FORCES
NOUVELLES CONTRA EL FRONT NATIONAL
El grupo motriz que dinamizaba los Comités Faire
Front estaba formado por el equipo de prensa y propaganda de Ordre Nouveau,
eran periodistas y agitadores, una buena combinación. De los comités Faire
Front surgió el Parti des Forces Nouvelles en 1975 que, más o menos, se
extinguió a principios de los años 80 sin haber alcanzado ningún éxito notorio,
salvo el estar en el candelero al constituirse como sección francesa de la
«euroderecha», junto a Giorgio Almirante y Blas Piñar. Una de sus primeras
manifestaciones, en 1975, fue ante el consulado español en solidaridad con el
régimen franquista cuando se produjeron los fusilamientos de septiembre de
aquel año. Estaba dirigido por un antiguo cuadro de Ordre Nouveau, Pascal
Gauchon, allí reencontramos a Galvaire, más tarde a Tixier y a otros muchos personajes
que fueron quedando en la cuneta de la extrema-derecha en los años 60.
Pero no hubo nada que hacer, ni su lujosa
revista, ni el céntrico local, ni una apariencia muy depurada, pudieron operar
el milagro de hacerlos despegar. En las pocas elecciones en las que se
presentaron fueron superados por el Front Nacional, y entre ambos se
repartieron entre el 1 y el 0’25%. Y para colmo, Alain Robert tenía la
presunción de que Le Pen le había robado su «invento», el Front National, así
que cada vez que tuvo ocasión le torpedeó. En mayo de 1977, el recién
constituido Front Nacional de la Jeunesse, rama joven del lepenismo, intentó
realizar un mitin en la facultad de Assas. No hubo forma, Robert desplazó allí
a sus gorilas que cerraron el paso a Le Pen.
A todo esto, en el Front se habían producido
incorporaciones. Un periodista e historiador, François Duprat, del cual se
contaban las más extrañas historias –que si trabajaba para la CIA, que si
trabajó para los servicios especiales franceses en el Congo, aunque probablemente
fueran falsas–, exdirigente de Ordre Nouveau, ocupó la secretaría general del
partido. Duprat incorporó a sus muchachos, unos pocos supervivientes de Ordre
Nouveau, tan jóvenes como radicales. Atendían al terrorífico nombre de «Grupos
Nacional Revolucionarios de Base». Aun resulta increíble que Le Pen les diera
acogida en el interior del partido y tolerase sus frecuentes exabruptos. Quizás
lo hizo por que en el desierto cualquier compañía es de agradecer. Duprat y su
adjunto Alain Renault, gobernaban un grupúsculo eficaz y muy activo.
Semanalmente publicaba un boletín de noticias ciclostilado que reproducía
novedades del ambiente. Así, durante 2 años pudo seguirse la evolución de la
extrema-derecha francesa. En febrero de 1977, la revista de Duprat anunció que
se había incorporado al Front un pequeño grupo, Action Solidarista, escisión de
una escisión, de una escisión de un movimiento que había evolucionado a partir
del llamado Mouvement Jeune Revolution a los que se solía considerar como los
«leninistas» de la extrema-derecha por su énfasis en la «construcción del
partido». Apenas una docena de «solidaristas»siguieron a sus líderes, Jean
Pierre Stirbois, Michel Schneider y a sus respectivas esposas. Todos estos
nombres tendrán una importancia manifiesta en la evolución política de Le Pen y
del Front National en los años que seguirán.
En plena travesía del desierto, en mayo de 1977,
un extraño atentado aún no aclarado, vuela por los aires el automóvil de
François Duprat, con él dentro. Nadie sabe de donde procede la autoría. Suena
el nombre de un grupo trotkysta antifascista que por aquellas fechas se
preparaba para «aplastar al fascismo en el huevo». Otros opinan que fue
la CIA, otros el SDECE francés. Sea como fuere, el atentado sigue impune y Alain
Renault ocupó la secretaría general del Front National en los años siguientes.
Había continuidad pues, no en vano, Renault era el adjunto de Duprat. Por
entonces el Front National tenía un pequeño local en la rue Suresnes, las más
de las veces vacío de militancia. A raíz de la muerte de Duprat, todas sus
iniciativas desaparecieron con él. Quizás este período fue el más duro para
Jean Marie Le Pen. Nuestro hombre hubiera podido decir con Nietzsche que «el
desierto crece».
En esto tienen lugar en marzo de 1981 las
elecciones que entronizaron en el Elíseo a François Mitterand. La
historiografía francesa todavía no se ha pronunciado sobre los 12 años de
gobierno del socialista, para unos se trató del período más corrupto en la
historia de Francia; para otros de un tiempo de esplendor y grandeur. Quizás
haya de lo uno y de lo otro. Para Le Pen, significó, desde luego, la llegada a
un oasis. Las cosas fueron así.
EL DESPEGUE
En 1983 a alguien se le ocurrió que en un
programa de televisión, similar a «La Clave» que, por entonces se emitía en
España, «Les Dossiers de l’Ecran», dedicado a la inmigración podía invitarse a
algún personaje de extrema-derecha; total, no era peligroso; hacía años que
quedaban lejos las efervescencias electorales de Tixier, Poujade o Isorni,
también había desaparecido casi completamente la militancia ultra de las
calles, así que se tenía la presunción de que la presencia de Le Pen –¿a qué
otro «notable» hubiera podido invitarse? Alain Robert tenía un puesto de
tercera fila en la Centro Nacional de los Independientes y los «estrategas» del
PFN se habían dispersado en todas direcciones– así que cubriría el papel de
pim-pam-pum al que todos los demás contertulios utilizarían como señuelo. Y
ocurrió el milagro: los grandes líderes de opinión de los partidos mayoritarios
quedaron anulados por Le Pen que, por primera vez en veinte años, pudo tener
una tribuna desde la que dirigirse a toda la nación francesa. A medida que el
programa avanzaba era evidente que el «todos contra Le Pen» se había
convertido en un «mamá, sálvanos de Le Pen». Superó la prueba de las
audiencias. Y esto le catapultó a una reverdecida fama. A partir de ese
momento, cada vez con mayor énfasis, el informal «frente republicano» declaró
la guerra a Le Pen: no debía haber lugar para él en el reparto de la tarta del
poder.
En principio se revisó su pasado, pero no había
mucho donde pescar. Salió un antiguo miembro del FLN que afirmó que el propio
Le Pen le había torturado en tanto que legionario paracaidista. La información
fue filtrada a partir de Le Canard Enchainé y Liberation. Dio mucho que hablar.
Demasiado, por que la juventud francesa que no había vivido la guerra de
Argelia, supo que de entre todos los candidatos a presidente de la República,
hubo uno que «machacó» a los argelinos –«esos que ahora veían vender heroina
en toda Francia»– y que, además, fue soldado valeroso. Claro está que la
izquierda –que siempre se posicionó a favor del FLN– encontró en todo esto
nuevas excusas para demonizar a Le Pen, pero también es cierto que muchos
franceses de edad recordaron todo el proceso que llevó a la pérdida de Argelia
y que, desde luego, no había sido un modelo de gestión.
Por lo demás, un sector de la sociedad francesa
empezaba a estar harto de que el paisaje de sus ciudades estuviera cambiando.
Creían, con razón o sin ella, que empezaba a haber demasiados inmigrantes, casi
tantos como parados. Lo habían escuchado de labios de Le Pen en el famoso
programa de televisión: «Dos millones de parados son dos millones de
inmigrantes de más». En 1985 presentó querella contra el semanario humorístico
Le Canard Enchainé y el diario Liberation, con motivo de que ambos
hicieron referencia a su pasado en Argelia, en el que se le acusaba de
practicar la tortura con prisioneros de guerra. Ambas querellas las perdió,
pero contribuyeron a enconar posiciones en torno suyo, tanto a favor como en
contra.
EL LENTO
AVANCE ELECTORAL
Le Pen volvió a ser una figura pública a partir
de 1983, pero su partido todavía seguía estando vacío de militantes, si bien
logró concentrar en torno suyo a todas las energías de extrema-derecha. Se
presentó a las elecciones al Parlamento Europeo, celebradas en 1985,
encabezando la lista del Front. Resultó elegido junto a otros cuatro
candidatos. Fue un bombazo, con perdón. En las elecciones legislativas
francesas de 1986 el Front cosechó un 10% del total de los votos lo que supuso
el acceso a la Asamblea Nacional de Le Pen y otros 35 diputados más. Otro
bombazo.
Esto era intolerable para la República, así que
se cambió la legislación: a partir de entonces los diputados que no obtuvieran
en la primera vuelta la mayoría absoluta pasarían a la segunda, que se
dirimiría entre las dos listas más votadas… sistema ideal para evitar que los
partidos hasta entonces mayoritarios dejen de serlo. Una especie de válvula de
estabilidad del sistema.
En la primera vuelta de las elecciones a la
Presidencia de la República Francesa, celebradas el 25 de abril de 1988, su
partido consiguió casi un 15%. Sin embargo, en las legislativas del 12 de junio
de ese mismo año, sólo consiguió un escaño en la Asamblea Nacional a raíz de la
nueva legislación electoral.
El 18 de marzo de 1991, el Tribunal de Versalles
hizo público un veredicto, en el que se condenaba a Le Pen, presidente del FN,
a indemnizar con 100.000 francos a cada una de las nueve asociaciones de
deportados judíos, que le denunciaron por haber dicho en 1987 que las cámaras
de gas utilizadas por los alemanes fueron «un detalle en la historia de la
Segunda Guerra Mundial». Además, debía pagar una cantidad simbólica de 10
francos a un movimiento de defensa de los deportados judíos y los gastos
derivados de la inserción de esta sentencia en cinco diarios franceses. En
total la multa ascendió a unos 200.000 francos (22 millones de pesetas).
En las elecciones regionales y cantonales
celebradas el 22 de marzo de 1992, el FN recibió 3.4 millones de votos, un
13’9% del total del electorado, cuatro puntos más que en las regionales de 1986
y las legislativas de 1988. Fue entonces cuando Jean Pierre Stirbois falleció
víctima de un accidente de circulación. El 28 de mayo de 1993, sin embargo, el
partido perdió su único representante en el Parlamento al no resultar elegida
su diputada, Marie France Stirbois, esposa del fallecido secretario general, en
la segunda vuelta de las elecciones legislativas.
En las elecciones al Parlamento Europeo del 12 de
junio de 1994 el Frente Nacional obtuvo el 9,5% de los votos, lo que supuso
sentar a 11 diputados en Estrasburgo. El 18 de septiembre de ese año Le Pen
anunció su candidatura a las elecciones presidenciales francesas del 23 de
abril y 7 de mayo de 1995. En la primera vuelta no sólo superó la cota del 15%
(15,15), sino que fue el más votado en varios departamentos. En las elecciones
legislativas, cuya primera vuelta se celebró el 25 de mayo de 1997, el FN
consiguió el 14,94% de los votos, y Le Pen obtuvo el único escaño de su partido
en la Asamblea tras la celebración de la segunda vuelta el 1 de junio de ese año.
INCIDENTES. PEQUEÑO ANALISIS
Durante esta última campaña protagonizó un incidente que
tendría graves repercusiones para él. Vale la pena realizar el análisis del
episodio, tomando como fuente imparcial, la Agencia EFE, para tenerlo como
punto de referencia.
En lo que la prensa llamó «un intercambio de puntos de
vista» con la candidata socialista Annette Peulvast-Bergeal que disputaba
un escaño con la hija de Le Pen, Marie Caroline, aquella recibió un tortazo
propinado por el presidente del Front National. Fue nuevamente procesado. Tras
agotar todos los recursos, primero ante el Tribunal Correccional de Versalles y
en segunda instancia ante el Supremo, Le Pen fue condenado el 23 de noviembre
de 1999 por el Alto Tribunal a un año de inhabilitación, tres meses de cárcel
exentos de cumplimiento y una multa de 769 euros.
Pero este incidente hay que examinarlo con lupa o, de lo
contrario, nos llevaríamos una falsa impresión. La agesión a la candidata
socialista hay que «contextualizarla».
La chica no era un alma cándida que pasaba por allí. Le Pen,
en efecto, llegó a Mantes-la-Jolie a apoyar la candidatura de su hija, Marie
Caroline. A la izquierda no le gustó su presencia y se manifestó contra él; no
debían ser muy pacíficos por que –y la información es de EFE– Le Pen y sus
partidarios soportaron una lluvia de huevos y piedras y debieron refugiarse en
un café. EFE explica que el dueño del bar hechó abajo la valla metálica de la
entrada y reconoce que los contra manifestantes eran dirigidos por la candidata
socialista Annette Peulvast-Bergeal. Eran unos 200 y seguían a Le Pen y a los
suyos donde quiera que fueran. Esto no es, que digamos, muy demócrata; suena
más bien a intento de impedir el ejercicio de la libertad de expresión. Al
menos tal como lo cuenta EFE que añade: «Durante los incidentes resultó
contusionada la candidata socialista Annette Peulvast-Bergeal, que había tenido
un enfrentamiento más que verbal con el propio Jean Marie Le Pen». Los
manifestantes lanzaron después huevos contra un bar en el que entró el líder
ultraderechista, y el dueño del establecimiento tuvo que bajar la valla
metálica de la entrada. Para evitar más incidentes –y EFE es quien sigue
contándolo– Le Pen «decidió dejar la ciudad y salió del establecimiento
protegido por el servicio de orden, mientras los manifestantes le lanzaban
huevos». En el mismo parte se aprovecha para explicar que «la sede
electoral de un candidato del FN en una de las circunscripciones de la ciudad
de Orange (sur) resultó destruida parcialmente esta madrugada por un incendio
provocado» y «dos jóvenes del FN, que dormían en el primer piso del
edificio en el que está la sede electoral del candidato Jacques Bompard,
resultaron ligeramente intoxicados».
Miren, todo esto resulta extremadamente turbador: candidatos
socialistas que pretenden impedir el derecho a la libertad de expresión,
candidatos del Front National amenazados, tiendas a punto de ser saqueadas por
antilepenistas, jóvenes partidarios de Le Pen que están a punto de morir por un
incendio... Todo esto da como resultado un sector agredido y un sector agresor.
Deduzcan ustedes cual es. Sin embargo Le Pen fue condenado. Y esto le daba la
razón cuando afirmaba que en Francia existía un país legal y un país real. En
aplicación de la sentencia, el 23 de febrero del año 2000 fue suspendido de su
cargo de consejero regional de Provence-Alpes-Côte d’Azur (PACA), que había
obtenido en las elecciones regionales del 15 de marzo de 1998. Por la misma
razón, el 22 de abril del año 2000 se publicó un decreto gubernamental por el
que Le Pen fue privado de su escaño en el Parlamento Europeo, que había
conseguido en las elecciones del 13 de junio de 1999. El decreto, con fecha 31
de marzo, fue firmado por el primer ministro, Lionel Jospin, el socialista que
fue relegado a un infamante tercer puesto en las presidenciales del 2002. Sin
embargo, debido al recurso presentado ante el Consejo de Estado, la presidenta
del Parlamento Europeo, Nicole Fontaine, esperó a que este órgano se pronunciara
el 6 de octubre del año 2000, y anunció su inhabilitación el 23 de octubre (si
bien posteriormente se suspendió esta decisión).
Le Pen ha sido juzgado en numerosas ocasiones por sus
declaraciones violentas y racistas. Detenta el record de peticiones de suplicatorio
en el Parlamento Europeo: siete en dos legislaturas, aunque en cuatro de ellas
no se concedió por cuestiones de trámite. Se concedió en 1989, cuando fue
juzgado por insultar a un ministro, en 1990, por declaraciones anti judías, y
en 1998, considerar que las cámaras de gas fueron un «simple detalle» en la
Segunda Guerra Mundial.
Por entonces ya se había consumado la escisión de los
megretistas tal como analizamos en otro capítulo de esta obra. En realidad,
tras la aplicación de esta sentencia, el papel político de Le Pen quedó
reducido a sus funciones como presidente del Frente Nacional, cargo para el que
fue reelegido en el XI Congreso del partido, celebrado el 29 de abril del año
2000. Este fue el primero celebrado tras la escisión de diciembre de 1998,
cuando Bruno Megret, hasta entonces número dos del partido y hombre de
confianza de Le Pen, fue suspendido de militancia y a continuación fundó el
Movimiento Nacional Republicano.