INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

lunes, 27 de septiembre de 2021

MEMORIA HISTORIA: LA "NOTTE DELLA MADONNA", EL GOLPE BORGHESE (2ª PARTE)

 



El papel del SID, la mafia, la Logia P2, Gladio…

En el golpe Borghese participaron de manera difícilmente comprensible distintas entidades pre-existentes en el marco de la República Italiana. Sabemos cuáles son porque las hemos analizado en la segunda parte de nuestro estudio: el SID, la mafia, la masonería, la red Gladio… La presencia e interactuación de todas estas fuerzas indica hasta qué punto estamos ante una trama compleja e intrincada muy alejada de la simplicidad con la que algunos han presentado la operación, en ocasiones hasta lo risible (véase la película Vogliamo i Coronelli).

El papel de la mafia es quizás uno de las más turbias aportaciones a la trama. Se sabe, efectivamente, que la mafia tiene un inmenso poder de movilización social especialmente en el sur de Italia y más en concreto desde Nápoles hasta Sicilia. En aquellos momentos la mafia siciliana estaba dirigida por Tomasso Busceta el cual realizó algunas declaraciones sobre su participación en el proyecto golpista en el curso del llamado Proceso Andreotti. Preguntado por el fiscal Scarpinato, Busceta respondió que había viajado a Catania junto a Salvatore Greco para encontrarse con Pippo Calderone e Giuseppe Di Cristina para discutir la propuesta de participar en el proyecto de golpe de Estado. Los golpistas preveían una participación activa de la Cossa Nostra y Busceta sería el encargado de tranquilizar a las familias mafiosas y lograr al menos la neutralidad de la organización. A cambio, Borghese había prometido revisar muchos procesos que estaban en aquellos momentos en marcha contra dirigentes mafiosos.

Uno de los comprometidos con el golpe era el capitán de carabinieri Giuseppe Ruso, miembro, así mismo, de la masonería, que tenía la misión de arrestar al prefecto de policía de Palermo. Hubiera realizado la misión acompañado por “hombres de honor” que para reconocerse lucirían el distintivo de un hacha verde en el brazo. Borghese ofreció como contrapartida la revisión del “proceso de Rimini” en el que habían sido condenados a cadena perpetua varios capos de la organización entre ellos el de varios familiares del capo mafioso Gaetano Badalamenti. Así pues, los jefes mafiosos del sur de Italia reunidos en Catania decidieron no pronunciarse hasta haberse entrevistado con Badalamenti en Mián. La reunión tuvo lugar finalmente con la presencia de Salvatore Riina que manifestó su desacuerdo en participar en la operación. La asamblea mafiosa rechazó la oferta, sin embargo, una de las familias, los Rimi, se integró en el proyecto golpista. El propio Natale Rimi recibió como misión capturar las armas almacenadas en un cuartel romano en la noche del 7 al 8 de diciembre de 1970.

En lo que se refiere a la mafia calabresa parece ser que estuvo en mejor disposición de colaborar con el golpe y que, posteriormente, cuando se produjeron los incidentes de Reggio Calabria por la capitalidad de la provincia, la mafia local apoyó la revuelta organizada precisamente por los miembros de Avanguardia Nazionale en lo que constituyó una de las operaciones más importantes del neofascismo de los años 07. En efecto, con aquella revuelta lo que se trataba era de demostrar que si el PCI entraba a formar parte del gobierno italiano, el sur entraría en situación de insurrección.

Si este fue el papel de la mafia, el de la organización Gladio no fue menos difuso, por no hablar del de la masonería. Se sabe que algunos elementos de la red Gladio participaron en el golpe y que alguna de sus bases (la de L’Algher en concreto) se utilizaron para entrenar a comandos civiles que participaron en la intentona e incluso se rumoreó que algunos depósitos de armas de la red fueron utilizados en la Operación Tora-Tora. Sobre la masonería siempre se ha discutido el papel que jugó Licio Gelli en aquella jornada. Se ha dicho que fue el encargado de arrestar al presidente Saragat y también que fue él quien transmitió la orden de abortar el plan dado por Borghese a las unidades que se habían movilizado. La sentencia del Tribunal de Milán de 24 de marzo de 1995, explica que Gelli estuvo afiliado al Fronte Nazionale y que “miles de oficiales masones” participaron en aquellos meses en reuniones subversivas.

El 15 de septiembre de 1964, Andreotti, entonces Ministro de Defensa, entregó a la magistratura romana un dossier elaborado por el SID en el que se describía el plan y los objetivos del golpe. Este dossier, redactado por el general Gianadelio Maletti, número dos del SID, estaba compuesto por tres partes. Una se refería al Golpe Borghese, mientras que las otras estaban dedicadas a la llamada “Rosa de los Vientos”, una extraña conspiración en la que también participaron neofascistas, miembros de Gladio y al llamado Golpe Blanco, promovido por expartisanos monárquicos dirigidos por Edgardo Sogno que se proyectó en 1974. Maletti no informó a su superior, el general Vito Miceli, director del servicio, de la existencia de este dossier. Una parte sustancial de la primera parte relativa al golpe Borghese había sido constituido por la declaración que el capitán Antonio Labruna había obtenido del empresario Remo Orlandini. Labruna tuvo la habilidad de presentarse ante Orlandini como si fuera un golpista. Le explicó que el golpe había fracasado, pero que era preciso analizar el fracaso para saber exactamente en qué parte había fallado de cara a organizar un nuevo golpe de Estado en el que el propio SID estaba implicado. Naturalmente, se trataba de una simple argucia para animar a Orlandini a confesar todo lo que sabía del golpe. Éste cayó en la trampa. El motivo por el que Maletti no comunicó el dossier a su superior, Miceli, fue porque en el testimonio de Orlandini, afloró que aquel estaba implicado en la red golpista. Maletti utilizó estas informaciones para torpedear a Miceli cuyo cargo ambicionaba y entregó el dossier directamente a Andreotti. Éste fue destituido junto con otros 20 generales y almirantes sin que se diera ninguna explicación. Paralelamente se emitieron 32 arrestos por el llamado “Golpe Borghese”.

Fue en 1991 cuando se supo que el dossier que entregó Andreotti a la magistratura no era el original y algunos nombres que había facilitado Orlandini habían sido eliminados. Uno de los personajes cuyo nombre había sido eliminado era el del general Giovanni Torrisi que posteriormente sería jefe del Estado Mayor de la Defensa entre 1980 y 1982. Era en este mismo dossier en el que Orlandini afirmaba que Gelli había tenido como misión en la noche del golpe el arresto del presidente Giuseppe Saragat. También, gracias al testimonio ingenuo de Orlandini ante el Capitán Labruna, se conocieron las relaciones entre la mafia y el comandante Borghese y la tarea encomendada a algunos mafiosos de asesinar al jefe de policía Angelo Vicari.

Hacia una interpretación global de lo que ocurrió

El teniente coronel Amos Spiazzi, como ya hemos visto, se puso en marcha con su batería de cañones de 105 mm y con la misión de ocupar Sesto San Giovanni. La orden derivaba de la ejecución del plan Esigenza Triangolo… que no tenía nada que ver con el proyecto golpista. De hecho era una directiva destinada a desarticular una iniciativa golpista. Se le llamaba un “plan de contingencia” elaborado ante la hipótesis de una situación peligrosa de carácter político-social: insurrección, subversión, golpe de Estado, operaciones terroristas, ataques armados por parte de potencias extranjeras. Este tipo de planes continen directirces para hacerse con el control de “objetivos sensibles”. Estos planes están declarados “secreto militar” y en todos los cuarteles existen sobres sellados que contienen las órdenes relativas a esa unidad en caso de aplicación del “plan de contingencias” y que solamente se abren al recibir la unidad una palabra clave. Ninguna unidad sabe lo que harán las demás, ni siquiera a qué obedece la movilización que se le ordena realizar. Uno de estos planes era Esigenza Triangolo, diseñado para responder a una insurrección armada procedente del interior y se puso en marcha a las 20:45 del 7 de diciembre de1970. No fue la cúpula militar quien ordenó la aplicación del plan sino que la orden procedió del Servicio de Información de la Defensa.

Así pues, parte de los movimientos militares que se produjeron en aquello noche tuvieron como protagonistas, no a los implicados en el golpe de Estado del comandante Borghese sino a unidades militares que deberían actuar contra los golpistas. Extrañado por el hecho de que el fonograma no incluyera la palabra “ejercicio”, Spiazzi (que ignoraba que esa noche tenía lugar el pronunciamiento golpista) telefoneó al comandante Borghese informándole sobre la movilización y temiendo que estuviera motivada porque al día siguiente el Fronte Nazionale tenía prevista una movilización contra la visita de Tito a Italia. De ser así se trataría de una trampa. Borghese, al parecer, no dio mucha importancia a esa información. Sin embargo, poco después un juez del tribunal militar y colaborador del SID, Giuseppe Claudio Condò, localizó a Borghese en su “Comando A”, comunicándole que parte de las unidades que se preveía iban a movilizarse a favor del golpe permanecerían en sus cuarteles y que el golpe no tenía posibilidades de triunfar. Fue esta segunda llamada la que obligó a Borghese a dar la orden de abortar la operación poco antes de la medianoche. Las distintas unidades comprometidas dieron marcha atrás (alguna de ellas in extremis y a pocos metros de su objetivo) y los activistas concentrados en distintos lugares recibieron la orden de volver a sus casas. Los que se encontraban en la fábrica de Remo Orlandini comprobaron que estaban vigilados por la policía y algunos de quienes se encontraban en el gimnasio de la Asociación de Paracaidistas se resistieron hasta el punto de que el capitán Salvadote Pecorella debió sacar su arma y amenazarlos.

Durante unas semanas, el proyecto de golpe de Estado logró mantenerse en secreto y no emergió ninguna noticia sobre él mismo. Sin embargo unas semanas después, en marzo de 1971 el semanario Paese Sera publicó un artículo sobre lo que había sucedido aquella noche de diciembre de 1970. Los miembros del PCI tenían una presencia notable en la redacción de esa revista que se benefició, al parecer, de informes elaborados por el KGB. En febrero de ese mismo año, el Ministerio del Interior había elaborado un dossier sobre lo ocurrido a razón del cual resultaron detenidos el 19 de marzo Remo Orlandini, Sandro Sacucci, Giovanni Di Rosa y Mario Rosa. El comandante Borghese se desplazó a España en las semanas siguientes para huir de una orden de busca y captura.

La pregunta clave de toda esta cuestión es ¿qué había detrás de todo esto? ¿se trataba de una trama golpista verdaderamente “seria” o merecía cualquiera de los calificativos con los que se apostrofó e intentó ridiculizar a la operación? A la vista del historial previo del comandante Borghese y de su prestigio en medios militares, parece difícil pensar que hubiera participado en una aventura temeraria y haber puesto en marcha a una parte de sus hombres, sin contar al menos con apoyos suficientes como para pensar que el golpe de era factible.

Más bien da la sensación de que esos apoyos existieron e incluso que el gobierno norteamericano se msotró deliberadamente ambiguo. Por eso el golpe se puso en marcha; pero una vez dadas las primeras órdenes de marcha, una parte de los golpistas comprometidos, o bien no iniciaron las actuaciones previstas o simplemente se pusieron en marcha… pero no en función del Plan Tora-Tora, sino del Plan Esigenza Triangolo. Algunos de los comprometidos jugaron deliberadamente el doble juego y a la hora del desencadenamiento de las operaciones, mostraron su verdadero rostro.

Era un esquema muy similar al que se había producido algo más de un lustro antes con el Plan Solo: lo que se preveía era chantajear al Estado demostrando que en caso de que la democraciacristiana aceptase pactar con los comunistas y conformar con ellos una nueva fórmula de gobierno, era posible poner en marcha un mecanismo militar que pulverizase el “compromiso histórico”. De lo que se trataba era de “amagar el golpe”, demostrar que podía suceder y, una vez hecho esto, para lo cual bastaba con la movilización de unas pocas unidades y de unos cuantos cientos de activistas, dar marcha atrás, retroceder y tratar de ocultar lo esencial de la trama. La imaginación del público y la prensa harían lo demás.

Este esquema encaja perfectamente con otro que tuvo lugar en España once años después: el golpe del 23-F. A pesar de las sucesivas maniobras de “despiste” partidas todas del Centro Superior de Información de la Defensa, posteriormente Centro Nacional de Inteligencia, en realidad, aquel golpe supuso el solapamiento de distintas operación: una de ellas era el golpe de extrema-derecha (dirigido por Tejero), otra el golpe militar-militar (dirigido por Milans del Bosch), otra el golpe de la presión (el golpe de los coroneles que no intentaban movilizar al ejército sino simplemente presionar a Suárez), otra el golpe del gobierno de concentración nacional (el golpe de Armada) y, finalmente, el no-golpe (dirigido por el comandante Cortina jefe de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales). Estas intentonas golpistas se superpusieron una sobre otra y finalmente fue la última la que consiguió su objetivo: desarticular las redes golpistas. Da la sensación de que en Italia ocurrió algo parecido si bien con un panorama más simplificado (a pesar de la multiplicidad de los protagonistas).

Por una parte, Borghese y los suyos aplicaban la teoría “gradualista” y en esa óptica se veían obligados a colaborar con otros grupos con los que existía solamente una alianza táctica, una especie de joint venture destinada a alcanzar objetivos comunes. Borghese, por ejemplo, proponía enviar tropas italianas a la guerra de Vietnam y mantenerse en el seno de la OTAN, cuando la inmensa mayoría de los afiliados del Fronte Nazionale y en especial los jóvenes de Ordine Nuovo y de Avanguardia Nazionale se mostraban a favor de una Europa unida, libre, fuerte… e independiente y frecuentemente realizaban manifestaciones contra la OTAN y el Pacto de Varsovia. Pero, Borghese se vio obligado a colaborar en el marco del diseño golpista con otros sectores que estaban muy alejados de estas posiciones. De hecho, en el análisis de la extrema-derecha italiana de la época, la Democracia Cristiana salía extremadamente afectada por la corrupción y la incapacidad para gobernar. Además, se solía destacar que buena parte de los dirigentes democristianos eran antiguos fascistas (Amintore Fanfani, por ejemplo, y distaba mucho de ser el único). Sin embargo, Borghese asumía que con posterioridad al golpe, Andreotti sería nombrado jefe de gobierno y se convocarían nuevas elecciones de las que saldría un gobierno de centra-derecha o de derecha-derecha del que formarían parte mayoritaria los democristianos. Tales eran las limitaciones de la estrategia “gradualista”: era imposible controlar la totalidad de la situación y solamente podía aspirarse a mejorar las posiciones.

Borghese estaba jugando una partida en la que también apostaban servicios de inteligencia, intereses internacionales, y fuerzas políticas italianas que tenían otras estrategias y que comprendieron perfectamente la esencia del Plan Borghese: llevar a Italia a una situación en la que el PCI la izquierda socialista estuvieran completamente erradicados de los equilibrios de poder. No todos estaban de acuerdo con ese planteamiento y preferían mantener el statu quo que garantizaba al centro-izquierda gobernar como hasta ese momento… pero alejando de sus filas el riesgo de que algunos democristianos como Aldo Modo se dejaran tentar por el “compromiso histórico” con el PCI. Y para ello precisaban que alguien enseñara las garras y dijera claramente: “si el PCI entra en el gobierno, las fuerzas armadas golpearán”. Esos sectores recondujeron el “golpe Borghese” de la manera más simple: asegurando que se movilizarían en el momento táctico de la movilización, para dejar en la estacada a última hora al comandante y a sus hombres.

El hecho de que entre los golpistas existieran demasiados miembros de la masonería, vinculados a Licio Gelli (y el propio Gelli con una tarea no precisamente secundaria, el arresto del presidente de la República), indica que en esos momentos había otra fuerza transversal que atravesaba subterráneamente el mundo de la política italiana y que tenía un proyecto propio: medrar ante todo con la excusa de la creación de lo que diez años después sería la “república presidencial” (el gaullismo). Aquellos eran los años en los que el proyecto masónico de la logia P-2 todavía no se había puesto en marcha, pero el núcleo de la misma ya empezaba a actuar especialmente en el ámbito militar y en el de la inteligencia. En esos años, los miembros de la Logia P-2 todavía no habían conseguido una masa crítica suficiente como para alumbrar un proyecto propio, así que procuraban ir cabalgando en otros proyectos que les permitían mejorar las posiciones. Fue solamente hacia 1972-3 cuando ya estuvieron en condiciones de aplicar un diseño propio que sembraría de terror Italia en los siguientes diez años. Pero esta, como siempre, es otra historia.

El final de la última parte

En la mañana del 10 de diciembre de 1970, Italia amaneció como si nada hubiera ocurrido. Ningún medio de prensa se hizo eco de todas las anormalidades que habían ocurrido en la noche anterior. Hubo que esperar casi 100 días para que el 18 de marzo de 1971 el diario de izquierdas Paese Sera publicó en primera página un artículo titulado: “Plan eversivo contra la república. Descubierto el plan de extrema-derecha”. Las informaciones se publicaban como si hubieran ocurrido inmediatamente antes. A partir de ese momento, el golpe pasaba a ser del dominio público. Ese mismo día, el procurador de Roma, Claudio Vitalone, firmó mandatos de captura contra presuntos implicados en la intentona. Borghese se refugió en España en donde permanecería hasta su muerte en Cádiz el 26 de agosto de 1974, ni siquiera retornó cuando en 1973 fue revocada la orden de busca y captura contra él.

El 30 de mayo de 1977 comenzó el proceso por el golpe contra 68 imputados. La declaración más importante fue sin duda la de Remo Orlandini quien declaró que en la noche del 8 de diciembre recibió una llamada del comandante Borghese en el que le ordenaba abortar la operación, pero declaró también que los motivos de esta decisión le resultaban completamente desconocidos. Quedó establecido también que el papel del doctor Monti fue el de haber operado como encargado de las relaciones internacionales de los golpistas así como todos los particulares que ha hemos descrito en su momento.

El proceso concluyó en el Tribunal de Apelación el 29 de noviembre de 1984 con una absolución de todos los acusados por el delito de “conspiración política”, añadiendo que el episodio no había sido más que el resultado de un conciliábulo de cuatro o cinco jubilados.

Una investigación fechada en 1972 dirigida por el jefe de la Oficina D del SID, el general Gianadelio Maletti y el capitán Labruna había apuntado la existencia de conexiones entre el general De Lorenzo (impulsor del Plan Solo), el comandante Borghese y el general Vito Miceli, jefe del SID en aquel momento. En dicho informe se indicaba que Remo Orlandino había puesto barcos de su flota mercante para trasladar a los detenidos a las islas de Lípari. En ese mismo informe se apuntaba por primera vez la relación entre Hugh Fenwick y los golpistas, Orlandini en concreto. El informe, inexplicablemente entregado a Andreotti dos años después de ser elaborado terminó en manos de la magistratura que concluyó que no había causa suficiente para procesar al general Miceli. En 1978, la Corte de Casación de Roma lo absolvió de la acusación de favorecimiento y de conspiración. Una nueva sentencia en 1984 confirmó la anterior. Sin embargo, en 1995, el juez Guido Salvini sostuvo la existencia de un plan complejo en el que estaban envueltos mafiosos, masones (empezando por Licio Gelli), militares en activo de alto grado (entre ellos el general Francesco Mereu jefe del Estado Mayor y el almirante Giovanni Torrisi jefe de información naval, todos ellos afiliados a la logia P-2. Si estos nombres no habían aflorado hasta una época tan tardía se debió a que Andreotti los eliminó del informe elaborado por la Oficina D del SID.