El resultado estaba, más o menos, cantado y ha sido el que
reflejaban las encuestas. Marine Le Pen ha quedado, como se esperaba, en
segunda posición, a pesar de su remontada de última hora, mientras que Emmanuel
Macron se ha alzado con la victoria que precederá a la que obtendrá en la
segunda vuelta de aquí a catorce días. En definitiva, estamos ante el mismo
esquema que hace cinco años por lo que solamente vale la pena hacer algunas
anotaciones sobre lo que ha cambiado.
1. La odiosa comparación entre las dos primeras vueltas de 2017 y
2022
Hace cinco años, un candidato construido a golpes de marketing y
mazazos de capital vertido sobre medios de comunicación, obtuvo la victoria en
la primera vuelta con 8.657.326 votos, frente a la candidata del entonces Front
National, con 7.679.493 votos. Menos de un millón de votos separaban ambas
candidaturas, sobre un electorado de 47.581.118 personas. Ahora, cinco años
después, Macron ha recibido 9.560.545 votos y Marina Le Pen 8.109-857 votos. LA
diferencia es de casi millón y medio de votos a favor del primero, sobre un
electorado de 48.803.175 votos. Esto nos dice que Macron ha subido un 10,4%,
mientras que Marina Le Pen, lo ha hecho un 5,6%. Aparentemente, Macron es el
que ha ganado más votos y porcentaje… sin embargo esto se explica fácilmente
por su activismo “humanitario” y “pacifista” desempeñado durante las semanas
previas a las elecciones (y que formaba parte de su campaña electoral) en relación
al conflicto de Ucrania y gracias al ejercicio del poder, con la consiguiente presencia
en los medios de comunicación. Así pues, la derrota de Marine Le Pen, no ha
sido total, especialmente porque su electorado natural se ha visto roto por la
presencia de otro candidato situado “a su derecha”, Éric Zemmour, que ha
obtenido 2.442.624 votos. Es legítimo pensar que las dos candidaturas, si se
hubieran refundido en una, hubieran superado en un millón de votos a Macron.
Victoria, por tanto, pírrica del “Sánchez francés”, el hombre encargado por el
Foro Económico Mundial de aplicar la Agenda 2030 en el vecino país.
2. EL DESPLOME DEL CENTRO-DERECHA
Otra nota importante es la desaparición práctica del centro
derecha francés, representado por Les Republicains, antigua Union por un Movimiento
Popular y que encarnaba los valores del antigua gaullismo. En 2017, su
candidato, François Fillón, se hizo con el 20% de los votos, quedando a un solo
punto del Front National: 7.213.797 votos. Sin embargo, en la primera vuelta de
2022, su candidata, Velérie Pécresse, apenas ha podido reunir 1.658.386 votos,
lo que supone un 4,79%, con una caída más de cinco millones y medio de votos.
Con estos resultados, Les Republicains, puede darse por amortizado: la vieja
derecha, el equivalente a la “derechita” española del PP, ha pasado a ser residual.
Algo de lo que tendrían que tomar nota los nuevos propietarios de la sigla PP.
3. EL SOCIALISMO AUSENTE
Hubo un tiempo en el que el “partido hermano” del PSOE era el Partido
Socialista Francés, del que copió, incluso, en 1977, su emblema: el puño cerrado
portando la rosa. Es más, esa hermandad se había prolongado desde la época en
la que el PSF era la Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO). Hoy,
nos equivocaríamos si siguiéramos pensando que la derrota del socialismo
francés es, también la derrota del PSOE. Anne Hidalgo, alcaldesa de París y
candidata del PS, apenas ha obtenido el 1’7%. Hasta 1973, vale la pena
recordarlo, tuvo nacionalidad española. Sin embargo, el “partener” político de
Pedro Sánchez no es el PSF, sino Macron y su heteróclita formación en la cual
se encuentran todos los rasgos propios de la “ideología soft” y el mismo
objetivo: la ejecución, por encargo del Foro Económico Mundial, de la aplicación
de la Agenda 2030.
4. ABSTENCIÓN SÍ, PERO SIN SOBRESALTOS
En las horas antes a la votación se decía que el 40% de la
población era abstencionista y los “tertulianos” y analistas hablaban de la “desafección”
de la población francesa hacia la política. Este elemento es rigurosamente
cierto, solo que en el momentos electorales, a última hora, el elector, opta
por votar (si no tiene nada mejor que hacer) por el candidato que cree que más
le va a beneficiar. Habitualmente, estos votantes de última hora, a los que no
les interesa nada el destino del país y quién tenga las riendas del poder, son
aquellos que reciben algún tipo de subsidio, sin importarles en absoluto si la
deuda pública sube o si será necesario subir cargas fiscales a otros grupos
sociales. Quieren que todo siga así. Y esos sectores son los que, a última hora
han remontado la candidatura de Macron. A fin de cuentas, la abstención entre
2017 y 2022 solamente se ha elevado 3 puntos, quedando una participación del
74,82%, mientras que, en 2017, fue del 77,77%. Resulta significativo que, en relación
a las elecciones de 2012, la participación bajara ya un 1,7% y que en las de
ese año, también se produjera un descenso de los votantes, en relación a las de
2007, de un 4,3. El número de votos nulos, expresa, igualmente, el descontento
del electorado: se trata de votos de protesta encubiertos. Más de un millón en
la primera vuelta de 2022: casi el doble de los votos obtenidos por el PSF.
Pero el sistema puede digerir perfectamente todos estos porcentajes. Diferente
sería que se aproximaran a la divisoria del 50%, pero todavía quedan 25 puntos
para esa fatídica desconexión entre política y ciudadanía y, a pesar de que se
confirmasen las actuales tendencias al crecimiento de la abstención y del voto
nulo de protesta, podrían pasar décadas antes de que fuera evidente la fractura
total entre electorado y ciudadanía.
5. MARINE LE PEN: CON ¿AMIGOS? A LA DERECHA
La candidatura de Éric Zemmour ha podido parecer extemporánea y
poco meditada. De hecho, sus posiciones son solamente algo más radicales que
las de Marine Le Pen. Zemmour no es, en absoluto, el clásico radical de extrema-derecha:
de hecho, es de origen judío y argelino, frecuenta la sinagoga, habla yidish, y,
más que “político”, es un intelectual anti-inmigracionista y un nacionalista
francés convencional, golpeado por innumerables procesos por “difamación”, “odio
racial”, etc… La diferencia con Marine Le Pen es que, ésta, tiene más rodaje
político y conoce mucho mejor los entresijos de las campañas electorales. De no
haber aparecido la candidatura de Zemmour, Marine Le Pen hubiera quedado -presumiblemente-
en cabeza en la primera vuelta. Zemmour ha obtenido el 7% de los votos, cifra
en absoluto despreciable que recuerda los porcentajes que empezó a obtener Jean
Marie Le Pen en la primera mitad de los años 80. No hay lugar para dos formaciones
anti-inmigracionistas y anti-agenda 2030. Esto parece claro, pero va a resultar
muy difícil hacer converger ambas opciones a la vista de quiénes las apoyan. Sin
embargo, lo más sorprendente es que, los ensayos escritos por Zemmour (Le
Suicide français, Destin français, La France n’a pas dit son dernier mot) sin
duda son compartidos por Marine Le Pen. Su candidatura ha sido sostenida por
algunos de los que en otro tiempo habían figurado en el Front National, incluso
por Hervé Ryssen, considerado como “antisemita”. Su candidatura, y su partido que
ostenta el significativo nombre de Reconquista, en alusión a los ocho siglos de
lucha contra el islam en la península ibérica, ha recibido apoyos de grupos
conservadores y de antiguos líderes del movimiento de los “chalecos amarillos”
y, sobre todo, del antiguo Movimiento Nacional Republicano que se escindió del
Front National en 1998, dirigido por Bruno Maigret. Philippe de Villiers, otro
histórico de la derecha francesa le ha apoyado, así como un grupo de cargos
electos del partido de Marine Le Pen, pasados a Reconquista. A principios de
año, el partido contaba con 85.000 miembros que pagaban regularmente su cuota,
siendo el segundo partido de Francia por número de cotizantes. Significativamente,
también han apoyado la candidatura, gentes próximas al entorno “negacionista”
en la línea de Robert Faurisson, y de “identitarios” de grupos activista. Si
bien los resultados de Zemmour han sido inferiores a lo que auguraban las
encuestan (que le llegaron a dar un 15% de intención de voto), lo cierto es que
ha quedado en cuarto lugar, lo que parece garantizar su supervivencia. El
tiempo dirá si el exFN y Reconquista estrechan vínculos o bien se produce la
guerra de desgaste (como ya ocurrió entre el FN y el MNR, entre Le Pen y
Maigret, hasta la desaparición del segundo). Un paso a favor de la convergencia
parece haber sido dado por Zemmour pidiendo el voto para Le Pen en la segunda vuelta.
6. LA IZQUIERDA PERDIDA EN SU LABERINTO
Además de la candidatura del PSF, sorprende la fragmentación de la
izquierda francesa, un producto de su pérdida de referentes y de sus
contradicciones internas. El Partido Comunista de Francia, Europa Ecología –
Los Verdes, Primaria Popular, Lucha Obrera, el Nuevo Partido Anticapitalista y
Francia Insumisa, son las candidaturas de izquierdas que se han presentado a
estas elecciones. De todo este magma de siglas, solamente Francia Insumisa ha
obtenido un resultado que puede calificarse como gran éxito: Francia Insumisa
de Jean Luc Mélenchon. Éste es un antiguo miembro del Partido Socialista,
escindido a principios del siglo XXI, cuyo abuelo era murciano, por cierto. Mélenchon
aprovechó el desmadejamiento de la izquierda tras la crisis económica de 2008,
reuniendo a distintos fragmentos con un programa común cuyo principal atractivo
era el populismo de izquierda, el antiglobalismo, el ecologismo, el euro-escepticismo
y la antiglobalización… Su pretensión era recuperar aquellos sectores sociales “de
izquierdas”, especialmente obreros, que habían trasvasado su voto al Front National
desde los años 90. No lo ha logrado, pero sí ha conseguido eclipsar, tanto al
Partido comunista, como al socialista y atraer en voto de algunos sectores de
extrema-izquierda. En relación a 2017, Mélenchon ha atraído un 7,7% más,
situándose en el 21,95%, prácticamente a dos puntos de distancia de Marine Le
Pen. Sería difícil tratar de encontrar en España una traducción de los puntos
de vista de La Francia Insumisa. Lo que más se parecería sería algún sector Podemos,
pero su presencia en el gobierno de Sánchez, hace imposible la existencia de un
“populismo de izquierdas” antiglobalización. El resto de candidaturas de izquierda
ha obtenido resultados pobres: 2,’3% el Partico Comunista, 0’6% Lucha Obrera, 0’8
el Nuevo Partido Anticapitalista, 3’2% Resistamos (una de las fracciones del
movimiento de los chalecos amarillos), mientras que los verdes se han quedado
con un 4,6%. La suma de los resultados de las distintas opciones de izquierda,
supone más de un tercio del electorado. Pero resultaría muy difícil pensar que un
magma tan inconexo, contradictorio y sin puntos de vista unitarios, sin grandes
líderes carismáticos, pudiera converger en una candidatura unitaria. La
izquierda francesa es, hoy, algo parecido a Podemos: un magma en el que está
todo y su contrario, centrado en torno a distintos personajes de poca
envergadura política, con obsesiones y reminiscencias del pasado no superadas, imposible
de convertir en una opción unitaria.
7. CONCLUSIÓN: HACIA LA SEGUNDA VUELTA
A los pocos minutos de conocerse los resultados de la primera
vuelta, todas las formaciones políticas ya han expresado a quién recomendarán
votar en la segunda. Como podía esperarse, Marine Le Pen se verá apoyada por
Reconquista y los votos que pueda aportar Zemmour, esto le llevará a la
frontera del 30% (en las anteriores elecciones alcanzó el 33%) y, seguramente,
también recogerá algunos votos más, con lo que, más o menos, permanecerá en las
mismas posiciones. Todos los demás partidos (incluida la izquierda) han
entregado su voto a Macron, con lo que la comedia electoral apenas necesita
quince días para bajar el telón, pero ya sabemos cuál será su final. Marine Le
Pen no ha conseguido su objetivo: llegar en primera posición en la primera
vuelta. Veremos si consigue ahora su segundo objetivo: superar los votos y el
porcentaje que obtuvo en 2017. La posibilidad de renovación en Francia, por
todo ello, resulta muy lejana y difícil: mientras persistan las actuales
circunstancias, el trío de derechas (Le Pen), centro (Macron) e izquierda (Mélenchon)
serán las candidaturas seguramente más votadas (aunque varíen sus cabezas de
fila), pero, el problema siempre residirá en que dos de estas candidaturas (la
de centro y la de izquierda) siempre terminarán pactando para derrotar a la “derecha
populista”. Ahora bien, la contradicción radica en que la izquierda que sube es,
al menos en teoría, anti-globalizadora, mientras que el centro es una simple
marioneta teledirigida por el Foro Económico Mundial. Sin embargo, el programa
de izquierdas es, en muchos aspectos, exactamente igual al de la Agenda 2030,
con lo que la “alternativa de izquierdas”, no pasaría de ser un mero maquillaje.
En realidad, las elecciones francesas sirven para confirmar
solamente una cosa: no existen más que dos opciones políticas en toda Europa, o
bien se está con la Agenda 2030, o bien se está contra ella. Y aquí si que no
cabe términos medio: no cabe decir: “bien, yo estoy contra la globalización,
pero a favor de la inmigración”, “yo estoy contra el neocapitalismo, pero me
muestro a favor de la lucha contra el cambio climático”, “yo estoy a favor de la
igualdad, pero en contra de las teorías de género”. Porque, éste es el gran
problema: la Agenda 2030 presente un paquete coherente de medidas orientadas en
una dirección, la narcosis de las masas, la homogeneización de las masas, la ocultación
de los adversarios reales en beneficios de problemas secundarios, la defensa de
la democracia, pero bajo la tutela de las grandes corporaciones y de la élite
financiera. Y, frente a eso, no hay término medio: o se acepta ese destino, o
se rechaza en bloque. Y si se rechaza, todavía dista mucho de existir una síntesis
capaz de afrontar los distintos y tan variados (e incluso irrelevantes
problemas) planteados por la Agenda 2030. De hecho, se puede tardar más en
denunciar sus supercherías en materia de género, que en construir un programa completo
alternativo.
En Francia, por el momento, ese programa no existe y del “trío” de
aspirante al poder, siempre existe un “tercio excluso”. Estas elecciones lo han
demostrado y dentro de quince días, se confirmará.