Cada vez más lícito dudar de que la España democrática y
constitucional tenga remedio. Quien decía hace cuarenta y tantos años que a
España le faltaba tradición democrática tenía razón. Hoy seguimos sin tenerla. Más aún, algunos estamos convencidos
de que ese régimen no se ha hecho para un pueblo como el nuestro. En 1975 se
tenía “ansiedad” democrática y una parte de la población, estaba dispuesta a
manifestarse por ella, como un niño se emociona ante la posibilidad de que le
regalen un juguete nuevo.
Hoy, la “ansiedad” de entonces se ha convertido en hartazgo y extrañeidad:
hartazgo por la presión fiscal mayor de Europa, hartazgo por el deterioro
creciente del régimen y extrañeidad en relación a la tarea de gobierno (de hecho, la “participación popular” se reduce a votar
desinformados sobre las verdaderas intenciones de los candidatos una vez cada
cuatro años).
Y, para colmo, la fealdad instalada en las calles, con sus velos y
sus coranes, sus chilabas, sus formas de bombona de butano y la llegada de todo
lo que estéticamente está más alejado del concepto de belleza clásico, mesura y
ponderación. Y decimos “fealdad” como elemento objetivo porque en Europa
existe desde la más remota antigüedad una unidad medida de la belleza: “la
divina proporción” o “número áureo”. Y la fealdad como nuevo paisaje urbano,
agota la vista. Y es que, además del saqueo practicado por Hacienda (sí, lo
comprendemos: de alguna manera hay que sufragar las “paguitas”, las “ayudas al
desarrollo”, los cinco niveles de la administración, y las “mordidas” y
corruptelas de los gobernantes), además de la degradación del orden público, de
la inseguridad en todos los niveles (empezando por el jurídico y terminando por
los ahorros), además, esa fealdad que cansa la vista y ha sido la peor de
las “innovaciones” estética traídas por el régimen constitucional.
Por no hablar de la otra “fealdad”, la peor de todas, la “fealdad
ética”: la que exhibe RTVE en los nuevos programas excremenciales al estilo de "La Familia de la Tele", "Malas
Lenguas", el concurso "Make Up Stars", “La Revuelta” y demás…
que han logrado lo que parecía increíble: que las audiencias del “ente público”
(que pagamos todos) sean casi residuales.
España no tiene remedio: nos estamos olvidando de lo que es la
justicia, el deber, la honestidad e, incluso, la belleza. Y, en buena parte, eso se lo debemos al infame entre los
infames, al hombre que nunca más podrá pasear sin una nutrida escolta por las calles
de España y que, incluso si se cruza con un turista español en las playas de
Santo Domingo, seguramente recibirá una granizada de insultos y recordatorio de
sus infamias o, cuando entre en una celda, nunca tendrá a otro delincuente que
pueda alegar ser más infame que él.
Dicho todo lo cual, a modo de introducción, parece bastante claro que el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, aspira, no solo a llegar al final de la legislatura, sino a repetir mandato. Que lo consiga o no, ya es harina de otro costal. Para él, la alternativa es clara: o Moncloa o la prisión. Así que toca resistir y aceptar el chantaje continuo de la no-España y de los restos de Sumar. Pero, lo cierto, es que, a estas alturas, cuando el próximo 2 de junio de cumplan siete años de permanencia de Sánchez en La Moncloa, la cuestión es si la situación en la que se encuentra el país tiene o no remedio.
Supongamos que, antes o después, llega al poder una coalición
formada por el PP y Vox (y aquí tampoco se puede
ser muy optimista a la vista de las reiteradas declaraciones de Feijóo,
prodigio de falta de liderazgo y mediocridad, producto de la mejor clase
política generada por el stablishment). La situación real con la que se
encontrará será, simplemente, catastrófica y el pozo demasiado profundo como
para salir sin ajuste duro-durísimo.
UN EJEMPLO: EL PROBLEMA DE LA OKUPACION YA ES IRRESOLUBLE
Fijémonos, por ejemplo, en algo sobre lo que, prácticamente,
existe unanimidad en este momento: la ocupación de viviendas como hecho ilegal.
Pocos dudan -y los pocos que dudan se sitúan en el territorio de la
izquierda más marciana- que la okupación es un delito que debe ser castigado
con la misma dureza que el robo de cualquier propiedad privada. Además, la
permisividad ante la ocupación ha hecho, incluso, que una parte sustancial de los
inquilinos que han firmado un contrato, se crean con derecho a interrumpir los
pagos mensuales. ¿Por qué no iban a hacerlo si, en la práctica, la ocupación
está despenalizada y basta con alegar cualquier situación de “vulnerabilidad”
para interrumpir un proceso de desalojo?
Pues bien, si tenemos en cuenta que, como mínimo, cada
propiedad okupada alberga a una media de 5 personas, nos encontraremos con que
los 100.000 pisos que están okupados ilegalmente en este momento, albergan a la
espectacular cifra de ¡medio millón de personas! La cifra de 100.000
viviendas okupadas es la que da la web
desokupa rápido. Lo saben porque se han especializado en la materia. Su
conclusión no tiene desperdicio: España es el país de Europa con un mayor
parque de viviendas okupadas. El gobierno, por cierto, no da cifras totales del
fenómeno, sino sólo de las okupaciones anuales… Tampoco existe una estadística
de “desalojos” y “lanzamientos” judiciales. En otras palabras: el gobierno (y
los gobiernos autonómicos) oculta las dimensiones reales del fenómeno.
Está demasiado claro que el fenómeno de la ocupación está
directamente ligado al de la permisividad ante la entrada masiva de inmigrantes
imposibles de acomodar en los circuitos labores y que, en realidad, aspiran a
ser subsidiados sine die por el Estado Español. Pero también aquí,
la responsabilidad es de Pedro Sánchez y de su gobierno de cabezas huecas integrales
que reproducen el modelo de su patrón.
Y ahora pensemos por un momento lo que podría
ocurrir si un gobierno con autoridad y decisión, mañana, decidiera desalojar a
medio millón de personas… Podemos estar seguros que se produciría un estallido
social inmediato. Y es que, a fuerza de dejar pudrir el problema de la
ocupación, en el momento actual ¡ya no tiene solución! (al menos solución pacífica).
Después de que, la “construcción de viviendas
sociales” tuviese un papel casi protagonista en la anterior campaña electoral a
la que asistimos a una serie de promesas extravagantes (“construiremos 400.000
de viviendas sociales”, “600.000”, etc) por parte de Pedro Sánchez, lo cierto
es que, desde 2018, apenas se han construido 24.000 y, no por el gobierno, sino
por las comunidades autónomas (mayoritariamente en manos de la derecha).
Si solamente en Salt (Gerona) se produjeron dos
noches de violentísimos incidentes por el intento de desalojo de un imán
africano, podemos pensar lo que ocurriría en una ciudad como Mataró en donde hay
760 viviendas okupadas, con un total aproximado de entre 5.000 y 7.500 okupas,
sobre un total de 95.000 habitantes. Y si bien es cierto que Mataró tiene
la tasa de okupación más alta de tota España, también es cierto que ni el
gobierno central, ni los gobiernos autonómicos, ni los ayuntamientos, ofrecen
cifras oficiales claras e inapelables por las que pueda ponerse la mano en el
fuego: todos tienden a disminuir el número de las okupaciones, para no
alarmar ni a la población, ni al turismo.
Pero lo cierto es que, España es hoy la capital
mundial de la okupación. Y eso no tiene solución a corto plazo. La
solución, en cualquier caso, no tiene solamente que ver con la escasez de
vivienda, sino con otros factores que deberían abordarse en conjunto. La
inmigración ilegal, el primero de todos. Y da la impresión de que a Feijóo,
el tema de la inmigración no le interesa particularmente o, digámoslo de otra
manera, le interesa solo en la medida en que no tocarlo puede hacer que se
fuguen votos hacia el discurso más radical de Vox. Por todo ello, en este tema,
mucho nos tememos que la actitud del PP y del PSOE en esta materia son
exactamente idénticas.
Pero no es solamente en la cuestión -cada vez más
acuciante- de las okupaciones, es en transportes, es en gasto público, es en
empleo, es en deuda pública, es en corrupción, es en división de poderes, es en
libertad de expresión, es en industria y en agricultura, es en política
internacional, en donde estamos asistiendo a una degradación irreversible. Esa
crisis generalizada en todos los sectores es lo que impide ser optimista, venga
quien venga después de Sánchez.
HACIA UNA “CAUSA GENERAL” DEL SANCHISMO
El sanchismo precisa que se incoe una “causa
general”. Es de justicia que un
gobierno que perdió las anteriores elecciones y que solamente gobierna gracias
a las concesiones realizadas a los partidos independentistas y minoritarios,
que, a la vista de los procesos judiciales abiertos desde hace ahora algo más
de un año, desde el primer momento no ha hecho otra cosa que ejercer prácticas
corruptas, no se vaya de rositas nuevamente. “Causa general” quiere decir
agrupación de todas las prácticas corruptas en un solo sumario abierto contra
el Partido Socialista Obrero Español -cuyo nombre, ya de por sí, es una estafa-
que solamente puede tener una sentencia final: el reconocimiento de que ese
partido, ya sea por tradición o por degeneración, se ha convertido en una
asociación criminal que ha sumido al país en una crisis de la que le será muy
difícil -casi imposible- salir.
Platón se planteaba cuántos granos de arena hay
que sumar para generar un “montón”. Análogamente podríamos preguntarnos: ¿Cuántos
casos de corrupción deben estar protagonizados por miembros de un partido
político para que pueda ser considerado “asociación criminal”? Sean los que
sean, el gobierno de Pedro Sánchez lo ha superado con mucho. Y no hay “un
montón” de casos de corrupción, sino “una montaña”.
