El documental lleva un par de años circulando. Denuncia los abusos
cometidos por un docente durante veinte años -que se dice pronto- contra
alumnas del Aula de Teatro de Lérida, cuando tenían entre 14 y 18 años. Las
denuncias fueron presentadas en 2018 por nueve mujeres, cuando ya habían pasado
quince años desde que se produjeron los hechos. Así que, no había lugar a la
investigación judicial: la denuncia fue archivada por prescripción del presunto
delito. Isabel Coixet leyó la noticia en el diario Ara y elaboró este
documental que fue premiado en tres ocasiones. Vale la pena realizar algunos
comentarios y realizar consideraciones sobre el caso.
PRIMERA ESTACIÓN DE DOLOR: CON LAS VÍCTIMAS, POR SER VÍCTIMAS
Sobre el documental puede decirse poco: simplemente, estremecedor.
Los testimonios de las chicas entonces -hoy mujeres hechas y derechas- rezuma
en todos los casos el aire de autenticidad. Ni exageraciones, ni
sobreactuaciones, ni signos delatores de recuerdos reelaborados. La
espontaneidad en el lenguaje, a veces la emoción, el contenido de las frases
utilizadas, evidencian espontaneidad, verdad. Así pues, solidaridad con la
víctimas y felicitaciones -hasta aquí- a Isabel Coixet. Era de rigor, empezar
esta crítica con este párrafo y recordar lo que se suele olvidar: que los
derechos de las víctimas -sean del delito que sean- están por delante de los
derechos de los que han causado el daño. Moralmente los delitos no prescriben.
Pero, ahora se trata de enumerar las carencias del documental de
Isabel Coixet o a esta crítica le faltaría algo. A partir del primer cuarto de
hora de los 94 minutos del documental, oímos testimonios concordantes que van
en la misma dirección: un individuo, ejerciendo su rol de “profesor”, realiza
abusos sexuales de todo tipo con sus alumnas. Esto es lo que se repite una y
otra vez. Y otra más. Y cuando creíamos que ya habíamos escuchado todo el
catálogo de las perversiones posibles de un degenerado, algún nuevo testimonio
nos sorprende aún más.
Para colmo, nos enteramos que el Aula del Teatre de Lleida,
despidió al individuo, pagándole algo así como 52.000 euros por la cancelación
del contrato… Milagro que no le dieran una Creu Sant Jordi…
INTENTO DE CRÍTICA: LO QUE LE FALTA AL DOCUMENTAL
Es cierto que las víctimas pudieron desahogarse y contar su
historia. Pero el gran problema de este documental es que las hojas no dejan
ver el bosque.
Hay varias cuestiones acumuladas que se superponen unas a otras y
que, en realidad, constituyen el fondo de la cuestión, aun reconociendo el
derecho de las víctimas a expresar lo que les ocurrió. Enumeramos las
cuestiones:
- Cómo es posible que se empleen unos métodos de enseñanza casi
pornográficos para alumnos adolescentes. ¿Es necesario enseñar artes
interpretativas recurriendo a tales métodos? ¿En qué se ha convertido el teatro
para que la “expresión corporal” se reduzca a obscenidades y escenario
privilegiado de parafilias y perversiones?
- Cómo es posible que los abusos pasaran desapercibidos del
Ayuntamiento (que es el que mantiene el Aula), de los medios de comunicación,
de los familiares de las víctimas, de los inspectores de este tipo de centros,
de las autoridades municipales ¡durante 20 años! (algo a lo que el documental
no responde de manera completamente satisfactoria).
- Cómo es posible que en una ciudad como Lérida (137.856
habitantes) y en la provincia (439.727 habitantes), exista un Aula de Teatre
con la desmesurada cifra de ¡2.000 alumnos!, cuando es manifiestamente
imposible que el “mercado” del espectáculo dé trabajo a ese volumen.
Las tres cuestiones son pertinentes y están ausentes por completo
o bien solamente la segunda se toca muy tangencialmente. Tratemos de responder
a las tres cuestiones y entenderemos porque el documental las elude.
SEGUNDA ESTACIÓN DE DOLOR: LA QUIEBRA DEL SISTEMA EDUCATIVO
En el fondo, la primera y la última cuestión están íntimamente
relacionadas: desde hace décadas, el sistema de enseñanza en España está en
quiebra. No es discutible: ahí están los resultados. Las “nuevas pedagogías”,
basadas en sistemas no memorísticos de aprendizaje tendían a que, desde EGB los
niños “aprendieran jugando” y, en efecto, aprendían… a jugar. La “lista de los
Reyes Godos” o la tabla de multiplicar cantada, se consideraron ejercicios
memorísticos “inútiles” (olvidando que para ejercer el razonamiento lógico y
utilizar silogismos, es preciso tener conocimientos culturales y estos
solamente se adquieren con la memoria). A esto siguió, ya en los 90 el que, con
un determinado número de suspensos podía pasarse al curso siguiente (con lo
que, en cada curso, el alumno acumulaba un déficit de conocimientos que, antes
o después, se traducía en un fracaso y en el abandono). Se añadió un nuevo tipo
de bachillerato, el “artístico”, sin preocuparse de las futuras salidas
profesionales que podía tener, pero al que iban a parar alumnos a los que la
política de pasar al curso siguiente con asignaturas suspendidas, había hecho
imposible que avanzaran en el bachillerato de ciencias y en el de humanidades.
El resultado de las sucesivas “reformas de la enseñanza” (de las que el PSOE SIEMPRE
ha sido el promotor) es que estamos a la cola de Europa en resultados
educativos.
Pero el fracaso español, no ha sido solo del Estado y de las
“reformas de la enseñanza”. Si esto garantizaba que la escuela había dejado de
facilitar “educación” (cultural, mental, humana), el problema es que la familia
también había dejado de ser efectiva a la hora de transmitir valores y
“educación”. No hay “escuelas de padres” y, por lo demás, dados los procesos
económico-sociales (necesidad de que los dos cónyuges trabajaran, proceso de
integración de la mujer en el mercado laboral, pérdida de poder adquisitivos de
los salarios, profesos inflacionarios, aumento de los gastos en vivienda,
etc.), era evidente que los padres no podrían encargarse de la formación de los
hijos. En condiciones normales, esta tarea recaía en los abuelos, pero estos a
partir de los 80 y, a la vista de la bajada constante de la natalidad y de la
reducción del número de hijos por pareja, terminaron consideran que “el nieto”
era el “rey de la casa”. A partir del zapaterismo, se le dio a todo esto forma
legal: dar un cachete a un hijo -y el que suscribe recibió varios de sus padres
y aún sus ojos de empañan cuando piensa en ellos y les está muy agradecido- era
una forma de “violencia doméstica”. Ya no se podía expulsar a un alumno del
colegio, por grave y perturbador que fuera su conducta. Estos “nuevos métodos
educativos” que, en la práctica consistían en no “frenar” a los niños desde su
infancia en sus impulsos, hizo que estallara una verdadera epidemia de
“trastorno de déficit de atención”, “síndrome de hiperactividad”, etc.
Buena parte del alumnado surgido de estos fracasos sistémicos,
ignora cuál es su vocación, se decanta por unos u otros estudios, por causas
subjetivas, casi nunca pensando en el futuro y en las posibilidades reales de
salir adelante con aquella profesión que ha elegido. Opta -como se ve en el
documental- por buscar “formar parte de un grupo”, mucho más que por vocación o
por consideraciones utilitarias. Esto explica que en la comunidad uniprovincial
de Murcia haya cuatro facultades de derecho, o porque en una provincia
numéricamente limitada como Lérida estén matriculados 2.000 alumnos.
TERCERA ESTACIÓN DE DOLOR: “PROGRESISMO” QUIERE DECIR “IR SIEMPRE
ADELANTE” (INCLUSO EN EL ERROR; SOBRE TODO EN EL ERROR)
Es en esas condiciones, en un contexto de fracaso del sistema
educativo en el que hay que incluir el triste episodio del Aula del Teatro de
Lérida. Ni el “sistema” era capaz de educar el carácter de los alumnos, ni
siquiera de inculcarles valores necesarios para la vida cotidiana. Uno de
ellos, el sentido del “pudor”: valor hoy denostado, pero necesario, incluso
para mantener sanas relaciones sexuales. Recuerdo en un programa de radio hace
años en el que participé en una tertulia con una asociación nudista. Se
sorprendieron por mi argumentación: el problema no es el “textil” o el
“nudismo”, el problema es lo que supone cada opción para la vida sexual. El
“textil” (en la jerga nudista, los que vamos cubiertos de ropa), mantiene el
misterio de nuestra intimidad. Ese misterio, alimenta el deseo. El deseo eleva
la tensión sexual que termina descargándose en la unión sexual. El nudismo no
sirve, en general, nada más que para banalizar el sexo y, por tanto, para
rebajar la tensión sexual, con lo que, a fin de cuentas, se tiende a una
sexualidad insatisfactoria. Eso, o bien, el nudismo se convierte en el
escenario de determinadas parafilias que encuentran “morbo” en determinados
comportamientos o en el mero exhibicionismo. El “pudor”, por tanto, es
necesario para la vida; pero desde la irrupción del freudismo, se considera
como un signo de “represión sexual”.
Porque el fracaso del sistema educativo, no se ha debido solamente
a reformas cada vez más catastróficas, sino que éstas han ido cabalgando sobre el
triunfo del “progresismo”: lo nuevo se considera “mejor” que las prácticas de
otras épocas; luego, hay que aceptar lo nuevo y nunca dar marcha atrás ante un
innovación socio-cultural. El fracaso del sistema educativo, en el fondo, ha
sido el fracaso de las teorías educativas progresistas. Pero, dado que el
“progreso” siempre va en la misma dirección, a ningún “pedagogo moderno” se le
ha ocurrido estudiar en qué punto la educación dejó de formar hombres y
mujeres, aportarles, además de conocimientos, valores, cultura y estilo. Así
pues, había que persistir en la misma dirección, lo que suponía, un aumento de
la velocidad de caída.
Esto viene a cuento de que la enseñanza en sus contenidos y en su
método que utilizaba -y utiliza- el Aula del Teatre de Lérida responde a estos
contenidos “progresistas”. Una muestra más de su validez y de su eficiencia…
TERCERA ESTACIÓN DEL DOLOR: CUANDO EL ALUMNO ES UN OBJETO DE DESEO
PARA EL DOCENTE
En el Aula del Teatro, por lo que vimos, se enseñaba cualquier
cosa, menos a representar el teatro “de toda la vida”. Incluso Ionesco, con El
Rinoceronte o con La cantante calva, parecía muy convencional para
algunos de los profesores. No digamos Sartre o Camus. Así que, mejor empezar
por la “expresión corporal”, el “teatro experimental”, pidiendo a una alumna
que se masturbara ante el resto o llamando “monja” a otra que se negaba a
desnudarse en público… Obviamente, aquellos alumnos, nunca estaría preparados
para representar el teatro clásico español, ni por supuesto a Shakespeare, y no
digamos las tragedias de Eurípides, Sófocles y demás… Ni siquiera a Gala,
Brossa, Alfonso Paso o a Bueno Vallejo, tan diferentes y tan brillantes. Lo que
se enseñaba en el Aula del Teatro de Lérida, da la sensación de que ni siquiera
era teatro del absurdo, sino simples excusas para satisfacer las parafilias de
algunos profesores. Pero nadie lo puso en duda durante 20 años: parecía normal
porque nuestra civilización ha llegado a un punto en el que el “pansexualismo”
lo invade todo. Incluso para vender un helado se recurre a propaganda
subliminal de trasfondo sexual.
Esta sería la visión de conjunto: chicas que llegan a un aula con
poca solidez en su formación cultural y en sus valores (incluido el sentido del
pudor) y que una especie de Pigmalión calentorro y parafílico puede utilizar a
su antojo. En definitiva, el producto del fracaso formativo de una sociedad,
tanto en el seno de las familias, como en la educación obligatoria, como en la
formación profesional. El fracaso de un sistema, de una sociedad. Está bien,
como hace Isabel Coixet, dar la palabra a las víctimas. Pero no basta con eso:
hay que ser “radical”, viajar a las raíces de los problemas, porque si son,
como en este caso, profundas, el mal no se ataja podando las últimas hojas de
la planta. Y el mal, hoy, tiene un nombre: “progresismo” y todo lo que viaja
con él.
CUARTA ESTACIÓN DE DOLOR: NO ES UN PROBLEMA DE “FEMINISMO”, SINO
UN PROBLEMA GENERADO EN EL SENO DE UNA “SOCIEDAD PROGRESISTA”
Entendemos perfectamente que Isabel Coixet que se mueve en un
entorno artístico-cinematográfico en la que el progresismo es la nueva
religión, no entre en esta cuestión, pero es que, ignorándola, el problema no
dejará de reproducirse. Y no se trata, contrariamente, a lo que se expone en el
documental, de una simple agresión contra “la mujer”.
También hay agresiones contra hombres en esas mismas
instituciones: ¿o es que, a fuerza de hablar de las agresiones sexuales
llevadas a cabo en colegios religiosos, vamos a olvidar que esas mismas
agresiones se producen también en colegios laicos, en gimnasios, en discotecas,
en sectas, y que lo esencial de estas otras agresiones no es que estén
protagonizadas por sacerdotes, profesores o dijeys, sino por homosexuales? Lo
que no implica culpabilizar a la homosexualidad, sino reconocer que existe una
pedofilia heterosexual (la que se daba en el Aula del Teatre de Lleida) y una
pedofilia homosexual.
QUINTA ESTACIÓN DE DOLOR: EL ASPECTO POLÍTICO. LOS QUE TIENEN EL
PODER OCULTAN, LOS QUE ASPIRAN A TENERLO SE HACEN ECO DE LAS DENUNCIAS
Queda por hablar de todo este asunto y la política. Ya hemos dicho
que el PSOE, en tanto que autor de las sucesivas reformas socialistas de la
educación acometidas desde los años 80, tiene una responsabilidad incuestionable
en la crisis del sistema educativo (y el PP en haber permanecido indolente ante
la cuestión), pero es que, también vale la pena analizar la cuestión del Aula
del Teatre de Lleida desde una perspectiva política.
Todos estos abusos tuvieron lugar en Lérida durante los años en
los que la ciudad estaba gobernaba por Antoni Siurana (alcalde entre 1989 y
2004) y por Ángel Ros (2004-2018). El tema salió a la superficie durante el
gobierno ciudadano de Félix Larrosa (que, entonces, apenas se prolongó durante
10 meses). Los tres son miembros del PSC. Esto es importante, porque el Aula
del Teatro estaba directamente subvencionada por el Ayuntamiento. Hay que destacar
que Félix Larrosa fue, desde el momento en el que los hechos salieron a la
superficie en “llegar hasta el final”. No es tan admisible que, sobre todo
Ángel Ros no se hubiera enterado de nada. Esta parte se pasa de soslayo en el
documental. O bien conocía los rumores y no hizo nada, o bien debía haber
inspeccionado la marcha de un centro financiado por el ayuntamiento y no
cumplió… A elegir.
Ros fue un alcalde polémico. Nos limitamos al “copia y pega” de lo
que se muestra en Wikipedia sobre su figura: “Marta Camps, su ex teniente de
alcalde, denunció públicamente irregularidades de la administración presidida
por Àngel Ros tras ser destituida, entre ellas la autorización de gastos
injustificados por consumo de telefonía móvil, utilización indebida de datos
personales, sueldos de cargos electos no justificados y mal uso de fondos
públicos. En concreto, Camps ha apuntado el cobro de dietas injustificadas en
viajes a China (1.500 euros) y Hannover (16.952) y regalos institucionales
desproporcionados (36.000 euros en fulares y corbatas de diseño). Además,
denunció en la Oficina Antifraude que Àngel Ros participó en comidas
institucionales, aperitivos y cáterin que supusieron a la Paeria 63.075 euros solo
en el año 2014. (…) Àngel Ros denunció por injurias y calumnias a Marta Camps
tras estas acusaciones, pero la Audiencia de Lérida archivó la denuncia. (…) Se
le acusa de facilitar la entrada laboral en su administración a su yerno José
Crespín. (…) En 2017 el grupo municipal Comú de Lérida denunció a Àngel Ros
entre otros por prevaricación, tráfico de influencias y malversación continuada
de dinero público al considerar que anulaban multas de la Policía Local y la
Zona Azul a cargos públicos, adjuntando la lista de denuncias anuladas, pero la
Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña archivó la denuncia. La
"lista blanca" publicada contiene 60 expedientes de personas físicas
o jurídicas diferentes, relacionadas con 665 multas. De estas, 13 expedientes
corresponden a cargos electos, 12 de funcionarios, 9 de empresarios y 16 de
familiares de políticos, concejales, funcionarios, colaboradores, miembros de
la sociedad civil o de listas del PSC. Àngel Ros aparece en la lista, así como
el presidente de la Audiencia Provincial. Un restaurante, por ejemplo, registra
más de 90 multas prescritas”… Así pues, Ros, entra dentro de la tipología de
“militante del PSOE de estricta observancia”.
SEXTA ESTACIÓN DE DOLOR: NO PONGAS LA MANO EN EL FUEGO POR LAS
INTENCIONES DE LA PRENSA CONVENCIONAL
Esta militancia explica también por qué el diario Ara fue
el que “destapó” el asunto, como cuenta el documental de Isabel Coixet. Era el
único que podía y quería hacerlo. La prensa en Cataluña se ha reducido a la
mínima expresión: para La Vanguardia, todos los problemas aparecen al
otro lado del Ebro, en Cataluña reina una paz celestial y angélica; reconocer
los abusos del Aula del Teatro habría sido un menoscabo para la Paeria y para
la gencat. ¿Y El periódico? La orientación de este medio siempre ha sido
próxima al PSC, por lo tanto, publicar algo que pudiera ser utilizado contra un
alcalde socialista, estaba fuera de lugar. El Avui, después de cuarenta
años de vivir a costa de subvenciones, se ausentó sin dejar señas. Así que solo
quedaba el Ara, diario de orientación nacionalista-independentista. Por
lo tanto, la información solamente podía aparecer ahí: no es que la información
fuera falsa o tendenciosa, todo lo contrario, pero la intención de la dirección
del diario iba mucho más allá de revelarla; no se trataba tanto de defender a
las víctimas y denunciar unos abusos, como de torpedear a un alcalde socialista
y trata de instalar a un indepe (de hecho, el socialista Larrosa, fue
sustituido por el miembro de ERC Miguel Pueyo, apoyado por su partido, por
Junts y por En Comú).
Hemos resaltado este hecho porque da también que pensar: ¿prensa
libre? ¿prensa de investigación? Poca, en realidad, más bien, prensa
subvencionada que se debe a unos patrones o a otros y que trabaja, no por
desvelar iniquidades y delitos, sino para erosionar a los que taponan a sus
patrones en el control de las instituciones. ¿Cuándo se reconocerá que no hay
prensa libre en España y que la “prensa de investigación”, salvo honrosas y
puntuales excepciones, es un mito? Hoy la “gran prensa”, La Vanguardia, El
Periódico y el mucho más modesto Ara, son empresas que tienen menos
audiencia diaria que youtubers. La falta de ventas de la prensa escrita y las
audiencias de sus ediciones digitales, permiten “pensar mal” y ni siquiera
atribuir un mérito (sino más bien una segunda intención) al diario que relevó
el episodio de Lérida.
SÉPTIMA ESTACIÓN DE DOLOR: LO DE LÉRIDA NO ES UN CASO AISLADO; ES
LA PUNTA DE UN ICEBERG
Un último apunte. En 2021 apareció una noticia en el diario Ara,
según la cual, varios docentes del Institut del Teatre de Catalunya,
institución pública en el que participan Diputación, Ayuntamiento de Barcelona
y gencat, fue denunciado por acoso sexual y comentarios vejatorios. El caso
provocó la dimisión de la directora y de la cúpula de la Escuela Superior de
Arte Dramático que “pidieron perdón” a las víctimas “por no haber sabido
encontrar las ‘herramientas’ para erradicar estos comportamientos. La descripción
que llegó a la prensa (elDiario.es) eran exactamente iguales que las se habían
producido en el Aula del Teatre de Lleida: humillaciones, maltrato psicológico,
sexualización de las clases, aprovechamiento de su condición de docentes para
aproximarse a jóvenes con intenciones sexuales, etc, etc, etc. También aquí
“todos los sabían, pero nadie hacía nada”. Y, por supuesto, todo terminó en
nada: un profesor expulsado, pero con las diligencias archivas, y otros dos ya
jubilados. Nadie respondió ante los tribunales…
Y el ultimísimo comentario. El 22 de abril de 2024, la fiscalía
provincial de Madrid, presentó una denuncia contra un conocido dramaturgo y
director de teatro por abusos sexuales a 14 mujeres. Sin olvidar que el 26 de
enero pasado, un director de cine español, Concha de Oro en San Sebastián,
fuera acusado por tres mujeres de “violencia sexual”. Son la punta de un
iceberg: algo no funciona en el mundo del espectáculo en España (y en el
mundo…). El “Me Too” no ha cambiado nada: no apunta a las raíces, se limita a
podar los efectos.
Lo que expusieron las chicas que aparecieron en el documental de Isabel Coixet no parecen ser excepciones, ni el Aula del Teatre de Lleida… Y esto es lo que justifica este artículo y la crítica que hemos realizado al documental. Un buen documental, salvo por el hecho de que no ha encuadrado el problema en el marco que le es propio. Que no ha sido suficientemente “radical”: no ha ido a las raíces del problema.