No voy a salir en defensa de
Almeida, por supuesto. Como suelen repetir los que tienen fe en la justicia:
que ésta diga su última palabra. Poner la mano en el fuego por un político
sin tener cerca la unidad de quemados y las curas de urgencia es, de todas las
imprudencias posibles, la más estúpida. Ahora bien, la fruición con la que
los medios de izquierdas y próximos al PSOE, están manejando el caso, es sobrecogedora
y dice mucho sobre la hemiplejia moral de los medios de comunicación de nuestro
país. Oyéndolos estos días, podríamos llegar a creer que el “tráfico de
mascarillas” era una cuestión solamente del PP madrileño. Y no es así: afecta a
todos los partidos y, si hay alguno que esté libre de culpa, no será al que se
le permita tirar la primera piedra, en la medida en que no pudo, o no supo, o
no llegó a tiempo de participar en el negocio. Vale la pena meditar dos
minutos sobre la cuestión.
PARTIDOCRACIA ES CORRUPCION – DEMOCRACIA NO ES PARTIDOCRACIA
Quien dice partidocracia -por favor, no vayamos a pensar que esto
que tenemos es una “democracia”- dice corrupción. Y en partidocracia, no se
trata de no caer en delitos de corrupción, sino de cometerlos tan discretamente
que pasen desapercibidos. Me contaron una
anécdota sobre el PP catalán, explicada por parte de uno que la presenció
directamente: un antiguo secretario general del PP catalán, hoy en Vox, tuvo
que lidiar con un caso de corrupción. Uno de sus más conocidos brazos derechos,
se había visto implicado en desvío de fondos para el partido: un industrial le
había dado dinero para el partido y él, listo, se había quedado la parte del
león, ingresando miserias en la caja del partido. Cuando la dirección (y la prensa)
se enteraron, su defensa consistió en decir: “Si lo hacemos todos…”,
a lo que el secretario general le repuso: “Sí, pero a ti te han pillado…”.
Eso es la partidocracia y ese es su espíritu. De lo que se trata es de que “no
te pillen”. Si existe en España legislación garantista y no modifica, ni se
modificará jamás, no es para que un MENA o una carterista del metro, puedan ser
detenidos cientos, miles de veces y no ocurra nada, sino para que la clase
política tenga asegurada la impunidad. Va siendo hora de que todos los
aceptemos.
La partidocracia es, en la superficie, espectáculo. ¿Quién se preocuparía de la aridez de los debates políticos si
estos no llegaran aderezados con sal? ¿Quién aceptaría ver un clip en campaña
electoral si no estuviera acompañado de ataques, insultos e invectivas como el
rival? Pero el “espectáculo” en el que se ha convertido la política no puede
evitar que, en la política al uso, cualquier actividad (una pandemia, una
guerra, una catástrofe natural, un conflicto enquistado, una decisión de
gobierno, todo, en definitiva), se convierta en una oportunidad para la
corrupción. Y decimos bien: partidocracia y corrupción no son dos cosas
diferentes, sino una sola y misma cosa. Y eso es lo que tenemos.
EL MAYOR RIESGO PARA EL SOCIALISMO: LO HECHO DURANTE LA PANDEMIA
El Partido Socialista Francés, gobernó Francia hasta 2017. Lo hizo
tan rematadamente mal y demostró ser un personaje tan absolutamente gris e
irrelevante, que, como suele ocurrir en marketing, se juzgó necesario crear un
nuevo partido (La República en Marcha, el partido de Macron) que levantar una
sigla hundida (PSF). Los últimos mohicanos del socialismo francés, se
presentaron a las presidenciales de abril, obteniendo apenas un 1’7%. Y en las
anteriores elecciones generales, de los 347 diputados, se quedaron apenas con
30… Ese fantasma planea sobre el PSOE: de repente, un buen día, el fracaso
en la gestión -y los dos últimos presidentes socialistas, ZP y Sánchez, han
resultado de traca- puede liquidar una sigla que va ya por los ciento cuarenta
años. Y están tomando medidas.
El mayor riesgo para los
socialistas españoles hoy, es la posibilidad de una coalición PP-Vox, que los
apearía del gobierno por mucho tiempo. Para
que ese lapso de alejamiento del poder fuera máximo, un gobierno de derechas
así formado, miraría debajo de las alfombras. No cabe la menor duda de que,
solo en el tema de la “pandemia” encontraría motivos suficientes para llevar a
la picota a Sánchez, Illa y a los fanáticos de la “vacunación permanente”.
Sánchez sabe que, ahora, su supervivencia está en manos del PP,
por paradójico que parezca. Y, dentro del PP, tiene un aliado, Núñez Feijóo: de
todo el “programa” presentado por Feijóo para alzarse con la secretaría
general, solamente ha llamado la atención un punto: su interlocutor principal,
será el PSOE. Nada con Vox. Como si no existiera. Eso es lo que sabemos de
Feijóo. Eso y que es un fanático de llevar la mascarilla hasta el fin de los
tiempos.
OBJETIVO DE SANCHEZ: QUE NUNCA
HAYA UN GOBIERNO DE DERECHAS
No se trata de una frase dicha en campaña electoral, sino de una
frase que augura una nueva época en la política española. Está claro que una
política así puede encontrar resistencias dentro del PP. Especialmente en el PP
madrileño y en aquellas comunidades en las que tiene que apoyarse en Vox para
gobernar. No es raro, por tanto, que la jugada de ajedrez preparada para
cuando se convoquen nuevas elecciones generales sea debilitar a los sectores
del PP más hostiles a un acuerdo con el PSOE, laminar a todos los partidarios
de pactar con Vox y, dar por sentado, que, si el PSOE no logra ser el primer
partido, se trata de que el PP no pueda gobernar sin su presencia.
A la vista del caso francés, a la vista de los resultados en
Castilla-León, parece muy claro, que Vox ha conseguido, no solamente
estabilizar sus votos, sino ampliarlos y, el hecho de que, en estos
momentos, ambas formaciones, PP y Vox estén separadas por muy pocos puntos de
intención de votos e, incluso, algunas encuestas hablen ya de “sorpasso” (en
Cataluña, no lo olvidemos, ya se produjo en las últimas elecciones autonómicas),
indican que una mayoría absoluta por parte del PP es tan imposible como una
mayoría por parte del PSOE. Pero esa mayoría se puede tener sumando ambas
componentes.
Si alguien no cree en esta posibilidad, que lea el artículo de hoy
en El Confidencial: “Barones del PSOE apoyan la oferta de Feijóo
de respetar la lista más votada”. Dejémonos de nostalgias ochenteras y
noventeras: en un país como España, la única solución que existe hoy para dar
estabilidad a un gobierno en tiempos de crisis es el gobierno PP-PSOE, la “gran
coalición” (que ya no sería tan grande como hubiera podido serlo cuando Sánchez
debió decidir entre gobernar con Podemos o seguir los consejos de la Merkel y
de la UE: “gran coalición”. En las próximas elecciones -y salvo sorpresas de
última hora- esta será la opción.
Aislar a Vox, garantiza, por lo
demás, el que nadie barrerá debajo de las alfombras. Todo esto venía a cuento
del escándalo de la compra de mascarillas por un par de comisionistas, tan
tontos como ambiciosos. Pero, puede establecerse un axioma: “allí en donde
durante los dos últimos años, se ha producido alguna compra de mascarillas, de
material sanitario o de vacunas, ya sea por la administración central, por las
administraciones autonómicas o por las administraciones locales, siempre -y,
repetimos, siempre- se ha producido un cobro de comisiones abusivas, ilegales y
pactadas con el poder de turno”.
¿MASCARILLAS? ¡SI TODOS HAN “TRINCADO” CON LA PANDEMIA¡
La cosa es mucho más siniestra en la medida en la que, como decía
el auto de un juez madrileño, se han producido miles de muertos. Y, todo esto,
mientras el gobierno hacía obligatorias las mascarillas ¡durante más de dos
años!, cobraba el IVA de las mascarillas y alegaba que la legislación europea
impedía bajarlo (lo cual era rigurosamente falso).
Desengañaros: nunca habrá una comisión de investigación digna de
tal nombre sobre el asunto de los abusos, fraudes, estafas, compra de material
inútil, compra excesiva de vacunas que luego caducaban, compra de millones de
unidades de mascarillas y de test a precios superiores a los que se vendían
unidades sueltas en Portugal. Y con el trasfondo de miles de muertos. Y es que,
además de ser corrupta desde la superficie hasta sus entrañas, la partidocracia,
termina siendo también, asesina.
El tiempo se agota: la “gran
coalición” (cuyo ambiente psicológico se están intentado crear en estos momentos
en los que el “cordón sanitario” establecido en torno a Marine Le Pen en
Francia ha fracasado y puede fracasar también en España con Vox) es una exigencia
para poder llevar a buen puerto los objetivos de la Agenda 2030. Feijóo, no lo
olvidemos, es, dentro del PP y durante su etapa de gobierno en Galicia, el QUE
MÁS ha insistido sobre el “cambio climático”. Feijóo, contrariamente, a los que
creen que es la “respuesta a Pedro Sánchez”, está en el mismo lado de la
trinchera que el psicópata de la Moncloa.
EL FONDO DE LA CUESTIÓN: LA AGENDA 2030
Obviamente, la “gran coalición” no se fraguará solamente para
mantener bajo las alfombras la corrupción socialista durante la pandemia. Esa
será una de sus efectos secundarios: una especie de “amnistía general” a los
casos de corrupción de ambas formaciones. La “gran coalición” que está en
ciernes de aquí a año y medio, está obligada y forzada por la Agenda 2030 y por
el Foro Económico Mundial: hoy, está claro que ni PSOE, ni PP pueden llegar a
ese destino, en solitario (la partidocracia tiene su tributo y este es la “desafección”
del electorado).
Olvidarlo, es arriesgarse a no entender nada de lo que está
pasando, ni en España, ni en el mundo. Hace poco hablábamos de la “tormenta
perfecta” que se avecina (Han
sonado las alarmas ¿Qué hacemos con los “populismos”? Años decisivos):
si esa tormenta estalla antes de que los lacayos del Foro Económico Mundial hayan
atado todos los cabos, se arriesgan a una respuesta electoral demoledora por
parte del “populismo”. Por eso tienen prisa. Por eso están pisando el
acelerador y quitándose las caretas. Por eso es preciso que las siglas PSOE y
PP queden lo más achicadas en las próximas elecciones y que nunca tengan la
posibilidad de imponer las reformas constitucionales liberticidas que ya han
impuesto en otros países (entre ellas, las elecciones a dos vueltas que, antes
o después, reaparecerá).