A partir de 1929, el NSDAP se convierte en un partido de masas que
arrastra entusiasmos crecientes por parte de la sociedad alemana. La gran
recesión económica mundial de 1929 no estaba en el origen de este
extraordinario desarrollo, como máximo, era un coadyuvante. En la base del
éxito creciente del NSDAP estaba la inquebrantable fe que sus militantes tenían
en su “misión” y el hecho de que desarrollasen un dinamismo muy superior al de
cualquier otra formación política de la época, comunistas incluidos. Cuando
apenas Hitler había salido de la cárcel, puesto en orden el interior de su
partido, se iniciaron los primeros éxitos. Los tres años que discurren entre
1929 y las primeras semanas de 1933 constituyen un período en el que el NSDAP,
día a día, fue ganando fuerza social hasta convertirse, con mucho, en la fuerza
que contaba con un mayor apoyo popular. En este artículo vamos a desarrollar la
historia del período transcurrido entre la campaña contra el Plan Young y los
resultados de las elecciones de 1932, incluidas la salida de Otto Strasser, la
revuelta de las SA berlinesas, las relaciones con los industriales y la
propaganda del NSDAP.
La segunda
mitad de 1929 fue pródiga en acontecimientos en la República de Weimar, el más
importante de todos, sin duda, la campaña contra el Plan Young. Hitler era consciente en ese momento de que
necesitaba un eje de propaganda en torno al cual movilizar la militancia y convertirlo
en una formación capaz de ofrecer una alternativa a los partidos tradicionales.
Por otra parte, a Hitler no se le ocultaba lo peligroso de no tener una
política de alianza suficientemente clara. Necesitaba, como fuera, vencer el
aislamiento que habían decretado en torno suyo los partidos moderados y los
nacional-alemanes. En política, el aislamiento es la muerte. Hitler vio la
oportunidad en dos hechos que se desarrollaron en plazo de unas pocas semanas: la
muerte del canciller Gustav Stresseman (3 de octubre de 1929) y el referéndum
sobre el Plan Young (22 de diciembre de 1929). El primer episodio indicaba
que había concluido un período de relativa estabilidad en la República y
abría un período de caos que, para colmo, coincidió con la llegada de los
primeros efectos de la recesión internacional iniciada con el “jueves
negro” de Wall Street (24 de octubre de
1929). La lucha contra el Plan Young sirvió para que una oleada de
patriotismo recorriera Alemania y se reactualizaran las discusiones y
tensiones de la postguerra.
La lucha contra el Plan Young
En 1929
resultaba evidente que resultaba imposible para Alemania cumplir con las
cláusulas del Plan Dawes para el pago de las indemnizaciones de guerra que
imponía el Tratado de Versalles. El 7 de junio de 1929 el Comité Aliado de
Reparaciones emitió un informe. Los representantes norteamericanos eran tres
banqueros, Owen D. Young, J.P. Morgan y Thomas Lamont. Básicamente anotaban que
Alemania, en cualquier momento podía dejar de pagar las indemnizaciones de
guerra a causa de lo incierto de su economía y que era preciso reunir una nueva
conferencia de países vencedores para establecer nuevas cláusulas mucho más realistas y diferentes
plazos para hacer efectivas las reparaciones. A pesar de que tanto en
Francia como en el Reino Unido el informe elaborado por los tres banqueros fue
acogido con muchas reservas, el 31 de agosto de 1929 la Comisión terminó de
elaborar un nuevo plan que fue aprobado en la conferencia aliada celebrada en
La Haya en enero de 1930. El nuevo plan estipulaba que el monto total de las
indemnizaciones que Alemania debía pagar ascendía a 26.350 millones de dólares
pagaderos en 58 años, a razón de 473 millones de dólares por año. Un tercio
de la suma se pagaría de manera incondicional mientras que el resto podría
postergarse hasta el año 1988. Alemania no debería de tener problemas para
afrontar estos pagos siempre y cuando destinara a ellos una partida en los
presupuestos del Estado e impusiera a su población un impuesto sobre el
trasporte. Para posibilitar el Plan se establecía que los bancos
norteamericanos concederían créditos a Alemania.
Pero mientras
se producían las negociaciones y los estudios se produjo la crisis bursátil.
Los bancos norteamericanos retiraron sus fondos en el extranjero,
fundamentalmente en Europa y anularon los créditos que posibilitaban la
ejecución del Plan Young. Era inevitable que con el retraimiento de dos
tercios del comercio mundial, se hiciera imposible la ejecución del plan.
Finalmente, la aprobación de la Ley Hawley-Smoot al imponer aranceles a las
importaciones a los EEUU, hizo que se redujera todavía más el comercio
internacional. Esto generó que los países exportadores de manufacturas a
los EEUU sufrieran una reducción drástica de pedidos que se tradujo en un
aumento desmesurado del paro. En Alemania el 33,7% de los trabajadores
fueron arrojados al paro en 1931 y la cifra se elevó hasta el 40% durante 1932.
La opinión
pública alemana movilizada especialmente por la derecha (la izquierda, en
general, aceptaba la responsabilidad alemana en el desencadenamiento de la
Primera Guerra Mundial) inició una vigorosa campaña contra el Plan Young. La
existencia misma del plan (aunque mejoraba las condiciones impuestas en el Plan
Dawes) era considerado como una consecuencia del Tratado de Versalles que
evidenciaba el odio de los vencedores y su intención de estrangular a los
vencidos.
El 9 de junio
de 1929, distintas organizaciones de derecha radical unieron sus fuerzas en una
comisión solicitando un referéndum sobre el Plan Young, esto es, contra el Plan
Young. El impulsor de esta campaña era Alfred Hugemberg, jefe de un
importante grupo de comunicación que había iniciado sus actividades como hombre
de confianza del industrial Gustav Krupp. Desde su juventud había sido
nacionalista y antisemita[1],
como lo prueba el que fuera fundador de la asociación Alldeutscher Verband (Liga Pangermanista) en 1891. A partir de
1918, se independizó y organizó su propio grupo de comunicaciones que abarcaba
todos los ámbitos mediáticos disponibles en ese momento, incluido el cine. En
pocos años se convirtió en un empresario multimillonario. Sus recursos
económicos le posibilitaron el convertirse en dirigente del DNVP en cuya lista
fue elegido diputado al Reichstag desde 1920 hasta la subida al poder de Hitler
que lo incorporó como ministro. En 1928 había sido elegido presidente del
mismo, como jefe de línea del ala más radical del mismo. Un sector del DNVP no
aceptó la imposición de esa línea que les aproximaba al NSDAP y, tras
escindirse, pasaron a formar el Partido Conservador Popular. Pero donde
Hubenberg apostó a fondo fue en la campaña contra el Plan Youg. Fue entonces
cuando buscó apoyo del NSDAP. Hitler estaba dispuesto, no sólo a prestárselo,
sino también a ser el elemento más dinámico de la coalición anti Plan Young.
El objetivo de
la coalición capitaneada por Young era la aprobación de una Freiheitsgesetz, o Ley de la Libertad,
presentada por los diputados del grupo en el parlamento del Reich, según la
cual, Alemania renunciaba a seguir pagando indemnizaciones y cualquier
funcionario público de no importa qué nivel que colaborara en el pago o en
cualquier iniciativa que pudiera culminar en el pago de un plazo, incurriría en
delito. El proyecto de ley rechazaba igualmente la culpabilidad alemana
y la ocupación de una parte del país establecida en Versalles. Según la
constitución de la República de Weimar, cuando el 10% del cuerpo electoral
firmaba una petición para discutir un proyecto de ley, éste debía ser debatido
en el parlamento y sometido a voto. Si el Reichstag rechazaba el proyecto, el
presidente de la república, debía ser sometido a referéndum vinculante para el
gobierno en caso de ser aprobado.
La campaña
por la aprobación de la Freiheitsgesetz se
inició oficialmente el 16 de octubre de 1928. Las SA y la Organización Política
del NSDAP se lanzaron a recoger firmas. El gobierno reaccionó prohibiendo las
manifestaciones públicas de los seguidores de Hitler y de Hugenberg. Sin
embargo, estos estuvieron en condiciones de reunir las firmas suficientes para
que el proyecto fuera votado en el parlamento. El Reichstag lo rechazó por 318
votos contra 82, así pues fue inevitable realizar el referéndum preceptivo
que constituyó un verdadero fracaso para Hugenberg, pero no, como veremos, para
el NSDAP. En efecto, la coalición obtuvo apenas el 13,8% de los votos en el
referéndum que tuvo lugar el 22 de diciembre.
La coalición
anti Plan Young demostraría en la práctica la vitalidad y la capacidad de
activismo del NSDAP, su imagen y su atractivo muy superiores al resto de socios.
El NSDAP, se encontró bruscamente con la posibilidad de introducir sus
mensajes entre el electorado de la derecha a través de los medios de
comunicación del grupo editorial Hugenberg. Su publicidad que, hasta ese
momento era limitada, de repente llegó a la totalidad de la nación. Sus
mensajes dramáticos y excepcionalmente gráficos, recordando que el Plan Young
suponía “la pena de muerte para los no nacidos” o la “imposición de
un Gólgota para el pueblo alemán”, la exigencia de castigo para los “traidores
que esclavizaban al pueblo alemán”, encontraron eco en una sociedad
sobre la que se volvían a proyectar nubarrones amenazadores.
En realidad,
tras la escisión de los “conservadores”, el ala moderado del DNVP, Hugenberg
creía que una campaña de alcance nacional lograría frenar la merma que su
partido estaba teniendo por su derecha y recuperar lo que había perdido en el
centro. Y lo primero parecía más importante que lo segundo. En tanto que su
poder económico era muy superior a lo que podía movilizar todo el NSDAP,
Hugenberg estaba convencido de que “domesticaría” a Hitler. Todos los
historiadores coinciden en que Hitler abordó esta campaña de una manera
mucho más leal y sin segundas intenciones. Tanto es así que algunos de sus
camaradas se inquietaron[2].
Hitler era mucho más lineal que el retorcido Hugenberg. Le interesaba la
campaña, inicialmente por un motivo, creía en la justeza de la causa
defendida. Pero, en segundo lugar, a medida que fue desarrollando la
campaña, advirtió que era una oportunidad increíble para lograr una mayor
repercusión a nivel nacional.
Por lo demás, ni
antes, ni después, ni durante la campaña, la opinión que Hitler se había
forjado sobre Hugenberg varió: era la que tenía sobre todo el nacionalismo
conservador. Se trataba de un sector “reaccionario y apolillado”, nostálgico y,
sobre todo, burgués, que ya conocía desde sus tiempos de agitador en Munich.
Ni le impresionaba su dinero, ni su grupo parlamentario. No pudo evitar, sin
embargo, que la izquierda de su partido, representada especialmente por Otto
Strasser y su editorial berlinesa, mirara con recelo estos contactos con la
derecha. En realidad, a partir de ahí se generarían las grietas definitivas que
terminaron en la publicación del documento Los
socialistas abandonan el NSDAP en la que formalizaron su salida solo unos
meses después, el 4 de julio de 1930.
Pero Hitler
sabía lo que hacía, mucho mejor, sin duda que Hugenberg que era incapaz de
percibir la extraordinaria capacidad activista de los militantes hitlerianos.
Para participar en la coalición, Hitler exigió a Hugenberg completa libertad en
la propaganda. Incluso para tranquilizar al “ala izquierda” del partido propuso
a Gregor Strasser, el más caracterizado miembro de ese sector. No pudo evitar,
de todas formas, que mientras duró la campaña los medios de editorial de su
hermano, Otto Strasser publicaran llamamientos en primera página acusando a la
derecha: “El mayor peligro para el pueblo
alemán no lo constituye el marxismo, sino mucho más los partidos burgueses”[3].
A poco de
iniciarse la campaña, el NSDAP convocó el Día Nacional del Partido en
Nuremberg. Hitler aprovechó para movilizar sus fuerzas e indicarles los
objetivos de la lucha contra el Plan Young. Pero, en la práctica, la
concentración se convirtió en la primera gran demostración de fuerza que
indicaba, ya con el apoyo de los medios de comunicación de Hugenberg, que el
partido había crecido extraordinariamente. Asistieron 200.000 miembros del
partido. Treinta trenes especiales condujeron hasta la ciudad a miles de
miembros de las SA el 3 y 4 de agosto. La ciudad se vio repleta de
uniformes, banderas al viento, bandas de música, militantes y simpatizantes
llegados de Baviera, Austria y Schleswig-Holstein en su inmensa mayoría.
Durante más de tres horas, Hitler vio como sus huestes desfilaban ante su Mercedes compresor, flanqueado por
Pfeffer von Salomon, Hess y otros dirigentes del partido. Los sectores más
radicales de las SA tuvieron conciencia de su fuerza creciente y propusieron
acciones de fuerza: estaban convencidos de que podían tomar el poder con una
acción audaz. Hitler les disuadió: había empeñado su palaba en alcanzar el
poder por medios legales; y era el führer
del NSDAP. En realidad, en ese momento (verano de 1929), las SA estaban en
condiciones de movilizar los mismos efectivos que el ejército regular.
La campaña en sí misma puede considerarse el primer gran éxito táctico del NSDAP. El futuro führer era consciente de que si no quería aparecer como un socio secundario en la coalición debía conseguir que la campaña fuera un ensayo de movilización general en la que otros pusieran medios, escenarios y públicos, para que él y sus activistas pudieran convencerles de en qué opción se encontraba el futuro.
Para ello consiguió elevar el tono de la campaña hasta el punto de que ningún otro partido fue capaz de llegar tan lejos y plantear propuestas tan audaces y radicales. El planteamiento de Hitler consistía en demostrar que la República de Weimar se estaba hundiendo y que en su caída estaba arrastrando a todo el pueblo alemán. La caída se estaba produciendo porque la república estaba carcomida por el afán de lucro y la usura, era hija de la traición y un títere de los “partidos marxistas” que, en cualquier momento, podían aprovechar la debilidad del Estado para plantear el ataque final. Ese era el peligro: la solución estaba en el radicalismo, la fortaleza, la agresividad y la capacidad activista del NSDAP.
Hitler prometía: “Llegará el instante en el que los culpables del hundimiento de Alemania olvidarán la risa. El pánico les atenazará. Deben saber, también, que el juez llegará”. Estas palabras, pronunciadas en el curso de un mitin en la pequeña ciudad de Hersbruck, resonaron en toda Alemania gracias a la cadena mediática de Hugenberg. Él seguía creyendo que estaba ganando la partida porque era a través suyo que éste alcanzaba rango político nacional. Creía que controlaba una partida que ya se empezaba a jugar en otro terreno. Llama la atención que, desde ese momento, para evitar que el NSDAP progresara en medios proletarios, la izquierda empezó a caer en el error de presentar a Hitler como un títere de Hugenberg. No había nada más que comparar las huestes y a los mismos líderes, para darse cuenta de que el pequeño y débil “conserje”, seguido por unos cuantos miles de buenos burgueses temerosos del futuro, era la imagen misma del siglo XIX ante las huestes del NSDAP y ante la propia imagen de Hitler, desplazándose en avión, en coche, hablando hasta la extenuación ante partidarios cada vez más exaltados y en un lenguaje que era capaz de entender desde el obrero de la Krup hasta la misma dirección de la empresa, con sus mujeres incluidas. Hasta ese momento, el NSDAP estaba considerado como un partido extremista, poco serio, ridículo por su teatralidad, y por lo que se refiere a Hitler, los burgueses no habían olvidado sus tiempos de agitador de cervecería; su fama de revolucionario y rebelde les intranquilizaba. Mientras persistiera esa imagen el partido no podría roer las bases electorales de los partidos de derechas.
El primer efecto de la alianza con Hugenberg era ampliar extraordinariamente la audiencia, lo segundo llegar hasta donde solamente llegaban unas pocas fuerzas: a todos los rincones de Alemania.
La campaña fue
un fracaso. El referéndum dio una victoria amplísima a los partidarios de
aceptar el Plan Young. La Freiheitsgesetz
fue rechazada por el electorado. Pero esto era lo de menos. Apenas un 13,5% el
electorado apoyo la Ley contra la esclavización
del pueblo alemán. Era la cuarta parte de lo que necesitaban y un 5% menos
de lo que habían obtenido el NSDAP y el DNVP por separado en las elecciones
generales de hacía menos de un año. Pero todo esto era lo de menos: Hitler
había irrumpido en la política nacional alemana. Ya no era ni un fenómeno
bávaro, ni un ex convicto recién liberado dirigente de un partido descompuesto:
era el cabeza visible, el más llamativo, de cuantos habían emprendido la
campaña contra el Plan Young. Hitler, no sólo estaba royendo a los partidos
de la derecha, sino que, bruscamente, se estaba convirtiendo en el político de
más empuje de esa misma derecha.
Había otro
elemento interesante en este episodio. Hitler, en el curso de la campaña
contra el Plan Young pudo relacionarse con los capitanes de la industria
pesada. Hasta ese momento, solamente había podido conocer a empresarios bávaros
o a Fritz von Thyssen, pero estas relaciones no se habían traducido en grandes
apoyos. No había tenido hasta ese momento, la posibilidad de explicarles
sus posiciones. Ahora lo había hecho. La gran patronal alemana descubrió a
un movimiento antimarxista enérgico, respetuoso con la propiedad privada, en el
que podían confiar. Hitler siempre supo transmitirles seguridad y la
sensación de que sabía en todo momento lo que había que hacer. Elsa Bruckmann,
de soltera princesa Cantcucene, le había presentado al industrial Emil Kirdorf
en 1926 a poco de salir de prisión. Kirdorf pagó las deudas del partido y en
los años siguientes continuó siendo uno de los más sólidos puntales económicos
del NSDAP. Las donaciones de estos industriales permitieron cambiar la sede del
partido al Palais Barlow en la Briennerstrasse de Munich, rebautizado como
“Casa Parda” (Braunes Haus). El
edificio fue íntegramente reformado y el propio Hitler tuvo la última palabra
en la decoración interior y los detalles del mobiliario. En su despacho
figuraba, en lugar preferencial, un busto de Mussolini y un cuadro que
reproducía un asalto del Regimiento List en Flandes. En la sala de reuniones
contigua, una placa de bronce mostraba los nombres de los caídos durante el pustch de Munich.
[1]
La biografía más accesible sobre Alfred Hugenberg es en estos momentos, la
escrita por Jesse Russel y Ronal Cohn, publicada por Book on Demand, Miami,
2012. También en lengua inglesa
puede consultarse Alfred Hugenberg and
German politics, de John A. Leopold, Ann Arbor, Mich. : University Microfilms International, 1977. No existe
ninguna obra dedicada a Hugenberg publicada en lengua castellana. Existe, sin
embargo, una referencia tangencial a él en la obra de El periodista comprometido, coordinada por Pilas Bellido y Maribel
Cintas, Centro de Estudios Andaluces, Consejería de Presidencia, Sevilla, 2009,
págs.. 86 y sigs. Esta obra alude especialmente a las empresas periodísticas
del grupo dirigido por Hugenberg. Joachim Fest lo describe como “bajo y rechoncho, con bigote poblado y
corte de pelo a lo cepillo, con su apariencia marcialmente estilizada, daba la
sensación de un portero jubilado, y no de un hombre de orgullosos y exigentes
principios” (Hitler y la grandeza
histórica, Editorial Noguer, Barcelona, 1974, pág. 297).
[2] Cf. J. Fest, op. cit., pág. 297.