7. DESDE 2014 EXISTE GUERRA EN EL ESTE DE UCRANIA
Y ESA GUERRA,
HASTA AHORA HA COSTADO 14.000 MUERTOS
DE LOS QUE NADIE SE ACUERDA Y QUE NADIE
REIVINDICA.
Desde hace ocho años, vienen produciéndose choques entre milicias
ucranianas y ciudadanos que defienden la independencia de las Repúblicas del
Donbass. Estos enfrentamientos, hasta enero de 2022, habían costado 14.000
muertos. Nadie, absolutamente nadie, se ha preocupado por este conflicto y por
la situación de dos pueblos que eligieron separarse de Ucrania, a la que habían
sido anexionados durante el período postestalinista, en la época de Khrushchev.
Las dos repúblicas aprovecharon los incidentes generados en 2014 por elementos
pro-occidentales, apoyados por los medios de comunicación ucranianos, en lo que
se llamó “el Euromaidan”. Existía la creencia en el país de que Ucrania se
integraría pronto en la Unión Europea (lo que representaba una inyección
económica importante para un país poco industrializado, eminentemente agrícola
y en manos de una oligarquía todopoderosa y extremadamente influyente y presente
en el gobierno Zelensky. Y esa creencia se sustentaba en el olvido de las
condiciones de acceso a la UE, establecidas por la propia UE y de las que
Ucrania, ni cumplía, ni cumple, ninguna.
En la guerra del Donbass han menudeado los ataques de “bandera
falsa” (al igual que ocurrió en el “Euromaidan”, cuando todavía hoy se ignora
quien disparó desde los tejados contra la multitud). Pero lo cierto es que la comunidad
rusofona, mayoritaria en estas dos regiones, ha sido la más castigada y este ha
sido uno de los elementos que han generado la respuesta rusa: Putin ha
considerado que las “milicias irregulares ucranianas” (que identifica con
grupos neo-nazis), ha generado estos ataques contra la población civil.
En 1926, el Donetsk estaba habitado por 60.000 rusos y menos de
28.000 ucranianos, lo que indica que el sentir mayoritario, la cultura y el origen
era ruso, sin embargo, en 2001, la desproporción se había reducido, después de
que Khrushchev añadiera estos territorios a la República Soviética de Ucrania.
Pero, aun hoy, la lengua rusa y los sentimientos rusófilos son ampliamente
mayoritarios en la región que es radicalmente diferente al resto de Ucrania. Se
entiende el por que el gobierno ucraniano se niega a desprenderse de ella: por
una parte, se trata de una de las zonas más industrializadas de Ucrania
(después de Mariupol), así mismo existen importantes explotaciones mineras, lo
que posibilita la existencia de una importante industria estratégica basada en
el carbón, el hierro, la ingeniería pesada, y la construcción de maquinaria.
Se suele olvidar que el 11 de mayo de 2014, se celebraron
referéndums en estas dos Repúblicas, el Donestsk y Lugansk, para que la
población decidiera su futuro. Y decidieron la independencia: con una
participación del 74’87% y un 91’78% de los votos se aprobó la independencia
nacional. La Guardia Nacional ucraniana presente en las dos repúblicas, intervino
para impedir la celebración de la consulta, sin poder impedir, que existiera
una masiva presencia en las urnas y se produjeran algunos disparos que causaron
la muerte de dos vecinos. Incluso en Sloviansk el ejército ucraniano utilizó su
artillería para destruir algunos edificios que debían servir como colegios
electorales. Pero “Occidente” decretó que, dado que no habían estado presentes “observadores
internacionales” (es decir, observadores pro-OTAN), el referéndum carecía de
validez. Aquellas consultas populares tuvieron lugar, precisamente, cuando se
desarrollaban los acontecimientos del a plaza Maidan que consiguieron derrocar
al gobierno legítimo ucraniano y establecer un gobierno pro-UE y pro-OTAN.
En Crimea el proceso fue parecido, si bien, en esta región, la
presencia rusa es todavía mayor, llegando en Sebastopol al 80% de la población
y nadie pudo negar que las manifestaciones populares contra los sucesos de la plaza
Maidan fueron en las ciudades Crimea, masivas. El resultado del referéndum del
17 de marzo en la península de Crimea (que siempre había sido rusa), dio
1.233.002 votos favorables a la integración en Rusia (un 96’77%), con una
participación del 81,1%. También la incorporación de Crimea a Ucrania se había
producido tras la muerte de Stalin, el 19 de febrero de 1954, cuando un decreto
del presídium del Sóviet Supremo de la URSS, transfirió el territorio de Crimea,
de la República Socialista Soviética de Rusia a la República Socialista
Soviética de Ucrania.
Como puede verse, tanto en el caso de las repúblicas del Donbass,
como en el caso ucraniano, es “derecho de autodeterminación de los pueblos”
demuestra que se trataba de territorios históricos rusos que solamente han sido
ucranianos en un corto período reciente de la historia, y que la voluntad de
sus pueblos, expresada en referendos, consiste en independizarse de Ucrania y
emprender una vida en común con la Federación Rusa.
Pero esto suponía que Ucrania perdía bazas estratégicas: la base
militar de Crimea que suponía para Rusia conservar el pulmón con el Mar Negro
y, consiguientemente, con el Mediterráneo; y las regiones mineras e industriales
del Este de Ucrania, fronterizas con Rusia. Y Ucrania contestó enviando
milicias irregulares, hostigando a los independentistas, participando en
operaciones de “bandera falsa”, que, entre bajas propias y generadas a la
población civil, habían causado esas 14.000 víctimas de las que nadie se
acuerda en Occidente y a las que nadie ha llorado, ni se ha solidarizado, ni ha
acogido como refugiados…
La política de la OTAN hacía necesario que los informativos
occidentales no hablaran de aquel conflicto, del que solamente teníamos noticia
a través de fuentes alternativas. Era obvio que, antes o después, si persistían
esos ataques, Rusia se iba a ver obligada a proteger a los ciudadanos de estas
repúblicas. Y la OTAN quería presentar a Putin como “agresor”, sin reconocer ni
uno solo de los problemas existentes en la región y generados por esa misma
OTAN y por su insensato interés en avanzar sus fronteras hacia Moscú.
8. RUSIA ESTABA PREPARADA PARA UN CONFLICTO DE ESTE TIPO,
EUROPA
NO LO ESTABA
Y SIGUE SIN ESTARLO, NI PODRÁ ESTARLO.
Occidente no está preparado ni para éste ni para ningún conflicto
que pueda suceder en el siglo XXI. La “razón de Estado” ha desaparecido de todas
y cada una de las naciones europeas, y lo que es peor, jamás ha existido ni se
le espera, en la UE. Después de haber renunciado a su defensa nacional, tras
haber hipotecado su seguridad al Pentágono, a través de la OTAN, tras negarse a
disolver la “alianza” en 1989 tras la caída del Muro de Berlín, cuando se quedó
sin enemigo, las naciones occidentales, dirigidas por una clase política
indigente en términos de proyectos y proyecciones de futuro, ávidas solamente
de mantener en sus manos los recursos del poder el mayor tiempo posible, y
servir a los “señores del dinero”, con unos pueblos anestesiados y atemorizados
cada vez que estalla una crisis, tienen la creencia de que “los EEUU nos
protegen”. Olvidan que nadie en el mundo real, da algo a cambio de nada. Esa
protección viene a cambio de una sumisión feudal.
Podría asumirse incluso el liderazgo de un país provisto de un
noble ideal y de unos objetivos ambiciosos y con capacidad para llevarlos a la
práctica. No sería la primera vez en la Historia de Europa que los pueblos se
ponen detrás de aquel que, en cada momento, de su historia ha estado en mejores
condiciones para defender los intereses comunes. Lo hemos visto desde las
guerras de las ciudades griegas contra Asia, en el caso del Imperio Romano,
cuando, galos, hispanos, y otros pueblos aceptaron la hegemonía de Roma y Roma
tuvo la generosidad de integrarnos. Lo volvimos a ver en la Edad Media, etc,
etc. Pero el problema que existe hoy es la pobreza de ideales y objetivos de
los EEUU y el hecho de que, en este país, ya no se defiende ni siquiera su
hegemonía como nación, sino los intereses de sus élites dirigentes: los “señores
del dinero”, las viejas dinastías económicas, los gigantescos fondos de
inversión… Y los intereses de estos grupos, ni son los nuestros, ni siquiera
son los que podrían satisfacer a la ciudadanía de su propio país.
La situación no es nueva y se hizo perceptible en los años 50,
incluso cuando en la ceremonia del final de la presidente de Eisenhower, éste
aludió a los “intereses del complejo militar-industrial”. Hoy, esos intereses
están mucho más presentes de lo que estaban entonces y nada escapa en aquel
país a su control. Son poderes que exigen sumisión total, fidelidad a todas sus
directrices, sin excusas, sin dilaciones. Eso, o decretan la muerte política de
un candidato, de una figura público, o incluso de un proyecto empresarial. Las
décadas en las que EEUU (y, por extensión, todo Occidente) han vivido una
situación así, ha operado un debilitamiento general de sus sociedades. Desde Vietnam,
el talón de Aquiles del militarismo norteamericano y lo que frena sus ansias de
intervención imperialista en todo el mundo, es que la visión de féretros y bolsas
de plástico conteniendo cadáveres de sus soldados, es algo que la sociedad de
los EEUU no puede soportar: se ha demostrado en Vietnam, se ha demostrado en Irak,
se demostró en Afganistán… Por eso EEUU no está en condiciones ni de “proteger”,
ni de “ayudar militarmente” a nadie y mucho menos a una Europa de la que solamente
desea que ponga el tablero en el que se libraría una eventual Tercera Guerra
Mundial, en la que, el único interés de los EEUU sería participar en el negocio
armamentístico y en el de la reconstrucción posterior, pero no en el conflicto,
si ello implicaba perder soldados. Esto -que es una constante de la política americana
y explica por sí mismo los bombardeos de terror a los que fue sometida la ciudadanía
alemana durante la Segunda Guerra Mundial o los ataques con misiles, artillería
de acorazados, raids aéreos a distancia, contra Yugoslavia, contra Iraq, contra
Afganistán y los estudios por librar una “guerra asimétrica” con “cero bajas”,
en las que sea el enemigo el único que las sufra. EEUU ni está en condiciones
de participar en otra cosa que no sea en provocar el que otros países se
enfrenten entre sí para extraer el mayor beneficio. Eso es todo. Por eso
decimos: ni EEUU, ni la UE están preparados para una guerra contra Rusia, ni
siquiera para un pequeño conflicto armado (contra de España contra Marruecos,
por ejemplo).
En cambio, la Rusia de Putin se ha rearmado en los últimos 15
años, se ha preparado para defender sus intereses y ha preparado a su
población, a sus fuerzas armadas y a su economía para hacerlo. Y lo ha hecho
ante la certidumbre -imposible de desmentir- de que los EEUU, tras la caída del
Muro de Berlín, tras los acuerdos firmados por Gorbachov con los países
occidentales- intentaban arrinconar cada vez más a Rusia, adelantando más y más
las líneas de la OTAN en dirección a Moscú. ¿Cómo pensar que, antes o después,
un país reconstruido después de la catástrofe que supuso la llegada de Boris
Eltsin al poder, iba a dejarse avasallar indefinidamente por la OTAN que, por
lo demás, había mostrado escasa “pegada” en los conflictos coloniales en los
que se embarcaron los EEUU durante la “era Bush”?
Rusia, en cambio, está más que preparada. Era perfectamente
consciente de que la única arma de la que podía disponer la OTAN, eran las
sanciones económicas. Así que, desde hace ocho años, su economía se está
preparando para responder. Rusia sabe perfectamente que los países europeos no
podrán soportar durante mucho tiempo la inflación y la escasez, sabe que la
dependencia energética de Europa convierte a los EEUU en un proveedor caro y
lejano y que los resentimientos hacia EEUU irán aumentando en Europa, por mucho
que el “imperio de la mentira” (tal como Putin ha calificado a la presidencia
de los EEUU y a los grupos de presión, empezando por el Foro Económico Mundial,
que constituyen los verdaderos gobiernos de los “países democráticos y
liberales”) traten de desviar los hechos reales y responsabilizar a Putin de
este conflicto y de las consecuencias que han derivado para Europa.
Rusia sabe que, las “redes sociales”, resultan imposibles de
controlar y que, a pesar de los intentos y de la intoxicación acometida por “influencers”,
lo cierto es que, a diferencia de los medios convencionales, ahí existen
distintas opiniones y, a medida que la escasez y la inflación se vayan
apoderando de Europa, los gobiernos europeos afrontarán la terrible decisión de
entrar en conflicto con quienes les han llevado a esta situación, no por
convicción, ni como gesto de sinceridad, sino porque de persistir en las
sanciones, terminarán dando más y más argumentos a opciones “populistas”,
arriesgándose a que den nuevos zarpazos electorales.
Por eso, en estos días pueden apreciarse la aparición de distintas
posiciones en el seno de los países de la OTAN: mientras los EEUU tratan por
todos los medios que el conflicto se enquiste y que se prolongue lo más posible,
los estamos europeos tratan de que sea lo más breve posible y de sentar a las
partes en la mesa de negociaciones. Rusia, de momento, ya ha ganado: la UE ha
declarado que rechazaba la petición de adhesión de Ucrania y el propio Zelensky,
por su parte, ha aceptado no entrar en la OTAN…
Por otra parte, contrariamente a lo que sostienen los medios de
comunicación occidentales, Rusia se ha preparado para este conflicto con tres
medidas: comprando reservas de oro en los último ocho años (algo que China
lleva haciendo desde hace 15); acumulando criptomonedas y preparándose para
lanzar una criptomoneda esponsorizada por la propia Federación Rusa; y,
finalmente, mejorando sus relaciones con China, con la que, en este momento,
forma una alianza tácita. Todo esto juega a favor de la posición rusa y le
permitirá: por una parte, esquivar en buena medida las sanciones económicas,
seguir realizando pagos avalados por el oro y en criptomonedas canjeables en
divisas convencionales.
Es, pues, Europa la que se debe preocupar: las sanciones, unidas a
los procesos inflacionistas y al descontento creciente de la ciudadanía, pueden
operar cambios radicales en el panorama político europeo y servir de acicate y
trampolín para el desarrollo de fuerzas opuestas al Foro Económico Mundial y a
sus títeres, pueden arruinar el proyecto descrito en la “Agenda 2030” y hacer
volver a la casilla de partida a las fuerzas políticas hoy en el poder en los
distintos países de Europa Occidental, con la destrucción de la
socialdemocracia, la principal fuerza sin la cual el Foro Económico Mundial no
podría imponer sus designios: “transición energética”, “disminución de las
emisiones de CO2”, “igualdad”, “mestizaje cultural”, “inmigración”, “derechos
LGTBIQ+”, “cambio climático”, y demás cortinas de humo, verdadera coberturas
para no ver que todo ello tiende: 1) a la pérdida de todo tipo de identidades,
2) a la fragmentación y neutralización del tablero social, 3) al alarmismo
(otro rostro del miedo) que genera la renuncia de derechos y libertades, para
que el Estado solucione tales problemas.
A pesar de que en el interior de Rusia también actúan fuerzas al
servicio del Foro Económico Mundial, lo cierto es que allí se encuentran
todavía en situación de inferioridad estratégica, arrinconadas por el proceso
de reconstrucción de Rusia abordado por Vladimir Putin.
9. EL CONFLICTO EN UCRANIA ES EL NUEVO ESPECTÁCULO
QUE OFRECEN LOS
MEDIOS DE COMUNICACIÓN TRAS EL COVID:
LA SIEMBRA DEL MIEDO.
El Foro Económico Mundial, en 2019 temía un proceso inflacionista
generalizado: es decir, una devaluación del dinero. En efecto, para paliar los
efectos de la crisis de 2007-2011, el Banco Central Europeo y la Reserva
Federal de los EEUU apostaron por imprimir papel moneda. Así pudieron afrontar
la crisis bancaria, lanzar una política parecida a la del “new deal” de
Roosevelt en los años 30 (que fracasó y condujo directamente a la Segunda
Guerra Mundial), lanzar planes de inversiones públicas que deberían generar
empleo (y que, sobre todo, compensaron a las dinastías financieras y a los “señores
del dinero” por las pérdidas sufridas durante la primera fase de la crisis), y,
sobre todo, comprar la paz social subsidiando a los grupos más afectados por la
crisis. Los tipos de interés se bajaron hasta cero puntos. El resultado después
de 10 años de esa política, en 2019, fue la previsión de una espiral
inflacionista. Lo que obligaría a retirar estímulos para la inversión, limitar
las ayudas sociales y subir los tipos de interés.
Sin embargo, el Covid vino en ayuda de los “señores del dinero” y,
al margen de lo que podamos pensar sobre su origen y sobre sus efectos
sanitarios, lo cierto es que, lo desproporcionado de las medidas con las que se
afrontó, generaron un retraimiento del consumo (el confinamiento en el hogar
restaba una parte sustancial al consumo y al dinero dedicado al ocio), lo que
tuvo como efecto inmediato, una contención de la inflación. Durante dos años,
la humanidad y, especialmente, el mundo occidental, vivió una verdadera
psicosis del miedo que se ha prolongado hasta principios de enero de 2022,
cuando ya era evidente que no podía prolongarse más la situación: la “variante
Ómicron”, que desde el principio se sabía que no pasaba de ser algo parecido a
un proceso gripal (ayer se reconoció como tal) que solamente podía tener
efectos demoledores en naturalezas débiles o ya afectadas por enfermedades
preexistentes, fue el canto del cisne del Covid y de la histeria vacunadora (la
“tercera dosis” fracasó por completo, a pesar de los esfuerzos de los gobiernos
por promover campañas masivas de vacunación).
Durante dos años, Occidente ha vivido bajo la presión del miedo al
virus, a sus efectos, al contagio y a la muerte… y eso, paradójicamente, ha
supuesto para los “señores del dinero”, dos años en los que la inflación ha
estado controlada y se han mantenido los estímulos a la inversión. Pero el fin
de la pandemia, ha generado un brusco aumento del consumo. En el momento de
escribir estas líneas, volvemos a vivir una fiebre inflacionista que, sin
embargo, ha encontrado otro freno “providencial”: el conflicto ucraniano.
Como por arte de magia, una vez entró en declive el caso de la “variante
Ómicron”, bruscamente, apareció en escena la crisis ucraniana y esta opera
sobre la economía de manera diferente: obliga, desde luego, a subir los tipos
de interés (la Reserva Federal ha anunciado tres subidas a lo largo de 2022, de
las que una ya se ha producido). Después de haber ejercido como “capitán araña”,
la OTAN, el gobierno de los EEUU y la UE, han optado por dejar sola a Ucrania,
tras haber instigado a un país a enfrentarse con su vecino, han amagado la mano
y se han limitado, prudentemente, a imponer solamente sanciones económicas a
Rusia.
Estas sanciones generarán un inevitable aumento del precio de la
energía. Ahora bien, ese aumento solamente se debe en parte al conflicto de
Ucrania y a las sanciones, pero el inicio de las subidas de precio de la
energía es muy anterior y se debe a factores múltiples, entre otros, la famosa “transición
energética” tan cacareada por la Agenda 2030 y que ni siquiera es capaz de
haber previsto.
Gobiernos títeres del Foro Económico Mundial, como el español, han
esperado al momento culminante de la crisis ucraniana para desencadenar un
cambio en la política exterior en relación al Sáhara, que, en la práctica,
implica un empeoramiento de las relaciones con Argelia, una paletada más de
leña al conflicto atávico que este país mantiene con Marruecos y que hace
peligrar, también por el sur, el suministro de gas natural a España. Y,
entonces el presidente del gobierno ha proclamado que no debemos alarmarnos,
que España está comprando gas natural ¡a Estados Unidos! Trasportado licuado en
grandes petroleros y que, incluso -oh maravilla, de maravillas- España bombeará
parte de ese gas hacia Marruecos, a través del gaseoducto de trazado absurdo
construido durante el felipismo que trae el gas natural de Argelia a España… ¡a
través de Marruecos!, países que, ya en el momento de aprobarse ese trazado
llevan desde su independencia enfrentados. Ese gaseoducto lleva cuatro meses
sin operar a causa, precisamente, de las tensiones sobre el Sáhara. Así pues,
el principal efecto, tanto de la crisis ucraniana como de la crisis del Sáhara,
es que España ha cambiado de proveedor y los EEUU se erigen, prácticamente,
como el principal suministrador de gas a nuestro país ¡a pesar de que es un 40%
más caro que el ruso o el argelino! Se entiende perfectamente quien es el
propietario de la correa que Pedro Sánchez tiene en el cuello.
La mala fe del gobierno español, estriba en que, desde el primer momento
en el que se desató la crisis de ucraniana, ha anunciado que “Rusia es culpable
de la subida de la factura energética” ¡que venía subiendo desde el verano!
En realidad, dado el nivel de impuestos que gravan el consumo de energía,
el gobierno español hubiera podido eliminar desde el principio los efectos de
cualquier conflicto, o paliar -hasta hacerlo desaparecer- las oscilaciones en
el precio del combustible, simplemente, rebajando impuestos.
La gasolina que cada día colocamos, solamente cuesta el 33% de lo
que pagamos por ella. El resto, hasta el 67% ¡son distintos impuestos! IVA e
Impuesto sobre Hidrocarburos. Lo más siniestro y grotesco es que, incluso el
IVA, no se aplica sobre precio base del carburante, sino sobre el precio base
más otros impuestos, vulnerando cualquier criterio de ortodoxia fiscal y
sentido común. Se trata del más formidable paquete de impuestos que exista en
España, del que se beneficia el Estado y las Comunidades Autónomas, que reciben
directamente. Pero lo más indignante es que éstas últimas reciben el 58% de la
recaudación total. Lo que no dilapida el Estado, lo dilapidan las Comunidades
Autónomas. De ahí que no sea fácil bajar el impuesto: ni unos ni otros quieren
dejar de ver aumentado su presupuesto con las consiguientes comisiones que
implica…
Para todas las partes, por tanto, lo importante es que el
ciudadano siga pagando y, sobre todo, que pague creyendo que “el dictador
comunista Putin” es el causante del aumento del precio del carburante. En
realidad, es la mala gestión, la absoluta inconsciencia de los gobiernos
occidentales, la falta de previsión, unido a la deuda pública de los Estados y
a las medidas para paliar la crisis de 2007-2011, el verdadero responsable de
lo que está ocurriendo y que está paralizando al país.
Lo importante para el Foro Económico Mundial es que el ciudadano
no piense, que vote y crea que los Estados velan por él. Y no es así. Es justo
lo contrario: los Estados esquilman al ciudadano al estar gestionados por
desaprensivos, incompetentes, aventureros y psicópatas. Esa clase política
solamente lograr controlar a la opinión pública mediante dos instrumentos: la
subvención sistemática a medios de comunicación (lo que explica el que todos
tengan la misma opinión sobre los asuntos esenciales) y la difusión del miedo: anteayer
a causa del “terrorismo internacional”, luego de la “crisis económica” de 2007-2011,
previsible y evitable, pero ante la que nadie hizo nada- ayer agitando el
asunto del Covid y hoy con el conflicto ucraniano. El miedo impide pensar, el
miedo impide ver la fuente de los problemas, el miedo desvía la atención y el “ministerio
de la verdad” se preocupa para presentar a los culpables de las crisis como “santos”
y al que ha dicho ¡basta!, como “dictadores asesinos”.
Quizás ahora se entienda mejor porque nulidades como Zelensky,
Justin Trudeau o Pedro Sánchez, pontifican sobre los derechos humanos y las
libertades, mientras en sus países respectivos, han desencadenado crisis
destructoras en las que los “señores del dinero” y sus más devotos súbditos y
virreyes son los únicos que nunca pierden.