Lo de Catalunya “terra
del seny” es algo que pertenece a otro siglo y que hace mucho tiempo
desapareció. Desde Macià y Companys, de eso, en el nacionalismo, no queda ni rastro.
El pujolismo, al menos, hacía gala del “seny del lladre” (cuyos pasos se guían solamente
por la posibilidad de obtener saqueo máximo con total impunidad). La herencia
del pujolismo ha llegado hasta los impulsores del “procés” a través de sus
herederos: los Artur Mas, los Carles Puigdemont, que se han educado en la
filosofía de Francesc Pujols cuando decía: “Llegara el día en que los
catalanes cuando viajen por el mundo, lo tendrán todo pagado” …
Todo esto de la falta
de sentido común y de la “hiparxiología” (la filosofía de Francesc Pujols,
uno de los catalanes más interesantes de la primera mitad del siglo XX (y, por
tanto, olvidado por la gencat) viene a cuento de los pagos que deberían
realizar los condenados por los referendos soberanistas (que fueron dos, no
uno, sino dos, no se olvide: el de Artur Mas y el de Puigdemont). Ahora pretenden
que seamos todos los catalanes, incluso los que afirmamos desde el primer
momento que aquello estaba llamado a fracasar y que no tuvimos nada que ver,
los que les paguemos las multas a que se hicieron acreedores después de ser
condenados en firme por los tribunales.
Esto confirma
lo que ya hemos dicho en anteriores artículos: que la gencat es cosa de
indepes, hace mucho tiempo que no es el “autogobierno de Catalunya” sino que no
pasa de ser el “gobierno de los indepes, para los indepes y por los indepes”.
De ahí el que se lo guisen ellos y se lo coman, que quedó patente en el 50% de
abstenciones en las últimas elecciones autonómicas.
Es absolutamente
intolerable el que, los condenados entonces por sus propios méritos, quieran
ahora hacernos partícipes a todos de las multas que les cayeron por su propia
irresponsabilidad, y por creer que “lo tenían todo pagado” (aunque no me cabe
la menor duda que la mayor parte de ellos, ni siquiera saben quien era Francesc
Pujols).
Vaya por
delante que las multas estaban muy lejos del agujero que dejó el “procés
soberanista” en las arcas de la gencat. En esa cifra de 5,4 millones de euros,
no entra ni la compra al peso de carne de tertuliano, ni de medios de prensa,
para apoyar el “procés”, ni la publicidad gastada solamente en el referéndum,
ni el coste de los despliegues policiales que se produjeron a causa de la
irresponsabilidad de unos pocos, ni siquiera las costas del juicio en sí mismo,
ni la cifra imposible de calcular por haber creado alarma social no solo en
Cataluña, sino en toda España, ni el dinero gastado en las comisiones del “parlamentet”
para el “desenganche”, etc, etc, etc. Al parecer esa cantidad es solamente
una parte del gasto del “diplocat”, esa especie de “ministerio de exteriores”,
casi una barraca de feria, con la que pretendían que se les tomara en serio en
Europa y que, por lo demás, solamente consiguió -algún día sabremos a qué
precio- que alguna actriz olvidada (la cincuentona Pamela Anderson que había
levantado pasiones como “vigilanta de la playa” hace treinta años, pasara, de
anunciar las “rufles Matutano al fresco pepinillo”, a decir que le parecía muy
bien la iniciativa de Puigdemont) se pronunciara a favor del “procés”.
Imaginemos un
robagallinas o un sirlero. Lo detienen, lo juzgan y lo condenan a pagar las
gallinas que se ha zampado. Un buen día, por una de esas coincidencias cósmicas
que determinan la estupidez de los humanos, aparece un movimiento de
solidaridad con los robagallinas -esa “minoría oprimida”- y la “presión social”
facilita un indulto. Le queda por pagar la multa. Pero, alega que “es cosa de
todos”. O sea, que se la peguemos usted y yo. No sé usted, pero yo no me siento
obligado a financiar a un delincuente.
Salvo que el
Tribunal de Cuentas saque pecho y el lunes a las 00:00, tras expirar el plazo
para el depósito de los 5,4 millones de euros que los 34 exaltos cargos independentistas,
prepárese para pagar su parte de la derrama. No es mucho. A decir verdad,
5.400.000 euros dividido entre 7.566.000 ciudadanos de Cataluña suponen 0,713
euros por persona; pero esa no es la cuestión: es una cuestión de principios. De
la misma forma que el sindicato de robagallinas debería pagar la multa a la que
se hizo acreedor uno de los suyos, si tan solidarios son, los independentistas deberían
estar dispuestos a salvar el patrimonio de sus líderes y, dando por supuesto,
de que, están en torno al 30% de la población catalana, saldrían a 2,5 euros
por persona. Me parecería incluso, justo, necesario y educativo.
Ya sé que los
independentistas no serían capaces de pagar 2,5 euros para salvar a los
condenados. Era Ezra Pound el que decía que cuando un hombre no está
dispuesto a luchar por su ideal, o él no vale nada o su ideal no vale nada.
Aplíquese aquí y que cada cual llegue a las conclusiones que estime
pertinentes, pero, por favor, que nos se nos obligue a pagar a TODOS, la
locura de unos pocos. Y que no se nos diga que la gencat es la institución
de “todos los catalanes” porque este episodio de las fianzas demuestra que sólo
es la institución de una parte de Cataluña, habitualmente en lucha contra la
otra parte y que solamente sirve a esa parte.
¿O es que
alguien albergaba la más mínima duda? Lo ha sido desde que, a Macià, a cambio
de renunciar a la independencia, le crearon una gencat -que nada tenía que ver
con la histórica Generalitat de Catalunya- para que los cargos y carguitos de
su partido, tuvieran un medio para vivir. Al cabo de pocas semanas, hasta en
los pueblos más olvidados, los militantes de ERC y de sus juventudes, vivían de
los sueldos oficiales. Y lo peor es que, desde entonces, las cosas no han cambiado.
Hay que recordar que, tanto para Macià como para los que le han seguido
desde entonces, el “estatuto de autonomía” no era más que el paso intermedio
previo para la independencia. Tampoco esto ha cambiado.
Si los indepes
pierden su patrimonio, lo lamento por ellos; haberlo pensado antes. Cuando
durante años, solamente se come, se cena, se trabaja, se convive, se liga, y se
juega al golf con gentes que piensan como tú, siempre tienes la tendencia a
pensar que todos piensan como el pequeño mundo en el que te mueves. Y, entiendo,
que en 2011-2017, los barandas de la gencat pensaran, no solamente que el
referéndum podía celebrarse (algo que el gobierno les había dicho por activa y
por pasiva, que era ilegal), sino que lo ganarían (algo más que cuestionable) y
que, al final, Catalunya sería el “nuevo Estado de la UE” (a pesar de que la UE
había repetido que era una “unión de Estados nacionales” y no una unión de
calderilla regional). Entiendo, incluso, que el día en que el Estado
intervino la gencat, tuvieran la sensación de que habían metido la pata y, unos
optarán por tomar las de Villadiego, otros por cubrirse las espaldas y todos
por intentar que las fianzas las pagara la aseguradora que había contratado la
gencat (que, claro está, se negó en redondo, porque la letra pequeña decía que
no pagaba responsabilidades por actos ilegales).
Cuando empezó a
hablarse de este tema, al recordar el Tribunal de Cuentas, que una cosa era el
indulto y otro muy diferente el pago de las fianzas, la gencat tomó la
iniciativa: buscó un banco que avalara las fianzas. Dado el “prestigio” de
la institución y la naturaleza de los hechos, ningún banco accedió. Entonces
entró en marcha el plan B: tratar de que fuera el Institut Català de Finances
el que las respaldara, lo que era lo mismo que si los pagara la gencat. A
ver quién es el “valiente” que firma los avales… que, inmediatamente, le hará
sospechoso de prevaricación.
El miércoles pasado
ese “valiente” no apareció y el plan C consistió en ganar algo de tiempo y ver
si convencían a Sánchez de que condonara la deuda de alguna manera. Pero
Sánchez bastante tenía con que en EEUU no lo recibiera ni el Tato, demostrando
que su “prestigio internacional” consiste solamente en salir favorecido en la
tele y que a algún paleto norteamericano le parezca “cool”.
La gencat, está en estos momentos, ha
regresado al plan B: ver si el Tribunal de Cuentas acepta los avales del ICF.
Han ganado cinco días hábiles. Así que, el lunes por la noche, pagan o el
Tribunal de Cuentas tramitará los embargos correspondientes. El lunes, asistiremos
a otra nueva entrega del esperpento: porque todo lo que ha rodeado hasta ahora
el “procés” ha sido un bochornoso, abusivo y destartalado esperpento.
Mi impresión
es que, al final, la coña de las fianzas las pagaremos todos los catalanes. A
fin de cuentas, ya no viene de una indignidad más.