Me quejo de
que la clase política, como si se tratara de un “reality”, actúa por táctica,
es decir, por conveniencias coyunturales, más que por sentido del Estado. Lo
vimos esta semana durante la moción de censura presentada por Vox. Lo de menos,
para todas las partes, era el contenido: de lo que se trataba era de ganar
electores y de propinar algún porrazo al contrario. ¿Y dónde entraban los
intereses de este pueblo que está sufriendo y al que le queda por sufrir
muchísimo más? Dicen que se dirimirá en las próximas elecciones… como si las
elecciones fueran algo más que una instantánea del estado de ánimo modelado por
las circunstancias y por los resultados de la publicidad de las partes.
Creo que vale la
pena plantearse varias cuestiones sobre la moción de censura. La primera de
ellas es sobre quién la ha presentado.
Sabemos para lo
que sirve el parlamento: para hablar. El parlamento español tiene la
maldición, desde su origen, de que todas las partes se niegan a hablar claro y
todas, durante más de 40 años, han aplicado políticas de paños calientes y “cortesía
parlamentaria”. Nadie, en efecto, podía hablar más alto que el otro, porque todas
las partes eran cómplices, beneficiarias y responsables del destino del país: todas
actuaban por táctica y de cada a la galería y todas, en todo momento, aspiraban
a asumir el papel en la representación teatral que habían elegido.
La llegada de Vox
ha supuesto algo nuevo: por fin ha entrado “la extrema-derecha” en el
parlamento con grupo propio. Si el nuevo partido quiere adquirir un perfil
propio, debe de adoptar una línea diferente a la de cualquier otro partido.
Parece que, finalmente, el equipo dirigente de Vox lo ha entendido y ahora
ya no aspira a ser un PP-bis, sino una formación de carácter “populista”, con
todo lo que ello implica.
Muchos de los
que todavía forman parte de sus directivas regionales, todavía tienen la
mentalidad propia del antiguo ultra de derechas, que se reconoció, primero en
Fuerza Nueva, luego en el PP donde ocupó la tercera o cuarta fila, más tarde en
el PADE donde fueron segundas filas, luego volvió al gallinero del PP, y ahora
está en Vox. Pertenecen a otra época: en el fondo, los discursos de Blas
Piñar, los debates de Intereconomía ayer y de la Trece hoy, son bastante
parecidos. Pero ya no son lo que exige la situación.
España ha cambiado
mucho, han aparecido problemas nuevos que no fueron contemplados por Blas ni
por la extrema-derecha clásica. Blas todavía podía creer que el catolicismo
español reaccionaría, pero no había previsto su declive irremediable; no
contemplaba más sectas que el Opus Dei, cuando ahora, como producto de la crisis
de la Iglesia, han aparecido media docena de rivales. Incluso, el país ha sido
modelado por estatutos de autonomía que obligan a que las direcciones
regionales de un partido tengan iniciativa y no esperen “órdenes” de Madrid.
Vox no puede
ser lo que fue el PADE, ni mucho menos lo que fue Fuerza Nueva, ni siquiera
parecerse a lo que fue y es el PP. Debe ser otra cosa y debe mirarse en el
espejo de los partidos que son esa “otra cosa” en el tablero político europeo.
Y en Europa Occidental, en concreto.
Desde este punto
de vista, es meritorio que Vox haya presentado la moción de censura. Creo que
hubiera podido insistir un poco más en las temáticas “populistas”, que podía
haber hecho más sangre en materia de inmigración, en gasto social y en
seguridad. Reconozco que, de todas las posturas populistas, la “euroescéptica”
es la que más dudas me produce: más que negar la necesidad de una Europa unida,
de lo que se trataba era de condenar a los que firmaron el acuerdo de ingreso
en la UE y de reconocer que la unificación europea es necesario… aunque no tal
y como se está haciendo.
Pero, en
definitiva, creo que, con la moción de censura, Vox ha dado un paso al
frente en la adquisición de un perfil propio y en hacer olvidar sus orígenes
peperos.
Segunda cuestión:
¿era necesaria ahora una moción de censura?
El país está a
las puertas de un nuevo confinamiento, de momento oculto bajo la forma de “toque
de queda” (que no servirá para mucho) y empezamos a tener la convicción de que
pasaremos las navidades recibiendo por mensajería los regalos, el árbol de
Navidad y que no habrá Papa Noel ni cabalgatas de Reyes Magos para nuestros
hijos o nietos. Y esta es solamente una parte del drama: porque, acabadas las
fiestas, acabarán también cientos de miles de ERTES y las cifras del paro
experimentarán en el primer semestre de 2021 un aumento brutal.
Las elecciones
catalanas de febrero, darán la victoria a ERC, aunque es difícil que el “procés”
se reinicie en estas circunstancias. Cuando Sánchez anuncie las subidas generalizadas
de impuestos (y lo hará tras la navidad) será el llanto y el crujir de dientes.
La economía está -ya hoy- destrozada, pero la que se avecina en 2021 va a ser
inenarrable. Y, el “planillo” del gobierno, expuesto hace dos semanas, no
afronta de manera realista una salida a la crisis, sino que está destinado a contentar
a su electorado.
En estas
circunstancias parece claro que alguien tenía que presentar la moción de
censura. El PP no lo ha hecho por miedo a perderla. Y Vox ha tomado el
relevo pensando que lo que podía ganar era mucho más de lo que le supondría una
votación adversa que todos dábamos por previsible. El gobierno lo está
haciendo mal, muy mal, pésimamente mal: si el parlamento sirve para algo es
para recordárselo al gobierno. El PP no ha tenido el valor para hacerlo. Lo ha
hecho Vox, así que bien por Vox.
Ahora bien, es
más discutible que éste haya sido el momento más adecuado para hacerlo,
especialmente desde el momento en que se confirmaban las peores previsiones
sobre la “segunda ola” del Covid y, consiguientemente, sobre el hundimiento económico
que nos acompañará en los próximos meses.
Probablemente, la
moción de censura hubiera sido más efectiva a la vuelta de las navidades más
tristes que ha tenido este país desde la guerra civil. En primer lugar,
porque, dentro de 90 días, al gobierno le será mucho más difícil ofrecer algún
dato que corrobore su “buena gestión” durante la crisis. En segundo lugar,
porque habrán llegado entre 25.000 inmigrantes africanos más. En tercer lugar,
porque la UE habrá estirado las orejas del gobierno por el plan económico
presentado para justificar la limosna. Luego, porque, más de un 50% de quienes
se hacían ilusiones de vivir con la “renta mínima vital”, ni siquiera la
tendrán tramitada. Y, finalmente, porque las cifras del paro estarán rondando
los 5.000.000.
Si ahora el
país está anímicamente hundido, económicamente al borde del desplome y
políticamente paralizado, dentro de noventa días, estará mucho peor y a Vox le
hubiera sido mucho más fácil ahondar en la llaga y, sobre todo, cuidando
las palabras, demostrar que quienes apoyan, activamente o con su silencio, a
los que han hecho posible este caos, son culpables por acción (PSOE-moños) u
omisión (PP-Cs).
Finalmente, debemos
plantearnos quiénes han ganado y quién ha perdido con esta moción:
- Vox durante
unas horas ha estado en todos los informativos. En la mayoría de los casos, ha
sido atacado, incluso por los canales más conservadores. Solamente ha
obtenido los votos de sus propios diputados. Eso es bueno: indica a dónde
tiene que ir el voto del rechazo, un voto que en los próximos meses se va a
ir ampliando, a medida que se agrave la crisis y el caos. Cuando esta crisis
mute de económica a política (de momento, lo que inicialmente era una “crisis
sanitaria”, ha pasado a ser crisis económica), el electorado recordará que todos
dejaron solo a un partido que, a diferencia de todos los demás, hacía un
ejercicio de realismo: las cosas no iban bien y era necesario cambiar. El
mensaje puede ser asumido por electores que, hasta ahora votaban a la izquierda
y a los que esa misma izquierda ha traicionado. Porque Vox debe dejar de pensar
en captar votos peperos (que caerán por sí mismos) y orientarse hacia otros
bancos de votos. Esa es la primera táctica del manual del perfecto partido
populista.
- Al PP
tampoco le ha ido mal la moción de censura. Es cierto que su NO a la moción
le supondrá dificultades crecientes allí en donde gobierna gracias a Vox y que una
parte de su electorado habrá oído las razones de Abascal y se identificará mas
con sus críticas que con el discurso conciliador de Casado hacia el PSOE. El PP
también ha ganado, al cambalachar su voto por algunos jueces conservadores en
el órgano supremo de la magistratura y al obligar a Sánchez a detener su
reforma del CGPJ. Y, finalmente, la opción “centrista” de Casado,
facilitará el que los votos que pierda por su derecha hacia Vox, se engorden en
su “izquierda” con papeletas procedentes de Cs.
- Al
sanchismo le ha ido bien la moción porque puede alegar durante unos meses que España
está “unida” y que solo disiente “la extrema-derecha”. Así que lo está
haciendo de maravilla (hasta que las cifras macroeconómicas, el número de
muertos por Covid y el descontento popular que seguirá a la subida de impuestos
empiecen a disolver esta impresión). Por otra parte, Sánchez estaba muy preocupado
porque los incidentes judiciales hayan puesto al moños (su vicepresidente) en
el punto de mira mediático: precisaba de otro “malo” para que los medios
pasaran a segundo plano las miserias de Podemos. En definitiva, Sánchez ha
visto en la moción un balón de oxígeno que lo alimentará hasta enero. A partir
de entonces, puede entrar en caída libre.
- Ciudadanos
ha sido el gran perdedor de la moción. Cada día que pasa, el partido se va
disolviendo como un azucarillo. Si hasta ahora estaba cómodo en su posición
centrista, con un Casado a la derecha, a partir de ahora, se va a ir viendo
arrinconado por el redescubierto centrismo del PP. De momento Vallas ha
declarado que se reintegrará en la política francesa y, claro está, abandonará Cs
a su suerte. De Rivera se sabe más por la prensa del corazón que por las
noticias políticas, y las elecciones catalanas consolidarán el hundimiento de
Cs. Las ambigüedades de Arrimadas apoyando a Sánchez en las prolongaciones del
confinamiento, sus devaneos con el gobierno para tratar de sustituir al partido
del moños como socio, el hecho de que gobierne en Andalucía y Madrid junto con
el PP, son demasiadas contradicciones para un partido que, como siempre le
ocurre al centrismo en España, es flor de un día y alimento para carroñeros al
siguiente.
- De Unidas
Podemos no vale la pena ni hablar. No ha existido en esta moción. De los casi
200.000 afiliados que declaraba hace cuatro o cinco años, no quedan ni 19.000.
Empantanado en procesos judiciales, no le queda ni la posibilidad de
presentarse como “esperanza de los desesperados”. Es simplemente, un fracaso
más de la política española.
La nueva
situación creada tras la emoción, favorece a todas las partes (PSOE, PP, Vox),
perjudica a otros (Cs) y no servirá para frenar la caída de UP.
Pero si ha
servido, ha sido para una cosa: para demostrar dónde está el PP. Entre sus
aliados de hoy (Vox en Madrid y en Andalucía) y sus presuntos enemigos de
siempre (PSOE), ha optado por tomar partido por estos últimos. Claro está que
lo ha hecho por “táctica”, como si se trata de un reality: pero el caso
es que lo ha hecho. Ha pensado en sus intereses de parte antes de en los
intereses de toda la sociedad española (que, no lo olvidemos, en estos
momentos, es quitarse de encima a los que han hecho posible que España fuera “líder”
mundial en número de muertos por Covid por cada 100.000 habitantes, líder en
contagios en Europa y líder en que nuestra economía cayera más que ninguna otra
de la UE y cuyo “plan de recuperación” es un simple engaño que encubre lo que
nos espera: más impuestos, más paro, más muertos…). Casado ha tratado a
Abascal -su aliado en algunas comunidades- como si fuera su enemigo. Se ha
puesto de parte del peor gobierno de la democracia (no diré de los últimos
80 años, porque no los he conocido todos, pero sí de estos últimos 45 años). Ha
contribuido a apuntalarlo durante 90 días. Esto, ni se olvida, ni se perdona.
Hace falta
rectificar, pues, el punto de vista que sostiene que el “centro derecha perderá
las elecciones si se presenta desunido”, como lo ha estado. Por de pronto, Cs
es casi cosa del pasado, un partido tan finiquitado como puede estarlo UPyD. Y
entre Vox y el PP se ha abierto un cisma irreconciliable: siguiendo perrunamente
las consignas franco-alemanas, Casado ha tratado de aislar a los “populistas”,
apoyando a los partidos “constitucionalistas”…
Esto puede
clarificar las líneas de tanta hojarasca de siglas: a partir de ahora,
podremos hablar de “constitucionalistas” y de “populistas”. Los primeros se
intercambiarán apoyos. Los segundos serán los marginados, sin posibles alianzas
políticas, pero con la conciencia tranquila de que ellos no son responsables
del caos, sino su alternativa. No les quedará otra posibilidad que ir
creciendo a costa del bloque “constitucionalista” y de 25% de votos de la
abstención.
Cuando la crisis
social que está creciendo en estos momentos a pasos agigantados (algo que el PP
no advierte por su tradicional desinterés por los cambios en la sociedad
española), se convierta en crisis institucional, el cuadro volverá a alterarse:
independentistas, la galaxia del moños, el PSOE, se decantarán por la “República
Federal”. El PP se manifestará a favor de la constitución de 1978, mientras que
Vox, presumiblemente, lo hará a favor de una monarquía con más poderes de los
que tiene en la actualidad y con una reforma constitucional impulsada desde la
Casa Real.
Lo primero,
supondrá la República 3.0, llamada al fracaso como las anteriores en
tanto que republiqueta de la corrección política, las ideologías de género, los
independentismos enmascarados en “repúblicas federadas” y la multiculturalidad
caótica. Es decir, el caos.
Defender la
constitución de 1978 supondrá defender lo muerto, aquello que agonizaba
desde mediados de los 80 y que, se ha ido apagando poco a poco, manteniéndose
vivo, no por su eficacia, sino por que los medios de comunicación y la retórica
de los partidos, la ha mantenido en la UCI con respiración asistida.
Solo queda la
tercera opción: tiene incógnitas y supone momentos de tensión, pero me
gustaría que alguien me indicara qué otra opción realista le queda a este país.
Tal posibilidad implicaría que Vox ha ido creciendo electoralmente hasta
convertirse en el primer partido del país. ¿Es posible? Claro que sí. Más
difícil era que en otros países, los partidos “populistas” crecieran hasta
donde lo han hecho y ahí están como una verdadera marea. No hay ningún motivo
para que en España sea diferente.
Lo que está
claro es que se avecina la época del “todos contra Vox”, anunciada durante la
moción de censura por el tono tanto de Casado como de Sánchez.
En lo personal,
me siento raro: odio los ciclos electorales, festivales de la mentira en los
que individuos de poco calado se postulan para cobrar sueltos y comisiones
muchimillonarias. Pero, nunca como ahora el cuerpo me dice que unas nuevas
elecciones supondrían un electroschok para este pueblo que muere y agoniza por
mucho que algunos vayan con mascarillas de fantasía…