En mayo de 2021 se
cumplirán 53 años de la “revolución de mayo”. A pesar de que el indudable
protagonismo de sus sucesos corrió a cargo de la extrema-izquierda, en aquellas
tensas jornadas los grupos neofascistas franceses tuvieron una parte importante
en el desencadenamiento de los sucesos. En el siguiente artículo vamos a
repasar cual fue el papel de estos grupos en los acontecimientos traumáticos del
“mayo francés”.
La herida argelina
En febrero de 1963 se produce el secuestro en Munich
del coronel Argoud, en ese momento, jefe máximo de la OAS, Organisation de
l’Armé Secrete, que había luchado contra el abandono de Argelia. De Gaulle
había retornado al poder en 1958 con un programa que dejaba inicialmente claro
que Francia no iba a conceder la independencia a Argelia, ni siquiera bajo la
presión del terrorismo del Front de Liberation National. Sin embargo, a los
pocos años nada quedaba de aquellas intenciones iniciales y el grito gaullista
de “Argelia Francesa” era sustituido ignominiosamente
por la firma de los acuerdo de Evian que dieron paso a la independencia argelina,
con la consiguiente expulsión de 1.500.000 de colonos franceses y la prudente
huida de 150.000 harkis (argelinos de
origen que habían colaborado con la colonización francesa).
Una gran parte del ejército se negó a aceptar la firma
de los acuerdos de Evian y la entrega de Argelia, pero contuvieron su protesta
y decidieron adoptar una posición crítica pero silenciosa y acatar
disciplinadamente las órdenes de De Gaulle de abandono de Argelia; otra parte
minoritaria del ejército optó por la vía golpista y cuando esta fracasó, apostaron
por la resistencia armada y el terrorismo junto a grupos de activistas civiles
(véase la última parte del artículo sobre Jeune Nation en RHF-V).
Los golpistas y los miembros de la OAS debieron
cumplir severas penas de prisión, permaneciendo otros muchos en el exilio
forzado. Sus camaradas que habían permanecido fieles a De Gaulle, no tanto por
convicción como por disciplina, no olvidaron completamente a quienes habían
hecho lo que ellos no se atrevieron a hacer. En 1968, esos militares ocupaban
los cargos más altos del Ejército francés y dirigían las unidades con mayor
poder ofensivo acantonadas en Alemania. Gracias a estas unidades, De Gaulle
pudo mantenerse en el poder durante la revuelta de mayo de 1968, pero no fue a
cambio de nada: el pago fue la amnistía para los miembros de la OAS y para los
militares encarcelados por haber participado en la lucha por la “Argelia
francesa”. Si mayo del 68 sirvió para algo fue, paradójicamente, para restañar
las heridas entre ambas fracciones militares. Pero había algo más.
De la OAS al Front Uni de Soutienau Sud-Vietnam
Tras el fin del terrorismo de la OAS y la detención de
sus últimos núcleos militantes. La extrema-derecha francesa intenta
recomponerse sin poder evitar polarizarse en dos ramas: de un lado Europa-Action fundada por Dominique
Venner –hoy director de la Revue d’Histoire
de France- que en su período de cárcel había desarrollado una teoría del
trabajo político plasmada en el folleto Por
una crítica positiva. En enero de 1963 aparece el primer número de la
revista Europa-Action con una tirada
de 10.000 ejemplares, realizado íntegramente por jóvenes que habían participado
bien en la OAS, bien en la guerra de Argelia otros o bien en grupos activistas.
La revista será el órgano de la Federation d’Etudiants Nationalistes (véase el
artículo mencionado de la RHF-V sobre Jeune Nation). Este grupo apoyará la
candidatura de Tixier Vignancourt a la presidencia de la República en 1965 y se
transformará en junio de 1968 –apenas 15 días después del fin oficial de los
disturbios de mayo– en la revista Nouvelle
Ecole núcleo difusor de las ideas de la “nouvelle droite”, cuya actividad prosigue
hasta nuestros días.
Dentro de la FEN y precisamente como protesta por la
candidatura de Tixier-Vignancourt, se produce una disidencia que inicialmente
tratará de contactar con el belga Jean Thiriart, director del movimiento Jeune Europe,
con quien no logran ponerse de acuerdo y luego con Pierre Sidos, el fundador de
Jeune Nation que había sido uno de los puntales de la resistencia contra la
entrega de Argelia, organización disuelta tras el golpe de los generales contra
De Gaulle. Sidos postula la fundación de un nuevo movimiento para el que
propone el nombre de Occident, que ya había ostentado la antigua revista de
apoyo al bando franquista durante la guerra civil española y tenía cierta
tradición en la extrema-derecha francesa. A finales de abril de 1964 se funda
oficialmente la nueva formación, el Mouvement Occident, que desde el principio
dejó clara su vocación de ser un movimiento activista decidido a combatir a los
izquierdistas en la calle, casi como si se tratara de una reedición de Jeune
Nation.
A poco de ser fundado, Sidos ya manifiesta su voluntad
de impedir con sus apenas 70 militantes, el mitin anticolonialista que iban a
celebrar los estudiantes africanos residentes el París el 1º de mayo de ese
mismo año. Dicho y hecho. Los 400 asistentes al mitin fueron dispersados
brutalmente y el local de la Mutualité donde iba a tener lugar la reunión
sufrió importantes destrozos. A lo largo del mes de mayo y junio, proliferarían
los choques con estudiantes comunistas casi sin interrupción. En 12 de junio,
60 militantes de Occident asaltaron el cine Le
Savoir donde la CGT (sindicato comunista) y la UNEF (sindicato de
estudiantes comunistas), celebraban un espectáculo pacifista. En esta ocasión,
los 2.000 espectadores debieron dispersarse a la vista de la virulencia del
asalto.
Todos estos incidentes generaron algunas detenciones y
Sidos recomendó a sus huestes calmarse. Luego, en 1965 vendrán las elecciones
presidenciales en las que Occidente no participa y que eclipsan cualquier otra
actividad política. La primera crisis interna en el nuevo movimiento tuvo lugar
cuando los militantes más activistas expulsaron a Sidos en febrero de 1966
cuando éste intentaba pactar con Venner una fusión con la FEN en lo que hubiera
supuesto una reconstrucción del antiguo movimiento Jeune Nation. La expulsión
de Sidos hace que la operación fracase y éste constituirá poco después L’Oeuvre
Française, cuyo nombre es casi una respuesta a Action Française e indica el
grado de parentesco y familiaridad entre las tesis nacionalistas de Sidos y el
maurrasianismo. Sin el freno que constituía Sidos, Occident participa en todas
las operaciones provocadoras y en todas las operaciones violentas que le
permiten sus escasas huestes. El fracaso de la candidatura de Tixier-Vignancourt
en las elecciones presidenciales de ese año, candidatura que había sido apoyada
por la FEN y Europe Action, operará
la transformación de este grupo en lo que luego será Nouvelle Ecole y la nouvelle droite,
alejándose de la acción política. El campo queda así pues libre para Occident.
“Vietnam vencerá, vietcongs asesinos”
De no se sabe donde, uno de los dirigentes de
Occident, Philipe Asselin consiguió algo de dinero con el que alquilaron un
local fortificado y editaron una revista para universitarios. En ese momento se
integra en el grupo François Duprat, que acaba de regresar del Congo. Precisamente
Duprat y otro militante de Occident, publican el primer comentario sobre la
obra de Herbert Marcuse, uno de los gurús de la contestación, que se difundió
en lengua francesa en marzo de 1965. Un año después, sin embargo, el movimiento
se embarca en el activismo más frenético.
El 15 de marzo, un raid de militantes de Occident
realiza una operación de represalia en la universidad de La Sorbonne, donde
cinco militantes de otro grupo de extrema-derecha habían sido agredidos unos
días antes. En ese momento Occident arroja octavillas cuyo texto se limitaba a
reproducir una frase del indonesio general Suharto, famosa en aquellos días: “Matad a todos los comunistas donde quiera
que se encuentren”. Occidente, evidentemente, jugaba la carta de la
provocación. A partir de ese momento toda la opinión pública francesa y
especialmente los estudiantes de izquierdas, ya saben quién es Occident. El 26
de marzo siguiente se enfrentan a la policía cuando intentaban impedir en el
Barrio Latino un mitin de la Juventud Comunista Revolucionaria. Casi sin
solución de continuidad, en plena borrachera activista, boicotean una obra de
teatro de Jean Genet, Les Paravent,
en donde al parecer se insultaba al ejército francés. En octubre del 66 abren
un local en el corazón del Barrio Latino, en la rue Serpente. Luego seguirá en
el último trimestre de ese año las protestas por el décimo aniversario de la
invasión de Hungría por el ejército soviético y las reiteradas luchas por
expulsar a los izquierdistas de su feudo en la Universidad de Nanterre. En la
Facultad de Filosofía y Letras de Nanterre se han matriculado algunos
militantes de Occident que consiguen una buena representación en el consejo
universitario. Tienen como compañeros de clase a Daniel Cohn Bendit, a los
hermanos Castro, a Brumberg y a Caruso, líderes de una extrema-izquierda
todavía mal definida, pero excepcionalmente activa y violenta. Nos aproximamos
aceleradamente al cuadro político que detonará el “mayo francés”.
El 17 de octubre de 1966, siete militantes de
Occidente asaltan la cafetería de la universidad de Nanterre y desalojan a setenta
izquierdistas que tienen que recurrir a los estudiantes del PCF para rehacerse.
Al día siguiente, los incidentes se reproducen, pero no son sólo siete sino una
treintena y enfrente tienen a ciento cincuenta izquierdistas. El enfrentamiento
provoca decenas de heridos y contribuye
a que el clima de violencia reaparezca continuamente a partir de ese momento. A
principios de diciembre de 1967, Paris
Match publica fotos de los incidentes que han tenido lugar unos días antes
en Nanterre. Las imágenes, en las que pueden verse a activistas de Occident,
impresionan a la opinión pública por su brutalidad.
El año siguiente será todavía más duro. Han aparecido
los grupos pro-chinos y trotskystas que trabajan sobre todo en la universidad y
difunden las consignas contra la guerra del Vietnam y en apoyo al Vietcong.
Esto inspira a Occident a la creación de una réplica, el Front Uni de Soutien au
Sud Vietnam. El 7 de febrero de 1868, el Front intenta celebrar su primera
reunión en la gran sala de la Mutualité de París, pero la extrema-izquierda
llama a la movilización general: “El
nazismo no pasará”. El mitin asediado por 3.000 maoístas termina entre
grandes incidentes. Occidente se manifiesta luego en el Boulevard Saint Michel
al grito de “Vietcongs asesinos” y “Occident Vencerá”. El saldo final
resulta favorable para Occident y el Front está en condiciones de enviar 4.000
francos recogidos durante el mitin para la construcción de un hospital en
Vietnam del Sur. Y dado que se juzga que la jornada ha sido un éxito, se
convocan otras dos para el 30 y 31 de marzo de 1968. El día 30, 2.000
manifestantes desfilan tras las banderas de Vietnam del sur en la Avenida
Wagram. El gobierno sudvietnamita difundirá exhaustivamente las fotos tomadas
en esa ocasión. En pocas semanas el Front, vertebrado por Occident, ha
encuadrado 1.500 simpatizantes y ha obtenido fama mediática.
En un contexto de violencia creciente, se producen
intentos de linchamiento contra miembros de Occident y tiene lugar la famosa replica
de CohnBendit al ministro de educación Missoffe, preludio de la crisis, que
ocuparán grandes espacios mediáticos. Occident ordena a sus militantes una
“marcha sobre Nanterre”. Pero los maoístas se adelantan y realizan un ataque
fulminante el 29 de abril contra la exposición del Front en la rue de Rennes.
Doscientos cincuenta maoístas de la UJC-ML con su “dirección militar” al frente
asaltan la exposición en un momento en el que apenas está defendida por 10
militantes que son, literalmente, masacrados. A raíz de este ataque, los
dirigentes de Occident solicitan realizar un mitin… en la universidad Nanterre
para el 2 de mayo.
La UJC-ML (Unión de Juventudes Comunistas Marxistas-Leninistas, formación maoísta) cede protagonismo a su “dirección militar” y junto con los miembros del Movimiento del 22 de Marzo (anarco-situacionistas) de CohnBendit se atrincheran en la facultad almacenando cócteles molotov, barras de hierro, palos y mangos de madera. Una asamblea de extrema-izquierda entrega la dirección de la defensa de Nanterre a Xavier Langlade, jefe del servicio de orden de la JCR (Juventud Comunista Revolucionaria de carácter trotskista). En la entrada de la facultad colocan una pancarta: “Fascistas que escapasteis de Dien Bien Fu, no escaparéis de Nanterre”… Sin embargo, los atrincherados no son tan optimistas como sus pancartas quieren presentarlos. Temen de un momento a otro el asalto de 250 militantes de Occident capaces de desarrollar unos niveles de violencia inauditos y que la izquierda ha conocido perfectamente en su propia piel. Finalmente, el Ministerio de Educación ordena el cierre de la facultad. Así pues, lo que no ha podido tener lugar en Nanterre, alejado del centro de París, tendrá lugar en el Barrio Latino, en la facultad de La Sorbonne, en pleno París.
Las sorpresas de mayo
Y entonces se produce un extraño atentado que nadie
reivindica y que cuarenta años después nadie ha conseguido aclarar. El 3 de
mayo de 1968, por la mañana estalla una bomba en La Sorbonne que está a punto
de destruir completamente la Facultad. Se ha atentado contra las tuberías de
gas. Todos los grupúsculos de extrema-derecha y de extrema-izquierda se atacan
unos a otros y se culpan de la explosión. El atentado hace que los
izquierdistas se atrincheren en La Sorbonne y los militantes de Occident en
“su” facultad de derecho” en la rue d’Assas; a las 14:00, 200 de ellos
intentarán manifestarse ante La Sorbonne. Observan que, a pesar de la tensión,
el cordón policial ha desaparecido. En esa ocasión no llevan los instrumentos
de combate encima, sino en tres furgonetas que siguen de cerca de los
manifestantes. Sobre la marcha deciden retirarse. Hay algo que no entienden y
que se les escapa: ¿quién ha dado la orden de retirada de la policía? Así pues
deciden manifestarse en el Boulevard Saint Michel, justo donde los
izquierdistas de la FER (Federación de Estudiantes Revolucionarios otro grupo
trotzkysta de carácter “lambertista”) y los maoístas de la UJC-ML intentan
reagruparse. En ese punto, las tres camionetas que seguían a los miembros de
Occidente, distribuyen su carga. Entre los objetos contundentes figurará el
primer cóctel molotov de mayo del 68 que un estudiante de Occident arrojará
contra uno de los vehículos policiales. La “revolución de mayo” acaba de
estallar…
El ejército francés ante las revueltas de mayo
A pesar de que el “golpe de Argel” (sublevación del
Ier. Regimiento de Paracaidistas) fracasara por falta de preparación y por
insolidaridad de la mayor parte de militares, éste hecho y la represión a la
que dio lugar primero, luego el fusilamiento del Teniente Coronel Bastien-Thiry
y, finalmente, el asesinato por los barbouzes” (fuerzas mercenarias, verdaderos
asesinos a suelto del Service d’Action gaullista) de decenas de partidarios de
la “Argelia francesa”, muchos de ellos militares y el secuestro del General
Argoud, jefe de la OAS, hicieron que, si bien, por disciplina la mayoría de las
FFAA francesas acatara la autoridad del General De Gaulle, muy pocos lo
sostuvieron activamente y todos desearan restañar las heridas que la crisis
argelina y la OAS causaron en el interior de las FFAA. Muchos guardaron la
ocasión para resarcirse. Los sucesos de mayo les dieron la oportunidad de
hacerlo. Y la aprovecharon.
El ejército francés se había preocupado muy poco del
ascenso de la nueva extrema-izquierda previamente a mayo del 68. Solamente
medio año antes, en diciembre de 1967, había llegado a la Sección Segunda del
Estado Mayor del ejército informaciones sobre las actividades de células de la
UJC-ML en algunas unidades, concretamente en el 9º Regimiento de Húsares, en el
43º Regimiento de Infantería y en el 151º de Carros. Las actividades de estas
células consistían en difundir las revistas y los materiales de esta
organización y ganar simpatizantes y afiliados para la misma. La seguridad
militar localizó a los activistas, los dispersó en distintas unidades y los
sometió a vigilancia.
Sin embargo, este episodio hizo que la información
militar empezara a preocuparse por la irrupción de los grupúsculos y, dado que
los servicios de seguridad del Estado civiles no les aportaban información
efectiva sobre la situación, ellos mismos debieron crear su propia red de
informadores y elaborar sus propios dossiers sobre estas pequeñas formaciones
juveniles extremistas.
Era la primera vez desde la guerra de Argelia que el
ejército francés se preocupaba de grupúsculos políticos. Y lo que vio le sumió
en la confusión. Los informes elaborados antes de mayo que intentaban pintar un
cuadro de la extrema-izquierda, eran imprecisos, confusos, repletos de errores
y, prácticamente, inservibles. Solamente estaban en condiciones de describir a
las organizaciones juveniles del viejo Partido Comunista pro soviético, el
único que hasta la irrupción de la UCJ-ML en los cuarteles, les había
preocupado. El problema era que se trataba de información antigua y, por tanto,
inservible. Cuando estallan los primeros incidentes en el Barrio Latino, el 3
de mayo, el ejército francés está prácticamente fuera de juego y desconoce
completamente la actividad y características de los grupúsculos.
El 11 de mayo el ministro de Defensa, Pierre Messmer,
tras despedirse del primer ministro de Afganistán que había permanecido en
Francia en viaje oficial, reunió apresuradamente con algunos asesores y adoptó
algunas medidas precautorias de lo que pudiera suceder. Hay que recordar que en
ese momento, en la noche del 10 al 11 de mayo, tuvo lugar la famosa “noche de
las barricadas” en la rue Gay-Lussac, sobre la que volveremos algo más
adelante, pero que, en cualquier caso, marcó el punto álgido de las revueltas.
A partir de ese momento, la 11ª Brigada Blindada de
guarnición en Camp des Loges (Saint Germain en Laye) que se encontraba de
maniobras en Mailly fue colocada en estado de alerta. Tres regimientos de esta
unidad (el 501º de carros de combate, acantonado en Rambouillet), el Marche du
Tchad (en Pontoise) y el 1º de Artillería (con base en Melun), todos situados
en las inmediaciones de París, estuvieron desde ese momento dispuestos a
intervenir. La 9ª Brigada, de maniobras en Courtine, fue así mismo movilizada y
los centros de instrucción de reclutas, el 1º de Train y el 151ª de Montflery
estuvieron dispuestos por si era necesario reforzar a las unidades de policía,
gendarmería y CRS. Otras unidades situadas en la Banlieu parisina –el 9º y el
11 de Húsares y el 5º Regimiento de Infantería– fueron también colocados en
estado de alerta con los permisos cancelados y todos sus efectivos dispuestos a
intervenir en cualquier momento. En el Oeste de París, los distintos batallones
y regimientos de la 11ª División Ligera de Intervención se mantuvieron hasta el
fin de los incidentes en ese mismo estado de alerta.
No intervinieron, pero la situación no mejoró. El día 13 de mayo, cuando los sindicatos decretaron la huelga general, el ejército empezó verdaderamente a alarmarse. El viernes 24 de mayo, De Gaulle apareció ante los medios de comunicación llamando al orden, pero su discurso no calmó los ánimos y fue completamente desoído por los sindicatos y por los revoltosos del Barrio Latino. Los incidentes se recrudecieron y el ejército recordó las enseñanzas sobre “guerra revolucionaria” que se impartían diez años antes en la Escuela de Guerra Psicológica de Philipeville, en Argelia. Los especialistas en estas técnicas habían adoptado inequívocamente posiciones a favor de la Argelia Francesa y algunos incluso de la OAS. Así pues, recurrieron a ellos. En ese momento empezó a saldarse la fractura que se había producido en el interior de las FFAA a raíz de la guerra de Argelia. El anticomunismo común a las dos fracciones militares operó este efecto. Pero, en ese momento –24 de mayo– las posiciones no eran unánimes. Si bien todos estaban de acuerdo en cerrar el paso violentamente a un golpe izquierdista, no todos estaban dispuestos a actuar si las organizaciones de izquierda alcanzaban el poder mediante la vía de la legalidad. En medios militares, se creía posible que el PC alcanzaría el poder y, entre otros, el gobernador militar de París no estaba dispuesto a actuar en este caso. Otros militares, en cambio, sí.
Militares en contacto con la extrema-derecha
A la vista de la situación el día 25 de mayo, algunos
oficiales de guarnición en los alrededores de París tomaron contacto con
miembros de la extrema-derecha más militante para sondear si podían contar con
sus efectivos en caso de que se vieran forzados a intervenir.
Los citados dirigentes –con algunos de los cuales
hemos cambiado puntos de vista sobre este tema– contestaron afirmativamente,
pero ni siquiera ellos estaban seguros de las posiciones que adoptarían sus
bases militantes. En la noche del 10 al 11 de mayo, en los combates que
tuvieron lugar en la calle Gay-Lussac, habían sido vistos algunos militantes de
extrema-derecha entre las barricadas, enfrentándose a la policía. Y, por otra
parte, muchos odiaban a los comunistas y a los izquierdistas por sus constantes
enfrentamientos con ellos, pero no odiaban menos al ejército y a De Gaulle que
permitió el abandono de Argelia y a las fuerzas de orden público que les habían
encarcelado y arrojado a las celdas de la Santé y de Fresnes. Muchos no
olvidaban a Bastien-Thiry, a BobyDovecar, a Claude Pieggs, a Roger Degueldre y
a otros torturados y muertos por De Gaulle y sus “barbouzes”. Ciertamente, eran
anticomunistas, pero muchos odiaban mucho más al gaullismo que a los
izquierdistas. Además, los militantes de extrema-derecha tenían un mal
recuerdo: durante las jornadas del Golpe de Argel, literalmente habían sido
abandonados por los militares que les habían prometido apoyo y no estaban
dispuestos a jugársela seis años después otra vez con quienes les habían
traicionado entonces. La organización concreta que fue contactada por los
militares fue, naturalmente, Occidente, que había demostrado tener una altísima
capacidad para la violencia.
Cuando el 17 de mayo, los izquierdistas habían
expulsado a la extrema-derecha de la Facultad de Derecho de Assas, contactaron
con el Movimiento Occidente exmilitares y mercenarios que habían trabajado con
Bob Denard en el Congo, ofreciendo su colaboración para una asalto a esta
facultad. La dirección de Occident rechazó esta opción a pesar de que sus tres
principales dirigentes –obviemos sus nombres– aceptaron la propuesta. Los otros
votaron en contra prefiriendo una victoria de los izquierdistas a un acuerdo
con los gaullistas. De esta manera, Occident abandonó el terreno de lucha
durante las jornadas de mayo.
El otro grupo polarizado en torno a Tixier-Vignancourt
que en ese momento operaba con el nombre de Front National Anti-Communiste,
convocó una manifestación el 22 de mayo con mínima asistencia (apenas 1.000
personas) de las que 200 eran militantes de Occident. La manifestación debía
concluir en el asalto de la redacción del diario comunista L’Humanité, sin embargo, esta acción no se llegó a materializar
ante el lanzamiento de bolas de hierro y objetos por parte de los sitiados. Los
más activistas se dirigieron entonces al Liceo Condorcet ocupado por
izquierdistas, logrando desalojarlo y arrancar las banderas rojas y negras.
Luego se manifestaron ante la Estación de Saint-Lazare, ocupada por los
huelguistas.
Si la opinión de Occident no era unánime entre su
dirección, otro tanto ocurría con el partido de TixierVignancourt. Su adjunto,
Raymond Le Bourre se oponía a participar en los sucesos al lado de los
gaullistas, pero Tixier fue de la opinión de que podían arrancarse algunas
mejoras en la situación de los presos de la OAS y en el retorno de los
exiliados.
Los medios de prensa de la extrema-derecha, el
semanario Minute, y el semanario Rivarol se manifestaron en contra de
pactar para salvar al gaullismo.
Sin embargo pudo llegarse a un acuerdo aprisa y
corriendo en la noche del 24 de mayo. Discretamente, los dirigentes de extrema-derecha
que habían suscrito el acuerdo debían movilizar discretamente a sus efectivos;
si se producía la insurrecciones comunista, debían concentrarse en el camp de
Satory y en caso de no poder alcanzarlo por sus propios medios, se dieron unos
cuantos puntos en los que debían ser recogidos por camiones del ejército; los
militares rechazaban entregar armas a estos efectivos y proponían encuadrarlos
en unidades militares especiales, sujetos a disciplina militar y que cumplirían
órdenes de la cúpula militar. Si se producía la insurrección comunista, estos
grupos serían incluidos en unidades de choque que previamente serían purgadas
de los elementos sospechosos.
El 26 de mayo tuvo lugar una nueva reunión entre
representantes de las FFAA y representantes de las distintas direcciones de
extrema-derecha. La reunión tuvo lugar en un apartamento del Barrio Latino, a
pocas decenas de metros de las barricadas. Los militares propusieron la
creación de una milicia cívica comandada por ellos y constituida por la extrema-derecha
y sus simpatizantes en caso de golpe de izquierdas.
Las direcciones de extrema-derecha exigieron que estas
milicias fueran completamente independientes de los Comités de Defensa Cívica
gaullistas con los que ningún acuerdo sería posible. Los militares aceptaron a
condición de que estuvieran encuadradas y disciplinadas por ellos, para evitar
los excesos que algunos extremistas podían cometer. A partir de ese momento y
durante los días siguientes, los dirigentes de los distintos grupos de extrema-derecha
empezaron a movilizar boca-oreja sus efectivos. Los propios militares a partir
de ese momento variaron sus posiciones en relación a la extrema-derecha.
Facilitaron locales de reunión.
El viaje de De Gaulle a las guarniciones francesas en
Alemania
A partir del 24 de mayo, cuando se percibió que la
propuesta de De Gaulle de convocar un referéndum no había calmado la situación,
la actividad militar se centró en sondear a las unidades “seguras” por si tenía
lugar la insurrección de izquierdas. Las unidades contactadas en los
alrededores de París eran el 11º Regimiento de Húsares, cuyo Estado Mayor,
según Duprat, era el más decidido partidario de la intervención. La 11ª Brigada
y la 11ª División Ligera eran, así mismo, unidades partidarias de una intervención
aplastante. Los carros de combate de la 8ª División se habían concentrado en el
norte de París y efectivos “seguros” procedentes de Metz y Nancy habían
acampado cerca de la capital.
El despliegue de todas estas unidades había sido
aconsejado a causa de que la “gendarmería móvil” no era demasiado segura (a
diferencia de los CRS) y constaba que reprobaban las misiones para las que
habían sido enviados. Como en todos los procesos revolucionarios, la crisis de
las fuerzas policiales, eran el primer signo inequívoco de la crisis del
Estado.
Además, otras unidades militares próximas a la capital
no estaban dispuestas a intervenir en caso de insurrección comunista (el 9º de
Húsares, el 2º Regimiento de Infantería de Marina). Otras unidades no eran
operativas o no estaban adecuadas para una intervención de este tipo.
A partir del 24 de mayo, 10.000 reservistas fueron
llamados a filas y el 25 se reforzaron las unidades “seguras” que circundaban
París. A las 8:30 del sábado 25 de mayo, una columna militar fue vista en la
autopista París-Lille, de camino a la capital. Los militares empezaron a dejar
ver sus unidades en la Banlieu de París, a modo de advertencia.
En los tres días siguientes empezó a oírse “ruido de
sables” en las guarniciones situadas en el Este de Francia y en las bases
francesas en Alemania. Era rigurosamente cierto que los comandantes de estas
unidades eran gaullistas confesos, pero en sus estados mayores no ocurría lo
mismo. Muchos se habían mordido los labios seis años antes durante la insurrección
del I Regimiento de Paracaidistas en Argel y ahora volvían a dudar y a maldecir
a De Gaulle. Algunos de ellos habían colaborado ocasionalmente con la OAS,
habían encubierto a sus militantes o, incluso, habían trabajado en sus
actividades.
Tras el discurso del día 24, De Gaulle, sorprendido
por el efecto contrario al pretendido, cayó en el silenció y en la confusión.
El régimen estaba a punto de caer. A medida que ese silencio se prolongaba,
aumentaban entre los militares los partidarios de una acción efectiva contra
los revoltosos. Se rumoreaba que en ese momento, algunas unidades estaban
dispuestas a intervenir, pero no para salvar a De Gaulle, sino para aplastar a
la izquierda.
El día 29, De Gaulle se desplazó a Baden-Baden para
entrevistarse con el General Massu, comandante en jefe de las fuerzas francesas
en Alemania, cuyas unidades eran las más efectivas en caso de conflicto. De
Gaulle consiguió persuadir a los militares de que él era “el único capaz de salvar
a Francia del comunismo” e, incluso de que estaba dispuesto a pagar un precio.
En realidad, estos se dejaron convencer. Lo importante es lo que exigieron a
cambio de desplazar a las unidades de intervención al otro lado de la frontera:
la amnistía general para los encarcelados y exiliados de la OAS. De Gaulle no
protestó. En ello le iba morir en la poltrona del Elíseo o bien en el exilio.
Al día siguiente De Gaulle se dirigió nuevamente al
pueblo francés, con una actitud completamente distinta. Poco antes, la 11ª
Brigada Blindada realizó una ostentosa marcha hacia París, mientras que el 1er.
Regimiento de Paracaidistas de Infantería de Marina, acantonado en Bayona
recibió 10 aviones Nordatlas de Pau y 20 de Toulouse, preparándose para saltar
sobre París. Una columna de blindados procedente de Alemania, cruzó la
frontera, procurando llamar toda la atención posible pretextando la celebración
de unas maniobras. Otros desplazamientos similares se realizaron simplemente
para llamar la atención.
De la muerte política a la resurrección de De Gaulle
A partir de ese momento, el receptor del mensaje
entendió perfectamente la situación. En efecto, el PCF, en aquel momento se
debatía entre la insurrección y la vuelta a los cuarteles de invierno. En
realidad, el PCF nunca tuvo la iniciativa de la situación, pero tampoco quiso
desvincularse completamente de una revuelta que corría el riesgo de amputarla
influencia sobre las masas.
El 30 de mayo, el gaullismo resucitó. Los Comités de
Defensa de la República aseguraban el encuadramiento de los elementos más activos
de la derecha y de la extrema-derecha, la inmensa mayoría antiguos partidarios
de la Argelia Francesa. Los especialistas del ejército en operaciones
psicológicas realizaron una perfecta coordinación entre el discurso de De
Gaulle de esa jornada y la movilización subsiguiente en los Campos Elíseos esa
misma tarde. Entre 700 y 800.000 personas recorrieron el kilómetro que separa
la plaza de la Concordia de la plaza de l’Etoile.
El fundador y jefe de la OAS, Raoul Salan fue liberado
espectacularmente el 15 de junio de 1968, justo en el momento en el que la
revuelta de mayo acaba oficialmente. El Barrio Latino cada vez estaba menos
ocupado: los “revolucionarios” se habían ido de vacaciones.
En esa fecha pudo regresar también a Francia, Georges
Bidault, presidente del Consejo Nacional de la Resistencia junto a los
generales y cuadros de la OAS que desde 1963 permanecían en el exilio. Bidault,
poco después, fundaría el partido
Justice et Liberté que fue uno de los partidos integrados posteriormente en el
Front National presidido por Jean Marie Le Pen.
Alicante y Tarragona, repletos de pieds-noires exiliados, vieron como estas comunidades iban
disminuyendo. Todos fueron amnistiados. Algunos no regresaron jamás a Francia.
Uno que no lo hizo me comunicó: “Francia
es como una mujer a la que se ha querido mucho y de repente de ha engañado. Le
das una patada y nunca más quieres volver a saber de ella”.
¿Qué ocurrió en realidad?
Aparentemente, todo estaba claro:
-
Un proceso subversivo desencadenado por elementos de
extrema-izquierda había logrado arrastrar a la CGT y al PCF, deseosos de no
perder influencia sobre las masas.
-
Durante unos días, Francia vivió al borde de la guerra
civil y del golpe de Estado.
-
El general de Gaulle buscando apoyos para mantenerse
en el poder pidió ayuda a las FFAA
-
El ejército se lo prestó a cambio de la amnistía
general a sus camaradas presos y del retorno de los exiliados.
-
Estas medidas de gracia se pusieron en marcha el 15 de
junio, fecha en la que concluye oficialmente la revuelta iniciada mes y medio
antes.
Así pues, asunto cerrado, expediente archivado… ¿o no?
En absoluto.
Al concluir la revuelta, algún servicio de
inteligencia, seguramente francés filtró a los medios de comunicación distintos
dossier en el que responsabilizaba de los incidentes a los servicios especiales
de la República Democrática Alemana. Muchos de esos dossier fueron difundidos
por la prensa de derechas y de extrema-derecha, creyéndolos auténticos.
Se difundió la información de que sobre las barricadas
de la calle Gay-Lussac, durante la famosa “noche de las barricadas” del 10 al
11 de mayo, se encontraron varias granadas de mano ofensivas fabricadas en
Alemania Oriental. Estas granadas eran de tipo RG42, consideradas como “muy
mortíferas”. En la zona donde se descubrieron, habían sido vistos jóvenes
alemanes pertenecientes al Sozialistiche Deutsche Studenten (SDS), uno de los
grupos contestatarios alemanes de los que, en la época, se investigaban sus
relaciones con el HVA (Haupt Vereidigungamt, el servicio de información
germano-oriental) que, siempre según estas informaciones, se habrían encargado
las operaciones de desestabilización de Europa Occidental desde 1965…
Evidentemente, todos estos datos eran pura
intoxicación. Entonces lo podíamos intuir. Ahora tenemos la seguridad. En
efecto, si era cierto que existía un titiritero que movía los hilos de la
subversión, pero no era, desde luego, el HVA. Si hubiera sido él, hoy se
conocerían a la perfección todos los extremos de la operación: el HVA ha sido
disuelto y sus archivos son públicos después de la unificación alemana de 1989.
No, el HVA no era la “pista buena”, era simplemente, la excusa, la maniobra de
diversión. Las granadas sembradas junto a un automóvil en la calle Gay-Lussac
era apenas un individuo intoxicador.
Y, por supuesto, en 1965 el HVA no desencadenó ninguna
operación, sino que en ese mismo año fue precisamente la CIA, tal como sabemos
hoy, la que desencadenó la Operación CHAOS, ordenada y comandada por James
Jessus Angleton. Esa operación, que inicialmente tenía como objetivo restar
efectivos a los Partidos Comunistas prosoviéticos, se aprovechó para otros
fines igualmente espúreos: la desestabilización del gobierno del General De
Gaulle.
De Gaulle había separado en 1967 a las fuerzas armadas
francesas del dispositivo militar de la OTAN, aun permaneciendo en la
estructura de la Alianza Atlántica. Los americanos ni le perdonaron este
desplante ni el que seguiría, cuando en el curso de su viaje a Canadá proclamó
ante las cámaras de TV de todo el mundo: “Viva
Quebeq Libre”. El desmembramiento de Canadá hubiera acarreado la pérdida de
influencia de EEUU en la parte francófona del país y el aumento de la
influencia francesa en una zona que los teóricos del “destino manifiesto” ya
habían bautizado como “área de influencia de los EEUU”.
Este fue el sentido final del mayo francés y todo lo
demás, no fue más que mera coreografía y atrezzo
para una “operación especial”. El hecho de que los maoístas fueran fomentados
artificialmente en el curso de la Operación CHAOS, el hecho de que el primer
cóctel molotov de las revueltas fuera arrojado –tal como vimos– por un militante
de Occident sobre un coche de la policía y el hecho de que este movimiento,
desde su origen, practicara una actitud activista completamente provocadora y
destinada a tensar situaciones, el hecho mismo de que los miembros de la
extrema-derecha tuvieran el corazón escindido entre las barricadas de la calle
Gay-Lussac y la incorporación a las milicias cívicas anticomunistas y,
finalmente, el hecho de que la “revolución de mayo” tuviera como resultado
inmediato la caída de De Gaulle –perdió el referéndum que él mismo convocó– y
el indulto general a los militantes de la OAS… todo esto son los verdaderos
frutos de mayo, mucho más, en cualquier caso, que CohnBendit y demás “ex
combatientes”, cuarenta años después, vendiendo sus fantasías y sus ficciones… Mayo
del 68 tuvo distintos titiriteros, CohnBendit fue uno de los monigotes.
Repetimos: “mayo-68 tuvo distintos
titiriteros”. La CIA fue uno, pero se dieron otros en clave interna
francesa. ¿Quién dijo que una operación planificada por servicios especiales no
puede ser aprovechada para otros objetivos?
Nota: para la elaboración de este artículo se han
tenido en cuenta especialmente distintas obras de François Duprat:
L’International Etudiante Revolutionaire y Les journés du Mai 68, Editions NEL,
La comedie de la revolution y Les journés du Mai, publicado por Defense de
l’Occident y L’extreme droite a France 1944-1972, Editions Albatros.-