Ignoro si este artículo de Antonio Medrano, publicado
por primera vez en la revista francesa L’Age d’Or (publicada por
Éditions Pardes) se volvió a publicar traducido a la lengua en la que fue
escrito. Lo que si recuerdo fue las esperanzas y la satisfacción con que los
pocos tradicionalistas evolianos de aquellos años -era el invierno de 1983-
acogimos la nueva publicación (de la que, si no recuerdo mal, se publicaron una
quincena de números. Parte de los artículos contenidos en aquel primer número
de L’Age d’Or, fueron escritos por Medrano y es nuestra intención
traducirlos en los próximos días). No es un artículo de mera erudición: es
la prefiguración en 1983 de un futuro que Medrano auguraba próximo y que
nosotros, hoy, presentimos más próximo aún. El tema nórdico-germánico del Raknarök
parece definir nuestro tiempo con una precisión singular. De forma poética
describe conflictos a través de los distintos personajes mitológicos. El Edda
es de nuestro tiempo del que está hablando cuando alude al Ocaso de los Dioses.
Su mensaje, además, está marcado por la esperanza. Volverá a salir el Sol. En
la página final del artículo, la redacción colocó un fragmento del libro de
Jean Chevalier “Millénarisme, messianisme, eschatologie” que hemos
decidido incluir al final del texto de Medrano.
* * *
La mitología nórdico-germánica nos ofrece un retablo poético, tan
evocador como ejemplar, del final del ciclo y la restauración final. Gira en
torno a la figura de Balder, con el telón de fondo del tema del, Ragnarôk.
Balder (Baldr o Baldur) es el dios solar de la antigua religión
escandinava. Encarnación de la luz y la alegría, la sabiduría y la bondad, la
justicia y la pureza, el amor y la belleza, la fuerza y la verdad, es el
equivalente germánico del Apolo griego, y también se le ha llamado "el
Cristo Blanco". En él podemos ver el símbolo de la Verdad eterna, el Sol
espiritual o Corazón sobrenatural que sostiene el orden cósmico y anima toda
tradición auténtica.
La muerte de Balder marca el principio del fin. Con ella comienza
el periodo conocido en la tradición nórdica como Ragnarök, la
"decadencia" o el "crepúsculo de los dioses". El mito
relata cómo el dios de la belleza y la luz muere a manos de su hermano, el
oscuro y pálido Héder (Hod, Widr o Hôdur), dios de la desgracia, instigado por
Loki, el espíritu de la negación, la duplicidad y la mentira (1).
La madre de Balder, la diosa Frigga, decide exigir a todas las
criaturas que juren respetar la vida de su hijo. Así lo juran los animales, las
plantas, los elementos y las cosas inanimadas; todos los seres excepto el
muérdago, al que Frigga no presta atención por considerarlo demasiado
insignificante. Gracias a sus astutos trucos, Loki consigue averiguar esta
desconocida circunstancia y, en una ocasión en la que los dioses se entretienen
lanzando todo tipo de objetos a Balder para demostrar su invulnerabilidad, el
malévolo dios del fuego coloca un aguijón hecho de muérdago en las manos del
ciego Höder, guiando su mano hacia el corazón del luminoso dios. Este último cae
fulminado, para consternación de la comunidad divina, que ve extinguirse su
tesoro más preciado, el centro mismo de su vida. Los dioses intentan en vano
devolver la vida al desafortunado adolescente, pero Loki, con sus artes
malditas, frustra todos sus esfuerzos. Así, cuando Hel, Reina del Mundo de los
Muertos, accede a liberar a Balder con la condición de que todas las criaturas
lloren su muerte, sólo un gigante, nada menos que Loki disfrazado, se niega a
derramar una lágrima.
Sin embargo, justo cuando el cuerpo de Balder está a punto de ser
incinerado, Odín susurra unas misteriosas palabras al oído de su amado hijo,
que probablemente contengan el mensaje secreto de su resurrección, o incluso el
poder mágico necesario para salir victorioso de la prueba. El atroz crimen no
ha quedado impune. Vali, el valiente arquero y hermano divino de Balder, venga
la muerte de éste matando a Hötter, mientras que Loki, como castigo por su
traicionera acción, es atado a tres piedras planas unidas por las vísceras de
uno de sus hijos, y colocado bajo la boca de una gigantesca serpiente, que
gotea su veneno sobre el rostro del espíritu maligno.
Este triste acontecimiento, que los poemas éddicos describen como
la mayor tragedia jamás acaecida a dioses y hombres, marca el comienzo del
Ragnarök. La muerte de Balder el Hermoso, dice H.R. Ellis Davidson, "fue
el acontecimiento que provocó la destrucción de la Tierra y de Asgard"
(2). Evidentemente, tal acontecimiento simboliza el oscurecimiento o eclipse de
la tradición solar primordial, la pérdida de la sabiduría y rectitud originarias
como consecuencia del alejamiento del Principio divino en el que encuentra su
origen y fundamento. La muerte de Balder es la muerte de la Tradición, del
esplendor del Sol espiritual en un momento concreto del ciclo de la existencia
humana; o, dicho con más precisión, puesto que la Tradición es eterna, nunca
puede morir, sino sólo pasar por un periodo de ocultación transitoria (la
estancia de Balder en el mundo de Hel), la muerte de Balder es la muerte de la
humanidad a la Verdad tradicional.
Es la tragedia de una civilización o grupo humano particular que,
al distanciarse del Centro de la vida universal, se encuentra a merced de las
fuerzas demoníacas y siembra así las semillas de su propia aniquilación. El
asesinato de Balder por Loki representa la extinción de la Luz Divina que
ilumina el camino del hombre en este mundo, la ruptura del vínculo con los
orígenes mediante la acción subversiva de las fuerzas de la antitradición,
utilizando para ello la ceguera de aquellos que estaban llamados a participar
como verdaderos hermanos en la vida del Principio Luminoso. A este respecto, es
muy significativo el vínculo, puesto de relieve por eminentes germanistas,
entre el Loki del mito germánico y el Set egipcio (3). Como señala Guénon, Set
-el llamado Tifón por los griegos, hermano y asesino de Osiris, como Caín lo
fue de Abel, cuyos animales emblemáticos son la serpiente, el cocodrilo y el
asno- representa "el principio tenebroso" y es el "símbolo de la
contrainiciación" (4).
Según el Völuspâ, el Ragnarök va acompañado de todo tipo de
desórdenes, tanto humanos como naturales, morales y cósmicos. Es un tiempo
invernal, oscuro e inclemente para todo el universo, un tiempo de violencia y
de caos absoluto, de calamidad indecible, de destrucción de todo lo que es
bello y noble, de liberación de todas las tendencias infrahumanas y demoníacas.
"Se desatan todos los lazos físicos y morales del universo",
dice Félix Dahn (5). Wilhelm Grônbech escribe: "La muerte de Balder
abre la puerta a un infierno en la tierra, donde los hombres envenenan sus
propias almas despreciando las leyes más sagradas y sublimes, los principios
fundamentales de la vida" (6). Los relatos antiguos describen esta
fase final del ciclo de los epítetos expresivos como la "edad del
viento" (durante esta edad, un viento helado y destructor sopla por
todas partes y mata todas las formas de vida), la "edad del lobo"
(una explosión salvaje de los instintos más feroces; el hombre se convierte
realmente en un lobo para el hombre), la "edad del hacha y la
espada" (porque reina la fuerza bruta, la ley de la selva, el derecho
del más fuerte).
En esta era del viento y del lobo, estallan terribles guerras por
todos lados. El odio divide irrevocablemente a la humanidad. Se enfrentan en
una batalla permanente carente de sentido. La humanidad está poseída por un
deseo de autoaniquilación. Damos la espalda a los ritos y creencias de nuestros
antepasados. La moral se degrada, llevando a la humanidad a un increíble nivel
de barbarie y salvajismo. Los lazos de parentesco se rompen y los de sangre
dejan de respetarse. Los hijos no honran a sus padres, ni los padres a sus
hijos. Hermanos y padres se matan unos a otros para sacar provecho. Se pierde
el sentido del honor y se envenena la fuente de la felicidad personal y
comunitaria).
El crimen y el perjurio, el adulterio y el incesto, la rebelión y
la mentira, el abandono de la hospitalidad, la avaricia y la pasión por las
riquezas, la impiedad y el ateísmo se convierten en la nota dominante. Un
invierno aterrador (el fimbulvetr) asola la tierra durante varios años
sin interrupción, porque el Sol y la Luna han sido devorados por los lobos
Skoll y Hati. El frío y la oscuridad se apoderan del mundo. La tierra es
sacudida de tal modo que las montañas se desmoronan y los árboles son arrancados
de raíz (clara alusión al proceso de desarraigo y ruina de la naturaleza,
característico de la civilización de los últimos días). El mar se agita con
furia e invade tierra firme, amenazando con anular lo que queda de vida
terrestre. Finalmente, se rompen las cadenas que retenían las fuerzas del
abismo. Los monstruos, las criaturas demoníacas -representaciones simbólicas de
los poderes destructivos del cosmos: el lobo Fenrir, Garm el perro infernal, la
serpiente de Midgard, el propio Loki- se liberan de sus ataduras y se ensañan
contra todo lo divino y lo humano. En el mar tempestuoso aparece la nave de
Nagelfar, la nave de la muerte, construida con las uñas de los cadáveres
(detalle al que debe su nombre -Nagel significa "uña" en
alemán- y que contiene una referencia alegórica al abandono de los ritos, en
particular a la antigua y piadosa costumbre de cortar las uñas de los muertos);
su timonel es Loki y la pilotan los gigantes del hielo y la escarcha, enemigos
declarados de los Ases.
Del feroz reino infernal de Muspelheim llega Surt (o Sutur),
seguido de sus tropas armadas con espadas llameantes. El paso del ejército
infernal sacude el mismísimo Puente Bifrost, que une la Tierra con el Asgard.
La batalla final se acerca. Sellará el destino de un mundo y marcará el clímax
del "crepúsculo de los dioses". En esta batalla final, todos
los dioses perecerán, a excepción de aquellos que deben preparar la futura
restauración y la nueva generación divina: Vidar y Vali, Modi y Magni. Junto
con los dioses, perecerán todos los monstruos. Sólo Sutur sobrevivirá a la
titánica batalla, y hará arder el mundo entero. El esplendor de las llamas que
no respetan nada anuncia el fin de todo un mundo y de toda una era.
Pero el Ragnarök no significa la desaparición o el hundimiento
definitivo de la creación, como tantas veces se ha interpretado, sino
simplemente el final de un ciclo, que abre el camino a una época
resplandeciente con la que comienza un nuevo ciclo. Como señala Eckart Peterich,
“el Götterdammerung no significa el fin del mundo, pues el Allvater vive y
se agita”. “Al final de la batalla -este es, en definitiva, según Friedrich
Cornelius, el mensaje del mundo nórdico- las fuerzas de la luz triunfarán y
exterminarán todo mal y toda fealdad. Amanecerá entonces una era de paz y
justicia” (9).
Tras el gigantesco cataclismo cósmico que es el Ragnarök, Balder
vuelve a la vida y, con él, una nueva creación, un nuevo mundo, una nueva era
en la que imperan unas condiciones de vida radicalmente renovadas. El amado
dios de la eterna juventud trae un aire vigorizante y primaveral que hace
florecer un universo resplandeciente. La luz y el calor espirituales que emanan
de él, su sabiduría y su amor, sublimados al máximo tras su resurrección,
realizan el milagro de reconstruir la Edad de Oro. Su belleza y su majestuosa
serenidad irradian por todo el cosmos, dejando su huella en todo lo que existe.
Una era de paz y justicia, de felicidad y esplendor se vislumbra en el
horizonte.
De las cenizas del viejo mundo, decadente y corrupto, surge un
mundo lleno de juventud y fuerza, libre de toda contaminación. Nacen un nuevo
cielo y una nueva tierra, y allí comienza la vida de una nueva humanidad. Según
el Wöluspâ, la tierra emerge del mar, verde y hermosa. En ella germina
el grano sin necesidad de sembrarlo. Los campos florecen y los pájaros trinan
en prados y bosques. Los arroyos vuelven a iluminar las montañas con su
murmullo sonoro, y la majestuosa silueta del águila, el ave del sol por
excelencia, se recorta de nuevo contra el cielo. Es una bella descripción
poética, cuyos elementos -de naturaleza inequívocamente primaveral- coinciden
con la caracterización de la Edad de Oro en las diversas tradiciones, que alude
claramente a una renovación cósmica y universal (10).
Las Eddas precisan que, durante la gran catástrofe final, la raza
humana no es exterminada en su totalidad. Por voluntad de Allvater, una pareja
sobrevive a este trastorno y consigue refugiarse en un lugar secreto y oculto
llamado Hodd-Mimir, nombre que alude a la fuente de sabiduría que emerge del
pie de Yggdrasil, el “Árbol del Mundo” (11). Protegida por el elixir de la
inmortalidad que procede de la Fuente de la Vida y la Sabiduría, esta pareja
está formada por Lif ("vida") y Lifthrasir ("energía
vital"), quienes, tras el cataclismo, despiertan a una nueva existencia
llenos de temor y saludados desde el cielo por los dioses. De esta pareja
elegida nacerá la nueva raza que poblará la nueva tierra paradisíaca que
aparecerá con el regreso de Balder (12).
Significativamente, Balder regresa acompañado de Höder, el
involuntario causante de su muerte. A partir de entonces, ambos vivirán juntos
en el nuevo reino divino. Como observa Martin Ninck, el “gran retorno”
del amado dios de la Luz trae una “edad de oro” en la que reina una paz
perfecta, que no podría estar más bellamente simbolizada que por esta
reconciliación con su hermano ciego, instrumento de su ruina: “Su mera
aparición con Höder es la garantía de la reconciliación de todas las discordias”
(13).
La unión de Balder y Höder contiene de hecho una alusión velada a
la armonización o síntesis de los opuestos que caracteriza el estado andrógino
primordial. La pasión, el impulso ciego, la fuerza vital y la acción exterior
son entonces iluminados por el esplendor contemplativo de la Verdad, por la luz
del Sol interior.
No debemos pasar por alto el hecho de que el regreso de Balder
viene precedido -y como preparado- por la aparición, una vez concluida la
batalla contra las fuerzas infernales, de las dos parejas de héroes divinos que
salieron ilesos de la gran batalla: Vidar y Vali, por un lado, los hijos de
Odín, que castigaron con firmeza y sin vacilaciones la rebelión antidivina, y
Modi y Magni, por otro, los hijos de Thor, que conservaron en sus manos
Mjollnir, el martillo sagrado de su padre, símbolo de la fuerza solar
(equivalente a la doble hacha) que disipa las tinieblas y somete a los poderes
del caos. Podemos ver en todos ellos la representación simbólica del combate
iluminado, de la “guerra santa” que debe allanar el camino para la resurrección
del principio solar, lanzando el puente que une el viejo mundo con el nuevo. Es
extremadamente revelador que estas cuatro entidades divinas sean jóvenes que se
distinguen por su destreza guerrera, cada uno caracterizado por un arma
simbólica.
Las figuras de Vali y Vidar son especialmente interesantes a este
respecto. El primero es el "valiente arquero", el vengador de Balder,
que mató a Höder con sus flechas. Este último hecho está cargado de un rico
simbolismo, pues si, por un lado, las flechas, como encarnación del rayo solar,
en el simbolismo tradicional son el emblema de la conquista heroica de la Luz,
por otro, el acto de dar muerte al dios ciego simboliza la acción redentora de
poner fin a la ceguera culpable del alejamiento del Principio luminoso. Vidar,
por su parte, es el guerrero de los bosques, el "As silencioso" que
vive en el misterio y el secreto, personificando el esoterismo, la dimensión
oculta del combate, el trabajo que garantiza la preservación de la verdad y la
fuerza de la lucha en la edad oscura. Su principal preocupación es el futuro. A
menudo habla con placer de lo que está por venir con su padre Odín, que le
transmite enseñanzas secretas al oído. En su misteriosa residencia de Landwili,
una "tierra lejana" donde reinan el silencio y la tranquilidad,
prepara sus armas en las sombras para la batalla decisiva. En la batalla final,
vengará la muerte de Odín exterminando al lobo Fenrir, el peor de los monstruos
engendrados por Loki. Como muestra de su victoria, brilla en su mano Gungnir,
la lanza del padre de los dioses, el cetro que otorga el gobierno del mundo
(14).
Todos los jóvenes dioses que han sobrevivido al Ragnarök se reúnen
en el Idafeld, el nuevo paraíso celestial. Allí se sientan juntos a charlar
agradablemente, recordando las runas y su sabio mensaje. En la hierba
encontrarán las "tablas de oro" -las tablas de la sabiduría
primordial, que contienen la Ley rectora del universo, el Tao- que
originalmente poseían los Ases y con las que solían jugar antes de perder la
inocencia. También rodean a los dioses los buenos y los valientes, los héroes
que lucharon sin tregua en la gran batalla. Los mundos humano y divino, natural
y sobrenatural, vivirán así en perfecta armonía bajo la mirada del Allvater, el
Dios supremo y sin nombre, que gobierna el orden universal desde las alturas
inaccesibles.
Antonio MEDRANO
Traducido del español por Georges GONDINET
NOTAS
(1) Rebelde y ladrón por naturaleza, Loki es llamado en los poemas
antiguos “el calumniador de los Ases, el autor de todo error, la vergüenza
de dioses y hombres” (G. Spanuth: Glaube und Kult unserer Ahnen,
Erfurt, 1934, p 32). El Gylfaginning (capítulo 48) dice de él que “hizo
a los Ases más daño que nadie” (R. Boyer y E. Lot-Faick: Les religions
de l'Europe du Nord, París, 1974, p. 445).
(2) H.-R. Ellis-Davidson: Gods and Myths of Northern Europe,
Hardmondsworth, 1972, p. 35.
(3) Según Franz Rolf Schröder, Loki era un dios de la fertilidad
en el panteón germánico primitivo y llegó a encarnar el espíritu de la maldad “bajo
la influencia del egipcio Set”, que surgió como consecuencia de la
penetración del culto a Osiris en Europa. “Entre Loki y Set -dice el
autor citado- no sólo existe una relación general, sino incluso la más
estrecha”. (Germanentum und Hellenismus, Heidelberg, 1924, p. 117 y
ss.). Con la adopción de la religión cristiana por los germanos, Balder fue
comparado con Cristo y Loki con Satán. Los poetas germánicos dirían que el
perverso Loki utilizó a Höder como instrumento ciego para atravesar el pecho de
Balder, del mismo modo que Lucifer utilizó al ciego Longinos para atravesar el
costado de Cristo (W. Golther, Handbuch der Germanischen Mythologie,
Leipzig, 1895, p. 378).
(4) J. Robin: René Guénon, témoin de la Tradition, París,
1978, pp. 252-259.
(5) F. und Th. Dahn: Walhall.Germanische Geotter und
Heldensagen, Kreuznach, 1884, p. 124.
(6) W. Gritinbech: Kultur und Religion der Germanen,
Hamburgo, 1939, vol. II, p. 252.
(7) Según el poeta de las Eddas, esta decadencia moral toma
la forma de la pérdida del honor y "toca las raíces más profundas de la
vida, pues las alegrías de la vida, su fecundidad y todos sus bienes, tanto
sensibles como espirituales, están ligados al honor, y cuando éste falta, la
salud (das Heil) y la energía (die Tatkraft) se ven
afectadas" (W. Grônbech: op. cit., p. 250).
(8) E. Peterich: Glitter und Helden der Germanen, Mühchen,
1963, p. 75.
(9) F. Cornelius: Indogermanische Religiongeschichte,
München, 1942, p. 205.
(10) La "edad de oro" se identifica análogamente con la
primavera, el período de renovación vital del ciclo anual, cuyas cuatro
estaciones guardan una estrecha correspondencia con las cuatro edades (cf. G.
Georgel: Les Quatre Ages de l'Humanité, Milán, 1978, p. 108).
(11) Como señala Felix Dahn, la palabra Hodd equivale a Hort
("tesoro") y se refiere al "tesoro de los tesoros", el
tesoro de la ciencia o de la Gnosis. En cuanto a Mimir, es el nombre del
gigante que personifica la sabiduría y al que se confía el mantenimiento de
Yggdrasil, así como la fuente de sabiduría que brota de las raíces del árbol y
en cuyas aguas se refleja la luz del sol (op. cit., pp. 216 y 260). El refugio
de Hodd-Mimir parece relacionarse así con el mensaje oculto de la Tradición,
con su contenido más profundo y secreto, el que permanece siempre preservado en
la fase de "ocultación", en conexión perpetua con el Centro y con el
origen, lugar simbólicamente expresado por las raíces del árbol que une el
Cielo y la Tierra.
(12) La caracterización de la pareja procreadora de la nueva
humanidad aliada al mundo divino no deja de contener una alusión velada a la
fusión de los contrarios, a la reconstitución del Rebis primordial. Lif es
"claro como la mañana universal" y Lifthrasir "fuerte como el
deseo de vivir en el pecho que respira" (L. Weber: Asgard, Stuttgart,
1920, p. 130). Es la misma armonización de luz y fuerza que vemos también en la
reconciliación de Balder y Heider.
(13) M. Ninck: Götter und Jenseitsglauben der Germanen,
lena, 1937, p. 113. 116, Höder, dios de la desgracia y del triste destino,
fuerte pero indeciso, encarna, a través de su ceguera, la discordia: discordia
consigo mismo y con el mundo que le rodea. “Höder significa Hader (reyerta,
disputa), y no es casualidad que sea ciego”, dice Friedrich Cornelius (op.
cit., p. 206). Gracias a la reconciliación final, Höder recupera la vista
al mismo tiempo que pierde este carácter discordante.
(14) La figura de Vidar pone de relieve la enorme importancia del
trabajo interior, secreto y silencioso, alejado de las vicisitudes que
acontecen en el terreno histórico, para la lucha restauradora. Sin este trabajo
interior, en el que se forjan las armas más seguras, no es posible la victoria
de la Luz.
PUBLICADO EN L'AGE D'OR - Pour la révolution spirituelle
Invierno de 1983, pág 89-98
"Escatología, mesianismo, milenarismo: estos tres términos
designan creencias diferentes pero estrechamente relacionadas. El análisis de
sus significados revela estructuras similares. Sin embargo, adoptamos uno u
otro de estos términos, dependiendo del énfasis que se ponga en uno de los
aspectos principales de estas creencias. Escatología" tiene muchos
significados: el fin de este mundo y el advenimiento de otro mundo; el fin del
mundo y la aparición de un mundo completamente distinto; un fin definitivo, de
una vez por todas, o fines cíclicos, en un eterno retorno de las cosas; un fin
individual (muerte, juicio particular, vida del alma separada, purgatorio) o el
fin universal de la humanidad (resurrección, juicio final, división entre
elegidos y condenados, entre cielo e infierno). Pero preferimos esta palabra (eskata,
lo último; logia, estudio, ciencia; es decir, ciencia de los últimos días) para
designar el fin último del tiempo, el fin de este universo humano y
espacio-temporal, una dimensión cósmica, la visión apocalíptica de los últimos
días y la manifestación de la otra vida.
El término "mesianismo" es más apropiado cuando pensamos
en la llegada de Aquel que preside el fin de un orden social y cósmico y el
advenimiento de un nuevo reino. Por último, hablamos de "milenarismo"
si consideramos la duración de un periodo de tiempo (mil años, por ejemplo)
durante el cual transcurre un universo y el año en que se produce la transición
súbita de la catástrofe a un nuevo orden. El milenarismo se confunde a menudo
con la escatología y el mesianismo: un fin y un principio, pero sólo el fin de
un ciclo, de un mundo, no necesariamente el fin global del mundo".
Jean CHEVALIER: Millénarisme, messianisme, eschatologie, en La
Fin du Monde? nº especial de Question de, enero-febrero de 1977,
p. 22.