Conclusión
El cine italiano del Ventennio
es más un cine de entretenimiento que un cine de propaganda del régimen. Mussolini
se preocupó mucho más de forjar una industria del cine nacional fuerte y con
iniciativa, que un instrumento pasivo al servicio del régimen. Menos de
un 10% de las películas filmadas en aquellos 20 años pueden ser consideradas
como específicamente de propaganda política, directa o indirecta. Salvo Camiccie
Nera, película de la que se dice que al verla proyectada Mussolini lloró,
la mayoría de cintas de ese tipo demuestran que el fascismo hasta finales de la
década de los 30 no situó en su justa medida el valor del cine como instrumento
de propaganda política.
En este artículo nos hemos centrado
especialmente en el cine de propaganda durante el Ventennio. Ha sido
inevitable que mencionáramos las realizaciones del régimen en este terreno
(especialmente de la Mostra Bienal de Venezia y del Instituto LUCE),
pero también, a la hora de concluir este artículo, hay que destacar que la
industria cinematográfica italiana, trabajó con bastante libertad durante el Ventennio
y no fue, contrariamente a lo que algunos pretendieron, una mera correa de
transmisión entre el régimen y las clases populares, principales consumidoras
de productos cinematográficos. Eso fue lo que permitió que, durante el Ventennio,
las vocaciones cinematográficas se formaran libremente y así fue como
directores que, en la postguerra alcanzaron fama internacional (Antonioni,
Rosellini, De Sica), pudieran adquirir una experiencia importante en aquellos
años.
Pero es evidente que si hay que
destacar alguna de las creaciones del fascismo en materia cinematográfica como
muestra perenne de su tarea de gobierno en este capto habrá que aludir a la
Bienal de Venecia que todavía hoy sigue siendo, junto con el festival de
Cannes, una muestra de la vitalidad (decreciente, por cierto) del cine europeo
frente a su competidor hollywoodiense. Esto es lo que ha quedado del régimen
fascista en el campo de la cinematografía, eso y Cineccità, la ciudad del cine,
que todavía hoy sigue funcionando a un aceptable ritmo de trabajo.
1. El Istituto Luce
La idea de crear un ente
paraestatal dedicado a la cinematografía se decidió, inicialmente, al
periodista Luciano De Feo, preocupado por la forma de educar mediante la
imagen a la población analfabeta. El Istituto se creó oficialmente el 5 de
noviembre de 1925 obteniendo la calificación de “Ente moral” de derecho público.
Previamente había existido como sociedad anónima con el mismo nombre. En sus
estatutos figuraba como finalidad del LUCE “la difusión de la cultura
popular y de la instrucción general por medio de visiones cinematográficas,
comercializadas en las mejores condiciones posibles y distribuidas con fines de
beneficencia y propaganda nacional y patriótica”. Desde 1927 elaboró el Giornale
Luce, (del que se produjeron 428 ediciones a partir de 1927)
considerado hoy como el precedente de todos los telenoticias italianos.
Solamente a partir de 1935, el
Istituto Luce creó el Ente Nazionale Industrie Cinematografiche (ENIC)
completamente dedicado a la producción de películas de ficción. Su primera
producción importante fue Scipione l’Africano (1937) dirigida por
Carmine Gallone (el director dijo al acabar la película: “Si no le gusta a
Mussolini me pego un tiro”... la película a pesar de no gustarle
excesivamente al Duce fue bien acogida por la crítica y el público).
En 1936, el Istituto Luce que
hasta ese momento había dependido directamente de la Presidencia del Gobierno
(Mussolini), paso orgánicamente al Ministerio de Cultura Popular y ese mismo
año, estableció su sede en Cinecittà.
Al terminar la Segunda Guerra
Mundial el instituto siguió existiendo y produciendo numerosos documentales y
películas, dirigido entre otros por Liliana Cavai, Ettore Scola, y otros
conocidos directores italianos, muy alejados del fascismo. En 2009, la
sociedad se fusionó con Cinecittà Holding, constituyéndose en sociedad anónima
con el nombre de Cinecittà Luce. Como colofón a esta historia cabe decir
que el 6 de julio de 2012, se creó el canal YouTube en donde se están
incorporando progresivamente las películas más representativas de la historia
del cine italiano (y buena parte de las que aludimos especialmente en este
artículo).
El episodio histórico del cerco del
Alcázar de Toledo durante la Guerra Civil Española, paradójicamente, fue objeto
de la filmografía italiana y jamás tuvo en el régimen franquista una película
que le fuera dedicada. La película obtuvo un premio en la Mostra
Internazionale d’Arte Cinematografica. Dirigida por Augusto Genina en 1940
su título original fue L’assedio dell’Alcazar y se rodó
íntegramente en Cinecittà, salvo algunas escenas de exteriores que se
rodaron en Toledo. La película y su difusión fueron favorecidas por el
Ministerio dell’Informazione e Propaganda. La película fue filmada con un
despliegue de medios poco común en las producciones de la época y en el mercado
español se distribuyó con el nombre de Sin novedad en el Alcázar.
Además de la narración exaltada de
los hechos históricos que se produjeron en torno al asedio, la película destaca
por reconstruir la vida diaria de los sitiados, sus sensaciones, sus
sentimientos y su temores. Es, indudablemente, una película de propaganda
pero su éxito en la época se debe precisamente a que no fue solamente eso.
El propio Michelangelo Antonioni, que luego alcanzaría fama mundial como
director del neorealismo italiano, elogió la cinta cuando esta fue proyectada
en la Mostra de Venezia. Decía Antonioni: “Entre los momentos mejor
conseguidos anotemos el pánico al primer bombardeo, el matrimonio in extremis y
los últimos combates; páginas cinematográficas que compensan el leve impacto
inicial de la película”.
No se trató de la única película sobre
la Guerra Civil filmada en Italia. Edgar Neville en 1939 filmó en aquel país
el largometraje Carmen fra i rossi que poco después fue proyectado en
España con el título de Frente de Madrid. Entre ambas versiones se
produjeron cambios sustanciales como el papel de protagonista principal que en
la versión italiana fue ocupado por Fosco Giachetti y en la española por Rafael
Rivelles. La versión española se perdió y hoy se da como irrecuperable,
mientas que la versión italiana fue proyectada en aquel país en 2006 en
Bologna, en el curso del XX Festival del Cinema Ritrovato.
Rodada en 1941, La Corona de
Hierro fue la gran triunfadora de la Mostra Internazionale d’Arte
Cinematografica di Venezia. A su director, Alessandro Brasetti, le corresponde
el título de mejor director italiano durante el Ventennio y, sin duda, el mejor
director identificado con el régimen fascista. Después de cursar estudios
en el Colegio Militar Italiano de Roma, atraído por el cine, ejerció como
periodista y crítico del séptimo arte en el diario L’Impero. En 1926
fundó Il mondo e lo schermo, subtitulado “semanario ilustrado del
conematógrafo”, que publicó un total de 22 números, sustituido luego por Lo
Spettacolo d’Italia. Tras esta sólida experiencia como crítico abordó la
filmación de películas fundando en 1928 la Cooperativa Augustus con la que
filmó su primera película, Sole, en la línea ruralista del régimen. La
película fue un fracaso comercial, pero Blasetti siguió en la línea emprendida
filmando la primera cinta sonora italiana, Resurrectio (1930). Sus
experiencias en cine histórico datan de ese mismo año cuando conoció a Ettore
Petrolini, colaborando en la filmación de Nerone, con la que el régimen
marcó su interés por las cintas de contenido histórico. En los años siguientes,
Blasetti siguió filmando temas de interés para el fascismo (Terra madre
en la que exaltaba la vida campesina, Palio de contenido populista),
filmes impulsados por su creatividad mucho más que sugeridos por el régimen.
Todavía hoy se duda si Vecchia Guardia fue filmada como testimonio de su
fidelidad al fascismo o bien promovida por el régimen. Al producirse el
hundimiento del fascismo, Blasetti no se sumó a la República Social
evitando así la depuración de todos los elementos que habían colaborado con el
régimen. Su habilidad consistió siempre en presentarse como mediador entre
la industria del cine norteamericana y las necesidades de protección de la
industria nacional. En la postguerra dirigió a los grandes actores del cine
italiano y se integró como realizador en la RAI.
La Corona de Hierro fue
presentada como producción “kolosal” del cine italiano, cosechando un gran
éxito en ese país. Eran los tiempos en los que se intentaba favorecer la
aceptación de la alianza con Alemania y, por tanto no puede extrañar que la
película incluyera una serie de elementos “germanizantes” en la trama que no
fueron apreciados en absoluto durante su estreno en Alemania (Göbbels
comentó que hubiera sido menester “fusilar” al director...).
La trama cuenta a su manera una
vieja leyenda itálica cristianizada. La Corona de hierro, ha sido
forjada con uno de los clavos de la cruz de Cristo. La expedición que la
transporta enviada por el emperador de bizancio al papa como signo de paz,
atraviesa un territorio hostil en el que Licinio ha derrotado a Artace y se
está a punto de firmar un tratado de paz que es arruinado con el asesinato de
este último por parte de Sedemondo y estableciendo un régimen de esclavitud
para su pueblo. Tras esto intenta apoderarse de la Corona de Hierro
exterminando la escolta que la custodiaba, pero la reliquia se sustrae a la
usurpación hundiéndose milagrosamente en la tierra. Una anciana profetiza que
el comportamiento de Sedemondo será castigado, que al fratricida le nacerá una
mujer y a la víctima un varón y que ambos se amarán trágicamente. Así ocurre en
efecto 20 años después, haciendo efectivo su amor en medio de la resistencia de
Sedemondo y bajo la amenaza de Eriberto, rey de los tártaros. Finalmente, tras
indecibles penalidades, la reliquia recuperada, también milagrosamente, seguirá
hasta su destino en Roma, mientras Arminio e Tundra se casan y pacifican el
reino.
Blasetti siempre declaró –y es
posible que esta fuera la intención originaria– que la cinta tenía una
intención pacifista y era una fábula contra la violencia. En realidad, en
esa época, las potencias del Eje, insistían en su voluntad pacifista y en su
intención de negociar las cuestiones que les importaban. La película supone
un punto de encuentro de muy distintos elementos, todos fácilmente
reconocibles, desde la tragedia griega de Edipo, hasta el mito del Grial y
desde las leyendas arcaicas itálicas hasta los viajes de Marco Polo, pasando
por las sagas nórdicas, los cuentos de Andersen e incluso Tarzán.
Si hoy se recuerda todavía a la
película es por el hecho de haber mostrado por primera vez el seno desnudo de
una mujer (durante unos pocos segundos) en el cine sonoro italiano, el de Clara
Calami.
En el barrio romano de Tuscolana
(barrio que tanto en el período fascista como en el neofascista tuvo una gran
actividad política, siendo la cuna de Avanguardia Nazionale), iniciaron sus
actividades en 1937 los estudios de Cinecittà. Inicialmente, fueron
propiedad de Cinecittà Luce, configurándose como el “vértice de la industria
cinematográfica italiana”, incluida de la producción televisiva. Hasta
2010 se habían filmado 3000 películas en aquellos estudios, 90 de las cuales
fueron nominadas para algún Oscar, obteniéndolo 47 de ellas. Los mejores
directores de la postguerra (incluidos Fellini, Coppola, Visconti o Scorsese)
trabajaron allí. En la Cinecittá sigue existiendo como sociedad privada con
participación (minoritaria) del Estado, dirigida por Luigi Abete y
compuesta por un amplio completo de edificio y estudios distribuidos a lo largo
de 40 hectáreas en los que se encuentran 22 platós, aislados
acústicamente, con sus servicios (camerinos, oficinas, salas de montaje,
almacenes, etc). Los estudios disponen también de una piscina de 7.000 metros
cuadrados y de servicios de postproducción, laboratorios, salas de proyección y
de conferencias, restaurantes, etc.
A lo largo de 1931 las
autoridades culturales fascistas se convencieron definitivamente de la
necesidad de contar con un instrumento de cultura popular y de propaganda que,
además, facilitara a la incipiente cinematografía italiana convertirse en una
gran industria. En 1934, Luigi Freddi, militante de primera hora del
Partido Fascista, futurista y amigo de Galeazzo Ciano, recibió el encargo
de constituir una Direzione Generale della Cinematografia. Freddi, amigo del
cineasta norteamericano Griffith, tomó como modelo para el proyecto, a
Hollywood. Su idea era promover la creación de una gran industria nacional
italiana que dispusiera de una infraestructura suficiente para facilitar el
trabajo en todos los niveles. La Ley Alfieri, promulgada en 1939, asentó esta
industria sobre la base de la autarquía y el proteccionismo hacia las
producciones nacionales. Entre las iniciativas de su Direzione se constituyó el
ENIC en cuyo ámbito nació Cinecittà.
El 26 de septiembre de 1935 un
incendio destruyó la productora Cines de Via Veio, tras la cual Freddi habilitó
en lo que entonces eran las afueras de Roma, en pleno campo, 50 hectáreas
dedicadas a producción que ofreció a Cines y a otras empresas italianas del
sector. La zona era propiedad de distintos aristócratas latifundistas y las
obras iniciadas el 26 de enero de 1936 se concluyeron el 28 de abril de 1937.
Ese primer año se filmaron 19 películas,
cantidad que fue aumentando con el paso del tiempo llegando a 48 en 1940, 59 en
1942 y 25 cuando tuvo lugar en hundimiento del fascismo en 1943. A partir
de entonces, la República Social Italiana traslado la capital del cine a
Venecia que ya por entonces había logrado una consolidada fama gracias al
festival de cine bienal, en lo que se llamó Cinevillaggio. Cinecittà fue
ocupado por los alemanes durante la guerra utilizándolo como cárcel para
sospechosos de colaborar con la resistencia.
Otra de las realizaciones del
fascismo que sobrevivieron hasta el final del régimen y pudieron prolongar su
vigencia hasta nuestros días, es el Festival Internacional de Venecia (también
conocida como Biennale di Venezia o simplemente la Mostra de Venezia)
cuya primera edición se abrió el 6 de agosto de 1932. La idea originaria
surgió del conde Giuseppe Volpi di Misurata (que sería el primer presidente de
la Mostra), del escultor Antonio Mariani y de Luciano Feo. El festival se
considera que fue la primera manifestación internacional de este tipo. En
aquella primera ocasión la Mostra se celebró en el Hotel Excelsior y registró
la presencia de películas que han pasado a la historia del cine: Prohibido de
Fran Capra, Gran Hotel de Edmund Gulding, Los Campeones de King
Vidor, el Frankenstein de James Whale, etc. Las salas donde se realizaban las
proyecciones fueron frecuentadas por 24.000 espectadoras y asistieron
las grandes estrellas de la época: Greta Gardo, Clark Gable, Fredric March,
Wallace Beery, Hames Cagney, Loretta Young, John Barrymore, Joan Crawford,
Vitorio De Sica, Boris Karloff, etc. La primera película proyectada fue El
doctor Jekyll de Rouben Mamoulian.
Dado que la primera experiencia había
sido todo un éxito de crítica y público, el gobierno italiano decidió celebrar
una segunda muestra dos años después, del 1 al 20 de agosto de 1934. La única
diferencia en relación a la primera edición fue que, así como la primera no fue
competitiva, en esta segunda se distribuirían premios, el primero de todos, la Coppa
Mussolini, para la mejor película. Aun no existía un “jurado” y los
premios fueron otorgados en función de las opiniones de algunos expertos y del
parecer del público. Otros premios instituidos entonces fueron la Grandi
Medaglia d’Oro dell’Associazione Nazionale Fascista dello Spettacolo y
los premios a la mejor interpretación que correspondió a Katherine
Hepburn. A partir de la edición de 1935 y hasta la postguerra no se
admitieron películas soviéticas.
En 1937 se inauguró el Palazzo
del Cinema, de estilo modernista, que durante unos años fue sede de la Mostra.
Hasta ese momento, el festival había podido ir creciendo en fama e influencia,
sin embargo, a partir de 1938, el alineamiento de Italia con las posiciones del
III Reich, modificaron la situación. Las películas alemanas, empezaron a ganar
la partida a Hollywood y los actores y directores norteamericanos fueron
pasando progresivamente a segunda fila. En ese año Olympia de Leni
Riefenstahl recibió el máximo galardón. Era evidente que, el régimen
fascista, además de promover la industria italiana del cine, estaba colaborando
a la formación de un cine europeo que era mirado con desconfianza desde
Hollywood. Esta tendencia quedó todavía más clara cuando ese año (1938) se
celebró una retrospectiva dedicada al cine francés.
En los años siguientes, la
agravación de las tensiones internacionales hicieron que el protagonismo del
festival se centrara en las producciones de los países del Eje y de sus
aliados, interrumpiéndose en 1943. No sería hasta 1946 con la guerra concluida,
cuando el festival reabrió sus puertas.
CINE Y FASCISMO 1
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