Me decía ayer un amigo que, desde
el punto de vista racional, ciertamente el proyecto independentista ha
fracasado, pero –apuntaba- el nacionalismo no es racional. Tenía toda la razón
y lo comparto. En un juego tan racional como el ajedrez, un jugador entrenado
sabe cuando ha perdido la partida, con cuatro incluso diez jugadas de
anticipación. Un nacionalista no. El
nacionalismo es un producto de los estratos emotivos y sentimentales del ser
humano, tiene mucho que ver con el subconsciente y con el instinto territorial
de los mamíferos (y en torno a la gencat hay mucho “mamífero”, desde
luego).
LA LUCHA ENTRE LO ESPONTÁNEO Y LO DIFÍCIL
El nacionalismo, todo
nacionalismo, es una forma de primitivismo. Tenía razón José Antonio Primo de
Rivera (cuya mera mención da pie a “matar al mensajero”) en su artículo escrito
hará como ochenta y tantos años, La gaita
y la lira. Una cosa es el apego a la
tierra natal, al terruño (algo que José Antonio y el carlismo español, por
cierto, no condenan, sino todo lo contrario), algo que define como “lo espontáneo”
y otra muy distinta sentirse miembros de
una comunidad mayor, más amplia, dotada de una “misión y un destino” (lo
que José Antonio llama “lo difícil”). Así pues, la existencia es una lucha “entre lo espontáneo y lo difícil”.
Este planteamiento queda confirmado
en el nacionalismo catalán: es espontáneo en la periferia catalana, en las
zonas rurales, en la costa donde los pescadores salen a la mar, en “la muntanya”;
es algo menos espontáneo, e insertado por la “inmersión lingüística”, las
subvenciones de la gencat a “su” sociedad civil y difundida machaconamente por
TV3% y demás medios del mismo jaez. Pero,
el nacionalismo catalán carece de “lo difícil”: el proyecto independentista se
agota en la propia independencia confirmando así el planteamiento
joseantoniano.
EL AGOTAMIENTO DEL PATRIOTISMO ESPAÑOL
No cantemos victoria, porque eso
mismo es lo que le ocurre al nacionalismo español, que oscila entre el “patriotismo
futbolero” y el “patriotismo constitucional”, como límites inferior y superior.
Este es otra forma de nacionalismo “espontáneo”. El nacionalismo catalán tiene
mitos históricos. El nacionalismo español tiene un pasado… e incluso unos doctrinarios
de altura: pero con la generación del 98,
el patriotismo español se detuvo su teorización. Si hasta ese momento, “lo
difícil”, esto es, la atribución de una “misión y un destino” a la nación, era
posible, a partir de los años 50, y no digamos de los 60, este principio se fue
diluyendo.
Este fue el problema: que entre 1931 y 1970, el “patriotismo español”
vio como la hierba quedaba segada bajo sus pies. La escuela maurrasiana (a
la que pertenecía Ramiro de Maeztu, el principal teórico del patriotismo
español en esos años) sostenía que la nación se basa en dos instituciones, el
catolicismo y la monarquía. Ambas columnas eran las que “habían hecho Francia”
y Maeztu demostró que también habían tenido arte y parte en la formación de las
Españas. Pero el ideal monárquico se fue diluyendo en los 60 (incluso el
carlismo que hasta entonces era un movimiento de masas combativas en algunas
zonas, empezó a disgregarse y el viejo alfonsinismo nunca emergió de nuevo
durante el franquismo salvo en los círculos de poder, no en las calles) y el
Vaticano II apuntilló a la Iglesia Católica.
Por eso se entiende que cuando
muere Franco en 1975, la justificante del patriotismo español ya no podía ser
ni la defensa de la Iglesia, ni la monarquía… ¡sino la defensa del franquismo! Y
eso explica que hoy, para muchos, no solamente en Cataluña, sino en el resto de
España, patriotismo = franquismo, sea una ecuación real.
El franquismo era quien, a fin de
cuentas, quien había garantizado la
unidad nacional en los últimos 40 años y había dado “misión y destino” al país:
¿misión? Alcanzar una sociedad desarrollada. ¿Destino? La monarquía. ¿Problema?
Que una vez se alcanzó la “sociedad desarrollada”, las fuerzas económicas que
se habían generado tomaron la iniciativa, y precisaban la integración en la
Comunidad Económica Europea… para lo que era preciso una forma política
democrática.
A partir de aquí, el patriotismo
español quedó paralizado. Salvo los intentos de Calvo Serer (España sin
problema) y Laín Entralgo (España como problema), hoy muy lejanos ya, después
de Maeztu y de la generación del 98, el patriotismo español no se reformuló.
Hoy siguen sin aparecer nuevos doctrinarios que se formulen la pregunta de ¿cuál va a ser el destino de España en el
futuro? Acaso porque se trataba de una pregunta retórica que carece de respuesta.
Así pues, dado que las respuestas aportadas por el franquismo, ya no eran
válidas, ni realistas, aparecieron respuestas pedestres: ¿Qué cual va a ser el
futuro? Que “la roja” gane todos los
partidos o… que la Constitución garantice nuestra “unidad”.
EL PROBLEMA DE LA “DIMENSIÓN NACIONAL”
Lo cierto es que la “dimensión
nacional” es un concepto que no hay que perder de vista. Hoy los “Estados
Nación” ya no responden a las realidades de nuestro tiempo. El hecho de que el
presupuesto del CERN o del Airbus, sean superiores al presupuesto de cualquier
nación de tamaño medio, es significativo. Para
afrontar los retos de la modernidad ya no se puede recurrir al Estado Nación
tal como lo hemos conocido hasta 1945. Hace falta alguna estructura más
amplia. Y este sería el núcleo del debate: ¿alguna forma de Europa? ¿eurasia?
¿euroamérica? (como piensa quien esto escribe). Pero lo que está claro
es que “lo espontáneo”, el pequeño nacionalismo de barretina, faixa, espardenyes y falç, eso vale para el folklore,
para las festas majors, con sus castellers, sus grallers, sus gegants y
sus sardanas… y para poco más.
La “crisis gencat” nos ha aproximado al drama de nuestro tiempo: la
lucha entre la irracionalidad absoluta del independentismo (que no dispone
de un solo argumento sostenible desde el punto de vista racional e incluso
desde una perspectiva mínimamente razonable) y la irracionalidad relativa del “patriotismo constitucional” que se
obstina el querer considerar como vigente algo que desde hace mucho tiempo está
superado por la historia. Y lo mismo ocurre con abordar el problema desde
posiciones “franquistas”: ni existe una
Iglesia Católica de la que España pueda ser “escudo y defensa”, ni que pueda “guiar
los pasos de la Nación”, ni el “desarrollismo” puede ser considerado como
objetivo realista en una economía globalizada.
Por lo demás, ya lo hemos dicho
en muchas ocasiones: el “patriotismo
constitucional” es poco, el “independentismo” es nada. ¿Y eso por qué?
Simplemente, porque la historia no da marcha atrás: los condados medievales, se
agruparon en “regiones”, las “regiones” en “Estados-Nación”, ¿por qué? Simplemente,
porque en cada época, las necesidades son
cubiertas por una u otra dimensión. En la actualidad, la “dimensión del
Estado-Nación” es pequeña, no digamos lo que supondría una “micronación”: mera
calderilla.
EL TRIPLE ROSTRO DEL INDEPENDENTISMO
El independentismo, tal como se
presenta en la actual crisis tiene un triple rostro:
- por una parte, el rostro de “lo expontáneo”, gente que se siente
arraigada en su tierra y cuya visión no llega más allá del terruño. Es
comprensible e incluso aceptable. Hay mucha gente así en la Cataluña interior,
la muntanya y las zonas de pescadores.
- por otra parte, el rostro de “lo interesado”, compuesto por
funcionarios de la gencat, pequeños empresarios, tejido social amamantado por
las ubres de la gencat y que quiere más autonomía (especialmente económica)
para poder “pillar” de lleno, tal como ha demostrado la historia de la gencat
desde 1932 hasta nuestros días.
- finalmente, el rostro de “lo irracional”, formado por una mezcla
de alucinados, futboleros del Barça, productos de la inmersión lingüística que
no se sienten competitivos más allá de las cuatro paredes de la nacioncilla
construida por la gencat, no entienden los cambios de la modernidad y
reaccionan como corresponde a su situación psicológica y sociológica:
agresivamente.
El primer grupo es el único al
que puede reconocerse sinceridad: en ellos se manifiesta el “instinto
territorial” de los mamíferos superior. Son los “mamíferos” (que podemos llamar también “auténticos”, porque creen
y viven su identidad con el terruño).
En los segundos, ese instinto ha
pasado a ser el de los “mamones” (los
que maman de la teta de la gencat).
Los terceros son meras víctimas
del adoctrinamiento, la crisis económica y los cambios de la modernidad (los
podríamos calificar de “mamoncillos”).
Viven en ciudades y pueblos de tamaño medio, mezcla de hooligans futboleros,
clientes de club de cannabis, inadaptados poco competitivos que no han logrado
insertarse en el primer tercio de la “sociedad de los tres tercios” y prefieren
no ver el futuro, sino generar “ruido” en el presente.
Los tres son estados psicológicos: el de los “auténticos”, el de los “vividores”,
el de los “intoxicados”, respectivamente. Los “vividores” han dirigido la
gencat hasta ahora. Son los que han manipulado sus recursos económicos y
educativos. Del adoctrinamiento generado por estos vividores, han emanado “los
intoxicados" (y/o “mamoncillos”). En cuanto a los “maníferos”, nada más fácil
que manipular los sentimientos de gentes sencillas. CiU es lo que ha hecho en
los últimos 40 años, terreno en el que hoy compite con ERC.