En estos dos últimos meses he estado completamente ausente de las
redes sociales, por lo que se suele decir “causas ajenas a mi voluntad”.
Y no, no ha sido por la censura, ni por los “reguladores”. Vuelvo la vista
atrás en tan corto período de tiempo y veo las muchas cosas que parecen haber
cambiado, como dando la razón a los que creemos que la historia, no solamente
se ha acelerado, sino que va, como suele decirse, “follada”.
En lo personal, tengo un pariente de 94 años que había resistido
hasta esa provecta edad sin grandes problemas de salud, pero ahora parece
habérsele acumulado todo lo que durante décadas había hecho olvidar su buena
forma física. El cuidado de este pariente es lo que me ha restado tiempo para
casi todo y, en especial, para las redes sociales. Alabo la virtud católica que
me enseñó el Padre Valls de los escolapios antes del Vaticano II, de “visitar enfermos”.
Ahora sé que, para hacerse cargo de un enfermo, hace falta templar el espíritu.
A lo que vamos.
LA SEXTA OLA ¿HA PASADO? ¿QUÉ HA PASADO CON LA SEXTA OLA?
Cuando coloqué los últimos artículos en InfoKrisis y en el Monguerface,
estábamos en los prolegómenos de la “sexta ola”. El mismo día que llegó la
primera noticia, me preocupé por saber algo más sobre su peligrosidad. La
doctora sudafricana que la había descubierto -ella misma y su familia se habían
visto afectadas- fue la primera en decir que sus efectos eran mínimos. La
noticia la difundió la BBC, no una web negacionista, precisamente. La situación
en la Clínica Delfos de Barcelona, a lo largo de estos dos meses en los que he
estado allí permanentemente, no ha sido de gran preocupación por esta “sexta
ola”. Ni, mucho menos, de aglomeraciones. Todo ha discurrido normalmente,
incluso en la UCI (donde mi familiar estuvo ingresada una semana).
Ha habido algo de bufo y ridículo en esta “sexta ola”. No ha sido
como las anteriores. El gobierno, como siempre, ha actuado de manera
errática y alarmistas y, podemos considerarlo, con mucho, como el gran
responsable de la situación de histeria que llevó en los días previos a la
Navidad a que las buenas gentes, se lanzaran a las farmacias a comprar tests de
antígenos. Pronto, en youtube y en redes sociales empezó la coña: los test
podían falsearse. Unos lo hacían con limón, otros con zumo de naranja, otros con
colas, incluso con desodorante. Incluso, bastaba un uñero en el dedo gordo para
que el test diera positivo.
LA ESPAÑA DE LOS TRAGACIONISTAS Y DE LOS PÍCAROS
Y las dos Españas del siglo XXI, ya no son la católica y la
laica, la rica y la pobre, sino la de los crédulos a un lado y de los pícaros
de otra. Sea por los unos o por los otros, los contagios crecieron
desmesuradamente: más de 2.000.000 de españoles en pocas semanas. A nadie le
interesaba que, cada vez más científicos, anunciaran la escasa peligrosidad del
virus, especialmente para organismos sanos y ya vacunados. Eso importó
poco: el gobierno volvió a establecer “restricciones”, obligatoriedad de las
mascarillas (con decretos opacos susceptibles de interpretaciones diversas). Y
lo peor: el asunto del “pasaporte Covid”.
Al día siguiente de establecerse, llegué a Barcelona. Pasé por una
panadería y… me pidieron el “pasaporte Covid” (que aún no había bajado). En
esos mismos días, en un restaurant de Tossa, nos exigieron el “pasaporte”, dos
de nosotros no se habían vacunado y servidor no lo llevaba. Así que, nos fuimos
al siguiente restaurante. Sin embargo, quince días después ya casi nadie
recordaba el pasaporte, ni lo pedía. Y a finales de enero, al menos en Barcelona
y el Maresme, ya no quedaba ni el recuerdo, ni los carteles anunciando su
obligatoriedad. Se ha abolido, a la vista de que nadie hacía puñetero caso, no
por razones médicas o epidemiológicas. ¿Podía esperarse otra cosa?
La política absurda del gobierno, difundiendo alarmismo y más
alarmismo, tuvo como resultado, el que miles de personas, que habían dado
positivo en los test se lanzaran a los CAPs y, encontrándolos saturados, a los
servicios de urgencia. La inmensa mayoría de ellos, o habían dado “falsos positivos”,
o eran completamente asintomáticos. No solamente se trataba de atender a
los “positivos”, sino, además, de tramitar la baja. Así que el gobierno optó
por facultar a las farmacias para que lo hicieran. Pronto estuvo claro el
problema: la “España pícara” había aprovechado la coyuntura. A fin de cuentas,
“dar positivo”, aun siendo “asintomáticos”, generaba la aplicación del
protocolo de “cuarentena”. Empezó siendo de diez días de baja, luego de siete
y, al final, de tres.
EL USO DE LA MASCARILLA UNIDO A LA REVALORIZACIÓN DE LAS PENSIONES
Todavía no he oído a ningún tertuliano, ni a ninguna “autoridad
científica” que dijera que cuantos más test se hacen más casos de contagios
aparecen. Y que, desencadenando el miedo, la gente se hace tests masivos…
fácilmente manipulables. En buena medida, esta “sexta ola” ha sido generada
por la histeria desencadenada por los medios oficiales del gobierno y las
cadenas subsidiadas. Se ha hablado de “saturación en las UCIs” cuando estas no
llegaban a un 14% de ocupación… Y, en cuanto a la eficacia de las vacunas,
se ha demostrado que no era precisamente la que nos vendían hace solo 12 meses.
Una de las estadísticas más curiosas es la que reconoce que el 40% de los
vacunados han accedido a ponerse las dos dosis, por que deseaban viajar (ese
era mi caso), pero sin creer en su eficacia terapéutica. Y, al parecer tenían
razón. Ha hecho falta que algunos médicos y pediatras reputados desaconsejaran la
vacunación cada cuatro meses para que la “tercera dosis” constituyera un
fracaso total.
Ha habido muertos en esta sexta ola. Es difícil saber la realidad:
oficialmente, están en torno a 8.000. Sobre dos millones y pico de
“contagiados”. Se lo dije a una enfermera: “creo que se está sobreactuando en
esta secta ola”. Lo creía y lo sigo creyendo. No soy el único. Creo que hay un
virus que ha causado estragos. Así que no soy negacionista. Me he vacunado con
las dos primeras dosis (hasta aquí hemos llegado y de aquí no pasamos). Y tengo
discernimiento suficiente como para rebajar el dramatismo de la situación y
considerar que es necesaria una “comisión de investigación” sobre a qué
se debió la mortandad de la primera ola (por supuesto, no parlamentaria,
sino compuesta por técnicos y expertos, no por patanes calientaterciopelo, ni
por carne de tertuliano de saldo).
La última fase del drama la protagonizó una vez más ese personaje
odioso donde los haya, que ejerce como jefe de gobierno, Pedro Sánchez, cuando
hizo votar CONJUNTAMENTE, la ley para mantener la mascarilla en lugares
públicos y la ley para la actualización de las pensiones.
LOS MINISTRILLOS DE PODEMOS
Muere más gente de cáncer que de covid. Diariamente. No es de
recibo, ni que las autoridades sanitarias, ni el propio gobierno, sobreactúen
en materia covid y no digan nada sobre aditivos peligrosos o peligrosísimos que
están incluidos entre los productos de mayor consumo, sin que el gobierno, ni
los ecolocos de Podemos, se preocupen lo más mínimo. No se ve, a este respecto,
como a lo que en Granada se llama un “tontopoyas” como el ministrillo Garzón,
se ha preocupado de torpedear a las explotaciones ganaderas de nuestro país,
pero no ha dicho ni una palabra sobre los aditivos y conservantes, fabricados
por multinacionales, absolutamente deletéreos para la salud.
A este respecto, recomendaría que todos los que leyeran estas
líneas se instalaran en su dispositivo móvil, la aplicación “Yuka” que lee
los códigos de barras de los alimentos vendidos en los supermercados y los
valora con criterios científicos, indicando la peligrosidad de cada aditivo y
los contenidos nutricionales. Y no, no es publicidad. Es para que no os la
metan doblada en el super con permiso del ministerio de consumo.
De todas formas, de Garzón y de los ministrillos de Podemos, no se puede pedir gran cosa. Se sabe lo que dan de sí y lo ridículos que pueden llegar a ser. Con todo, la que se lleva la palma es, una vez más, la ministra de “igualdad”. A lo largo del mes ha aparecido otro caso de madre separada que secuestraba a sus hijos, se apoyaba en asociaciones feministas y, para colmo, estaba cubierta de denuncias por estafa.
LA COMISION DE INVESTIGACIÓN SOBRE ABUSOS DEL CLERO
Estos días se ha aprobado una comisión de investigación sobre
abusos del clero. Y aquí cabría hacer una precisión. Ha habido abusos, ¡claro
que se han dado! Pero no solo en colegios católicos y no solamente por el
clero. Sin olvidar, claro está, que estos abusos no han sido cometidos por
sacerdotes en el ejercicio de su estado, sino por hombres con tendencia
homosexuales (pues todas las denuncias son de varones).
No entiendo como en una sociedad laica se puede hacer un distingo
entre abusos cometidos por el clero… y olvidar todo lo demás: abusos por parte de profesores de gimnasia, abusos en
asociaciones juveniles, en locales de ocio, en centros de acogida. Pero, claro,
una comisión de investigación sobre “abusos homosexuales” podría ser
considerado como lesivo para los intereses del “colectivo LGTBIQ+”. La
investigación sobre los “abusos del clero” no es más que el último pelo de la
dehesa que le queda a la izquierda del laicismo histérico del que ya hizo gala
desde la quema de los conventos de marzo de 1933.
Desde el inicio del año, la “crisis de Ucrania” ha sustituido al
covid en los grandes titulares de los medios y en las divagaciones de los
tertulianos.
LA “CRISIS DE UCRANIA”
Una vez más nos han vendido un “peligro de guerra” inexistente.
Rusia no amenaza a Europa. Es más, Rusia ha garantizado la llegada de su gas a
Europa en plena crisis energética. Lo que ha ocurrido es tan simple como que
la OTAN quiere adelantar sus líneas y realizar un nuevo y enésimo chantaje del
terror a Rusia, colocando sus misiles a 500 km de Moscú. Y esto sin
provocación previa. Moscú sabe el estado de desintegración de las sociedades de
Europa Occidental, la situación del dólar y quién gobierna en los EEUU. Sabe
que a un imperio en decadencia no vale la pena amenazarlo ni atacarlo,
simplemente, se desplomará solo.
La crisis ha tenido como resultado el reforzar los vínculos entre
Rusia y China. Además, se ha comprobado que una
cosa son las bravatas de un presidente arterioesclerótico y la pereza europea
en asumir su propia defensa y otra muy diferente, hacer causa común con un
imperio que ni siquiera es capaz de cortar la plaga de toxicómanos que azota su
propio territorio. Europa dista muchísimo de estar unida tras la OTAN para
aceptar “Morir por Kiev”. Y eso, por mucho que tertulianos bienpagados y
políticos sin escrúpulos, moral, como Sánchez, mantengan la ficción de unidad,
esta no existe ni en Francia, ni en Alemania. No va a haber guerra, porque
ni la OTAN tiene capacidad para desarrollarla, ni ningún gobierno europeo
podría soportar sin caer el embarcarnos en un nuevo conflicto.
LA NEUTRALIDAD DE EUROPA A TRAVÉS DE LA NEUTRALIDAD DE UCRANIA
En cuanto al “No a la guerra” que enarbolan los tontopoyas de
Podemos, ya no basta. Hace falta ir algo más lejos. ¿Tiene solución la crisis
ucraniana? La Ucrania actual no es la Ucrania histórica, es la Ucrania
redimensionada por el estalinismo, salvo Crimea. Una Ucrania en la que casi un
50% de la población habla en ruso como primera lengua. Las dos repúblicas
del Donetz están prácticamente escindidas de esa Ucrania. Queda el resto, sobre
el que Rusia no ha formulado -vale la pena recordarlo- ninguna reivindicación
territorial. Rusia solamente aspira a garantizar su propia seguridad. Eso es
todo y no hay ninguna declaración de Putin que pueda ser sobreentendida en un
sentido contrario.
No soy de los que opinan que “Eurasia” es una unidad geopolítica
con tres patas (Irán, China y Europa). Creo, más bien que “Eurasia” es un
conjunto desigual como para que pueda verse como un todo y que si a alguien le
interesa verlo así es, sobre todo, a nacionalistas rusos. Por lo demás, en
todo este embrollo lo que manda no es la “geopolítica” (que a sin de cuentas no
es más que una ciencia auxiliar de la “política”), sino, más bien, la
“geoeconomía” (que es otra ciencia auxiliar, siendo las tres restantes, la
sociología, la sociopsicología y la biopolítica). Es cierto que los EEUU
están presos de las concepciones geopolíticas tal como las formularon Mahan y
Mackinder, para mayor gloria del mundo anglosajón.
Creo que lo mejor que le puede pasar a la Ucrania histórica es
jugar la carta de la neutralidad. Y diré todavía más: la neutralidad de Europa
a través de la neutralidad de Ucrania. Si la parte no-rusa de Ucrania mira a
Europa, no puede ser, desde luego, con los ojos beligerantes del depredador
anglosajón que, una vez más, no le importaría convertir a Europa en escenario
bélico. Si Ucrania mira a Europa debe ser con los
ojos neutralistas y aspirar a jugar un papel como fue el de Austria o de
Finlandia durante la Guerra Fría. Y no estaría mal que los gobiernos europeos
vieran en esta crisis generada por los halcones demócratas que comen de la mano
de los grandes fondos de inversión y del complejo militar-petrolero-industrial
(¿o es que habéis pensado que por anciano arterioesclerótico de Biden sin
capacidad para gobernar ni a las asistentas de servicio en la Casa Blanca ha
decidido esta crisis?) una oportunidad para desengancharse de los compromisos
con la OTAN, adoptar una postura neutralista y empezar a trabajar la idea de
una defensa europea común y el impulso a una industria armamentística propia.
LA GUINDA DE LA “REFORMA LABORAL”
Finalmente, está el culebrón de la “reforma laboral”. Menuda
reforma, esa que apenas ha reformado nada y que ha encumbrado a la que, después
de Garzón es la aportación más tontorrona de Unidas Podemos al apuntalamiento
del pedrosanchismo, Yolanda Díaz. La “reforma” ha superado el trámite
parlamentario por un solo voto… de un olvidado diputado del PP, un profesional
del error y de las sospechas de corrupción.
En España hay dos tipos de carne que se cotizan a la baja: una es
la de tertuliano, la otra es la de diputado. La carne de estos especímenes se
compra y se vende a bajo precio y mucho más si tiene algo que ocultar, o la
seguridad de que no volverá a salir reelegido diputado. Otra delicia de la
partidocracia. En cuanto a lo que se votaba, en sí mismo, (el análisis de las
“aportaciones” de la reforma están resumidos en este artículo de Onda
Cero y, como puede verse, es poco menos que nada) era importante para el
mantenimiento en el poder de Sánchez y para el futuro de Yolanda Díaz, mucho
más que para Podemos (tanto la Díaz como Garzón son miembros del Partido
Comunista de España, mucho más que de “Unidas Podemos”). Ésta, en efecto,
consciente de que el tiempo de la fórmula Podemos ya no da más de sí, busca,
junto con la alcaldesa de Barcelona (la “reina de los okupas”, la
“princesa de la inmigración masiva y de los MENAS”, “la gran timonel del carril
bici”, “la emperatriz de la corrupción”, “la electroimán de la delincuencia”),
intenta un lavado de cara in extremis a la izquierda radical.
La “negociación”, eso sí, hizo que nos acordáramos de que existen “sindicatos”
más allá de las marisquerías y los descuentos del 30% en los implantes de
cabello (oferta para los afiliados de CCOO, realizada en diciembre). Y todo ha
debido ser salvado por el voto de un diputado pepero olvidado e irrelevante,
profesional de los errores a la hora de apretar el botón. El episodio no es
baladí: es el recordatorio de que lo más serio sólido y vivo del parlamento
español son los leones que lo custodian. Puertas para adentro es una
institución tan inútil y corrupta como los parlamentitos regionales.
EL AÑO DEL VIDRIO Y LO QUE NOS ESPERA EN 2022: MIEDO
El año 2022 es el “Año del Tigre”. Y, nunca como antes, es un año
que será más peligroso que nunca cabalgarlo. Lo
que augura es malo: inflación, pérdida de poder adquisitivo, crisis energética,
“tensiones geopolíticas” (en realidad, “geoeconómicas”), un pedrosanchismo que
debería convocar elecciones anticipadas y que se verá obligado a hacerlo cuando
las perspectivas económicas desmientan a las claras sus previsiones, una
séptima y acaso una octava ola, ante la que varios gobiernos ya han “alertado”
sobre la “gripalización”, hará falta ver cómo repercute en todo el mundo la
quiebra de Evergrande donde se detiene el efecto dominó, y hasta donde
llegan las sanciones de la UE a Rusia y la respuesta rusa. Porque éste va a
ser el año de la economía (la ONU ha declarado 2022 “Año Internacional del
Vidrio” y, efectivamente, el sistema económico mundial está fragilizado), o
más bien el año en el que todos vamos a ver cómo suben impuestos, cómo el final
de los ERTE precipita un aumento del paro, cómo cada semana podemos comprar
menos con el mismo dinero en los supers y cómo la Reserva Federal realiza, no
una sino tres, aumentos de los tipos de interés y deja de insuflar estímulos,
seguido del Banco Central Europeo, mono imitador de la FED. La única duda es
hasta cuándo los gobiernos tratarán de estirar el asunto de la pandemia y hasta
cuándo la población tendrá paciencia en soportar las incoherencias, los
alarmismos, las sobreactuaciones, las estadísticas trucadas y las restricciones
que, intuimos, volverán. La inflación se ha retrasado hasta ahora gracias a
que las “restricciones” dictadas por el covid han hecho que disminuyera el
consumo y contribuyera a la contención de precios: quien no se mueve, no
consume y si no hay consumo la inflación no se dispara… ¡Así pues era por eso
por lo que se insistía en “restricciones” y “confinamientos” absurdos!
Miedo, este año será otro año en el que el miedo planeará sobre
nosotros. Cómo dos años de miedo al covid no eran suficientes, ahora viene
el “gran miedo geopolítico”, el “riesgo de guerra inminente”, el “morir por
Kiev”. Llevaba dos meses ausente de las redes. Regreso y veo que, en el
fondo, nada ha cambiado: los que deberían ofrecer seguridad, los Estados,
los gobiernos, lo que promocionan es miedo. Vamos, como siempre desde
principios del milenio.
Postdata:
Veo que he perdido 50 “amigos”, en el Face, de un total de 5.000.
Supongo que una parte han visto suspendidas sus cuentas. Pero no me cabe la
menor duda de que la mayoría es gente que está harta de censura y manipulación.
Yo también lo estoy, por cierto: los
algoritmos, ni en el face, ni en los streamings, se han creado para
facilitar la vida al usuario, sino para beneficiar las expectativas económicas
del propietario del algoritmo.