonería,
habrán alcanzado las más altas cotas hasta el punto de que al investigador le
resulta extremadamente difícil encontrar material no "contaminado"
por las luchas fraccionales. Para colmo, ese año fue el de la conversión de
Diana Vaughan al catolicismo.
Todos estos golpes de efecto no impiden que los grupos
antimasónicos, pero también anti-taxilianos, se hagan con el control del
Congreso Antimasónico de Trento, celebrado del 26 al 30 de septiembre de 1896.
Un año más y todo empezará a derrumbarse para los mistificadores.
Bataille reconoció en una entrevista a la revista L’Univers y en carta a la revista
antisemita de Drumont, La libre parole,
en donde reconocía que todo había sido un burdo engaño para mofarse de los
medios católicos. Admitía ser ateo y miembro de la Sociedad de Investigaciones
Psíquicas de Francia, que abandonó por no creer en "lo sobrenatural".
Taxil y Diana Vaughan respondieron que Bataille había sido
comprado por los franc-masones, pero ambos eran conscientes de que sus días de
gloria estaban a punto de terminar. En marzo de 1897, Diana Vaughan prometió
nuevas revelaciones y Taxil convocó una conferencia para el 19 de abril en la
Sociedad de Geografía; allí Diana será presentada en público.
El auditorio estaba dividido en dos sectores; Taxil se
preocupó de que todos dejaran sus bastones y paraguas en el hall, previendo lo
que podría ocurrir. Los ánimos estaban caldeados. Al poco de iniciar su
alocución, Taxil confesó cínicamente que se "había
enrolado bajo la bandera del Vaticano para mistificar"... le
encantaban las bromas.
Explicó con detalles los pasos para lograr que su
confesión fuera creíble y como tuvo que hacer esfuerzos para no reír a
mandíbula batiente. En cuanto a Diana Vaughan, se trataba de una secretaria
guasona a la que divertía extraordinariamente cartearse con obispos y
cardenales. El discurso terminó como empezó, cínicamente: "En mi confesión general al jesuita de Clamart me acusé de un
asesinato imaginario. Yo os anuncio ahora otro crimen. He cometido un
infanticidio. El paladismo, ahora, está muerto y bien muerto. Su padre acaba de
asesinarlo".
En cuestión de 45 minutos, toda la literatura antimasónica
y antisatanista de cinco años, voló en mil pedazos. En la platea la confusión
fue indescriptible, católicos irritados, franc-masones airados y
librepensadores bromistas, reaccionaron como se esperaba de ellos, los primeros
a golpes y los últimos aplaudiendo. Todos los personajes que tuvieron que ver
con la historia murieron o desaparecieron sin dejar huellas. Taxil falleció en
1907 después de seguir escribiendo novelas anticlericales y pornográficas con
distintos seudónimos. La presunta Diana Vaughan, desapareció sin dejar huellas.
De Bataille-Hacks no volverá a saberse absolutamente nada.
Algunos
interrogantes
El mistificador confesó el engaño, luego ¿todo era falso?
Existen muchos puntos oscuros en esta historia. Los libros de Taxil agrupan tal
cantidad de información, buena parte de la cual es auténtica, que resulta
difícil pensar que él solo hubiera podido agruparla, sobre todo en apenas unos
años.
Por otra parte, si sus argumentos esperpénticos
contribuyeron a ridiculizar la credulidad de la Iglesia, tampoco la masonería
resultó bien parada. Aun hoy, hay investigadores muy serios que afirman que el
papel de Taxil consistió en ridiculizar la posibilidad de una masonería
satánica, a través de la exageración y el exceso. Pero que esto no implicaba
que no existiera; simplemente se habría tratado de una cortina de humo para
evitar una investigación verdadera y más profunda.
El resultado final del "affaire" Taxil fue que,
tanto la masonería como la iglesia resultaron desprestigiados. Si la paternidad
del delito suele corresponder a aquel que resulta beneficiado, ni la masonería,
ni la iglesia, ni el propio Taxil, puede decirse que obtuvieran grandes
beneficios, sino todo lo contrario. Algunos han resaltado el hecho de que la
caricatura de un culto masónico-luciferino solo beneficio al propio diablo,
cuya gran treta es demostrar que no existe... Autores que conocen perfectamente
la temática masónica y que, por lo demás, fueron ellos mismos franc-masones,
caso de René Guénon, Arturo Reghini, Jean Robin, discípulo del primero, son de
esta opinión.
En cualquier caso, reconocemos que el estado actual de la
cuestión sobre el "affaire" Taxil es decepcionante: no se sabe si el
mixtificador tuvo inspiradores ocultos, ni a cuenta de quien jugaba la partida.
Posiblemente se tratase sólo de un histrión, psicópata (la mitomanía suele ir
asociada al carácter psicópata y recuérdese la definición que Charles Hacks dio
de su asociado cuando, tras retractarse, se le preguntó su opinión "carácter extremadamente complejo")
atrapado en su propio juego: la necesidad de ir más allá para seguir gozando de
popularidad y fama. Pero la historia del asunto rebasa los medios limitados de
dos hombres con ganas de fama y dinero; ni Hacks, ni Taxil, se beneficiaron
extraordinariamente con todo el asunto. Haks desapareció sin dejar rastro y, en
cuanto a Taxil, tras la conferencia de la Sociedad Geográfica, debió seguir
escribiendo libelos anticlericales para poderse mantener. La cuestión que
planea tras el asunto es si tras la masonería existe (o existió) algún culto
satánico o luciferino. La respuesta, en principio, es negativa en cuanto a las
referencias satánicas. En cuanto a las relaciones con movimientos o creencias
luciferinas, ya es harina de otro costal.