En el golpe Borghese participaron de manera difícilmente
comprensible distintas entidades pre-existentes en el marco de la República
Italiana. Sabemos cuáles son porque las hemos analizado en la segunda parte de
nuestro estudio: el SID, la mafia, la masonería, la red Gladio… La presencia e
interactuación de todas estas fuerzas indica hasta qué punto estamos ante una
trama compleja e intrincada muy alejada de la simplicidad con la que algunos
han presentado la operación, en ocasiones hasta lo risible (véase la película Vogliamo i Coronelli).
El papel de la mafia es quizás uno de las más turbias aportaciones a
la trama. Se sabe, efectivamente, que la mafia tiene un inmenso poder de
movilización social especialmente en el sur de Italia y más en concreto desde
Nápoles hasta Sicilia. En aquellos momentos la mafia siciliana estaba dirigida
por Tomasso Busceta el cual realizó algunas declaraciones sobre su
participación en el proyecto golpista en el curso del llamado Proceso
Andreotti. Preguntado por el fiscal Scarpinato, Busceta respondió que había
viajado a Catania junto a Salvatore Greco para encontrarse con Pippo Calderone
e Giuseppe Di Cristina para discutir la propuesta de participar en el proyecto
de golpe de Estado. Los golpistas preveían una participación activa de la Cossa
Nostra y Busceta sería el encargado de tranquilizar a las familias mafiosas y
lograr al menos la neutralidad de la organización. A cambio, Borghese había
prometido revisar muchos procesos que estaban en aquellos momentos en marcha
contra dirigentes mafiosos.
Uno de los comprometidos con el golpe era el capitán de carabinieri
Giuseppe Ruso, miembro, así mismo, de la masonería, que tenía la misión de
arrestar al prefecto de policía de Palermo. Hubiera realizado la misión
acompañado por “hombres de honor” que para reconocerse lucirían el distintivo
de un hacha verde en el brazo. Borghese ofreció como contrapartida la revisión
del “proceso de Rimini” en el que habían sido condenados a cadena perpetua
varios capos de la organización entre ellos el de varios familiares del capo
mafioso Gaetano Badalamenti. Así pues, los jefes mafiosos del sur de Italia
reunidos en Catania decidieron no pronunciarse hasta haberse entrevistado con
Badalamenti en Mián. La reunión tuvo lugar finalmente con la presencia de
Salvatore Riina que manifestó su desacuerdo en participar en la operación. La
asamblea mafiosa rechazó la oferta, sin embargo, una de las familias, los Rimi,
se integró en el proyecto golpista. El propio Natale Rimi recibió como misión
capturar las armas almacenadas en un cuartel romano en la noche del 7 al 8 de
diciembre de 1970.
En lo que se refiere a la mafia calabresa parece ser que estuvo en
mejor disposición de colaborar con el golpe y que, posteriormente, cuando se
produjeron los incidentes de Reggio Calabria por la capitalidad de la
provincia, la mafia local apoyó la revuelta organizada precisamente por los
miembros de Avanguardia Nazionale en lo que constituyó una de las operaciones
más importantes del neofascismo de los años 07. En efecto, con aquella revuelta
lo que se trataba era de demostrar que si el PCI entraba a formar parte del
gobierno italiano, el sur entraría en situación de insurrección.
Si este fue el papel de la mafia, el de la organización Gladio no
fue menos difuso, por no hablar del de la masonería. Se sabe que algunos
elementos de la red Gladio participaron en el golpe y que alguna de sus bases
(la de L’Algher en concreto) se utilizaron para entrenar a comandos civiles que
participaron en la intentona e incluso se rumoreó que algunos depósitos de
armas de la red fueron utilizados en la Operación Tora-Tora. Sobre la masonería
siempre se ha discutido el papel que jugó Licio Gelli en aquella jornada. Se ha
dicho que fue el encargado de arrestar al presidente Saragat y también que fue
él quien transmitió la orden de abortar el plan dado por Borghese a las
unidades que se habían movilizado. La sentencia del Tribunal de Milán de 24 de
marzo de 1995, explica que Gelli estuvo afiliado al Fronte Nazionale y que
“miles de oficiales masones” participaron en aquellos meses en reuniones
subversivas.
El 15 de septiembre de 1964, Andreotti, entonces Ministro de Defensa,
entregó a la magistratura romana un dossier elaborado por el SID en el que se
describía el plan y los objetivos del golpe. Este dossier, redactado por el
general Gianadelio Maletti, número dos del SID, estaba compuesto por tres
partes. Una se refería al Golpe Borghese, mientras que las otras estaban
dedicadas a la llamada “Rosa de los Vientos”, una extraña conspiración en la
que también participaron neofascistas, miembros de Gladio y al llamado Golpe
Blanco, promovido por expartisanos monárquicos dirigidos por Edgardo Sogno que
se proyectó en 1974. Maletti no informó a su superior, el general Vito Miceli,
director del servicio, de la existencia de este dossier. Una parte sustancial
de la primera parte relativa al golpe Borghese había sido constituido por la
declaración que el capitán Antonio Labruna había obtenido del empresario Remo
Orlandini. Labruna tuvo la habilidad de presentarse ante Orlandini como si
fuera un golpista. Le explicó que el golpe había fracasado, pero que era
preciso analizar el fracaso para saber exactamente en qué parte había fallado
de cara a organizar un nuevo golpe de Estado en el que el propio SID estaba
implicado. Naturalmente, se trataba de una simple argucia para animar a
Orlandini a confesar todo lo que sabía del golpe. Éste cayó en la trampa. El
motivo por el que Maletti no comunicó el dossier a su superior, Miceli, fue
porque en el testimonio de Orlandini, afloró que aquel estaba implicado en la
red golpista. Maletti utilizó estas informaciones para torpedear a Miceli cuyo
cargo ambicionaba y entregó el dossier directamente a Andreotti. Éste fue
destituido junto con otros 20 generales y almirantes sin que se diera ninguna
explicación. Paralelamente se emitieron 32 arrestos por el llamado “Golpe
Borghese”.
Fue en 1991 cuando se supo que el dossier que entregó Andreotti a la
magistratura no era el original y algunos nombres que había facilitado
Orlandini habían sido eliminados. Uno de los personajes cuyo nombre había sido
eliminado era el del general Giovanni Torrisi que posteriormente sería jefe del
Estado Mayor de la Defensa entre 1980 y 1982. Era en este mismo dossier en el
que Orlandini afirmaba que Gelli había tenido como misión en la noche del golpe
el arresto del presidente Giuseppe Saragat. También, gracias al testimonio ingenuo
de Orlandini ante el Capitán Labruna, se conocieron las relaciones entre la
mafia y el comandante Borghese y la tarea encomendada a algunos mafiosos de
asesinar al jefe de policía Angelo Vicari.
Hacia una interpretación
global de lo que ocurrió
El teniente coronel Amos Spiazzi, como ya hemos visto, se puso en
marcha con su batería de cañones de 105 mm y con la misión de ocupar Sesto San
Giovanni. La orden derivaba de la ejecución del plan Esigenza Triangolo… que no
tenía nada que ver con el proyecto golpista. De hecho era una directiva
destinada a desarticular una iniciativa golpista. Se le llamaba un “plan de
contingencia” elaborado ante la hipótesis de una situación peligrosa de
carácter político-social: insurrección, subversión, golpe de Estado, operaciones
terroristas, ataques armados por parte de potencias extranjeras. Este tipo de
planes continen directirces para hacerse con el control de “objetivos
sensibles”. Estos planes están declarados “secreto militar” y en todos los
cuarteles existen sobres sellados que contienen las órdenes relativas a esa
unidad en caso de aplicación del “plan de contingencias” y que solamente se
abren al recibir la unidad una palabra clave. Ninguna unidad sabe lo que harán
las demás, ni siquiera a qué obedece la movilización que se le ordena realizar.
Uno de estos planes era Esigenza Triangolo, diseñado para responder a una
insurrección armada procedente del interior y se puso en marcha a las 20:45 del
7 de diciembre de1970. No fue la cúpula militar quien ordenó la aplicación del
plan sino que la orden procedió del Servicio de Información de la Defensa.
Así pues, parte de los movimientos militares que se produjeron en
aquello noche tuvieron como protagonistas, no a los implicados en el golpe de
Estado del comandante Borghese sino a unidades militares que deberían actuar
contra los golpistas. Extrañado por el hecho de que el fonograma no incluyera
la palabra “ejercicio”, Spiazzi (que ignoraba que esa noche tenía lugar el
pronunciamiento golpista) telefoneó al comandante Borghese informándole sobre
la movilización y temiendo que estuviera motivada porque al día siguiente el
Fronte Nazionale tenía prevista una movilización contra la visita de Tito a
Italia. De ser así se trataría de una trampa. Borghese, al parecer, no dio mucha
importancia a esa información. Sin embargo, poco después un juez del tribunal
militar y colaborador del SID, Giuseppe Claudio Condò, localizó a Borghese en
su “Comando A”, comunicándole que parte de las unidades que se preveía iban a
movilizarse a favor del golpe permanecerían en sus cuarteles y que el golpe no
tenía posibilidades de triunfar. Fue esta segunda llamada la que obligó a
Borghese a dar la orden de abortar la operación poco antes de la medianoche.
Las distintas unidades comprometidas dieron marcha atrás (alguna de ellas in
extremis y a pocos metros de su objetivo) y los activistas concentrados en
distintos lugares recibieron la orden de volver a sus casas. Los que se
encontraban en la fábrica de Remo Orlandini comprobaron que estaban vigilados
por la policía y algunos de quienes se encontraban en el gimnasio de la
Asociación de Paracaidistas se resistieron hasta el punto de que el capitán
Salvadote Pecorella debió sacar su arma y amenazarlos.
Durante unas semanas, el proyecto de golpe de Estado logró
mantenerse en secreto y no emergió ninguna noticia sobre él mismo. Sin embargo
unas semanas después, en marzo de 1971 el semanario Paese Sera publicó un artículo sobre lo que había sucedido aquella
noche de diciembre de 1970. Los miembros del PCI tenían una presencia notable
en la redacción de esa revista que se benefició, al parecer, de informes
elaborados por el KGB. En febrero de ese mismo año, el Ministerio del Interior
había elaborado un dossier sobre lo ocurrido a razón del cual resultaron detenidos
el 19 de marzo Remo Orlandini, Sandro Sacucci, Giovanni Di Rosa y Mario Rosa.
El comandante Borghese se desplazó a España en las semanas siguientes para huir
de una orden de busca y captura.
La pregunta clave de toda esta cuestión es ¿qué había detrás de todo
esto? ¿se trataba de una trama golpista verdaderamente “seria” o merecía
cualquiera de los calificativos con los que se apostrofó e intentó ridiculizar
a la operación? A la vista del historial previo del comandante Borghese y de su
prestigio en medios militares, parece difícil pensar que hubiera participado en
una aventura temeraria y haber puesto en marcha a una parte de sus hombres, sin
contar al menos con apoyos suficientes como para pensar que el golpe de era
factible.
Más bien da la sensación de que esos apoyos existieron e incluso que
el gobierno norteamericano se msotró deliberadamente ambiguo. Por eso el golpe
se puso en marcha; pero una vez dadas las primeras órdenes de marcha, una parte
de los golpistas comprometidos, o bien no iniciaron las actuaciones previstas o
simplemente se pusieron en marcha… pero no en función del Plan Tora-Tora, sino
del Plan Esigenza Triangolo. Algunos de los comprometidos jugaron
deliberadamente el doble juego y a la hora del desencadenamiento de las
operaciones, mostraron su verdadero rostro.
Era un esquema muy similar al que se había producido algo más de un
lustro antes con el Plan Solo: lo que se preveía era chantajear al Estado
demostrando que en caso de que la democraciacristiana aceptase pactar con los
comunistas y conformar con ellos una nueva fórmula de gobierno, era posible
poner en marcha un mecanismo militar que pulverizase el “compromiso histórico”.
De lo que se trataba era de “amagar el golpe”, demostrar que podía suceder y,
una vez hecho esto, para lo cual bastaba con la movilización de unas pocas
unidades y de unos cuantos cientos de activistas, dar marcha atrás, retroceder
y tratar de ocultar lo esencial de la trama. La imaginación del público y la
prensa harían lo demás.
Este esquema encaja perfectamente con otro que tuvo lugar en España
once años después: el golpe del 23-F. A pesar de las sucesivas maniobras de
“despiste” partidas todas del Centro Superior de Información de la Defensa,
posteriormente Centro Nacional de Inteligencia, en realidad, aquel golpe supuso
el solapamiento de distintas operación: una de ellas era el golpe de
extrema-derecha (dirigido por Tejero), otra el golpe militar-militar (dirigido
por Milans del Bosch), otra el golpe de la presión (el golpe de los coroneles
que no intentaban movilizar al ejército sino simplemente presionar a Suárez),
otra el golpe del gobierno de concentración nacional (el golpe de Armada) y,
finalmente, el no-golpe (dirigido por el comandante Cortina jefe de la
Agrupación Operativa de Misiones Especiales). Estas intentonas golpistas se
superpusieron una sobre otra y finalmente fue la última la que consiguió su
objetivo: desarticular las redes golpistas. Da la sensación de que en Italia
ocurrió algo parecido si bien con un panorama más simplificado (a pesar de la
multiplicidad de los protagonistas).
Por una parte, Borghese y los suyos aplicaban la teoría
“gradualista” y en esa óptica se veían obligados a colaborar con otros grupos
con los que existía solamente una alianza táctica, una especie de joint venture destinada a alcanzar
objetivos comunes. Borghese, por ejemplo, proponía enviar tropas italianas a la
guerra de Vietnam y mantenerse en el seno de la OTAN, cuando la inmensa mayoría
de los afiliados del Fronte Nazionale y en especial los jóvenes de Ordine Nuovo
y de Avanguardia Nazionale se mostraban a favor de una Europa unida, libre,
fuerte… e independiente y frecuentemente realizaban manifestaciones contra la
OTAN y el Pacto de Varsovia. Pero, Borghese se vio obligado a colaborar en el
marco del diseño golpista con otros sectores que estaban muy alejados de estas
posiciones. De hecho, en el análisis de la extrema-derecha italiana de la
época, la Democracia Cristiana salía extremadamente afectada por la corrupción
y la incapacidad para gobernar. Además, se solía destacar que buena parte de
los dirigentes democristianos eran antiguos fascistas (Amintore Fanfani, por
ejemplo, y distaba mucho de ser el único). Sin embargo, Borghese asumía que con
posterioridad al golpe, Andreotti sería nombrado jefe de gobierno y se
convocarían nuevas elecciones de las que saldría un gobierno de centra-derecha
o de derecha-derecha del que formarían parte mayoritaria los democristianos.
Tales eran las limitaciones de la estrategia “gradualista”: era imposible
controlar la totalidad de la situación y solamente podía aspirarse a mejorar
las posiciones.
Borghese estaba jugando una partida en la que también apostaban
servicios de inteligencia, intereses internacionales, y fuerzas políticas
italianas que tenían otras estrategias y que comprendieron perfectamente la
esencia del Plan Borghese: llevar a Italia a una situación en la que el PCI la
izquierda socialista estuvieran completamente erradicados de los equilibrios de
poder. No todos estaban de acuerdo con ese planteamiento y preferían mantener
el statu quo que garantizaba al centro-izquierda gobernar como hasta ese
momento… pero alejando de sus filas el riesgo de que algunos democristianos
como Aldo Modo se dejaran tentar por el “compromiso histórico” con el PCI. Y
para ello precisaban que alguien enseñara las garras y dijera claramente: “si
el PCI entra en el gobierno, las fuerzas armadas golpearán”. Esos sectores
recondujeron el “golpe Borghese” de la manera más simple: asegurando que se
movilizarían en el momento táctico de la movilización, para dejar en la
estacada a última hora al comandante y a sus hombres.
El hecho de que entre los golpistas existieran demasiados miembros
de la masonería, vinculados a Licio Gelli (y el propio Gelli con una tarea no
precisamente secundaria, el arresto del presidente de la República), indica que
en esos momentos había otra fuerza transversal que atravesaba subterráneamente
el mundo de la política italiana y que tenía un proyecto propio: medrar ante
todo con la excusa de la creación de lo que diez años después sería la
“república presidencial” (el gaullismo). Aquellos eran los años en los que el
proyecto masónico de la logia P-2 todavía no se había puesto en marcha, pero el
núcleo de la misma ya empezaba a actuar especialmente en el ámbito militar y en
el de la inteligencia. En esos años, los miembros de la Logia P-2 todavía no
habían conseguido una masa crítica suficiente como para alumbrar un proyecto
propio, así que procuraban ir cabalgando en otros proyectos que les permitían
mejorar las posiciones. Fue solamente hacia 1972-3 cuando ya estuvieron en
condiciones de aplicar un diseño propio que sembraría de terror Italia en los
siguientes diez años. Pero esta, como siempre, es otra historia.
El final de la última
parte
En la mañana del 10 de diciembre de 1970, Italia amaneció
como si nada hubiera ocurrido. Ningún medio de prensa se hizo eco de todas las
anormalidades que habían ocurrido en la noche anterior. Hubo que esperar casi
100 días para que el 18 de marzo de 1971 el diario de izquierdas Paese Sera publicó en primera página un
artículo titulado: “Plan eversivo contra
la república. Descubierto el plan de extrema-derecha”. Las informaciones se
publicaban como si hubieran ocurrido inmediatamente antes. A partir de ese
momento, el golpe pasaba a ser del dominio público. Ese mismo día, el
procurador de Roma, Claudio Vitalone, firmó mandatos de captura contra presuntos
implicados en la intentona. Borghese se refugió en España en donde permanecería
hasta su muerte en Cádiz el 26 de agosto de 1974, ni siquiera retornó cuando en
1973 fue revocada la orden de busca y captura contra él.
El 30 de mayo de 1977 comenzó el proceso por el golpe
contra 68 imputados. La declaración más importante fue sin duda la de Remo
Orlandini quien declaró que en la noche del 8 de diciembre recibió una llamada
del comandante Borghese en el que le ordenaba abortar la operación, pero
declaró también que los motivos de esta decisión le resultaban completamente
desconocidos. Quedó establecido también que el papel del doctor Monti fue el de
haber operado como encargado de las relaciones internacionales de los golpistas
así como todos los particulares que ha hemos descrito en su momento.
El proceso concluyó en el Tribunal de Apelación el 29 de
noviembre de 1984 con una absolución de todos los acusados por el delito de
“conspiración política”, añadiendo que el episodio no había sido más que el
resultado de un conciliábulo de cuatro o cinco jubilados.
Una investigación fechada en 1972 dirigida por el jefe de
la Oficina D del SID, el general Gianadelio Maletti y el capitán Labruna había
apuntado la existencia de conexiones entre el general De Lorenzo (impulsor del
Plan Solo), el comandante Borghese y el general Vito Miceli, jefe del SID en
aquel momento. En dicho informe se indicaba que Remo Orlandino había puesto
barcos de su flota mercante para trasladar a los detenidos a las islas de
Lípari. En ese mismo informe se apuntaba por primera vez la relación entre Hugh
Fenwick y los golpistas, Orlandini en concreto. El informe, inexplicablemente
entregado a Andreotti dos años después de ser elaborado terminó en manos de la
magistratura que concluyó que no había causa suficiente para procesar al
general Miceli. En 1978, la Corte de Casación de Roma lo absolvió de la
acusación de favorecimiento y de conspiración. Una nueva sentencia en 1984
confirmó la anterior. Sin embargo, en 1995, el juez Guido Salvini sostuvo la existencia
de un plan complejo en el que estaban envueltos mafiosos, masones (empezando
por Licio Gelli), militares en activo de alto grado (entre ellos el general
Francesco Mereu jefe del Estado Mayor y el almirante Giovanni Torrisi jefe de
información naval, todos ellos afiliados a la logia P-2. Si estos nombres no
habían aflorado hasta una época tan tardía se debió a que Andreotti los eliminó
del informe elaborado por la Oficina D del SID.