Si hubiera sido otro el resultado de las urnas, lo único que
habría cambiado -y no era poco- era el mascarón de proa. A Sánchez se lo
hubieran merendado sus barones y toda la cuestión sería si habría ministros de
Vox (no lo creo, francamente) o si el papel de Vox se reduciría a un apoyo
crítico exterior a la gestión de Feijóo. Pero, como decíamos en nuestro
primer análisis post-electoral, las urnas dieron el peor resultado posible. Nos
reafirmamos en lo que decíamos en aquel momento, pero queremos matizar una
cosa: la única posibilidad para el país es la celebración de nuevas elecciones en
otoño. Cualquier otra cosa supone calentarse la cabeza y hacer cábalas
innecesarias. Estas reflexiones completan las que realizábamos “en caliente”,
pocas horas después de conocer los resultados y van en la misma dirección
NUEVAS ELECCIONES COMO ÚNICA SALIDA
Incluso en el supuesto de que Sánchez lograra atar el voto de la
no-España (la galaxia Sumar, Podemos, Bildu, ERC, BNG y quizás algún independentista
moderado más), lo que saldría sería un Frankenstein II ingobernable en una
situación de crisis generalizada, huida de capitales, falta de inversiones y
con la UE preparando a sus “hombres de negro” para fiscalizar la gestión de un
gobierno imposible. ¿Cuánto tardaría la cosa en romperse en mil pedazos? Su fecha de caducidad sería hasta el debate sobre los próximos
presupuestos que, normalmente, tiene lugar en noviembre y diciembre. Imposible satisfacer
las ambiciones de todas las partes.
Y, a pesar de que parece muy poco probable que Feijóo lograse
convencer al PNV de que le apoyara y que el recuento electoral supusiera algún
diputado adicional, lo cierto es que, más vale no hacerse ilusiones: el PNV
está traumatizado por el “sorpaso” de que ha sido objeto por parte de Bildu y no
va a tomar ninguna iniciativa antes de las próximas elecciones vascas que
tendrán lugar en noviembre o diciembre. Así que olvidémonos de un apoyo de la “derecha
nacionalista vasca”.
En nuestro análisis post-electoral, ya explicamos que una de las
posibilidades era forzar una ruptura en el interior del PSOE, que implicara
el abandono de cinco diputados (sin duda, extremeños, castellano-manchegos y/o
aragoneses) y, ante la posibilidad de un nuevo pacto de Sánchez con la no-España,
y, especialmente, ante el hecho de que varios de ellos son conscientes de que
su carrera política termina en esta legislatura y que Sánchez no les perdonará
nunca el no haberle apoyado públicamente tras elecciones autonómicas pasadas, decidieran
“pensar en el futuro” (especialmente en el suyo) y reeditar el “tamayazo” (eso
sí, con más diplomacia y savoir faire…).
El propio Abascal ha reconocido esta posibilidad y expresado que,
en esas circunstancias, facilitaría la investidura de Feijóo. Y, hasta aquí,
nos parece una actitud razonable, el problema es que en el PSOE faltan esos
cinco “nombres de hombres” con valor suficiente para actuar contra Perro
Sánchez. Sánchez es uno de esos psicópatas de manual contra los que nadie
se atreve a actuar, hasta que él mismo ha caído víctima de sus propios errores.
Y esto, de momento, todavía no ha ocurrido.
Así pues, no queda más remedio que una convocatoria de nuevas
elecciones.
LA DERECHA ANTE NUEVAS ELECCIONES
Ante esa eventualidad, la derecha tendrá que pactar o
candidaturas unitarias en algunas provincias concretas, o, simplemente,
arriesgarse a que Sánchez no esté en condiciones de repetir la maniobra de
inhibición del voto por el calor veraniego, o por la gestión de correos, o
incluso que “los nuevos españoles” (inmigrantes naturalizados o bien el
voto de nietos de republicanos exiliados o incluso de sefarditas expulsados
hace 500 años), tengan menos peso.
A esto se une el que, cada día que pasa, empieza a correr por
todo el país el rumor de que se ha producido fraude electoral. Nadie es capaz
todavía de decir ni cómo ni cuándo, ni cuánto, pero el resultado imprevisto por
TODAS las encuestas, es impropio.
No hay, de todas formas, que aferrarse a esta explicación
unilateral -y, en el momento actual, “conspiranoica”- para explicar lo que ha
pasado. De hecho, estas elecciones podrían titularse “Perro Sánchez (a) El
Sucio, contra Núñez Feijóo (a) El Gris”. Y en el ránking de quién cometió más
errores, la derecha figura en primer lugar: desde las infaustas
declaraciones de María Guardiola que, casi podían situarse en la esfera de
Sumar, hasta pensar que estaba todo ganado -las encuestas lo decían- en un
momento de calor extremo y renunciar a seguir en campaña tras la victoria de Feijóo
en el debate a dos.
Pero el gran error del PP y de Vox ha sido no pactar candidaturas
unitarias en provincias en las que los restos de ambas por separado les
hubieran dado un diputado… y, de paso, restar uno al grupo del PSOE. Nadie
se hubiera engañado: era el reconocimiento a la sintonía entre ambos partidos,
demostrada a partir de los pactos autonómicos que han permitido al PP gobernar
en Extremadura, Aragón, Murcia, Baleares y en cientos de ayuntamientos. Si
se ha pactado hasta aquí, se puede ir más allá.
YA NO HAY CENTRO-DERECHA O CENTRO-IZQUIERDA, HAY BLOQUES
¿Cuál era el problema? El gran problema es que Feijóo no se ha
enterado que estamos en la era de la “política de bloques”. La etapa del “centrismo”
ha concluido. El PP ya no es “centro-derecha”, de la misma forma que el PSOE no
es, ni de lejos, “centro-izquierda”. En primer, porque el voto de centro ha
desaparecido: siempre, el “centro” es flor de un día y por distintas razones.
Durante la transición el “centro” se alumbró para operar como
almohadilla entre la derecha sociológica franquista y la oposición democrática.
Encarrilada la transición, el centro político se esfumó. Solamente Suárez creyó
en la posibilidad de mantenerlo con aquel engendro que se llamó “Centro
Democrático y Social” (que tuvo un leve repunte con su promesa estrella de “la
mili de 90 días” en 1986.
Luego, las tensiones independentistas en Cataluña, la poca
credibilidad del PP catalán tras el “Pujol enano, habla en castellano” y
enterarnos de que Aznar hablaba catalán “en familia” y la poca fiabilidad y
menor combatividad del PSC en la materia, La Caixa, impulsó la creación de
Ciudadanos, inicialmente con función únicamente anti-Procés. Tuvo éxito y en
2017 llegó a ser la primera fuerza política en Cataluña, para vergüenza, mofa y
escarnio de nacionalistas e independentistas. Buenos resultados en elecciones
anteriores habían generado el que La Caixa decidió trasladar el “invento” a
toda España. Y ahí terminaría por producirse la debacle: Albert Ribera era
bueno contra el independentismo catalán, pero se movía como un pulpo en un
garaje en política española. Mal aconsejado, optó por mantener la etiqueta “centrista”,
añadiendo una ligera connotación de “centro-izquierda”. Cuando la opción
independentista cedió terreno, ¿para qué seguir apoyando a Ciudadanos? Poco a
poco el partido y su centrismo fueron remitiendo y, de aquello, solo quedan
rescoldos.
Un progresismo muy acusado y un conservadurismo reactivo. Tales
son hoy las dos únicas opciones posibles en España. Está claro que los
independentistas siempre existirán, pero menguados, cada vez más menguados,
especialmente en Cataluña
LA DIMENSIÓN REAL DEL DESMORONAMIENTO INDEPENDENTISTA
De hecho, las cifras netas de votos obtenidas por las tres
formaciones independentistas catalanas, indican su grado de desmoronamiento de
la idea indepe: ERC ha perdido casi el 50% de los votos que había obtenido
en 2019, pasando de 834.00 a 462.000 votos, que no han sido recuperados por
JxCat, formación que ha experimentado también pérdidas notables: de 530.000
votos en 2019 a 275.000 el domingo pasado. La CUP, prácticamente, ha dejado de
existir: de 346.000 votos en 2019, se ha quedado con 89.794. En conjunto,
estas cifras nos dicen que, en apenas cuatro años, los independentistas
catalanes han perdido casi ¡el 50% de los votos que habían obtenido en 2019!
Cómo puede interpretarse esta merma. Por varios aspectos:
1) El procés fue un autoengaño independentista que se creyó lo suficientemente fuerte como para lograr la
independencia de la “república catalana” y, lo que es peor, de creer después de
unos meses de fracasado el referéndum, con Puigdemont en fuga y sus amigos en prisión
¡que habían vencido! Hasta que la frase de un mosso d’esquadra se hizo célebre:
“La república catalana no existe, idiota”. Ese “idiota” resonó
como un pistoletazo en la sien del independentismo e inicio el camino de retorno
a la realidad.
2) Desde el fracaso del procés, el independentismo ha ido mermando
en intención de voto. El menos de 1.000.000 de
votos que tiene actualmente, en una Cataluña con casi 8.000.000 de habitantes. En
una situación “normal”, hoy el independentismo emperrado como un niño en
arrancar del Estado el referéndum (para jugar y perder…) se hubiera convertido
en una secta minúscula formada por unos pocos cientos de fanáticos, de no ser
por el control que ejerce la gencat sobre los medios de comunicación catalanes.
De hecho, va en esa dirección.
3) Las tres formaciones independentistas juegan a ver quién es la “más
independentista”, el “nacionalismo moderado” ha desaparecido por completo. El resultado es que, ninguna de las tres se beneficia de la
pérdida de votos de las otras dos. Es paradójico que haya sido ERC la que haya
puesto como condiciones para apoyar a Sánchez en varios momentos, el indulto de
los presos indepes, la condonación de sus multas, y el ampliar los espacios en
catalán en TVE… El resultado ha sido que, una parte del electorado
independentista, lejos de agradecer a ERC sus desvelos “por Cataluña” o a JxCat
el “valor y heroísmo” de Puigdemont, hayan terminado por desertar y reconocer
que el PSC-PSOE hace más por el ideal nacionalista que los propios partidos nacionalistas,
pues, a fin de cuentas, ha sido Perro Sánchez quien ha firmado indultos,
connotaciones, incluso en el País Vasco el que ha acercado a los presos.
OTRO DRAMA ESPAÑOL: LA ESPAÑA VACIA
Otro elemento destacable -y muy triste- en estas elecciones ha
sido el fracaso de las candidaturas uniprovinciales y de la “España Vacía”: Unión
del Pueblo Leonés, Aragón Existe, Soria Ya, Jaén Merece Mas, Por Ávila, Bloque
Extremeño, Partido Aragonesista, España Vaciada, Asturias Existe, Por Huelva,
Vamos Palencia, Zamora Si, Vía Burgalesa, Por mi región, Ahora Canarias,
etc, etc, etc, no han obtenido ni un solo diputado, ni siquiera un número
de votos relevante. Es más, han perdido lo poco que tenían en 2019 (el
diputado de Aragón Existe).
La mera existencia de estas candidaturas indica un elemento que
generalmente se escapa a los analistas: demuestra que, determinadas regiones,
que nunca habían exigido un Estatuto de Autonomía y que se lo encontraron
gracias al “café para todos” de la extinta UCD, siguen sin encontrar su pulso y
su lugar en la “España autonómica”. No se han
visto beneficiadas en ningún sentido por los regímenes autonómicos impuestos
artificialmente y ante el desinterés general de los ciudadanos de esas
comunidades. Y ahora reaccionan en forma de candidaturas uniprovinciales
denunciando la dramática situación de sus provincias.
Su presencia es, sobre todo, un grito de protesta contra la
universalización de las autonomías y contra el centralismo localista de cada
una de ellas, contra la creciente despoblación, contra el olvido por parte del aparato
central del Estado. Y si esto es así -y no nos
cabe la menor duda de que lo es- ¿para qué diablos sirven autonomías sin
tradición, sin arraigo, sin capacidad ni interés para acometer proyectos
viables de transformación regional y convertidas en meras agencias de
colocación de los amigos, familiares y correligionarios de quienes las
gobiernan?
¿Para qué sirve una Junta de Extremadura o de Castilla-León o la de
Aragón y así sucesivamente? ¿No sería mucho más razonable invertir sus abultados
presupuestos en creación de infraestructuras, en mejora de los servicios
públicos regionales y que fuera un Estado dirigido por técnicos y expertos el
que acometiera en un ministerio creado a propósito planes de desarrollo
regional? Dicho de otra manera: ¿cuánto dinero se ha dilapidado -y se seguirá
dilapidando- en estructuras autonómicas que constituyen verdaderos macrochiringuitos
para lucro y entretenimiento de la clase política?
Las dos docenas de candidaturas de la “España Vacía”, más que
cualquier otro dato, indican el fracaso de la vertebración autonómica del
Estado. Son el principal agujero negro de un país que no puede permitirse
dilapidar inversiones y ayudas de la UE en macroestructuras burocráticas
inoperantes.
Ahora bien, el gran problema de la “España Vacía”, ese grito de
las entrañas del país, es que tampoco ha entendido que estamos en la era de la “política
de bloques”: o están con uno de los actores o con el otro, pero no pueden
inhibirse, de manera oportunista, situándose entre los dos campos y esperando
que gane quién gane, algo sacarán… Sin olvidar, naturalmente, que algunas de
estas candidaturas, aun respondiendo a las necesidades reales de las distintas
provincias en las que han nacido, están dirigidas por personajes ambiciosos,
con pocos escrúpulos, susceptibles de atraer muy pocas simpatías populares.
¿ESPAÑA EN MANOS DE PUIGDEMONT?
Seamos claros: Puigdemont es un fantasma, último residuo de una
experiencia deplorable, ridícula y grotesca. El
cobarde que quedó con los de ERC para el día siguiente, cuando ya había decidido
abandonar el país en el maletero de un coche; sus compañeros de partido y de
ERC se quedaban en la cárcel para ser juzgados… En Cataluña nadie recuerda a
Puigdemont salvo los adictos a TV3. De hecho, Cataluña está muy tranquila con
Puigdemont en Waterloo.
Para la mayoría de catalanes, es un tipo irrelevante, sin oficio
ni beneficio, que heredó y creyó en un proyecto político que ni siquiera era
suya, construido por otros, sin visos de poderse llevar a la práctica, y decidió
encabezarlo para pasar a la historia. Probablemente, Puigdemont es de lo más
irrelevante que ha ocurrido en Cataluña, tanto o más como los que le sucedieron
luego en la misma poltrona: Aragonés o el también olvidado y olvidable Quim Torra.
Cero más cero mas cero, siempre igual a cero.
Y ahora, por las simetrías
parlamentarias, Puigdemont y su JxCat, es para Perro Sánchez el último recurso
para que pudiera seguir siendo presidente del gobierno. Sánchez no solamente ha indultado a los promotores del “procés”,
sino que ahora depende del más tonto de todos ellos. Y lo que es peor: el
gobierno de España depende de uno de los políticos de más bajo nivel de los que
ha engendrado la autonomía catalana, proclive a estar dirigida por
mediocridades (Montilla, Mas), tipos estrafalarios (Maragall) o simples
corruptos (clan Pujol).
Poco importa, aunque, Puigdemont logre volver a España (lo que
pasa por “convocar un referéndum consultivo” que perdería, por supuesto, o bien
por renunciar al referéndum… lo que contribuiría a hundirle más a él y a su
sigla (que, no lo olvidemos, ha pasado de 530.000 en 2019 a tener 392.000), las
cuentas tampoco terminan de salir: haría falta hilar muy fino para poner de
acuerdo a demasiados partidos nacionalistas e independentistas como para que un
acuerdo así pudiera durar muchos meses. Nadie,
por otra parte, ni la UE, ni los inversores, ni buena parte del electorado
socialista y sus barones resistirían el impacto negativo de entregarse a un
cadáver político como Puigdemont.
Éste, por supuesto, negociará al alza. Incluso hasta más allá de
donde Sánchez pueda ceder. Será un pequeño teatrito: Puigdemont tratará de
mostrarse “fuerte” (¡él, “hombre fuerte”!) y las negociaciones le servirán a Sánchez
para hacerse el “duro” ante la opinión pública y poder decir en la próxima
campaña electoral: “no cedí ni ante las exigencias de Puigdemont, ni ante el
bloque de la derecha y del fascismo”.
PÉRDIDAS Y GANANCIAS DE CADA BLOQUE
Por otra parte: la derecha está maltrecha. No ha logrado su
objetivo. Ahora están claras las razones: en una serie de provincias, los
restos de la Ley d’Hondt han hecho perder a la derecha una decena de diputados.
O actúa en consecuencia o el resultado se volverá a repetir. En cuanto a la
izquierda, está asustada: momentáneamente ha frenado la victoria de la derecha,
pero ha crecido poco. El PSOE ha ganado 968.000 votos, pero sus “aliados”
han perdido mucho más: Sumar hoy ha perdido casi 800.000 votos en relación
a Podemos y a las formaciones que ahora han presentado a Yolanda Díaz como
mascarón de proa: Compromis, Mais Pais, En Comu, etc. A los partidos
independentistas las cosas les han ido todavía peor: en cuatro años han perdido,
indepes catalanes y vascos, la friolera de 2.500.000 votos.
En otras palabras, el bloque de la izquierda se ha debilitado. El PSOE se ha reforzado con votos procedentes su izquierda y en
Cataluña de algún voto indepe arrepentido. Pero, en conjunto el bloque “izquierda
+ indepes” ha perdido 2.332.000 votos. La pérdida es todavía mayor si se tiene
en cuenta que el PSOE compró al peso a nuevos electores mediante naturalizaciones
aceleradas de inmigrantes, mediante otorgar pasaporte español a nietos de
exiliados republicanos y a sefarditas expulsados hace 500 años. El bloque de
la derecha, PP + Vox, en cambio ha crecido 2.400.000. Está clara cuál es la
tendencia, una leve derechización del electorado.
ELECCIONES EN OTOÑO O AGONÍA PERMANENTE
Perro Sánchez necesita elecciones si quiere un gobierno estable.
El Frankenstein II sería “pan para hoy y hambre para mañana”. Y todo esto en medio
de una situación económica que se irá deteriorando, con un parón en seco de las
inversiones, un repunte del paro y un descontento social cada vez mayor.
Todo lo que haga Sánchez durante el verano será de cara a la
galería: como “patriota”, como “hombre que no negocia con etarras”, “que exige
a Puigdemont que se cumpla la ley”, “que se niega a desguazar España”… Todo
esto le permitirá ir restando votos y temas de propaganda de la derecha. Pero
si las nuevas elecciones se retrasan durante mucho tiempo, las cifras
macroeconómicas operarán su magia contra el pedrosanchismo: revelarán que la
situación de incomodidad, inseguridad, inflación, penurias y presión fiscal que
sufrimos buena parte de los españoles son absolutamente ciertas y que lo único ilusorio
son las “cifras macroeconómicas” convenientemente maquilladas. Así pues, la
lógica de la situación determina la celebración de nuevas elecciones y lo antes
posible.
¿Seguirá esta tendencia a la derechización del electorado? Todo va
a depender de que la derecha sepa optimizar sus candidaturas y presentarse como
“bloque”. A la izquierda, esto le va a ser mucho más complicado. No podemos olvidar que Sumar salió de la fusión de casi una
decena de grupos que, en buena medida, ni siquiera eran homogéneos
interiormente, sino que muchos eran, a su vez, coaliciones o federaciones. Negociar
candidaturas unitarias en un bloque tan heteróclito como esa izquierda es, literalmente,
imposible.
No podemos terminar este comentario sin expresar nuestro
pesimismo. Cada hora que pasa la situación del país es peor: sin valores,
sin objetivos, sufriendo todo tipo de inseguridades, afrontando la posibilidad
de que se genere una “tormenta perfecta” a nivel mundial, en plena ofensiva
comercial china, con una OTAN empeñada en proseguir en Ucrania una guerra que
solo sirve para mayor gloria del complejo militar-industrial norteamericano… solo
falta que España ni siquiera fuera capaz de elegir quienes van a estar en el
timón en los próximos cuatro años.
Hay hoyos de los que difícilmente se sale, especialmente cuando se tiene tendencia a cavar todavía más en profundidad. En esos casos, siempre, las luces que se ven al final del túnel, son, más bien, el brillo de la luna cuando pasa sobre el pozo… Nosotros estamos ya hoy en esa situación.