INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

lunes, 30 de mayo de 2016

VIEJAS JUSTIFICACIONES PARA LA INMIGRACIÓN


La edad media de la población europea sigue creciendo. En la actualidad, hay 42 personas mayores de 65 años por cada 100 trabajadores y en el porcentaje sigue aumentando. La tendencia al envejecimiento de la población europea es inequívoca. Esto es lo que se ha preocupado de recordar José Ramón Pin Arboledas, profesor del IESE, quien ha definido el fenómeno como «tsunami demográfico». Así pues, la constatación es clara: nuestras sociedades europeas se extinguen. ¿Remedio? Importar población. ¿No hay ninguna solución más simple? Sí: estimular la formación de parejas, apoyarlas económicamente por parte del Estado, realizar campañas de natalidad, lanzar estímulos fiscales a la paternidad, responsabilizar a la población de la necesidad de crear un futuro para ellos y para su país... lo que, inevitablemente, pasa por tener hijos. Todas estas fórmulas fueron rechazadas por el PSOE en su primer mandato e inmediatamente tuvo el poder a partir de 1983. La derecha, por su parte, no ha hecho absolutamente nada para revertir esa tendencia… salvo abrir las puertas a la inmigración, como hizo Aznar a partir de 1996.


El impacto social negativo que la inmigración ha tenido en toda Europa (expresada nítidamente con el crecimiento de las formaciones euro-escépticas y anti-inmigración que están al filo de obtener la mayoría en varios países europeos) no ha servido para que los partidarios de la tesis “a menos natalidad, mas inmigración” se den por vencidos. Nuevamente, se juega con el miedo: “los inmigrantes son necesarios para pagar las pensiones”, una vieja cantinela carente de credibilidad a la vista de lo sucedido en estos últimos 20 años en el curso de los cuales, la sociedad española ha perdido cohesión interior, se han insertado bolsas de población mal integrada y con una demografía cuatro veces superior a la española que, para colmo, son una losa para nuestra economía.


Hoy sabemos que basta con políticas de austeridad y limitación en el gasto público para poder seguir manteniendo el Estado del Bienestar como en sus mejores tiempos. Sabemos, además, que en toda Europa las políticas integración han fracasado: seguir por esa vía sería absurdo. En algunos países europeos se empieza a intuir que solamente estimulando la propia natalidad puede salvarse la actual crisis demográfica.