La política española es aburrida y, desde hace algo más de un lustro, sólo genera “palabras, palabras, palabras” y en el caso del PSOE, además, “corrupción, corrupción, corrupción”. Por eso es irrelevante la celebración del 41º del PSOE. El partido tiene 145 años. Se fundó durante la tercera guerra carlista. Quizás de ahí su interés por la memoria histórica. Decir que el PSOE odia al franquismo porque fue la única etapa de su historia en la que no pudieron robar es algo más que una boutade: es la triste realidad. La sigla “PSOE” es una sigla maldita en la historia de España. El primer banderín en el que piensa cualquier corrupto o aspirante a serlo. El problema -y ese es el único aliciente de este congreso- es que probablemente sea el último.
Los reunidos este fin de semana en Sevilla, harán como la Pantoja ante los flashes: “dientes, dientes, dientes”. Sonreirán, pero la procesión va por dentro. Todos los reunidos, son perfectamente consciente de que, si están en el poder, no es por su “victoria electoral”, sin por los apoyos que han recabado vendiendo España a la no-España (al independentismo) y a la anti-España (a Marruecos). Desde hace un lustro, el PSOE solo gana en las encuestas de Tezanos. En 2023 perdieron las elecciones generales, pero desde el año anterior ya habían ido perdiendo poder municipal y poder autonómico. Ahora ya no se trata, para la camarilla pedrosanchista solo de perder el poder, sino más bien de ser mayoría en un módulo de cualquier prisión de alta seguridad.
Los procesos abiertos no apuntan hacia bribones situados en la periferia del partido, sino hacia el corazón mismo de la sigla. No hay en este congreso socialista ni debate ideológico, ni programático, tan solo algún codazo para entrar en el Comité Federal y poco más. Los allí reunidos, lo que queda del PSOE no es más que una reunión de palmeros de la banda de Alí Baba. Los “críticos” no criticarán y los disidentes ya han franqueado la puerta de salida (además de que eran “pesos ligeros” como Lobato). Aplausos y adhesiones inquebrantables que es lo que pide Sánchez y es lo que reflejará el congreso. Pero, insisto, será el último.
No hay líderes de reemplazo entre la militancia. Cuando se habla del post-sanchismo y se piensa en Pachi López hay que sonreír. Ni Page ni Lambán tienen peso fuera de sus comunidades y veremos lo que aguantan en sus puestos. Cualquiera que haya sido ministro con Zapatero o con Sánchez está quemado para la sucesión. Las Juventudes Socialistas son una entelequia y cualquier grupúsculo de extrema-derecha tiene hoy más militancia. El sindicalismo socialista -hoy lo sabe toda España- es un apéndice de la corrupción con una tendencia irreprimible a las mariscadas y que firma lo que haya que firmar cuando proceda firmarlo a cambio de unos euracos. Nada más. Y en cuanto a la “cultura socialista” se queda en unos pocos cineastas (los residuos del período de “la ceja”) capaces de aburrir hasta las piedras con películas que ni siquiera encuentran mercado en eMule o en los bitTorrent.
No es que el PSOE sea el representante de la “España oficial” frente a la “España real”, es que “el relato” de Sánchez ha creado una versión de España que nada tiene que ver con la realidad. La suya, para su uso y disfrute y el de los medios que dependen de sus subsidios.
La “España real” es hoy la del barro valenciano y de los contenedores canarios, del ecologismo que tala olivos en Andalucía “en defensa del medio ambiente” y de los trenes de alta velocidad que circulan a paso de caracol, de la inmigración ilegal “que brilla” y de los miles de teléfonos móviles robados cada día, del feminismo que denuncia la violencia de género pero se niega a reconocer quién agrede a quien y de donde proceden los agresores, la España de las 400.000 viviendas prometidas e inéditas y de las 100.000 viviendas okupadas, la de los trabajadores a los que se sustrae el 40% de su sueldo en concepto de IRPF, la España de la inseguridad jurídica, de la pulverización de la natalidad y de fiar el futuro a la progenie marroquí y africana en nuestro país, la España de los jubilados con aumentos de 25 euros al mes y de la “reduflacción” (“te doy menos, pero te cobro lo mismo”) en los supermercados, la de los campos de cultivo abandonados y de las importaciones de hortalizas marroquíes (más o menos venenosas…). Ya no hay “España oficial”, digna de tal nombre, porque Sánchez la ha convertido en una alucinación para uso y disfrute de su pesebre mediático. En realidad, los únicos que quieren creer en la “España oficial” son los independentistas que coleccionan -y obtienen siempre- “transferencias” que aumentan su narcisismo.
Hoy he tenido un sueño (que diría MLK)…
He soñado que la Guardia Civil entraba en el congreso de los diputados mientras Sánchez, desde la tribuna, rociaba al hemiciclo con efluvios de su visión alucinógena de España. Aquellos hombres de verde, no entraban disparando, simplemente desenfundaban su arma y le decían: “Queda usted detenido”. Todos sabemos que eso ocurrirá en realidad. El propio Sánchez a estas alturas es consciente de que tiene dos opciones: mantenerse numantinamente en el poder o dormir entre rejas. Mientras, sublima con desparpajo este fatum personal, en intervenciones vitriólicas contra un Feijóo que no es el “líder de la oposición” que precisa este país. Vox lo ha dicho y repetido: con el pedrosanchismo solamente queda “oposición, oposición, oposición”, nada de “oposición, pacto, oposición, pacto…”
Con el aprendiz de brujo en la cárcel, sus partidarios y los que hasta ese momento habían estado a su lado, le abandonarán a su suerte. No os quepa la menor duda: Aldama solo ha sido el primero. No hay honor entre los delincuentes. Incluso, los medios subvencionados tratarán de que el que venga detrás, les siga subvencionando. Que no os extrañe que Broncano acabe en un programa infantil de TreceTV o que la Intxaurrondo aparezca en la teletienda de Atresmedia. Tras Sánchez, es casi imposible que la sigla PSOE vuelva a levantar cabeza. Ocurrió en Italia con Craxi (que huyó a Túnez para evitar la prisión) y ha vuelto a ocurrir en Argentina con Cristina Fernández de Kirchner (ahora mismo con sentencia en firme de seis años).
En las elecciones siguientes, los restos en putrefacción del PSOE se presentarán a las elecciones junto a otros restos del naufragio de extrema-izquierda en una coalición heteróclita que agrupe a todo lo que quede a la izquierda. La “Unión de la Izquierda” suscitará sonrisas y “memoria histórica” en la oposición: “éste estuvo con Sánchez de segundón”, “aquel era un machaca de un peso pluma del zapaterismo”, “este que estuvo 20 años pagando la cuota del PSOE, era honesto, era más bien tontorrón y ni siquiera se dio cuenta de que estaba en una cueva de ladrones”, “mira una novia de Pablo Iglesias o una lo suficientemente cegata para hacérselo con Errejón”... Y todo así.
Aprovechad las imágenes del 41º Congreso del PSOE. Creedme, serán las últimas que celebre la sigla.