En España no podemos
quejarnos. Para controles los de los aeropuertos norteamericanos. Pasar por allí
supone odiar a los EEUU. Especialmente si caes en manos depolicías negras y
gordas. No es una afirmación sexofóbica o racista, la dicta la experiencia:
quien ha pasado por una aduana norteamericana y ha cometido el error de
colocarse en la cola de una policía de esos rasgos, sabe que no miento. Al
menos las hispanas te miran con simpatía cuando detectan tu idioma y los policías
WASP son, seguramente, los que identifican con más facilidad a los delincuentes
y tienen menos ganas de generar problemas a gente inofensiva. Porque –lo digo
para el que no lo sepa- aunque usted no tenga como destino final los EEUU, aunque
solamente esté allí el tiempo que tarde en bajar de un avión y subir a otro, aunque
no salga de la zona internacional del aeropuerto, usted deberá pasar por
controles, le harán ficha y deberá haber pedido visado… Absurdo: es solamente la primera sospecha de que
algo no funciona bien en los EEUU. Pero no nos vayamos tan lejos: cuando uno se
va de España tiene que atravesar controles que parecen rivalizar con los de los
EEUU. Nada más molesto que abordar un avión en cualquier aeropuerto español.
Me quejo –y bramo- contra los que han diseñado esos sistemas de “seguridad”.
Me temo que, durante
el zapaterismo, hubo una “santa alianza” entre el ministerio del interior y las
compañías de seguridad “de los amigos”. El caso fue que nos encontramos con
“radiología” hasta en las estaciones de tren. Aquello era un chiste. Durante
años tuve que subir en Villena al tren
que hace el recorrido de Lorca a Barcelona (evítenlo, en 10 años, por lo que
creo recordar, ni en un sola ocasión llegó a la hora, así que opté por ir a
Valencia y tomar allí el tren). Villena no es lo que se dice una estación “caliente”.
De hecho, es una estación con poco movimiento. Un buen día me encuentro a un
guardia de seguridad que me dice que ponga el equipaje en la cinta de
radiología, lo mira, lo examina y paso… A la vez siguiente, en lugar de pasar
por la máquina de Rayos X por la que pasaban todos los que entraban por la
puerta de la estación, entré por un acceso lateral. El guardia que me vio, ni
pestañeó. Total… Dos años después, la máquina estaba almacenando polvo en una
esquina de la estación. Resulta absurdo colocar una máquina de este tipo,
cuando, no solamente se puede eludir, sino que delante mismo de la estación
puede hacerse el mismo recorrido en autobús sin que nadie examine nada.
Vayamos a los aeropuertos. En algunos el arco de metales esta graduado para detectar el hierro
contenido en un frasco de lentejas… En otros puedes llevar una Thomsom con
cargador de tambor que no suena. A veces tienes que descalzarte, otras quitarte
el cinturón, pero en otras, ni siquiera sueña la calderilla que llevas en el
bolsillo. Y luego está el “control aleatorio”. Por algún motivo a mi esposa
siempre le toca hasta el punto de que se preocupa de no pasar por ese trance
con un sujetador que tenga alguna pieza metálica. No hay nada que hacer: “control
aleatorio”. Me he habituado a llevar “chinos” en mi vida cotidiana, sólo para
eludir los malos recuerdos de la hebilla del cinturón. Y por lo mismo llevaría “esperdenyas”
de suela de esparto para evitar el metal del interior de la suela, de no ser
porque me acercaría a arquetipo asilvestrado de indepe.cat.
Luego está lo que se puede llevar en el equipaje de mano y
lo que está terminantemente prohibido. Me compro un desodorante en spray: una
hora después lo tengo que dejar en el control del aeropuerto. Llevo una botella
de enjuague bucal: no se puede pasar. Opto por enjuagarme la boca delante del
funcionario y escupir en el lugar donde debería haberlo tirado. En cierta ocasión,
salgo del aeropuerto de La Coruña, poco antes de subir al avión me habían regalado
una botella de Alvarinho. Me dicen que no. Y lo entiendo: el Alvarinho es un
arma mortal. Así que me hago con un abridor y me lo bebo depositando el casco
vacío en el lugar donde se queda todo lo que no puede subir al avión. Apenas me
enteré del viaje. Y todo así.
Por último, las normas van cambiando vertiginosamente, pero nunca para facilitar, sino para complicar las cosas al pobre viajero: una semana debes de colocar el ordenador y el tablet en bandejas separadas, bien visibles y fuera de cualquier otro elemento, y a la semana siguiente ya da igual. Por otra parte, una cosa son las exigencias para “salir” de España y otra las del aeropuerto en el que te subes al avión que te traerá de nuevo a este valle de lágrimas. Cuando ya tienes desplegado el ordenador, el tablet, la cámara de fotos y los teleobjetivos en bandejas separadas, has rezado una oración para evitar que se fijen en tal o cual producto de aseo, te dicen que no hace falta, que pases y no les compliques la vida. Estamos en la Unión Europea, desde Lisboa hasta Riga… pero en cada aeropuerto las normas son diferentes y en España son más complicadas y cambiantes que en ningún otro lugar.
Me resisto a creer que en España somos tan paletos que
imitamos los métodos norteamericanos de hacer la vida imposible a los viajeros.
Más bien creo que tenemos comisionistas que venden servicios de seguridad lo
más caros posibles que son asumidos por responsables políticos solo por la
comisión que devengan. Estoy
literalmente harto de los aeropuertos españoles. Sé perfectamente cuál es
el problema: que los guardias de seguridad temen que el tuyo sea uno de los
equipajes “de control” con el que la propia empresa vigila que estén en guardia
y no se les escape nada. Si se les escapa, sanción económica… De momento, el
recalentón te lo llevas tú.
Y aquí no pasa nada. Lo
normal sería que los pasajeros humillados por tener que descalzarse, aguantarse
los pantalones con las manos porque les han despojado del cinturón, teniendo
que mostrar todo lo que llevan en el equipaje de mano, tener que dejar en el
basurero del control productos que les han costado unos euros, se revelaran y
dijeran: ¡BASTA, HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO! ¡NO MÁS HUMILLACIONES NI CONTROLES
INÚTILES! Eso, o que algún partido o algún diputado, en algún parlamento o
parlamentito de chichinabo, pidiera explicaciones sobre estos controles
inútiles.
España es, vale la
pena no olvidarlo, el país-coladero de la UE: aquí entraría el mismísimo Bin
Laden, disfrazado de él inmigrante ilegal y nadie le tosería. Sea usted una
persona normal, alguien que ni quiere ni busca complicaciones y tenga por
seguro de que le harán la vida imposible. Esto es España, entérese: este
país no está hecho para que usted y yo podamos disfrutar de una vida sin
problemas, sino para que el Estado, en sus diferentes escalones, nos pueda
saquear y para que los manguis y mangantones no encuentren obstáculos, ni echen
en falta el subsidio al que se hacen acreedores por el simple hecho de haber
llegado. ¿Para quejarse? No; para asaltar el Palacio de Invierno o algún
sucedáneo…