Recientemente he acabado de traducir una de las obras más
desconocidas de Maurice Bardèche en la que se propuso responder a la pregunta
que él mismo formuló: “¿Qué es el fascismo?”. Se trata de una obra relativamente
breve y sintética en la que el autor da su particular versión de esta doctrina
política. Para situar al personaje y completarla, hemos creído necesario
introducir un primer ensayo introductorio escrito por nosotros mismos, sobre la
vida, la obra y las motivaciones de Bardèche y concluir la obra reproduciendo otro
de sus ensayos políticos de título significativo: “Socialismo fascista”. Vale
la pena decir algo sobre este personaje y sobre el contenido de este libro que
está a disposición de los lectores en Amazon.
Situando al personaje
Bardèche no se había preocupado de política antes de la Segunda
Guerra Mundial. Su fatum fue que estaba casado con la hermana de Robert
Brasillach, el poeta, escritor y ensayista asesinado por De Gaulle tras la
llegada de los norteamericanos a Francia. Brasillach, nunca había militado
políticamente, aunque sus opiniones habían sido favorables al gobierno del
Mariscal Petain. Nunca había participado en la represión contra los partisanos
especializados en asesinar franceses colaboracionistas y soldados alemanes
aislados con el consabido tiro por la espalda. No le gusto el que el numero de
resistentes aumentara desmesuradamente cuando los norteamericanos desembarcaron
en Normandía y, especialmente, tras su llegada a París. Denunció todo esto
desde las colunas de Je Suis Partout y de otros medios de prensa.
Durante los primeros meses de guerra cumplió con su deber con la patria y fue
uno de tantos soldados franceses llevados a una guerra que consideraban absurda
y luego, en la derrota, detenidos por los alemanes. Bardèche, que profesaba una
gran amistad y estaba muy vinculado a su cuñado (ambos, antes de la guerra,
escribieron una Historia del Cine que fue obra de referencia hasta los años 60
y una Historia de la Guerra de España publicado en Francia a poco de acabar el
conflicto), estaba especializado en literatura francesa del siglo XIX y, más
concretamente, en Balzac. Sin embargo, el fusilamiento de Brasillach marcó su
destino.
Tras la guerra empezó a escribir reivindicando la obra de su
cuñado y la de todos aquellos franceses que habían considerado legal y legítimo
el tránsito de la Tercera República al gobierno de Vichy. Fue el “primer
revisionista” y también precedió a todos los que luego denunciaron los
criterios seudo-jurídicos establecidos en Nuremberg para juzgar unilateralmente
“crímenes de guerra”. Pero hizo algo más. Cuando los primeros núcleos
neofascistas empezaron a organizarse, Bardèche fue uno de los promotores del
Movimiento Social Europeo, la primera “internacional fascista” organizada en la
postguerra y que reconocía la necesidad de una Europa unida, libre y tercera
fuerza entre los dos vencedores de la Segunda Guerra Mundial. En las décadas siguientes
otros muchos circularían en la misma dirección.
Fracasado el intento del Movimiento Social Europeo y destruida su
sección francesa a causa de los choques entre René Binet y los moderados,
Bardèche dedicaría los últimos treinta años de su vida a la edición de La
Defénse de l’Occident, la revista que publicó hasta pocos años antes de su
muerte. Los distintos equipos que colaboraron con ella estuvieron presentes en
las reconstrucciones del neo-fascismo francés de los años 50 a los 70.
El contenido de ¿Qué
es el fascismo?
Bardèche no tuvo ningún inconveniente en definirse como “fascista”.
El problema era saber que rasgos encerraba esta ubicación. Durante los años de
la guerra de Argelia y antes de la retirada francesa ordenada por De Gaulle,
Bardèche se sintió obligado a decir algo al respecto y atribuir contenidos a
esa autodefinición. A ello contribuyeron los cambios producidos en los años 50.
Por una parte, habían pasado más de quince años desde que se
produjo la “derrota de Europa” en la Segunda Guerra Mundial. Tras Argelia ya no
quedaba nada de los imperios europeos que figuraron en bando de los vencedores
en 1945 y que, a la postre, habían resultado tan vencidos como los países del
Eje. Pero, en los años 50 habían aparecido otros fenómenos en la escena mundial
que alteraban la situación internacional y el equilibrio entre las
superpotencias. Bardèche integra esos elementos en su obra que divide,
básicamente, en dos partes. Por un lado, los fascismos “históricos” y, por
otro, los nuevos elementos aparecidos en la postguerra que algunos cronistas
calificaban como “experiencias fascistas” y que otros negaban.
En la primera parte de su estudio, Bardèche pone los puntos sobre
las íes en torno a tres fenómenos: el fascismo alemán, el fascismo italiano y
el fascismo español, esto es, los regímenes de Hitler, Mussolini y Franco. Este
último le facilita el poder hablar también del régimen portugués de Oliveira
Salazar y, por supuesto, del Gobierno de Vichy y del mariscal Pétain. En este
capítulo, Bardèche demuestra ser un perfecto conocedor de la doctrina
joseantoniana. Niega que el gobierno de Franco fuera “fascista” y asume que,
José Antonio Primo de Rivera y Falange Española eran los elementos que mejor
habían recogido los vientos que soplaban de Europa adaptándolos a la realidad
nacional. No se muestra particularmente condescendiente con los gobiernos
italiano y alemán: no duda en criticar algunas de sus actitudes y posturas.
Reconoce, eso sí, patriotismo y justicia en ellos, pero su juicio es tan severo
como imaginativo.
La segunda parte es igualmente polémica. A principios de los años
60, eran muchos neofascistas -incluso líderes históricos y héroes de guerra,
como el Coronel Skorzeny o el Comandante Borghese- que pensaban que el eje de
los fascismos se había desplazado al mundo árabe y a Iberoamérica. Existía un
debate en el mundo neofascista, en torno a todo esto que luego, recuperó Jean
Thiriart a lo largo de la década. El primer toque de atención fue la llegada al
poder de Gamal Adbel Nasser como presidente, primero de Egipto y después de la
República Árabe Unida. Para Bardèche, el “nasserismo” era fascismo + Corán. Y,
es cierto que Nasser había abierto las puertas a exiliados europeos y los había
incorporado como asesores, al igual que hizo el General Perón en Argentina.
Para Bardèche estaba, pues, claro, cuál era la filiación doctrinal de Nasser.
Mucho más polémico era que un esquema similar se aplicara a Fidel Castro. En
todo el mundo neofascista -en España en el ámbito de Falange Española,
disidente del Movimiento franquista- de principios de los años 60, estaba
presente el debate sobre el castrismo: ¿era “fascista”? ¿se trataba de un
nacionalismo que, además, buscaba justicia social? El debate terminó
decantándose a favor de los que condenaban al castrismo. La explicación de por
qué se valoró negativamente al castrismo, cuando el nasserismo había recibido plácemes,
es interesante.
Así mismo, Bardèche analiza otros fenómenos del Tercer Mundo e
incluso nuevos movimientos “tecnocráticos” que estaban apareciendo en Francia.
Al acabar el libro, nos puede sorprender lo que acabamos de leer; Bardèche no escribió
un libro dogmático sino más bien una máquina generadora de debates y que, al
mismo tiempo, recogía los debates que a principios de los años 60 se estaban
dando en el universo neofascista. A medida que el autor facilita al lector
elementos para comprender la naturaleza de los fenómenos de los que está
hablando, poco a poco, se va concretando la idea que Bardèche tenía del
fascismo. Era una idea -hay que advertirlo- muy personal. Su “fascismo” es
solamente uno de los muchos posibles. De hecho, más que fascismo era “neo-fascismo”.
Por tanto, la lectura de esta obra resulta provechosa para acotar el tema y
conocer la concepción de uno de los “padres del neofascismo europeo” de
postguerra. Hemos juzgado, igualmente, añadir el pequeño ensayo Socialismo
Fascista, escrito por Bardèche en el curso de los años 60, en la medida en la
que completas las ideas expuestas en esta obra e influyó ampliamente, en grupos
neofascistas surgidos en Francia en la segunda mitad de los 60.
En el momento de escribir estas líneas, hemos entregado a la
imprenta el número 80 de la Revista de Historia del Fascismo,
correspondiente a los meses de julio y agosto de 2022, dedicado a tres
personajes del neo-fascismo poco conocidos: Charles Luca, fundador de la
Falange Francesa, René Binet, teórico del “social-racismo” y del Nuevo Orden
Europeo, y Francis Parker Yockey, norteamericano. Cada uno de estos personajes,
tenía, así mismo, su propia idea de lo que era el “fascismo” y ninguna era coincidente
salvo por el resultado final: fracaso de sus proyectos. De ahí, que la segunda parte
de este dossier sea un juicio crítico sobre porqué fracasó el neo-fascismo. Creemos
que esta lectura puede ser complementaria a la del libro de Bardèche.