Wilhelm Reich es conocido como psiquiatra que desarrolló una
teoría herética condenada por Freud que, poco a poco, se fue alejando del
pansexualismo de su maestro para desembocar en una formulación extraña (e
incluso grotesca) que hoy seduce solamente a los partidarios de la New Age. No es éste Reich el que nos
interesa, sino el autor de Psicología de masas del fascismo, un libro
que rompió con la tendencia del Partido Comunista Alemán (al que perteneció) de
interpretar el fascismo simplemente como “banda armada del capital”.
Reich perteneció a lo que se ha dado en llamar “primera
generación” de la Escuela de Frankfort. Es importante señalar esto, porque la
mayoría de ideas de esta “escuela” están presentes en la modernidad y son las
que le han dado forma. Inicialmente, la escuela de Frankfurt supuso el
encuentro entre marxistas por una parte y freudianos por otra. Pero ni los
marxistas eran “ortodoxos”, ni los freudianos siguieron el camino estricto del
fundador del psicoanálisis. Unos y otro convergieron y fusionaron sus ideas de
base. Sus ideas básicas procedían del marxismo: a pesar de que el materialismo
dialéctico no pueda explicar la totalidad de la historia humana, en tanto que “materialismo”,
es una doctrina aceptable pues, no existe nada mas que la materia ni universo o
vida concebible fuera de la materia. Eso sí, todo estaba en permanente
evolución y, por lo tanto, lo que era “inaceptable” para una sociedad hoy, se
convertiría en “aceptable” para la sociedad del mañana. Esta era una de las
razones que les impulsaron al “relativismo”: si no existe nada más que materia
y esa se encuentra en permanente evolución, no existen “valores absolutos”.
La crítica a Freud se basaba en que su principio Eros–Thanatos
limitaba al ser humano a un panorama desolador: el placer estaba limitado por
la muerte. Por tanto, una sociedad debía tender a anular el Thanatos, y
solamente sería feliz si eliminaba el miedo a la muerte y se orientaba hacia el
ejercicio del placar. Esto llevaba directamente a una concepción hedonista elevada
a la enésima potencia. Eliminadas todas las “represiones”, lo que quedaba era
la “libertad” del ser humano. Mientras existiera una sola “represión”, lo
humano estaría tiranizado.
A 100 años de la fundación de la escuela de Frankfurt y, tras
tres generaciones, hay que constatar que estas son las ideas que han quedado de
ellas en el inconsciente colectivo de las masas. Salieron a la superficie
durante la aparición del movimiento contestario de los años 60 (que fue apoyado
por todos los supervivientes de la “primera generación” que se convirtieron en
sus “ideólogos”) y, posteriormente, fueron asumidos por las esferas
funcionariales de la UNESCO y constituyen uno de los fundamentos del movimiento
trans–humanista tan de moda en nuestros días. Igualmente, están en la base –junto
con las obras de Simone de Beauvoir y el experimento del psiquiatra norteamericano
John Money (“experimento Reimer”)– de los “estudios de género” LGTBIQ+. Y, por
supuesto, están directamente relacionados con la “corrección política”.
Wilhelm Reich fue uno de los elementos de esta escuela, hasta
que, visiblemente, su caos mental derivó en una creciente paranoia y en una alteración
de la realidad que le imposibilitaba percibir los resultados de sus propios
experimentos. Obviamente, la “escuela de Frankfurt” fue mucho más de lo que
acabamos de resumir. Sin embargo, su Teoría Crítica o los trabajos epistemológicos
de sus miembros, no son precisamente lo que han llegado al público, sino que
las consecuencias de todos estos estudios, han sido difundidas por “divulgadores”
o aplicadas por “agitadores culturales”, dando lugar a los fenómenos y
movimientos que hemos mencionado, hasta el punto de que puede decirse que, de
la “escuela de Frankfurt” parte el vector ideológico más importante de la modernidad.
ALGUNOS DATOS BIOGRÁFICOS
No está de más comenzar este artículo aportando algunos datos
sobre su biografía para situar al personaje. Wilhelm Reich nació en 1897 en
Dobrzcynica (Austria) en el seno de una familia judía no practicante (como era
habitual en la primera generación de psiquiatras que vieron en la doctrina
freudiana un nuevo horizonte intelectual). Su infancia no fue fácil. A los 13
años, experimentó su primer verdadero “drama freudiano”: su madre, maestra, se
suicidó tras reconocer que mantuvo relaciones sexuales con su preceptor. Tres
años después, su padre –un agricultor de carácter estricto y severo– murió de
tuberculosis. Reich tenía en ese momento 16 años, era el hermano mayor y se
encontró al frente de una granja familiar que le permitía vivir con cierta holgura.
Sin embargo, no estaba en su mentalidad ejercer de campesino durante muchos
años.
Paradójicamente, la Primera Guerra Mundial vino en su ayuda. En
1916 fue reclutado por el ejército austríaco, destinado a una unidad de
artillería que operaba en el frente italiano, alcanzando el grado de teniente.
Ni vivió grandes riesgos, ni contempló las tragedias que se daban en otros
frentes del conflicto. En realidad, el gran problema que experimentó fue la
derrota del Imperio Austro–Húngaro que modificó profundamente las fronteras de
su país.
El Tratado de Versalles había hecho que su tierra natal pasara a
la, entonces recientemente formada Yugoslavia, así que prefirió establecerse en
Viena y seguir estudios de medicina (gracias a las becas para ex combatientes
concedidas por su gobierno), durante los cuales se unió a la Sociedad
Psicoanalítica de la capital austríaca, que había fundado Sigmund Freud. Obtuvo
el título de medicina en 1922, cuando ya hacía dos años que practicaba el
psicoanálisis y la psiquiatría regularmente. Empezó a ganarse la vida
ejerciendo la práctica privada de estas dos ramas de la medicina, entonces en
auge. Mientras, continuó sus estudios de neuropsiquiatría.
En los doce años siguientes, continuó residiendo en Viena,
llegando a ser uno de los más eminentes miembros de la Sociedad Psicoanalítica
vienesa que, en la práctica, constituía el centro mundial de la psiquiatría
freudiana. Trabajó entre 1922 y 1930 junto al doctor Freud, como primer
asistente en la Policlínica Psiquiátrica fundada por éste.
Pero no se trataba de un discípulo que se limitara a dar la razón
a su maestro. A menudo, tenía ideas propias que debían entrañar la ruptura con Freud
que no toleraba en absoluto críticas ni disidencias. Muchos, ayer y hoy, han
dicho que Reich tenía desde muy joven ansias de notoriedad y que, muy pronto,
evidenció profundos desequilibrios interiores, cristalizados en forma de
paranoias que deberían, finalmente, alejarlo de los caminos de la ciencia. Esto
puede ser –y de hecho es, como veremos– en parte cierto, pero lo que conviene
resaltar aquí es que Reich exploró zonas de la mente en las que el doctor Freud
se había negado a penetrar. Esto provocó la ruptura final entre ambos
psicoanalistas y la polémica estuvo en el origen de las críticas más violentas
que, a partir de ese momento, debió afrontar. Tales críticas, han hecho olvidar
las investigaciones de Reich en el terreno de la líbido, terreno en la que se
sitúan sus principales activos en materia psicoanalítica. Se ha dicho que la
diferencia esencial entre Reich y Freud consistía en que mientras el segundo
recorrió el camino “del psicoanálisis a la sexología”, la del primero arrancaba
de la sexología para desembocar en el psicoanálisis.
En 1927 se produjo la ruptura, cuando Reich empezaba a asumir el
bolchevismo como doctrina política. Tras observar la represión ejercida por la
policía de Viena ante una manifestación obrera socialdemócrata en 1927, Reich
se encuentra con Freud y le comenta el episodio que a este no le interesa en
absoluto liquidando el tema con una frase intrascendente. Ahí empezó el
distanciamiento entre ambos. Reich solicitó, poco después, a Freud que fuera su
terapeuta, pero éste se negó. A partir de ahí se inicia el período más fértil
de Reich, en el que la lucidez del análisis se empieza a entrecruzar con sus
obsesiones nacientes. La prevalencia de éstas hizo que, poco a poco, la mente
de Reich se fuera desequilibrando. La llamada “teoría del orgón” es quizás uno
de los elementos de la doctrina reichiana que mejor representan la capacidad de
observación de su autor entremezclada con sus obsesiones.
EL
CAMINO DEL “ORGÓN”
Freud no daba mucha importancia al orgasmo. A pesar de ser la
concreción extrema del Eros y, por tanto, del principio del placer, se diría
que el fundador del psicoanálisis no había advertido –quizás por no haberlo
experimentado en grado de excelencia– el papel del orgasmo en la naturaleza
humana y lo que podía desprenderse de este análisis. La reflexión
psicoanalítica de Reich, por el contrario, partía de la realidad del orgasmo como
coronación de la sexualidad, convertida en clave de bóveda de su sistema.
Reich había observado que durante el orgasmo se producía una
desconexión entre consciente e inconsciente, “algo” en el ser humano parecía
penetrar en un terreno fronterizo entre la vida y la muerte, entre el ser y el
no ser, que no se manifestaba en ninguna otra actividad humana.
A partir de finales de los años veinte, Reich establece sus
primeras teorías sobre el orgasmo. Explica que en el momento en que el clímax
del placer embarga a los amantes, se libera una energía de un tipo muy
particular, a la que dará el nombre de “Orgón”. Esta energía, según la teoría
reichiana, excede con mucho el ámbito de la sexualidad, y se manifiesta en
todos los aspectos esenciales de la existencia, debiendo estar necesariamente
presente en una vida sana. Su déficit provoca angustia y enfermedades. Reich
intenta explicar los motivos por los que esta energía experimenta alteraciones
negativas para la psique y la salud en general. Alude a que determinados
traumas de la infancia –en esto sigue a su maestro– tienden a reprimir las
funciones naturales del organismo. Es entonces cuando se producen las
patologías físicas y mentales. La conclusión es palmaria: restableciendo los
flujos energéticos de “Orgón” en el interior de la naturaleza humana, se
restablecerá, así mismo, el estado de salud. En el fondo era algo que había enunciado
Franz Anton Messmer 140 años antes en Francia, con una jerga pre-científica y
con una desembocadura ocultista: Messmer sostenía que en los seres existe un
equilibrio de “magnetismo animal”, un “fluido” que estaba presente en todos los
seres humanos y aportaba vitalidad. Cuando este “fluido” se desequilibraba o
disminuía, aparecían las enfermedades. Para curarlas, bastaba solamente con
restablecer el equilibrio, traspasando “fluido” de individuos que lo poseyeran
a otros con déficit, ¿cómo? Mediante la imposición de manos o bien mediante “agua
magnetizada”… Lo que más de un siglo después, sostenía Reich era extraordinariamente
parecido solo que, avalado por el lengua científico de su tiempo.
En 1927, Reich perfiló lo esencial de estas ideas en una
hipótesis arriesgada que iba a suponer su expulsión del ámbito freudiano
ortodoxo. El libro, titulado La
genitalidad en la teoría de la terapia de las neurosis, provoca una
reacción extremadamente hostil en Freud y en su círculo íntimo. A partir de ese
momento, ya no cuenta con un marco favorable para el ejercicio de la
psiquiatría en Viena. Es entonces cuando se traslada a Berlín en donde ingresa
en el Partido Comunista Alemán. Pero también aquí dará que hablar y provocará
reacciones hostiles.