El gobierno de Pedro Sánchez reconoce hoy al “Estado de Palestina”.
Por el mismo precio, el mismo presidente, concedió nacionalidad española a sefardíes
originarios de España en el año 2019. Entonces era una medida estrella
destinada a interesar al dinero judío para invertir en España (algo parecido a
lo que Javier Milei también ha hecho en Argentina). El resultado fue
pobre-pobrísimo. Ahora, Sánchez utiliza la “carta palestina”. Queda, por tanto,
demostrado: Que el gobierno español carece de línea política en materia internacional.
Y lo que cabe preguntarse es: ¿a qué obedece el “activismo palestino” del
presidente?
LA EXPULSION DE LOS JUDÍOS DE ESPAÑA Y EL “ETERNO RETORNO”
Vayamos a lo primero: el fracaso de la “Operación Sefarad”, esto
es, la concesión de la nacionalidad española a los descendientes de los 100.000
judíos expulsados en 1492 por los Reyes Católicos. El motivo principal de
la expulsión fue la “herética pravedad”, la simulación que se había convertido
en habitual entre la comunidad judía de bautizarse y seguir practicando su “antigua
religión”. Esta medida, unida a la expulsión de los moriscos fue lo que evitó
que, desde el siglo XVI, España no se viera desgarrada por más conflictos
religiosos y étnicos (hasta nuestros días). Se pueden pensar lo que se quiera
de estas “expulsiones”, pero es difícil negar que evitaron guerras de religión,
cerraron el camino a la expansión otomana y contribuyeron a estabilizar la
sociedad española posterior a la Reconquista.
Las cifras de sefarditas expulsados han variado desde apenas
50.000 hasta 350.000. La cifra debió ser inferior a 200.000 ¿A dónde fueron? La
mayor parte, inicialmente, optó por Marruecos (y, en concreto, por el reino de
Fez), pero muchos de ellos abandonaron la zona, o bien en dirección, nuevamente
a España, o bien hacia el Este dominado por el Imperio Otomano. Francia mantuvo cerrada la frontera para los judíos expulsados
de las Españas (e, incluso, la Universidad de la Sorbonne, felicitó a los Reyes
Católicos por la expulsión). Otros se fueron a Portugal, en donde se les instó
a que abandonaran el país o se convirtieran al catolicismo. Los hubo que
optaron por instalarse en el Reino de Navarra (eligieron Bayona como
asentamiento).
No era una medida excepcional:
Eduardo I de Inglaterra había expulsado a los judíos en 1290. El Rey
Felipe Augusto de Francia ordenó la confiscación de sus bienes y la expulsión
de los judíos en 1182, medida revalidada por otros reyes franceses en 1306,
1321 y 1394. En Portugal serían expulsados en 1497 y en Navarra en 1498.
Los gobiernos democráticos han insistido en lo injustificado de
tales medidas adoptadas en el siglo XV y lo han hecho con una óptica propia del
siglo XXI. Durante el gobierno de Rajoy se aprobó una ley por la que se
concedía nacionalidad española a los descendientes de los judíos sefarditas que
la solicitaran. Sin embargo, se dio un plazo de cuatro años para que se
formularan las peticiones. Este plazo concluyó el 30 de septiembre de 2019,
cuando ya era presidente Pedro Sánchez.
Se acogieron a esta ley un total de 153.767 solicitantes, la
mayoría de Iberoamérica (33.000 de México, 28.000 de Colombia y 22.000 de
Venezuela), pero, sorprendentemente llegaron también de EEUU (5.400) y del
Estado de Israel (4.900). Pero, finalmente, solo 8.365 descendientes de
sefarditas pudieron justificar su petición conforme a la ley (se exigía certificado de antecedentes penales, documentos
legalizados y traducidos que demostrasen el origen sefardí y un certificado
acreditativo de conocimiento de la lengua española). No estaban obligados a
renunciar a su nacionalidad anterior a la petición.
Así pues, la “Operación Sefarad” no fue, precisamente, un éxito.
La mayoría de los que llegaron fueron jóvenes con títulos profesionales
interesados por trabajar en España y con medios suficientes para instalarse
aquí. Su presencia no ha repercutido en la
sociedad española y en muchos casos, finalizados sus contratos laborales retornaron
a su país de origen. No hubo ni “florecimiento” de la cultura sefardita, ni
siquiera un aumento significativo de asistencia a las sinagogas. Y es que 500
años son muchos como para que un pueble conserve sus rasgos identitarios.
Ahora bien, esta medida constituyó un síntoma de las buenas
relaciones entre el Estado de Israel y España. Lejos quedaban los tiempos en
los que los NO-DO del franquismo aludían a “nuestra tradicional amistad con los
países árabes” o cuando en las librerías españolas podían adquirirse libros de
contenido antisemita. Con la democracia se entró en una era de normalización de
relaciones entre ambos países y, en la práctica, la ley de concesión española a
los sefardíes entraba en este contexto.
Y entonces apareció en escena Pedro Sánchez...
UNAS NOTAS HISTÓRICOS SOBRE CÓMO SE HA LLEGADO AL PUNTO ACTUAL
El 7 de octubre de 2023, grupos de militantes de Hamas (Movimiento
de Resistencia Islámica) y de la Yihad Islámica Palestina, lanzaron un ataque
contra granjas e instalaciones del Estado de Israel próximas a las fronteras
con la franja de Gaza. El ataque, denominado “Operación Inundación de Al-Aqasa”
conmemoraba el 50 aniversario del inicio de la guerra del Yom Kippur en 1973.
Los palestinos asesinaron a 695 civiles israelíes (36 de ellos menores de
edad), 71 civiles extranjeros y 373 soldados y policías (las cifras son de
Wikipedia), en un momento en el que los judíos celebraban la “Fiesta del
Tabernáculo”. No fue una “gloriosa operación militar”: fue un ataque contra
civiles: un ataque terrorista de la peor especie con el agravante de
violaciones a mujeres, ensañamientos, toma de rehenes. Cerca del kibutz de
Reim, un grupo de 50 milicianos palestinos armados, asesinaron a 364 personas
durante un festival de música. Las imágenes siguen en youTube para
quien tenga estómago suficiente para verlas. Si una acción puede considerarse
como terrorista y desprestigia como ninguna otra la causa palestina, esa es la
que tuvo lugar el 7 de octubre pasado.
Los partidarios del reconocimiento palestino, claro está, alegan
que la represalia israelí fue desproporcionada y que los bombardeos judíos,
desde entonces, han causado 35.562 muertes, entre ellos 15.000 niños y 10.000
mujeres. A su vez, los pro-israelitas alegan dos razones de peso: Hamas
había trazado deliberadamente una red subterránea de 4.000 km de túneles que
conducían a sus arsenales, estratégicamente situados siempre anexos a
hospitales y escuelas. Y, por lo demás, parece evidente que el ataque del 7 de
octubre de 2023 lo inició Hamas en una zona “tranquila” (era mucho más
comprensible que se hubiera producido en la zona de Cisjordania en donde
menudean los choques palestino-israelíes).
Las cuestiones a plantear son muchas. La primera de todas: ¿Qué
pasó por la cabeza de los dirigentes de Hamas y de la Yihad Palestina para
realizar un ataque inicial tan absolutamente brutal contra kibutz? ¿Acaso no se
han enterado de lo que es la “Ley del Talión”? ¿Pensaban que Israel no iba a
vengar a sus ciudadanos asesinados? ¿Quién o qué les indujo a un ataque que,
necesariamente, sabían que iba a conducir a un conflicto generalizado en la
zona? Preguntas sin respuesta. Y es extraño porque cuando se inicia un
ataque de esa envergadura -y la “resistencia palestina” nunca había empleado
tanta brutalidad desde los años 70- se entiende que debe de existir un plan
para el día después…
Llegado a este punto, los defensores de la causa palestina
alegan que todo empezó con la creación del Estado de Israel y con el
desplazamiento masivo de judíos iniciada por el movimiento sionista hace ahora
algo más de 100 años. Repito: 100 años. Cien años en los que la región no
conoce la paz. Si empezamos a buscar las causas últimas del conflicto,
habrá que retrotraerse a los tiempos bíblicos en donde, según la mitología bíblica,
los judíos que abandonan Egipto, se instalan en un territorio entregado por
Jehová… Demasiado lejos en la historia…, como lejos están los tiempos en
los que las legiones de Tito destruyeron el Templo de Jerusalén. Estamos en
2024, ni siquiera en 1973 cuando la guerra del Yon Kipur, ni en 1967 cuando la
guerra de los Seis Días, ni en la operación anglo-francesa-judía de Suez en
1956, ni en el momento de la primera guerra árabe-israelí de 1948… Como no
estamos en la época de la Declaración Balfour (1917) o de las primeras intifadas
palestinas (1920-1923). Estamos en 2024 y lo que ocurrió en tiempos míticos o
lo que ocurrió hace cien o incluso medio siglo, no puede servir para ocultar la
situación actual.
Hoy ya no vale decir que el Estado de Israel se ha levantado en una
tierra usurpada a los palestinos, porque de seguir este razonamiento
llegaríamos al absurdo de discutir sobre si Jehová regaló esta tierra al “pueblo
elegio” o quién había antes de que llegaran los judíos sobre esos mismos
territorios.
Y la situación actual es que los palestinos tienen derecho a un
Estado e Israel tiene derecho a su seguridad. Eso es todo. Si se acepta esto,
se acepta la necesidad de que las partes negocien y lleguen a un acuerdo que
era necesario en 1948 y que hoy aún lo es más. Y
esa debería ser la única razón para que un “tercero” interviniera solo para
facilitar el marco de esas negociaciones y la garantía del cumplimiento de los acuerdos.
Nada más. Lo que traducido quiere decir que todo lo que contribuya a las
negociaciones de paz y a llegar a un acuerdo es positivo y todo lo que aumente
las tensiones es negativo.
EL RECONOCIMIENTO DEL ESTADO PALESTINO
Si aceptamos todo lo anterior, deberemos aceptar también que el
eje de la cuestión no es ni lo ha sido nunca el reconocimiento del Estado
Palestino, sino las negociaciones de paz. El hecho de que el gobierno de
Pedro Sánchez haya demostrado un inusitado activismo pro-palestino en estos
momentos es casi incomprensible. La falta de empatía de Sánchez hacia sus
mismos vecinos es conocida, así que podemos imaginar lo que le importan los
habitantes de Gaza… En el mes de noviembre de 2023, cuando Sánchez inició su
activismo pro-palestino, solamente estaba en su horizonte personal, ligar un
acuerdo de gobierno con Sumar (que siempre se había manifestado pro-palestina).
Todavía albergaba esperanzas de que, cuando se cansara de presidir el
gobierno español, pasara o bien a ser secretario general de la OTAN o bien
candidato a la presidencia de la UE…
Todavía no había estallado ni el caso Koldo, ni el caso Begoña y
gozaba de cierta reputación en la izquierda internacional. Todo esto saltó por
los aires en la primavera de 2024. Hoy, especialmente tras su choque con “el
Javo Milei”, se ha convertido en una irrisión internacional y el tendring
topic #PedroVigilaatuMujer es uno de los más seguidos de Twiter-X, a nivel
mundial. Hoy, Sánchez, internacionalmente no puede aspirar a nada más que encontrar
un lugar tranquilo de residencia cuando sea apeado del poder definitivamente en
España (lo que ocurrirá antes o después).
Lo sorprendente es que, a medida que se le complicaba la
situación interna, Sánchez aumentaba su activismo propalestino. Finalmente, solamente
dos países irrelevantes dentro de la UE, Noruega e Irlanda, han aceptado
seguirle -contra la opinión unánime de la UE- en su reconocimiento al Estado de
Israel. Cuando, los altos objetivos políticos personales que se había
propuestos para presidir organismos internacionales, ya le son inalcanzables ¿porqué
sigue con esta absurda cruzada en favor del reconocimiento del Estado
Palestino? La respuesta es tan simple que sorprende que no haya sido
comentado hasta ahora por tertulianos y demás “especialistas” en ninguno de los
canales generalistas.
En España existen entre 2.400.000 y 3.000.000 de musulmanes de los
que 1.500.000 tienen la nacionalidad española: pueden votar en España. Y lo que
le importa a Sánchez es seducir a este “nicho electoral”. Para ello, tiene que recurrir a medidas inequívocas: dado que la
situación económica del país ya impide aumentar los subsidios y las
subvenciones a la inmigración, Sánchez opta por hacerse con ese 1.500.000 de
votos mediante medidas que sean consideradas por ellos como favorables. Se
trata de darles una “satisfacción moral”, a falta de darles más “satisfacciones
monetarias”. Además, es otra posibilidad de congraciarse con Marruecos, algo
que, por algún motivo, Sánchez está empeñado en seguir haciendo hasta el fin de
sus días.
No hay más explicación. No hay otra explicación. ¿La “paz”? ¿los “derechos
humanos”? ¿el derecho a un “Estado Palestino”? Todo ello son palabras huecas
para Sánchez: su imperativo personal está por encima de todas estas minucias. Y su objetivo, hoy por hoy, no es más que mantenerse en el poder
el máximo de tiempo posible. Una carrera ciega y enloquecida de un personaje
visiblemente trastornado.
En política internacional, lo que cuenta y genera confianza no es seguir
la moda: ahora con los palestinos, ahora con los sefarditas, mañana quién sabe
con quién… En política internacional, se logra confianza y se alcanza la
seriedad manteniendo posturas firmes y “de Estado”. La política internacional
practicada por Pedro Sánchez y su mariachi, Albares, suscita desconfianza en
todas las cancillerías y es lo contrario de cualquier política coherente. Pero,
a estas alturas, estos es lo habitual con Sánchez.