El “govern Català”
(esto es, la “administración independentista de la gencat”, que no es
exactamente lo mismo) ha anunciado un aplazamiento de las elecciones
autonómicas. Esto si que es un verdadero “golpe de Estado” (a medida de la
pequeñez de la gencat) y no lo del Congreso de los EEUU. Debió ser en enero de
2020 cuando Torra dio la legislatura por concluida (“cuando se aprueben los
presupuestos de la gencat”). Pero ahora la culpa de todo es del Covid,
incluso de que se retrasen las elecciones en Cataluña…
Ya se sabe: si
la economía va mal es por culpa del Covid (la economía iba a ir mal en 2020,
con Covid o sin), si los gobiernos de todo el mundo pierden popularidad es por
el Covid (en absoluto porque el ciudadano esté harto de gobiernos corruptos),
si la gente se muere es por el Covid (… y, claro que se muere por el virus,
como se muere también porque el sistema sanitario está fallando desde mucho
antes de su irrupción), si llega más inmigración es por el Covid (…no por la “paguita”
garantizada a los que llegan a Europa), si no hay igualdad sexual es por el
Covid (… como demuestra el hecho de que hayan muerto un 88% de hombres más que
de mujeres), si la administración del Estado se está paralizando es, claro
está, por el Covid (y no porque la falta de autoridad y el desinterés), y si en
Cataluña nada funciona no es, desde luego, porque la gencat siga empeñada en el
proyecto indepe, sino por el jodido Covid que obliga incluso, mira por donde, a
retrasar las elecciones.
Excusas de
mal pagador. La ciudadanía está harta de Covid, pero mucho más harta de que
-particularmente, en Cataluña- se le haya obligado a medidas cada vez más
absurdas (las “franjas horarias” en la restauración son la puntilla de toda una
larga serie de despropósitos). Sánchez se desentendió del Covid cuando
comprendió que seguir apareciendo él y sus ministrillos cada día en los medios,
empezaba a pesar en la intención de voto. Ahora es cuando las Comunidades
Autónomas empiezan a entender que, dar la cara, si bien les sirve para
demostrar quién tiene “poder” y que sirven para algo, también erosiona su
imagen ante la opinión pública.
De ahí que, la
gencat haya decidido que, en Cataluña, unas elecciones solamente pueden tener
lugar cuando haya todas las garantías de que son los indepes quienes las ganan
y siguen en el gobierno aunque sea coaligados con otros.
Las encuestas no
les son favorables: la “independencia” sigue bajando y está en la frontera
del 40%. En realidad, no debería ser superior al 30-35% que es el porcentaje de
población que habla habitualmente catalán (sería absurdo pensar que un
castellano parlante optara por el independentismo, sin olvidar que no todos los
que se expresan en catalán son indepes). Además, no lo olvidemos, el
independentismo está multidividido: cada día más. JxCat cree necesitar
tiempo -unos meses más- para poder superar en intención de voto a ERC. Y, además,
ERC, el partido al que pertenece Pere Aragonés, cree que existe el riesgo de
que el “efecto Illa” se traduzca en un incremento de votos para el PSC… Cuando
más lejos estén las elecciones del anuncio de Illa de ser candidato de su
partido, mejor para ERC.
El PP, por su
parte, tampoco tiene claro si sus resultados van a mejorar o si sufrirá otro
bocado por parte de Vox, o si seguirá creciendo a medida que se amplíe -que se
ampliará- la crisis terminal de Ciudadanos (partido que, por su parte, es
consciente de que sus resultados se habrán mermado en relación a los obtenidos
en 2017.
No puede
extrañar, por tanto, que sea el PSC y Vox los únicos partidos que no han
aceptado el retraso electoral y estudian presentar un recurso contra el “aplazamiento
por motivos sanitarios”. Lo que ha determinado el aplazamiento
es, únicamente, la esperanza de JxCat en mejorar sus posiciones y el miedo a quedar
cuatro años fuera del poder (lo que supondría la asfixia económica de la
camarilla de Waterloo) de celebrarse las elecciones en febrero.
Ahora bien:
1) No hay ningún
elemento objetivo que permita pensar que, en mayo, la situación sanitaria en
Cataluña estará mejor de lo que lo está ahora mismo. La lentitud con la que
se están administrando las vacunas y las mutaciones del virus retrasan más y
más la salida del túnel. Y pueden hacer que en mayo estemos ante la cuarta o la
quinta ola del Covid-19 o la segunda del Covid-20…
2) La
estrategia del retraso electoral, en gran medida habilitada por Puigdemont desde
Waterloo, es su última carta. Lo ha sido desde que instó a Torra a
permanecer en su puesto hasta la inhabilitación. El razonamiento de Puigdemont
es: cuando más se retrasen las elecciones, el electorado estará más resabiado
con ERC.
3) Si ERC ha
aceptado la estrategia del retraso electoral se debe a que sabe que Sánchez
apuesta por un gobierno “tripartito” (PSC-ERC+Comun) y, aunque la carta
Illa se deshinche, Sánchez siempre puede recurrir a “negociación con ERC”
seguida del “indulto presos” antes de las elecciones para evidenciar que es una
“salida razonable”, tanto al final del “procés”, como al futuro gobierno de la
gencat y que relanzaría el rol y la popularidad de ERC (al menos entre los
indepes).
Por todo ello, nada
esencial cambiará con este retraso. Lo único que se demuestra es que el oportunista
y esta democracia son de plastilina: se pueden modelar -y de hecho se modelan-
a gusto del que tiene el poder (en este caso JxCat) que fija el día y la hora
que más le conviene. Pero que, en la otra parte, el PSC-PSOE está dispuesto a
utilizar artimañas propagandísticas (ayer el nombramiento de Illa y mañana la
negociación para el indulto con ERC) para encaramarse de nuevo al gobierno de
la gencat. Todo, claro está, en nombre de la democracia y en bien de los electores…
Mientras, Cataluña
pugna por ser una de las regiones del Estado en las que el Covid ha hecho una
mayor escabechina y en donde las medidas adoptadas, excéntricas e inútiles, han
garantizado el final de un 20-30% de la hostelería.