INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

sábado, 31 de octubre de 2020

ESPAÑA: TIERRA Y SOCIEDAD REQUEMADAS

Los incidentes de Barcelona y Burgos, primeras protestas “negacionistas” durante la segunda ola del Covid, han sorprendido por su inusitada brutalidad. Sin embargo, a poco que se vieran las escenas y los protagonistas, se percibió que se trataba de jóvenes, con toda seguridad ni-nis, habituales del porrito y la litrona, con ganas de bronca y con la testosterona subida de tono. Nada representativo de la sociedad: pero sería un error confundir la violencia de ayer, con el hartazgo que está alcanzando a toda la sociedad española.

La clase política tuvo como excusa durante la primera oleada del Covid, el que no estaba preparada para una pandemia de estas características. Ocho meses después, tras la segunda ola que se preveía desde el mes de mayo, todo indica que también ha cogido a las instituciones por sorpresa. No es lo mismo ambicionar el poder, que gobernar. No es lo mismo tener un “Estado de las Autonomías” que tener una “Estado de las Autonomías que funcione”. Aquí han fallado -están fallando- todos los escalones de gobierno:

- los Ayuntamientos por no haber adoptado y propuesto medidas de seguridad, contratado por su cuenta “rastreadores” y preocupado por la salud del municipio a su cargo. Han estado ausentes “esperando órdenes”, nunca tomando la iniciativa.

- las Diputaciones Provinciales que, a fin de cuentas, son organismos que deberían de suplir los límites municipales y garantizar la buena coordinación entre municipios vecinos y que, en esta ocasión, al menos, deberían haber demostrado que sirven para algo.

- las Comunidades Autónomas, con las competencias en sanidad transferidas y que, una tras otra, han fallado, no han aumentado la dotación presupuestaria para los hospitales, no han contratado médicos, enfermeros, ni especialistas, ni siquiera se han preocupado por distribuir mascarillas de uso obligatorio o garantizar el buen funcionamiento de los geriátricos.

- el gobierno del Estado, que ha demostrado lo que todos intuíamos ya: un desprecio absoluto por todo lo que no sea medidas inútiles unas, demagógicas otras, facciosas muchas, ajustes de cuentas y demostración de una incapacidad absoluta para afrontar una crisis sanitaria.

Cada nivel administrativo tiene sus culpas, pero sería absurdo pensar que el ciudadano medio, cada vez más asediado fiscalmente -especialmente el que tiene una nómina y trabaja- va a realizar distingos entre unos y otros: para el ciudadano media es evidente que las administraciones están dando bandazos, que todas ellas actúan con imprevisión, que dictan medidas contradictorias, cuya utilidad ni siquiera está demostrada, que la política de comunicación de las administraciones es un caos que sume al ciudadano en un mar de confusiones y que, para colmo, el número de muertos crece, el de contagiados se ha disparado y el de camas hospitalarias sigue como antes de la crisis.

El ciudadano empieza a percibir que la administración está dejando, poco a poco, de funcionar: teléfonos que nadie descuelga, emails que nadie contesta, oficinas vacías, funcionarios atrincherados que ni siquiera te dejan acercarte a la ventanilla, consultas médicas telefónicas, operaciones de carácter leve -incluso algunas graves- retrasadas sine die, gestiones que deberían poder realizarse en minutos, que se retrasan semanas, meses o, simplemente, resultan imposibles de hacer. Y, para colmo, con la sensación de que el mes de noviembre va a ser duro-durísimo y que, posiblemente, tengamos que celebrar las navidades por Skype.

Esto es lo que el ciudadano percibe. Y, frente a esto, el gobierno responde con mentiras, medias verdades y aventurerismo presupuestario:

- Porque el ascenso de la segunda ola de Covid ha coincidido con la presentación de unos presupuestos vergonzosos que nadie puede tomarse en serio: previsiones de ingresos dignos del cuento de la lechera, mentira al decir que se subirán impuestos para “las rentas altas”, cuando hasta se propone un nuevo impuesto, cínico y repugnante, sobre las cremaciones de cadáveres (ahí parece estar el negocio esta temporada), un impuesto “por nuestra salid” sobre las bebidas azucaradas, impuesto sobre las sociedades y el patrimonio, impuesto sobre el IRPF, aumento del IVA en muchos productos, y luego están las bajadas de bonificaciones, la bajada en la prestación por jubilación anticipada.

- Para la elaboración de estos presupuestos se han calculado unos ingresos muy superiores a los que, efectivamente, se recaudarán y unos gastos muy por debajo de los que se generarán. En cuanto a las tasas de crecimiento y a la evolución del PIB, también se ha optado por el optimismo: ¡como si la pandemia fuera a concluir el mismo día en que se aprueben los presupuestos!

- El principal absurdo de estos presupuestos lo puede advertir cualquier ama de casa, consciente de que no se puede gastar más de lo que se ingresa. Ahora, cuando se trataba de reducir impuestos para estimular inversión, se hace todo lo contrario -con la excusa de la ecología, el medio ambiente, la salud y la demagogia social- solamente para seguir el ejemplo que permitió al PSOE gobernar en Andalucía durante casi 40 años: generar una clientela electoral subvencionada.

- Lo más probable es que, para la primavera, el Estado siga emitiendo deuda y más deuda, con lo que, paralelamente, irán subiendo los seguros para avalarla. En la web de DatosMacro de la revista Expansión, se daban hoy mismo los datos de evolución de la deuda: en el segundo trimestre estábamos a 1 billón 291 millones de euros (70.000 más que en el primer trimestre) y cada español “debe” 27.276 euros. Y, para colmo, la deuda total en el segundo trimestre ha superado el 110,20% del PIB. Y estas cifras, aquí y ahora, ya no son reales: al paso que van las cosas y con los presupuestos aprobados, en Semana Santa, la deuda se habrá elevado hasta los 2 billones de euros

- Las cifras del paro se están enmascarando, minimizando y disimulando. Los ERTE, en este momento, ascienden a 3.4 millones de personas que, viene a ser una cifra similar a la de parados (3.722.000). A nadie se le escapa que, buena parte de los trabajadores afectados por los ERTE terminarán en el paro (y se calcula que los ERTE pueden ir subiendo hasta los 4.000.000). Lo único que el gobierno ha conseguido, por el momento, es disimular las cifras de parados y procurar que esta ocultación se prolongue, como mínimo, hasta Semana Santa, cuando el gobierno cree que la situación sanitaria mejorará, la gente se volverá loca gastando ahorros por la alegría y vendrán turistas a espuertas con ganas de dejar hasta el último euro… Todos intuimos que nada de todo esto se va a cumplir y que, en estos momentos, si sumamos el millón largo de ni-nis (que va aumentando), los 3.500.000 de ERTES (que serán 4 en breve) y los 3.722.000 parados, así como las cifras de inmigrantes subvencionados que van llegando más y más, sin parar y no figuran en ninguna de las anteriores categorías, estamos en torno a 10.000.000 de personas en situación extrema mantenidas con los presupuestos públicos. Absolutamente insostenible… que contrasta con las cifras irresponsablemente optimistas que da el gobierno.

- Las medidas que recomendaría el sentido común serían:

1) Contención del gasto público, reducciones presupuestarias en todos los ministerios, salvo en sanidad y en trabajo.

2) Austeridad en la administración, que incluyera disolución de ministerios inútiles, refundición de ministerios con funciones similares, bajadas de sueldos en altos cargos, liquidación de un 30-60% de “asesores”, optimización de los gastos de las comunidades autónomas con devolución de competencias (educación y sanidad), repatriación de inmigrantes entrados ilegalmente.

3) Reducción de impuestos que estimulara el consumo y aumentara la inversión.

4) Reconocimiento de la gravedad de la situación económica en lugar del optimismo desaprensivo que preside todas las declaraciones de portavoces del régimen.

Se ha hecho todo lo contrario de lo que el sentido común impone. Y se ha hecho para tratar de evitar la erosión del gobierno de coalición. Las medidas presupuestarias lo han sido, no de cada a resolver los problemas de la nación, sino para mantener a un electorado clientelar y cautivo (ecolo-progres, feminitudas y demás GLTBI, grupos subvencionados, inmigrantes con nacionalidad recién adquirida)

¿Qué va a ocurrir?

1) A la segunda ola del Covid, seguirá la tercera, mientras la vacuna se va alejando más y más. Los hoteleros, mucho menos optimistas que el gobierno, empiezan a dar la temporada 2021 por perdida. No puede pensarse que el problema desaparezca cuando suenen las campanadas de fin de año. Hoy, incluso, sería cuestión de ir pensando en un confinamiento mucho más drástico y riguroso que el de la primavera pasada, que se prolongara durante apenas quince días, pero que fuera seguido de medidas de prevención radicales. Eso, o medidas “soft”, adoptadas anárquicamente por las autonomías, contradictorias entre sí, vacilantes y, a menudo, incoherentes, que solamente servirán para prolongar el fenómeno.

2) El deterioro progresivo de la situación económica va a generar un déficit del Estado absolutamente impagable que va a ser la secuela más importante del Covid-19 y que va a afectar, no solamente a nuestra generación, sino a las que vendrán: estas, en efecto, serán las que se queden con la “factura” a pagar por culpa de un gobierno más preocupado por las encuestas de intención de voto que por la adopción de medidas necesarias.

3) El descontento de la ciudadanía seguirá aumentando, lo que implicará actos cada vez más continuos de desobediencia civil, aumento de la brecha entre el ciudadano y las instituciones, sensación de fracaso del régimen y de incompetencia de las autoridades y estallidos de cólera limitados, que irán salpicando nuestra geografía. Pérdida progresiva del control del orden público por parte del gobierno y conversión de la policía en meros expedidores de multas por incumplimiento de las medidas aprobadas por el gobierno (lo que terminará siendo otra medida de recaudación fiscal).

4) Crisis social de dimensiones nunca antes conocida que revolverá por completo las preferencias políticas del electorado. De esta crisis no podrán salvarse los partidos (Podemos y Ciudadanos) que nacieron con la crisis de 2009, ni los proyectos que arrancaron entonces (“procés” catalán), sino que se transformará en el ascenso de nuevas siglas políticas (Vox) y en una desmoralización general y una pérdida de confianza hacia la clase política, los gobiernos y las instituciones que, de prolongarse, se transformará en crisis institucional. Sin olvidar que las elecciones no terminarán de resolver el problema endémico de la democracia española: la baja calidad de su clase política.

Reconozcámoslo: la situación está más negra que nunca. Mucho más que en la transición, mucho más que en los peores momentos del felipismo, mucho más que en las peores ofensivas de ETA, mucho más que con las noticias más espectaculares sobre los niveles de corrupción y de ineficacia judicial para reprimirla, mucho más que durante la crisis de 2008 y que durante la crisis del “procés”, mucho más que en cualquier otro momento de estos últimos 45 años, lo que se avecina no va a tener precedentes. Y, lo que es peor: nunca como ahora ha estado al frente de los destinos del Estado un gobierno que haya mostrado tal incapacidad para estar en el timón.

Acabo está crónica cuando en el canal 24 Horas de RTVE aparece continuamente el “Teléfono contra la violencia doméstica”… no el teléfono de urgencias sanitarias, no el teléfono de la policía para responder a urgencias (entre las que se encontrarían los casos de violencia doméstica…), no un teléfono para denunciar casos de corrupción política, sino solamente, de manera reiterada, obsesiva y continua, el teléfono contra la violencia doméstica. Gran logro éste de la izquierda marciana.

  

viernes, 30 de octubre de 2020

LOS 10.000 HIJOS DE PUTIN O LA “TRAMA DE LOS CHORIZOS IDIOTAS”

El “procés” tiene dos viejas historias conspiranoicas que aparecen y desaparecen: una de ellas es la participación de George Soros en el procés. La otra la colaboración de Puigdemont con Rusia. Ambas son -por supuesto- falsas. Y esto por una sencilla razón: Soros tiene más intereses en Madrid que en Barcelona y, por lo demás, nunca invertiría en un “negocio ruinoso” como la imposible independencia catalana. En cuanto a Putin, ha hecho bien en tomárselo a broma.

Hace unos años, poco antes del proceso independentista, un programa de humor ruso convenció a la Cospedal de que Puigdemont trabajaba para el Kremlim con el nombre de “agente Cipollino” (tradicionalmente, en Cataluña, un independentista es un “çeva”, cebolla en catalán, “Cipolla” es cebolla en italiano y “Cipollino”, sería, por tanto, el “cebollino”…). Ya comentamos todo esto en su momento [ver artículo]. Era una broma, después de que el gobierno Rajoy difundiera la noticia de la participación rusa en el “procés”… Pero, haber, había algo detrás de ambas noticias.

En efecto, el tema de Soros ya lo tratamos ampliamente [ver artículo] y pudimos identificar que las relaciones entre la Fundación Open Society y “Diplocat” eran mínimas y se reducían a un traspaso de 27.024 euros para financiar unas “jornadas sobre xenofobia y euroescepticismo”. En total, Soros entregó a organismos indepes no más de 50.000 euracos, gota de agua en el “procés”… pero, manejando este dato, era posible mezclar el nombre del odiado (y odioso) financiero en el estúpido y estupidizante “procés”.

En cuanto a la implicación rusa, seguramente procedían de la inteligencia norteamericana para la que la Guerra Fría nunca ha concluido y cualquier excusa es buena para aguijonear al rival histórico. Ahora bien, cuando se habla de “participación rusa”, había que distinguir entre “participación oficial” y “participación mafiosa”. Hay que descartar por completo la primera que implicaría a las autoridades rusas e incluiría la independencia de Cataluña como una “operación encubierta”. Así pues, si ha habido algo -y algo parece que ha existido- ha debido implicar a la “mafia rusa” con la “mafia independentista”.

Sea lo que fuere, la justicia lo estaba siguiendo desde hacía años y estos días se han producido los primeros registros y detenciones. Las noticias filtradas a la prensa parecen increíbles, pero no pueden sorprender excesivamente a poco que nos fijemos en los protagonistas por parte catalana. Se trata de “empresarios”, amigos del poder convergente y del independentismo, que cometieron el error de ver y creer a TV3

Durante los años del “procés” la televisión pública pagada por todos los catalanes, daba la independencia como algo ya prácticamente conseguido, del que solamente faltaba el mero trámite del referéndum que, por supuesto, daría el “si”. Quienes se alimentaban del agit-prop difundido por los medios de comunicación de la gencat, creían que sólo quedaban unos pocos trámites fastidiosos que realizar para lograr que Cataluña ingresara en la ONU, para que fuera miembro de la UE e, incluso, tenían “embajadas” que los representaban ante los mandatarios de todo el mundo. Puigdemont, en definitiva, estaba al nivel de Putin o de Obama: en efecto, todos eran “jefes de Estado”.

Y algunos indepes con cargos en el Diplocat empezaron a tratar de ganar puntos llamando a la puerta de misiones diplomáticas e instituciones europeas (visitaron todas las embajadas de países de la UE acreditados en Cataluña e hicieron de su presencia en Bruselas y Estrasburgo, capitales de la UE, una constante. Pronto quedó claro que eran recibidos con frialdad e, incluso, a parte de las declaraciones oficiales y de las noticias de TV3, según las cuales -recuerden la consigna “Cataluña, futuro Estado europeo”-, resultó que las puertas de Europa permanecieron siempre cerradas para los indepes. Así que algunos -ahora se conocen sus nombres- trataron de elaborar un Plan B. China o Rusia, a elegir. Los chinos estaban muy lejos, además sus rostros eran impenetrables. Los indepes no tenían relaciones con ellos. Pero con los rusos era diferente: en primer lugar, porque existe una tendencia rusa a considerarse “próximos al poder” (nosotros mismos hemos conocido a un personaje que decía ser “asesor de Gorbachov”, “asesor de Eltsin” y que todavía aparece como “asesor de Putin”, otro que pasaba por antiguo miembro del KGB -si bien su juventud lo hacía improbable- y, finalmente, a un antiguo “spanetz” que también decía estar “bien relacionado” con el Kremlim) y cualquier empresario ruso, mucho más si se trata de un antiguo diputado de la Duma por Rusia Unida (el partido oficialista), podía pasar como “interlocutor válido” entre el “procés” y el gobierno ruso. Como, Serguéi Markov. A este nombre se sumó el de Mikhail Gorbachov, ex presidente ruso y hoy embarcado en tareas humanitarias, mediaciones remuneradas y presencias de prestigio.

La suma de un antiguo diputado -Markov- y de un expresidente -Gombachov- podía crear la sensación de que “Rusia estaba en el ajo” (mejor “en el encebollado”). Los servicios de seguridad del Estado debieron detectarlo pronto, porque Víctor Terradellas -antiguo responsable de “relaciones internacionales” de CDC, llamado “el Willy Fogg del procés”- es un adicto al teléfono y, sin saber que sus comunicaciones estaban intervenidas desde hacía mucho- iba hablando de sus “logros” internacionales que comunicaba a todos los pilotos del “procés”. Es con él donde la mitomanía, las falsas esperanzas, el desconocimiento del lenguaje diplomático y las medias verdades convertidas en mentirijillas para autoanimarse, han dado lugar a la “Operación Volkhov”.

La idea general es que el tal Terradellas comunicó a Puigdemont y a otros, que podría cambalachearse el reconocimiento catalán a la anexión rusa de Crimea, ¡a cambio del reconocimiento ruso a la independencia de Cataluña! Y no solo eso: en alguna conversación telefónica se habló de que los rusos estaban dispuestos a enviar “10.000 soldados para garantizar la independencia de Cataluña”. Con el sentido del humor que requiere la situación, los medios oficialistas rusos han respondido que no, que existe un error en estas cifras y que no eran 10.000, sino 1.000.000 los militares que estaban dispuestos a enviar a Barcelona… Terradellas afirmó también que esperaba “dinero chino”…

No vale la pena perder mucho tiempo tratando de intuir qué hay de cierto en todo esto. Ningún Estado seria accedería a comprometerse hoy en operaciones de carácter napoleónico. Pero el caso demuestra el nivel intelectual y moral de los dirigentes independentistas y de los personajes que se situaban en torno a ellos durante los meses del “procés”. Estaban dispuestos a admitir un “ejército de ocupación” con tal de no renunciar a su proyecto. Desde Pau Clarís, el independentismo, con excesiva frecuencia, ha hipotecado las libertades de Cataluña, se ha vendido a otro país (Francia habitualmente), no tanto para alcanzar su objetivo -la independencia- sino para “derrotar” a España. Este es su “patriotismo”. Pero hay algo todavía peor.

Esta trama, de la que formaban parte empresarios independentistas, ONGs y entidades ultrasubvencionadas, que ha desviado dinero de la Diputación de Barcelona para el “procés”, ha seguido funcionando después del derrumbe del procés y, gracias a ella, Puigdemont y su corte han podido seguir llevando un tren de vida faraónico en Waterloo. Y lo han hecho con dinero público. Esta es la única realidad, más allá de las fantasías, las ensoñaciones, las medias verdades y las mentirijillas de Terradellas y de sus interlocutores.

Sin olvidar, lo más importante, detrás de todas estas iniciativas “patrióticas”, lo que existía era prisa para que el “procés” llegara a buen puerto. Todos los implicados tenían intereses económicos y promesas de buenos negocios a la sombra de la independencia del Estado recién creado. Todos ellos querían acaparar los grandes asuntos económicos más rentables. Todos ellos eran “corruptos en potencia” -algunos de ellos, como Xavier Vendrell de ERC, están siendo paralelamente investigados por “pelotazos urbanísticos”- y, por eso, tenían necesidad de animar, incluso, a Puigdemont, a seguir dando los pasos que le han llevado a Waterloo. En este contexto, un comentario con cualquier ruso se convertía en “10.000 soldados”, una conversación con el cajero de un “todo a cien” chino, pasara a ser “promesa de dinero de Pekín”, una llamada a la telefonista de la oficina de Govachov era considerada como “muestra de solidaridad del ex dirigente ruso” o un email a Assange, la promesa de que publicaría todo lo que se le enviara... Y así sucesivamente.

El berenjenal judicial es de campeonato y, sobre todo, de comedia de situación: es la continuación al “La República no existe, idiota” y a la broma de “Cipollino”. No estoy muy seguro de si la justicia debería de tomarse todo esto en serio. A medida que se van conociendo más y más detalles de todo aquel cúmulo de despropósitos, el “procés” se va redimensionando de “aventura política” o “cena de los idiotas”. Soy de los que creen que los “políticos presos” (que no “presos políticos”) deberían haber sido juzgados por generar “alarma social” y por “dividir a la sociedad catalana”. Algunos de ellos precisaban psiquiatras más que jueces y, no me importaría que los Mossos D’Esquadra, la Policía Nacional o la Guardia Civil, crearan una “Brigada para la Represión de la Estupidez y la Credulidad” para casos como éste.

Ahora vienen elecciones a la gencat. Supongo que, desde ahora, hasta que se conozcan los resultados, se irán conociendo más y más datos sobre esta comedia de situación catalana. Que ganará ERC está cantado (por mucho que tenga la mayor tasa, en estos momentos, de corruptos, de acosadores). La exCDC ha dado lugar a una marejada de siglas de las que solamente tiene posibilidades de ser algo la que cuente con el nombre de Puigdemont y no parece que la CUP vaya a mejorar sus resultados, sino todo lo contrario. Habrá que ver, si en bloque, los partidos “estatalistas” sube o baja (lo que parece claro es que Cs fue flor de un día y está hoy periclitado y a la baja y que Vox mejorará posiciones.

Que del nuevo “parlament” saldrá una Cataluña ingobernable, parece seguro, en medio de una España covidizada. La cuestión es quién irá a votar y quien se quedará en su casa. En cuanto a la Operación Volkhov, seguro que cuando oigamos hablar de ella, volvemos a sonreír.

 

 

 

martes, 27 de octubre de 2020

EL REY PERDIDO, UN MITO EUROPEO

Todos los países de Europa sin excepción, tienen un tema común relacionado con sus monarquías: el mito del Rey Perdido. Un rey justo, legítimo y amado por sus súbditos, desaparece misteriosamente; todos se niegan a creer que haya muerto, se ha retirado a un lugar oculto y volverá cuando la hora sea propicia para ponerse al frente de la legión de los elegidos en la batalla final contra las fuerzas del mal.

ORIGEN DE LA FUNCION REAL

La etimología de la palabra “rey” es importante a la hora de determinar el concepto que el mundo antiguo se hacía de la función y del símbolo real. Se admite unánimemente que se trata de un término indo–europeo cuya huella se encuentra desde el área extrema de expansión celta (Europa Occidental) hasta la india védica.

En ese ámbito geo-étnico siempre se encuentra la raíz reg– que da lugar a las variaciones rex (latino), el raj (hindú) y el rix (galo), presentes en palabras y nombres como dirigere, Mahararajh, o Vercingetorix. En general, la raíz reg– indica a “aquel que traza el camino”, es decir, define la jefatura y el mando. 

De esta misma raíz deriva la palabra y el concepto de derecho (trazar el camino implica, en definitiva, enunciar un derecho, promulgar una ley): right (en inglés), recht (irlandés antiguo), recht (alemán), y encontramos la misma simetría en la lengua latina entre rex y lex.

Al establecer que la función real era “trazar el camino”, los pueblos indo–europeos hacían algo más que calificar al jefe político–militar. De hecho, la historia nos enseña que no fue sino en un período tardío cuando los monarcas asumieron la conducción militar de su pueblo, mientras que la política estaba delegada a la nobleza. El “dux” –palabra próxima a rex– indicaba a los caudillos militares que asumían el mando en momentos de crisis y en los que el rex delegaba la función guerrera. Luego, cuando se superaba la crisis, desaparecía el cargo de “dux bellorum”, caudillo de las batallas, literalmente. “Trazar el camino”, guiar a su pueblo por las seis rutas del espacio definidas por la cruz tridimensional que marca las direcciones del espacio. El rex tenía el poder de guiar a su pueblo en todas estas direcciones.

La función real primitiva se justificaba en que reyes y dioses no eran sino una misma persona. En el Apocalipsis de Juan se encuentra un eco de este orden de ideas: “Aquel que se sienta sobre el trono” declara “Yo soy el Alfa y el Omega, el Principio y el Fin”.

El rey era concebido como un punto de irradiación, no humano, encarnación directa de poderes trascendentes y, en tanto que tal, digno de ser obedecido; el mando, no era obtenido ni mediante elección, ni por aclamación, sino que procedía de un contacto tangible con entidades superiores, condición imprescindible para que los súbditos aceptaran la sumisión a su voluntad.

LA IDEA DE ORDEN

La prosperidad del reino, la victoria en las batallas y la justeza de sus decisiones, es decir, el Orden, eran muestra del origen divino y legítimo del poder. Si se producía un descalabro militar, una mala cosecha, si la injusticia se enseñoreaba, todo ello mostraba el debilitamiento del vínculo que unía al rey con el supramundo y con los poderes trascendentes. Entonces, sus súbditos podían destronarlo.

La vieja leyenda itálica del Rey de los Bosques de Nemi, cuenta que el rey de aquellos dominios está siempre en guardia bajo un árbol sagrado, y seguirá siendo rey hasta que un esclavo fugitivo consiga sorprenderlo y arrancar una rama del árbol que custodia. Por “esclavo fugitivo” hay que entender un hombre emancipado de los lazos de la materia y que ha logrado establecer un vínculo con la trascendencia.

El mismo símbolo del árbol es reiterativo, indica la fuente de un poder y se relaciona habitualmente en el universo simbólico indo–europeo con la montaña, el centro, la isla, el jardín bienaventurado, etc. Todos estos símbolos suponen lugares inaccesibles, en los que reina el Orden, mientras que, a su alrededor, todo fluye, es caos y dinamismo contingente. Residir o tener acceso a uno de estos símbolos supone conquistar la función real. La montaña del Grial, el castillo de Camelot, la isla de Avalon, el Roble del Destino, el Jardín de las Rosas, el Omphalos de Delfos, etc. pueden ser relacionados fácilmente con lo que decimos y constituyen el centro de un período dorado para la humanidad.

Ahora bien, el hecho de que todo en el mundo tradicional indo–europeo esté sometido a ciclos –ciclo de las estaciones, ciclos lunares, rotación sideral, vida humana– hace que la Edad Dorada no se prolongue hasta el infinito. El tiempo la va desgastando hasta que se produce una caída de nivel que registran todas las tradiciones. Sin embargo, el centro, la montaña, el jardín, o la misma función real no desaparecen, sino que entran en un estado de latencia; se vuelven inalcanzables para los hombres comunes y dejan de influir en los destinos contingentes del mundo. El Jardín del Edén, no desaparece tras la caída de Adán, simplemente se hace inaccesible; otro tanto ocurre con el castillo del Grial, solo visible para las almas puras; en el caso del Jardín de las Rosas del Rey Laurin –que todavía puede visitarse en Bolzano– un hilo de seda lo convierte en impenetrable. La idea es siempre la misma: algo visible, pasa a otra dimensión, no muere, sin embargo, se oculta temporalmente, “hasta que los tiempos estén prestos”, es decir, hasta que una nueva renovación del cosmos, haga posible la manifestación del centro supremo. Y lo mismo ocurre con los monarcas.

EL REY PERDIDO, NO–MUERTO, AGUARDA SU HORA

En este contexto los pueblos indo–europeos han tenido siempre muy arraigado en su estructura mental, el mito del Rey Perdido: un rey querido por todos, justo, amado por su pueblo, deseado,  en un momento dado, desaparece; su pueblo se niega a creer en su muerte; no es posible que los dioses hayan abandonado a un ser tan noble y justo, se dicen, “no ha muerto, está vivo en algún lugar, y un día regresará para ponerse al frente de sus fieles”. Esta estructura se repite una y otra vez en las viejas tradiciones de las distintas ramas del tronco común indo–europeo.

Podemos establecer que los últimos reflejos en estado puro de tal mito terminan con Federico I Barbarroja y, ya en una dimensión esotérica, con la marcha de los Rosacruces de Europa al inicio de la Guerra de los Treinta Años. Pero el mito, ha reaparecido insistentemente en la edad moderna e incluso contemporánea, mostrando la fuerza de su arraigo en la mentalidad indo–europea.

EL "GRAN MONARCA" Y "EL REY DEL MUNDO"

Dos autores de singular personalidad han recuperado tradiciones relativas a este mito. De una parte, Nostradamus en sus célebres “centurias” alude al “gran monarca”, mientras que René Guénon, consagra uno de sus ensayos más esmerados al tema del “rey del mundo”.

Nostradamus en una cuarteta de sus famosas Centurias se hace eco de tradiciones más antiguas sobre el “gran monarca” y las incorpora a sus profecías. Su advenimiento se producirá después de una guerra de 27 años, que empezará en 1999, único año que se menciona con todos sus números y de forma explícita en las profecías de Nostradamus.

Esta leyenda tiene su origen en las décadas inmediatamente anteriores al año 1000, se trata pues, de un mito milenarista, una promesa de renovación. Los primeros rastros de tal tema se encuentran en los escritos del abad Adson de Montier–en–Der (muerto en el 992). Pero Adson bebe de fuentes anteriores, una de ellas el testimonio de San Isidoro de Sevilla (siglo VII) y otra, incluso anterior, de Cesario de Arles (siglo VI).

Es evidente que profecías de este tipo ganan fuerza justo en momentos de crisis y devastación. En el período posterior a las invasiones bárbaras, cuando los movimientos migratorios remiten, cobra fuerza la añoranza y el recuerdo del Imperio Romano, incluso entre los mismos pueblos germánicos invasores, la idea de que Roma representaba el Orden gana fuerza y se produce un sincretismo entre los mitos nórdico–germánicos, con fuerza en esas razas, y los temas propios de la romanidad.

Esa añoranza de la grandeza de Roma se traduce en la aspiración a renovar el Imperio. Cuando Clovis (Clodoveo) es entronizado rey de los francos en el 496, recibe del Emperador de Oriente, la dignidad de Patricio y de César y, por este acto se considera renovado y regenerado el antiguo Imperio Romano. En siglos siguientes, a partir de Carlomagno y de los Hohenstaufen, la fórmula de consagración será calcada de la entronización de los Césares de Roma.

Pero la baja edad media supone una sucesión trepidante de convulsiones que crean en las poblaciones la sensación de que un ciclo está a punto de terminar. Los grandes príncipes son pocos y sus reinados breves, su recuerdo histórico se va diluyendo y entran vertiginosamente en el campo de la leyenda. En esa situación se suceden las profecías, todas interpretando el mismo deseo subconsciente: un gran príncipe –el gran monarca– reunirá a todos los pueblos de Occidente para librar la última batalla contra las fuerzas del anticristo. Aquí podemos ver cristianizado el tema de la “horda salvaje” de Odín y de sus guerreros que esperan en el Walhalla la hora de la batalla contra las fuerzas del mal.

Ahora bien, en el tema del “gran monarca” existe un ápice de nacionalismo galo. El “gran monarca” nace en Francia, en Blois concretamente, y queda ligado indisolublemente a la corona de ese país; contrariamente, el tema del “rey del mundo” tiene un carácter más universal.

LA UNIVERSALIDAD DEL MITO

En los siglos XIX y XX dos relatos traen a Occidente el recuerdo aún vivo del “rey del mundo”. Saint Yves d'Alveydre en su Misión de la India y Ferdinand Owsendowsky en Bestias, Hombres y Dioses hablan, respectivamente de un reino subterráneo, Agartha o Agarthi, al que se refieren tradiciones vivas de Mongolia y la India, transmitidas por monjes budistas, en el que moraría el “rey del mundo”, el “chakravarti”.

En la tradición budista el “chakravarti” es el “señor de la rueda”, o si se quiere “el que hace girar la rueda”. Guénon nos dice al respecto: “es quien, instalado en el centro de todas las cosas, dirige su movimiento sin él mismo participar, o sea quien es –según la expresión de Aristóteles– el ‘motor inmóvil’”. Esa rueda está habitualmente representada con la forma de una svástica, símbolo que, ante todo, indica movimiento en torno a un centro inmóvil.

El “rey del mundo” no es un tema exclusivamente budista. La Biblia registra la misteriosa figura de Melkisedec, rey y sacerdote de Salem, señor de Paz y Justicia. Salem, es equivalente al Agartha y Melkisedec el “chakravarti” judeo–cristiano.

El lugar de acceso a ese centro del mundo aparece en distintas tradiciones: son muchas las leyendas de cavernas que dan acceso al centro del mundo, también montañas que tienen la misma función, islas, lugares marcados con monumentos megalíticos (menhires frecuentemente), lugares “Omphalos” (ombligos del mundo como el santuario de Delfos), todos estos puntos tienen como denominador común el constituir “centros espirituales”, es decir, lugares en los que se favorece el tránsito entre el mundo físico y el metafísico, entre lo contingente y lo trascendente. Todos estos símbolos facilitan la entrada a otro nivel de la realidad, aquel que se ha hecho invisible para los hombres dada su impiedad o simplemente a causa de la involución cíclica del mundo. Entrado éste en la Edad Oscura (Kali Yuga, Edad del Hierro o Edad del Lobo), lo que antes era visible y accesible se convierte en secreto y oculto. No puede llegarse hasta él sino a través de pruebas iniciáticas y de una ascesis interior: tal es la temática de la conquista del Grial, de las grandes rutas de peregrinación, de temas masónicos como el de la “búsqueda de la palabra perdida”, etc.

En esos lugares mora un rey supremo, indiscutible, acaparador del poder espiritual y del temporal, oculto e inaccesible, señor de paz y justicia: el rey del mundo, el rey perdido.

LA RENOVACION DEL MUNDO A TRAVES DEL REY PERDIDO

Existe una interferencia entre los temas del Rey del Mundo y el Gran Monarca de un lado y los del Rey Perdido de otro. Este último, es un gran monarca que ha desaparecido misteriosamente y cuyos súbditos se niegan a creer que haya muerto. Las tradiciones indo–europeas, hablan de reyes que se ocultan en cavernas, o simplemente que desaparecen pero que no han muerto. Pues bien, este es el punto de interferencia entre una y otra tradición.

El tema del “rey perdido” alude a reyes históricos que la crónica ha revestido de contenidos míticos; por el contrario, el tema del “rey del mundo” pertenece exclusivamente al universo mítico. Cuando un rey histórico no muere, sino que desaparece, oculto en una cueva, en una montaña o en una isla, es que ha pasado al dominio del Rey del Mundo, ha establecido contacto con él y ha tenido acceso a ese reino latente que está oculto por culpa de la degeneración del mundo. En todas las tradiciones el “rey perdido”, al desaparecer y entrar en contacto con el “rey del mundo”, legitima su poder y alcanza un rango divino.

Ahora bien, esa situación no durará siempre. Finalizado el ciclo, la espada vengadora del “rey perdido” se manifestará de nuevo y, gracias al poder de su brazo, el mundo quedará renovado, habitualmente tras una gran batalla.

En el Tíbet solo los monjes budistas que han alcanzado un más alto grado de perfección, tienen acceso al reino oculto de Shambala, del cual el Dalai Lama es su delegado y embajador. Allí reside Gesar de Ling, rey histórico que vivió aproximadamente en el siglo XI y gobernó el Tíbet. Las leyendas locales afirman que Gesar no ha muerto, sino que retornará de Shambala al mando de un ejército, para someter a las fuerzas del mal y renovar el mundo agotado y caduco.

ARTURO Y FEDERICO BARBARROJA EN LAS LEYENDAS MEDIEVALES

En la Edad Media europea, mientras tanto, aparece una leyenda que fue considerada como verdad histórica, la del Preste Juan, el Rey Pescador. En Oriente, en un lugar impreciso entre Abisinia e India, existía un reino inmenso gobernado por un avatar de Malkisedec, el Rey Pescador. En su castillo se alojó Perceval en el curso de su conquista del Grial y fue allí donde vio la preciada copa y donde le fueron formuladas las preguntas fatídicas que Perceval en ese momento no supo contestar. Robert de Boron llega a calificar a Perceval de sobrino del Rey Pescador.

En el terreno de la historia se sabe que el Emperador Federico I recibió tres regalos del Preste Juan, (un abrigo de piel de salamandra, que le permitía atravesar las llamas, un anillo de oro y un frasco de agua viva) que suponían un reconocimiento de la dignidad imperial de Federico I por parte del “Rey del Mundo”. Así pues, el Rey del Mundo es aquel rey superior a los demás reyes y que los legitima para su misión.

En diversas ocasiones, monarcas europeos organizaron expediciones para establecer el contacto con el mítico reino del Preste Juan, que invariablemente se perdieron y jamás regresaron. Pero el tema subsistió en las leyendas del Grial.

Arturo, después de la batalla contra las fuerzas del mal representadas por Mordred, se retira a la isla de Avalon. De Carlomagno se dirá lo mismo: que no está muerto, sino que, aguarda el tiempo en que sus súbditos vuelvan a necesitarlo. Federico I y su hijo Federico II, alcanzarán el mismo rasgo legendario, morando en el interior de montañas como el Odenberg o el Kyffhäuser, volverán cuando se produzca la irrupción de los pueblos de Gog y Magog, aquellos que Alejandro Magno –otro rey perdido– encerró con una muralla de hierro.

Es también en el período medieval en el que se establece la festividad de los Reyes Magos, personajes misteriosos que siguen a la estrella que marca el lugar de nacimiento de Cristo. Su triple imagen es un desdoblamiento de la figura de Melquisedec. Si en el rey de Salem está concentrado la triple función de “Señor de Justicia”, “Sacerdote de justicia” y “Rey de Justicia”, en los Reyes Magos, esta función está separada e individualizada en cada uno de ellos.

EL MITO DEL REY PERDIDO EN LA PENINSULA IBERICA

Sobre el suelo de la península ibérica florecieron también leyendas del mismo estilo. Jamás se encontró el cadáver de Roderic o Don Rodrigo, último rey godo; su recuerdo y el de la monarquía legítima animó a su portaespadas, Don Pelayo a iniciar la reconquista en su nombre.

Más tarde, floreció el mito de Otger Khatalon, héroe epónimo de Cataluña; oriundo de Baviera, empuñaba como el Hércules mítico una pesada maza; liberó el valle de Arán y el valle de Aneu del dominio musulmán; una vez cumplida su obra desapareció, no está muerto, solo oculto, y solo volverá cuando se produzca una nueva crisis desintegradora.

Alfonso el Batallador y Don Sebastián de Portugal, desaparecido tras la batalla de Alcazarquivir, dejaron tras de sí un halito de misterio; años después todavía se creía que seguían vivos e incluso algunos impostores pretendieron usurpar su personalidad.

LAS ULTIMAS MANIFESTACIONES DEL MITO

A mediados del siglo XIX aun debía manifestarse el tema del rey perdido en Francia. La historiografía oficial no ha logrado desenmarañar el destino del Delfín de Francia, Luis XVII, desaparecido en la Torre del Temple de París tras el asesinato de sus padres por los revolucionarios. Algunos todavía hoy sostienen que el relojero holandés Naundorff, que llegó un día a París demostrando conocer con una precisión absoluta la infancia del Delfín, era el hijo de Luis XVI.

Setenta años después, algunos rusos blancos exiliados tras la Revolución Rusa, quisieron creer que la Gran Duquesa Anastasia jamás había muerto, sobrevivió a la masacre de Ekhaterinemburgo y daría continuidad a los Romanov.

Finalmente hubo muchos que se negaron a creer en la muerte de Hitler y durante años estuvo extendida la idea que había logrado sobrevivir al cerco ruso de Berlín y huir al Polo en donde prepararía el retorno y la venganza.

La fuerza de la leyenda tuvo aun un postrero coletazo en el “affaire” de Rennes le Chateau, cuyo tema central era la supervivencia de la dinastía merovingia y el hallazgo del “rey perdido” en la figura de un astrólogo y documentalista que decía ser gran maestre de un “Priorato de Sión”. Se trata de un eco postrero en el que la credulidad de las masas arraiga en un sustrato de la psicología profunda de los europeos. Y es que, en el fondo, el “rey perdido” no es sino el arquetipo simbólico de una calidad espiritual próxima a la trascendencia, latente en todos los hombres, olvidada, más no perdida.

A MODO DE CONCLUSION

Caudillo derrotado en ocasiones (Dagoberto, Arturo), en otras muerto, pero cuyo cadáver jamás se encuentra (Barbarroja, Rodrigo), o simplemente líder victorioso de un período áureo (Guesar de Ling), consciente de que los ciclos históricos han decaído y que decide pasar a un estado de latencia hasta que se produzca la renovación del tiempo (de la que él mismo será vehículo), este mito es transversal en el espacio y en el tiempo, reiterándose en todo el ciclo indo–ario.

Siempre la morada de este rey perdido es un símbolo polar: una montaña inaccesible (Barbarroja), una isla dorada (el Avalon de Arturo), el “centro” de la tierra (Cheng Rezing, el “rey del mundo” extremo–oriental), un castillo dorado (Otger Khatalon). El presentimiento de su existencia anima a otros a emprender gestas y hazañas imposibles (la reconquista de Don Pelayo en relación a Rodrigo, los atentados del “Wherwolff” en relación a Adolfo Hitler, la conquista del Grial por los caballeros del Arturo muerto en Avalon) o estar a la espera de la llamada del monarca para acudir a la última batalla (el tema del Räkna–rok y de la morada del Walhalla, el tema del último avatar de Buda y de Shambala).

Lo que se pretende en otros casos es tomar el mito del rey perdido de una forma utilitarista: sería él y sus presuntos descendientes los que garantizarían la legitimidad dinástica (los descendientes de Dagoberto II en el affaire de Rennes le Chateau, los partidarios de Naundorf en la cuestión del Delfín, los de Juan Orth en la dinastía austro–húngara, incluso los de la gran duquesa Anastasia en el caso de la herencia de los Romanov, etc.).

El mito del Rey del Mundo, las leyendas de los reyes perdidos y de los monarcas que aguardan la batalla final rodeados de sus fieles guerreros, pertenece a nuestro pasado ancestral. Es una parte de nosotros mismos, algo que debemos conocer y encuadrar en un universo simbólico y mítico, hoy perdido, pero del cual no podemos prescindir si queremos conocer nuestro origen y nuestro destino.

 

lunes, 26 de octubre de 2020

BARCELONA CREE MÁS EN LOS OVNIS QUE EN EL INDEPENDENTISMO

 

Este fin de semana, por compromisos familiares, pasé por Barcelona. Vivo en un pueblo del Maresme en donde el independentismo es residual. Las pocas banderas indepes me recuerdan a cocoteros de náufragos en medio del océano. Poco antes del 11-S, pude ver apena a quince personas en el “gran mitin” en recuerdo de los “políticos presos” independentistas (ya que no “presos políticos”) en el que se leyeron algunos poemas de Lluis Llach. Algunos bostezaban y la mayoría eran de edad provecta, como el propio Llach.

En la reunión familiar -apolíticos, pero no indiferentes- nadie se preocupó ni de las próximas elecciones regionales, ni siquiera del toque de queda, si bien todos estuvimos de acuerdo en que era la medida previa para un confinamiento 2.0. Otro punto de discusión fue el mal funcionamiento de los CAP de la sanidad pública en distintas zonas de Cataluña, la desasistencia a los ancianos, los teléfonos de organismos públicos que nadie descuelga, los emails anunciados en las webs que nadie contesta y la burocracia que, poco a poco, se está volviendo cada vez más ineficaz. La burocracia de la gencat -como la del Estado- están al borde de la parálisis e inmersas en la ineficacia. Todos habíamos vivido estos últimos meses historias paralelas sobre la ineficacia de la administración catalana, enmascarada con el tema de la pandemia y con aplausos del confinamiento.

Pero, lo que más me sorprendió, fue saber que casi diariamente, un grupo de diez personas cortan la Avenida Meridiana a partir de las 20:00 e, incluso que la Guardia Urbana, en lugar de desalojarlos, está allí para protegerlos. Y vale la pena reflexionar sobre esto.

Barcelona es -lo he dicho en muchas ocasiones- una ciudad cada vez más inhabitable, especialmente el centro, el Ensanche y los barrios que, durante medio siglo fueron los míos: Sans, Sant Antoni, el Casco Antiguo, la Rivera… Para el que no lo sepa, la Meridiana es una kilométrica avenida construida durante el franquismo, por la que cada día entran y salen de la ciudad decenas de miles de vehículos. Cortarla, simplemente, es amargar la vida a ciudadanos que vuelven a sus domicilios después de una jornada laboral. Y es entonces, cuando los 10 merluzos que quedan en la zona, salen a la calle, con sus trapos independentistas e interrumpen el tráfico, como si tal cosa, un par de horitas, porque tampoco es cuestión de perderse los programas de TV3…

Lo normal sería -en una ciudad presidida por el sentido común- que la Guardia Urbana, a la primera noticia de la interrupción, llegara a la zona, restableciera el tráfico, identificara a los merluzos que han protagonizado el incidente y los multara como corresponde a quien altera la vida ciudadana. Con una vez bastaría. Pero no. La Guardia Urbana está allí para protegerlos de las iras de los vehículos. Yo he llegado a pensar que se trata de un comando de alguna organización anti-indepe que haya pensado en realizar operaciones “false flag”, para desprestigiar una causa que, en realidad, está más desprestigiada que Mickel Jackson en un parvulario.

Y tiene gracia, porque la vez anterior que fui a Barcelona en diciembre de 2019, vi algo parecido en Gran Vía esquina Balmes, otras dos grandes arterias de la ciudad. También aquí, los mentecatos no pasaban de la decena, ignoro si se trataba de los CUP, de los CDR, de las JERC o de cualquier otra facción de la secta indepe. También allí la Guardia Urbana protegía la peripatética escena.

Que un grupo de pobres diablos siga creyendo que ganaron no sé qué referéndum hace tres años, que se crean investidos de la misión de cortar el tráfico para demostrar quién manda en la calle y que reciban, además, la protección de la Guardia Urbana, es algo que se me hace incomprensible, especialmente en estos tiempos en donde uno tiene que utilizar mascarilla, evitar entrar en las estadísticas de contagios, preocupado por llegar a la hora o, simplemente, por encontrar un urinario público. Esta es otra lindeza de la ciudad. Verán.

En otro tiempo, en una ciudad en la que no existen urinarios públicos (en toda Europa los hay, pero ningún alcalde Barcelonés ha caído en ello, incluso los que había en algunos lugares están hoy cerrados y sin alternativa), cuando alguien quería orinar, pedía un cafelito y, mientras se lo hacían, visitaba a Winston Churchill. Ahora, en pleno confinamiento, hasta orinar se ha convertido en un problema insuperable.

Los gaudinianos de estricta observancia -que los hay, a pesar de que el todo kischt de la Sagrada Familia va aumentando paralelamente al crecimiento de sus últimas cinco torres- deberían recordar al Ayuntamiento de Barcelona que en algún lugar de los archivos estarán los planos que el arquitecto diseñó de unos urinarios públicos y que no prosperaron. Sería hora de recuperarlos.

Estuve incluso el fin de semana recorriendo parques y jardines de la parte alta de Barcelona: todos tenían los WC cerrados. Sin embargo, los 150.000 perros que hay en la ciudad tienen derecho a orinar en los árboles o en “pipi-cans” apropiados. Barcelona, gracias a los últimos alcaldes, piensa más en los perros que en el bienestar de sus habitantes. Pero esta es, en cualquier caso, otra historia.

Lo mismo podría decirse de los ciclistas, de los patinetes eléctricos y demás medias de locomoción que amenazan al ciudadano a traición y por la espalda, sin respetar sus “carriles”. Porque, en Barcelona, el único que no tiene carril propio y en exclusiva para él es el viandante, a pesar de que andar sea una necesidad para mantenerse en forma y con buena saludo. Pero esta es, en cualquier caso, otra historia.

Me dicen que el independentismo sigue vivo. Seguramente así será, porque, de tanto en tanto, se ve algún trapo sucio, descolorido y roído por el sol y el viento que indica que allí vive un miembro de la secta. Lo cierto es que el independentismo h degenerado en secta. Fracasado su proyecto político, sus gurús solamente tienen interés en sobrevivir. 

El único “Plan B” que son capaces de entrever es que Sánchez tenga necesidad de ellos para seguir “gobernando” (si es que confinamientos, estados de alarma, toques de queda y fisco, se le puede llamar “gobernar”) y puedan forzar otro “referéndum”, esta vez legal, sin porrazos y sin urnas chinas… Tal es el descacharrante “proyecto independentista” que presentarán las distintas subsectas en las que se han fragmentado los impulsores del extinto “procés”.

Y luego está la alcaldesa de Barcelona, la reina de los okupas, la gran timonel de los obstáculos urbanos, la sacerdotisa de la inmigración masiva, la ayatolah de la corrección política… Si solamente dejara hacer a la Guardia Urbana su trabajo, seguramente, la ciudad funcionaría mejor. Total, tampoco es un atentado contra la libertad de expresión, convencer a los 10 merluzos que cortan la Avenida Meridiana regularmente, de que se suban a la acera. Claro está que allí aparecerían como lo que son: una dolorosa irrisión que demuestra que el independentismo ya es una secta. Yo creo que en La Meridiana hay más gente que cree en los OVNIS que en la independencia de Cataluña.

viernes, 23 de octubre de 2020

MOCIÓN DE CENSURA, TODOS GANAN, ESPAÑA PIERDE

Me quejo de que la clase política, como si se tratara de un “reality”, actúa por táctica, es decir, por conveniencias coyunturales, más que por sentido del Estado. Lo vimos esta semana durante la moción de censura presentada por Vox. Lo de menos, para todas las partes, era el contenido: de lo que se trataba era de ganar electores y de propinar algún porrazo al contrario. ¿Y dónde entraban los intereses de este pueblo que está sufriendo y al que le queda por sufrir muchísimo más? Dicen que se dirimirá en las próximas elecciones… como si las elecciones fueran algo más que una instantánea del estado de ánimo modelado por las circunstancias y por los resultados de la publicidad de las partes.

Creo que vale la pena plantearse varias cuestiones sobre la moción de censura. La primera de ellas es sobre quién la ha presentado.

Sabemos para lo que sirve el parlamento: para hablar. El parlamento español tiene la maldición, desde su origen, de que todas las partes se niegan a hablar claro y todas, durante más de 40 años, han aplicado políticas de paños calientes y “cortesía parlamentaria”. Nadie, en efecto, podía hablar más alto que el otro, porque todas las partes eran cómplices, beneficiarias y responsables del destino del país: todas actuaban por táctica y de cada a la galería y todas, en todo momento, aspiraban a asumir el papel en la representación teatral que habían elegido.

La llegada de Vox ha supuesto algo nuevo: por fin ha entrado “la extrema-derecha” en el parlamento con grupo propio. Si el nuevo partido quiere adquirir un perfil propio, debe de adoptar una línea diferente a la de cualquier otro partido. Parece que, finalmente, el equipo dirigente de Vox lo ha entendido y ahora ya no aspira a ser un PP-bis, sino una formación de carácter “populista”, con todo lo que ello implica.

Muchos de los que todavía forman parte de sus directivas regionales, todavía tienen la mentalidad propia del antiguo ultra de derechas, que se reconoció, primero en Fuerza Nueva, luego en el PP donde ocupó la tercera o cuarta fila, más tarde en el PADE donde fueron segundas filas, luego volvió al gallinero del PP, y ahora está en Vox. Pertenecen a otra época: en el fondo, los discursos de Blas Piñar, los debates de Intereconomía ayer y de la Trece hoy, son bastante parecidos. Pero ya no son lo que exige la situación.

España ha cambiado mucho, han aparecido problemas nuevos que no fueron contemplados por Blas ni por la extrema-derecha clásica. Blas todavía podía creer que el catolicismo español reaccionaría, pero no había previsto su declive irremediable; no contemplaba más sectas que el Opus Dei, cuando ahora, como producto de la crisis de la Iglesia, han aparecido media docena de rivales. Incluso, el país ha sido modelado por estatutos de autonomía que obligan a que las direcciones regionales de un partido tengan iniciativa y no esperen “órdenes” de Madrid.

Vox no puede ser lo que fue el PADE, ni mucho menos lo que fue Fuerza Nueva, ni siquiera parecerse a lo que fue y es el PP. Debe ser otra cosa y debe mirarse en el espejo de los partidos que son esa “otra cosa” en el tablero político europeo. Y en Europa Occidental, en concreto.

Desde este punto de vista, es meritorio que Vox haya presentado la moción de censura. Creo que hubiera podido insistir un poco más en las temáticas “populistas”, que podía haber hecho más sangre en materia de inmigración, en gasto social y en seguridad. Reconozco que, de todas las posturas populistas, la “euroescéptica” es la que más dudas me produce: más que negar la necesidad de una Europa unida, de lo que se trataba era de condenar a los que firmaron el acuerdo de ingreso en la UE y de reconocer que la unificación europea es necesario… aunque no tal y como se está haciendo.

Pero, en definitiva, creo que, con la moción de censura, Vox ha dado un paso al frente en la adquisición de un perfil propio y en hacer olvidar sus orígenes peperos.

Segunda cuestión: ¿era necesaria ahora una moción de censura?

El país está a las puertas de un nuevo confinamiento, de momento oculto bajo la forma de “toque de queda” (que no servirá para mucho) y empezamos a tener la convicción de que pasaremos las navidades recibiendo por mensajería los regalos, el árbol de Navidad y que no habrá Papa Noel ni cabalgatas de Reyes Magos para nuestros hijos o nietos. Y esta es solamente una parte del drama: porque, acabadas las fiestas, acabarán también cientos de miles de ERTES y las cifras del paro experimentarán en el primer semestre de 2021 un aumento brutal.

Las elecciones catalanas de febrero, darán la victoria a ERC, aunque es difícil que el “procés” se reinicie en estas circunstancias. Cuando Sánchez anuncie las subidas generalizadas de impuestos (y lo hará tras la navidad) será el llanto y el crujir de dientes. La economía está -ya hoy- destrozada, pero la que se avecina en 2021 va a ser inenarrable. Y, el “planillo” del gobierno, expuesto hace dos semanas, no afronta de manera realista una salida a la crisis, sino que está destinado a contentar a su electorado.

En estas circunstancias parece claro que alguien tenía que presentar la moción de censura. El PP no lo ha hecho por miedo a perderla. Y Vox ha tomado el relevo pensando que lo que podía ganar era mucho más de lo que le supondría una votación adversa que todos dábamos por previsible. El gobierno lo está haciendo mal, muy mal, pésimamente mal: si el parlamento sirve para algo es para recordárselo al gobierno. El PP no ha tenido el valor para hacerlo. Lo ha hecho Vox, así que bien por Vox.

Ahora bien, es más discutible que éste haya sido el momento más adecuado para hacerlo, especialmente desde el momento en que se confirmaban las peores previsiones sobre la “segunda ola” del Covid y, consiguientemente, sobre el hundimiento económico que nos acompañará en los próximos meses.

Probablemente, la moción de censura hubiera sido más efectiva a la vuelta de las navidades más tristes que ha tenido este país desde la guerra civil. En primer lugar, porque, dentro de 90 días, al gobierno le será mucho más difícil ofrecer algún dato que corrobore su “buena gestión” durante la crisis. En segundo lugar, porque habrán llegado entre 25.000 inmigrantes africanos más. En tercer lugar, porque la UE habrá estirado las orejas del gobierno por el plan económico presentado para justificar la limosna. Luego, porque, más de un 50% de quienes se hacían ilusiones de vivir con la “renta mínima vital”, ni siquiera la tendrán tramitada. Y, finalmente, porque las cifras del paro estarán rondando los 5.000.000.

Si ahora el país está anímicamente hundido, económicamente al borde del desplome y políticamente paralizado, dentro de noventa días, estará mucho peor y a Vox le hubiera sido mucho más fácil ahondar en la llaga y, sobre todo, cuidando las palabras, demostrar que quienes apoyan, activamente o con su silencio, a los que han hecho posible este caos, son culpables por acción (PSOE-moños) u omisión (PP-Cs).

Finalmente, debemos plantearnos quiénes han ganado y quién ha perdido con esta moción:

- Vox durante unas horas ha estado en todos los informativos. En la mayoría de los casos, ha sido atacado, incluso por los canales más conservadores. Solamente ha obtenido los votos de sus propios diputados. Eso es bueno: indica a dónde tiene que ir el voto del rechazo, un voto que en los próximos meses se va a ir ampliando, a medida que se agrave la crisis y el caos. Cuando esta crisis mute de económica a política (de momento, lo que inicialmente era una “crisis sanitaria”, ha pasado a ser crisis económica), el electorado recordará que todos dejaron solo a un partido que, a diferencia de todos los demás, hacía un ejercicio de realismo: las cosas no iban bien y era necesario cambiar. El mensaje puede ser asumido por electores que, hasta ahora votaban a la izquierda y a los que esa misma izquierda ha traicionado. Porque Vox debe dejar de pensar en captar votos peperos (que caerán por sí mismos) y orientarse hacia otros bancos de votos. Esa es la primera táctica del manual del perfecto partido populista.

- Al PP tampoco le ha ido mal la moción de censura. Es cierto que su NO a la moción le supondrá dificultades crecientes allí en donde gobierna gracias a Vox y que una parte de su electorado habrá oído las razones de Abascal y se identificará mas con sus críticas que con el discurso conciliador de Casado hacia el PSOE. El PP también ha ganado, al cambalachar su voto por algunos jueces conservadores en el órgano supremo de la magistratura y al obligar a Sánchez a detener su reforma del CGPJ. Y, finalmente, la opción “centrista” de Casado, facilitará el que los votos que pierda por su derecha hacia Vox, se engorden en su “izquierda” con papeletas procedentes de Cs.

- Al sanchismo le ha ido bien la moción porque puede alegar durante unos meses que España está “unida” y que solo disiente “la extrema-derecha”. Así que lo está haciendo de maravilla (hasta que las cifras macroeconómicas, el número de muertos por Covid y el descontento popular que seguirá a la subida de impuestos empiecen a disolver esta impresión). Por otra parte, Sánchez estaba muy preocupado porque los incidentes judiciales hayan puesto al moños (su vicepresidente) en el punto de mira mediático: precisaba de otro “malo” para que los medios pasaran a segundo plano las miserias de Podemos. En definitiva, Sánchez ha visto en la moción un balón de oxígeno que lo alimentará hasta enero. A partir de entonces, puede entrar en caída libre.

- Ciudadanos ha sido el gran perdedor de la moción. Cada día que pasa, el partido se va disolviendo como un azucarillo. Si hasta ahora estaba cómodo en su posición centrista, con un Casado a la derecha, a partir de ahora, se va a ir viendo arrinconado por el redescubierto centrismo del PP. De momento Vallas ha declarado que se reintegrará en la política francesa y, claro está, abandonará Cs a su suerte. De Rivera se sabe más por la prensa del corazón que por las noticias políticas, y las elecciones catalanas consolidarán el hundimiento de Cs. Las ambigüedades de Arrimadas apoyando a Sánchez en las prolongaciones del confinamiento, sus devaneos con el gobierno para tratar de sustituir al partido del moños como socio, el hecho de que gobierne en Andalucía y Madrid junto con el PP, son demasiadas contradicciones para un partido que, como siempre le ocurre al centrismo en España, es flor de un día y alimento para carroñeros al siguiente.

- De Unidas Podemos no vale la pena ni hablar. No ha existido en esta moción. De los casi 200.000 afiliados que declaraba hace cuatro o cinco años, no quedan ni 19.000. Empantanado en procesos judiciales, no le queda ni la posibilidad de presentarse como “esperanza de los desesperados”. Es simplemente, un fracaso más de la política española.

La nueva situación creada tras la emoción, favorece a todas las partes (PSOE, PP, Vox), perjudica a otros (Cs) y no servirá para frenar la caída de UP.

Pero si ha servido, ha sido para una cosa: para demostrar dónde está el PP. Entre sus aliados de hoy (Vox en Madrid y en Andalucía) y sus presuntos enemigos de siempre (PSOE), ha optado por tomar partido por estos últimos. Claro está que lo ha hecho por “táctica”, como si se trata de un reality: pero el caso es que lo ha hecho. Ha pensado en sus intereses de parte antes de en los intereses de toda la sociedad española (que, no lo olvidemos, en estos momentos, es quitarse de encima a los que han hecho posible que España fuera “líder” mundial en número de muertos por Covid por cada 100.000 habitantes, líder en contagios en Europa y líder en que nuestra economía cayera más que ninguna otra de la UE y cuyo “plan de recuperación” es un simple engaño que encubre lo que nos espera: más impuestos, más paro, más muertos…). Casado ha tratado a Abascal -su aliado en algunas comunidades- como si fuera su enemigo. Se ha puesto de parte del peor gobierno de la democracia (no diré de los últimos 80 años, porque no los he conocido todos, pero sí de estos últimos 45 años). Ha contribuido a apuntalarlo durante 90 días. Esto, ni se olvida, ni se perdona.

Hace falta rectificar, pues, el punto de vista que sostiene que el “centro derecha perderá las elecciones si se presenta desunido”, como lo ha estado. Por de pronto, Cs es casi cosa del pasado, un partido tan finiquitado como puede estarlo UPyD. Y entre Vox y el PP se ha abierto un cisma irreconciliable: siguiendo perrunamente las consignas franco-alemanas, Casado ha tratado de aislar a los “populistas”, apoyando a los partidos “constitucionalistas”…

Esto puede clarificar las líneas de tanta hojarasca de siglas: a partir de ahora, podremos hablar de “constitucionalistas” y de “populistas”. Los primeros se intercambiarán apoyos. Los segundos serán los marginados, sin posibles alianzas políticas, pero con la conciencia tranquila de que ellos no son responsables del caos, sino su alternativa. No les quedará otra posibilidad que ir creciendo a costa del bloque “constitucionalista” y de 25% de votos de la abstención.

Cuando la crisis social que está creciendo en estos momentos a pasos agigantados (algo que el PP no advierte por su tradicional desinterés por los cambios en la sociedad española), se convierta en crisis institucional, el cuadro volverá a alterarse: independentistas, la galaxia del moños, el PSOE, se decantarán por la “República Federal”. El PP se manifestará a favor de la constitución de 1978, mientras que Vox, presumiblemente, lo hará a favor de una monarquía con más poderes de los que tiene en la actualidad y con una reforma constitucional impulsada desde la Casa Real.

Lo primero, supondrá la República 3.0, llamada al fracaso como las anteriores en tanto que republiqueta de la corrección política, las ideologías de género, los independentismos enmascarados en “repúblicas federadas” y la multiculturalidad caótica. Es decir, el caos.

Defender la constitución de 1978 supondrá defender lo muerto, aquello que agonizaba desde mediados de los 80 y que, se ha ido apagando poco a poco, manteniéndose vivo, no por su eficacia, sino por que los medios de comunicación y la retórica de los partidos, la ha mantenido en la UCI con respiración asistida.

Solo queda la tercera opción: tiene incógnitas y supone momentos de tensión, pero me gustaría que alguien me indicara qué otra opción realista le queda a este país. Tal posibilidad implicaría que Vox ha ido creciendo electoralmente hasta convertirse en el primer partido del país. ¿Es posible? Claro que sí. Más difícil era que en otros países, los partidos “populistas” crecieran hasta donde lo han hecho y ahí están como una verdadera marea. No hay ningún motivo para que en España sea diferente.  

Lo que está claro es que se avecina la época del “todos contra Vox”, anunciada durante la moción de censura por el tono tanto de Casado como de Sánchez.

En lo personal, me siento raro: odio los ciclos electorales, festivales de la mentira en los que individuos de poco calado se postulan para cobrar sueltos y comisiones muchimillonarias. Pero, nunca como ahora el cuerpo me dice que unas nuevas elecciones supondrían un electroschok para este pueblo que muere y agoniza por mucho que algunos vayan con mascarillas de fantasía…